Los besos de Daniel
Advertencia: En esta serie Daniel y Johnny son hermanos. Si continuas leyendo es bajo tu responsabilidad, si no te gusta esta temática te invito a leer mi otras historias.
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Si le preguntaras a Johnny cuándo fue la primera vez que Daniel le dio un beso, no sabría responderte. Tiene muchos recuerdos viejos y vagos de besos que Daniel le ha dado a lo largo de su vida, pero sabe que ninguno de esos es el primero. Al igual que Daniel, para Johnny, sus besos siempre han estado ahí, tan cotidiano como dormir todas las noches.
Sin embargo, si le preguntaras cuándo fue la última vez que Daniel le dio un beso...
*
Daniel estaba llorando cuando Bobby lo encontró bajo la mesa. Había escuchado sollozos leves al entrar. Daniel no solía llorar, al menos no seguido, así que le sorprendió encontrarlo así cuando levantó el mantel. Ahí estaba su hermano más pequeño, sentado en el suelo con la cara enterrada en sus rodillas mientras lloraba.
—Daniel... —susurró suavemente, sintiendo lástima, sentándose junto a él— ¿Qué pasó? —preguntó, pero Daniel negó con la cabeza, aun cuando Bobby le abrazó los hombros y le hizo acurrucarse en su costado— ¿Quieres que llame a Johnny?
—No —murmuró contra su pecho, empapando su camisa con sus lágrimas mientras Bobby acariciaba su cabello.
—¿Pasó algo entre ustedes? ¿Se pelearon? —Daniel negó de nuevo con la cabeza; Bobby no sabía si era porque no habían peleado, o si era porque no le quería contar— ¿Pasó algo en la fiesta?
Era el cumpleaños de Johnny, el número doce para ser exactos, y sus mejores amigos estaban en casa con ellos, celebrando.
—Me van a castigar —susurró, dejando de sollozar, calmándose con el abrazo y las caricias de Bobby.
—Daniel, ¿qué hiciste? —murmuró contra su cabeza.
Daniel no respondió de inmediato, pasaron un par de minutos en completo silencio, mientras su respiración se tranquilizaba de nuevo, y Bobby pensó que no tendría respuesta, a decir verdad, ni siquiera sabía si quería conocer la última travesura de Daniel.
—Le corté el cabello a Carmen —dijo de repente, sereno—. Una de sus coletas, la de la izquierda.
—¡Daniel! —exclamó Bobby sorprendido, despegándolo un poco de su costado para mirarlo a los ojos— ¿Por qué lo hiciste? —inquirió alarmado.
—Porque no la soporto —respondió sencillamente, mordiéndose el labio para reprimir una sonrisa, pero no tardó en mucho en estallar una pequeña carcajada que invitó a Bobby a reírse con él.
—Te van a castigar —concordó Bobby al final, aun riéndose, abrazándolo de nuevo.
*
La verdad es que Daniel no había cortado la mitad del cabello de Carmen porque no la soportara; era gran parte de la causa, pero no era un demente: lo habían provocado.
Jamás, en sus casi diez años de edad, se había sentido tan herido y humillado, y todo por culpa de Johnny y sus amigos. No lloraba porque fuesen a castigarlo, la verdadera razón era mucho más dolorosa que eso, pero no iba a admitirlo nunca, ni siquiera a Bobby.
Johnny había despreciado sus besos.
Había sido como si le clavaran una daga en el pecho; certero, profundo y muy doloroso. Podría jurar que perdió la respiración por varios segundo, asimilando lo que acababa de pasar.
Daniel había estado tan emocionado todo el día, toda la semana, a decir verdad, desde que compró el regalo que quería darle a su hermano. Era uno de esos tontos videojuegos que a Daniel no le gustaban, pero a Johnny y Bobby los enloquecían, así que Daniel había estado reuniendo por un largo tiempo para poder comprarlo.
Salió al patio y caminó hacia Johnny, quien estaba reunido con sus amigos y le sonrió al verlo acercarse.
—Feliz cumpleaños, hermano —le dijo, sonriendo de medio lado mientras extendía el regalo hacia las manos de Johnny y le daba casto un beso en los labios.
Nada fuera de lo cotidiano.
O eso pensaba Daniel hasta que dio un paso atrás y vio las expresiones de asco en la cara de los otros cuatro.
—Ugh, Johnny, ¡qué asco! —exclamó Carmen, cruzándose de brazos— ¡No puedo ser tu novia si dejas que te bese él! ¿No te parece repulsivo? ¡Es tu hermano!
Daniel estaba rojo de la rabia y la vergüenza, mirando a Carmen y luego a Johnny, esperando que lo defendiera.
Pero no fue así.
—¡Sí! —exclamó Johnny, sin mirarlo a los ojos— ¡Es asqueroso, Daniel!
—La única que puede besarte es tu novia, o sea yo —le dijo Carmen, y fue lo único que Daniel escuchó antes de alejarse rápidamente de ahí.
Corrió escaleras arriba hasta llegar a su habitación, suya y de Johnny, para tomar unas tijeras. Sabía exactamente lo que iba a hacer, se sentía tan humillado y no iba a dejar las cosas así, no iba a permitirse llorar hasta vengarse. Así que volvió a la fiesta de manera sigilosa, se colocó detrás de Carmen y en dos movimientos cortó una de sus coletas: la jaló y sin meditarlo mucho la cortó, dejando caer el cabello al suelo. Fueron segundos, muy pocos como para que alguien reaccionara antes de que fuese demasiado tarde.
Carmen se volteó y lo miró escandalizada, mirando el cabello y luego a Daniel, quien le sonreía con sorna. Entonces gritó.
