14.- Cruz de olvido
—No puedo creer que nos tratará de esa manera —dice Mauricio al mismo tiempo que aumenta la velocidad de la camioneta—, ¿qué se cree ese viejo?
Ya no sé que es peor, si el maldito dolor de cabeza o que Mauricio no deja quejarse, aunque si no me sintiera tan mal yo haría lo mismo.
Epitacio Sandoval se excedió está vez, las fantasías que se ha creado en la mente no son normales y tampoco tienen razón de ser. Victoria jamás va a convertir estás tierras que nos han dado tanto en un centro vacacional. Para empezar no tenemos el capital suficiente, nos gastaríamos, millones y no de pesos si no de dólares, después tendríamos que sacar permisos sanitarios, campañas de publicidad y un sinfín de cosas que nosotros no sabemos hacer, no voy a negar que la idea existió hace mucho tiempo, Mauricio nos lo dijo, si su padre se hubiera quedado con la hacienda hubiera invertido en ese proyecto lo que no entiendo es como Epitacio lo supo, el tema nunca salió de casa.
—Lamentablemente Mauricio, Epitacio es el dueño de la finca que queremos —que necesitamos con urgencia—. Está misión ya podemos darla por perdida, nos mandó al diablo, mando al diablo a la misma Victoria, si continuamos rogándole solo nos arriesgamos a que empiecen a hablar tonterías de mi hermana.
—Le rompo las piernas si se atreve —esta demasiado exaltado.
—Si continúas así todos los demás seguirán el ejemplo de Epitacio y dirán que en lugar de su marido eres su perro guardián.
Epitacio le dijo cosas que herirían el orgullo de cualquiera, hasta yo me sentí mal cuando le dijo poco hombre, pero ese señor no entiende esa relación. Mauricio no es un poco hombre porque acepté sus órdenes, ni yo tampoco, solo hacemos nuestro trabajo, me parece una pena que por su machismo no acepté que mi hermana puede llevar la finca y la hacienda al mismo tiempo, pero ese es solo su problema.
Las actitudes de ese hombre solo están sustentadas en un miedo irracional, le asusta vivir tan cerca de ella, siente que al final hasta le va a quitar el último pedazo de tierra que tiene pero no es así, Victoria solo quiere las palomas, si lo aceptará como Mauricio y yo lo hacemos esto se hubiera acabado hace mucho, claro que no debemos olvidar que a él no le criaron para aceptar a Victoria como figura de autoridad.
En los primeros años de mi vida se me dijo que yo tendría el control de la hacienda, mi papá así lo dispuso hasta el día que empezó a notar que Victoria tenía más aptitudes, que era más fuerte y resuelta a la hora de tomar decisiones, entonces aunque me había escogido a mi por ser hombre se dio cuenta de que probablemente no sería capaz de hacerlo y entonces se retracto, volvió al plan original. Victoria Caballero, la primogénita, por derecho de nacimiento, por habilidad y por el bienestar de mi familia sería quien manejara la hacienda y todos los bienes materiales de familia Caballero.
Era demasiado joven cuando me quito poder pero no me molestó, yo jamás me pondría en medio del camino de mi hermana, mi capital y mi vida están es sus manos, ese es el único lugar en dónde están seguros porque si yo lo manejara seguramente lo habría perdido todo.
—Me vale un comino lo que piensen de mi y te juro que esa propiedad va a ser nuestra —me responde Mauricio—. Así tenga que arrancarla de su cadáver.
No me gusta hablar de cadáveres con él pero estoy muy seguro de que no tocará a Epitacio, ese hombre de una manera u otra caerá.
Suspiró y miró por la ventana, veo a cerca de los huertos a una yegua blanca, una que por ningún motivo pueden montar.
—Para la camioneta, alguien saco a Manzana —le ordenó a Mauricio—. No puede ser que después de tanto tiempo no entiendan que nadie la puede montar.
Bajo de la camioneta y Mauricio conmigo, silbo para que quién sea que la saco me de la cara, una pequeña figura sale de entre los árboles con delicadeza, alguien a quien no le preocupa mi regaño.
—Rogelio pero esa es… —empieza decir Mauricio pero no le permito continuar.
