1.- Contigo aprendí

El olor de las rosas blancas siempre me recordaran este día.

Mamá y papá se casaron en esta misma capilla, su amor duro hasta el día de la muerte de mi padre, así espero que sea mi matrimonio con Mauricio, solo que cuando la muerte nos llegue le pido a Dios que nos lleve a los dos.

—Señorita Victoria —dice la voz de uno de mis empleados a mi espalda—, doña María ya llegó con su hermana. 

—Muchas gracias, diles que voy enseguida —Milagros asiente y se retira para dejarme a solas con mis pensamientos.

Hace mucho que no rezaba, desde que mi padre murió yo he entrado contadas veces a esta capilla, es hipócrita de mi parte que le pida a Dios y a todos los santos que me den alegría en mi matrimonio pero es lo único que puedo y sé hacer. 

Reviso por última vez que cada arreglo este en su lugar y me voy camino a la hacienda, casi nadie me hace caso, todos están vueltos locos organizando la recepción, yo les dije que contrataría gente especialmente para eso pero insistieron en ayudarme, todos me están ayudando tener mi boda perfecta.

Está gente, mi gente es la que debería estar conmigo este día, no los pomposos amigos de Mauricio pero no puedo hacer nada para evitarlo, son parte de su vida, es mejor que los vea ahora, que delante de todos se una a mi, así no quedará duda de que me aman y que amara toda la vida. 

Por lo menos la casa está prácticamente desierta, aquí si me darán espacio para respirar o eso creí hasta que llegue a mi habitación en dónde mi hermana no para de hacerle correcciones de último momento a mi vestido.

—Helena, si no me queda te juro que me las vas a pagar —digo en un tono algo autoritario—. Déjalo, María hizo bien su trabajo. 

Deja caer el vestido sobre mi cama y también hace a un lado su equipo de costura, ya muy pronto la mandaré a la ciudad de México para que pueda coser allá todos los vestidos que quiera. 

—Victoria, debiste dejarme que yo lo hiciera —me dice mirando con melancolía el vestido—, es demasiado sencillo.

Así es, por mi hubiera usado el vestido de mi madre si no estuviera deshaciéndose por el tiempo que estuvo guardado en un baúl, la ilusión la perdí en el momento en el que lo ví así que cualquier cosa me viene bien y desde mi perspectiva el vestido que María me hizo es precioso, para mí es solo una falda de tul blanco, claro que Helena lo describió como un vestido corte de baile con los hombros caídos o una cosa así. 

—Helena, por favor apenas sabes usar la máquina de coser, la semana pasada te hiciste un vestido que estaba disparejo de las mangas —era una chulada pero aún le falta práctica—. Era mucho trabajo para ti sola.

—Algún día seré una diseñadora famosa y te vas a arrepentir de esto —sus amenazas me tienen sin cuidado. 

—Helena mejor ayúdame a ponérmelo —intento acercarme para verlo mejor pero ella me toma por los brazos para alejarme. 

—Está bien que no me guste pero no te lo vas a poner así toda mugrosa —me llevo las manos a las caderas y suspiro para no enojarme, no hoy.

—Está bien, me iré a bañar y más te vale estar lista para ayudarme. 

Me meto a bañar pero me tomo mi tiempo, aún es temprano yo quería ver qué lo demás estuviera listo, quería ver qué las camionetas que irán por los padres de Mauricio y por el padre Francisco salieran bien, no quiero que nadie se pierda en el camino.

La madre de mi prometido es algo especial, apenas y quiso quedarse en el pueblo, no entiendo porque la hacienda es mucho más cómoda, pero seguro teme que la envenene pero aquí no hacemos eso, aunque ganas no me faltan. 

Salgo de mi baño ya con la lencería que usaré, en la habitación mi madre y mi nana ya también están tentando el vestido, sin embargo algo va mal, sus expresiones no me gustan, sobre todo la de Helena, tiene una extraña sonrisita en el rostro que no me gusta nada, Rogelio dice que así se parece más a la Tucita, tiene la misma expresión maliciosa y divertida en rostro.

—Ya era hora que salieras del baño —dice mi madre algo irritada—. Siéntate tenemos que decirte algo.

