Capítulo 6 -Los senderos del tiempo-

El sudor me recorre la piel y me empapa la ropa. El sol, que se halla en lo más alto del cielo, proyecta su luz contra la montaña de mineral verde que estamos escalando y la superficie del material casi transparente acumula e incrementa el calor que recibe.

Tengo las palmas y los dedos llenos de quemaduras. Cada vez que me aferro a un saliente, siento cómo las burbujas de la piel explotan y cómo la carne viva roza la áspera y cortante cara de la montaña.

Ya no me curo tan rápido, el que la parte oscura de mi alma me esté arrebatando la esencia de mi ser ha hecho que el poder regenerativo cada vez actúe con menos fuerza. Si no logro invertir el proceso que me despoja de mi naturaleza, no tardaré en perder cualquier vestigio de mis habilidades.

Escuchando el sonido que producen los eslabones que me une a Valdhuitrg al golpear el material que compone la montaña, elevo la cabeza y observo a mi aliado escalar. Aún nos cuesta sincronizarnos, todavía no nos hemos habituado a estar encadenados, pero poco a poco empezamos a acostumbrarnos y comenzamos a movernos sin que al hacerlo sintamos los tirones de los eslabones frenándonos.

—Valdhuitrg, ¿qué pasó entre Babarghet y tú? —pregunto mientras me aferro con las manos a dos pequeños picos y busco con el pie un punto desde donde apoyarme y seguir subiendo—. ¿Fue contigo a las ruinas de la ciudad?

El demonio escala un poco más, se detiene y contesta:

—Antes de la incursión, Babarghet y yo teníamos diferencias. No aprobaba mi estrategia. —Asciende un par de metros antes de continuar hablando—: Ella es probablemente la más antigua de nosotros. Cuando yo aún no existía, ella ya había sufrido en sus carnes el poder de Los Ancestros. —Hace una breve pausa—. Fui un necio. Debía haberla escuchado, haberle hecho caso. —Niega ligeramente con la cabeza—. Era demasiado impulsivo, demasiado ansioso. —Trepo un poco y casi llego a su altura—. Ella quería que atacáramos de otra forma, la idea del núcleo del tiempo no le disgustaba, pero pensaba que al mismo tiempo debíamos adentrarnos en la esencia del silencio.

Reemprende la escalada.

—¿La esencia del silencio? —pregunto sin detenerme—. ¿Qué significa?

Valdhuitrg guarda silencio durante unos instantes mientras sigue ascendiendo.

—La esencia del silencio es el lugar de donde Los Ancestros extraen su poder... —Se calla un segundo—. Si es que existe.

—¿No sabéis si existe?

—No... Seguramente solo sea un mito.

Sus palabras trasmiten cierta tristeza y muchas dudas.

—¿Babarghet quería que dividierais fuerzas y atacarais en dos frentes?

—Sí...

Aunque le incomoda hablar de ello, siento que Valdhuitrg tiene la necesidad de exteriorizar la culpa. Tanto tiempo guardando el dolor ha hecho que la carga sea demasiado pesada.

—¿Cuál era el plan de Babarghet? ¿Qué te propuso?

El demonio inspira con fuerza.

—Quería que esperara, que la dejara buscar la ubicación de la esencia del silencio. Me lo pidió, me pidió que retrasara la incursión a las ruinas, pero no le hice caso y los encadenados me siguieron. —Deja de escalar y apoya la frente en el material cristalino de la montaña—. Ellos me siguieron, me siguieron y fueron masacrados. Incluso los que sobrevivieron volvieron a seguirme mientras reclutaba más encadenados. —Aprieta las manos y se parte una porción del mineral al que se aferra—. ¿De quién es la culpa de ellos o de mí? —Aun sin verle la cara, llego a escuchar el tenue sonido que producen los dientes al ser presionados los unos contra los otros—. Tras la derrota en el núcleo, aunque algunos me pidieron que les dejara seguir combatiendo a mi lado, me negué y empecé una lucha en solitario. —Separa la frente de la montaña y vuelve a escalar—. Era mi lucha, mi guerra personal, y no podía permitir que murieran más en ella.

Me quedo pensando en su dolor y en cómo intentó alcanzar la victoria sin ser capaz de creer que había otras formas de lograrla. Quería luchar, quería ganar, se quería vengar, y le fue imposible contener sus ansías. Lo guiaba un profundo deseo de acabar con Los Ancestros y ese impulso es el que le atormenta ahora.

