13.- Paloma negra
—¿Qué estoy haciendo mal? —le pregunto al retrato de mi padre.
Estoy desesperada porque las cosas no están saliendo exactamente como me gustan, es más, no es ni mediodía y ya tuve una discusión con Juan José, no era mi intención hacerlo molestar, yo solo necesitaba decirle lo que va pasar.
Por años he evitado ir a la capital para ver a mis suegros pero está vez ya no se puede, están insistentes, en la última llamada hasta insinuaron que eran capaces de venirse a pasar una temporada aquí y yo no puedo permitir eso. Ellos no deben saber nunca lo que me pasó, no quiero que piensen cosas malas de mi, sobre todo no quiero que hagan algo que pueda alejarme de mi hijo.
Cuando mi Vicente nació para ellos fue una sorpresa, un día simplemente aparecimos en la puerta con el niño en brazos, les dijimos que queríamos darles una sorpresa y salió bien. Aman a mi hijo y por eso insisten tanto en que estemos con ellos; hasta ahora he salido bien librada cada que iba a visitar a Helena pero no les basta y el pretexto de sus bodas de plata, el cumpleaños de mi suegra, los negocios de Mauricio y la hipoteca de la hacienda nos amarraron un mes.
En ese mes mi casa estará sola, el único con quién realmente cuento es Juan José y está molesto porque cree que no me interesan los espectáculos de charrería pero todo se me junto, yo no puedo cambiar el hecho de que mi suegra cumple años el mismo día que se festeja el día del charro. Además si le pedí que fuera es porque creí que le daría gusto estar ahí en esa fecha tan especial pero solo me miro como si le hubiera clavado un cuchillo en la garganta.
—Mi niña —me espanto un poco cuando mi nana entra sin tocar al despacho—. Sergio te quiere ver en las caballerizas, dice que es importante.
Sergio debería estar en dónde lo asigné, ya está grande para estar haciendo trabajos pesados pero no entiende, dice que aún puede pero no quiero que se vaya a enfermar por estar de allá para acá.
—Gracias nana —asiente a punto de irse pero yo necesito algo más—, ¿has visto pasar a Juan José?
—No, pero seguramente también está allá —claro, desde que llego Valentín se la pasa cuidándolo—. Siempre hace lo mismo cuando se enoja contigo —eso no es algo que me guste que sepa—. Mija, creo que deberías dejarlo ir, ya no está cómodo.
Hace años que no lo está pero él pudo irse, tiene un contrato que solo garantiza sus derechos, yo no lo haría quedarse a la fuerza, es completamente libre aunque no voy negar que su partida me dejaría completamente hecha pedazos.
—Nana sabes que él no estaría aquí si no lo necesitará —me ve escandalizada, como si hubiera dicho algo muy malo— y no me mires así que yo no lo necesito como mujer —no desde el día que Mauricio se presentó en mi vida—. A lo que me refiero es que he luchado mucho por todo lo que tengo, te consta y todo el mundo sabe que es más importante de lo que quisiera admitir.
Hace un trabajo maravilloso, siempre me ha cumplido, siempre ha estado a mi lado y si no estuviera tan enojado conmigo, y si no fuera tan orgulloso a quien habría mandado a comprar las palomas sería a él, yo quiero que esa finca sea suya porque me gustaría empezar a dejar de necesitarlo, claro manteniéndolo dentro de mis intereses, si él se va será para ser mi socio, no menos que eso.
—Solo ten cuidado en como le hablas y como le presentas tus intenciones —ahora que me lo dice lo tendré más en cuenta—. Ese hombre aún te ama mucho, cualquier cosa que le digas puede ser mala, para ambos.
Asiento y ella se va, me dan tantas ganas de gritar en este momento, de aventar cosas y hacer un berrinche pero ahora tengo muchas cosas que hacer, para empezar ver qué necesita Sergio.
Al salir de la casa ya tienen listo a Alazán así que me subo para no perder tiempo y voy camino a las caballerizas, lo primero que veo casi al llegar es a Juan José muy a gusto al lado de una mujer, el corazón me da un vuelco al reconocerla. Es mi Helena, a pesar de ser testigo de los cambios graduales que ha tenido me sorprendo al verla, es una muy bella e inteligente, pero no esa inteligencia aquí no le sirve de nada, aquí no tiene nada que hacer.
