Capítulo 35 -La corrupción invencible-

Zhahyustetth, inmóvil, sin decir nada, espera que actuemos. Inmutable, sin mostrar ninguna emoción en el rostro, aguarda a que hagamos lo que quiere, a que cumplamos el papel que nos asignó hace eones en la resurrección de la entidad que personifica la corrupción.

Aunque un fuerte impulso se apodera de mí, aunque deseo lanzarme contra el Ancestro, meneo un poco la cabeza, me domino, miro de reojo a Valdhuitrg y le digo:

—No tenemos el poder suficiente para vencerle... Aún no.

El demonio contesta sin apartar la mirada del Ancestro:

—¿Qué propones? La única forma de evitar la muerte de la creación y la resurrección de esa entidad corrupta es acabando con él.

Blindando mis pensamientos, usando todo el poder que me otorga La Nada, le digo telepáticamente:

«Debemos hacer algo que no espere, debemos crear una distracción, tenemos que ganar tiempo».

Valdhuitrg me mira de reojo, usa su poder para que el Ancestro no pueda escucharlo y contesta:

«Me gusta el plan... —Se calla al ver el brillo de las armaduras de Los Ancestros incrustados en las paredes—. Sí... Eso podría funcionar...».

Al entender qué quiere hacer, asiento y respondo:

«Hagámoslo».

Mientras el Ancestro nos observa sin comprender qué hacemos, Valdhuitrg y yo salimos corriendo cada uno en una dirección, dirigiéndonos hacia los muros, hacia los cadáveres consumidos de antiguos Ancestros.

Cuando estoy lo bastante cerca de la pared, elevo el mandoble, concentro la energía de La Nada e incrusto la hoja en una armadura que cubre un esqueleto de huesos azulados. Proyectando la fuerza con la que he sido imbuido, trasmitiéndola a través de la marca que me surca el brazo, notando cómo me abrasa la carne mientras se canaliza, digo:

—Que empiece nuestro papel en la resurrección de tu señora.

Al terminar de hablar, cierro los ojos, cubro mi cuerpo con una gruesa aura energética y siento cómo la explosión de la armadura y del Ancestro muerto crea una onda que empuja con fuerza el aire a mi alrededor. Sin abrir los párpados, noto cómo miles de fragmentos del cadáver y la pared salen disparados en todas direcciones.

Apenas se atenúa el ruido de la explosión, escucho cómo estalla otro de los cadáveres incrustados en las paredes; Valdhuitrg lo ha sobrecargado de energía.

—Sí... —susurro, oyendo los pasos que da Zhahyustetth—. Hemos llamado tu atención, hemos hecho algo que escapaba a tus predicciones... —Sin perder la guardia, viro el cuerpo y lanzo el mandoble de forma lateral contra otro de los Ancestros consumidos—. Sigamos jugando, veamos qué es lo que escondes.

Cuando la onda expansiva de la explosión pierde fuerza, cuando los miles de fragmentos de la armadura, del Ancestro muerto y de la pared se alejan a gran velocidad, siento la presencia de Zhahyustetth, giro la cabeza y lo veo apenas un metro y medio de mí.

—No sé qué creías que conseguirías destruyendo los cadáveres de mis hermanos, pero no ha cambiado nada. La resurrección sigue en marcha. —Sin moverse, proyecta una fuerza que me empuja y me desequilibra—. Interpretareis vuestros papeles tal como se predijo. —Otra sacudida me arroja contra la pared y hace que tenga que soltar el mandoble—. No podéis hacer nada para evitarlo.

Usando parte de su esencia, da vida a dos cadáveres de sus hermanos y maneja sus brazos para que me aprisionen. Mientras se da la vuelta, mientras centra la atención en Valdhuitrg y se prepara para transportarse cerca de él, forcejeando con los Ancestros consumidos, aseguro:

—Te equivocas. Venceremos. Da igual tu poder y la fuerza que representes, la victoria será nuestra.