—¿Todo está bien? ¿Le pasó algo a Mauricio? —quizá ya se dio a la fuga, me voy a morir si eso pasa— ¡Mamá! 

—Tranquila, aquí todo en la hacienda está bien —eso no me tranquiliza en lo más mínimo—. Está mañana encontraron muerto a Rosendo Altamira, fue en el camino principal hacia el pueblo.

¿Será muy malo decir que mi primer pensamiento acerca de esto es un profundo alivio? No quiero decir que me alegra su muerte pero si me quita un peso de encima, sobre todo por Rogelio que cada que se cruza con él solo piensa en aquella noche que vio a nuestro padre morir.

—¿Saben que pasó? —pregunto a mamá con la voz temblorosa— ¿Estaba enfermo?

—Una herida de bala —me contesta mi nana—. Luciano está investigando junto con la policía, mañana será el funeral, ya que él padre no estará en la iglesia el día de hoy.

Ahora que lo empiezo a pensar mejor es muy malo que muriera justo el día mi boda, no sé si eso sea un presagio pero me pone muy nerviosa. Como quisiera ir con Mauricio y abrazarlo, que me asegure que todo estará bien.

—Tengo que hablar con Mauricio y cancelar la boda, se me una falta de respeto, los Altamira son unos… —tanto mi madre como mi nana son mujeres mayores y no les agradará que suelte la verdad sobre aquellos seres repugnantes— Ustedes saben lo que son y cuánto los desprecio pero hay tener respeto por los muertos, también creo prudente llamar a Luciano.

—De ninguna manera Victoria —por un momento creí que mamá estaría de mi lado pero me equivoqué como pocas veces—. Es tu boda y ya no se puede hacer nada por Rosendo, imagina lo que hará tu hermano cuando se entere que quieres cancelar tu boda por la muerte de ese hombre.

Rogelio también tiene que tener respeto por los muertos aunque no le guste, no siento del todo bien con la idea de casarme hoy. 

—Mamá se trata de respeto, ¿qué dirá la gente cuando yo célebre mi boda mientras que Luciano le llora solo a su hermano?

Eso si me entristece, cuando yo pasé por el duelo lo hice junto a mis hermanos y mi madre, Luciano está completamente solo, me parece incluso muy inhumano pero es cierto que él se ha buscado esa soledad, por aquí se dicen tantas cosas.

—Nada —responde mi madre fríamente—, igual que ignoraron las culpabilidad de esos hombres en la muerte de tu padre. Sé que es tu boda pero no está a discusión, tú te casas hoy porque te casas.

Mi madre a mis veintitrés años me domina, aún me dice que hacer, claro cuando sabe lo que está haciendo ya que cuándo le pedí ayuda con la hacienda no sabía nada de ella y tuve que arreglármelas yo solita.

Por esta ocasión no voy a protestar, no puedo detener mi vida por alguien que odiaba, se vería hipócrita y yo soy todo menos eso, siempre me ha gustado decir las cosas de frente y está no será la excepción.

—Tomasa dile a Juan José que venga —mi nana a diferencia de mi madre si acata mis órdenes sin cuestionarme.

—Enseguida mi niña —dice y sale por mi puerta.

—¿Para qué, necesitas el cuento completo? —en parte y quiero ver a Juan José, necesito saber que está bien, que estará bien con mi boda.

—Victoria —la tristeza en sus ojos hace que mire en dirección a mi madre y mi hermana, las dos esperan que rompa a llorar en cualquier momento.

—Manda una corona de flores a la hacienda de los Altamira, de parte de todos los Caballero —su semblante se llena de confusión mientras mi madre niega con la cabeza— ¿Qué? Solo le devuelvo el favor a Luciano, él nos mandó una cuándo papá murió. Sería todo Juan José gracias.

Lo vemos marcharse con la cabeza gacha y arrastrando los pies, si por mi fuera le evitaría todo este dolor pero ya no puedo hacer más por él, yo no tuve la culpa de enamorarme como tonta de Mauricio, si él no hubiese aparecido hoy tal vez mi boda sería con él, si tan sólo no nos hubieran descubierto aquella noche.

