22.- Alazán Lucero

Me desaparecí solo un par de horas pero eso bastó para que me acorralaran contra la pared y no sé qué pretenden con esto, yo realmente no sé que es lo que desean de mi, ya no tengo nada que darles, no tengo nada que darme a mi misma para seguir adelante, si aún estoy con vida es para poner a salvó a mi hijo, es todo para lo que vivo.

Entro al despacho seguida de Mauricio, está siguiéndome para evitar que me vaya a otro lado pero no debe, sabe que le tengo miedo a la noche, apenas oscurece yo me encierro en casa, aquí en dónde estoy segura.

Veo a mi madre ocupar mi lugar, está esperándome y también mis hermanos, no están cómodos, es como si hubiéramos hecho alguna travesura y mamá nos estuviera a punto de regañar. 

—Siéntate —mi esposo me señala mi silla al lado de mi hermano. 

—No me hables así, Mauricio —no debe olvidar que soy su esposa no su hija para que me dé órdenes.

—Toma asiento por favor, Victoria —me pide de manera más amable y hago lo que dice.

Voy al lado de mis hermanos, Helena como siempre parece desenfadada y Rogelio al verme solo baja la mirada, no me sorprende pero a mamá le molesta. 

—Levanta la cabeza Rogelio que esto es contigo, los tres me van a escuchar de una vez —dice nuestra madre, hace más de quince años que no me hablaba así—. Por años he guardado mis comentarios para no llevarte la contraria Victoria pero ya no puedo más, estoy cansada de sus intrigas, de su supuesta venganza, ya no quiero más muerte, ya no quiero más sangre.

Eso es fácil de decir cuando no es a ti a quien te hicieron sufrir, pero yo no puedo simplemente desviar la mirada y fingir que nada paso.

—¿Entonces que se quede así lo que me hizo? —le pregunto sin ocultar mi descontento—. Que el hijo de puta de Luciano se siga burlando de mí por las calles, que siga aterrorizándonos con su maldita existencia, ¿eso es lo que quieres? ¿De verdad eso es lo que esperas de mi?

Esto no es como cuando Epitacio me dice que soy una bruja, no son simples palabras que el viento pueda llevarse. Luciano me hizo daño y eso me lo tiene que pagar. 

—Entiende que este no es el camino Victoria, la solución no es matarlo —asegura mi madre.

Quizá antes no pero ahora que vio a mi hijo estoy completamente segura de que va a tener dudas. Me encantaría decir que Luciano es un hombre tonto pero no es así, solo tiene que hacer cuentas y lo sabrá todo, si quiero a mi hijo seguro entonces ese hombre tiene que dejar de respirar. 

—Él y yo no podemos vivir en el mismo mundo —por el bien de mucha gente es mejor que alguno de los muera—. Nunca he entendido porque aún crees en la justicia pero espero que tú entiendas porque yo no. Imagina que hoy voy y pongo una denuncia, todos aquí conocemos a los hombres que están en la comandancia y, ¿sabes que es lo primero que van a preguntar? Que si yo lo provoque, esto es así, a donde vaya van a dudar, eso sería demasiado para mí, toda esa vergüenza… no puedo ir caminando por la calle y escuchar que alguien lo menciona, que hacen burlas, que me señalan y me juzgan —investigue, lo hice porque pensaba que quizá había una salida distinta pero me equivoqué, por lo menos aquí, en este lugar del mundo a quien culparían es a mí—. Si te soy sincera siempre hubo solo un camino, es él o nosotros, si mi padre estuviera aquí… —me interrumpe Helena.

—Lo mataría con sus propias manos —por lo menos ella me entiende—. Mamá, nunca te hemos pedido que nos ayudes y tampoco lo vamos a hacer y si nos ha llevado tanto tiempo es porque intentamos hacer todo de manera que al final nadie dude de que lo hicimos solo para salvarnos de él. 

Aunque esa es la realidad, no es matar por matar, es matar para sobrevivir, mamá no ha podido ver qué las posibilidades de negociación se acabaron en el segundo que mataron a mi padre, inconscientemente desde ese día supimos que íbamos a acabar matándonos los unos a los otros, Rosendo lo sabía, él también quería hacerme daño, iba a matar a mi hermano, lo emboscó con la segura creencia de que Rogelio no se iba a defender pero se equivocó, Luciano vino por mi pero con una forma de muerte más lenta pero también sé equivocó, debió matarnos porque ahora yo voy por él, voy a jugar de la misma manera, lo voy a debilitar mentalmente y a diferencia de él, en cuanto tenga la mínima oportunidad le voy a colocar una bala entre ceja y ceja.