Sin mirarme, sin importarle mis palabras, Zhahyustetth se proyecta hacia Valdhuitrg y se materializa a su lado. En el momento en que el demonio lo siente cerca, intensifica la llama que le recubre el cuerpo, lanza las espadas de fuego y las dirige contra dos Ancestros consumidos.

—¿Así que te incomoda que destruyamos a tus antiguos hermanos? —pregunta mi hermano de armas al mismo tiempo que explotan los cadáveres—. Parece que más allá de quererlos conservar para que sirvan como recipientes de energía, en lo más profundo de tu ser, aunque sea de una forma grotesca, también deseas conservarlos para no olvidar lo que en algún momento significaron para ti.

Zhahyustetth, por primera vez muestra algo más que indiferencia. Por un segundo, llego a percibir cierta molestia por las palabras de Valdhuitrg. Por instante, alcanzo a ver parte del ser que alguna vez fue.

—Mis únicos sentimientos son para con mi señora. Todo lo demás, incluido tu pueblo y tú, no son más que instrumentos para ser usados como me plazca en el retorno a la vida de la que nace de la perfecta corrupción.

El Ancestro proyecta gran cantidad de poder, sacude a Valdhuitrg con una fuerte corriente de viento cargado de partículas de energía azulada, lo empuja varios metros y le extingue las llamas que le recubren el cuerpo.

—Por más que lo intentes —masculla el demonio—, no podrás acabar con nosotros y lo que representamos. —Aprieta los puños y vuelve a manifestar las llamaradas verdes—. No podrás quebrar nuestra voluntad.

Sintiendo la fuerza de mi hermano, aprieto los dientes, concentro el poder de La Nada, lo proyecto y hago que los Ancestros consumidos que me inmovilizan sean tragados por la pared.

Mientras me adelanto, mientras blando con fuerza el mandoble, miro al Ancestro y sentencio:

—El mayor poder que existe es lo que uno cree. Y tanto yo como Valdhuitrg creemos que vas a desaparecer, que acabarás siendo olvidado en una creación que no recordará a los tuyos ni a tu señora.

Zhahyustetth gira un poco la cabeza, centra la mirada en mí y me dice:

—Perdiste la guerra por tu ser, pero te aferras a la esperanza de que podrás recuperar un pasado inexistente. —Proyecta gran cantidad de poder y lo arroja contra mí—. Vives de ilusiones. De falsas ilusiones.

Antes de que me alcance la esencia del Ancestro, piso con fuerza, me aferro al mandoble, aprieto los dientes, manifiesto todo el poder que me ha cedido el ser de La Nada y creo una barrera de energía negra.

Mientras siento cómo el poder del Ancestro impacta en el muro de energía, mientras veo cómo lo agrieta y noto cómo lo empuja casi logrando desplazarlo, grito e intensifico la canalización.

Tras varios segundos, cuando cesa el ataque, cuando se apaga la fuerza que presiona la barrera, con la respiración agitada, bajo el mandoble, hago que se desvanezca el muro de energía, miro al Ancestro a los ojos y mascullo:

—Tendrás que esforzarte más...

Zhahyustetth fija la mirada en mi rostro, da unos pasos, convierte sus ojos en energía azul marino y susurra:

—No eres nada.

Antes de que termine de silenciarse su murmullo, del suelo emergen unas gruesas rocas de energía azulada que me rodean. Cuando estoy girándome para buscar la forma de dejar el círculo de piedras, estas comienzan a desprender rayos azulados y a vibrar.

Sintiendo que están a punto de descargar su fuerza contra mí, aprieto la empuñadura del mandoble, manifiesto un aura negruzca, extiendo la fuerza de La Nada mucho más allá de mi cuerpo y grito. Mientras los ecos de mi chillido resuenan en la sala, los rayos azulados alcanzan la hoja del espadón, la cargan y atraviesan la barrera que me protege alzándose en forma de aura.

Sin poder frenar el envite del poder del Ancestro, sin tener fuerza si quiera para atenuarlo, noto cómo su esencia se adentra en lo más profundo de mi ser, cómo se incrusta en mis entrañas y cómo comienza a romper el lazo que me une a La Nada.