—Es Helena —susurro y lo dejo, voy a alcanzar a mi hermanita que corre con los brazos abiertos hacía mi, apenas la Vi hace un par de meses atrás en su graduación pero no es lo mismo, al fin regreso a casa—, ¿por qué no me dijiste que venías para acá?
Le pregunto al llegar con ella, la abrazo y veo que este completamente bien, yo tengo un deber con Helena y es protegerla, desde la primera vez que la tuve en mis brazos jure que la defendería con mi vida si era necesario, y yo sé que falle con Victoria pero no con Helena, ahora que está aquí nada le pasará nunca.
—Porque primero tenía que hablar con nuestra hermana y accedió a dejarme aquí.
—¿De vacaciones? —inquiere Mauricio al llegar con nosotros.
Él sabe que Victoria no la dejaría tan fácil y mucho menos ahora, hay tantas cosas que hacer, tanto que trabajar que no vamos a tener tiempo para ella.
—Hice una promesa y vine a cumplirla —le contesta Helena serenamente— pero tranquilo Mauricio que no vine a luchar contra ustedes, vine porque su venganza es también la mía.
A veces sueño con el día que ella se fue, el dolor en sus ojos y la angustia en su voz al prometer que regresaría. Helena no nos abandonaría nunca, jamás se va a olvidar de la vida que tuvo aquí, eso significaría olvidar a mi padre y eso no es posible.
—Como quisiera que dejaran de pensar en eso alguna vez —murmura Mauricio más para el mismo.
La venganza nos ha acompañado desde que mi padre dejo de respirar, en el segundo en que le clavaron un cuchillo en la garganta, desde ese día vivimos atormentados, infelices y yo en lugar de hacer las cosas más fáciles solo le eche más leña al fuego, aumenté el rencor en los corazones de mis hermanas, de mi madre y por eso no duermo, no merezco descansar en paz hasta que Luciano ya no exista.
—Si seguimos vivos es por esa venganza y por la promesa de un día tener paz —eso solo debería decirlo yo, mis hermanas tienen mucho más porque vivir—. Y ya me relegaron lo suficiente, no soy una niña que no entiende, ya conozco lo bastante del odio y la crueldad, ya soy suficientemente capaz de provocarlos por mi misma.
Así es, siempre hemos estado consientes de las capacidades de Helena, del potencial que tiene pero no estamos dispuestos a qué todas sus energías que se pongan en una venganza, lo que Victoria y yo queremos es que pueda vivir sin nosotros, que si algo nos llegará a pasar no muera también.
—Ya lo veo pero su venganza va a tener que esperar —replica Mauricio—. Hay muchas complicaciones en los planes de Victoria, para empezar nunca nos van a vender las palomas.
Mi hermanita pone mala cara, sabe que eso representa prácticamente nuestra ruina, si no conseguimos esas tierras nunca me vamos a cumplir con los contratos, perderemos poder, tierras y sobre todo, jamás seremos capaces de desbancar a Luciano.
—¿Y Victoria lo sabe? —Mauricio y yo negamos— Pues buena suerte contándole, yo me tengo que ir al pueblo. Doña María tiene que saber que me gradué y que ningún vestido me queda chueco.
Mi hermana y doña María nada más juegan a tenerse odio, porque en realidad se adoran la una a la otra, si algún día hubo algún malentendido solo fue porque Helena no sabía lidiar con las críticas y doña María tiene muchas que hacer en ocasiones, pero siempre que la veo pregunta por mi Helena, y me alegra mucho que mi hermana corresponda ese cariño.
—Voy contigo —porque sola no puede andar, menos ahora que ya creció, seguramente va a ir provocando tentaciones—, Mauricio que te vaya bien.
—No esperen que se los agradezca —exclama Mauricio—. Si quieren yo me llevo a Manzana y ustedes usen la camioneta.
Eso es probablemente lo mejor pero sé que Helena ha estado mucho tiempo esperando por montar a su yegua, además al pobre animalito también le hace falta salir, desde que mi Helena se fue no ha salido de la hacienda.
—Manzana puede con los dos —le digo a mi cuñado para que se vaya sin cuidado, sube a la camioneta con cara de pocos amigos y se va con su esposa a darle las malas noticias. Subo al caballo y después le doy la mano a Helena para ayudarla y una vez que está a mi espalda me abraza de nuevo y me permito decirle algo importante—. No sabes cuánto te extrañe.
