CAPÍTULO 9
Partimos durante la tarde al campamento vecino, Ter e Israel nos llevaron en su camioneta, por lo que Elena tuvo que llevar a Gonzalo y Daniela, y aunque no estaba de acuerdo con llevarlos, ahora eran parte del ejército, y no podía prohibirles que lo hicieran.
Antes de irnos, sólo nos dieron tiempo de desayunar y luego tuvimos que cargar algunas armas a la camioneta, en monitoreo, Luis nos dijo que iríamos al menos unos cien de nosotros, porque Marcial no quiso arriesgar a más, y Ter dijo que, con una buena táctica seríamos más que suficientes.
— Pueden bajar, chicos —nos dijo Ter—. No hagan caso de las miradas aquí, se van a acostumbrar.
Efectivamente, en el nuevo campamento, las personas alrededor de la camioneta nos estaban dando miradas chocantes, algunos con miedo, otros con ira, otros sólo miraban, pero nadie nos quitaba los ojos de encima.
— Hay que bajar lento —propuse— que no parezca que queremos atacarlos.
Tal como lo dije, tardamos más de lo normal en bajar de la camioneta, no demasiado, porque sería raro, pero lo suficiente para no hacer movimientos bruscos.
Marcial, que iba en la misma camioneta que Ter, bajó con una sonrisa y dijo:
— No les hagan caso —tomó a Cetta del hombro— ahorita los presento para que entren en confianza. Ya les dije que son Llegados, pero que son buenos, para que no les vayan a hacer nada.
No me hizo sentir más segura.
Una mujer, de edad no muy avanzada llegó frente a nosotros, tenía la ropa muy sucia y un par de cuchillos en la cintura. Su cabello era oscuro, pero algunas canas se asomaban ligeramente, aunque su expresión y rostro la hacían ver más joven.
— Marcial —le sonrió y abrazó— ¡qué gusto verte!
— ¡Jose! —le respondió él— Tanto tiempo. ¿Cómo has estado?
— No tan mal como tú —se rió— se nota que el apocalipsis te trató mal. —Nos miró, y aunque trató, su sonrisa no se mantuvo—. Ellos deben ser los Llegados de los que tanto hablan.
— Ah, sí —se dio la vuelta hacia nosotros— Ellos son Lífsero, Cetta, Ficseto y Sonos. Sí son Llegados pero no buscan dañarnos, de hecho, al contrario quieren ayudarnos a ver si los dejamos vivir aquí por la paz.
— Sí es lo que he escuchado —asintió ella—. Yo me llamo María José, aunque me llaman Jose como si fuera un hombre.
— Mucho gusto —le sonreí— esperamos poder ayudar a su campamento.
— ¡Oh no! Yo también vine a ayudar. —Abrazó a nuestro líder—. Marcial se encargó de avisar a todos los campamentos que conoce, y todos nos dimos cuenta de que no son los únicos, hay muchos ataques por cada vez que ustedes se enteran de uno. Los Llegados son demasiados, y de verdad están haciendo asaltos fuertes. Por eso, los que aún no los sufrimos también queremos ayudar.
— ¿Entonces hay más? —preguntó Ter— ¿No sólo los que vimos en monitoreo?
— Tampoco podemos enterarnos de todo —la consoló María José— si no has podido ayudar no es tu culpa. Pero tú y tu grupo fueron los que nos dijeron que podíamos ayudar, hiciste mucho más de lo que crees.
Ter no sonrió.
— Bueno —una voz de hombre resonó tras nuestras espaldas—. El gran Marcial y sus Llegados.
Al darme la vuelta vi a un hombre de unos treinta y tantos caminando hacia nosotros. Tenía el cabello claro, pero su piel ya estaba algo bronceada por vivir en el campo, su barba era muy espesa, pero también se difuminaba por lo clara que era.
— Marco —saludó Marcial con poco animo— espero que seamos de ayuda hoy. Chicos —nos habló a nosotros— él es Marco, es el líder de este campamento, vinimos a ayudarlo a él.