Galopando voy hacia ellos y quién corre en mi ayuda es Valentín, me ayuda a bajar del caballo, está algo nervioso.
—Gracias Valentín llévalo a las caballerizas, quiero que estés atento y cuando lleguen mi hermano y mi marido, los mandas a la casa grande porque tengo que hablar con ellos —asiente y se va con mi caballo, hoy ya no creo necesitarlo, Helena seguramente me retendrá en la casa y ya no podré terminar mis demás pendientes. Me acerco hasta donde mi hermana y mi capataz se encuentran—. Juan José, aún no terminamos de hablar.
—Para mí las cosas quedaron bastante claras —se aparta de enfrente de mi para dejar pasar a Helena—, ahora por favor atiende a tu hermana.
Va hasta donde su primo nos observa con algo de curiosidad, siempre tiene curiosidad por todo lo que hago.
—Helena, no te esperaba —se ve un poco decepcionada, sé que espera más cariño de mi parte pero sabe bien que no me gustan estás sorpresitas.
—No me fuiste a ver a mi graduación, me preocupe y vine personalmente a ver que es lo que está pasando —pensé que quedándome en casa evitaba que ella viniera aquí.
—Todos aquí estamos bien y felicidades, me da mucho gusto que terminarás allá —me acerco para darle un abrazo, estoy muy orgullosa de ella, siempre lo he estado—. Vamos a la casa para que te acomodes.
Asiente con una sonrisa, mi Helena siempre ha sido mi felicidad y saber que estaba viviendo lejos de mi veneno era lo único que me hacía no traerla de vuelta pero ahora ya está aquí. Helena es como mi paloma negra, desde que se fue todos los días quería rajarme y rogarle que volviera, quería que el dolor por tenerla lejos se detuviera y a pesar de todo eso, a pesar de amarla con locura sabía que era mejor que no volviera.
—Gracias por no sacarme a patadas —murmura separándose de mi.
Sacarla de la casa fue lo más sucio que he hecho en la vida, cada que recuerdo sus ojos llenos de lágrimas el corazón se me agrieta.
—Nunca Helena —caminamos rumbo a la casa—. Sé que te lastime, mucho y nunca me voy a perdonar el haberte pegado pero espero que tú lo hagas.
Sacar eso de mi sistema es algo que hacía falta hace mucho tiempo, ahora que irremediablemente está aquí puedo decirlo sin temor y es algo que le debo, yo nunca podré pagar el daño que le hice, no podré pagar los años de ausencia pero puedo compensarla un poco, pero eso será más adelante.
—Claro que lo hice, en ese mismo momento —eso me hace sentir solo un poco mejor—. También a Rogelio y hablando de él… hay cosas que me preocupan, cuando estuvo en la ciudad de México le comenté acerca de unos diseños de vestidos de novia que había visto y le pregunté que cuándo iba a casarse, pero él solo cambio el tema, por su bien y por el de Rosa Isela creo que es hora de que den el siguiente paso.
Últimamente todos están insistentes con el mismo tema, y yo no sé que responder, Rogelio no va a casarse con ella hasta que esté en paz con el mismo, con la vida, conmigo y aunque he intentado muchas veces quitarle el peso de mi venganza no quiere, él desea lo mismo que yo, y solo espero que cuando lo logremos pueda hacer su vida en paz.
—Helena hay muchas cosas en Rogelio que no están bien y que no mejorarán casándose —me temo que eso solo destruirá el amor que siente por Rosa Isela—. Nuestro hermano está enojado con la vida, se siente culpable y tiene sus energías puestas en nuestros planes para sacar a ese hombre de aquí, creo que hasta que Luciano no salga definitivamente de nuestras vidas él no volverá a ser el mismo —si es que algún día olvida la sangre que hay en sus manos— y para eso falta tiempo, nuestros planes fueron a largo plazo, es cierto que ya estamos cerca pero no puedo garantizar nada.
Ya solo falta un paso más, solo un poco más y después podremos retomar todo lo que dejamos, podremos vivir todos juntos, disfrutar de la vida plenamente, libres y sin resentimientos.
