CAPÍTULO 3

Habían pasado días desde la última vez que la oficial Teresa me llevó a ser interrogada, no tenía noción del tiempo estando encerrada porque no veía luz de sol o de luna, pero me llevaban dos comidas al día, por eso estaba consciente de que habían pasado ya cuatro de ellos.

Durante mi estancia traté de convencer a cualquier oficial que pasaba por mi celda que me permitiera salir, siempre eran diferentes quienes llevaban mis comidas, y de vez en cuando alguno de ellos pasaba frente a los barrotes, pero estaba desorientada, cansada, triste y muy frustrada, y todas mis técnicas fallaban al instante.

Pero algo diferente pasó ése día, comenzó con un guardia que corrió de un lado a otro gritando órdenes, traté de asomar mi cabeza a ver si lograba percibir algo fuera de donde estaba, pero no había suficiente movilidad, hasta que llegó lo inesperado: la oficial Teresa se paró fuera de mi celda y la abrió.

— Vienes con nosotros —me espetó.

Israel y Elena entraron rápidamente después de ésta oración y me ataron las manos con unas cadenas que se unían a aros en mis muñecas, ni siquiera me dieron tiempo a preguntar nada cuando ya estaba fuera de mi celda caminando hacía la salida. Podría aprovechar esta oportunidad, sólo necesitaba que se distrajeran un poco para correr.

— ¿A dónde me llevas? —le pregunté.

— Es la hora de que pruebes de qué lado estás —me contestó—. Encontramos una nave nueva, creemos que puede sernos útil.

— ¿De los llegados?

— ¿Quién más usa naves? —respondió Elena.

Cuando salí del área de celdas me di cuenta de que en realidad era más bien un calabozo, no recordaba cómo se veía la base hasta que la volví a ver, era un campamento algo grande, con lámparas conectadas unas entre otras transmitiendo la electricidad entre ellas. Era de noche, y estaban encendidas, asimismo había fogatas en el suelo, y las viviendas eran cabañas pequeñas y unas cuantas casas de tela de campamento.

Me metieron en la parte de atrás de una de las camionetas que usaban, ellas tres estaban en la parte de adentro. Vi movilizarse a cuatro camionetas más detrás de la de la oficial Teresa. El hombre al que llamaron San Pedro abrió la reja para que pudieran salir. No sabía exactamente cuántas personas iban a encontrar a la nueva nave, pero no eran muchas, así que asumí que sería una nave pequeña.

La Tierra se veía diferente a la última vez que la vi, recuerdo que había movimiento por todos lados, siempre había personas yendo de un lado a otro, incluso cuando era de noche, pero ya no, ahora hacía frio y no se veía nada a kilómetros, era tierra muerta.

No tardamos mucho en llegar a un área llena de plantas casi secas, crecidas caprichosamente, de esos lugares que nadie cuida, y justo en el centro de éste, estaba una nave algo pequeña, como para transportar sólo unas cuantas estrellas. La oficial Teresa bajó de la camioneta y luego Israel y Elena, los otros soldados bajaban también de sus respectivos vehículos mientras me ayudaban a bajar a mí.

— Acércate a ellos —me dijo la oficial Teresa— y dime si son hostiles.

— ¿Cómo lo sabré?

Me empujaron hacia la nave, luego me lanzaron un poco para que empezara a caminar, vi a varios soldados levantar sus armas y acercarse a un punto estratégico, yo seguía avanzando lentamente. Me acerqué lo suficiente como para estar a mitad de camino entre la nave y la camioneta, levanté las manos y grité:

— ¡Oigan!

Una luz cegadora apareció desde la punta de la nave, yo cubrí mi cara para poder ver, pero aún debía entrecerrar los ojos.

— Di tu nombre —dijo una voz muy grave desde dentro de la nave a través de lo que pareció ser un amplificador de ruido.

— Teresa —grité, porque no podía dejar que supieran que era una estrella también.

— Dinos qué buscas

— Quiero hablar con ustedes. —Levanté las manos y bajé la mirada para no ver la luz—. Vengo en paz.

El reflector bajó la intensidad de su luz, por fin pude mirar directamente a la nave sin preocuparme, fue cuando la voz volvió a hablar, y aunque era la misma, ésta vez fue fácil reconocerla:

— ¿Eres tú, Lífsero? —me preguntó Sonos con su voz profunda.