— Mucho gusto, Llegados —nos miró con seriedad—. Estoy al tanto de que ustedes dicen que vienen a ayudarnos, pero como sabrán, no puedo confiar en que un grupo de Llegados pueda auxiliarnos a combatir a otro grupo de Llegados, así que no me decepcionen, porque aquí no somos tan pacientes.
Fue todo lo que dijo antes de retirarse.
— Un poco de amabilidad para hacernos amigos, ¿no? —se rió Cetta.
— Es un desgraciado —dijo Jose— no le hagan caso. No tiene modales. ¡Ya ni porque vinimos a evitar que se muera!
— Cálmate, Jose —Marcial puso su mano en el hombro de la mujer— ya sabes cómo es.
— Chicos, váyanse a entrenar un poco —nos pidió ella—. Los ataques suelen ser por la noche, entonces tienen chance de hacer algunas cosas antes de que lleguen.
— Vámonos, chicos —nos llamó Ter.
Ter e Israel nos llevaron hacia un campo donde había más personas ajustando sus armas, algunos miraban por sus mirillas, otros las limpiaban, incluso había algunos golpeando sacos gruesos. Israel miró alrededor y dijo:
— ¿Por qué no les conseguimos unos cuchillos y tal vez una pistola a ellos? —sonrió.
— Sí —respondió Ter— apenas iba a decir eso.
Israel bajó un poco su cabeza y dejó de sonreír. Recordé el día en que trataba de convencerlo de dejarme salir de la celda, le dije que solía hacer cosas que no recibían reconocimiento, pero sólo lo dije porque su lenguaje corporal lo delató, ahora lo estaba viendo, y no era la primera vez que pasaba, sólo la que logré percibir más rápido.
Caminamos un poco hacia un grupo de jóvenes que estaban fuera de una pequeña cabaña, todos entre los dieciocho y los veinticinco años aproximadamente por lo que se veía, ellos, en cuanto nos vieron, dejaron de hablar, y concentraron su atención en nosotros. Cada vez me sentía más y más incómoda, pero era algo que debía enfrentar porque era lo que vinimos a hacer, así que, aunque era algo desagradable, sonreí y hablé con ellos.
— No mordemos —les dije— al menos no todos nosotros —solté un par de risitas.
— Bueno —una chica se puso de pie también sonriendo— si de verdad nos van a ayudar, un par de mordidas a los Llegados pueden hacer la diferencia.
— Si llega a ser necesario —sonrió Ficseto— no nos detendremos a pensar.
— Qué suerte que afilé mis dientes —Cetta se rió.
Nos acercamos un poco más a ellos, Cetta puso su mano sobre el hombro de Sonos para que éste pudiera acercarse sin timidez, aunque verlos juntos era divertido, porque Sonos era muy bajo y Cetta muy alto, pero se notó que Sonos tomó un poco más de confianza.
— Vinimos por un par de cuchillos para ellos —les dijo Ter— ya saben, por si se enfrentan cuerpo a cuerpo.
— Vayan adentro —la chica señaló la puerta— ahí hay un montón de cosas.
Abrimos la puerta que nos mostraron, adentro había una gran colección de diferentes armas blancas, cuchillos chicos, medianos, grandes y enormes, algunas navajas, incluso algunos palos y sogas.
— Siento que morí —Cetta bromeó— y me fui al cielo.
— Y yo me siento muy raro —contestó Sonos—. Ver todo esto es muy raro.
— Tienes razón —secundé—. No me siento cómoda haciendo esto, no sé si de verdad quiero hacerlo.
— Yo tampoco, Lífsero —Ficseto se paró frente a mí— y si quieren quedarse y no hacer nada está bien, no los voy a obligar. —Retrocedió un par de pasos—. Si prefieren no enfrentarse a esto está bien, es mucho para todos nosotros.
— Chicos —habló Israel— no pueden echarse para atrás ahora, ¿qué va a pasar con Marco y su campamento?
Sonos y yo nos miramos, traté de hacer una sonrisa para animarlo, pero lo que salió fue sólo un ligero movimiento con la comisura de mis labios, él hizo un gesto ladeando la boca y respiró.
— Tienes razón —se encogió de hombros— es lo que debemos hacer.