La noche que nos íbamos a ir juntos, la misma noche en la pensábamos casarnos, mi padre nos descubrió y lo apartó de mí y aún no entiendo porque, he llegado a creer que quizá solo fue porque era demasiado joven, acababa de cumplir dieciocho años, me creía adulta, quería vivir con el hombre que en ese entonces amaba y papá me obligó a ver qué la vida no es tan fácil. Seis meses después falleció, la culpa no me dejo volver con Juan José y el trabajo tampoco, tuve que asumir el control de la hacienda, no me quedo tiempo para él.

—Eso si parece una burla Victoria —en parte, aunque no lo voy a admitir si lo es—, pero en fin, si sigues sentada jamás estarás lista a tiempo para tu boda.

Espero que Luciano no olvide mi pequeño detalle, así como yo tampoco podré olvidar la tarde del entierro de mi padre, llegaron centenares de flores unas tras otras y al final una hermosa y enorme corona de flores, la más bonita —si es que se le puede llamar así a las flores de un funeral— y se volvió horrible cuando vi que era de los hermanos Altamira, tengo en mi memoria el momento en el que Rosendo y Luciano bajaron de la camioneta para darme el pésame, en las palmas de mis manos aún se pueden ver las cicatrices que quedaron como un recuerdo de aquel día, clave mis uñas en mis manos para no correr a arañarles la cara a esos infelices, use toda mi fuerza de voluntad para pedirles que se fueran, en ese entonces fue por no entorpecer las investigaciones respecto a la muerte de mi padre pero una vez que determinaron que fue un robo y que el mal nacido de Rosendo no tuvo nada que ver quise correr a partirle la cara con mis propias manos, me lo impidieron y ahora la persona que lo mató me quitó la oportunidad de hacerlo pagar.

—Mamá, ¿crees que Rosendo sufrió? —pregunta Helena con su tono angelical.

—No sé que clase de preguntas son esas pero no creo que sea buena idea hacerlas —Helena no sabe ser prudente—. Que más da si sufrió, ya no está y eso es lo importante; lo siento porque ahora Luciano estará sólo, ojalá el pueda mejorar aún es joven y heredará toda la fortuna de los Altamira, Rosendo no tuvo hijos, reconocidos por lo menos ninguno.

—Ojalá se largue muy lejos de aquí —murmuro sentándome en mi cama.

Siempre ambos hermanos me han provocado una sensación de miedo pero hay algo en Luciano que me hace querer llorar solo de verlo.

—Ellos desearon los mismo cuando paso lo de tu padre —ahora viene mi turno de pedirle a cada entidad divina que me cumpla el milagrito—, ¿ya olvidaste que mandaron a su abogado para comprar esta hacienda?

—Quién no lo podrá olvidar es el abogado —se burla Helena—. No debiste echárselo a los puercos, solo hacia su trabajo. 

—Ahora me arrepiento un poco de ello —la verdad es que exageré. 

—¿Te arrepientes? —pregunta mi madre estupefacta— ¿A quien debo agradecer por tal hazaña? Victoria Caballero lamenta una de sus rabietas. El cielo se caerá a pedazos en cualquier momento.

—Tú me hiciste malcriada —y papá me hizo una fiera, me dijo que debía proteger con uñas y dientes mis tierras—. No pude evitarlo cuando ese señor llegó con sus propuestas en nombre de los Altamira fue mucho para mí, sé que tú hubieras querido que aceptará, querías irte de aquí y recuperar la vida que dejaste atrás, que iniciáramos de nuevo en otro lugar, en un mundo más parecido al tuyo, entre fiestas lujosas y lo más alto de la sociedad —a la cual parece que estoy destinada ya que Mauricio quiere que nos instalemos un tiempo en la ciudad de México—. En cambio decidí llevar la vida que llevó mi padre, rodeada de vacas, siempre llena de tierra, todo el día sobre el caballo pero no me arrepiento, a pesar del lodo encontré a alguien que me ama y amo con el alma.