Mientras asciendo, siento la culpa y el sufrimiento que esconde en lo más profundo de su ser como si los sentimientos fueran míos. En su vida Valdhuitrg tan solo ha conocido una verdad, la de estar esclavizado, la de que la guerra es el único medio para conseguir librarse de la esclavitud.

En otra creación, en otras condiciones, lo más probable es que hubiéramos sido enemigos, que hubiéramos combatido en bandos opuestos, pero aquí, en este lugar tiranizado por fuerzas ancestrales que proclaman provenir del silencio, nuestros caminos estaban destinados a unirse y nosotros estábamos destinados a luchar juntos.

Fuego y ceniza, luz y oscuridad, silencio y corrupción. Somos manifestaciones de fuerzas opuestas que necesitan combinarse para alcanzar la libertad. Aquí, en esta creación falta de esperanza, los seres oscuros no son mis enemigos. No, aquí el único enemigo es el silencio corrupto que da forma a las criaturas que someten la creación con los filamentos.

El tiempo se me pasa rápido al pensar en Valdhuitrg y, casi sin darme cuenta, alcanzamos el gran saliente que nos mostró Babarghet, el que conduce a la entrada de una gruta.

—Sí... —susurra el demonio mientras me da la mano y me ayuda a subir—. Huelo tu esencia, viejo amigo —dice girándose, observando la entrada de la cueva—. Así que aquí viniste tras la derrota en el núcleo del tiempo —pronuncia la frase sin poder evitar que en ella se plasme cierta tristeza.

Avanzo unos pasos, miro la gruta formada por el mismo mineral que el de las capas exteriores de la montaña pero más oscuro, me detengo, siento cómo se sanan despacio las quemaduras de las manos y digo:

—Este lugar proyecta una soledad que alcanza el alma. —Giro un poco la cabeza y dirijo la mirada hacia los ojos de Valdhuitrg—. Tu amigo lo impregna con su pesar.

El demonio se mantiene en silencio observando la entrada de la cueva. Aunque mis habilidades están debilitadas, aunque ya no tengo la capacidad de adentrarme del todo en las mentes, es tan potente la culpa, frustración e impotencia que padece, que con un leve roce a sus pensamientos la siento con intensidad.

Sin decir nada, Valdhuitrg empieza a caminar. Tan solo cuando alcanzamos la entrada de la gruta pronuncia una breve frase cargada de dolor:

—Yo le fallé...

Lo miro con tristeza, ando cerca de él y me mantengo callado. El destino no se conforma con hacer de mi existencia un infierno. No, da la impresión de que tiene la necesidad de poner en mi camino a seres torturados...

Aunque quizá no sea el destino, quizá sea yo el que atrae el dolor; el mío y el ajeno...

«Abismo...» me digo, sintiendo la marca que dejó en mi alma la estancia en aquel lugar maldito.

Después de caminar una veintena de metros, el sendero asciende y hay tramos en los que tenemos que volver a escalar.

—Ya falta poco... —murmura Valdhuitrg aferrado a las rocas cristalinas—. Cada vez siento con más intensidad el olor de su alma.

Aprieto los dientes, fuerzo los músculos y termino de subir los metros que me separan del final del pozo en el que se ha convertido la gruta. Cuando lo dejo atrás, una vez alcanzo la gran cavidad en la que las paredes de mineral trasparente parecen estar pulidas, notando el leve calor que producen los débiles rayos solares que se filtran y se proyectan por el interior, inspecciono el lugar y digo:

—Hay algo... —Elevo la mano, cierro los ojos y siento una tenue vibración—. La montaña concentra su carga energética en esta cavidad. —Abro los párpados, me agacho y acaricio el suelo—. El material en el interior es diferente al de las capas exteriores. —Me miro los dedos y veo que un fino polvo de color verde se ha adherido a las puntas—. Este está alterado para cargarse con la esencia de la montaña. —Me levanto—. Puede que incluso con la del mundo.