Deber. Esa palabra estuvo persiguiéndome los últimos meses sin parar, desde que entramos en los Combates y hasta ahora que estamos en La Tierra. Yo estaba consciente de que era buena en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, más bien porque sabía qué hacer, pero no me estaba sintiendo capaz de nada en ese momento. Todo para mí estaba siendo demasiado abrumador, tan solo haberles dicho a mis amigos que no me sentía cómoda fue difícil, no sabía cómo iba a lograr atacar a alguien. Pelear con Cetta en La Planta fue una cosa, somos amigos y claro que no tratábamos de matarnos, atacar a los animales del laberinto cuando estuve por mi cuenta me parecía más difícil que eso, pero igualmente lo hice, y en pruebas donde debíamos dispararnos, en casi todas ellas, me mantuve quieta y sólo me defendí. Ahora debía enfrentar a un grupo de estrellas que también nos querían muertos, estrellas que venían del mismo planeta que yo, por la misma razón que yo. ¿Cómo podría hacer eso?
Ese pensamiento estuvo rondando por mi mente durante todo el día, pero traté de fingir que nada pasaba, aunque lo dije mientras estábamos en la cabaña, no lo volví a mencionar y seguí como si nada, sonreí para las personas, animé a mis amigos, y entrené con ellos. Dimos unos golpes a los sacos que vi antes, que supe en ese momento que estaban llenos de arena, un par de personas nos dieron consejos sobre cómo atacar con cuchillos, y nos recomendaron guardar unos cuantos en lugares estratégicos:
— En las películas sobre apocalipsis —comentó un chico de pelo alborotado color negro— siempre llevan cuchillos grandes en la cintura, uno en los brazos y uno en una bota. Hasta ahora hemos enfrentado dos veces a algunos cuantos Llegados, y la verdad se ve muy bien cuando nos sacamos el cuchillo de la bota.
Se veía muy emocionado, así que le seguí el juego.
— Es un inmaduro —se rió una chica tras él— sólo habla de películas y libros, y sobre cómo lo prepararon para este momento.
— Hasta ahora me ha servido —se rió— supongo que no estoy tan mal.
Reí un poco con ellos mientras seguimos, y los dejé mostrarme algunas cosas que ellos dominaban mejor que yo, aunque yo venía a ayudarles a ellos, también podía y debía recibir toda la ayuda que llegara.
Estuvimos entrenando, comimos un poco y descansamos, todo eso como preparación para el gran momento, Marco envió un gran grupo de coches con todos los civiles que no iban a pelear hacia otros campamentos, el nuestro entre ellos. Cuando llegó el atardecer, ya teníamos todo preparado: Un grupo de alrededor de cincuenta personas se había colocado al frente, justo por la entrada del campamento que, a diferencia del nuestro, sólo tenía un lugar por donde llegar. Según Marco, había quinientos de su propio campamento, y aproximadamente quinientos más repartidos entre los siete campamentos que llegamos a auxiliar. Las estrellas, por supuesto, estábamos al en la parte frontal, justo después de la entrada.
Y de pronto los escuché: Naves. Naves se acercaban, había tres de ellas, todas llegaron a paso lento, las personas del frente comenzaron a disparar sin que les hayan pedido, las naves parecían no inmutarse.
Nuestra formación se volvió inútil cuando una de las naves se detuvo justo por encima del campamento, aparentemente, en realidad había dos entradas, nunca se nos ocurrió contar el cielo.
De la nave salió una luz que comenzó a iluminar el campo, parecía un día artificial, y empezaron. Las estrellas bajaron de la nave, todas dando saltos desde ella, aunque estaba a diez metros de altura, del lado de la entrada, las otras dos naves hacían lo mismo.
Cientos de estrellas descendieron y comenzaron a atacar, disparos se escucharon por todos lados, las personas también comenzaron a disparar, gritos ensordecían el lugar, todos corrían de un lado a otro y el resplandor del fuego hacía flashazos con cada bala que salía de sus armas.
— No dejen que nadie pase —nos gritó Marcial.
