Capítulo 9 -El pasado manifestado en el futuro-

Al mismo tiempo que Babarghet mantiene en una sala a Zhuasraht flotando en medio de una esfera de color plateado, reparando la esencia de su cuerpo y la energía que da forma a su alma, Valdhuitrg reposa en una habitación y Karthmessha vigila su descanso.

Han pasado tantas cosas, tengo tanto que asimilar, que mientras ellos luchan por su vida y ellas hacen guardia, yo me mantengo sumido en mis pensamientos, recorriendo la estancia donde se encuentran los libros del silencio.

No sé el tiempo que llevo andando de un lado a otro, pero, aunque mi cuerpo necesita descansar, no puedo evitar mantenerme en movimiento. Tengo la extraña sensación de que si me detengo me devorará la carga de un pasado oscuro y la del futuro del hombre mayor.

Inmerso en un conflicto que no logro resolver, abrumado por el peligro que amenaza con hundirme, con el peso del devenir de los hechos sobre mis hombros, con la angustiosa certeza de que el pasado y el futuro dependen de mí, aunque sé que no me puede escuchar me dirijo al hombre que mejor sabría aconsejarme:

«Maestro... ¿cómo puedo vencer?».

Ojalá que mi mentor estuviera aquí, sabría qué hacer, sabría qué decirme. Él no tardaría en encontrar una solución, un modo de reclamar mi poder, una forma de vencer a las imperfecciones y retroceder en el tiempo para evitar que tomen forma los futuros oscuros.

—Maestro... —susurro mientras continúo recorriendo la estancia—. No sé qué hacer...

El silencio no tarda en adueñarse de la sala, envolviendo la atmósfera, tragándose mi voz, devolviéndome con fuerza a la realidad en la que mis hermanos y mi mentor ya no existen.

Aunque me duele no tenerlos cerca, mientras alcanzo un extremo de la estancia y me doy la vuelta casi de forma automática, me aferro a los recuerdos que me traen esperanza y a la ilusión de retornar al pasado.

Camino sin decir nada, sin pensar nada, fijando la mirada en los libros del silencio. Puede que sean la llave para encontrar un modo de vencer, pero las veces que los he ojeado no he conseguido más que ver el movimiento de la tinta y la danza que producen las palabras indescifrables.

Aun presintiendo que será inútil, me aproximo de nuevo, cojo uno y trato de leer los mensajes ocultos. Paso las páginas con rapidez, moviendo los ojos en busca de frases o párrafos coherentes. Sin embargo, cuando casi he llegado al final, al comprobar que no quiere compartir sus secretos conmigo, lo dejo en la mesa, inspiro con fuerza y apoyo las manos en el altar a los lados del libro.

—Necesito ayuda... —digo casi implorando mientras miro las tapas de los otros libros—. Dadme algo. Mostradme algo. Por favor...

Me quedo quieto casi un minuto, con la esperanza de que compartirán de algún modo su conocimiento, pero al final me doy por vencido, niego con la cabeza y me volteo.

—¿Por qué siempre es todo tan difícil? —murmuro, avanzo un par de pasos y veo un resplandor que proviene de detrás de mí.

Cuando me doy la vuelta, contemplo con sorpresa que el altar ha desaparecido y que su lugar lo ocupa una superficie cristalina que vibra. Me acerco, la toco y veo cómo a través de ella se muestra La Sala de Los Ancestros.

—¿Una visión? —pregunto, sintiendo cómo la representación cobra vida, cómo la imagen me rodea y acabo en medio de La Sala.

Antes de que pueda seguir hablando, observo moverse a la sierva de Los Ancestros, la mujer de la armadura azul claro, que entra con prisas en la estancia y se dirige al ser que se halla en el trono.

—El humano ha arrasado a otra guarnición y ha liberado otro pueblo. ¿Van a permitir los amos que siga mancillando su reinado?

El ser se mantiene imperturbable, pero el siervo de la cabeza afeitada que porta la maza se adelanta un paso y ordena:

—Modera tu lenguaje. Los Ancestros decidirán qué hacer y cuándo hacerlo.