—No más que yo a ti, no más Rogelio —susurra en mi oído—. Pero ahora, necesito saber todo lo que ha pasado aquí.
—Lo mismo de siempre —como si las desgracias no nos hubieran afectado en lo más mínimo—. Todo siguió más o menos igual.
—Con excepción de mi —musita triste—. Las cosas si funcionan sin mi.
—Lo hacen Helena, siempre lo han hecho —mi padre se encargó de que ella nunca se ensuciará las manos como nosotros, por eso es que a ella nunca le toco ninguna responsabilidad más que cuidar de si misma.
—No hay necesidad de que me lo digas así —replica con más candor—, ¿por qué no me mientes para hacerme sentir mejor?
Porque aún no es hora de que esté aquí, yo no quiero que nadie le haga daño y menos Victoria, si de alguien quiero protegerla es de ella, si la está dejando quedarse entonces es porque tiene algo en mente y me temo que no sea bueno. Victoria ya le rompió una vez el corazón a Helena para que se alejé, ahora está exponiéndose a qué le rompa el alma para sacarle para siempre de aquí.
—Porque no yo no miento —le contesto simplemente para no tener más problemas.
—Pero ocultas a Rosa Isela la verdad, ¿por qué no le has dicho nada?
Si me hubiera tirado del caballo me hubiera dolido menos, porque sé que tiene razón, hace mucho que yo debí terminar mi relación con Isela, ella se merece más que un asesino a su lado pero no tengo la fuerza para desprenderme la última cosa pura y bonita que tengo en el mundo.
—Porque me va a dejar en el momento que sepa que por mi culpa, porque mate a un hombre abusaron de mi hermana —y ya no puedo fallarle a Victoria—. Lo primero que hará es romperme el hocico por ella, lo segundo se saldrá de nuestros negocios y lo peor, me dejara de amar.
Es que simplemente yo no podría tolerarlo.
Rosa Isela y yo hemos tenido una historia simple y hermosa, nos conocimos siendo niños, nos enamoramos, hicimos planes de boda, los mismos que fueron aplazados por la muerte de mi padre. En ese tiempo Victoria y yo apenas nos dábamos abasto con el trabajo, Isela me dijo que me esperaría, lo hizo, estuvo con nosotros en los momentos más duros y también estuvo en los tiempos mejores, fue testigo de como Mauricio entro a nuestras vidas, de como logro quedarse para siempre. Antes de matar a Rosendo yo tenía planeado reanudar nuestros planes, era lo que más quería y entonces llegó él, destruí mi vida cometiendo un crimen, destruí la vida de mi hermana cuando la obligaron a pagar por ese crimen y seguramente estoy destruyendo la suya al no decirle la verdad, al dejar que siga creyendo en una boda que nunca se va a realizar.
A esta altura de mi vida debería estar listo para matar nuestro amor, enterrarlo y ponerle una cruz de olvidó por encima pero no puedo, moriría apenas ella dejara de mirarme con amor.
—Si Rosa Isela se entera, por otra persona que no seas tú, entonces si no te va a perdonar —es que de la manera en se enteré no lo hará—, creerá que estamos confabulados para obtener un beneficio de ella. Así me parece a mí.
Yo jamás la he visto como un signo de pesos, yo sé todo lo que tiene y todo lo que ella vale, por eso no le he atado a mi, si yo quisiera dejarla sin un peso entonces lo habría hecho hace mucho.
—Pues que no te parezca porque no es así.
Jalo la rienda de Manzana para ir a todo galope, en este momento no quiero hablar de todo lo que siento y de todo lo perderé llegado el momento en el que me vuelva a manchar las manos de sangre.
Me hice una promesa, yo voy a hacer justicia por mi hermana, sé que es la venganza de mi hermana, que ella es quien debe dar el golpe final pero eso podría ser malo, algo me dice que está vez el crimen que se cometa no quedará impune y si alguien debe pagar soy yo.
Helena intenta hablarme algunas veces más pero no se lo permito, ya no voy a hablar más del tema, como me lo dijo Juan José en la mañana, solo tengo que dejarme vivir —por el momento— en el presente o esto terminará por consumirme antes de tiempo.