Corrió hacia el frente, porque las estrellas en la entrada eran demasiadas, el campamento en el que nosotros estábamos estaba al frente contra la mayor cantidad de estrellas. Nosotros corrimos hacia ellos también.
Las naves de los Llegados estaban disparando, no eran de la misma intensidad que las que se usaron en Clar, pero era muy fuertes. Las personas seguían disparando hacia ellas. Las estrellas comenzaron a bajar cada vez más hasta que llegaron directamente a la entrada. Estábamos encerrados.
Un grupo de ellos, con los rostros cubiertos, sacaron sus armas, se colocaron en fila y dispararon fuego hacia nosotros, Ficseto gritó con fuerza y cuatro de las camionetas se posaron frente a nosotros, levitando, y cubriéndonos del fuego, pero no fue suficiente, porque las tropas que no dispararon, llegaron desde los costados para atacar.
Ellos tenían otro tipo de armas, eran armas de energía, que, con un disparo, produjeron una onda que no pude escuchar, pero que igualmente me aturdía demasiado y lastimaba mi cabeza, como si fuera a estallar. Varios de los humanos cayeron al piso, sujetando sus oídos y gritando. Yo, aun con el dolor, corrí hasta que alcancé a uno de ellos.
Siempre fui mejor peleando que usando armas, por eso me abalancé sobre uno de los soldados y lo derribé, di un par de golpes antes de que otro de ellos me sujetara desde la espalda y me arrojara para levantar al otro.
Presioné los labios para usar telequinesis, y ambos salieron disparados hacia donde había más personas, que los atacaron sin dudarlo un segundo.
En el tumulto todo se intensificó, el ruido, la luz, y los disparos. No fue difícil saber quiénes eran Llegados, porque venían con uniforme, una armadura como la que vimos cuando estábamos encerrados en la nave de Tardius, era gris y parecía simple tela, pero tenía una línea blanca rodeada de rojo en cada manga, los de los campamentos sólo levaban ropa de civil.
No saqué mi arma, me acerqué hacia más de ellos, podía pelear, era lo que debía hacer, porque no era muy buena con la pistola.
Una de los Llegados trató de atacarme desde el frente con un arma que no reconocí, saqué los dos palos que me dio Ter y derribé su arma, se lanzó contra mí en medio segundo y soltó su fuerza con el puño en mi cara. Caí al piso y sentí que me tomó desde los hombros, aún en el suelo, lancé mis brazos hacia atrás para golpear sus costillas con las barras, se soltó de mí y me puse de pie. Lo vi retorcerse un poco antes de salir corriendo de nuevo.
Tenía habilidades que desarrollé en La Planta, pero no me estaban siendo muy útiles en estos momentos, la telequinesis debía usarla con moderación porque podría cansarme muy fácil, la telepatía no era una herramienta, el viaje astral no serviría ahora, y entonces lo pensé, dolor.
Varios de los soldados comenzaron a caer al piso, gritando como si los estuvieran golpeando, eso dio tiempo a que las personas los atacaran. Encontré a Cetta disparando, tenía su pelo rubio sujeto en la parte de atrás de su cabeza, y se veía como un verdadero soldado.
— ¿Estás bien, Lífsero? —preguntó.
— No mucho —respondí mientras otro Llegado se acerca— ¿Y tú?
— No me quejo.
Tres soldados llegaron junto con el que vi, Cetta y yo nos miramos, asentimos al otro, porque sabíamos qué debíamos hacer: Nos pusimos espalda contra espalda, y empezamos el ataque, los soldados trataron de sacar sus armas, pero ambos usamos telequinesis para impedirlo, sujeté a uno de los soldados mientras Cetta hacia lo mismo y los estrellamos uno contra otro, rematé al mío con la rodilla antes de lanzarlo contra el otro de los atacantes, que lo arrojó para que no le cayera sobre él y corrió hacia mí. Se lanzó tan fuerte que caí justo debajo de él, me golpeó en la cara una vez, hasta que Cetta me lo quitó de encima. Quedé aturdida por el impacto, y me levanté como pude.
— ¡Corre! —me gritó— ¡Yo me encargo! ¡Ve a ayudar al centro!
