CAPÍTULO 5
Marcial le dio la orden a Teresa de que nos diera un recorrido por las instalaciones. Las personas no ponían nombres a sus lugares o grupos como lo hacíamos en Astéri, entonces muchas de las cosas no supe cómo llamarlas y tuve que darles nombre yo misma.
— Aquí está el campo de tiro —nos dijo Tersa llevándonos a un campo amplio y vacío—. Tenemos pocas municiones, así que usamos balas hechas de madera y papel para practicar.
— ¿Se pueden hacer balas de papel? —preguntó Daniela, sorprendida.
— A mí también me impresionó cuando me enteré —le respondió riendo.
» ¿Saben usar armas? —preguntó al grupo. Nadie respondió—. Sí, eso supuse. Bueno, aquí les vamos a enseñar, pero tengan paciencia, no será cuando ustedes gusten.
— Oye, Teresa —le llamó Cetta— ¿cuándo podemos practicar? Digo, si quieres yo puedo llegar y hacerlo solo, pero supongo que no querrías.
— Seguramente mañana se pueda, tendrán que practicar y usar algunas armas. —Miró hacia el campo—. Si tienen alguna de sus armas alien, pueden bridárnoslas sin problemas.
Teresa había abandonado su postura de oficial, ahora era más afable y sonreía más seguido, ya no se veía enojada, sino relajada y bastante amable. Tal vez esa era la verdadera Teresa.
— Por cierto —nos miró a todos— llámenme Ter. —Sonrió.
Siguió caminando. Fuimos detrás de ella. Antes del campo de tiro nos había mostrado las otras instalaciones de los asilos, el granero, los cultivos, y los baños, ahora nos estaba mostrando lugares que, ella dijo, no eran tan importantes.
En el campo abierto del campamento era donde había más movimiento, había personas por todos lados haciendo diferente actividades, algunos golpeaban sacos, algunos niños jugaban y algunos adultos hacían actividades de hogar.
— Ésta es el área común —nos enseñó Ter—. Esta es para hacer cualquier cosa. Por allá —señaló unas personas pedaleando si moverse en unos aparatos con cables— es la fuente de energía. Ellos pedalean esas bicicletas para crear electricidad, puedes estar ahí por deber, todos tenemos que hacerlo alguna vez, o por castigo. Porque obviamente tenemos reglas. Son las básicas, no peleas, no herir, no robar, y esas cosas, ya saben. La energía se trabaja de día y se almacena para la noche, igualmente tratamos de no usar demasiada para ahorrarla.
— ¿Marcial ideó todo esto? —preguntó Sonos.
— Mira, según Marcial, al principio sólo eran unas diez personas, por lo que fue fácil ser el que le dio orden a las cosas —hizo comillas en esa frase—. Luego se fueron encontrando con gente que buscaba refugio, y llegamos a los más de mil habitantes, de ahí, cada uno fue aportando algo, pero siempre se vio a Marcial como el líder. No lo ideó todo, pero lo mantienen bajo control.
» Por cierto, él tiene su casa de campaña en la parte de adelante —miró a lo lejos— por allá, la primera en la entrada —señaló—. Casa de campaña, o tienda o carpa, no sé cómo la llamen en Atlantis.
— ¡Es Álligi! —Cetta volteó los ojos.
— Te dije quera nombres fáciles de confundir —Daniela le dio un codazo a mi amigo. Luego le volteó la cara haciendo que su rojo cabello callera sobre la cara de Cetta.
— Los pelirrojos son los peores —dijo Cetta, sacando un cabello de su boca.
— No todos somos malos —agregó Gonzalo, riendo.
La entrada del lugar era sólo una valla muy alta, luego había un área donde había algunos vehículos, más allá, algo espacio libre, que era donde estábamos, y finalmente las carpas, unas más grandes que otras.
— La primera es la de Marcial —siguió Ter— dice que es por si alguno de los Llegados viene, él será el primero en saberlo.
— ¿De verdad hicieron tanto daño? —preguntó Sonos—. ¿Ahora tienen que vivir de este modo?
— Las tropas de los Llegados invadieron las ciudades —dijo Ter con pocos ánimos— empezaron con las más grandes, luego las más pequeñas. Hasta ahora, los campos, barrancas y bosques son nuestras áreas seguras, por lo menos hasta que nos encuentren...
Ficseto hizo un gesto de esos que hacía cunado se sentía culpable, y esta vez estuve de acuerdo con el sentimiento. No lo hacía culpable a él, sino que yo también lo estaba sintiendo, sentía que, de alguna manera, era culpa mía por no haber impedido que Tardius llegara a la Tierra, pero tampoco podía hacer demasiado estando atrapada dos veces seguidas.
Llegamos a un área llena de automóviles, unos grandes, otros chicos, y otros con ruedas muy gruesas, y la nave en la que llegaron mis amigos. Al fondo había una pequeña cabaña y se veía algo de movimiento dentro. Caminamos directo hasta ella, en cuanto se abrió la puerta vimos a tres personas sentadas delante de pantallas, tecleando; justo en medio había una mesa de madera, las paredes y suelos eran del miso material.