Produciendo una ruidosa explosión de luz azulada, la sombra de energía que me encadenó a Valdhuitrg se manifiesta cerca de la mujer, adquiere rasgos entre humanos e infernales y pronuncia con una voz que parece chisporretear:

—Eres una sirviente valiosa, por eso se te permite tu impetuosidad, pero debes calmarte. Ese humano no es importante. Es tan solo una mota de polvo en el tiempo perpetuo.

Aunque parece costarle, después de dejar de mirar al ser del trono, la mujer baja un poco la cabeza y contesta:

—Lo siento... —Posa una rodilla en el suelo e inclina más la cabeza en señal de sumisión—. Siento haberme comportado así, es solo que no deseo que la obra de los amos sea ensuciada por un simple humano.

La criatura de energía flota a su alrededor y, cuando se pone detrás de ella, le toca el hombro y dice:

—Pronto podrás demostrarle a ese humano lo que conlleva actuar contra la obra de Los Ancestros, lo que significa rebelarse contra el silencio. —Mueve los dedos energéticos despacio y le acaricia el cuello—. Muy pronto.

Sin darme tiempo a reaccionar, la proyección de lo que ocurre en La Sala se detiene y estalla descomponiéndose en millones de partículas luminosas. Una vez la explosión de luz me engulle, cierro los párpados, me los cubro con el antebrazo y, movido por el intenso deseo de saber de qué humano hablan, pronuncio casi gritando:

—No, esperad, tengo que ver más.

Antes de que pueda bajar el brazo, escucho la voz de Babarghet:

—¿Qué es lo que tienes que ver?

Abro los ojos, parpadeo, me doy cuenta de que el fulgor ha desaparecido, que he regresado a la estancia, y observo durante un segundo el altar.

—Me mostraron lo que estaba sucediendo en La Sala de Los Ancestros.

La anciana se mesa la barbilla.

—¿Los libros fueron capaces de mostrarte lo que ocurría más allá del Ghoarthorg? —Me mira, casi parece como si me examinara, y añade—: Curioso...

Después de volver a ojear el altar, dirijo la mirada hacia Babarghet y le pregunto:

—¿Qué más sabes de la ciudad en ruinas y de los mensajes que guardaron sus habitantes? —Su rostro me muestra cómo se sumerge en recuerdos—. ¿Qué se esconde en la ruinas?

Babarghet avanza unos pasos, toca la tapa de un libro y un destello carmesí emerge y surca la estancia.

—Se esconde la verdad.

Al mismo tiempo que levanta la mano, el libro se eleva y se abre. Cuando se muestran sus páginas, de las letras cambiantes emerge un intenso fulgor rojizo.

—¿A qué verdad te refieres?

Mueve los dedos y las páginas pasan a gran velocidad.

—Tu verdad. —El brillo de las palabras se extiende hasta alcanzarme y hacer que se manifieste el aura carmesí—. He buscado durante miles de años respuestas en estos libros. He intentado descubrir sus misterios, hallar algo que me sirviera para vencer a Los Ancestros, pero durante ese tiempo apenas me mostraron algunos párrafos. —Sin dejar de mirar las páginas, me toca el pecho y me usa como medio para descifrar los mensajes ocultos—. Sin embargo, después de que llegaras a mi casa, después de que tuvieras esa visión del pasado de Valdhuitrg, han empezado a compartir parte de sus conocimientos.

—¿Qué te han mostrado?

Manifiesta una imagen y contesta:

—Esto.

Me quedo unos segundos viendo la proyección que me muestra flotando entre los restos del Mundo Ghuraki.

—Mi pasado... —susurro.

—Tu pasado y el punto desde donde toman forma decena de miles de futuros.

La miro extrañado.

—¿Qué quieres decir?

