CAPÍTULO 2

— Y es todo lo que puedo decirle —le dije a la mujer que me interrogaba.

Después de que fui golpeada, desperté, una vez más, encerrada en una celda, aunque ésta vez era diferente, más primitiva, a base de piedra y no metal, y con barras que me impedían salir. Junto a mí había un gerlo, que también era una estrella, y aunque no estaba segura de cómo, sabía que era una estrella y no una persona, tenía la seguridad de que no me equivocaba, algo en él me gritaba que era un gerlo y no un hombre. A él lo llevaron durante varias ocasiones con una mujer a la que llamaban Oficial Teresa, y cada vez que regresaba, estaba más acabado que la ocasión anterior.

Finalmente apareció la tan mencionada Oficial Teresa frente a nosotros. Ella era una mujer joven, tal vez sólo un par de años mayor que yo, de cabello claro y mirada pesada y oscura, se notaba que entrenaba duro y no perdía su postura recta. Dejó de golpe al otro gerlo con el cual no tuve ninguna oportunidad de conversar, ni siquiera pude dirigirle la palabra. No escuché del todo bien lo que mencionó, pero creo que les dijo a sus compañeros que él no le servía de nada. Entonces miró hacia mí, me señaló con la cabeza y les pidió a las otras personas que me levantaran para llevarme con ella, cosa que ellos obedecieron sin dudar.

Fui llevada sin oponerme hacia donde asumí que me interrogarían, yo no tenía nada que ocultar, no podían hacerme daño si les daba la información que me pedían, sólo esperaba tener lo que ellas buscaban. Tal como lo supuse, comenzaron tratando de intimidarme, usaban algunas palabras grandilocuentes y otras agresivas, tonos de voz que variaban entre la calma y la ira, miradas, y amenazas de golpes, hasta que me preguntaron finalmente acerca de los planes de los Llegados, como ellos les llamaron, para la Tierra, tuve que explicar muchas cosas acerca de mi procedencia, y finalmente hablé sobre cómo llegué hasta aquí.

— ¿Y quieres que te crea toda esa historia sobre querer ayudarnos? —me preguntó la Oficial Teresa.

— Preferiría que así fuera.

— Me cuentas una historia de superhéroes donde tú y tus amigos quieren salvar a dos planetas al mismo tiempo, y que tú vienes con intenciones diferentes que el Llegado que está matando humanos. Dame una buena razón para creerte.

— Porque puedo demostrarlo —le dije—. Pero necesito que me liberes.

— ¿Me quieres ver la cara de pendeja? —me preguntó, yo sólo conocía esa palabra porque Daniela la usaba demasiado—. No voy a liberarte.

— Entonces no podrás ver si es cierto o no, y seguirás con tu búsqueda inútil por respuestas hasta que tu planeta sea dominado por el mío del modo menos pacifico posible.

La Oficial Teresa se quedó mirándome durante unos segundos que parecieron horas, suspiró, e hizo una seña hacia mi silla para que sus compañeros me desataran. Sacaron las sogas de mis muñecas y pude mover mis brazos con facilidad, también desataron mis piernas de las patas de la silla.

— Si intentas algo —me dijo y levantó su arma— no esperaré ni un segundo.

Con mis manos al aire, me levanté lentamente para que no pensara que iba a atacarla. No sabía qué pretendía hacer para demostrar cualquier cosa, si le mostraba mis habilidades, podría ser perjudicial, pero tampoco podía comunicarme directamente con Ficseto y Cetta para informarles sin que Girio y Tardius supieran dónde estaba y qué hacía. Tenía que pensar algo, ella sabía que yo era una estrella aunque no me había dicho cómo, no sería difícil de convencer de eso, sería más difícil convencerla de que vengo en paz.

— Voy a hacer algo —le dije— pero no quiero que te asustes, no pienso dañarte, si lo hago podrás neutralizarme más rápido, ya lo has hecho.

La oficial Teresa levantó su arma directamente hacia mí, yo aún tenía las manos arriba. Presioné un poco mis labios, y levanté un poco la silla, todo de manera medida como para que no pareciera que iba a empujarla contra la oficial Teresa, igualmente pude ver su expresión mientras lo hacía: Ella abrió los ojos porque estaba sorprendida, pero al mismo tiempo debía mantener su posición de defensa, subió un poco más su arma, miraba, con rápidos movimientos hacia los lados esperando que alguna de sus compañeros hicieran algo, pero ambos tenían las armas abajo, muy anonadados para reaccionar. Había también una mesa justo frente a mí, la que también levanté. No pasó mucho tiempo para que me cansara antes de bajarlas de nuevo.

