CAPÍTULO 11
Les conté a mis amigos lo que había pasado el día anterior, omitiendo lo que pasó con Ter, sólo hablando de Marcial y su prohibición.
— Me parece muy injusto —me dijo Ficseto—. Ya tenías el perdón otorgado.
— Pues así es como sucedió —le dije— no lo estoy inventando.
— Está bien —me dijo Cetta—. Estarás a salvo aquí en lugar de casi morir en medio de una pelea. Creo que te fue bien.
— El problema es que yo debo pelear —le dije—. Estoy aquí para eso.
— No pensarás escaparte, ¿verdad?
— Lo pensé al principió —admití— pero Ter me convenció de no hacerlo.
— Debió ser algo grande si te convenció a ti —se rió Cetta.
— Por favor, soy algo dura, pero no tanto.
Estuvimos un rato platicando sobre lo que había pasado y nuestras opiniones, durante ese rato planeamos visitar a Daniela y Gonzalo, entrenar un poco de combate y practicar nuestras habilidades, porque sentíamos algo de oxidación con ellas. Pero antes de que pudiéramos terminar, Daniela irrumpió en nuestra carpa y gritando emocionada.
— ¡Tienen que ver esto! —corrió en cuanto lo dijo.
Nos miramos entre nosotros antes de reaccionar, luego salimos de nuestro aposento, Daniela seguía corriendo a lo lejos, yendo hacia monitoreo, nos dirigimos hasta ahí para poder alcanzarla. Había una multitud algo molesta, se escuchaban algunas voces levantadas, pero más que nada, eran susurros indignados. Elena e Israel estaban en la entrada tratando de calmar a quienes querían entrar a la cabaña de monitoreo.
— Qué bueno que llegan —nos dijo Israel—. Tienen que entrar ahora. —Empujó a uno de los hombres que trataban de entrar—. Dense prisa.
Daniela quiso entrar con nosotros, pero Elena la detuvo y le pidió que se quedara afuera. Nosotros pasamos hacia la puerta, adentro, Ter y Marcial estaban hablando entre ellos y cuando vieron que entramos se acercaron a nosotros.
— Chicos, necesito que vean esto —nos dijo Ter.
Dentro de la cabaña, había una puerta que no habíamos visto cuando nos trajo a ver el lugar, entramos por ahí, y vimos a un grupo de personas más que no reconocí sino hasta que encendieron la luz.
— ¡Estrellos! —nos gritó Luna—. ¡Sí son ustedes!
Me sorprendí mucho cuando los vi, estaban ahí, eran todos ellos, Lored, Luna, Flia, Draco Den, e incluso Lordo, todo levantaron la mirada cuando escucharon que entramos y quisieron levantarse, pero no los dejaron.
— No sabíamos si lo que decían era real —nos dijo Ter— dijeron que los conocían, pero queríamos estar seguros.
— Su amiga pelirroja los vio antes —agregó Marcial— dijo que sí los conocía, pero no queríamos sólo dejarlos pasar y ya.
— Entiendo —le contestó Ficseto— deben proteger el campamento. Pero sí, los conocemos y son amigos nuestros.
Marcial asintió hacia ellos y se pusieron de pie. Avanzaron el tramo que hacía falta para alcanzarnos, de nuevo pudimos abrazarnos, uno a uno, excepto porque Lored y Cetta se quedaron juntos un poco más de tiempo que con el resto, incluso Lordo, esta vez, pudo recibirnos como si fuéramos amigos desde siempre, y no lo evité, mejor crear lazos que romperlos.
— ¿Entonces no tenemos nada de qué preocuparnos? —preguntó Marcial.
— Tal vez sólo de que enamoremos a todo su campamento con nuestra belleza —dijo Lored abrazando a Cetta, y este se rió con él.
— Así son ellos —le dije— y ahora que están juntos otra vez, ya no lo podrá frenar.
— Bueno —Marcial negó con la cabeza, resignado— será mejor que les hablen de los planes que hay para los campamentos y sobre el ataque que comienza ya mañana. Denles un recorrido y todo lo que hicieron ustedes. Ter —ella lo miró— tú e Israel acompáñenlos.
