CAPÍTULO 8

— ¿Tienen habilidades físicas, no? —preguntó Ter— como combate cuerpo a cuerpo y todo eso.

— Pues era parte de nuestro entrenamiento en La Planta —le dije yo— supongo que sí.

— Bueno, por ahora, entonces, tendrán que ir al campo de tiro —nos señaló— será lo que entrenarán, ya después nos encargamos de lo demás. Busquen a Víctor, él será quien les ayude.

Todos asentimos al mismo tiempo, y comenzamos a caminar.

— Por cierto —nos detuvo— ¿alguna señal de sus amigos marcianos?

— Hasta ahora —respondió Ficseto— ninguna. Pero ya nosotros enviaremos una señal a la Resistencia en cuanto podamos, nada que pueda delatarnos, sólo un pequeño indicio para que puedan rastrearnos.

Ter asintió y se fue.

Ter estaba algo afectada del día anterior, se le veía muy distante y parecía que tenía problemas para hablar con cualquiera que tratara de hacerlo. Asumí que se debía a todo lo que pasó con Gonzalo y Daniela, y con que ahora ellos estaban permanentemente en el campamento, pero no podía saberlo, porque no tenía noticias de ellos aún, no sabía si se habían quedado o no.

Les hice una señal a mis amigos para que me siguieran hasta el campo de tiro.

El campo de tiro, en realidad era un área fuera del campamento donde no había nada alrededor más que una pequeña cantidad de personas, y algunos blancos a cierta distancia de ellos. A unos cuantos metros de ahí, un hombre de mediana edad monitoreaba a las cinco personas que estaban disparando sus armas, estaba tan concentrado en ellos que no nos vio llegar hasta que estuvimos justo a un lado suyo.

— Hola —saludé— Ter nos envió.

— Oh, claro —nos miró— los Llegados, ¿no?

Mis amigos y yo nos dimos unas cuantas miradas, claramente el hombre se sintió mal por lo que dijo, pero no trató de arreglarlo.

— No se preocupen —nos dijo— confío en que Ter y Marcial hacen lo correcto, no tengo de qué temer, ¿no?

El hombre frente a nosotros era un poco más bajo que Ficseto y tenía una barba con algunas canas en ellas, usaba lentes para mejorar su vista y llevaba un gorro verde, sus ojos expresaban entusiasmo, pero el resto de su cuerpo se veía perezoso, contradiciendo su expresión.

— Me llamo Víctor —dijo él— ayudo con la práctica de tiro, ellos están por terminar, así que seguirán ustedes después, ¿está bien?

— Correcto —dijo Ficseto y asintió hacia él.

Nos alejamos un poco de donde estábamos, y fuimos a esperar en una banca mientras los otros terminaban. Pasaron algunos minutos y Víctor se acercó a ellos, les dijo algunas cosas que no pude escuchar y ellos ponían atención y asentían hacia él, después de un rato se fueron.

Víctor se acercó a nosotros, en sus manos llevaba dos cajas, una de ellas nos la dejó a los pies, tenía dentro orejeras y armas.

— Tomen la que gusten —nos dijo— y luego vengan conmigo al campo.

Cada uno de nosotros tomó lo que nos pidió, Sonos se puso sus orejeras, pero se las quitó cuando vio que todos las habíamos puesto en nuestro cuello. Fuimos hasta donde estaba Víctor, y me di cuenta de qué tenía la otra caja, eran las municiones, nunca antes había visto balas, pero sabía que estas se veían extrañas.

— ¿Alguna vez han disparado un arma? —preguntó Víctor.

— Pues... —Ficseto tartamudeó— hubo un ataque en Clar hace unos meses, y usamos armas como estas para contraatacar, pero creo que nadie las usó correctamente.

— Entonces sí las han usado, ¿no? —sonrió— ¿cómo se sintieron cuando las usaron?

— Yo no la usé —repuso Cetta— yo estaba corriendo por otras razones, pero no pude usarla.

— Yo sólo disparé dos veces —le dije— pero en ambas ocasiones estuve a punto de tirar mi arma por la fuerza con la que salían las balas.

Víctor asentía a lo que le decía.

— Yo sólo la usé para aparentar —le dijo Sonos— en realidad no disparé.