Me sorprendí tanto que olvidé dónde estaba, corrí directamente hacía la puerta de la nave, que se abrió mientras yo llegaba, y de ella salió Ficseto, corrí mucho más rápido sintiendo las lágrimas en mis ojos, él también corrió hacia mí y cuando por fin llegamos frente al otro le me abrazó.

Sentí tan cálido dentro de mí como nunca lo había sentido antes, yo no pude abrazarlo porque estaba atada, pero no me importaba nada, tenía a Ficseto frente a mí. Levanté las manos para tomar su cara, pude sentir algo de barba raspando, ignoré eso y lo besé. Ficseto y yo nos besamos por primera vez en un momento donde ambos necesitábamos reconfortarnos, y, tal como si hubiese sido aquella primera vez, todo a mi alrededor mejoró, me olvidé de mis problemas, sus labios borraban la preocupación.

Justo unos segundos después Cetta apareció junto a Sonos, ambos me abrazaron y yo a ellos.

— Creímos que te perdíamos —dijo Sonos—. ¡No diste señales de vida!

Habían pasado meses desde la última vez que los vi a todos ellos y estaba desesperada por encontrarlos, ahora finalmente estábamos juntos otra vez, ellos mejoraban toda mi vida en un solo instante, tenía que quedarme con ellos para siempre.

— ¿Dónde estuvieron todo éste tiempo? —les pregunté.

— ¡Buscándote! —respondió Ficseto—. Pero en Astéri, porque el presidente no nos dejaba salir de Álligi, decía que debíamos quedarnos ahí para liderar como ya habíamos hecho.

— Entonces empezamos a buscarte desde allá —agregó Cetta— pero claro, no es lo mismo, porque hay como cuatrocientos años luz de diferencia y no te encontrábamos.

— ¿Cómo me buscaron? —cuestioné

— Pues desde Hoyo Negro —contestó Ficseto—. Tardius dejó protección por todos lados, pero pudimos evadirla, y te rastreamos. Fue más complicado de lo que esperábamos, primero te buscamos en Clar, luego por todo Astéri, después con tu mira, y hasta que legamos a la conclusión de buscarte como diera lugar, y llegamos hasta Hoyo Negro, ahí estaba el registro de todos los movimientos de Tardius, y vimos dónde estaba. Pero creo que nos encontraron antes ustedes a nosotros.

— ¿Sabían que estaba por aquí?

— No, sólo sabíamos que estabas con Tardius, pero veo que ya no.

— Debemos actualizarnos todos, amiguitos —mencionó Cetta—. Muy bonito el rencuentro, ya son como veintitrés que hacemos, ya sabemos lo que sigue. Ahora dinos —señaló mis muñecas— ¿por qué tienes atadas las manos?

Hasta ese momento fue cuando recordé que estaba en un encargo de la oficial Teresa, me di la vuelta, ninguno de los soldados estaban apuntando, tenía sus armas en el brazo hacia el piso, o en sus espaldas, o en cualquier lugar, pero no apuntaban, miraban, con una expresión muy sorprendida. Me acerqué hacia la oficial Teresa, levanté ligeramente las muñecas, ella entendió mi gesto y soltó mis cadenas, luego caminó hacia mis amigos.

— Soy la oficial Teresa —dijo estoica—. Necesito que vengan con nosotros, tenemos cosas de qué hablar.

— Me llamo Ficseto —respondió él—. Lidero el movimiento de la Resistencia en busca de ayudar a ambos planetas en riesgo. —Era de nuevo el Ficseto impasible que vimos en Clar—. Me parece importante que tengamos una conversación con sus altos mandatarios, podemos comenzar con ustedes. Llévennos a donde crean necesario, pero eviten aprisionarnos ya que no buscamos herirlos de ningún modo.

Eso no le gustó mucho a Teresa, que lo miró con fuerza y asintió hacia sus acompañantes. Ellos hicieron que el resto de los soldados volviera a sus vehículos, luego ellos entraron al suyo.

— ¿Son todos los que hay con ustedes? —preguntó Teresa.

— Nos faltan cuatro —respondió Ficseto—. Permite que mi compañero Sonos los traiga.