— Sí, Marcial —ella asintió, luego nos hizo un gesto para seguirla—. Vámonos.
Cuando salimos, la gente de afuera aún quería entrar a monitoreo, pero Israel y Elena habían hecho un buen trabajo evitando que pasaran. Ter se acercó a todos ellos y les dijo:
— Están con nosotros —les gritó levantando las manos—. Son aliados como los que estaban con nosotros antes.
— ¿Cuántos más se tienen que quedar? —gritó un hombre enojado en la multitud.
— ¡Cuántos hagan falta! —le respondió Ter con tono firme.
— ¡Terminarán invadiendo todo! —gritó una mujer—. ¡Son Llegados! ¡No quieren ayudarnos!
— Ustedes no deciden eso —volvió a hablar nuestra amiga—. Marcial y yo confiamos en ellos, y esperamos que ustedes también lo hagan. Vuelvan a sus actividades, ¡todos tienen algo mejor que hacer que andar de metiches viendo de qué se pueden quejar!
Y entonces pasó algo que no pude prevenir de ningún modo, una roca del tamaño de un puño voló cerca de la entrada de monitoreo, claramente dirigiéndose hacia nosotros. Rápido, dirigí la mirada hacia la dirección en desde donde salió la roca, y vi a un hombre, aún con el puño levantado, lo detuve con telequinesis y miré a Ficseto para que me ayudara con él. Mientras esto pasaba, las otras personas huyeron corriendo, por lo que cuando Ficseto detuvo al hombre, el área ya estaba despejada.
— ¡¿Qué acabas de hacer?! —le gritó Ter molesta.
— ¡Son Llegados, Oficial Teresa! —le respondió él, aún más molesto que ella—. ¡No son como nosotros! ¡Son asesinos! —me miró durante un segundo antes de volver a Ter.
Eso último me hizo sentir escalofríos.
— ¡Ustedes están dejando que nos invadan descaradamente!
— ¡Nosotros estamos viendo por el bien del campamento! —Ter se acercó a él—. Tú deberías agradecer lo que hicieron por nosotros anoche en el otro campamento, no estar jodiendo con tus paranoias.
Y entonces el hombre escupió en dirección hacia nosotros, no se podía mover mucho, así que su saliva no llegó hasta donde estábamos, pero sus intenciones fueron totalmente claras.
— ¡Eres un cerdo! —Ter negó con la cabeza—. Elena —ella se puso cerca de Ter—. Llévatelo a las bicicletas, hará tres horas en ellas durante la tarde.
Elena asintió, luego tomó al hombre del brazo y quiso moverlo, pero seguía bajo la telequinesis de Ficseto.
— Están usando sus poderes para mantenerme quieto —le dijo a Ter— ¡¿crees que eso es pacífico?!
— ¡Se están defendiendo de tu ataque, cerdo! —le respondió— Y da gracias que no te atacan de nuevo.
Ter asintió hacia Ficseto y este desdobló el menique, el hombre dejó caer su fuerza hacia el suelo, Elena lo levantó y lo llevó lejos. Ter resopló antes de girarse a nosotros, se talló la cara y luego nos dijo:
— Lamento lo que acaba de pasar —se acercó a nosotros—. Fue culpa mía por no controlar la situación antes.
— No es tu culpa —le respondió Ficseto— Sabíamos que esto podría pasar alguna vez.
— Era obvio —le dijo Lordo—. Somos invasores, no es nuestro planeta. Aunque vengamos con buenas intenciones, esto pasaría tarde o temprano. Pero no te culpamos a ti.
Escuchar a Lordo hablar con amabilidad era peculiar, aún conservaba ese tono soberbio que lo caracterizaba, pero se notaba que algo era diferente.
— ¿Qué tal si comenzamos con el recorrido? —preguntó Ter.
Caminamos un rato, volvimos a ver los lugares que ya conocíamos de antes, pero que mis amigos no habían visto jamás, no tardamos mucho, de hecho fue bastante menos que cuando nos llevó a nosotros, así que por la tarde tuvimos lago de tiempo para descansar un rato.
— ¿Cómo nos encontraron? —le preguntó Sonos a Draco.