— Yo sí pude dispara varias veces —le dijo Ficseto— y cuando sentía que mi arma caería usé telequinesis para sostenerla. Supongo que hice trampa.

— Muy bien —Víctor se veía extrañado con el último comentario— bueno, supongo que tú sólo deberás practicar la puntería, ¿no?

— Eso creo.

— No sabes usarla, chico, pero para eso estamos aquí, ¿no? —le respondió—. Aunque fue un buen truco usar tus habilidades alíen, no es lo correcto. No es tan difícil y seguro que puedes hacerlo mejor. Y los demás, disparar un arma no es un juego, y deben usarlas sólo cuando sea necesario. Las armas de fuego son duras y dan un culatazo cuando las disparas.

— ¿Qué es culatazo y por qué suena tan mal? —preguntó Cetta.

— Lo que le pasó a tu amiga... —me señaló esperando algo.

— Lífsero —dije yo.

— A Lífsero, cuando disparó, la pistola se aventó por la fuerza con la que se dispara, y eso es precisamente lo que se debe evitar. Se soluciona con un poco de práctica, o si pueden hacer lo mismo que... —señaló a Ficseto.

— Ficseto —le dijo él.

—... lo mismo que Ficseto, de usar sus poderes para que no pase, también pueden hacerlo, pero mejor acostúmbrense a usarlas como es, ¿no?

» ¡Oh, miren! —continuó él— tenemos más alumnos para el grupo.

Miramos hacia donde Víctor había señalado, llegando desde el otro lado del campo, dos manchas rojas se acercaban a dónde estábamos, cuando estuvieron más cerca, me di cuenta de que eran las cabelleras pelirrojas de Gonzalo y Daniela. Pasé algo de tiempo sin saber de ellos, por lo que me alegró ver que estuvieran aquí. Los dos sonreían cuando llegaron hasta nosotros, y nos abrazaron uno por uno.

— ¡Qué alegría que se hayan podido quedar! —le dijo Sonos a Daniela cuando ella lo abrazó.

— Me da gusto verlos —les dije a ambos.

— Sí, bueno, no fue nada fácil —Daniela volteó los ojos—. Por poco nos piden que nos vayamos, parece que no aceptan a cualquiera en éste campamento.

— De hecho —interrumpió Víctor— Marcial es algo reservado con quién entra a éste lugar y quién no, dice que es por precaución. Supongo que revisaron su piel, ¿no?

— Tan cierto como lo fue de incómodo —respondió Gonzalo agitando la cabeza—. ¡Ni siquiera sé cuál era su objetivo!

— Pues ver que no fueran de los Llegados, está claro, ¿no?

— ¿Cómo saben quién es un Llegado y quién no? —preguntó Daniela, aunque era una duda que yo también tenía.

— Fíjense en esto —Víctor nos miró a todos.

Se acercó a Cetta y tomó su antebrazo, Cetta reaccionó algo incómodo, pero le siguió el juego. Víctor caminó, aún sujetando a Cetta, hacía nosotros y nos pidió que viéramos con mucha atención.

— Fíjense —pidió—. ¿Sí ven?

Yo no era capaz de percibir ninguna diferencia real más allá del tono de piel, Cetta era muy blanco, y Víctor era más moreno.

— ¡Chequen! —nos miraba—. La diferencia entre la piel humana, y la de los Llegados, es que su piel brilla.

¡Imposible! Pensé, no puede ser cierto. Viví toda mi vida con la misma piel y con las mismas estrellas, me habría dado cuenta si nuestra piel emitiera brillo o no, era ridículo no notar algo como eso. Los pensamientos de escepticismo invadían mi mente, pero mis ojos seguían fijos en los brazos sujetos de Cetta y Víctor, tratando de encontrar aquél brillo del que hablaba.

— No lo pueden ver así como así, ¿no? —siguió— tienen que poner mucha atención y practicar bastante para poder hacerlo. Por eso nosotros ya podemos, ya hemos visto a muchos de ustedes, y sabemos cómo se ven. Sigan tratando, cuando tengan chance, ahorita hay que practicar esto.

Por un momento, había olvidado que seguíamos en el campo de tiro, no pudimos continuar por la noticia de la llegada de Gonzalo y Daniela y luego con lo del brillo, perdí el hilo de lo que estaba haciendo.