Mueve un poco los dedos y la imagen retrocede, el mundo vuelve a unirse antes de la explosión y también lo hace la luna roja. Detiene la visión enfocándola en el satélite y dice:

—El inicio de los futuros inciertos comenzó con la muerte de la luna roja. No sé bien qué eran ni lo que representaban el conjunto de lunas rojas, los libros no contienen esa información, pero sí que resaltan lo importante que eran para la antigua creación. —Baja la mano y la proyección se desvanece—. Su destrucción abrió las puertas a este futuro.

Pienso en Los Asfiuhs, en cómo usaron a Mukrah para destruir el alma de la luna y susurro:

—No solo la mataron, la usaron para desestabilizar el tiempo.

Aun sin saber a quiénes me refiero, la anciana no muestra interés y sigue hablando:

—Los libros no me quieren revelar las razones, pero sí que me han mostrado lo importante que eres para que retorne el equilibrio. —El aura carmesí se apaga, el libro deja de levitar y los destellos rojizos se desvanecen—. El conocimiento que contienen es limitado, tan solo es una ínfima parte del que se esconde en la gran biblioteca de la ciudad, un pequeño fragmento de una inmensa cantidad de mensajes guardados seguros lejos de Los Ancestros. —Comienza a caminar hacia el centro de la sala, hacia la caja metálica que mantiene sellada la corrupta versión de su gemela—. Son diminutas muestras de lo que se puede hallar en las ruinas, pero a la vez son suficientes para desvelarnos cosas útiles. —Se detiene al lado de la caja y la observa con cierta tristeza—. Hasta hace poco no creía que nada pudiera ocurrir a espaldas de Los Ancestros, pero el que los libros que pude llevarme de las ruinas contengan tanta información de ti, de cómo llegarías aquí, a este futuro de de sufrimiento, de cómo perderías tu poder, de lo débil que te volverías y de que eso te mostraría ante los demás como alguien irrelevante que no sería una amenaza, hace que me replantee la omnisciencia y omnipotencia de Los Ancestros. —Se calla unos instantes—. El silencio es infinito, un poder que va más allá de los límites de la luz y la oscuridad, de la existencia y la nada, una fuerza a la que no se le puede vencer. —Se da la vuelta y me mira—. El silencio es invencible, pero no lo es una manifestación corrupta de él. No sé cuánto poder canalizan Los Ancestros, puede que la cantidad escape de lo que podemos imaginar, pero por mucho poder que drenen del silencio, por más que logren usar una porción gigantesca, eso no deja de ser una diminuta parte de la fuerza ancestral. —Durante unos segundos se queda pensativa—. Tan solo hemos de descubrir la forma en la que logran canalizar el silencio y contraatacar.

Antes de que le pueda contestar, antes de que pueda preguntarle sobre las dudas que me han generado sus palabras, Karthmessha entra en la sala y dice:

—Valdhuitrg ha despertado.

La anciana hace un gesto con la cabeza y camina hacia ella. Las miro, giro un poco el cuello, ojeo los libros y me digo:

«La luna roja... Los Asfiuhs...».

En silencio, sin dejar de pensar en las razones que me han llevado a este futuro, camino detrás de Babarghet y no tardo en entrar en la sala donde se halla tumbado Valdhuitrg. Cuando nos detenemos al lado de la cama, el demonio nos observa con el rostro fatigado y pregunta:

—¿Cómo está Zhuasraht?

La anciana tarda unos segundos en contestar.

—He conseguido aferrarlo a este lado del lago de polvo, pero no sé si podrá resistir sin que su alma sea reclamada y se convierta en ceniza.

La mirada del demonio muestra la rabia y el dolor que siente.

—Lo torturaron por mi culpa. —Me mira a los ojos y luego vuelve a centrar la vista en la anciana—. Babarghet, mi llama se apaga, estoy tan débil que incluso un veneno inferior me ha llevado a las orillas del lago de polvo. Necesito que me ayudes.

La mujer mayor observa el rostro suplicante del demonio.

—Si insinúas que...

Valdhuitrg la interrumpe:

—Sí, eso es lo que te pido.