Viendo cómo la marca de mi brazo empieza a agrietarse y desvanecerse, contemplando cómo el mandoble se fisura y poco a poco se va convirtiendo en polvo, sintiendo cómo se hacen pedazos los pocos reductos de mi poder que aún conservo, caigo de rodillas y suelto un gemido.

Aunque escucho cómo Valdhuitrg se lanza contra el Ancestro, aunque oigo el sonido de las espadas de fuego al surcar el aire, al acercarse las hojas a Zhahyustetth siento cómo el Ancestro detiene los ataques e inmoviliza a mi hermano de armas.

—Valdhuitrg —mascullo, apretando los dientes con tanta fuerza que se agrietan, luchando contra el dolor que me inmoviliza y me nubla la mente.

Aunque no dejan de arrojar contra mí una gran cantidad de rayos, lentamente las estructuras energéticas que me rodean van tornándose trasparentes. Poco a poco, inmerso en un intenso dolor, sintiendo como si me arrancaran la vida, como si drenaran mi esencia, muevo un poco la cabeza y observo la pringue en la que Ashurted convirtió a mi cuervo sagrado.

Moviendo un poco la mano, haciendo el amago de tocar los restos de Laht, mirando de reojo cómo mi piel se llena de fisuras y cómo de ellas emergen pequeños destellos carmesíes, susurro:

—Viejo amigo...

Sintiendo mi cuerpo muy pesado, costándome mucho mantener la cabeza en una posición que me permita ver lo poco que queda del cuervo sagrado, pensando en que el poder del Ancestro es demasiado grande, cierro los ojos, me concentro y uso las fuerzas que me quedan para enviar un mensaje:

«No sé cuántos habéis sobrevivido, pero necesitamos ayuda, el poder del Ancestro es inmenso...».

Agotado, presa de un cansancio que me dificulta hasta respirar, me dejo caer y lucho para mantenerme consciente, para no desfallecer, para intentar recuperarme un poco y ponerme de nuevo en pie.

Al mismo tiempo que los rayos dejan de impactar contra mi cuerpo y que las estructuras de energía terminan de desvanecerse, escucho las palabras que pronuncia Zhahyustetth:

—Ni tú ni el demonio sois nada. Tan solo existís para llevar a cabo vuestro papel en la resurrección.

Aunque trato de levantarme, aunque me esfuerzo por hacerlo y plantarle cara, tan solo logro incorporarme un poco antes de caer de nuevo al suelo. Sintiendo cómo en poco tiempo un Ancestro me ha convertido otra vez en un rival inservible, inspiro despacio, trato de calmarme y de recuperar fuerzas para intentar ponerme de nuevo en pie.

—No ganarás —mascullo.

Mientras lucho para que no me controle la desesperación, siento cómo Valdhuitrg aumenta su poder, cómo lucha contra la esencia que lo mantiene atrapado y oigo lo que dice:

—Por más poderoso que seas, por más que la corrupción que anida en tu ser provenga de una fuerza mayor, jamás podrás quebrar nuestra voluntad. —El Ancestro gira un poco la cabeza y centra la mirada en los ojos del demonio—. Durante muchos milenios, lanzasteis a infinidad de seres a las entrañas del Ghoarthorg. Lo hicisteis para que se fueran consumiendo poco a poco en recreaciones de sus anhelos, de sus temores, de sus recuerdos. Quisisteis destruirlos arrojándolos a mundos construidos con reflejos deformados de sus mentes, pero, aunque fueron devueltos después de cada derrota, vuestro poder no pudo frenar la voluntad de cientos, de miles, que se alzaron y llevaron la rebelión a los mundos que mantuvisteis alejados del Ghoarthorg. Vuestra fuerza no pudo evitar que alcanzáramos el núcleo del tiempo y que alteráramos la realidad. Vuestro poder no es infinito.

