A escondidas


Capítulo número ocho: Escurridizos.

Habían transcurrido dos días desde la última mañana que vi a Dimitri. Veía el sol ponerse y salir la luna y aún no tenía mi idea de donde podía estar. Diría que lo extraño, pero eso sería una exageración, incluso para mi.

Lo raro de estar en un crucero los dos a la misma vez es que los lugares donde buscarlo se volvían resumidos y ahí viene lo raro, que no lo he visto visto ningún lugar. Lo imagino en su camarote, quizás enfermo o quizás jugando con mis ilusiones. Lo imagino mostrando sus abdominales, restregando su cuerpo contra el mío, puede que besándonos.

Algo estaba claro, no puedo ver a Tri de la misma manera en que lo solía ver. Todo se ha vuelto color rojo, rojo como la sangre, el vino, los rubíes y la pasión.

—¡Belle! Tierra llamando a Belle. Estas en Saturno—bromeaba Martina, quien se había convertido en mi mejor compañía.

Mamá estaba muy ocupada coqueteando con Bill como para reconocer que me estaba ahogando en aburrimiento.

—Lo siento—dije al fin, volviendo al mundo real y saliendo de mi ensoñación.

—¿Qué pensabas?—preguntó Tina con toda la curiosidad que debe tener una buena amiga.

—No era nada. Mejor hablemos de lo que querías decirme—titubee y ella sonrió pero ambas sabíamos que estaba mintiendo.

—Hoy estaban rumoreando que el hijo de este crucero será el próximo dueño de La vie en été —informó Tina con el típico tono de alegría y llena de ganas por inmiscuirse en todo el asunto.

—Pues, me alegro mucho por el, supongo—comenté entre risas y Martina giró los ojos en blanco como ai hubiese dicho una idiotez.

—¿Siempre eres así de sarcástica o es que hoy te estás superando?—ironizó mi amiga en un tono risueño. Walley y ella tenían varios puntos de conexión en el que eran similares.

Ambos eran dulces, pero demasiado divertidos.

—Créeme, estoy esforzándome que no tienes idea—dije esta vez con un verdadero tono sarcástico y mi amiga comenzó a reír.

—Me encantaría burlarme de ti todo el día pero debo ir a ayudar a mi tío—lloriqueó y se levantó de la cama con ningún tipo de energía y luego besó mi mejilla—Intenta no morir mientras no estoy.

—Ya siento el olor a muerte—dije entre carcajadas y Tina se marchó dejándome una sonrisa en el viento.

Tomé mi rumbo hacia la piscina, decidí que era una buena idea intentar despejar y respirar el aire fresco, se escuchaba Sway de Michael Bublé de fondo, el sonido provenía de las grandes bocinas estéreo para alegrar los días de los tripulantes.

Vestía un traje de baño lo suficientemente provocativo, apenas comencé a caminar podía oír algunos silbidos atrevidos y aduladores y unos comentarios poco apropiados. Sentía el ego en lo alto de mi alma, había despertado llena de energía y con ánimos de bailar hasta que duelan los talones.

Sentí un brazo jalando del mío y una mano cubrió mi boca para acallar mía gritos, sentía el corazón en la punta de mi lengua, mis ojos querían escapar de su propia órbita pero em cuanto giró mi cuerpo pude ver perfectamente su rostro desaparecido.

Ahora Dimitri me miraba a los ojos, desprendiendo alucinación.

—Siento haberte tomado de esta forma, pero no sabía como más hacerlo—musitó Tri a poca voz mientras analizaba mi vestimenta.

Por un momento me sentí desnuda ante sus ojos.

—Existen los mensajes y las notas de papel—ironicé y el dibujo una sonrisa en su precioso rostro.

—Necesito verte, quiero que estés en la cubierta a las ocho—pidió con desesperación, pues sus pupilas no lograban quedarse en un punto fijo.

—Por favor Anna. ¿Podrías esperarme en la cubierta a las ocho? Por supuesto, Dimitri. Muchas gracias. Un placer—bromeé y el comenzó a reír sin muchos ánimos.

—Sé que he sido mal educado, perdóname —aquel perdóname se escuchaba adolorido, no quería hacerle daño, solo quería hacerle reír.

—Será un placer volver a verte, Tri. Estaré allí—admití y el sonrió, esta vez satisfecho y besó mi frente con cariño.

—Nos vemos, mi estrellita...

Se marchó, si, pero dejó una sonrisa pintada y unos hoyuelos marcados. Estaba feliz de poder volver a oler su colonia varonil y sentir sus fuertes y venoso brazos tomándome de la cintura y bailando mientras vemos las estrellas, como la primera vez.

Pensaba en todas las tonalidades que poseía Dimitri, vivía una vida llena de tonos grisáceos, demostraba sus sentimientos en pequeños colores amarillos y verde, bailaba como si fuese el más oscuro azul, profundo, misterioso, flotando en el viento, me veía como ai fuese su blanco entre tantos tormentos, me ansiaba en rojo y veía la vida, en negro, casi imposible de alcanzar, lleno de mezclas, perdido, ansioso, triste quizás,  esperando por la iluminación. Escabullido en las sombras.

Quería gritar, quería evitar el contacto, quería no ser parte de sus colores, quería demasiado, pero realmente amaba ser su blanco, esperaba poder incendiar lo que se encontraba apagado.

Me recordaba a mi padre, hubiesen sido buenos amigos, pero mi padre decidió cortar los pequeños y cortos hilos rojos que lo ataban a mi.

Eramos dos mundos apartes, una galaxia llena de estrellas y un cielo cubierto por meteoritos. Mi madre, se encontraba siendo la luna, pues necesitó demasiados días y meses para volver a completarse y sentirse llena y aún así, volvió a vaciarse para darme días alegres.

Ese es el problema de crecer, ya no tienes a alguien que tenga días malos para que tu seas feliz. Te toca reír desde la tristeza, bendita pesadilla.

Había dejado mi cuerpo al borde de la piscina, pero mi alma estaba vagando por mundos sin descubrir. Sentía que volaba sin paracaídas. Pero necesitaba vestirme, será una mejor opción. Realmente, cualquier cosa será mejor que pensar en todo aquello que te ha hecho llorar e intentar parecer fuerte frente a cientos de desconocidos.

Tomé mis sandalias y me marché a mi camarote, esperaba poder volver a ver el brillo que vi bajo la constelación de Orión.

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