Babarghet baja un poco la cabeza y contempla la cadena que me une al demonio.

—Es muy peligroso. —Dirige la vista a sus ojos—. Podrías perderte en el ritual.

—Lo sé —dice seguro del riesgo.

Karthmessha se pone al lado de la anciana, la mira y asegura:

—Es la única forma de que pueda recuperar su poder.

Tras unos segundos en los que permanece en silencio, Babarghet asiente y contesta:

—Sea pues. Avivaremos las cenizas de tu alma y las convertiremos de nuevo en fuego.

Inspeccionando con la mirada a Valdhuitrg, pregunto:

—¿Cuál es el precio a pagar?

Los tres me observan y el demonio contesta:

—Acelerar mi decadencia. Me consumiré más rápido, pero obtendré el poder necesario para que podamos alcanzar las ruinas de la ciudad.

La conexión que me une a él hace que sienta el ardor de los eslabones en el hueso. Me toco la muñeca y pregunto:

—¿Cómo de rápido?

Babarghet responde:

—No es seguro, puede que su alma se agote en días o semanas. Lo único cierto es que no aguantará más de un mes.

Miro a los ojos de mi aliado, observo la multitud de sentimientos y emociones que le surcan la mente y se le reflejan en la mirada. Pensando en el ritual que quiere llevar a cabo, sabiendo lo peligroso que es y lo que conlleva si fracasa, no puedo evitar que se apodere de mí el pensamiento de que sin mis poderes me he convertido en una carga. Si tuviera mis habilidades, el demonio no tendría que correr el riesgo.

—Solo importa la victoria, ¿no? —me pregunta, notando mis dudas y temores.

Asiento y contesto:

—Si vencemos, no solo acabaremos con el reino de terror de Los Ancestros, la victoria también nos acercará a hallar un modo para que pueda volver a mi tiempo y evitar que esas imperfecciones tomen forma. —Durante un breve instante, me mantengo en silencio mirándole a los ojos—. Si lo logramos, nada de esto sucederá. Tú no tendrás que sacrificarte y tu pueblo no será mancillado.

Confundida, Karthmessha me pregunta:

—¿Tu tiempo? ¿El pasado?

La miro a los ojos.

—Mi vida es anterior al reino de terror de Los Ancestros, en mi época ellos no existían, tomaron forma después de que fuera arrastrado a este futuro.

La diablesa mira extrañada a Valdhuitrg y el demonio afirma ligeramente con la cabeza.

—El núcleo del tiempo... —susurra Karthmessha con la mirada perdida, inmersa en recuerdos dolorosos.

Babarghet alza un poco las manos, apunta con las palmas hacia el demonio y pregunta:

—¿Estás preparado?

Valdhuitrg asiente.

—Hazlo.

Los ojos de la anciana se tornan blancos y de los brazos emerge una niebla del mismo color que envuelve al demonio.

Por la primera ceniza, por las llamas extinguidas, por los dioses muertos, por los huesos de los gigantes de fuego, reclamo para vuestro vástago un poco de aliento, que del cementerio de polvo emerja una brisa que avive la brasa dormida —conjura mientras la bruma brilla y se torna rojiza—. Que su poder retorne al precio de su alma. Que su sangre se seque por manifestarlo.

Antes de que termine de pronunciar el conjuro empiezo a marearme, pero no es hasta que la niebla arde y se incrusta en el cuerpo del demonio que grito y caigo al suelo. Siento con tanta intensidad el dolor de Valdhuitrg que noto como si mi ser estuviera siendo devorado por un mar de lava.

—¡Basta! —bramo.

Con gran confusión, abro los párpados, la sensación de calor desaparece, me levanto y, cuando voy a dirigirme a Babarghet, me doy cuenta de que he abandonado la habitación. No sé cómo he llegado, pero me vuelvo a encontrar en una proyección de La Sala de Los Ancestros.

—¿Cómo he regresado? ¿Han sido los libros? —pregunto sin que nadie más que yo pueda oír mi voz.