— Por ahora es todo —les dije—. No tengo la fuerza para usar mucho tiempo la telequinesis.

— ¿Cómo hiciste eso? —preguntó Teresa.

— Como te dije, es algo que podemos hacer nosotros. No todas las estrellas pueden hacerlo porque no todas han sido entrenadas, pero nosotros en La Planta es donde tuvimos que aprender esto. Tengo entendido que los adultos no pueden usarlo porque están atrofiados, los niños y jóvenes aún podemos desarrollarlo.

— ¿Y sólo tú puedes hacerlo? —Preguntó, sin perder su estoicismo—. Me refiero a, de los Llegados, sólo tú puedes hacer esto.

— Tristemente no —respondí rápido— Girio Vertic, la primera estrella en bajar a la Tierra también puede, y es mucho más fuerte que yo en todas las habilidades que tenemos. Y no sólo él —me entrecorté— antes de la invasión, Tardius Misén, que es el general de las tropas de a los que llaman Llegados, se aplicó un suero que despertó sus habilidades, probablemente más fuertes que todos los que las entrenamos y seguimos vivos.

— ¿Y por qué no los ha usado? ¿Por qué sigue atacándonos con sus armas?

— No lo sé —le contesté—. Espero que no esté planeando nada demasiado dañino, pero, conociéndolo, lo hace.

— Hablas de él como si hubieran pasado mucho tiempo de calidad juntos. —Levantó su arma de nuevo—. ¿Cómo sé que no me mientes?

— Deberás creerme. No puedo demostrarte que no estoy con él, ni siquiera tengo la posibilidad de comunicarme con la Resistencia, estoy totalmente desconectada y desarmada, puedes creerme o no, igualmente estoy atrapada aquí.

— Dijiste que tenías telepatía, ¿por qué no lo usas?

— No puedo —me encogí de hombros— Tardius puede escuchar lo inaudible, ver lo invisible y sentir todo a su alrededor, es impenetrable; tratar de comunicarme con mis amigos sólo revelará mi ubicación, y a su vez, la de tu grupo.

— Entonces no puedo confiar en ti —respondió tajante— Llévenla de nuevo a la celda —les dijo a sus compañeros y estos obedecieron sin oponerse.

— ¡No! —espeté—. ¡No puedes! ¡Créeme!

— ¿Cómo puedo creerte? ¿Sabes cuántos llegados han estado infiltrados en grupos de sobrevivientes? No puedo dejar que pongas en riesgo a mi gente por un capricho tuyo.

— ¡No es un capricho! —me estaba impacientando—. ¡Necesito que me ayudes! —me impulse hacia ella.

Teresa fue más rápida, con un solo movimiento plantó su pie en el suelo, levantó su arma, y me hizo para en seco.

— ¡Y yo necesito proteger a los que aún no perdemos! —Su voz era muy fuerte—. No voy a dejar de desconfiar de ti hasta que no me demuestres que puedo sentir lo contrario. Por ahora, te quedas en tu celda.

No me moví. Dejé que los compañeros de Teresa me llevaran con ellos hasta mi celda, una vez más quedé atrapada.

***

Llevaba días encerrada. Tenía que encontrar alguna manera de comunicarme con Ficseto y Cetta. Mi menos se la quedó Tardius en su nave y no podía recuperarla estando aquí. El único modo que me quedaba era la telepatía. Pero no podía usarla, si la usaba Tardius me encontraría, era demasiado riesgoso, debía encontrar el modo de llamarlos. Tal vez abriendo un poco la mente, pero sólo un poco, no demasiado como para ser detectada.

¿Trataría de abrirla? ¿Y si me percibía? No conocía el alcancé de sus nuevas habilidades, ni tampoco sabía qué tan bien las podía controlar. Podría fiarme de ésa vertiente y pensar que, al ser sus habilidades nuevas, no las dominaría como debe de ser, él no las había practicado, podría ser que no las controlara. Pero también podría resultar que, al ser ahora tan fuerte, no necesite practicarlas, lo vi levantando a todos esos guardias sin siquiera inmutarse el día en que se inyectó el suero. Girio nos contó que a él le calló el suero sobre todo el cuerpo, por eso es más fuerte que nosotros que sólo lo recibimos pasivamente, Tardius, por otro lado, lo introdujo en sí mismo, podría hacerlo tan fuerte como Girio, o incluso más.