— Aquí es monitoreo —nos dijo—. Ellos se encargan de vigilar los viajes, entradas, salidas, y cualquier movimiento fuera de nuestro campo. Ellos encontraron su nave.
— Muchas gracias —les dijo Cetta.
— Ellos nos informan de todo lo que pasa aquí —continuó Ter— son los ojos y oídos de este lugar. Casi imburlables.
— ¿Casi? —preguntó Daniela sonriendo.
— Sí, casi —Ter se rió.
Caminó hacia una de las paredes del lugar, donde colgaban distintos aparatos muy arcaicos que no reconocí.
— Estos son radios —dijo y tomó unos aparatos rectangulares pequeños con antena— algunos le dicen wokitoki por aquí, pero eso es por una mala pronunciación del inglés. Ustedes digan radio, y tomen uno.
Nos dio uno a cada estrella.
— Sólo presionen el botón para hablar y suéltenlo cuando terminen —hizo una demostración de sus instrucciones—. Úsenlos con sabiduría.
» Por cierto que debemos programar los viajes para que los humanos regresen a sus hogares. Podemos usar su nave, si no les molesta —se dirigía sólo a Ficseto esta vez— y tenerlos a salvo.
— Me parece lo mejor —dijo él.
— ¡Yo no me quiero ir! —gruñó Daniela—. ¡Ya se los he dicho!
— Yo tampoco, Daniela —le dijo Gonzalo— pero tenemos que ver a mi mamá para que sepa que estamos bien. Ella debe de estar devastada.
Ter miraba a Gonzalo mientras él hablaba con Daniela. Las miradas que Ter y Gonzalo se daban mutuamente eran bastante peculiares, sabía que se conocían de antes, eso era seguro, pero parecía que ocultaban algo de los demás.
— Pero vamos a volver —le dijo Daniela—. ¿Verdad?
Gonzalo nos miró de nuevo a nosotros, su mirada suplicaba ayuda, pero realmente no sabía si esperaba que dijéramos que sí o que no.
— No te podemos asegurar eso, Daniela —le dijo Ficseto, con su tono diplomático.
La expresión de Daniela dijo más que cualquier palabra que hubiese podido decir. Simplemente calló y tragó saliva.
— Preparen el viaje lo antes posible —dijo al fin.
No hubo palabras durante unos segundos, ni siquiera quería ver la cara de Daniela.
— Por favor —le dijo Ter a una de las que estaban sentadas tecleando—. Y avisen a Marcial cuándo podrán partir.
***
Por la noche, hubo algo que me mantuvo despierta, no quise decírselo a los demás porque no estaba segura de si de verdad estaba pasando, pero sabía que no era nada bueno, por lo que decidí asegurarme de no estar haciendo algo tonto, y abrí mi mente de nuevo.
Estaba asustada de lo que podría ver, pero eso no me detendría. Nunca antes había podido hacer algo así, la telepatía era una herramienta, no una habilidad, por lo que no podría crecer, y definitivamente no me haría tener visiones de lo que estaba pasando en otros lugares; y aun así pude hacerlo:
Esta vez vi a Tardius, era su rostro, tan amigable como siempre se proyectó. Sólo pasó un instante antes de que él también se diera cuenta de lo que estaba viendo. Sonrió un poco, y dijo:
— Lífsero —asintió con la cabeza.
No cerré mi mente, salí de la carpa donde nos dijeron que dormiríamos y corrí a buscar algo donde pudiera ver mi reflejo, necesitaba saber si yo seguía aquí o si era algo más. A unos metros había una camioneta (como las llamó Ter), que quedaba cerca de una lámpara, por lo que pude verme reflejada en la ventana. Seguía siendo mi cara, pero en mi mente seguía viendo la de Tardius.
— Ahora también puedo verte —dijo él—. No te preocupes, estoy solo. Girio no puede entrar a tu mente. Parece que sigues creciendo también.
— No creo que se deba a eso —le respondí—. El día en que recibiste el suero estuve ahí, me proyecté para verte, tal vez me conecté a ti de alguna manera.
— Es muy curioso, puedo ver lo que tú ves, y lo que yo veo, supongo que, como yo estás frente a un espejo.
— Algo por el estilo —le dije, con tono serio.
— Lífsero, sé que no eres de muchas palabras, pero no tienes porqué ser así de descortés.
No respondí, quería escuchar qué tenía para decirme.
— También sé que sólo viniste a saber si efectivamente me habías visto o no, y es la misma razón por la que yo permití que entraras a mi mente, Lífsero. Pensamos lo mismo.
— No puedes saber qué pienso... —me interrumpió.
— Te voy a decir una cosa, ustedes y yo no somos muy diferentes... —ahora lo interrumpí yo.
— No nos parecemos en nada.