Las figuras estáticas de La Sala se ponen en movimiento y recrean lo que ha sucedido o está sucediendo en el mundo de Los Ancestros. La mujer de la coraza, aún más inquieta que en la anterior visión, camina de un lado a otro.

—Maldito humano —pronuncia con rabia.

—Tranquilízate —le dice el siervo de la maza—. Nada pasa sin que los amos lo toleren. El que ese humano haya tomado una de las grandes ciudades es solo por la voluntad de Los Ancestros.

Aunque no quiere dudar, la mujer no puede evitar mostrar el nerviosismo que le produce la conquista de una ciudad.

—Os lo imploro, dejadme ir a su encuentro —se dirige al ser del trono—. Dejadme que os traiga su cabeza.

La sombra de energía se manifiesta y habla en nombre del ser:

—No hace falta que te molestes en ir a buscarlo.

—¿Qué quieres decir?

—El humano está aquí.

Se escucha una fuerte explosión y las paredes de la sala vibran un poco. Sin entender muy bien qué está sucediendo, camino hasta quedar delante de la compuerta que da acceso a la estancia y me digo:

«¿Quién es capaz de liberar pueblos y ciudades y atacar a Los Ancestros?».

La compuerta explota y los fragmentos pasan atravesando la recreación de mi cuerpo. La gran polvareda que acompaña la explosión no me permite ver bien a la figura que se adentra en la sala y se detiene en medio de la nube de polvo.

«¿Quién eres?» me pregunto, forzando la visión, intentando ver los rasgos del hombre.

—Por fin has llegado —dice el ser de energía—. Nos preguntábamos cuánto tardarías en venir a rendir pleitesía.

El humano se mantiene en silencio unos segundos y luego pronuncia con un tono que muestra el desprecio que siente:

—No he venido desde tan lejos para rendir pleitesía a imperfecciones. He venido a ayudar a mi hermano. He venido a por Vagalat.

Mientras un escalofrío me surca la columna, la mujer, que tiene los músculos del rostro en tensión, se adelanta unos pasos.

—¿Así que vienes a por el otro humano? ¿Al que los amos mandaron al Ghoarthorg?

El recién aparecido hace un movimiento con la mano y la nube de polvo desaparece. Una intensa emoción se apodera de mí al quedar a la vista el rostro y ver quién es.

—Bacrurus... —susurro mientras se me humedecen los ojos y pequeñas lágrimas me recorren las mejillas—. Hermano... ¿cómo es posible? ¿Cómo has llegado hasta aquí?

El magnator camina, traspasa mi representación y dice:

—He venido a llevármelo conmigo de vuelta.

La mujer ríe.

—Para llevártelo tendrás que vencerme.

La sierva se adelanta, lanza un puñetazo y Bacrurus lo esquiva con facilidad. Antes de que pueda recoger el brazo y ponerse en guardia, el magnator le da un cabezazo que le parte el casco y la tira al suelo.

—No he venido a luchar contigo —sentencia mi hermano, apuntándole con la palma, lanzándole un haz que le golpea el pecho y la deja inconsciente—. He venido a luchar contra él. —Mira al ser del trono.

—¡Blasfemia! —grita el siervo de la maza mientras se adelanta y la eleva.

Bacrurus se mantiene inmóvil, sin prestar atención al sirviente, con la mirada fija en el ser que permanece sentado en el trono sin decir nada. Cuando el siervo casi lo alcanza, gira un poco la cabeza y lo mira.

—Apenas queda esencia en tu alma, la corrupción de las imperfecciones se ha apoderado de ella. —Alza la mano y detiene la maza en el aire—. Ya no eres más que una extensión de este futuro corroído por aquellos que deforman el silencio. —Le sacude con la palma en el pecho y lo obliga a retroceder un par de pasos.

El sirviente de Los Ancestros no oculta la rabia que siente, concentra el poder en el arma y golpea el suelo con ella creando una onda de energía azul que se propaga por La Sala.