—Luciano es fuerte Victoria —me dice Helena, pero nadie más que yo sé de lo que es capaz, conozco su fuerza y conozco su odio, pero él no conoce el mío y cuando lo haga sentirá que está en el mismísimo infierno—. Ustedes solo están contemplando dejarlo en la ruina, eso no compensa el daño que nos ha hecho.
—Así es pero yo sé que vendrá por mi —cuento con ello—. Nos veremos de frente Helena, yo voy a terminar con él.
—¿Y si no puedes? —me detengo para verla a los ojos.
—Podré, Helena —yo sé perfectamente que lo que ella quiere es otra cosa—. Sin embargo lo que quieres saber es si podrás estar ahí y la respuesta es no.
—¿Según quién? —odio que me rete.
—Yo, te he pedido perdón por lo que te hice pero eso no significa que me vaya a retractar —mas vale que le quede claro de una buena vez—, las cosas seguirán como siempre, eso lo sabes bien.
Aquí sigo mandando yo, y si digo que no, es no y mi palabra la respeta, todos tienen que hacer lo que les digo por su propio bien, porque así las cosas están mejor. Si llego a fallar entonces lo haré sola porque eso es lo justo, soy yo quien ha insistido en seguir atada a una venganza.
—¿Recuerdas lo que te dije cuando me fui? —asiento— No vine aquí de vacaciones Victoria, vine por mi casa, por mi tierra y la gente que amo.
Esa gente es mía, todos los que están aquí son míos incluyéndola, será así el tiempo necesario, no puede venir aquí y desbaratar todo lo que ya he avanzado, todo lo que hemos sacrificado.
—Eso no se va a poder —entonces no me deja más opción que hablarle como aquel día—. Helena aquí no tienes oportunidades de trabajo, ni de progreso, no sabes nada del cultivo de la cebada, del ganado y conoces muy poco de la charrería; además no te pague una carrera para que te vinieras a enterrar aquí.
Bastante caro me salió y lo aprovecho, he visto algunos de sus trabajos, no están chuecos y son muy bonitos, tiene un trabajo con una de las marcas más importantes de México, no va a dejar eso por algo que no le concierne.
—No voy a dejar de diseñar, solo quiero una oportunidad —que ilusa es—. Déjame demostrarte que puedo ayudarte aquí, haré lo que tú me pidas sin protestar.
Si eso quiere entonces no me voy a negar pero no seré gentil, la vida que llevamos aquí no es nada fácil, todos los días terminamos muertos de cansancio, hay unos días que ya no podemos ni levantarnos del dolor en las piernas y aún así lo hacemos porque no nos queda de otra. Helena nunca he hecho ninguna clase de trabajo duro, nunca se lo permití porque siempre he tenido la misma idea de que ella no nació para estar aquí y se lo voy a probar.
—Está bien, pero si no lo soportas regresaras de inmediato a la ciudad de México en dónde tú trabajo te espera —salta de emoción y otra vez me rodea con los brazos, más vale que nadie me vea así, cuando me suelta camínanos un poquito más hasta llegar a la casa en dónde una camioneta acaba de estacionarse—. Parece que invocaste a Rosa Isela.
Apenas baja de la camioneta nos ve y corre hacia mi hermana, hoy es el día de los abrazos efusivos, Rosa Isela casi está llorando de la emoción y no la culpo, yo nunca fui una compañía agradable.
—¿Cuándo llegaste? —le chilla Isela.
—Recién entrada la mañana, tenía planeado visitarte en un rato —eso no iba a ser necesario, ella se la pasa más tiempo aquí que en su casa.
Allá está muy sola, sus padres se la pasan viajando y ella también debería empezar a salir más, es como una traición a mi hermano que piense así pero Rosa Isela es mi amiga y yo quiero lo mejor para ella y eso probablemente no está aquí.
—Bueno pero ya estoy aquí, venía para hablar de la prisca de la cebada y esas cosas —a simple vista parece que le da igual lo que pase con esas tierras pero en realidad es muy celosa de ello, por eso insistía tanto en tratar con ella y no con sus padres—, ¿no te da gusto? Al fin somos socias.
—Ahora solo faltan las palomas y la hacienda Altamira para que Victoria pueda construir su imperio —le contesta Helena risueña—. Podemos contratar a una persona para que venga y le haga un corrido, imagínate el nombre de mi hermana en una canción.