—Seguimos hablando de matar a alguien, de cometer un crimen que es lo mismo que nos ha traído hasta aquí —en nuestra defensa, ellos empezaron—. Tienen que pensar bien, sobre todo tu Victoria, ya no eres una chamaca, eres una señora, responsable de tu familia y de otras más. 

Y es por eso que lo hago, la venganza es mía, nadie la va a disfrutar más que yo pero si hago esto para que todos podamos vivir en paz, yo quiero paz, quiero disfrutar de mi amor, de mis hermanos, de mi gente, de mi hogar, deseo poder salir sola sin temor a que una vez más me embosquen, quiero ver a Rogelio feliz por la vida, a Helena disfrutar de su juventud, quiero eso y mucho más, ansió demasiado pero todo eso se me escapa de las manos por miedo y prefiero morir que pasar más años así.

—Todos estarán bien al final, confía en mi mamá —niega—. Además mi hijo no está solo en la vida. 

Tiene a Mauricio, tiene a Rogelio y a Helena, Vicente estará seguro con ellos si algo me llegará a suceder. 

—¡No me vengas con chingaderas! —me grita y quién se sobresalta es Rogelio— Eres su madre, ya es hora de que madures Victoria, que entiendas que no todo se soluciona con violencia.

La visión de mi madre del mundo es muy distinta a la mía, muy distinta. 

En esta tierra dominada por hombres la vida es brutal, yo como mujer, incluso antes de que abusaran de mi lo sabía. Al ir creciendo me di cuenta de que para manejar todo iba a necesitar un poco de dureza en el corazón, tenía que ser más fuerte que cualquiera, si me mostraba débil nadie me hubiera hecho caso, cualquier orden mía no valdría nada.

Nunca tuve más opción y me parece que mi madre no me puede juzgar cuando ella le permitió a mi padre hacerme así. No voy a negar que era una niña terca, caprichosa que quería salir al campo a trabajar pero no pedí que me cargarán tantas responsabilidades, no pedí ser Victoria Caballero, nada de esto fue elección mía, un día solo me lo dijeron, me enseñaron y yo sin conocer el mundo lo acepte.

Yo nunca tuve salida pero mi Helena si, yo la mandé al mundo lo mejor armada que pude y lo hice para que conociera más allá de estos campos, le ofrecí —en contra de su voluntad— un panorama distinto de lo que es la vida y parece que no le gusto porque siempre quiso regresar, ella también tiene esto en la venas, su alma está más arraigada a esta hacienda de lo que cualquiera llegó a creer y también tiene ese orgullo que la hace querer luchar a mi lado.

Y eso es lo que nos enseñaron, la vida es una lucha constante y las guerras no se ganan con amor, mamá tiene que saber eso.

—Quizá la violencia no sea la respuesta pero es el único medio por el cuál el amor va a salir adelante —suspiro, lo que le diré no le gustara, incluso será como una falta de respeto pero ella no es la única con derecho a quejarse—. Trato de darle una vida digna a mi hijo, sin esconderse, sin tenerlo aquí encerrado, sin que se repita lo de esta mañana, no espero que lo entiendas porque tú nunca… quisiste luchar, te encerraste con el recuerdo de mi padre y nos abandonaste.

Esa época fue muy dura y había días en los que yo la necesite y no estuvo, sin embargo no dije ni una palabra porque sabía lo que era perder un amor tan grande, la dejé tal y como me pidió y yo trabaje sin descanso para que ella no tuviera que preocuparse por nada.

Mi mamá se sorprende al escucharme hablar así, Mauricio también lo hace y no volteo a ver a mis hermanos, los tres estamos de acuerdo en esto, siempre fue así.

—Lo siento, siento mucho que te sintieras sola pero eso era lo que tenía que pasar —ya sé que este era mi maldito destino—. Su padre los arranco de mi muy niños y hasta ahora lo lamento, mírense, los tres, altaneros, prepotentes, sintiéndose dueños de todo y de todos —creo que eso me lo dice a mi específicamente—. Su padre hizo muy bien muchas cosas pero al parecer se le olvidó algo y también a ustedes, yo soy su madre, aunque me consideren una inútil. 