Sin ver nada a causa del intenso fulgor, temiendo lo que le haya podido ocurrir a Bacrurus, susurro:

—Hermano...

Cuando el brillo empieza a apagarse, veo al magnator con una rodilla en el suelo y el puño hundido en la losa. Ha creado una esfera de energía de tonos negruzcos que lo ha protegido de la explosión de luz.

Bacrurus eleva un poco la cabeza, mira a los ojos del sirviente y dice:

—No eres rival.

Mi hermano se levanta y, cuando el siervo lanza la maza de forma lateral, extiende la mano, la frena con la palma y le golpea con el reverso del puño en la cara. Mientras el sirviente se ve obligado a girar la cara, el magnator le quita el arma, la blande con una mano y le sacude en el pecho con ella lanzándolo contra una pared.

—Basta de juegos. —Tira la maza al suelo y mira al ser del trono—. He venido a por Vagalat y tú lo vas a sacar de donde esté. Abre un portal y tráelo de vuelta.

La sombra de energía, que se ha distanciado mientras Bacrurus combatía con los siervos, se acerca y dice:

—El representante de los amos no va...

Se calla cuando ve cómo el ser del trono mueve la mano y se levanta.

—Déjalo, ha venido de muy lejos y sería descortés que no le diera lo que busca. —Desciende los escalones—. Buscas al humano que cayó en nuestro mundo. Has surcado el tiempo para encontrarlo. Has recorrido multitud de realidades para llegar aquí. —Se detiene a unos metros de Bacrurus—. Y me pregunto por qué lo has hecho. ¿Qué tan importante es ese Vagalat?

El magnator se cruje los nudillos, canaliza el poder a sus músculos y asegura:

—No hay nadie que merezca más que recorra el tiempo que él.

Las paredes de La Sala comienzan a brillar con tonos azulados, es como si le trasmitieran información al ser, como si a través de ellas la esencia de Los Ancestros no manifestada le alcanzara la mente y le susurrara mensajes.

—Escondes tus recuerdos —asegura el portavoz de Los Ancestros—. No quieres que lleguemos a tu mente. ¿Qué ocultas?

Bacrurus no contesta, tan solo corre con los puños cerrados, con la mirada fija en el ser. Cuando llega a su altura, concentra la energía en los nudillos y le golpea en el estómago. El sonido del impacto retumba y la sala vibra, pero el portavoz no se mueve.

—Te obligaré a que lo traigas de vuelta —masculla, inspira con fuerza por la nariz y alcanza el máximo poder que es capaz de manifestar en este momento—. ¡Trae de vuelta a Vagalat!

El magnator golpea con el otro puño el estómago del ser y, aun sin lograr moverlo, consigue que la gravedad aumente tanto a su alrededor que el suelo se resquebraja con el peso de los dos.

—Eres poderoso —asegura el portavoz—. Podrías rivalizar con los mejores encadenados, pero tu lugar no está aquí. —Sin moverse, el ser empuja a Bacrurus que retrocede unos metros destrozando el suelo con las suelas—. Tu lugar está en un pasado que ya no existe. —La sombra de energía azul se pone detrás del magnator, le toca la cabeza, hace que grite, rompe el bloqueo y consigue llegar a su mente—. Un pasado que pronto conquistaremos. Volveremos atrás y alcanzaremos el origen del silencio. —El portavoz deja de hablar y empieza a buscar en los recuerdos del magnator—. Escapaste en el último momento, escapaste de la ciudad que se levantó contra nosotros y alcanzaste este futuro. —Unos afilados pinchos azules se manifiestan cerca de Bacrurus, le atraviesan los músculos de las piernas y le arrancan varios gritos—. Ese Vagalat al que buscas... —Mientras habla los ojos le brillan con mucha intensidad, está alcanzando las partes más protegidas de la mente del magnator—. Ese humano es la llave de este futuro y del pasado. —Se gira y observa la representación energética de Los Ancestros que se manifiesta por encima del trono—. Debemos reclamarlo. Debemos fundirlo a la esencia del Ghoarthorg y usarlo para viajar al inicio.