Tras unos segundos, en los que examina la cavidad con la mirada, Valdhuitrg dice:

—El Ghoarthorg es un lugar de ilusiones y mundos perdidos. Los deseos y los miedos se proyectan y pueden dar forma a nuevos lugares. —Da unos pasos, baja un poco la cabeza y observa cómo se levanta un poco de polvo verde al pisar el suelo—. Este paraje maldito nunca para de crecer, cada encadenado lo hace más grande. —Se detiene, se pone en cuclillas y pasa el dedo índice por la tenue capa de partículas de mineral triturado—. Aquí es difícil saber qué fue real antes del reinado de Los Ancestros y qué fue creado por la mente torturada de un encadenado. —Se levanta y olisquea la punta del dedo—. Exceptuando algunos que quedaron marcados por la desgracia de la conquista, es casi imposible saber qué mundos existieron antes de ser consumidos y devorados por la esencia del Ghoarthorg. —Contempla el material adherido a la piel—. Estos restos muestran que este lugar ha sido creado por él...

Escucho un ruido en una zona oscura de la cavidad, intento canalizar parte de mi poder y aumentar la visión, pero no lo logro. Doy dos pasos, me coloco al lado de Valdhuitrg, me pongo en guardia y le digo:

—Prepárate.

Durante unos segundos, traída por los recuerdos, la culpa emerge con tanta fuerza del interior del demonio que le impide reaccionar. El dolor que produce es tan fuerte que le cuesta dejarlo atrás. Cuando consigue despejarse, hace un gesto con la mano para que me tranquilice, se adelanta unos pasos y dice:

—Sal de las sombras, viejo amigo. —Al ver que no le contesta, insiste—: Vamos, Zhuasraht. He venido desde el otro extremo del Ghoarthorg para reencontrarme contigo...

Valdhuitrg se calla cuando ve a alguien corpulento con la piel de escamas marrones tirar de una cadena partida y arrastrar fuera de las sombras a un ser compuesto de un mineral parecido al de la montaña en el que están talladas inscripciones rúnicas.

El hombre de escamas sonríe, mueve la otra mano, la que lo encadena a una criatura negra y peluda que se arrastra como un animal desgarrando el suelo con sus zarpas, produce un tintineo en los eslabones y dice:

—El orgulloso Valdhuitrg. —Mientras habla, mientras la rabia se plasma en su rostro, me fijo en los afilados dientes, en los ojos de reptil y en los dedos de hueso puntiagudo—. ¿Mereció la pena? —Tira con fuerza de la cadena que está unida a Zhuasraht y consigue que el material verde que da forma al cuerpo del amigo del demonio suelte chispas con el roce del suelo—. ¿Mereció la pena tu rebelión? —La criatura a la que está encadenado abre y cierra la boca que se halla en la parte alta de la cabeza mostrando una lengua bífida repleta de pinchos—. ¿Mereció la pena sacrificar a mi hermano? —pregunta con ira, apretando los eslabones que se enlazan con los que se unen al brazo del ser compuesto de mineral.

Valdhuitrg aprieta los puños y se mantiene en silencio unos segundos.

—No valió la pena. —Una lágrima escapa del ojo y le calcina la piel de la cara—. Pero da igual lo que diga. Da igual que veas que la culpa me corroe y que no me perdono la muerte de tantos encadenados. —Avanza un par de pasos—. Tu hermano era más que un aliado. Tu hermano era un amigo, un hermano. Su muerte me quema por dentro. —Observa al ser rúnico tirado en el suelo—. No hay día que no me arrepienta de haber iniciado la rebelión. No hay día que no lamente el haber arrastrado a tantos al núcleo de tiempo. —Inspira y espira con fuerza—. Por eso hace mucho que me juré que no permitiría que ninguno de lo míos volviera a caer. —Manifiesta las llamas alrededor de su cuerpo y clava la mirada en el ser de escamas marrones—. Has cometido un grave error al torturar a Zhuasraht para vengarte de mí.

—¿Error? —Aprieta con más fuerza la cadena que se une al ser rúnico—. Ya no eres el temido demonio de las huestes de la ceniza. Ya no eres el líder del ejército de encadenados. Ahora solo eres una sombra de lo que eras. Los Ancestros apagaron tu llama y tu poder mengua cada día más. —La criatura a la que está encadenado se impacienta, levanta un poco la cabeza peluda y se pueden ver los ocho pequeños ojos rojos que tiene en la parte inferior—. Ahora solo eres una presa dentro de un mundo de depredadores.