Demasiadas opciones, demasiados conflictos y muy poco tiempo.

No podía detenerme más, tenía que intentar algo. Arriesgarme sería lo mejor.

En ése momento, uno de las acompañantes de la oficial Teresa pasó por mi celda. Lo llamé, porque se me ocurrió una idea al verlo:

— ¡Oye! —grité—. Ven, por favor.

— ¿Necesitas algo?

A diferencia de la oficial Teresa, él tenía el cabello oscuro y su mirada no contaba con el brillo intimidante, era más una dócil, por eso sólo acompañaba a Teresa. Incluso su expresión reflejaba confianza.

— Tu ayuda —le dije—. La oficial Teresa no me creyó que no soy de los Llegados, pero tú sí, ¿no?

Su expresión cambió, ahora era aún más suave.

— Sé que sí —continué—. ¡Y está bien! Podría demostrarlo si tan sólo me dejan salir. Ella es demasiado dura, aunque sólo es la fachada. Pero sé que tú eres diferente, tú entiendes y tienes empatía. Sabes ayudar.

— Tú no conoces nada de mí —me dijo tartamudeando.

— Tienes razón, pero sí puedo leer a la gente. —Trataba de convencerlo—. Sé cómo actúan y cómo quieren actuar, sé que tú eres diferente a ella. Eres mejor que ella. Te aseguro que siempre fuiste una buena persona, con tus padres, tus amigos, tus hermanos, buenas calificaciones, logros personales —su expresión se iluminó un poco, pero desvió la mirada, y eso me dijo mucho— pero no te fueron reconocidos, ¿verdad? —bajé mi tono para hacerlo más comprensivo.

Sus ojos regresaron a los míos, su cara demostraba que tenía razón.

— Como te dije, puedo leerte, y sé que tengo razón.

Estaba apoyada en los barrotes de mi celda, él se acercaba cada vez más, poco a poco. Trataba de mantener un tono calmado y dulce, quería que él confiara en mí, y lo estaba logrando.

— ¿Cómo te llamas?

— Israel —dijo sin más.

— Israel —repetí sonriendo—. Un nombre bonito. Te diré una cosa, Israel —se acercó a mí—. Los hombres como tú siempre tienen sus futuros asegurados, buenos empleos, buenas vidas, pero poco reconocimiento —de nuevo se vio afligido— pero si me ayudas ahora, y me das la oportunidad de demostrar que puedo ayudar a los habitantes de la Tierra, tendrás el reconocimiento que mereces, yo me encargaré de que así sea, haré que todos te conozcan como "Israel, la persona que dio el primer paso para detener a los Llegados".

» Sólo tienes que abrir mi celda, y dejarme salir.

Israel bajó su mano, por un momento pensé que no había funcionado y que todo lo que dije habría sido en vano, pero su mano se dirigió a su cinturón, donde tenía unos objetos metálicos, me pareció recordar que Gonzalo una vez los llamó llaves, pero no era un dato seguro, el punto es que sabía que con ellas podía abrir mi celda. Acercó sus llaves a las barras, pero cuando estuvo a punto de meterlas para abrirla, la otra acompañante de Teresa apareció.

— ¿Qué estás haciendo, Israel? —preguntó con un tono un poco duro.

— ¡Nada! —Rápidamente se alejó de mi celda y guardó sus llaves—. Estaba diciéndome algo, y yo la escuchaba.

— ¿Ah, sí? —preguntó con recelo— ¿Y qué te decía?

— Que me dejara salir —dije yo—. Pero no me lo permitió, dijo que eran órdenes de la oficial Teresa.

— Pues sí lo son —repuso ella—. E Israel es muy bueno siguiendo órdenes.

— Supongo que tú también, ¿no? —debía empezar de cero ahora con ella—. ¿O debería preocuparme porque no puedas hacerlo?

— ¿Qué quieres decir?

— Israel se adaptará a las órdenes que le pongan porque es un seguidor. Tú no, eres un espíritu libre. No tienes por qué seguir órdenes que no quieras seguir, ¿cierto?

— Pues no —dijo con firmeza—. Yo hago lo que me da la gana.