Zhahyustetth, que tarda varios segundos en contestar, se mantiene observándolo fijamente.

—Las rebeliones que llevasteis a cabo fueron toleradas. No hicisteis nada que no estuviera previsto.

Valdhuitrg, incrementando el poder de la llama, contesta:

—No te creo. Intentas aparentar que las rebeliones y los cambios en el tiempo y la realidad no tienen importancia, pero, aunque no sepa qué es lo que no ha salido del todo como tenías previsto, sí sé que hay algo con lo que no contabas.

Zhahyustetth deja de mirar al Valdhuitrg, camina hacia el centro de la sala, hace que los cadáveres de Los Ancestros consumidos proyecten el poder que contienen y lo concentra para que empiece a destruir la pequeña capa agrietada que separa el plano donde se halla la verdadera corrupción de los restos del universo del Silencio.

Sintiendo cómo Valdhuitrg está concentrando la suficiente fuerza para liberarse, trato de nuevo de levantarme, fuerzo los brazos y, aunque me cuesta mucho, consigo levantarme lo suficiente para conseguir arrodillarme.

Sin fuerzas, con el cuerpo dolorido, observo el brillo azulado que desprenden los cuerpos sin vida de Los Ancestros y cómo sus esencias extintas se concentran en medio de la sala en varias grietas rojizas que parecen resquebrajar el aire.

—La brecha... —pronuncio con la voz ahogada, como si se escaparan mis fuerzas con cada palabra—. La brecha está hundiéndose en la frontera entre la existencia del Silencio y el reino de La Corrupción.

Cuando escucho cómo Valdhuitrg logra liberarse, cuando oigo el rugir de sus llamas y los pasos que da en dirección al Ancestro y a la grieta, casi al instante, noto cómo Zhahyustetth proyecta su poder y arroja a mi hermano de armas contra un muro.

Agotado, luchando por mantenerme arrodillado, con la vista nublada y el cuerpo lleno de sudor frío, mantengo la mirada centrada en la grieta, inspiro tratando de ver más allá de la frontera agrietada de la realidad, proyecto mi consciencia y acaricio la superficie de la mente de quien se halla al otro lado, de la entidad que personifica la corrupción que se adueñó hace tantos eones de Los Ancestros.

Habiendo contemplado por un momento la inmensidad del abismo oscuro que alimenta la esencia de La Corrupción, habiendo sentido el hambre insaciable, habiendo percibido la realidad que quiere nacer, una donde los ciclos de existencia y nada serían más rápidos, una donde habría millones de Ghoarthorgs en los que una infinidad de seres sufrirían, creando mundos enfermos con los que alimentar a la dueña de La Corrupción, dirijo la vista hacia El Ancestro y susurro:

—No es suficiente con derrotarte. —Vuelvo a mirar la brecha que empieza a agrandarse y brillar—. Hay que destruir a la entidad que te corrompió, hay que destruir a la fuente de La Corrupción.

Durante unos instantes, mientras oigo cómo Valdhuitrg corre hacia Zhahyustetth, cómo manifiesta todo su poder y consigue evitar una onda que le lanza el Ancestro, cómo sucumbe a la segunda y cae al suelo, observo la energía que proyectan los cadáveres de Los Ancestros consumidos, me ojeo el brazo, compruebo cómo me ha sido arrancada la marca de La Nada y, al mismo tiempo que trato de blindar mis pensamientos, me digo:

«No puedo contar con mi antiguo poder ni con el poder de La Nada. —Alzo la vista y observo la energía que flota por la sala—. No, no puedo... pero sí puedo canalizar otra fuerza».

Aprieto los dientes, extiendo la mano, cierro los ojos y me concentro. En silencio, recordando cómo era la sensación que brotaba del núcleo de mi ser, la parte más profunda de mi alma, aquella que vibraba con La Fuerza Ancestral, poco a poco, empiezo a reclamar parte del poder que proyectan los cadáveres de Los Ancestros consumidos.