Estábamos en uno de los bordes de la cerca que separaba el campamento del exterior, no llevábamos mucho tiempo ahí, pero teníamos botellas con agua y refrigerios que nos llevó Elena cuando regresó de las bicicletas, luego se fue de nuevo. Estábamos todos ahí mismo, también Daniela y Gonzalo, y aunque ella trataba de mantenerse hablando, Gonzalo no podía decir nada, y estaba haciendo garabatos con un palo en la tierra, evitando la mirada de Ter.
— Bueno —respondió él— Lored recibió una señal desde una de las menos, pero no supimos interpretarla rápidamente, fue Moira quien nos ayudó con eso, ella trató de buscar la información que nos trajo hasta aquí.
— ¿Por qué no sólo llamaron y ya? —preguntó Luna.
— Es complicado —le respondió Cetta— algo sobre revelar ubicaciones y tener cuidado con Tardius y esas cosas.
— Sí —respondió Israel—. Si usaban sus aparatos alien podían dar pistas de dónde estaban, y eso sería dañino para nuestro campamento, por eso no hablaron ni por las miras, las menos, o por telepatía.
— ¡Agradezcan que los llamaron! —le dijo Daniela—. Lífsero llegó por casualidad hasta aquí y estuvo encerrada mucho tiempo.
— ¿De verdad? —preguntó Luna con gesto triste.
— Pues sí —dije avergonzada, y Ter se veía igual—. Sólo yo y otra estrella prisionera.
— No era un prisionero —me dijo Ter.
— ¿Cómo?
— Era un chico del campamento, fingió ser una estrella torturada para asustarte. Jamás lastimaríamos a alguien de ese modo. Digo, también está mal, y no lo apruebo, pero son mis órdenes.
— Eres muy cruel —le dije en tono de broma. Sabía que no era su culpa.
En ese momento recordé la historia de Ficseto y sobre cómo tuvieron que ocultarse para venir a la Tierra sin ser descubiertos por el Consejo Regidor de Álligi.
— ¿Y los dejaron venir? —les pregunté.
— ¡No! —se rió Den—. Tuvimos que hacer lo mismo que ellos —señaló a Ficseto, Sonos y Cetta—. Nos escapamos porque no teníamos ninguna autorización para hacer nada.
— Tiene razón— agregó Flia—. Yo estaba totalmente negada, pero, sabía que probablemente nos podrían estar necesitando más aquí que allá.
— ¿Qué han estado haciendo allá arriba el Consejo Regidor de Álligi? —le preguntó Ficseto.
— Reclutando y entrenando estrellas —dijo Den—. Muchos de los que se quedaron, que están dispuestos a pelear, y que pasan los catorce años de existencia están en entrenamientos de todo tipo. Incluso están usando a los que tenemos habilidades para enseñarles a los jóvenes, se dieron cuenta de que los adultos ya no pueden hacerlo. Son pocos quienes pasan de veinticinco años de existencia que han podido desarrollarlas con éxito.
— Como Tardius —dije, y todos me miraron.
Les conté lo que vi cuando aún era su prisionera, tan sólo de recordarlo me sentí claustrofóbica y me costó respirar un momento, pero igualmente seguí hasta que les dije sobre creer que tenía una conexión con Tardius que resultó ser mis habilidades creciendo.
— Entonces —habló Lordo— eres quien menos puede abrir su mente.
— Nadie puede hacerlo —le dije— por favor no lo hagan, pero sí, soy la menos indicada.
— ¿Y ha atacado? —preguntó Lored—. Bueno, aparte de invadir la Tierra y todo eso...
— Desde que atacó las ciudades —le explicó Ter— nos hemos reunido en este tipo de campamentos, y hace poco descubrimos que está atacándolos también, incluso tuvimos que ir a una batalla en otro campamento, porque supimos que seguía ese, y pudimos evitar que pasara a mayores.
— ¿Entonces han estado combatiendo a Tardius todo este tiempo? —Flia se veía preocupada.
— No todo el tiempo —le respondió Daniela— sólo esa vez, y porque lo averiguaron antes. —Señaló a Ficseto—. Pero mañana habrá otra invasión en otro de los campamentos vecinos, y debemos ir también.
