Bajo un cielo grisáceo.
Capítulo número cinco: Todo por un baile.
—Hola—escuché de repente una voz femenina llamar desde detrás.
—¿Hola?—respondí algo intrigada frunciendo el ceño.
—Soy Martina, la sobrina de Walley—dijo la joven muchacha de mechas azules y cabello corto extendiendo su mano en mi dirección—Mi tío me dijo que eras muy agradable.
—Oh, que halago. Soy Annabelle pero por favor llámame Anna—respondí con alegría en la voz. Se veía como una chica amigable con la que podía entablar más de una conversación.
—¿Por qué no Belle? Combina más con tu reflejo—admito que su comentario hizo que se formara una sonrisa en mi rostro.
—Gracias, pues serás la primera en utilizar la otra mitad de mi nombre—bromeé y eso le causó cierta gracia.
—¿Quieres que te muestre mi camarote?—ofreció Martina sonriendo, al parecer solía sonreír con mucha frecuencia.
La chica era menuda, de tez caucásica pero sin embargo poseía de unos rizos rebeldes, tenía unos ojos afilados bastante fuera de lo común y un cuerpo algo delgado pero a la vez esbelto.
—Emm, estoy esperando para vestirme, tengo algo similar a una cita—justifiqué y a Martina le brillaron los ojos.
—Por favor déjame prepararte, juro que no vas a arrepentir.
Era demasiado difícil decirle que no a una oportunidad de ser arreglada por otra persona.
—Venga vamos.
Subimos los escalones para llegar a mi camarote, todo se veía igual a como lo había dejado. Excepto por una cosa, en en pequeño alféizar había una rosa artificial con una dedicatoria escrita a mano.
En un mundo lleno de pequeños planetas y meteoritos, yo solo quiero encontrar una estrella.
Avec amour, petite étoile.
Llevé la nota diminuta al pecho, con el corazón desbordado de ilusiones y esperanzas que pueden ser falsas, pero no importaba.
—Es magnífico, las rosas reales se marchitan—comentó Martina.
Es cierto, lo real se marchita, se agota y muere , pero en la ficción, en la fantasía y en los cuentos de hadas, eres libre de elegir el final que puedas imaginar. Pueden haber hadas, sirenas y liebres voladoras. Lo más cerca que se está de vivir una fantasía, es estar enamorado.
No quiere decir que esté enamorada, Dimitri es solo un buen hombre que ha sido muy interesante y amigable, algo seductor y romántico, misterioso y algo sospechoso pero solo un buen hombre, si.
Mi vida poco a poco, comenzaba a escucharse como un musical bien escrito, podía escuchar las baladas en los momentos felices y oía los violines tocar mientras bailaba la melodía de mis propios momentos.
—¿Estás lista?—preguntó Martina con mi kit de maquillaje en sus manos como ai de una pistola se tratara.
Yo ya me encontraba sentada en la silla que se encontraba delante de la mesilla. Martina comenzó a trenzar mi cabello desde la mitad hacia abajo. Maquilló resaltando las zonas "maravillosas" e intentando ocultar algunos de mis defectos, pero dejando ver mis pecas que estaban esparcidas de forma despreocupada por todo mi rostro.
Ambas elegimos un vestido color beige con pequeñas caracolas dibujadas y regadas, siendo ese el estampado de la suave tela. Tenía las mangas un largas y acampanadas en el área de la muñeca, pero estas eran transparentes.
Por último, calcé unas sandalias con un pequeño tacón de color rosa pálido. Estaba lista, nunca me había esforzado tanto por alguien, ni siquiera por mi misma.
—¿Ves? Deben llamarte Belle y no Anna, estás increíble—definitivamente Martina era una compañía magnífica.
Son ese tipo de personas que no desean verte llorando o cuestionando tu físico, son personas que están tan seguras de ellas mismas que desean que todas se sientan igual de bien. Martina podría ser una gran amiga.
—En serio gracias, no te imaginas lo bien que me siento—y no mentía cuando lo dije, me sentía bastante agraciada.
—No es nada. Me voy para que puedas verte con ese chico de cuentos de hadas.
—Nos vemos luego, Tina—ella sonrió ante mi apodo y me lanzó un beso desde el umbral del camarote.
Suspiré e inhalé aire, estaba nerviosa, como si de algo demasiado importante se tratara.
Me posicioné en el primer escalón y lo vi, vestía una camisa de color crema que se abría en los primeros botones, dejando ver un poco del vello de su pecho, sus pantalones caqui y una sonrisa radiante.
Traía una pequeña bocina en la mano, y en cuanto colocó la mirada sobre mi comenzó a sonar Somewhere only we know de Keane, y por alguna extraña razón, mi corazón se removió dentro de mi pecho. Palpitaba fuerte y tuve que respirar fuerte, para evitar una lágrima que amenazaba con escapar.
—Pareces una princesa—dijo tomando mi mano cuando llegué al último escalón—Pero una princesa real, real para mí.
—No sé qué decir, Tri—estaba tan nerviosa que sentía como mis piernas flaqueaban.
—Entonces no digas nada—dijo y tocó mi mejilla con sus refinados dedos que al tacto, eran fríos—Promete que mañana, cuando me mires tus ojos brillarán de la misma manera.
Podía reconocer que estaba viviendo un sueño, un sueño del que no quiero despertar.
—Solo si tu me miras como lo estás haciendo ahora...
—¿Cómo te miro, estrellita?—preguntó mientras alzaba una ceja, tentador.
—Como si te gustase...
—Demasiado rápida, estrellita—mi corazón amenazaba con escaparse y yo no podía hacer nada para controlarlo.
Nunca me había sentido tan, tan irreal, tan especial. Aunque no le gustase, incluso aunque nunca signifique algo para el, estoy segura que dejaremos huellas en nuestras vidas. Huellas de las lindas.
—Quiero que nos prometamos algo—dije de repente.
—¿Qué te preocupa?
—Sin importar lo que suceda entre nosotros, o lo que pase cuando nos vayamos de aquí. Prométeme que no nos haremos daño—al decir esto le tendí mi dedo meñique.
—¿Pinky promise?—cuestionó con ironía.
—No juzgues mis métodos.
Y entonces aceptó mi meñique.
—Nunca te haría daño, estrellita—dijo para finalizar nuestra promesa.
¿Cómo es posible que llegue una simple persona y te arremete contra un espiral de sentimientos en menos de un día?
He vivido momentos con personas por años y aún no siento nada. Supongo que tenemos química.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top