—¡¿Qué te pasa?! ¡Estás loco! —exclamó Johnny con rabia, caminando hacia él en largas zancadas, pero antes que él o cualquiera de los adultos lo alcanzara, Daniel corrió con todas sus fuerzas dentro de la casa, dejando caer las tijeras al suelo.
Entonces entró en pánico, comenzó a hiperventilar mientras pensaba dónde esconderse, y lo primero que se le ocurrió fue la mesa del comedor; seguramente no la opción más inteligente, pero sí la más rápida antes de que alguien lo encontrar al borde del llanto, asimilando todo lo que había pasado.
Las palabras de Johnny se repetían una y otra vez en su cabeza. Se sentía traicionado, era la primera vez que descubría lo que se sentía, una herida en el pecho que no lo dejaba respirar. Sabía que debía guardar silencio si quería demorar lo más posible que lo encontraran, pero no podía dejar de sollozar con dolor.
Repulsivos, eso había dicho de sus besos. ¿Acaso siempre le habían dado asco los besos de Daniel? ¿Por qué no se lo dijo antes? ¿Por qué no le pidió a solas que dejara de hacerlo en lugar de humillarlo de esa manera? Además, ¿desde cuándo era Carmen su novia? Daniel no entendía nada, sólo sabía que al comenzar el día se había sentido tan feliz, y ahora en ese momento nada más lo invadía una profunda miseria.
Johnny era su persona favorita en todo el mundo, jamás pensó que pudiera lastimarlo de esta forma.
*
Al final de la fiesta Johnny estaba tan enojado que, cuando sus padres finalmente encontraron a Daniel, ni siquiera podía encontrar la fuerza para mirarlo directamente a los ojos.
¡Le había cortado la mitad del cabello a su novia!
Hacía días atrás Johnny le había pedido a Carmen ser su novia, hace tiempo le gustaba y finalmente había encontrado la voluntad para pedírselo. Justamente ese día, en su cumpleaños, le dijo que sí, pero entonces vino Daniel y lo arruinó todo.
—Esta vez sí que has cruzado la línea, jovencito —exclamó su padre mientras lo miraba fijamente de brazos cruzados—. ¡Pobre niña! Ha salido de aquí llorando un mar de lágrimas, todo por tu chiste de mal gusto.
—No era un chiste —respondió Daniel, mirándolo fijamente también, casi desafiándolo—, era venganza.
—¡Venganza! —exclamó su padre al techo— Qué cosas dices, ¿qué pudo haberte hecho esa niña para que le hicieras semejante maldad? ¡Ni siquiera quiero saberlo! Sólo sé que ahora mismo iremos a su casa y te disculparás con ella.
— ¡Nunca! —gritó Daniel— No me pienso disculpar, es desagradable y no la soporto —exclamó, Johnny nunca lo había visto así, rojo de ira; qué descaro, cuando quien debería estar iracundo era Johnny.
—Sólo estás haciendo tu castigo aún peor —advirtió su padre.
—No me importa, no me voy a disculpar.
—Daniel, hijo —habló su madre entonces—, lo que le has hecho a Carmen ha sido muy cruel...
—¡Ella también fue cruel conmigo! —exclamó a la defensiva.
—¿Qué te hizo? —preguntó su madre con curiosidad— Si vamos hasta su casa y hablamos todos...
—No me voy a disculpar, y tampoco les voy a decir lo que me hizo, sé que no les importa e igual me van a castigar.
—No interrumpas a tu madre —advirtió su padre—, y claro que nos importa, Daniel, pero si es así como quieres llevar la situación, entonces debes hacerte responsable de tus acciones; ya no eres un niño pequeño.
—Bien —respondió desafiante, cruzándose de brazos.
—Te quitaré tu diario de flores. Indefinidamente. —dijo su padre, certero, y Johnny vio claramente cómo la expresión en la cara de Daniel cambió.
Hasta él mismo estaba sorprendido, jamás se imaginó que el castigo sería tan severo.
—¡Pero papá!
—Sin peros —dijo Kreese— subiré a tu habitación y me llevaré el diario en este instante, así tendrás tiempo para reflexionar.
—Papá... —intentó decir Johnny.
—Tú no te metas, Johnny —le dijo su padre, e inmediatamente cerró la boca.
Kreese se encaminó hacia las escaleras y todos fueron tras él, hasta Bobby. El diario de flores era la posesión más preciada en la vida de Daniel, donde mantenía un registro de todas las flores que veía, anotaba las que le gustaría tener, y las que conseguía, luego que se marchitaran, las dejaba secar y las guardaba en el diario, coleccionándolas. Amaba las flores y estudiarlas, era su pasión, su tesoro, tenía todo tipo de flores exóticas ahí, y ahora le arrebataban su más grande esfuerzo.
Aún dentro de la rabia, Johnny sentía lástima por él.
*
Daniel se acostó en su cama dándole la espalda al resto cuando Kreese se llevó el diario. Ni siquiera le importaba que lo escucharan llorar; estaba seguro que era el peor día de su vida, ya nada le importaba.
—Es por tu bien —susurró su madre, acariciándole suavemente el cabello—. Tu papá y yo te amamos mucho, pero estamos muy decepcionados por lo que has hecho hoy, espero puedas reflexionar en eso.
Pero él no dijo nada, y su madre al no recibir respuesta salió de la habitación junto a Bobby, dejándolos a él y a Johnny solos.
Daniel sentía que Johnny había pasado de ser su persona favorita a la que más detestaba en el transcurso de unas horas. Ni siquiera quería verlo, le dolía todo y solamente quería dormir, así que cuando Johnny simplemente se cambió de ropa y subió a su lado de la litera sin decir una sola palabra, en el fondo, se sintió agradecido.