Teresa asintió y Sonos se dirigió hacia la nave. Llegando a ella, tocó un par de veces, y salieron las personas que habían ido a Astéri con nosotros. La expresión de Teresa cambió muy drásticamente de inalterable a una que, si tuviera el nombre de sorpresa, se quedaría pequeña.

— ¿Tienen humanos con ustedes? —levantó su arma de nuevo.

— Espera —Ficseto no perdió su pose— ellos están voluntariamente con nosotros.

— Yo juzgaré eso —Teresa apuntó hacia Sonos— Trae a los humanos hacia acá.

Sonos se asustó un poco, miró a Ficseto y él le asintió de vuelta. Sonos les dijo algo que no escuché, y comenzaron a caminar, él iba con las manos arriba para mostrar que no tenía otras intenciones, las personas iban tras él. Cuando llegaron hasta Teresa, ella les hizo una señal para que se acercaran, ellos obedecieron y fueron detrás de Teresa.

— ¿Por qué están con ellos? —preguntó.

— Es una historia más larga que la del Quijote —respondió Daniela— sólo debes saber que estamos con ellos voluntariamente.

— Necesito saber que están a salvo.

— Lo estamos —habló Gonzalo—. Ellos son nuestros amigos, nos han protegido desde que esto empezó. —Abrazó a Daniela y ella asintió.

Ter y Gonzalo se miraban de una manera muy peculiar.

Hizo la misma pregunta a Colette y a Kaze, pero ellos no contestaron.

— Ellos no hablan español. Pero ambos pueden hablar inglés —volvió a hablar él.

— ¿Están bien los dos? —preguntó ella. Yo pude entender bien.

— Estamos bien, somos amigos todos —respondió Colette.

— Igualmente prefiero que vayan en una camioneta aparte —se acercó a la suya—. Los Llegados en esta —señaló una a la izquierda—. Los humanos, en la de allá.

Ambos grupos caminamos en distintas direcciones, Ter y Gonzalo se miraron una vez más, y luego él y Daniela subieron a la camioneta. Ficseto, Cetta, Sonos y yo subimos a la caja trasera de la de Teresa. Ficseto nos dio una indicación de mantener la imagen de fuertes durante el viaje, no tuvimos mucha interacción en la camioneta debido a eso y al corto tiempo del viaje, pero igualmente tomé la mano de Ficseto y le sonreí.

Llegamos hasta el campamento donde estábamos, más rápido que cuando fuimos a la nave, se veía más iluminado, puesto que estaba saliendo el sol, aparentemente nos fuimos de madrugada, y estaba amaneciendo. Cuando nos detuvimos, todos los soldados se dispersaron, excepto Teresa y sus acompañantes. Teresa habló por su comunicador y pidió que se llevaran a las personas hacia los asilos.

— Y ustedes —nos miró— conmigo.

Una vez más me vi dentro de la sala donde me interrogaron antes, aunque ahora con amigos para apoyarme, estábamos todos sentados en sillas de madera que las acompañantes de Teresa nos habían puesto, ella se quedó de pie pululando por la habitación. Se paró un momento frente a nosotros y comenzó a dejar algunas de sus armas en la mesa, me di cuenta de que una de ellas se quedó en la parte de delante de su pantalón, poco visible, pero no imperceptible, de verdad pensaba que debía protegerse de nosotros.

— ¿Qué están haciendo todos ustedes aquí? —nos preguntó de golpe.

Todos, excepto Sonos, comenzamos a hablar, tratando de dar una explicación, éramos tres estrellas soltando palabras que probablemente cada uno de nosotros repetía.

— ¡Basta! —levantó su mano—. Sólo habla uno. —Nos miró a todos—. Tú —señaló a Cetta.

— Elegiste al peor de todos, amiga —le dijo él sonriendo—. Vamos a ver... ¿Quieres la versión completa?

— Lo más detallado que puedas —respondió ella.