Nos quedamos en silencio un momento, ¿qué más podemos decir? No hay palabras de consuelo ahora que nos tiramos a matar, todos aquí somos como bombas, al estallar terminamos con todo lo bueno. 

Mauricio camina hasta estar delante de nosotros, como queriendo ser un escudo entre nosotros y mamá, me ve un momento y niega, está demostrándome que reprueba totalmente mi conducta.

—Sus hijos doña Elisa olvidan muchas cosas pero aquí estoy yo para recordarles —inhala profundamente y después me señala—. Tu madre se quedó contigo en las noches cuando llorabas hasta el amanecer, te entrego está hacienda para que pudieras ser la dueña y señora aún cuando eso significaba pasar por encima de tus hermanos —ahora señala a Helena—. Se fue contigo para que no estuvieras sola, te cuido por años y procuro tenerte un hogar aún estando lejos de aquí —por último Rogelio—. A ti te cuida cuando ya no puedes no ponerte en pie, cuando todo lo que hay en tu cabeza te rebasa —de verdad que lo admiro, en nuestra vida solo había un hombre que podía hablarnos de esa manera y dejarnos mudos—. Ya no voy a permitir que sigan con esa actitud hacia su madre, ni hacia ustedes mismos —se sienta en el escritorio y vuelve la mirada a mi—. Estamos aquí porque llegamos a un límite, ya llegué a un límite, si ustedes no se empiezan a comunicar como hermanos entonces voy y me entrego, con eso también a Luciano, acabo con todo, así que ustedes deciden.

—A pesar de que no me gusta, de que a ninguno de los tres nos gustan que nos hablen de esa manera te voy a dar la razón —dice Helena llamando mi atención—. No  no soporto ver cómo se tratan el uno al otro. Victoria tu objetivo no es Rogelio pero es el único que te puede ayudar y mi papá siempre lo dijo, Helena es mi adoración pero Victoria y Rogelio son mi esperanza.

—No digas eso —suplica mi hermano hablando por primera vez. 

—Es que lo eran, él confío en ella para seguir su legado y confío en ti para cuidarla, para asegurarte de que nadie se metiera en medio —ni siquiera ella—. Ustedes tenían que estar siempre juntos, se los dijo el día que les regaló a Alazán y a Lucero. 

Ella era muy pequeña y me sorprende mucho que lo recuerde, fue un día feliz, uno de los más felices de mi vida, fue la primera vez que ví nacer a los potrillos, eran pequeños y decían que quizá por ser gemelos no iban a sobrevivir pero Rogelio y yo decidimos que lo harían, que los cuidaríamos día y noche hasta que fueran fuertes, al final lo logramos y papá nos los entrego, nos dijo que era para crear un vínculo todavía más fuerte. Fue Rogelio quien les puso los nombres, fue por una canción. 

«Caballo alazán lucero, que por ligero, que bueno fuiste. Ganaste muchas carreras yo bien recuerdo, nuca perdiste. Jamás tuviste derrota, de costa a costa, no fue mentira. Hasta que llego esa yegua por quien perdieras hasta la vida.»

Yo no sé si esa sea una historia de amor o solo un corrido de tragedia pero siempre se quedó en mi mente y en la de los demás, por años, todas las personas que visitaban los alrededores querían ver a los caballos y después a sus jinetes, la gente nos preguntó que cómo los habíamos domado, contaron historias acerca de la belleza y la destreza con la cual dome a Alazán pero eso no fue difícil, simplemente me dejó hacerlo. En el mundo hay solo dos personas que pueden montar a Alazán, somos Rogelio y yo, lo mismo con Lucero. Papá lo intento y no pudo, Álvaro lo intento y no pudo, Juan José lo intento y no pudo. Se trata de confianza, de una conexión más profunda de la que puedan imaginar. 

Yo siempre creí que vínculos como ese, como el que tenía con mis hermanos eran casi indestructibles pero una liga solo tiene un límite antes de romperse. 

—Eso fue hace mucho tiempo —le contesto a mi hermana—. Todo cambio, ya no somos unos niños y mi padre ya no está. 

Tampoco soy la misma persona, ni siquiera la que era después de su muerte, yo cambie para poder hacer justicia. 