Tras unos segundos, cuando nota que el flujo de energía fluctúa y se debilita levemente, Zhahyustetth me mira, observa cómo mi cuerpo se recubre con una aura casi trasparente de un tenue tono azul y suelta:
—Ingenioso.

Sin decir nada más, tratando de cortar la cascada de energía que se funde con mi ser, camina hacia mí y vuelve a lanzar una onda contra Valdhuitrg, que se ha levantado y ha cargado de nuevo. Cuando está muy cerca, cuando siento cómo su poder hace que se agriete la superficie del suelo en el que estoy arrodillado, lo miro, sonrío y le digo:

—Siempre hay un camino. —El Ancestro eleva la mano, me apunta con la palma y concentra gran parte de su fuerza—. Siempre hay una forma de volver a levantarse. — Zhahyustetth me lanza un gran haz azul—. Siempre hay que seguir luchando.

Alzo la mano, creo una barrera y, mientras freno el haz, me pongo en pie, extiendo el otro brazo y reclamo una porción más grande de poder.

—Nunca hay que rendirse... —mascullo.

Valdhuitrg aprovecha que el Ancestro está centrado en mí para abalanzarse contra él y golpearlo con las espadas de fuego. Aunque no logra hacerle daño, aunque las hojas de llamas se apagan cuando tocan a Zhahyustetth, consigue desconcentrarlo.

Aprovechando que el haz se ha vuelto más débil, muevo la mano, desplazo la barrera que me protege y desvío la energía del Ancestro. Antes de que Zhahyustetth logre reaccionar, manifiesto una estalagmita de energía azul que crece de forma diagonal hacia él y que hace que tenga que cubrirse y crear un muro azulado para evitar que le alcance.

Mientras miro a Valdhuitrg, mientras aprovecho los segundos que hemos ganado, señalo la brecha que está quebrando la realidad y le digo:

—Da igual si conseguimos vencerle, aunque acabemos con él no cambiará nada. Hay que destruir La Corrupción.

El demonio observa la brecha, asiente y contesta:

—Hagámoslo.

Niego con la cabeza, reclamo más poder de Los Ancestros consumidos y digo:

—Lo haré yo.

Valdhuitrg me mira reflejando en su rostro que no permitirá que me enfrente solo a la Corrupción.

—No, Vagalat... —suelta, antes de que la esencia del Ancestro lo arroje de nuevo contra un muro.

—No te moverás de aquí —sentencia Zhahyustetth—. Interpretarás tu papel, te consumirás en el cementerio, entre los restos de todo lo antiguo.

Viendo cómo el poder del Ancestro se incrementa, cómo me muestra hasta dónde llega su fuerza, apunto con la palma al cadáver de uno de sus hermanos, creo una interferencia en la proyección de energía que emite y lo hago explotar.

Cuando Zhahyustetth está a punto de usar todo su poder contra mí, hago que se apaguen los brillos de los cuerpos de Los Ancestros consumidos y le digo:

—Hazlo, mátame. —Al ver cómo el odio se refleja en su rostro, insito—: Mátame, acaba conmigo, y destruye los restos de tus hermanos.

Al mismo tiempo que su cara vuelve a no reflejar ninguna emoción, mientras comienza a interferir en el lazo que he creado con los cuerpos de sus hermanos consumidos, asegura:

—De nada te servirá. No podrás mantener por mucho tiempo tu unión con el cementerio sagrado. Y tampoco harás que estallen los cuerpos. No te arriesgarás a que tu lucha quede en nada si este lugar se consume y acaba con tus compañeros que aún siguen con vida.

Notando la rapidez con la que se está haciendo de nuevo con el control de la energía que proyectan sus hermanos muertos, empiezo a caminar y le digo:

—No, no lo haré, no haré que estalle la sala, no a menos que acabes conmigo y mi unión con la energía de tus hermanos la haga explotar. —Lo miro de reojo mientras sigo avanzando—. Pero en el tiempo que durará esa unión, en el tiempo en el que no te permitirás destruirme, voy a atravesar la brecha y a enfrentarme a la dueña de tu alma.