—Yo quería verte convertida en lo qué yo era antes de venir aquí —desde que papá murió cada vez extraña más esa vida y yo no puedo hacer nada para aliviar su sufrimiento, si en algún momento quiere regresar no me queda más que aceptarlo—. Sin embargo las circunstancias te obligaron a convertirte en una mujer aún más extraordinaria, fuerte y hermosa de lo que yo quería. Está es la vida que siempre has querido, Rogelio es como tu, ama estás tierras y mi Helenita aún es muy pequeña para decidir si quiere quedarse aquí.

—No quiero —dice Helena con su vocecita chillona—, bueno, solo acabo mi carrera y regreso pero tú, Victoria, me parece que deberías reconsiderar vivir allá y que Rogelio se haga cargo de la hacienda. 

Mi hermano es perfectamente capaz de llevar la hacienda pero este es mi hogar, yo nunca sería feliz en la ciudad de México, es demasiado grande, demasiado sucia, hay tanta gente y no, simplemente no lo soportaría.    

—Helena sabes bien que Mauricio accedió a venir a vivir aquí, nadie le apunto con una pistola en la cabeza para aceptar —en realidad sí lo hicieron pero fue para que se marchara, mi hermano fue el encargado de eso—, nadie lo obliga a nada.

—Mamá pero Helena tiene razón —no quiero que siga regañando a mi hermana solo por decir lo que todo el mundo piensa—, ¿qué va a hacer Mauricio aquí? Todos sus conocimientos en finanzas se desperdician llevando la contabilidad de la hacienda, todo el lujo al que está acostumbrado lo cambiara por correr detrás de mí y no sé si valga la pena.

—¿Desde cuándo tienes problemas de autoestima Victoria? —me pregunta mientras va a darle un golpecito en el brazo a Helena— Eres la mujer más hermosa que ha pisado este mundo y además tienes un corazón bondadoso y puro. Él lo sabe y prefiere cambiar esa vida para vivir una junto a ti, no importa cuan maravillosa sea su vida si no tiene a la persona que ama. Créeme que yo sé lo que te digo, no es fácil dejar todo pero el amor facilita mucho los cambios.

—Mejor ya ayúdenme —Helena de inmediato va y saca la caja de maquillaje que tengo, espero que con lo que con eso puedan hacerme lucir bien, mi nana entra de nuevo a mi habitación y se queda esperando a que le dé una orden, aún me cuesta dárselas—. Tomasa, ¿Juan José ya hizo lo que le pedí?

—Todo mi niña, las flores, la comida, las bebidas y los invitados, ya se encargó de que todo esté en su lugar —eso también hubiera querido evitarlo pero él insistió en hacerlo—. Y también ya se encargó de dar la orden para que le lleven las flores a Luciano, las recibirá en una hora o dos.

—Comunícame con el padre Francisco, quiero saber si tendrá algún inconveniente en venir —mi nana asiente y va a hacer lo que le pido.

Por ahora trataré de olvidarme de Rosendo y de Luciano, aunque mis hermanos seguramente está tarde brindarán no solo por mi felicidad si no que también por los Altamira, no me gusta que tengan esos sentimientos, no me gusta ni a mí tenerlos y me doy asco por alegrarme, está mal desear la muerte de una persona por más mala que está fuera.

Después de hablar con el padre me siento un poco más tranquila, dice que no habrá ningún problema en venir solo que no podrá quedarse a la fiesta y es que tiene que ir a la capilla de la hacienda de Luciano.

Será tan raro verlo ahora solo, no me lo imagino de jefe pero supongo que debe saber cómo manejar una hacienda, sin duda debe tener más experiencia que yo. No era una completa ignorante pero si me hacía falta mucho por aprender, la mitad de mis trabajadores se fueron y los pocos que se quedaron fueron por lealtad a mi padre, nadie me creía capaz y por poco se les cumple el deseo de verme en la ruina y gracias a mi futuro marido logré levantarme, fue mi ángel salvador.

Con el aprendí no solo a hacer negocios, a explotar está hacienda de una manera mucho más productiva, si no que aprendí a vivir realmente, a soñar. Hasta que él llegó supe realmente lo que es amar.


Gracias por seguir leyendo.

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