Sumido en un profundo dolor por ver a Bacrurus sufriendo, apenas presto atención a lo que dice el ser.

—¡Hermano! —bramo.

El magnator escupe sangre y asegura:

—Estás sentenciado, tú y lo que representas. Nacisteis en la guerra por una traición, pensamos que no había esperanza, pero cuando supimos que Vagalat no murió y que viajó al futuro tuvimos la certeza de que vuestro reino llegaría a su fin. —Grita y destroza los pinchos que se le hunden en la carne—. El tiempo ha empezado a fluctuar y no podéis evitarlo.

Percibo una presencia familiar en un lugar no muy alejado, me concentro y logro saber quién es.

—¿Geberdeth? —susurro.

Bacrurus sonríe, alza la mano y le muestra al ser lo que está sucediendo en el núcleo del tiempo.

—Creísteis que habías ganado, pero la guerra no hizo más que comenzar.

A través de la esfera que ha creado el magnator veo a Doscientas Vidas junto a Jiatrhán y un Conderium; Geberdeth blande las hachas que forjó Ghoemew y el ser peludo tiene un brazo de metal que ocupa el lugar del que le amputó Adalt.

—¿Una alianza con la familia y Abismo? —suelto sorprendido.

—Morirán —asegura el portavoz—. Si tocan el núcleo, la explosión los matará.

Bacrurus sonríe.

—¿Crees que les importa morir? Somos hijos de un tiempo que dejará de existir cuando Vagalat regrese al pasado y cambie el futuro. Hemos venido sabiendo que no volveríamos. —Apunta con la mano hacia la esfera y lanza un haz que se conecta con las hachas—. Hemos venido a ayudar a Vagalat.

Doscientas Vidas hunde las hojas en el núcleo y una explosión se extiende engulléndole a él, a Jiatrhán, al Conderium y a los soldados de Los Ancestros que estaban llegando.

—¡Geberdeth! —bramo, alzando la mano, haciendo un amago de tocarlo y sacarlo de ahí.

La energía del núcleo alcanza el cuerpo de Bacrurus y lo llena de poder.

—Retrasas lo inevitable —asegura el portavoz.

—Lo acelero. —Cierra los puños, camina con la piel expeliendo pequeños rayos azules—. Acelero el fin. —Toca al ser y una gran explosión devasta La Sala.

Antes de que pueda llegar a asimilar lo que ha pasado, siento cómo la cadena que me une a Valdhuitrg tira de mí, cómo me saca de la proyección y noto cómo me alejo de mi hermano.

«Bacrurus» es lo último que pienso antes de que la negrura me envuelva y pierda el conocimiento.

***

Con las sábanas empapadas en sudor y pegadas al cuerpo, soltando un grito ahogado, con el corazón golpeando con fuerza el pecho, abro los ojos, miro con confusión el lugar donde me encuentro, me incorporo y bramo:

—¡Bacrurus! ¡Geberdeth!

Tras unos segundos en los que mantengo los ojos fijados en la pared marrón de la que cuelgan extraños amuletos, dejo de jadear, la respiración se tranquiliza, giro un poco la cabeza y veo entrar a Valdhuitrg en la habitación.

—Estábamos preocupados, humano. —Su aspecto es imponente, ha recuperado su poder.

Separo las sábanas que se aferran a mi piel y me levanto.

—Alcancé el mundo de Los Ancestros. —Su rostro muestra el interés que le generan mis palabras—. Mis hermanos de armas llegaron a este futuro y atacaron a las imperfecciones.

El demonio se queda pensativo unos instantes.

—¿Dices que fueron capaces de llegar aquí? —Afirmo con la cabeza—. ¿Y se enfrentaron a Los Ancestros?

—Sí, Bacrurus combatió con los siervos y con el ser del trono y Doscientas Vidas dañó el núcleo del tiempo.

—Entiendo... —susurra y baja la mirada—. ¿Ese tal Bacrurus combatió contra el portavoz...? —Me mira a los ojos—. ¿Y venció a los siervos?