Zhahyustetth, que me observa pensando en si debe matarme o intentar pararme sin que eso conlleve la destrucción de los cuerpos de sus hermanos consumidos y la construcción que los acoge, acelera el ritmo de interrupción del flujo de energía y asegura:

—Hagas lo que hagas, no podrás evitar interpretar tu papel en la resurrección. —Aprieta los puños y mi unión con la energía de Los Ancestros consumidos se reduce mucho—. Tu tiempo se acaba.

Sintiendo cómo dentro de poco perderé la oportunidad de adentrarme en el reino de La Corrupción, acelero el paso, alcanzo la brecha y alzo la mano para tocarla. Antes de hacerlo, miro a Valdhuitrg, veo cómo niega con la cabeza y le digo mentalmente:

«No te preocupes, venceremos. Retrasaré la resurrección, intentaré atrapar a La Corrupción en su reino. —Observo cómo la impotencia se adueña de su rostro y cómo unos finos hilillos de humo se desprenden de sus lagrimales—. Aguanta hasta que lleguen más hermanos. Resiste y vive para ver el nacimiento de un nuevo universo, de uno creado con la fuerza del Silencio renacido... —Siento cómo el demonio repite varias veces que no lo haga—. No hay otro camino... Hace tiempo que sé que tengo que morir... Que tan solo mi sacrificio nos conducirá a la victoria...».

Escuchando cómo Valdhuitrg grita, notando cómo El Ancestro interrumpe el flujo de energía que he conseguido robar durante un minuto, sintiendo cómo Zhahyustetth está a punto de apartarme de la grieta, cierro los ojos, pienso en Laht, lo veo extendiendo sus alas, me imagino su graznido, toco la grieta y dejo que me absorba, que me empuje y que me conduzca a un gran vacío.

—Silencio... —susurro, al mismo tiempo que soy arrastrado a las profundidades de un reino nacido para albergar la presencia corrupta de su creadora—. Soy Silencio... —me digo, descendiendo por la oscuridad, sin rumbo, sin control, escuchando miles de risas enajenadas que provienen de todos los rincones de este lugar—. Soy el Hijo del Silencio... —suelto, notando cómo al alejarme de la brecha dejo de percibir lo que sucede en el cementerio de Ancestros, percibiendo cómo el lazo que me une a Valdhuitrg se debilita hasta extinguirse—. El Silencio no puede morir...

Aunque aumenta la intensidad de la oscuridad que me rodea, aunque se vuelve tan densa y fría que consigue que sienta que me atraviesa la carne, aunque la fuerza que tira de mí hacia las profundidades de este reino corrupto no para de aumentar, por un segundo, siento como si mi poder retornara y uso esa chispa de energía para frenar mi caída, iluminar con un brillo rojo este lugar y dirigir mi descenso hacia una isla flotante de magma petrificado.

Cuando estoy lo bastante cerca de la superficie, trato de volver a usar mi poder para detener del todo el descenso, pero, aunque me concentro, aunque me esfuerzo por alcanzarlo, tan solo logro sentir que el núcleo de mi ser está consumido.

Sin poder evitarlo, notando cómo la isla me atrae con una gran fuerza, sin poder atenuar el golpe, impacto contra el magma petrificado, reboto varias veces y me parto el brazo, el tabique, la mandíbula y varias costillas.

Dolorido, viendo cómo se apaga los tenues brillos rojos que han iluminado este lugar durante uno segundos, me apoyo en el brazo sano, me incorporo cómo puedo y siento cómo las costillas astilladas me desgarran las entrañas.

Mientras escupo sangre, mientras siento la intensidad de la corrupción que impregna este reino, intento que mi poder curativo me sane. Sin embargo, por más que me esfuerzo en hacer que mi cuerpo se restaure, apenas logro que la curación se ponga en marcha.