Al llegar al pueblo algunos personas me ven extrañadas por la mujer que está montando conmigo, ninguna nos detiene pero si murmuran a nuestras espaldas, no me preocupa, a quien llevó es a mi hermana y si quieren hablar de ello, pues que hablen. Al llegar a la casa de doña María mi hermanita me pide que le ayude a darle una sorpresa, quiere que piense lo mismo que toda la gente que nos vio pasar.
—Buenas tarde mijo, ¿Qué te trae por aquí? —seguramente me sonríe tanto porque cree que por fin se le va a hacer confeccionar el vestido de novia de Isela pero se equivoca.
—Le tengo una sorpresa —hago a mi hermana pasar por delante de mi y al verla doña María solo frunce el entrecejo.
—No me digas que dejaste a Rosita por esta…
—Épale, épale, doña María, ¿no se acuerda de mí? —le pregunta mi hermana quitándose el sombrero para que la vea mejor.
—¿Helenita? —los dos asentimos— ¡Mija pero si estás bien grandota!
—Me dieron de comer muy bien en la capital pero vine a verla a usted antes que a mi madre por una razón —doña María nos hace pasar hasta su salita—. Mire, a principios del año que viene me encargaron una colección de ropa que le dará la vuelta al mundo y quiero que usted me ayude con ella.
—Helenita, ¿qué voy a hacer yo? —otra mujer estaría encantada con la propuesta— Si nada más coso y remiendo, no dibujo, no hago cosas como las que seguro puedes hacer tu.
No debe ser difícil, aún me cuesta creer que para hacer ropa también se tenga que estudiar, pero en fin así son las cosas y doña María debería darse más crédito por lo que hace.
—Lo que yo le pido es que me ayude a confeccionar —eso es más lógico—. Cuando represente mis diseños no quiero llevar simples bocetos, quiero llevar la ropa hecha y quiero que vean el talento que tiene, si sale bien voy a poner mi atelier aquí, con usted y algunas personas más, por ahora no pienso iniciar una marca propia pero trabajaremos para la mejor.
—¿Y a quien le vas a vender aquí? —le preguntó porque aquí la gente es modesta, sus vestiditos podrán ser muy bonitos pero aquí no tendrán ocasión de usarlos.
—A la gente que quiera, seguirá haciendo sus trabajos pero con un espacio más grande y profesional —ahora me apena un poco no saber de ello, quizá así podría ayudar a mi hermana—. Por favor doña María, acepte y con eso no solo me ayudará a mi, si no a más gente que lo necesita, a las muchachas que como yo tienen sueños y que a diferencia de mi no tienen una hermana que les pague la universidad.
—Pues cuenta conmigo mija, lo que tú quieres hacer es algo muy noble —mi hermana le toma las manos y le un beso—. Siempre fuiste un sol y ahora todos lo sabrán.
—No vine buscando que todos sepan, solo quiero ayudar a mi gente —afirma Helena.
Creo que nunca antes me había sentido tan orgulloso de ella, eso de su taller es una acción muy noble, más ahora que doña María ya está algo cansada por la edad, si acepta ayuda será solo de esta manera y no solo eso, podrá enseñar a más gente a ganarse la vida de una manera honrada y justa. Ahora solo hay una cosa que me preocupa, que es la misma que Helena debió contemplar antes de hacer propuestas.
—¿Victoria ya sabe lo de tu taller? —le pregunto cuando vamos saliendo de la casa.
Mi hermana le dejo un dibujo a doña María, dice que quiere darle una sorpresa a Victoria regalándole su primer vestido ya como diseñadora profesional, y doña María está más que encantada vistiendo a Victoria.
—No, pero creo que en eso me puedes ayudar tú —me dice acariciando el cuello de Manzana—. Quiero quedarme aquí, no pienso entrar en una batalla legal con nuestra hermana, no pienso exigir que me devuelva la hacienda, por mi puede quedársela.
—Entonces, ¿qué es lo quieres? —porque yo tampoco deseo pelear por algo que quizá no valga la pena.
—Un cachito de tierra —responde con algo de resignación—. Tú construiste tu casa para que Victoria tuviera privacidad, para que ella y su marido estuvieran a gusto viviendo en la casa grande y eso mismo quiero yo.
—Entonces cuenta conmigo para todo, Helena.
Si eso quiere entonces, con mis propias manos le construiré su casa, a dónde pueda vivir tranquila y cerca de nosotros.
Gracias por seguir leyendo.
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