Escucho los tintineos de varias cadenas, me giro y contemplo cómo surge una decena de encadenados de otra parte oscura de la cavidad.

—Estaban esperándonos... —Me miro las manos, las cierro despacio y me digo—: Te necesito más que nunca. No me abandones. —Elevo la mirada y veo cómo se empiezan a acercar los encadenados—. Silencio. —Valdhuitrg me escucha, gira un poco la cabeza y me observa extrañado—. Soy silencio... —susurro, sintiendo cómo una débil llama carmesí prende en lo más profundo de mi ser—. Soy El Hijo del Silencio. —Aunque me empiezo a notar exhausto, extiendo el brazo y percibo cómo lo cubre el aura carmesí—. Soy la voluntad del silencio —suelto con convicción a la vez que gasto mi poder en manifestar a Whutren y la manada—. Soy parte del Silencio Primordial —digo, mientras las piernas me tiemblan y me tambaleo.

Valdhuitrg me coge antes de que caiga al suelo, observa a los lobos atacar a los encadenados y arrancarles la carne de los huesos y dice con una leve sonrisa en la cara:

—Maldito humano loco. —Escucha el sonido chirriante que produce la criatura encadenada al ser de escamas marrones, me ayuda a levantarme y pregunta—: ¿Podrás sostenerte en pie?

Asiento.

—Sí...

—Perfecto. —Avanza unos pasos sin forzar la cadena que nos une, centra la mirada en el ser de escamas marrones, en la bestia encadenada a él y hace un gesto con la mano para que ataquen—. No queríais matarme. Intentadlo.

La criatura peluda corre arañando el suelo de la cavidad con las cuatro patas. Detrás de ella, el hombre de escamas, que ha soltado la cadena que se funde con el brazo del ser compuesto de mineral verde, acelera el paso y grita.

Valdhuitrg se mantiene inmóvil, con el rostro inmutable, perdido entre un dolor antiguo y un presente tortuoso. Cuando la criatura salta hacia él, el demonio se ladea, deja que vuele un poco y usa la cadena que le une a mí para rodearle el cuello.

—Te libero del sufrimiento de vivir encadenado —dice.

Valdhuitrg tira con fuerza de los eslabones y se escucha el fuerte crujido del cuello al quebrarse. Suelta la cadena, la criatura cae al suelo y él mira al hombre de escamas que casi ha llegado a su altura.

Mientras recorre los pocos metros que le faltan para alcanzar a mi aliado, el ser pronuncia con rabia:

—No eres más que un demonio cobarde que usa a los demás para ocultar su debilidad. Nunca fuiste digno de liderar la rebelión. —Lanza las afiladas puntas huesudas de la mano y rasga la piel del costado del Valdhuitrg—. No mereces vivir ni un día más.

El demonio le coge las muñecas, lo obliga a estirar los brazos, lo inclina un poco hacia delante y con la rodilla le golpea el estómago.

—Lo sé. Sé que no merezco vivir mientras otros yacen enterrados en el olvido por mi culpa. —Lanza un cabezazo y su frente impacta contra la del ser y la cornamenta desgarra parte de las escamas de los costados de la cabeza—. Dile a tu hermano que no tardaré en pagar por mis pecados. —Vuelve a darle un cabezazo—. Pronto caeré.

El ser aprieta los dientes, brama y consigue liberar una de las manos.

—No caerás pronto, caerás ahora —pronuncia mientras la sangre negra le resbala por la cara—. Tendrás que decirle a mi hermano mirándole a los ojos que su muerte no sirvió para nada. —Antes de lanzarlas y hundirlas en el estómago de Valdhuitrg, arrancándole un gemido, las puntas huesudas de los dedos se recubren de un líquido marrón—. Paga por tus pecados.

El demonio sufre, tiene que esforzarse para no caer.

—Todavía no —masculla, incrementa el crepitar de las llamas que le recubren el cuerpo y golpea al hombre de escamas en la cara—. Aún debo dar sentido a la caída de tantos encadenados. —Le coge la muñeca, la hace retroceder y saca las puntas huesudas de su estómago—. Caeré cuando consiga la venganza que se merecen. —Aprieta los dientes y le da un cabezazo que resuena por la cavidad—. Caeré para que sus muertes den sentido a la derrota de los engendros nacidos de la imperfección del silencio. —Me acerco y siento el calor de las llamas que emergen de su ser—. Muy pronto. Lo haré muy pronto. —Por un segundo, mientras un tic hace que le tiemblen algunos músculos de la cara, está a punto de ejecutar al ser, pero, en el último momento, lo suelta y observa cómo cae al suelo—. No mereces una muerte rápida. Mereces sufrir. —Le escupe—. Tu hermano te despreciará cuando te reúnas con él.

