¡Todos a bordo!
Capítulo número uno: ¡Bienvenidos a bordo!.
24 horas antes:
Pensaba que empacar el equipaje sería una tarea menos complicada, pero cuando tienes que seleccionar conjuntos entre toda tu ropa se vuelve un real desafío.
¿Qué se supone que debo de usar en pleno verano?
Algo era obvio, necesitaba bloqueador solar, un traje de baño y ropa no muy gruesa, algo como vestidos y shorts de tonos veraniegos.
Terminé pidiendo ayuda a mamá, quien siempre sabe como sacarme de los aprietos. Desde pequeña ella ha tenido días malos para que los míos fuesen recuerdos alegrías y llenos de magia.
—¿Qué te parece este vestido?—preguntó mamá mientras me mostraba una obra de arte, lleno de mariposas azules y un pequeño tul por encima.—Creo que puedes ir con el.
—Me parece maravilloso—comenté y separé el vestido hacia un lado junto con unas zapatillas de tacón alto en color doradas.
Luego de esto, terminamos de guardar las cosas que no necesitábamos y empacamos aquellos que serán de gran uso. También empaque mi catalejo, así podré ver las estrellas mientras navegamos en el ancho mar.
—Venga, vamos a regar las plantas y terminamos los últimos detalles—pidió mamá con una hermosa sonrisa.
15 horas antes:
—Entiendo que quieras que ambos estén juntos, pero por favor Belén, es solo una película—hablaba con mi amiga quien estaba al otro lado de mi cama sobando por la nariz.
—¡Es que no tienes sentimientos!¡Se murió, el prota murió!—casi gritaba desesperadamente ella mientras enjugaba sus ojos.
—Venga ya. ¿Cómo se llama? Así la veo en el camino—pregunté ultimando la organización de mi dormitorio.
—A dos metros de ti, tienes que verla en serio, Anna—había desbloqueado un pequeño recuerdo en mi cuando mencionó la película.
—Si que la he visto. Y no te culpo, lloré demasiado—confesé y ella me arrojó un cojín—De echo lloré más que tu así que si alguien no tienes sentimientos eres tu.
Reíamos un poco intentando no estornudar con las plumas que se escapaban de los almohadones. Belén y yo teníamos una sólida amistad de catorce intensos años. En este momento yo tenía diecinueve y ella veintiún años.
—¿Recuerdas a Richard? El tío del que te hablé la semana pasada—comentó ella mientras tomaba mi cepillo de cabello.
—Mencionaste varios tíos la semana pasada, pero si, lo recuerdo—admití.
—¡Me ha pedido salir!.
—Dios mío. ¿Y bien? ¿Qué le has dicho?—pregunté ansiosa y llena de curiosidad.
—¡Pues que si! Ha dicho que me llevará a no sé qué lugar pero sonaba mono—no pude evitar darle una palmada en la espalda.
Belén con su espíritu libre jamás sería presa de un amor, al menos aún no ha encontrado a alguien que la haga escuchar lo que diga o pensar en flores y amor. Espero algún día encontrar algo así, algo como lo que una vez hubo y ardió entre mi madre y mi padre.
Antes de la medianoche Belén tomó su camino a casa. Mamá y yo pedimos una pizza de doble queso y fuimos a dormir intentando conciliar el sueño sin que nos ganara los nervios.
3 horas antes:
Estábamos en el coche de camino por toda la autopista, el trayecto se me hizo bastante largo y algo exasperante, y aunque intentaba acallar mi aburrimiento con alguna melodía de Ed Sheeran, era prácticamente imposible. Pues solamente veía árboles y más coches pasar a mi lado.
Mamá sin embargo había entablado una duradera conversación con nuestro chófer quien parecía una persona agradable si le dabas la oportunidad. Pero a simple vista era un señor de unos treinta años, barbudo, que media como mínimo 1.90 y bien fornido.
Incluso creo que si bien escuché estaban debatiendo entre Taylor Swift y Miley Cyrus, bastante sorprendente si me lo permiten.
1 hora antes:
Me había quedado dormida en un pequeño pedazo del trayecto, pero aún las horas pasaban como días. Ansiaba llegar, y el tiempo no hacía más que detenerse.
La espera me desespera.
Por la emisora se escuchaba Nirvana a todo volumen y el pequeño mono volumen quedaba inundado con las notas musicales de los clásicos del rock.
Luego de unos minutos descubrí que el chófer se llama Charlie y amaba las golosinas, cosa que no me extrañaba puesto que poseía a pesar de su fornidez una pequeña barriga delatadora.
—Hija mía, abre la ventanilla, ya se ve el agua—ordenó mamá y yo con gusto observé con fascinación las olas que rompían contra las rocas.
El olor fresco a salitre inundaba mis fosas nasales, lo que parecía que se quedarían a vivir en mi nariz para siempre o al menos así deseaba.
Podría pasar horas admirando la belleza del océano, nunca había estado tan cerca de sentirme como en casa.
Ahora:
—¡Bienvenidos sean todos mis amados tripulantes a bordo de La vie en été ! —exclamaba el señor que vestía de camisa azul y pañuelo color plata con pantalones caqui.
Abría los brazos mientras expresaba sus palabras para aumentar el nivel de felicidad.
—Como nuevos tripulantes les informaré nuestros paraderos y el trayecto que tomará el crucero. Duraremos 12 días cruzando el Océano Atlántico, luego haremos cuatro importantes paradas, una será en Francia, la otra en Italia, luego España y finalmente y finalmente Bélgica.
—¿Has oído eso mamá?—pregunté llena de emoción y alegría. No podía parar de pensar en lo emocionante que es estar en un crucero trasatlántico.
—¡La salida comenzará en dos horas antes de la salida en todos los embarques, mientras tanto, entren todo su equipaje y pasen por la recepción para registrarse y para obtener la llave de su camarote!¡À profiter!.
Mamá y yo nos pusimos al pie de la cola para entrar al crucero. Mis ojos se encontraban enamorados perdidamente del maravilloso paisaje. Podía pasar una eternidad y no la sentiría suficiente.
Ya estábamos a punto de subir a bordo pero a mi madre se le había quedado olvidada uno de los bolsos de manos.
—Creo que esto es suyo—un par de ojos verdes se encontraron con los míos mientras me ofrecía el bolso.
He visto el paraíso sin ir al cielo cuando me perdí en el color de sus ojos.
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