Cetta sonrió y hablando muy rápidamente dijo:

— Empecemos: Mira, todo comenzó cuando nos metimos en este torneo extraño que hizo nuestro director, se suponía que íbamos a aprender de la Tierra, porque nadie en Álligi conocía ese planeta más que él, pero todo era mentira, porque él ni siquiera era un director de verdad y muchísimas estrellas sabían de la Tierra, pero eso es historia para después, nos dijo que teníamos habilidades, aprendimos a usarlas, él y sus secuaces no aprendieron, luego nos enteramos que querían hacer cosas muy feas con el planeta Tierra, y mataron a la mitad de los participantes, casi nos matan a nosotros, pero los dejamos en el desierto para que no hicieran nada malo, y yo me fui a la Tierra, y bueno, aquí es donde supimos más, parece que los salvó Tardius quien era el que en realidad había organizado todo, resultó que era más fuerte y más listo y demasiado millonario, y él sí quería que la Tierra estuviera controlada por las estrellas, entonces en la Tierra busqué a las estrellas de los otros cinco torneos anteriores, y las encontré, pero resultó que uno de ellos estaba trabajando con los malos y nos traicionó y nos llevó a todos directo a su trampa, excepto a Ficseto porque Ficseto no tenía rastreador porque lo aplastó, entonces todos volvimos a Astéri, y Ficseto organizó a un grupo de estrellas que llamó La Resistencia, nombre con el que nunca estuve de acuerdo, pero en fin, nos salvamos, luego nos encontramos con la Resistencia, y Ficseto dio una conferencia ante todo el país, pero Tardius el millonario llegó a interrumpir y se llevó a una gran cantidad de civiles, y un imbécil se subió a la nave de Tardius y luego peleamos dentro de ella contra el traidor, hasta que nos arrojó fuera de la nave, pero Ficseto nos salvó porque resultó que volaba, y llevamos a los heridos al sanatorio, y tuvimos que ir a otro no país para convencerlos de unírsenos, y sí se unieron, pero atacaron Astéri, y todos pelearon menos yo porque corrí al sanatorio a encontrar a Lored, y luego engañé a Tardius con mis habilidades para tratar de ganarle, pero se enojó y casi nos mata otra vez, y se llevaron a Lífsero y fuimos tras ella, pero no la alcanzamos, y tuvimos que buscar por todos lados hasta que la encontramos y llegamos a la Tierra otra vez, aunque se ve algo diferente, como más fea... Sin ofender.

No se pausó en ningún momento para decir eso. Teresa trató de seguirlo usando su misma expresión estoica, pero en su cara se veía que no podía, porque le provocaba risa y también le molestó cómo hablaba Cetta.

— Voy a necesitar una aspirina —le dijo Teresa a Elena.

» Me estás diciendo que todo esto fue ocasionado porque un hombre los metió a un concurso para conocer otro planeta, pero ¿cuál es la diferencia entre ustedes y ellos?

Cetta estuvo a punto de hablar de nuevo, pero Teresa lo detuvo y señaló a Ficseto.

— Tardius y su ejército, quienes fueron los que llegaron a la Tierra antes, son un grupo hostil que busca invadir y someter a los de tu planeta para sobrevivir, porque nuestro sol está por morir. —Ficseto de veía serio—. Nosotros, somos parte de un grupo llamado La Resistencia, y somos estrellas que también buscan sobrevivir emigrando a su planeta, pero de modo pacífico, incluso queremos ayudarlo a extraer al otro ejército de éste planeta.

— Es la historia que ya te había contado —agregué.

— ¿Y todos ustedes tienen los mismos poderes que Lífsero? —señaló a Den.

— No sé qué habilidades te haya mostrado ella, pero tenemos telequinesis, control de emociones, telepatía y viaje astral.

Era obvio que Teresa nos preguntaba cosas por separado para ver si todas nuestras historias concordaban, no sólo para mantener el control de la situación. Teresa era muy lista, sería difícil tenerla de nuestro lado, incluso si ella dijera que lo está.

— Espero que nos creas ahora —le dije.

Teresa se veía confundida, claramente no sabía si podía confiar o no en nosotros, a fin de cuentas éramos la misma raza que los que llegaron a su planeta atacándolos sin piedad.

— No confío en ustedes —dijo después de un rato— ni un poco. Pero debo de hacer lo mejor para éste grupo. Los dejaré libres una vez que el general mayor me dé luz verde. Por ahora los recluiré a todos en una habitación, no serán prisioneros, pero no estarán en libertad.

Lo que significa lo mismo, pensé.

— Llévatelos, Israel.

Israel nos guió a la salida.


Hola!

Ya es martes! Ahora sí empezamos los capítulos en sus días agendados.

No olviden votar en el capítulo y decirme qué les pareció!

Valar Morghulis!

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