Una noche para siempre
Capítulo número tres: Un baile para recordar.
Se escuchaban las canciones desde mi camarote, todos bailaban al ritmo de Elvis Presley y algunos bebían vino de sus sofisticadas copas. Mamá había conocido un abogado de alta categoría y habían entablado una conversación (aburrida) pero para ellos interesante.
Yo vestía con un corto vestido abombado de suave tela y finos encajes en el escote y filo de la falda, las mangas eran cortas y también poseían de encaje.
—¿Cómo se supone que deba comer esto mamá?—pregunté en cuanto divisé en la langosta que se encontraba en mi plato.
—Cariño, ya la has comido antes—mamá hizo una señal de auxilio, entendí perfectamente, no quería quedar en ridículo frente a su nuevo amigo.
Opté por comer mariscos y dejé la langosta para que mi madre la degustara, así podría lucirse para su galán. Comí un pequeña porción de camarones y decidí dirigirme a la zona de coctelería.
—Mamá, voy a, explorar otro poco—avisé y ella asintió mientras sonreía en la dirección del señor.
—Una margarita por favor—le pedí al señor que se encontraba al otro lado de la barra—¿Qué tal ha ido su día?
—Perfecto. ¿Qué tal el suyo?¿Está disfrutando la estancia?—preguntó el hombre con una enorme sonrisa y alegría.
—Pues todo bien, y la estancia es muy agradable si, el simple hecho de ver el mar es más que suficiente para mi—respondí para luego recibir mi margarita.
Podía sentir el sabor del tequila entrar en mi paladar, perfecto para una larga noche.
—Gracias...Walley—dije mirando hacia la chapilla posicionada en el bolsillo de su delantal.
—Un placer.
Por suerte para mi y para el campo visual de todos los pasajero, las estrellas estaban brillando más que nunca.
—¿Son lindas verdad?—casi muero de un infarto al escuchar la voz de Dimitri en la soledad.
—¡Joder!¿Me quieres matar de un susto? —exclamé aún con la conmoción del momento.
—Lo siento, prometo amarrarme un cascabel en el cuello—bromeó y admito que me hizo reír un poco.
Una risa tímida, de esas que solo ciertas personas pueden sacarte.
—Esa constelación de allí, se llama la constelación de Orión—expliqué mientras señalaba una figura compuesta por diecinueve estrellas.
—¿Pero qué dices? Yo solo veo unas lucecitas—dijo Tri con su fiel ironía.
—Mira, sigue mi dedo. Allí está la espada ¿La ves?
—Ajá—respondió mientras asentía con la cabeza.
—Y eso de allá es su escudo. Orión es un mítico cazador, y siempre va acompañado de sus dos perros—decía a la vez que unía los puntos regados por el cielo—Y eso de allá, es Rigel, la estrella más brillante de toda la constelación y la séptima más brillante de todo el cielo.
—Eso es, demasiada información para alguien que solo ve puntos blancos—comentó Tri con algo de fascinación en la mirada.
—Para ver solo puntos blancos no apartas la mirada de las estrellas—dije con cierto tono de broma en la voz.
—Quiero ver exactamente lo que tu ves—no sabría explicar porqué, pero su comentario había activado algo dentro de mi. Otra vez.
—Ja, suerte con eso.
Pasaron algunos minutos y seguíamos observando constelaciones perdidas por la bóveda del cielo. Pero a Dimitri ya no parecía divertirle.
—¿Qué sucede?—me atreví a preguntar.
—Es que escucho la música y no puedo pensar en algo más que no sea bailar—confesó y no pude evitar sonreír.
—Podemos bailar—decidí decir—Aquí, bailemos aquí.
—Suena bien para mi.
Así que bailamos suavemente al compás de Glimpse of us , sus manos estaban posadas en mi cintura y yo tenía mis dedos entrecruzados detrás de su nuca. Desde la cubierta se escuchaba la música y también podíamos ver las estrellas, así que era el lugar perfecto para bailar.
—No te he dicho nada pero, adoro como se ve ese vestido en ti—halagó Tri con un tono de voz más ronca y tímido.
—Gracias, tu boina no está nada mal—dije intentando revertir el piropo, pero no se escuchaba muy romántico.
—Creo que mi boina se ha puesto como un tomate—bromeó, cosa que solía hacer muy seguido, ya me había sacado unas cuantas sonrisas.
—Oh, perdona mi atrevimiento señora boina—contraataqué.
Y así, danzando bajo el cielo oscuro, llenando nuestros oídos de melodías y del sonido del mar golpeando las hélices , pasamos un buen tiempo. Posiblemente a la mañana siguiente tendría un resfriado pero habrá valido la pena.
—¿Qué edad tienes, Anna?—se atrevió a preguntar.
—Dieciocho ¿Y tú, Tri?—también quise saber.
—Veinte—respondió, la verdad, no me sorprendía que fuera dos años mayor, se le veía en los ojos—Terminaré la universidad este año, seré un gran empresario.
—Y yo una bióloga marina—mi comentario parecía haberlo sorprendido.
—No sabía que amabas tanto el océano y los animales—alcancé a escuchar pues la música había subido de volumen.
—Pues si.
Dejamos de bailar para sentarnos en una silla de playa. En estos momentos, éramos instantes.
—Me gusta haberte conocido Anna, serás una gran amiga—no entendí el porqué pero no me había gustado mucho el escucharlo decir aquello.
—Ya, siempre es bueno tener un amigo empresario—fue lo único que me atreví a decir al respecto.
—Ya va siendo hora de que vaya a dormir, Annabelle—me informó usando mi nombre completo.
—Buenas noches para ti, Dimitri.
—Bonne nuit étoile.
Buenas noches estrella.
Al rumbo de mi soledad, volví a observar hacia la sala de baile por la ventana y vi a mamá que estaba pasando una buena noche con el señor abogado. Se le veía feliz, no la veía así desde que...
Bueno, son hermosos momentos para que fueses arruinados.
Éramos solo la constelación de Orión y yo , y millones de preguntas sobre Dimitri que querían que fueran respondidas, pero no sé si el estará dispuesto a darme las respuestas. Por otro lado, no quería ni tan siquiera hacerme ilusiones de ser su amiga, cuando el viaje acabe, todo lo que haya entre nosotros acabará también.
Y se convertirán en bonitos recuerdos.
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