No tenía la voluntad de ponerse la pijama así que simplemente se deshizo de su pantalón, se cobijó bajo las sábanas y, aun derramando lágrimas por todo y nada a la vez, se quedó dormido.
*
Era la mitad de la noche cuando la tormenta despertó a Johnny. Por la ventana entraba el reflejo de los relámpagos, iluminando por momentos la habitación, e inmediatamente pensó en Daniel.
Ambos compartían una sola habitación y una litera, Daniel dormía en la parte de abajo y Johnny en la de arriba, aunque los dos dormían muy seguido en la parte de arriba, juntos. Daniel odiaba las tormentas, les tenía pavor, y era en noches especialmente como esas en las que Daniel no podía evitar escabullirse hacia la parte de arriba y acurrucarse junto a Johnny, buscando refugio.
Johnny sintió movimientos en la parte de abajo y con apatía pensó "ahí viene".
Toda la molestia de temprano volvió a él y estaba seguro de que si Daniel trataba de escabullirse a su parte de la litera le iba a decir que no era bienvenido, que no se lo merecía, y lo mandaría de vuelta abajo, aún si en toda la noche no podía dormir.
Lo escuchó levantarse así que cerró los ojos para fingir que dormía. Pasaron varios segundos mientras anticipaba sentirlo subir por la pequeña escalera, sin embargo, lo que escuchó fueron pasos y la puerta de su habitación abrirse y cerrarse despacio. Cuando abrió los ojos, Daniel ya no estaba ahí.
"Tal vez fue al baño" pensó, mirando el espectáculo de relámpagos por la ventana mientras caía la lluvia. Tenía mucho sueño, pero no se iba a quedar dormido hasta que Daniel volviera, y así poder él vengarse al no dejarlo dormir a su lado. Pero Daniel se estaba demorando, habían pasado al menos unos quince minutos y Johnny empezaba a perder la paciencia.
"¿Qué está haciendo?" la curiosidad pudo más que él, y con la excusa de usar él también el baño se levantó y salió de la habitación. La puerta del baño estaba cerrada y por los bordes se notaba que la luz estaba apagada.
"Entonces Daniel no está ahí" pensó.
Se fijó que la puerta de la habitación de Bobby estaba entreabierta, y como por inercia decidió acercarse, sin saber realmente que esperar. Entonces se asomó, y ahí estaba Daniel, acurrucado en los brazos de Bobby quien lo abrazaba contra su pecho, los dos profundamente dormidos bajo las sábanas.
Johnny sintió algo desagradable al verlos, un sentimiento que parecía querer retorcer todo dentro de él. Todo el enojo se desvaneció casi por arte de magia, dejándolo vacío y triste sin saber muy bien por qué. Nunca se había sentido así. Sus ojos se llenaron de lágrimas, no entendía, simplemente quería llorar.
Arrastró sus pies de vuelta a su habitación, y cuando se acostó de nuevo en su cama, solo, un par de lágrimas dejaron sus ojos mientras intentaba no pensar, simplemente queriendo dormir.
*
Cuando Daniel se despertó en medio de la noche por los truenos pensó que nada podía ser peor; era la cereza sobre el pastel en lo horrible que había sido ese día para él. Se quedó quieto, mirando hacia arriba mientras pensaba qué hacer. Podría haber dejado su orgullo de lado para escabullirse arriba junto a Johnny, lo habría hecho sin parpadear, pero sabía que dependía no sólo de él, y ya Johnny lo había rechazado y humillado una vez, no creía poder soportarlo de nuevo.
No podía dormir así, temblaba de horror bajo las sábanas sintiéndose desprotegido, sin saber qué hacer. Vagamente pensó en Bobby, en cómo lo había consolado en la tarde y en cómo se había sentido a salvo en sus brazos.
Bobby y Daniel se habían distanciado un poco ese último año, aunque para empezar nunca había tenido con él la misma conexión que tenía con Johnny; desde siempre fueron ellos dos contra el mundo, inseparables. Bobby era un adolescente ya, tenía cuatro años más que Daniel, otros amigos e intereses, y Daniel hasta ese día no había estado seguro si Bobby realmente lo tomaba en cuenta en lo absoluto. Tal vez sí lo hacía, tal vez Bobby nunca iba a ser demasiado grande como para dejar atrás a su hermano pequeño.
"¿Se molestará si le pido dormir con él?" se cuestionó Daniel, sin embargo, eso no lo hizo detenerse. Se levantó despacio de la cama, miró hacia atrás y vio que Johnny seguía dormido, así que sigilosamente salió de la habitación y caminó, por el pasillo oscuro, hasta encontrar la puerta de Bobby.
No importó el cuidado que tuvo al abrir la puerta, al entrar pudo ver a Bobby despertar y mirarlo confundido por un momento.
—¿Pasa algo? —inquirió con voz ronca por el sueño.
—¿Puedo dormir aquí? Está lloviendo y tengo miedo —dijo con la voz en un hilo, suplicando.
—Claro que sí —Sonrió Bobby, haciéndose a un lado para darle a Daniel un espacio en la cama—, ven aquí.
Sin pensarlo dos veces Daniel se acostó a su lado y se sumergió de nuevo en esos brazos que lo habían hecho sentir tan seguro esa tarde. Eso era, quizás, lo único bueno de ese día.
*
Nada fue igual para Johnny y Daniel desde ese día.
A Johnny ya no le importaba su enojo, se sentía triste. Desde su cumpleaños ya Daniel no le hablaba, no estaba encima de él todo el tiempo, ya ni siquiera lo encontraba en su habitación durante el día. Era extraño, era algo que nunca antes había pasado, no sabía qué hacer.
