En otoño, 21 de marzo, una persona nueva entró en la plaza. Era por la tarde cuando una mujer de unos cincuenta años, con pasos firmes, iba sujetando una correa azul. Se agachó y soltó al perro dejándolo correr. De pronto sacó una pelota de su bolsillo y gritó.

- ¡Guss! - el perro le miró sacando su larga lengua y moviendo la cola con avidez.

La mujer estiró el brazo y lanzó la pelota con escasa fuerza. Guss corrió y la atrapó con sus dientes después de tres botes. Ambos estuvieron un buen rato jugando, y tras tirar y recoger la pelota varias veces salieron de la plaza, el perro agotado y la mujer son la pelota llena de espumarajos. Cada tarde, a la misma hora volvían y jugaban.