Víctor continuó hablando sobre la importancia de usar un arma sólo cuando era necesario y nunca herir a nadie por venganza o placer. Era un hombre profundo, nos habló sobre distintas experiencias que tuvo para continuar el tema, aunque en muchas ocasiones decía "¿no?" Justo después de terminar una frase.

Nos dio instrucciones muy precisas sobre el uso correcto de un arma, sobre cómo armarla, cómo cargarla, cómo sujetarla y cómo disparar, todo eso con ejemplos que él mismo hizo con su arma y luego nos ayudó a hacerlo a nosotros. Al principio sujetaba nuestras manos, tratando de mantener su distancia entre los torsos, luego los hombros para mejor postura, he incluso dando golpes con sus pies en nuestras piernas para tener un ángulo correcto.

— Todo esto —nos decía— es más para mejorar sus disparos, porque la puntería ya la vamos a ver después, ¿no?.

No puedo decir que fui buena en el uso de armas porque estaría mintiendo, pero tampoco me fue muy mal, de vez en cuando, la pistola daba el culatazo y me asustaba, pero en algunas ocasiones podía mantenerla firme. Cada vez que presionaba el gatillo sentía vibración en mis manos, además de un poco de calor irradiando de él, era una sensación poco agradable a la que no me acostumbré durante la hora y media que tuvimos para practicar antes de que llegara el siguiente grupo.

— No se preocupen si no les salió —Víctor nos consoló— es normal fallar al principio, pero se van a ir acostumbrando, ¿no?. Igual estás balas son falsas, las hicimos con palitos y papel, así que se pueden usar cuántas gusten.

— ¿Y las usan también en ataques? —preguntó Daniela.

— ¡No! ¡¿Cómo crees?! —se rió—. Tenemos balas de verdad, pero las usamos precisamente para eso, cuando las necesitamos y ya. No queremos desperdiciarlas en entrenamientos, ¿no?.

» Pero, bueno, ya le toca al otro grupo, los veo al rato, ¿no?

— Aquí estaremos —le dije sonriendo.

Dejamos armas y orejeras en la caja en qué estaban antes, y nos alejamos del lugar. Era estridente la sensación que quedó en mis oídos cuando salí de campo de tiro, no lo había notado estando dentro, porque escuchaba como si todo estuviera detrás de una pared, seguramente, el sonido de los disparos me aturdió un poco, pero teniendo las orejeras puestas no podía percibirlo.

Ter nos había dicho que debíamos entrenar dos veces en el día, porque con tan poco tiempo antes del ataque sería crucial, así que volveríamos cinco horas después de la última y si quedaba tiempo una tercera vez, para estar preparados.

No teníamos mucho que hacer, así que nos dirigimos a la cerca que dividía el campamento y el resto del mundo. Un mundo que no era como lo recordaba de los pocos días que estuve en él, y que no era como Kano dijo cuando nos lo mostró por primera vez, pensar esto me hizo enfadar un poco, pero no podía dejarlo salir sólo porque sí, y menos con mis amigos, que ellos no eran los culpables de esto.

— ¿Qué hicieron para poder quedarse? —les preguntó Cetta a Gonzalo y Daniela.

— Sacrificios humanos —respondió Daniela.

— Tuvimos que hablar sobre por qué merecíamos ser parte del grupo. —Gonzalo miró extrañado a Daniela—. Y cómo nosotros llegamos con ustedes, dijimos que conocíamos más de cerca a la Resistencia, y eso nos dio ventaja.

— Para ser alguien tan selectivo —se rio Cetta— no se detuvo mucho a pensarlo.

— Sí, sólo que nos pidió ver nuestra piel, y tuvimos que mostrará nuestros brazos. Le dije que por qué no sólo la cara y me contestó que no era suficiente, pero bueno.

— ¿De verdad brillamos? —les pregunté—. Quiero decir, por 19 años he sido una estrella y nunca he visto un ligero atisbo de brillo.

— Tal vez porque están acostumbrados a eso —sugirió Gonzalo—. Como un acento, nadie nota que tiene acento hasta que sale de su país y hablan de otro modo.

— ¿Tú notas brillo? —preguntó Ficseto.

