Al otro lado del Atlántico

Capítulo número catorce: Un día menos.

Desperté en la habitación del hotel, el frío invadía mi piel y se colaba escurridizo por cada superficie de ella, se hacia notable el clima invernal francés, sonaba Bon Jovi en el tocadiscos mientras mi madre bailaba y daba saltitos de alegría.

—Alguien ha tenido una buena noche—ironicé y mamá sonrió guiñando un ojo con travesura.

Me había tenido muy joven y luego perdimos a papá, ella estaba volviendo a ser ella misma.

—Estoy encantada con Dimitri, ese chico te trajo en brazos y te dejó en tu cama, es un encanto—comentó mamá a la vez que yo me levantaba para asimilar que había despertado.

—Ya te digo yo—comenté y bostecé intentando escapar de aquella incómoda conversación.

—Hija, yo respeto todas las decisiones que tomes, pero agradecería que me hicieras parte de ellas. ¿Vale?—insinuó mamá para luego besar mi mejilla, es maravilloso despertar y hablar de temas tan...personales.

Nótese el sarcasmo en mis pensamientos.

—Lo he pillado mamá, de todas formas tranquila, que no ha pasado nada—dije y mi madre se llevó las manos al pecho con gran alivio.

Confiaba demasiado en ella como para dejar pasar una información tan importante por alto. Desde que papá se había ido, mi madre y yo nos habíamos vuelto una sola, ningún paso que diera lo daría sin contar con su apoyo.

—¡Pues arréglate!—exclamó mamá y no pude evitar fruncir el ceño, puesto que no sabía cuál era la celebración.

—¿Y debería arreglarme porque...

—Dimitri me ha dado esta dirección y dijo que tendrías que vestir como tu quisieras—informó mamá y tomé el papel que me brindaba donde estaba escrita la dirección.

Tendría que caminar hasta el parque de la manzana próxima al hotel. Sin mucha queja tomé un baño con pétalos de rosa que las empleadas habían preparado y me sumergí en la tranquilidad del agua y el dulce aroma.

Luego de pensarlo varias veces, vestí con un vestido azul celeste que abría de costado en las piernas de manera elegante y provocadora a la vez, la tela estaba acompañada por brillos que realizaban cuando los golpeaba la luz, poseía un escote circular y no tenía mangas.

No quise parecer alguien que no era, así que mantuve mi cabello suelto y utilicé unos zapatos de tacón no muy alto, no sabía exactamente a donde me llevaría el majestuoso señor Petrov, quizás debía de caminar.

—Estás hermosísima—dijo mamá con alegría al verme salir del baño y ordenó algunos mechones de cabello rebelde que no colaboraban con el momento.

Bajé las escaleras de prisa e intenté llegar antes de la hora acordada, pero no veía a Dimitri por ningún lugar.

Ya habían transcurrido unos diez minutos desde que estaba esperando. Tenía miedo a que hubiese cambiado de opinión, aunque de ser así me lo hubiese dicho, de eso estoy segura.

—¿Espera usted a alguien, madame?—escuché decir y al voltear mi mirada me encontré a Dimitri montado en un caballo blanco de crin rubia.

El caballo tenía carácter, parece un corcel, un pegaso y Dimitri era todo un príncipe encima de él, vestía con traje azul turquesa y su mirada, nunca volvería a ver unos ojos como veía los de el.

Podríamos reencarnar en diferentes cuerpos y vidas, podrían pasar siglos o borrame la memoria, y aún así reconocería sus ojos en cualquier universo.

—¿Qué esperas, estrellita? ¡Monta!—el me tendió la mano y yo logré tomar el impulso suficiente para sentarme sobre la silla de montar.

—¿Dónde aprendiste a cabalgar?—pregunté mientras me acomodaba y lo abrazaba por la cintura.

Podía sentir su definido abdomen por encima de su elegante traje.

—Supongo que ser una persona importante te lleva a aprender cosas de gente importante, también sé tirar con arco y practico esgrima en las tardes de los domingos—explicó y quedé sorprendida ante tanto talento y disciplina.

—Dicho así, pareciera que fueras un príncipe—bromeé y el rió en voz baja.

—Papá exige demasiado de sus hijos—se limitó a decir y lo entendí, aunque no viviera la misma situación, sé lo que es dar más de lo que puedes ofrecer.

—Espera. ¿Tienes hermanos?—pregunté haciendo caso a su respuesta anterior.

—Una hermana menor y un hermano mayor—explicó Tri y quedé aún más sorprendida.

—Jamás me habías hablado de ellos—musité y el negó con la cabeza de manera suave.

—No somos muy unidos que digamos, todos vivimos la vida de manera diferente y actualmente ninguno de nosotros está en el mismo continente —informó con un tono nostálgico en la voz, sabía que le dolía un poco hablar de su pasado o todo lo que fuera información personal.

—Cuanto lo siento...

—No lo hagas, todos decidimos nuestros caminos y estamos bien, jamás tuvimos un lazo de hermandad fuerte—dijo intentando contrarrestar importancia al asunto.

Aunque sabía perfectamente que en el fondo le molestaba un poco el que se haya separado, o al menos eso pienso yo.

—Cambiando el tema, espero que te gusten los mariscos—comentó con emoción Tri mientras acariciaba mi mano que se encontraba en su cintura.

—No hay plato que ame más—expresé con total sinceridad, podría pasar una vida vida entera comiendo solamente mariscos y sería eternamente feliz.

—Pues te he traído al lugar perfecto—espetó con alegría señalando un restaurante especializado en mariscos.

Con calma me bajé del lomo del caballo para luego ver a Tri hacer lo mismo y anudar al animal en el tronco de un árbol, lo dejamos mascando la fresca hierba verde que crecía en todo su alrededor.

—Bienvenido señor Petrov—saludó un empleado de alta elegancia brindándole la mano a mi acompañante—Madame—apretó mi mano al igual que con Tri.

Luego hizo un ademán para que entrasemos y nos llevó hacia una mesa que estaba perfectamente reserva con nuestros nombres.

—Disfrutad.

La mesa estaba cubierta de pétalos de rosa, lo que aportaba un exquisito aroma al lugar, también habían velas prendidas y una nota encima de un plato.

Dimitri se comportó como todo un caballero y tiró de la silla para que yo me sentara, tomé la nota y la abrí para leer el contenido:

Ninguna de las estrellas de la galaxia, brilla tanto como tú mi pequeña estrellita.

Admito que casi me derrumbó en lagrimas ante tan hermoso gesto, son detalles que son difíciles de encontrar y Dimitri sin duda alguna se había colado en cada rincón de mi alma.

Mi cuerpo respondía ante su nombre y mi corazón no paraba de evidenciar lo enamorada que estaba con cada palpito acelerado que producía al verle.

Había perdido, le fallé a la lista, si me había enamorado, como ai de un cuento de hadas se tratase, me sentía Julieta , me hacía sentir especial y no tan ordinaria como acostumbrada a sentirme.

Por primera vez en tantos años, había recuperado la sonrisa y los ánimos. Dimitri insiste en decir que yo le enseñé los colores de la vida, pero el me enseñó lo que es la vida en sí.

¿Y qué es la vida sino el amor que sentimos por nuestra alma gemela? ¿Qué es la vida sin amor?

Me había enamorado, no pienso negarlo ni una sola vez más.

Estaba lista para amar.

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