Daniel no lo estaba ignorando, no era la ley de hielo, era más bien como si... como si no le importara. Cuando Daniel se enojaba con él era algo palpable, Johnny podía sentir las miradas fruncidas a metros de distancia, pero esta vez no había nada de eso. Si Johnny decía algo Daniel lo miraba, pero no había soberbia ni apatía, eran miradas vacías, indescriptibles, miradas que nunca había visto en Daniel, al menos no dirigidas hacia él, y no las podía leer, no sabía qué significaban.
Johnny desearía que Daniel estuviese enojado con él, a lo mejor así tal vez sabría qué hacer. Si Daniel estuviese enojado Johnny podría hacerle cosquillas hasta que se le pasara, pero ahora Daniel parecía intocable para él, inalcanzable.
Ahora Daniel pasaba todo su tiempo junto a Bobby, hacía las tareas en su habitación, hasta se quedaba a dormir ahí en ocasiones. A veces podía escucharlos reír tan fuerte a través de la pared, y Johnny se preguntaba cuándo fue la última vez que Daniel se rio así con él. Posiblemente la mañana de su cumpleaños, cuando Johnny le contó un chiste que había escuchado el día anterior que hizo que a Daniel le saliera el jugo por la nariz.
La mañana del domingo encontró a los tres hermanos en el sofá de la sala de estar, Bobby en el medio. Johnny estaba emocionado por probar el juego que Daniel le había regalado, había esperado meses a que saliera, incluso estaba reuniendo dinero para comprarlo, pero Daniel se le adelantó. Tal vez era mejor así, Johnny nunca fue muy bueno guardando dinero.
Sólo estaban jugando Johnny y Bobby, a Daniel nunca le llamaron la atención los videojuegos.
Estaba concentrado en el juego, de verdad se estaba divirtiendo, le estaba dando una paliza a Bobby que intentaba sabotearlo moviéndole el control. En un momento en medio de las risas Johnny dirigió su mirada hacia Daniel, quien estaba pegado al costado de Bobby, aferrado a su brazo, los ojos fijos en la televisión.
En ese momento de distracción ganó Bobby, que anunció su victoria con alegría, contagiando a Daniel que comenzó a reír mientras lo miraba fijamente, con adoración. Adoración que Johnny reconocía, porque así solía mirarlo a él. Como así solía abrazarse a él los domingos y las tardes de videojuegos, tan aferrado al costado de Johnny que casi parecían uno solo.
Celos, eso sentía.
—Hey, ¿estás bien? —le preguntó Bobby, apretando uno de sus hombros con la mano.
—Sí —respondió distraído, mirando sus manos sostener el control.
—¿Seguro? Podemos jugar otra vez, ¿quieres la revancha?
—No, ya no quiero jugar, no me siento muy bien —murmuró, dejando el control en la mesa antes de levantarse y salir de ahí.
—Está bien, si cambias de opinión aquí estamos —exclamó Bobby mientras Johnny se alejaba de ahí.
—¿Quieres jugar? —escuchó que le preguntaba a Daniel mientras subía las escaleras, y se detuvo un momento.
—No sé cómo —respondió.
—Ah, es muy fácil, mira, te enseño.
—Está bien.
Daniel nunca había querido jugar con él, siempre los miraba, y ahora que era Bobby quien se ofrecía a enseñarlo aceptaba. No quiso seguir escuchando, no podía, así que simplemente siguió subiendo escaleras arriba sin mirar atrás.
Johnny no podía creerlo, se sentía reemplazado.
*
Daniel descubrió que Bobby no lo trataba como a un niño chiquito, como pensó que lo haría. Podían pasar horas hablando y hablando de un millón de cosas sin darse cuenta. Bobby era muy dulce, tan dulce como Johnny, pero sin lo terco. Lo escuchaba atento y tomaba en cuenta sus opiniones, lo hacía sentir inteligente, maduro.
Sus amigos también eran agradables, lo trataban como a uno más y cuando Bobby iba a verse con ellos, normalmente invitaban también a Daniel; no les molestaba que fuera mucho más pequeño que ellos.
A Bobby le gustaba una de sus amigas, Susan, pero se ponía increíblemente nervioso cuando estaba junto a ella, y a Daniel eso le daba ternura y risa; Susan hacía que Bobby perdiera esa compostura serena y segura que lo caracterizaba. Ella era muy dulce, tan dulce como Bobby, perfecta para él. Era amable con Daniel, tal vez era su favorita entre los amigos del Bobby, la consideraba ya amiga suya también.
—Tienes un cabello precioso, Daniel —le dijo Susan mientras, sentada detrás de él, tomaba su cabello para peinarlo—. Es prácticamente negro, tan brillante y suave —continuó, haciendo que Daniel se relajara cada vez más con la suavidad de sus manos.
Estaban todos en casa de Susan, sentados en el césped del patio, conversando y haciendo chistes, riendo, pasándola bien, y Daniel no pudo evitar distraerse y pensar en Johnny. Daniel nunca había conectado así con los amigos de Johnny. Bueno, para ser justos más bien con Carmen. Johnny y Daniel siempre habían tenido intereses diferentes y era normal que esos intereses los compartiera él con sus amigos; Daniel nunca se llevó mal con Jimmy, Tommy o Dutch, pero tampoco diría que eran íntimos. Carmen, sin embargo, siempre encontraba la manera de ser desagradable con él y eso hacía que no quisiera reunirse con ellos en primer lugar, y pensó que eso era normal.
Pero ahí, con los amigos de Bobby, realmente se sentía en su elemento, casi como si estuviese con sus propios amigos, Fredy y Julie. Tal vez no era normal el no llevarse bien con los amigos de Johnny, tal vez era un reflejo de como Johnny lo veía a él, y en su fiesta había quedado muy claro.