— Yo no —se encogió de hombros— pero tal vez sea porque no lo he practicado. Víctor dijo que no se ve a simple vista.

— Entonces tenemos más cosas que practicar —Cetta giró los ojos—. Qué emociónate —dijo en todo plano.

— ¿Entonces cómo sabremos mañana quiénes son estrellas y quienes no? —pregunté—. Tendríamos que ver si atacamos a los civiles o a las estrellas, sería arriesgado para ellos.

— Debemos concentrarnos más —Ficseto se levantó— si no podemos distinguir quiénes son personas tampoco podemos pelear para ellos.

Ficseto camino hacia Gonzalo, lo miró un segundo con la palma levantada hacia él, Gonzalo respondió el gesto levantando su brazo. Se sujetaron por el antebrazo como lo hizo Víctor con Cetta, y caminaron hacia nosotros.

— Vean —pidió Ficseto— el brazo de una estrella al lado del de una persona. Uno de los dos brilla, ¿ven algo?

— No —respondió Cetta en seco.

— Concéntrate —Ficseto subió muy poco su tono—. Seguro que podemos. Lífsero —me miró— tú eres quien suele ver detalles, ¿puedes percibir alguna diferencia?

Lo miré detenidamente durante un rato, el brazo de Ficseto era más claro que el de Gonzalo, y Gonzalo tenía más vello, lo cual hacía más brillante la piel de Ficseto y más apagada la de Gonzalo, y hacía más difícil percibir cualquier brillo.

— Sonos —lo llamé— tu brazo es más similar al de Gonzalo —él miró su brazo— ¿por qué no pasas tú?

Sonos se acercó a Gonzalo y extendió un poco su brazo, como con miedo de tomarlo, lentamente colocó su mano sobre el antebrazo de Gonzalo. La diferencia era menor, Sonos y Gonzalo tenían la tez más parecida, y una cantidad de bello similar, sólo el brazo de Sonos era más pequeño al ser más bajo que Gonzalo. Incluso con la ventaja de ver pieles similares, no lograba percibir ningún tipo de brillo. No sabía si debía ver el destello de una estrella, o simples chispas esparcidas por la piel de mi amigo, o si sería un tono uniforme, o de algún color, no tenía idea si...

— ¡Ya lo vi! —gritó Daniel eufórica—. Ay, no, ya no lo veo...

— ¿Qué viste? —preguntó Sonos— ¿sí brillo?

— ¡Sí! —seguía emocionada—. Bueno no... ¡No sé! —tartamudeaba— es que... no era como un brillo como tal, sí brillaste, pero no...

— Daniela —Gonzalo tomó su hombro— relájate. ¿Qué viste?

— Bueno... —respiró más tranquila— sí fue un brillo, pero uno muy apagado, fue como ver un halo, más bien. Pude percibir una especie de halo negro alrededor de su brazo, pensé que era su sombra, pero se veía como que se movía, entonces levanté la mirada y lo vi alrededor de todo el cuerpo de Sonos. Pero me emocioné mucho y parpadeé, fue cuando ya no había brillo.

Víctor había mencionado que este brillo estaba en la piel, y Sonos llevaba bastante piel por fuera, usaba tirantes y pantalones cortos, no era extraño que Daniela pudiera ver el halo por todo su cuerpo.

— Sonos es estrella Negra —dijo Cetta— tal vez brillamos de nuestro color. Yo brillo Azul, Ficseto Verde y Lífsero Blanco.

— Me parece muy curioso —agregó Ficseto— ¿Por qué yo no veo nada?

— Como dije antes —Gonzalo se soltó de Sonos— nosotros no hemos visto con su piel todo el tiempo, sólo estos últimos meses, supongo que debe ser más fácil para nosotros notar algo como eso.

— Seguiremos practicando —nos pidió Ficseto— a lo largo del día buscaremos el modo de encontrar ese brillo, puede ser muy útil también para nosotros.

No me había quedado totalmente conforme. Me parecía muy importante poder ver el brillo del que hablaban, pero no podía lograr percibirlo. Tal vez me faltaba relacionarme más con estrellas y personas al mismo tiempo, para practicarlo, pero no sólo los que conocía, necesitaba ver a más.