En la parte de en medio, donde ya había llegado gran cantidad de estrellas era donde todo estaba peor, los disparos no eran sólo de armas humanas, ahora también había armas de Álligi que soltaba ondas que producían un golpe en lugar de un sonido, estos golpeaban con más fuerza a las personas.
Encontré a Ficseto que estaba usando su telequinesis para protegerse y para atacar, con una mano golpeaba soldados y con la otra bloqueaba los impactos de las armas de Álligi.
Me dio tiempo de golpear un par de soldados más, trataba de usar solo las barras que Ter me entregó, y golpeaba puntos estratégicos. Tenía una mejilla ardiendo y sentí como se estaba hinchando por los golpes que recibí, pero no podía detenerme.
Ter llegó desde el otro lado, disparando hacia los soldados alrededor de mí cuando vio que no podía atacar del todo bien. Se dieron la vuelta para dispararle a ella, pero fue más rápida y se dejó caer al suelo mientras seguía avanzando. Derribó a uno de ellos con el golpe de su pie y jaló a otro con el brazo. Le quitó su arma y se puso de pie de golpe, disparó como pudo con el arma de los Llegados hacia dos de ellos. Los soldados que derribó se pusieron levantar, ella los golpeó con el arma que tenía en las manos, pero uno de ellos golpeó su abdomen y le sacó todo el aire. Me acerque a Ter antes de que ella jalara del uniforme a uno de ellos, y lo hizo caer al piso, yo corrí hacia el otro, que quiso golpearme, bloqueé su golpe y arrojé mi puño a su costado, después pateé su pecho y cayó.
— ¡LÍFSERO! —gritó una voz muy grave.
Me giré rápidamente y vi a Sonos moviendo sus brazos, estaba usando su telequinesis para arrojar a los soldados, pero no los atacaba, sino que ellos comenzaban a reírse. Sonos estaba controlando sus sentimientos para que rieran y no pudieran atacarlo. Algunos de ellos se quitaban las máscaras para obtener más aire, pero no servía de nada, sus rostros estaban rojos y parecía que sus ojos saldrían de sus cuencas.
— No sé qué más hacer —me dijo.
— Eso está muy bien —le sonreí.
Y comenzaron, las explosiones comenzaron pero no eran bombas ni nada por el estilo. A lo lejos se produjo un fuerte brillo mientras se escuchaba la explosión y el polvo de estrellas salió por todas partes. Luego comenzaron más y más, las estrellas estaban teniendo decesos, no sabía cuántas personas habían muerto, pero las estrellas ya lo estaban haciendo.
Entre más estrellas llegaban al área de Sonos él más nervioso se veía, no parecía que estuviera cansado o que le costara trabajo usar sus habilidades, y lo había demostrado antes, él no era malo en eso, sólo era tímido, ahora estaba mostrando una parte de su potencial en esto.
— Seguiré —me dijo— corre a ayudar más.
Noté que las explosiones asustaban tanto a estrellas como a personas, pero a ninguno de ellos les afectaba, no les producía ningún daño, sólo hacía que unas cuantas cosas materiales se movieran, pero no muy lejos, sólo un par de metros.
En ese instante, escuché un grito colectivo, y miré al centro. Encontré a Ficseto de nuevo, él esta vez se veía iluminado por la luz de una nave que estaba cayendo. Mejor dicho, que él estaba derribando, pero cada individuo dentro del perímetro donde impactaría la nave eran estrellas, ninguno era persona, seguramente él lo planeo antes.
La explosión fue instantánea, tanto la de las estrellas como a de la nave, lo que provocó que partes de la nave volaran por toda el área, y comenzaron a prender fuego en algunos lugares, y algunos peleadores.
Corrí de nuevo para ayudarlos, pero un soldado me derribó desde un costado, caí sobre mi brazo y sentí que se doblaba de una manera dolorosa, grité muy fuerte porque era lo único que podía hacer. De nuevo fui golpeada en la cara, en el mismo lugar que los otros dos golpes, y luego en el otro lado. Seguía aturdida y no me podía mover, tenía las manos sujetas a mis costados, por las rodillas de quien estaba sobre mí, no tenía ya fuerza. Estaba mareada, pero pude ver cómo levantaba el brazo para propinar el siguiente golpe, presione los labios y lo detuve, elevé su brazo para quitarme a esa estrella de encima, se retorcía para zafarse, pero no lo lograba.