—¿Y eso qué? Sigues sin verlo Victoria, entiende de una vez la razón por la cual no te mato ese día —replica Helena—. Luciano es una persona enferma, tiene una mente retorcida y su plan era, tirarte a ti y matar de dolor a Rogelio, está logrando lo que quería, a través de ti está acabando con nuestro hermano. 

—Yo nunca le haría ningún daño —mientras viva no le van a tocar ni un cabello. 

—Lo haces, te lo dije Victoria, el día que me fui te lo dije, tu le permitiste quedarse en tu mente y en tu corazón, envenenó el amor que sentías por tu hermano, no le dejes ganar —se levanta y se arrodilla delante de los dos—. No lo dejen, no seas su víctima, no hagas de Rogelio tu verdugo, perdónalo, de corazón —voltea a ver a nuestro hermano—. Habla, demuestra que tienes voz, úsala y consigue aquello que quieres.

Rogelio lo piensa un momento, está luchando dentro de él por esa voz, yo también deseo que la recuperé, que regrese y sea el pilar que nos sostenga. Mi hermano también se pone de pie y después de rodillas delante de mi. 

—Nunca quise que nada de esto pasará, realmente no sé como llegamos aquí, pero te juro que cambiaría mi lugar contigo mil veces y mil más si con eso logro salvarte, ese siempre fue mi propósito en la vida —es lo mismo para lo que vivo yo—. No espero que me perdones, yo no lo haré nunca, solo dame una oportunidad, déjame estar a tu lado, déjame protegerte, yo haré todo, todo lo necesario para que estés bien Victoria, no importa que sea.

Nadie me había hecho tal muestra de devoción y es que Rogelio realmente me ama más que a su propia vida y un amor así no lo puede destruir un hombre, no debería dejarlo y no lo voy a hacer, no lo va a matar y no me usará para eso. Luciano ha vivido en mi durante mucho tiempo, en mis pesadillas, en mi piel, en mi hijo. Su recuerdo es algo que me lastima, la sola mención de él saca lo peor de mi y por el contrario está Mauricio, él es quien me obliga a vivir y es hora de que se lo corresponda, a él y a mi hermano.

Ellos tomaron a una mujer dispuesta a morir y la transformaron en una persona más fuerte que antes, me dieron seguridad, me ayudaron a cumplir mi propósito, Rogelio me entrego su único patrimonio para que yo me sintiera segura, me lo ha dado todo y si yo estoy en un pedestal él no merece menos.

Quise que mantuviera un perfil bajo para que no llamará la atención pero de cualquier manera lo hace, al igual que Helena, no puedo frenar ni ocultar quienes son, es totalmente inútil, es como si ellos intentaran detenerme.

Si esto será así, si es una guerra completamente abierta, si mis hermanos no están dispuestos a alejarse entonces no me queda más que aceptarlo, estamos juntos en esto, empezando ahora. 

Me levanto de la silla y ayudó a mis hermanos a hacer lo mismo, ellos no tiene nada en que hacer en el piso, nunca más los quiero ver ahí.

—Levántense por favor —les suplico—, ¿de verdad están dispuestos a todo por esto? —ambos asienten, siento como si el aire me faltará, pero ya no es solo mi decisión, yo no soy la única víctima aquí— Está bien, está bien, entonces vamos por él —me levanto para abrazarlos a los dos y por primera vez en mucho tiempo me siento un poco más ligera, me siento menos sola. Miro por encima de mis hermanos a mi madre y a mi marido y sé lo que desean pero a ellos no puedo dárselo, en esto no puedo ceder—. Mamá no intentes detenernos por favor.

—Pero… —inicia pero quién la detiene es Rogelio. 

—Mamá, por favor solo danos el beneficio de la duda y perdóname, todos perdónenme —voltea a verme directamente a los ojos y hace que Helena se aparte un poco—. Lo lamento, lo lamento mucho, pero nunca has estado sola, nunca. Tus recuerdos, tus dolores son los míos y si tenemos que caer, lo haremos juntos. 

Dejo que me tomé en sus brazos, en dónde siempre me sentí segura, busco el consuelo que me ofrece y lo tomo con gusto. Aún tenemos fuerza, aún nos queda un poco de ese amor, de esos niños que juraron nunca abandonarse.

Gracias por seguir leyendo.

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