A lo largo del día, en nuestros ratos libres, trataba de buscar el brillo, pero no lograba nada, noté que mis amigos también lo hacían, porque se quedaban mirando a los que éramos estrellas de maneras algo incómodas, y eso los delataba.

Buscamos el modo de acercarnos a más personas, conviviendo con ellos, contando historias sobre cómo era la vida en Astéri y cómo nos relacionábamos o cómo estábamos compuestos, mientras ellos hacían preguntas a nosotros también. Encontramos a Israel en uno de los grupos, y él también se interesó en nosotros, así seguimos hablando con todas las personas que pudimos. En realidad, todo tenía una intención: Que nos conocieran. Que supieran que no éramos malos y que estábamos con ellos, era lo que necesitábamos, que confiaran en nosotros.

Cuando volvimos al campo de tiro para practicar, Víctor hizo algunos chistes sobre nosotros tratando de encajar en el campamento, y luego nos hizo practicar hasta que me dolieron los dedos, aunque sentí un poco más de estabilidad, sabía que aún no dominaba el ejercicio, no estaba del todo preparada, pero de todos modos podía usar lo poco que tengo de telequinesis para auxiliarme.

La noche se veía oscura, y las estrellas eran más fuertes en el cielo sin luna, en algún lugar, que seguramente cambiaría por estrategia, Tardius estaría viendo el mismo cielo, y buscando mejores modos de atacar, tratando de encontrar el modo de reclutar a más estrellas a los razonamientos infames que se arremolinaban en su cabeza, y serían la destrucción de un planeta soberano.

Antes de ir a dormir, caminé hacia el campo de tiro, no había nadie después del crepúsculo porque la luz no era suficiente para practicar, por lo que me encontré solitaria en él. Caminé un poco más lejos que eso, como para no ver ni siquiera el campamento, el campo estaba vacío, no había nada a la vista más que pasto crecido de manera caprichosa, un par de cerros, como los llamaron los del campamento, y el cielo nocturno.

Y grité.

No supe por qué. Tal vez ira, tal vez frustración, tal vez aflicción. Tal vez miedo. Ya estaba al límite de mis capacidades y de lo que podía soportar.

Grité con toda la fuerza que tenía en ese momento, no supe cómo, supuse que fue la fuerza de mis sentimientos, pero incluso levanté algunas rocas y cosas que había en el piso con telequinesis, ni siquiera hice mi gesto. Grité desde el corazón, con los puños presionados y la garganta raspando, los ojos inundados con lágrimas, pero la boca seca, y con el esfuerzo del estómago y los pulmones.

El día en que Tardius me secuestró, justo antes de la noticia de que atacaban Clar, Cetta dijo algo que no tuve tiempo de procesar, el dijo: "Ficseto es el más honesto de los tres", él se refería a que Ficseto sí era capaz de mostrar sus sentimientos, mientras que él y yo siempre tratábamos de vernos fuertes, y es justo lo que estaba haciendo en ese momento.

Siempre que me sentía mal, fingía que estaba bien para que ellos vean que estaba bien por ellos, pero cuando tenía un poco de tiempo libre, corría, corría y me escondía, y gritaba, y golpeaba cosas, y lloraba, y me quedaba mirando el cielo pensando en qué los hacía fuertes a ellos, y nunca lograba entenderlo.

Todos me habían dado mucho de ellos, todos habían aportado a mi crecimiento, y me mostraban su amor al grado de arriesgar su integridad y sus vidas por mí, no podía pagárselos con debilidad. Tenía que ser fuerte, tenía que luchar por ellos, tenía que mostrar que lo que me daban era suficiente para mantener mi estabilidad emocional y mental, pero ya no lo estaba logrando.

El día siguiente tenía que salir a defender por primera vez al planeta en el que teníamos contemplado vivir, y no sabía si podría lograrlo, si mis habilidades serían suficientes para esta prueba, si mi voluntad sería suficiente para soportarla, si yo era suficiente.

Pero tenía que ser fuerte, aunque esto me estuviera devorando por dentro.


Hola!

Lísfero no siempre puede ser fuerte, supongo que nadie, por mucho que quieran aparentar que sí. Qué pensaron del final del capítulo? Qué piensan de Lísfero ahora?

Espero que les guste el capítulo! El que sigue viene con fuerza, así que estén preparados para el martes!

Valar Morghulis!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top