Ya Daniel ni siquiera estaba enojado, estaba simplemente triste y había decidido darle a Johnny su espacio, no molestarlo más. Quizás era lo mejor, a fin de cuentas, así Johnny podría pasar más tiempo con sus amigos y su novia sin su fastidioso hermano menor de por medio.
—¿En qué piensas? Casi te puedo escuchar —preguntó Susan, riéndose, y a Daniel se le ocurrió una muy divertida respuesta.
—Pienso en que le gustas a Bobby —dijo sonriendo, sintiendo a Susan dejar de peinar su cabello por un momento—, y en que creo que él te gusta a ti.
Ahora, si Daniel prestaba atención, podía escuchar a Susan pensar.
*
A Carmen le habían cortado el resto del cabello, su larga melena, y ahora lo llevaba corto. Johnny pensaba que le quedaba bien, era una niña muy bonita, todo le quedaba bien. Aún era su novia, no había terminado con él a pesar de lo que le hizo Daniel, Johnny se había sentido aliviado en el momento, pero ahora no sabía qué pensar.
Cuando Carmen lo besaba, Johnny no podía evitar pensar en Daniel, en cómo los besos de Carmen no lo hacían sentir igual que los de él, los de Carmen no lo hacían sentir nada. Con cada beso de Carmen Johnny sólo podía pensar en lo mucho que extrañaba los besos de Daniel.
Johnny sólo podía pensar en lo mucho que extrañaba a Daniel.
Los besos de Daniel siempre fueron una expresión de sus emociones, y no se limitaban a sus labios. Daniel besaba cualquier parte de Johnny estuviese más cerca de su rostro cuando le provocaba; cuando se sentía feliz sus besos eran sonoros, ruidosos, llenos de alegría; cuando se sentía travieso acompañaba sus besos con una mordida a los cachetes de Johnny; cuando dormían juntos, sus besos eran suaves y llenos de suspiros.
Ahora, sus besos eran ausentes.
Mientras Johnny caminaba a casa con Carmen, agarrados de la mano, sólo podía recordar el primer lunes después de su cumpleaños, cuando Daniel dejó de caminar con él a casa. Daniel salía de clases dos horas antes que él, y siempre, siempre esperaba a Johnny para irse juntos. Johnny salió a la misma hora, como de costumbre, y cuando fue al sitio donde Daniel normalmente esperaba por él, no lo vio. Johnny estaba extrañado, Daniel había ido a clases, esa mañana caminaron los tres juntos como de costumbre, sin embargo, ahí no estaba.
—¿Has visto a Daniel? —le preguntó a uno de los amigos de Daniel, Fredy.
—Sí, Bobby pasó por aquí a la salida y se fueron juntos —le respondió, y Johnny asintió, dando media vuelta para caminar solo.
En ese momento Johnny supo que algo estaba irremediablemente mal; Daniel nunca se iba con Bobby, Daniel pasaba muy poco tiempo con Bobby, pero ahora por alguna razón lo buscaba a él en las tormentas, y al parecer ahora también caminaría con él a casa. Tenía sentido, si te ponías a pensar, porque Bobby salía de la secundaria a la misma hora que Daniel, pero no era así como funcionaban las cosas, eran siempre él y Daniel, y ahora...
¿Ahora qué?
Ahora Daniel no lo tomaba en cuenta, ni siquiera para decirle que no caminaría más a su lado. Johnny cada día se sentía más lejos de él, y caminar con Carmen no ayudaba en nada; tenía a la novia más bonita de todo el colegio y Johnny sólo podía pensar que no le gustaba tanto como él creía.
Con cada día que pasaba Johnny se sentía cada vez más solo, no importaba si iba todas las tardes a jugar con sus amigos si al llegar a casa no podía hablar con su persona favorita en todo el mundo. Su habitación estaba siempre sola, y cuando no era así, no era mucha la diferencia que hacía el silencio.
*
Daniel no podía decir que no extrañaba a Johnny porque sería mentira, lo extrañaba mucho, lo extrañaba con todo su ser. A veces veía cosas que pensaba que a Johnny le gustarían, o escuchaba un chiste que creía le daría risa, pero se contenía; "tal vez ya escuchó el chiste, tal vez no lo conozco tan bien como creía". Daniel quería mucho a Bobby, cada día lo quería más, pero la intimidad que tuvo con Johnny era algo que sólo se daba con tantos años de ser inseparables. Y la separación era dolorosa, pero al ver a Johnny seguir con su vida como si nada le demostraba a Daniel que era la decisión correcta, que era lo que Johnny quería.
Extrañaba besarlo, era algo que hacía todos los días, todo el tiempo desde que tenía memoria. Era algo de ellos dos y nadie más, y hasta el cumpleaños de Johnny, para Daniel siempre había sido normal. En su casa, para su familia, era cotidiano, Daniel desde siempre había besado a Johnny, era su manera de demostrarle afecto, inconscientemente su forma de mostrar su favoritismo, porque Johnny siempre fue su favorito en todo, y ahora Daniel no tenía a quien besar, porque Daniel no quería besar a nadie más.
Pero entonces Daniel recordaba que Johnny sí quería besar a alguien más, que Johnny quería besar a Carmen en lugar de a él, que tal vez siempre encontró sus besos repulsivos, y sentía vergüenza; tal vez no era normal, tal vez nunca debió haberlo hecho.
Si de algo estaba seguro Daniel, es que nunca más besaría a Johnny.
*
Johnny sintió el mundo venírsele encima cuando un día vio pasar lo impensable.