—Sí, los derrotó con facilidad.

Cierta sorpresa se adueña de su rostro.

—El portavoz nunca había descendido del trono. Nunca había mostrado siquiera lo que pensaba. ¿Bacrurus consiguió que bajara a enfrentarse con él?

—Consiguió llamar su atención y lo hizo bajar.

Karthmessha y Zhuasraht entran en la habitación. Miro al ser de mineral verde, veo cómo la energía verduzca le surca el interior del cuerpo y cómo se refleja por la roca cristalina. Dirijo la mirada a su rostro y observo cómo esa energía da forma a los ojos.

—Has podido recuperarte —le digo.

—Gracias a ti, a Valdhuitrg y a Babarghet —pronuncia manifestando los pensamientos en sonido sin generarlo a través de cuerdas vocales.

Karthmessha avanza un paso y se dirige al demonio:

—Debemos partir.

Mientras Babarghet entra en la habitación, Valdhuitrg asiente.

—Sí, no hay tiempo que perder. —Cuando ve que la anciana quiere hablar conmigo, me mira y dice—: Te esperamos fuera. En cuanto estés listo partiremos en busca de encadenados.

Hago un gesto con la cabeza y tanto él como Karthmessha y Zhuasraht dejan la estancia. Babarghet camina un par de pasos y se detiene a dos metros de mí.

—¿Viste de nuevo La Sala?

—Sí.

La anciana se queda en silencio mirándome a los ojos.

—¿Esa turbulencia casi inapreciable que he notado en la esencia del Ghoarthorg fue provocada por el núcleo del tiempo?

Afirmo con la cabeza.

—Mis hermanos viajaron desde el pasado y atacaron a Los Ancestros. No sé qué hicieron el núcleo del tiempo, pero hubo una gran explosión.

Babarghet mira la cadena que la une a su gemela corrupta.

—Todo ha cambiado. Por fin parece que tenemos una posibilidad de atacar. Por fin parece que podremos vengarnos. —Camina hacia una de las paredes y se queda contemplando los amuletos—. Aunque lo haremos a un gran precio, detrás de la leve turbación que he sentido en la esencia del Ghoarthorg ha venido una más fuerte que ha sido producida por Los Ancestros. —Toca uno de los amuletos—. Nunca antes había sucedido, pero las tropas del silencio han invadido este reino de mundos cambiantes. —Baja la mano—. Ninguno estamos seguros. Ni siquiera mis conjuros y artefactos podrán mantenerme oculta de ellos. Y vosotros no tardareis en ser descubiertos. —Se da la vuelta—. Le he contado a Valdhuitrg todo lo que he averiguado de ti a través de los libros del silencio. Es importante que sepa lo valioso que eres y lo necesario que es que llegues a las ruinas. —Se voltea y empieza a caminar hacia la salida—. Retrasaré todo lo que pueda a las tropas del silencio e intentaré reunirme con vosotros allí, pero, lo logre o no, quiero que sepas que espero, deseo y confío que puedas regresar al pasado y evitar la catástrofe. El futuro depende de Valdhuitrg, pero el pasado depende de ti.

Antes de que salga de la habitación, doy un paso y digo:

—Gracias.

Aunque no la vea, sé que sonríe mientras deja atrás la estancia. Me quedo un minuto pensando en lo que me ha dicho, en la aparición en este futuro de una versión de Bacrurus proveniente de La Guerra del Silencio, en la alianza que mis hermanos forjaron con las fuerzas oscuras para resistir a Los Ancestros y me pregunto con el dueño de Abismo en mente:

—¿Qué fue de ti? ¿Fuiste derrotado? ¿O conseguiste proyectarte de algún modo a otro período?

Sin saber las respuestas a las preguntas que me surcan la mente, sin conocer qué sucedió y cómo nacieron Los Ancestros, empiezo caminar con la convicción de que estoy más cerca de descubrir las respuestas y también de lograr la victoria.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top