Eso le hubiera encantado a mi padre, escuchar el nombre de sus hijos, de su hacienda en una canción que convirtiera su legado en leyenda.
—Ya basta de eso, vamos a la casa que tenemos mucho de que hablar —les digo pero ninguna de las dos parece de acuerdo.
—Pero faltan Rogelio y Mauricio —protesta Isela inmediatamente—, los cuatro deberíamos estar de acuerdo en todo, ¿te quedarás? —le pregunta a mi hermana.
—No, tengo que ir por mi camioneta —quien sabe en dónde la dejo para que no me diera cuenta de que había llegado— pero no te preocupes que como dueña y señora de esta casa mi hermana puede solita.
Rosa Isela se ve algo confundida, hay mucho que no sabe y si mi hermana no es más discreta nos puede meter en muchos problemas.
—Bueno Rogelio también tiene voz y voto, Victoria no es la única dueña —cuando Isela termina de decir eso Helena me voltea a ver algo molesta.
Debe creer que para mis propios fines le he ocultado la verdad y eso no es así, yo no fui quién decidió mantenerla ciega.
—Que tal si mejor entras y saludas a mi mamá —encamino a Isela a las puertas de la casa para que no note la actitud de Helena—, en un momento te alcanzó.
—¿Por qué no sabe que Rogelio te cedió su parte de la hacienda? —inquiere Helena con los brazos cruzados.
—Rogelio me lo pidió —que nuestro hermano no tenga planes de boda cercanos no significa que los descarte por completo—, no quiere que sepa que es un muerto de hambre que no tiene en dónde caerse muerto, esas fueron sus palabras exactas.
—Pero no lo es, Rogelio tiene el dinero que le diste y ha trabajado toda su vida —replica Helena—, por si fuera poco Rosa Isela lo ama demasiado como para importarle el dinero.
Pero a mí hermano si le importa. Rosa Isela nació en cuna de oro, nunca le ha faltado nada y así la quiere mantener, Rogelio no quiere darle excusas a sus padres, el día que estén juntos será cuando yo le devuelva su parte de la hacienda y hay otro detalle que Helena no está considerando, uno que no debe olvidar.
—Estoy segura de que no le importara pero, ¿crees que dejará pasar por alto que es un asesino? —mas allá de mí, Rogelio hizo algo muy malo y si Rosa Isela se entera no tengo la menor idea de cómo lo va a tomar— Puede que yo le perdonará lo que pasó esa noche pero eso no significa que lo olvide, así como él no hace.
El peor enemigo de Rogelio es el mismo, sus impulsos son lo que siempre le traiciona y con el tiempo ha intentado volverse más frío a la hora de tomar decisiones pero su pasado no se va a borrar solo porque ya aprendió la lección, no, ese pasado nos persigue y si aún huimos de ello porque no estamos preparados para enfrentarlo.
—Si se lo reprochas de esa manera no lo olvidará nunca —nadie lo olvidará así no hablemos de ello nunca más—. Te dejo para que atiendas tus negocios, dile a Rosa Isela que después la veo.
Se da la vuelta para regresar a las caballerizas, solo que aquí no puede hacer lo que se le dé la reglada gana.
—¿A dónde vas?
—Por mi camioneta —contesta sin muchos ánimos.
—Dile a Valentín o a Juan José que te acompañen, de preferencia los dos —me mira exasperada pero así son las cosas—. Es por tu seguridad Helena.
—Ellos tienen que trabajar y yo puedo defenderme mejor de lo que crees —eso mismo decía yo—. La camioneta está en tu primer retén de seguridad, solo voy y vengo.
—Está bien, con mucho cuidado y si vas a ir más lejos no lo hagas sola —mientras esté en los límites de mi propiedad yo la puedo proteger—. Nunca olvides que los caminos están llenos de trampas.
Así emboscaron a mi padre, a Rogelio, a mi, los Altamira siempre han actuado de maneras cobardes, aprovechan cualquier debilidad aparente y si Luciano aún quiere vengarse entonces lo hará con la única persona que hemos mantenido lejos de sus manos. Helena sería su víctima y aunque ella es fuerte dudo que lo tolere, nunca sobreviviría a algo como lo que a mí me hicieron.
Gracias por seguir leyendo.
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