Era sábado en la tarde, él y Daniel estaban sentados en el sofá de la sala viendo televisión, cada uno en una esquina, pero se sentían como kilómetros de distancia, kilómetros que le pesaban a él en el pecho. Cuando la puerta de la casa se abrió ambos sabían que era Bobby, normalmente a esa hora llegaba de sus prácticas de natación, pero en vez de subir directamente las escaleras, como habitualmente hacía para cambiarse, pasó directamente a donde ellos estaban, con sus manos en la espalda.
—Tengo algo para ti —le dijo a Daniel, sonriendo de lado a lado.
—¿Sí? —inquirió Daniel emocionado, arrodillándose en el sofá— ¿Qué es?
—Camino a casa los chicos y yo tomamos un atajo, y encontré algo que te va a gustar, cierra los ojos y pon ambas manos —le dijo, y Daniel lo hizo.
Johnny vio cómo Bobby sacaba de atrás de él una flor, una flor preciosa, que Johnny nunca había visto y que no sabía su nombre, pero seguramente Daniel sí, y cuando éste abrió los ojos Johnny confirmó que así era.
Cuando Daniel miró la flor en sus manos Johnny pudo ver una emoción única de él, cada vez que conseguía una flor nueva; sus ojos se abrieron mucho del asombro, brillando mientras sonreía de lado a lado, y lo siguiente, bueno, lo siguiente Johnny lo vio en cámara lenta.
Daniel se puso de pie en el sofá, rodeó el cuello de Bobby con sus brazos y le plantó un sonoro beso en los labios. Duró pocos segundos, no fue algo premeditado, pero para Johnny se volvió eterno. Cuando Daniel lo soltó Johnny y Bobby se miraron brevemente, Johnny pudo ver que él también estaba sorprendido, pero si algo demostraba lo roja que se había puesto su cara es que no le había disgustado para nada, y Johnny se quería morir de la rabia.
Hasta ese momento, Johnny jamás había pensado en la posibilidad de que Daniel pudiera besar a alguien más, y verlo frente a sus ojos sólo pudo hacerlo más doloroso.
—¡Gracias, gracias, gracias! —escuchó a Daniel exclamar emocionado, examinando su nueva flor, mientras Bobby le sonreía con ternura y Johnny se iba escaleras arriba, huyendo, deseando que nadie viera las lágrimas que estaba a punto de salir de sus ojos, deseando no sentir ese nudo en la garganta.
Johnny sentía que había perdido una gran parte de sí mismo, la parte que lo hacía más feliz.
*
Daniel estaba tan feliz con la flor que Bobby le había regalado, era un lirio rosado, de dónde la había sacado, Daniel no tenía idea, pero estaba encantado.
Esa tarde Bobby había salido a una cita con Susan, así que Daniel estaba en su habitación, de él y Johnny, y se sentía extraño; últimamente pasaba muy poco tiempo ahí, apenas para dormir. Estaba buscando una libreta para anotar su flor nueva y sus características cuando Johnny entró a la habitación, acababa de llegar de su práctica de rugby y pareció sorprenderse un poco al ver a Daniel ahí. Se miraron por unos segundos, pero ninguno dijo nada, y Daniel continuó en su búsqueda.
Dios, cómo le hacía falta su diario de flores, habían pasado ya unas cuantas semanas y Daniel comenzaba a sospechar que era una causa perdida, que tendría que comenzar uno nuevo. Estaba tan decepcionado, detestaba a Carmen más que nunca, todo era su culpa, le había arrebatado todo lo que él más amaba. Pero no tenía caso seguirse lamentando, así que tomó la primera libreta que consiguió y empezó a tomar notas de su nueva flor.
Cuando Johnny salió de nuevo de la habitación para bañarse, Daniel no pudo evitar preguntarse si de verdad así iba a ser todo entre ellos de ahí en adelante, si era eso parte de crecer.
*
Hacía días Johnny no salía de su habitación más que para ir al colegio y de regreso. No tenía caso, no tenía ánimos de nada, estaba profundamente triste. Había terminado su relación con Carmen, finalmente se dio cuenta que no tenía caso seguir con ella, en realidad no le gustaba, ya ni siquiera estaba seguro de si le caía bien. No quería jugar con sus amigos, y jugar videojuegos con Bobby era recordarse constantemente que Daniel ya no lo tomaba en cuenta.
Desde que Daniel había besado a Bobby Johnny sentía que ya nada tenía remedio.
—Johnny... —escuchó a su madre entrar y miró hacia la puerta— ¿Estás bien? —preguntó mientras se acercaba con un plato de galletas.
—Um... —Fue lo único que dijo él, sin saber realmente qué decir.
—Hace días no sales de aquí —comentó, subiendo con el plato hasta sentarse en la litera junto a él—. Te ves muy triste, hijo, ¿seguro que no quieres hablar de eso? —Tan pronto su madre acarició su cabeza Johnny no pudo más y rompió en llanto, no podía explicárselo, pero empezó a sollozar y soltar todo lo que tenía dentro.
—¡Daniel ya no me quiere! —exclamó en medio de las lágrimas, sintiendo que se ahogaba.
—Ay, mi cielo, eso no es cierto —dijo Lucille—, sabes que tu hermanito te adora más que a nadie en el mundo.
—No, ya no es así —insistió él, negando con la cabeza—. Daniel ya no me quiere.
—¿Y por qué dices eso? ¿Pasó algo entre ustedes? —inquirió ella.
—Desde mi cumpleaños todo es diferente, no me habla, apenas me mira, y yo... yo no sé qué hacer —Las lágrimas parecían no acabarse, y el tacto de su madre sólo servía para hacerlo desahogarse más.
—¿Tendrá algo que ver con lo de Carmen?