Con gran esfuerzo, el hombre de escamas alza un poco la cabeza y pronuncia expulsando sangre negra por la boca:

—No volverás a escapar de tu destino. Esta vez morirás en el Ghoarthorg. —Una sonrisa enferma se apodera de su rostro—. Todos quieren acabar contigo.

Elevo la suela, la lanzo contra su cara y lo dejo inconsciente. Giro un poco la cabeza, miro cómo Valdhuitrg presiona la herida con la mano y cómo escapa entre los dedos una gran cantidad de sangre roja que brilla tenuemente.

—Valdhuitrg —lo llamo al verle la mueca de dolor y cómo empieza a perder el equilibrio—. Valdhuitrg —repito un par de veces sin que parezca que sea capaz de escucharme.

—Debí... —desvaría y camina unos pasos buscando algo, mirando en todas direcciones—. Debí salvaros... —Se desploma y su cuerpo retumba al chocar con el suelo.

—¡Valdhuitrg! —Corro a su lado y me arrodillo—. ¿Qué te pasa? —Observo la herida y veo cómo la piel que la bordea se torna marrón. Me giro, me fijo en el líquido que recubre las garras huesudas del ser y vuelvo a dirigir la mirada hacia mi aliado—. Veneno. —Le miro a los ojos y con impotencia contemplo cómo empiezan a pesarle los párpados—. Vamos, mantente conmigo.

Inspira sin apenas fuerzas y pronuncia despacio:

—Silencio... El silencio nos destruyó...

Un escalofrío me recorre la columna; este mundo, esta realidad, es culpa mía. No fui capaz de combatir en la guerra y por eso nacieron las imperfecciones. No solo fallé a mis hermanos, también fallé a los seres que viven esclavizados por Los Ancestros.

Mientras las respiraciones de Valdhuitrg se va haciendo más débiles, mientras siento que no puedo hacer nada por ayudarlo, las partículas de mineral triturado que se esparcen por el suelo de la cavidad se elevan y comienzan a brillar.

Sin entender qué está sucediendo, intento palpar el polvo brillante con los dedos y pregunto:

—¿Qué ocurre?

Las partículas explotan produciendo un intenso fulgor blanco que me ciega. Aunque parpadeo varias veces, no logro aclarar la visión. Me levanto y me mantengo de pie, nervioso, con la vista inservible.

Cuando por fin voy recuperando la visión, mientras poco a poco se me aclara, veo que las partículas han desaparecido y que el mineral que da forma a la cavidad ha dejado de ser verde. Los tonos oscuros se han apoderado de la montaña.

—¿Qué es esto? —Inmerso en la confusión, observando el techo opaco, doy un paso y escucho el tintineo que produce la cadena que me une al demonio—. Valdhuitrg. —Me giro con rapidez y me quedo paralizado al contemplar lo que queda de mi aliado—. ¿Cómo...?

Del demonio ya no hay más que huesos ennegrecidos y roídos por los pequeños animales carroñeros que corretean por dentro del cadáver produciendo débiles chirridos.

—No... —Doy un paso—. No... —repito mientras la incomprensión sigue creciendo—. ¡No! —bramo cuando ya no soy dueño de mí mismo.

Sin ser consciente de cómo lo logro, alzo la mano, canalizo la energía de mi ser y proyecto decenas de pequeños proyectiles carmesíes que desintegran a los carroñeros.

—Valdhuitrg... —murmuro arrodillándome al lado de su cadáver—. ¿Cómo es posible? Hace unos instantes tan solo estabas herido.

Escucho unas pisadas a mi espalda, me giró sin levantarme y busco quién las origina sin encontrar a nadie. De golpe, siento un frío intenso y oigo cómo una voz se propaga por la cavidad:

—El futuro de muerte no está escrito. —Miro en todas direcciones, pero no veo a nadie—. Y el pasado de sufrimiento tampoco. —El polvo verde comienza a manifestarse poco a poco en el aire—. El futuro que contemplas es tan real como cualquier otro. —El brillo blanco que producen las partículas me vuelve a cegar y me obliga a cerrar los ojos—. El tiempo son miles de caminos en todas direcciones. Senderos que tan solo se tornan sólidos cuando alguien les da forma al recorrerlos.