Uno de los del campamento se lanzó contra la estrella, no vi quien era, pero supe que ya no era mi problema. Me di vuelta aún mareada, veía con difusamente cómo el del campamento golpeaba a la estrella pero no podía voltear la cabeza. Al otro lado de mí, uno de los trozos de nave estaba en llamas, traté de alejarme del fuego arrastrándome porque no me podía poner de pie, y en ese mismo instante, como si fuera planeado, la estrella explotó, al igual que la parte de la nave.
Recibí todo el impacto de ambas explosiones, tan cerca que volé unos metros. Ya no sabía ni qué podía hacer.
Mientras me recuperaba, pero aún aturdida, me levanté, me dolía pisar, me dolía el brazo y me dolía respirar. No podía moverme sin que algo me doliera, pero tenía que seguir.
Desde donde estaba parada, vi cómo las otras dos naves se desplomaban contra el suelo, esta vez provocado por el esfuerzo de las personas de derribarlas y no de Ficseto.
No supe si fue porque estaba muy aturdida, pero ahora podía percibir algo extraño, cuando las naves cayeron, un ligero resplandor morado se dibujó alrededor de ellas y luego se apagó. A lo lejos unas cuantas estrellas explotaron también, y pude ver ese mismo resplandor, seguramente ya estaba muriendo, pensé.
Podía ver cómo las personas comenzaban a detenerse, ya no estaban peleando con la misma intensidad, algunos ya no tenían a quien enfrentarse, demasiado polvo de estrella se esparcía por todo el aire, y se acumulaba cada vez más con cada explosión nueva que llegaba, hasta que se convirtió en un aligera neblina con brillo por todos lados. Estábamos ganando, y yo estaba cayendo.
Cada vez había menos estrellas y más personas ayudándose entre sí, sentía que me estaba recuperando, podía respirar mejor y ya no estaba tan mareada, pero un nuevo soldado corrió hacia mí, no me di cuenta sino hasta que se estrelló contra mí, de que en realidad estaba huyendo de alguien. Cuando llegamos al suelo, fue porque caímos uno al lado del otro, lo miré asustada y sin poder reaccionar, en un par de movimientos, vi cómo se comenzó a levantar para posarse sobre mí, pero esta vez sí me pude preparar, y contra todo lo que pensaba, contra todo o que creía, y casi contra mi voluntad, saqué el cuchillo que aquel chico puso en mi bota, y lo levanté mientras el soldado se abalanzaba contra mí.
No supe qué sentí cuando mi arma atravesó la parte libre de su cuello entre su uniforme y su cara, pero supe que no sentí nada bien cuando la sangre brotó de los costados de la máscara, fue una sensación de pánico y arrepintiendo.
Me lo quité de encima, y me quedé a un lado esperando a que explotara, pero no lo hizo, tal vez seguía vivo. Volteé a verlo, y estaba aún tosiendo, se quitó la máscara, sólo para descubrir algo terrible:
Era el mismo chico que me dio los cuchillos.
Por primer vez en mi vida le arrebaté a alguien la suya, sabía que eso pasaría tarde o temprano en esta guerra, pero se la quité a quien estaba de mi lado. En realidad estaba usando un suéter que era parecido al uniforme de los Llegados, y tal vez se puso la máscara para protegerse, pero en mi aturdimiento y la sensación terrible de los golpes y el dolor, no pude notarlo.
Maté a una persona.
A lo lejos se escuchó un barullo potente, las personas celebraban que obtuvieron la victoria sobre las estrellas. Yo finalmente me desmayé, pensando en lo que acababa de hacerle al pobre chico.
Hola!
Ay, Lísfero, qué has hecho?! Ahora qué va a pasar?!
Díganme sus teorías y comentarios, y si les gustó dejen su voto!
Valar Morghulis!
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