Johnny se detuvo a pensar, a recordar ese día, a Carmen, Daniel, el regalo, su cabello... claro, ¿cómo no se dio cuenta antes? Era un tonto, era el tonto más grande del planeta.
Suspiró, sintiendo rabia consigo mismo.
—Daniel me besó y ella dijo que era asqueroso, y yo... —cerró los ojos, decepcionado, y un par nuevo de lágrimas rodaron por sus mejillas— yo no lo defendí.
—Johnny...
—Y ahora no sé qué hacer —sollozó—. Daniel no me quiere y tiene toda la razón.
—Tienes que disculparte con él —insistió su madre.
—No va a ser suficiente —murmuró él—, nada va a ser igual.
—Entonces has un gran gesto para demostrarle lo arrepentido que estás —le dijo—. Sé que Daniel te perdonará, sin importar lo que pienses Daniel te ama mucho, nada puede mantenerlos así por mucho tiempo.
—¿Un gran gesto?
—Un gran gesto —sonrió su madre.
—¿Cómo qué?
—Ah, eso lo tienes que pensar tú —dijo ella, comenzando a descender de la litera—. En un mes en su cumpleaños, tal vez un regalo.
Johnny asintió y su madre le guiñó un ojo, dejándolo solo. Tomó una de las galletas que había dejado y se puso a pensar.
Un gran gesto, para Daniel.
*
De la noche a la mañana, Johnny comenzó a trabajar. Daniel no entendía por qué o para qué necesitaba el dinero, pero un día comenzó a irse todas las tardes después de clases con su padre a la empresa, y los fines de semana hacía trabajos para los vecinos. Era extraño, Johnny era terco y cuando quería algo realmente no había nada que pudiera detenerlo, aunque respecto a dinero Johnny nunca había sido ambicioso, así que Daniel no podía ni imaginarse para qué Johnny trabajaba tanto.
Tampoco iba a preguntarle, tal vez era algo para Carmen.
*
Faltaban dos días para el cumpleaños de Daniel, Johnny había trabajado arduamente todo el mes como nunca antes, ni siquiera para sí mismo era capaz de reunir esa cantidad de dinero, pero el sólo imaginarse la sonrisa en la cara de Daniel al recibir su regalo, dios, Johnny podría trabajar así todos los días de su vida con tal de ver a su hermanito sonreírle a él nuevamente.
Orquídeas púrpura, para eso estaba trabajando. Era una flor exótica, costosa, y él sabía que era una de las favoritas de Daniel, que la quería, pero no tenía dinero para comprar algo así, y Johnny quería hacerle ese regalo. Las flores y sus semillas. Así que trabajó, trabajó mucho y pudo reunir el dinero. A ciencia cierta, su padre colaboró con veinte dólares que le faltaban y también lo iba a llevar a buscar las flores, pero la mayor parte, los otros doscientos treinta dólares, los reunió él por sus propios méritos.
Pero faltaba algo más, algo muy importante, y cuando ambos se subieron al auto rumbo a buscar las flores, que estaban en una tienda a dos horas de su ciudad, decidió que tenía que intentarlo.
—Papá...
—Dime, hijo.
—Gracias por ayudarme a conseguir el regalo de Daniel, y por llevarme a buscarlo, pero...
—¿Pero? —insistió su padre, comenzando a conducir.
—¿No crees que es un regalo incompleto?
—¿Por qué lo dices?
—Bueno, voy a regalarle a Daniel flores y semillas, y no va a tener dónde anotarlo —dijo, mirándolo de reojo.
—Ah, el diario —exclamó, con la vista fija en la carretera.
—Es sólo que...
—Está bien, Johnny —dijo su padre, interrumpiéndolo—. Iba a dárselo la semana que viene, pero tal vez sea mejor que se lo des tú junto al regalo, no podrá negarse a perdonarte —añadió, sonriendo.
—¿Cómo...?
—Johnny, tu hermano y tú han estado uno encima del otro desde siempre, como si hubiesen nacido juntos, ¿crees que tu madre y yo no notaríamos un cambio en eso? —inquirió retóricamente, mirándolo por un segundo— No sé qué pasó, pero espero todo vuelva a la normalidad porque los dos se ven miserables, y aunque pienses que tu hermano ya no te quiere, se nota que él también te extraña mucho.
Johnny no dijo nada, pero se sentía esperanzado con lo que le acababa de decir su padre.
*
Daniel cumplía años casi mes y medio después de Johnny, y el día por fin había llegado. Temprano habían hecho una pequeña reunión con sus amigos y hermanos, además de los amigos de Bobby, a quienes decidió invitar. La había pasado bien, le habían dado muy bonitos regalos y el pastel estaba divino, después de todo los dulces eran una de sus grandes debilidades.
Johnny lo había mirado mucho todo el día, le sonreía y Daniel le sonreía devuelta, pero además de la breve felicitación en la mañana, no habían hablado casi en absoluto.
El día estaba llegando a su fin, y luego de que la fiesta acabara, cuando Daniel subió a su habitación, Johnny subió detrás de él, muy cerca, cerrando él la puerta cuando ambos estuvieron dentro.
Se miraron, y Johnny le sonrió de nuevo.
*
—Te tengo un regalo —le dijo Johnny, acercándose a él lentamente.
—¿Sí?
—Sí —respondió cuando estuvo frente a él—, pero antes de dártelo quisiera pedirte perdón.
Daniel lo miró expectante, así que Johnny continuó.
—En mi cumpleaños, cuando Carmen dijo esas cosas feas... yo no debí decir lo que dije —dijo, mirando a Daniel fijamente, serio—. Debí defenderte, debí... debí actuar diferente, y por eso te pido perdón —guardó silencio unos segundos—. ¿Me perdonas?