Aunque me cuesta, aunque la voz suena más forzada, en la última frase llego a apreciar que me resulta familiar quien me ha hablado. Quizá aún queden residuos de fuerzas ancestrales que sobrevivieron al inicio del reino de Los Ancestros.

Mientras pienso en ello, en que puede que no estemos solos en esta lucha, escucho a alguien hablar queriendo sacarme de mis pensamientos y abro los ojos.

—Humano... —se escucha una voz casi sin fuerzas. Miro de dónde proviene y veo al amigo de demonio arrastrarse hacia nosotros—. El veneno lo matará...

Vuelvo a pensar en lo que le ha pasado a mi aliado, me centro y, dirigiendo la mirada hacia Valdhuitrg, pregunto:

—¿Qué puedo hacer?

El ser de mineral rúnico sigue acercándose despacio.

—Recoge polvo del suelo y échalo en la herida.

Asiento un par de veces, empiezo a esparcir las partículas verdosas y la sangre de Valdhuitrg se va tintando y espesando.

—¿Funcionará? —pregunto sin dejar de echar polvo en la herida—. ¿Se salvará?

El ser, sin poder ocultar la fatiga que lo posee, se detiene y suelta casi sin fuerzas:

—Esperemos que sí... —Deja que la cabeza caiga contra el suelo—. Esperemos que frene el proceso o que lo revierta...

Una vez me aseguro de que Valdhuitrg respira, después de ver cómo la piel de alrededor de la herida pierde un poco el tono marrón, me levanto con la rabia poseyéndome y camino hacia el hombre de escamas marrones.

Aprieto los dientes, le cojo la cabeza, la elevo un poco y, cuando estoy a punto de aplastarla contra el suelo, maldigo y me separo de él.

—No soy así... —Tengo los músculos de la cara en tensión—. No mato a los que están indefensos por mucho que se lo merezcan... —Cierro los puños con fuerza—. No me arrebatarás mi humanidad. —Me giro, miro en todas direcciones y me dirijo a Los Ancestros—: No vais a hacer que pierda lo que soy. Acabaré con vosotros sin dejar atrás el hombre en el que me he convertido. —Inspiro con fuerza—. Os destruiré sin que vuestra corrupción me corrompa.

Me quedo casi un minuto inmóvil, viendo la carnicería que han hecho Whutren y la manada, observando los cuerpos de los encadenados y, tras ese lapso de tiempo, me doy la vuelta, me vuelvo a asegurar de que Valdhuitrg sigue vivo y cojo la cadena que une al ser de escamas a la criatura peluda y arrastro el cadáver y al hombre inconsciente y los tiro por la gruta convertida en pozo.

Después de escuchar el sonido que producen los cuerpos al chocar con el suelo, al ver al ser de escamas abrir con gran esfuerzo los ojos, digo:

—Espero que no estés ahí cuando mi amigo despierte. Seguro que él no será tan benévolo como yo.

Me doy la vuelta, camino hasta alcanzar al ser rúnico, lo ayudo a levantarse y lo acerco a Valdhuitrg. El amigo del demonio, sin tener fuerzas para decir nada, me lo agradece haciendo un gesto con la mano antes de que se le apaguen los ojos de energía verde. Está tan cansado que no puede resistir la fatiga.

Me siento al lado de ambos, me pongo a pensar en la visión producida por las partículas, en que quizá haya restos de fuerzas opuestas a Los Ancestros, y susurro:

—Siempre he creído en ti. Más de una vez he sentido tu naturaleza y sé que este mundo no puede ser tu obra. —Me observo la palma y veo cómo una fina película de energía carmesí intenta manifestarse sin lograr más que cubrir la mano un par de segundos—. Te necesito. —Miro el rostro del demonio—. Te necesitamos.

Cierro los ojos, trato de conectarme con el pequeño núcleo de silencio de mi alma y, cuando no lo logro, murmuro dirigiéndome a la fuerza ancestral:

—Yo lucho por ti... —Hago una breve pausa—. Sé que cuando llegue el momento no me fallarás y lucharás por mí...

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