— Entonces no tienes la obligación de hacer lo que Teresa te diga que hagas, puedes hacer tú tu propia opinión.

— ¿A dónde vas con esto?

— ¿De verdad piensas que soy mala? Vi tu expresión, no sabías ni qué creer.

La mujer me miraba como analizando lo que estaba diciendo, sería más difícil de convencer que Israel, pero nada es imposible. Siempre hay que ir por el nombre.

— ¿Cómo te llamas?

— Elena.

— Elena, déjame demostrar lo que digo. Tú y yo sabemos que no puedes sólo regirte por lo que diga Teresa. Tienes dudas sobre mí, no sabes si soy buena o mala, y quieres averiguarlo. Déjame hacerlo, te aseguro que no debes de temer. —Mal, no debí usar esa palabra.

— ¿Temer? —preguntó acercándose—. ¿Quién mencionó algo sobre temer? No le temo a una Llegada. Y aunque así fuera, por qué habría de temerte, ¿acaso ocultas algo?

— Ahora que lo mencionas, sí oculto algo. Pero no es nada que no se pueda solucionar. Estoy ocultando mi mente de Tardius, él pude encontrarme si trato de usar telepatía, y eso no es conveniente para mí o para ustedes. Pero, si me dejas salir, Elena, puedo comunicarme con mis amigos de otro modo, tratar de ayudar a la Tierra.

— No necesitamos tu ayuda.

— Entonces ve y salva al mundo —subí mi tono—. Porque no veo que haya habido muchas mejoras desde que Tardius lanzó su primera bomba. Si no pueden con eso, no creo que no necesiten ayuda.

— ¿Estás retándome?

— No tengo necesidad de retarte. Sé que harás lo que quieras de todos modos, sólo trato de que entiendas que si no han podido con unos cuantos ataques, no podrán con lo que, seguramente, viene después.

» Pero no sé por qué pierdo mi tiempo contigo. No puedes ni desobedecer una orden, no podrás salvar a tu planeta.

— ¿Quieres ver que puedo?

— ¡Muéstrame!

Elena tenía una altura parecida a la mía, Israel y Teresa eran más bajos, pero ella podía ponerse frente a mí y seguir con la mirada recta. Sus ojos eran claros, pero se veían vacíos, lo que ayudaba a su fachada de mujer dura, llevaba el pelo negro sujeto tras su cabeza y casi no parpadeaba.

Comenzó a reír un poco, luego paró de un momento a otro y me miró fijamente.

— No será tan fácil manipularme, fenómeno. —Ella me miraba directo a los ojos, yo no quité mi expresión estoica—. No podrás conmigo sólo con palabras.

» Vámonos, Israel.

Ambos se retiraron del lugar, y de nuevo me quedé sola. Por un momento pensé que lo lograría. Tendría que volver al plan anterior. Abrir mi mente me asustaba porque ponía en riesgo a muchos, pero no tenía de otra, debía actuar lo más pronto posible.

Y así lo hice, abrí mi mente con intención de contactar a mis amigos, a Ficseto, a Cetta, o a quien fuera, necesitaba llamarlos y decirles que estaba bien y que vinieran por mí, pero lo que encontré fue muy diferente, y probablemente peor de lo que esperaba: No pude sentir la conexión que existe entre las mentes, lo que pasó fue diferente: Pude ver a Kano, sentado frente a los controles de la sala de mando de la nave, estaba diciendo algo, pero no sabía qué era.

No podía escuchar qué decía, sólo el zumbido del viento y un eco lejano. Eso, hasta que escuché una voz, que dijo algo que me asustó:

"¿Lífsero?" preguntó Tardius.

Rápidamente rompí la conexión, cerré mi mente antes de que cualquier otra cosa pudiera pasar. Efectivamente me había percibido, y no podía negarlo. Pero no fue sólo eso, sino que había algo más, no era como cualquier conversación telepática, pude ver algo, pude ver, lo que me pareció que era, lo que él veía, por lo menos así lo tomé. Debía tener más cuidado, seguramente sus habilidades llegaron hasta ése punto.

Pero, ¿cómo?

Hm...? Qué creen que haya sucedido con la telepatía de Lísfero? Acaso es que efectivamente vio a Tardius?

Tienen alguna teoría?

Último capítulo fuera de agenda.
A partir del martes empiezan a publicarse los días que les mencioné, martes, jueves y sábado.

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