—Sí, te perdono —dijo, intentando contener una sonrisa, jamás pensó que Johnny fuese a disculparse.
La sonrisa que Johnny le dedicó era tan grande y brillante que Daniel podía jurar iluminaba la habitación entera. Hacía mucho que no lo veía sonreír así, y algo en su pecho comenzó a revolotear con locura.
—Ahora sí, tu regalo —dijo Johnny caminando hacia el armario, buscando algo que tenía al fondo, donde a Daniel jamás se le hubiese ocurrido buscar—. Espero te guste, de verdad espero te guste porque lo conseguí solamente para ti —exclamó dándose la vuelta, se escuchaba nervioso, y Daniel se sentía curioso.
Eso, hasta que vio lo que Johnny traía en sus manos: era una flor, pero no cualquier flor, era una orquídea púrpura, la planta en su maceta. No era una flor para marchitarse, era la planta para que Daniel la cuidara y le durara mucho tiempo.
—Johnny... —susurró sorprendido, con los ojos muy abiertos mirando la flor— Cómo... ¿Cómo hiciste? ¡Es una flor muy cara! No debiste —exclamó, sin poder dejar el asombro de lado.
—Trabajé mucho, lo hice por ti, quería darte este regalo —le dijo Johnny—. Ten, agárrala, también te traje semillas —y le puso la flor y las semillas en las manos—. Pero eso no es todo.
—¿No lo es? —inquirió confuso.
—No, porque necesitas dónde anotarla, ¿verdad? —Y Daniel se le quedó mirando, no parecía entender aún hasta que Johnny sacó el diario y la cara de Daniel se convirtió en un poema.
*
—¡Johnny! —exclamó, con los ojos brillantes del asombro, comenzó a reír y dejó lo que traía en la mano en el escritorio para tomar su amado diario— ¡No lo puedo creer! —dijo, mirando el diario y luego a Johnny para después envolverlo en un abrazo asfixiante, justo lo que Johnny quería— ¡Gracias, gracias, gracias! —le dijo al oído mientras Johnny lo apretaba fuerte también.
—Todo por ti, Daniel —susurró en su oído cuando el abrazo acabó, y Johnny pudo ver la intención de Daniel en su rostro, en su mirada, en lo feliz que se veía.
Iba a besarlo, Johnny podía anticiparlo hasta que no lo pudo anticipar más, porque algo en el ambiente cambió. La sonrisa de Daniel se volvió más neutra y su lenguaje corporal más controlado.
—Gracias, Johnny —dijo, y Johnny pudo ver que el momento había acabado, y no podía entender qué había salido mal.
No podía contenerse más, tenía que saber.
—¿Por qué no me besas más? —preguntó angustiado, viendo cómo Daniel abría mucho los ojos; claramente no se esperaba esa pregunta.
Pero Johnny necesitaba saber.
*
De todas las cosas que Johnny pudo haberle preguntado, Daniel jamás se esperó algo así.
—¿Por qué no te beso? —inquirió, asegurándose de que había oído bien.
—¡Sí! —exclamó desesperado, y Daniel se mordió el labio antes de responder.
—Johnny, es que yo a ti no voy a besarte más nunca —dijo lentamente, mirándolo casi con culpa, sorprendido que tuviese que aclarar algo así.
Daniel se había contenido en ese instante, claro que sí, no había nada que quisiera más en ese momento que besar a su hermano por esos hermosos detalles, pero no podía dejar de sentir, de pensar...
—Pero tú me perdonaste —susurró casi sin voz.
Johnny se veía como si le hubiesen echado un balde de agua fría.
—Yo te perdoné —concordó Daniel—, pero eso no cambia el hecho de que mis besos te parecen repulsivos —continuó, sintiéndose a punto de llorar, con un nudo en la garganta—. Lo que no entiendo es que... es que pudiste decírmelo a mí solamente y yo me hubiese detenido antes. No voy a hacer cosas que sé que te molestan, mucho menos que te dan asco. —dijo, mordiéndose el labio.
—¡Pero no era cierto! —exclamó Johnny, dejándose caer al suelo, llorando ahora sí desconsolado— ¡Yo no sé por qué dije eso, pero es mentira! —continuó, mirando hacia arriba, mirando a Daniel con la cara empapada, haciendo a Daniel llorar también— No puedo vivir así, Daniel, necesito que me quieras otra vez, si tú no me quieres de nuevo yo ya no quiero estar aquí ni en ninguna otra parte —sollozó desesperado.
Daniel se arrodilló frente a él, tomando sus manos, mirándolo a los ojos.
—Pero tú, y Carmen...
—¡A mí no me importa Carmen! —exclamó defendiéndose— A mí sólo me importas tú, y si ya no me quieres...
—Yo te quiero, Johnny, yo te quiero mucho —exclamó, dejando caer unas cuantas lágrimas más—. Te quiero más que nadie en el mundo, ¿es que no lo sabes? —inquirió, y entonces tomó el rostro de Johnny entre sus manos y le dio un beso, uno como ningún otro.
*
Si le preguntaras a Johnny cuándo fue la primera vez que Daniel le dio un beso, Johnny te describiría ese momento. Porque después de tantas semanas, de dolores, silencios y confusiones, ese roce tímido de labios era algo que, estaba seguro, ninguno de los dos había experimentado antes. Sus labios dudosos y temblorosos, desconocidos y al mismo tiempo íntimos, luego de tanto tiempo sin reconocerse...
—No quiero besar a nadie más —murmuró contra los labios de Daniel, haciéndolo reír suavemente.
—Yo tampoco quiero besar a nadie más —respondió él, y le mordió un cachete.
Sí, para Johnny esa era la primera vez que Daniel le daba un beso.
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