— Te equivocas, tenemos más cosas en común de las que les gustaría saber. Ficseto y yo somos entregados y buscamos el bien para los nuestros. Cetta y yo somos volátiles, podemos estar haciendo algo y de pronto ya no sabes qué acción tomaremos. Y tú y yo somos analíticos y persuasivos, sabemos mover nuestras mentes para nuestra conveniencia. Sólo que yo uso esto con fines diferentes a los suyos y por eso me consideran un villano...
No quería escuchar lo que estaba diciendo, pero tampoco quería detenerlo. Aunque no me gustara, tenía razón, él sabía cómo actuábamos porque él actuaba del mismo modo, y eso le daba más ventaja que la que nosotros teníamos sobre él.
— Y es por eso por lo que estamos aquí, viéndonos uno a otro buscando una respuesta. Porque somos iguales, y hacemos lo mismo que el otro. Nuestra guerra no acabará hasta que alguno de los dos cambie lo que está haciendo, esto podría llevar mucho más de lo que debería sólo porque estamos atacando con la misma fuerza.
» Por eso, utilizando este momento, te propongo algo: Dime dónde están, dime qué está haciendo, y a dónde se dirigen. Dense por vencidos desde ahora, porque si yo no gano, ustedes tampoco, y no seré yo quien se rinda después de todo lo que he logrado hasta ahora. Esto, a cambio de su inmunidad, no los dejaré morir, podrán tener un lugar en la Nueva Tierra, que será nuestra.
— ¿Qué te hace creer que voy a darme por vencida tan fácilmente? —usé un tono muy firme.
— ¡No! —se rió un poco—. No pienso que lo vayas a hacer, de hecho estoy seguro de que no se rendirán así de sencillo. Es sólo una propuesta que te hago, llegará el momento en que estén tan acabados que no les quedará de otra más que rendirse, y será entonces cuando podrás aceptar mi propuesta. Por lo pronto tendrás que ver desde lejos cómo sigo con mi objetivo. Ahora tienen la ventaja de que no sé dónde se esconden, pero su red se está rompiendo y el tiempo se acaba, más tropas están llegando ahora mismo y alguna podrá encontrarlos. Es tu decisión, Lífsero, está todo en tus manos, ustedes viven, o todos mueren. Haz lo que creas correcto.
» Me despido.
Y rompió la conexión.
En cuanto sentí que se fue, también cerré mi mente por precaución. No podía creer lo que me había dicho. Esta vez estaba asustada, en verdad asustada. Había dejado el destino de muchos sobre mí, y se había ido sin más.
Regresé a mi casa de campaña para intentar conciliar el sueño. Dentro estaba Ficseto, estaba dormido, un poco iluminado por la luna, aunque no era la primera vez que lo veía así. Recuerdo que unos días antes de que entráramos a los Combates de Astéri dormimos los tres juntos, y puedo verlo, igual que ahora, acostado, vulnerable, e iluminado por la luna. Él no me notó, pero estuve despierta, lo vi, haciendo las típicas caras que hace cunado piensa. Los papeles se invirtieron, en esa ocasión, mientras yo pensaba, lo veía a él, aunque no sabía si me estaba viendo de vuelta.
¿Qué tanto estábamos arriesgando por ayudar a todos? ¿Cómo haríamos que todos nos vieran? ¿Qué pasaría si fracasamos? ¿Qué pasaría con notros tres? ¿Cómo reaccionaría si pierdo a uno de ellos? ¿Cómo reaccionarían si me pierden a mí? ¿Qué haría si le pasa algo a Ficseto? Era muy duro pensar.
Quería tenerlo cerca de mí, sentirlo y saber que estaba conmigo, así que me recosté sobre su pecho, y cuando estuve acomodada subió su mano y comenzó a acariciar mi cabello. Sentía el calor de su cuerpo en el mío y me sentía realmente cerca de él. Como si estuviéramos más conectados que nunca. Sabía que estábamos en peligro, y que estábamos en circunstancias difíciles, pero sentía que había algo más grande entre nosotros de lo que se pudiera medir con palabras.
— Te amo —le dije, entre un suspiro.
Y supe que era real. Que mucho antes de estar juntos podía sentir lo que sentía entonces, y que él también lo hacía. Que era innegable que ambos teníamos más tiempo enamorados que lo que teníamos estando unidos. Que cada beso que nos habíamos dado nos hacía más fuertes mutuamente. Y que las estrellas destinaron nuestros caminos para estar juntos.
— Te amo —me respondió él, y supe que estaba sonriendo.
Y nos besamos, uno de los besos más fuertes que nos habíamos dado. El que encontraba más significado por ser en el momento adecuado, con las palabras adecuadas, y las almas adecuadas. Porque no fue porque necesitábamos uno del otro, porque no fue para apoyar uno al otro, y no fue sólo por el gusto de besarlo, sino que este beso fue el sello que aclaró que éramos parte uno del otro.
Volando a través del espacio, por fin pude dormir por estar abrazada de quien sabía que amaba y me amaba.
Hola! Feliz sábado!
Lísfero puede ver a Tardius.. Cómo creen que esto afecte a nuestros amigos? Los ayudará o les complicará todo?
No olviden comentarme si les gusta, además de votar!
Valar Morghulis!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top