— Se nos enseñó a disparar con armas de la Tierra —agregó Ficseto— pero casi todo el tiempo estuvimos usando nuestras habilidades.
— ¿Fue muy peligroso? —preguntó Flia de nuevo.
— Pues un poco sí —le respondí— pero es algo que teníamos que hacer. Debieron ver a Sonos dejando a los soldados inhabilitados para pelear, o a Israel, él solo derribó un nave —luego recordé lo que le a él dije en la celda— ¿Ya sabías eso, Ter? Él derribó una nave y ayudó muchísimo a que no entraran más Llegados.
— Qué bien —dijo sin más— pero... —la interrumpí. La miré durante un segundo esperando que entendiera mi mensaje—. Fuiste muy valiente —le dijo— sólo un gran soldado podría hacer algo así.
Israel se sorprendió ante lo que ella dijo, incluso tardó un par de segundos en responder con una sonrisa, y un par más en decir gracias, aún con la sorpresa visible en su mirada. Ter me regaló una mirada comprensiva después de ver el gesto de Israel.
— ¿Y podemos ir? —preguntó Lordo
— ¿Mande? —Ter perdió lo que él dijo.
— Que si podemos ir, pregunté. —Lordo se quedó esperando respuesta—. ¿Podemos ir al combate de mañana?
— Pues sólo tendría que avisar a Marcial sobre su petición —le respondió ella— pero no creo que la niegue, él quiere ayudar a todos.
— Sería estupendo poder ayudarlos —nos dijo Den—. Vinimos aquí para eso.
— Es lo mismo que han repetido tus amigos desde que llegaron —bromeó Ter fingiendo cansancio, y todo rieron.
Extrañaba esos momentos de calma donde no debíamos pensar en qué sería lo siguiente que haría Tardius, o en cómo deberíamos escapar de algún lugar, o sobre qué debíamos hacer nosotros para detenerlo. Y aunque estábamos haciendo eso mismo, se sintió bien poder reír con mis amigos
— Seremos imparables —Lored sonreía muy ampliamente—. Diez estrellas invencibles e increíblemente atractivas contra el ejército enemigo.
— Parecerá una de esas películas —agregó Daniela—. Esas que se basan en libros juveniles donde todo les sale bien porque son los buenos y no existen los padres.
La miramos extrañados, a veces decía comentarios tan fuera de contexto, pero que se sentía como si fuera nuestra realidad.
— Excepto porque no seremos diez —les dije.
— ¿Cómo? —preguntó Lored.
— Yo no podré ir. —Bajé la mirada—. Hice algo terrible de lo que no quiero hablar, y me castigaron por eso.
Cuando volví a levantar la cabeza, miré en dirección a Lored, pero justo detrás de él estaba Miguel, de pie con expresión de sufrimiento, sucio de sudor, tierra y la sangre que le salía de la boca, tosió y cayó de rodillas. Me asusté mucho, y di un grito mucho más ligero de lo que quería salir, me lancé hacia atrás y caí sobre mi espalda. Todos corrieron hacia mí, Ficseto, que estaba a un lado mío, me ayudó a incorporarme, y me sentó de nuevo donde estaba antes.
— ¿Estás bien? —me preguntó.
— Sí. —Volví a mirar a la misma dirección, pero ya no había nadie—. Estoy bien, creí ver un bicho extraño.
— Nunca has temido a los insectos —me dijo Cetta.
— Es que no conozco a los de la Tierra —me excusé— y ése tenía una ponzoña, y por eso me asustó.
Nadie se lo creyó. Cetta y Ficseto me conocían de toda la vida, ellos sabían que los insectos no me asustan, y mi pretexto no era suficiente para ellos, los otros que no me conocían tanto, tampoco lo creyeron, pero no se veía como que fueran a preguntar, y Ter e Israel se miraban entre ellos con preocupación, esperaba que no supieran nada.
Hola!
No sé ustedes, pero a mí siempre me gusta ver a toda la pandilla junta! Aunque hasta a mí me preocupa Lísfero...
Espero que les guste este capítulo, recuerden que siempre son bienvenidos sus comentarios!
Valar Morghulis!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top