Debilitado, con los huesos rotos y un dolor intenso paralizándome, observo cómo la oscuridad densa y fría vuelve a impregnar el vacío y me digo:

«Tengo que seguir... —Con un pulmón encharcado, sin dejar de echar sangre por la boca, apretando los dientes y luchando contra el dolor, consigo levantarme—. Tengo que frenar a La Corrupción...».

Durante unos instantes que se hacen eternos, con las piernas sufriendo espasmos, apenas soy capaz de mantenerme en pie. Durante esos momentos, por más que lo intento, no logro más que no desfallecer.

Cuando noto que mi corazón empieza a cansarse de bombear sangre, cuando siento que pierdo mucha por dentro y por fuera, escucho cómo emerge de la oscuridad una voz femenina:

—Luchas, siempre luchas, sin rendirte. —Poco a poco, los tonos rojos que iluminaron este lugar durante unos segundos vuelven a aparecer y a mostrar cómo se ha trasformado la isla flotante de roca fundida—. Da igual contra qué te enfrentes, da igual el rival que se interponga en tu camino, siempre te levantas, siempre continúas.

Con un ojo hinchado y con el otro cubierto de sangre, con la vista enrojecida, observo las decenas de seres inmóviles que se hallan sobre la isla; seres de largas melenas negras que flotan estáticas elevándose en todas direcciones; criaturas sin rostros, con grandes cuerpos y pieles lisas.

—Te agota, sufres y acabas llegando a tu límite —prosigue la voz femenina—. Tus luchas siempre te conducen al borde de tu destrucción, pero aun así continúas dispuesto a enfrentarte a un nuevo enemigo. En tus innumerables vidas, siempre ha sido así.

Sin fuerzas nada más que para soltar unas palabras, sin ser capaz siquiera de dar un paso, digo:

—Entonces significa que siempre he tenido algo bueno, que nunca me he rendido.

Los seres de las melenas mueven el cuello de forma rápida, dirigen sus cabezas sin rostros hacía mí y hacen que sus pelos dancen como si fueran empujados por una tenue brisa.

—O puede que signifique que nunca has sido capaz de aceptar cuál es tu verdadera naturaleza —la voz femenina emerge de las criaturas—. Que seas incapaz de ver que tu destino no es más que una ilusión, que la tarea que te impusiste fue una forma de escapar de tus errores.

Notando cómo con cada respiración las costillas astilladas me desgarran la carne y los órganos internos, sintiendo cómo mi cuerpo quiere sucumbir, con la mirada fija en los seres sin rostro, consigo avanzar un paso y mantenerme firme.

—Quizás quién no sepa cuál es su papel seas tú. Escondida en esta existencia de corrupción, sobreviviendo gracias a que más allá de tu reino hay una creación viva, un lugar donde mora una fuerza de paz y equilibrio, un universo imbuido por la fuerza del Silencio.

Durante unos segundos, mientras siento cómo la sangre me resbala por la cara, mientras observo a los seres inmóviles y sus cabellos flotantes, percibo cómo la entidad que da vida a este universo corrupto empieza a manifestarse.

Entre intensos rayos amarillos que descienden de todas direcciones y usan a los seres sin rostro como conductores hacia la superficie rocosa de la isla, entre los potentes fogonazos que producen los relámpagos al impactar, veo cómo a una veintena de metros comienza a materializarse una neblina violeta.

Sin perder de vista la bruma, contemplando cómo las partículas apagadas que contiene absorben la luz que proyectan los rayos, viendo el resplandor oscuro que precede a la manifestación de la señora de este reino corrupto, susurro:

—Ya era hora de que aparecieras...

Poco a poco, la representación de La Corrupción, la entidad que corrompió a Los Ancestros y provocó el declive de la creación de La Luz Perpetua, da unos pasos y deja atrás la bruma violeta.

Mientras observo sus ojos de iris relucientes amarillos, mientras contemplo su piel rojiza, sus rasgos y su figura casi humanas que le otorgan una belleza envidiable, mientras veo los hilos de metal que descienden por los hombros, dando forma a una prenda que le cubre los senos, y siguen por el costado, bordeando la cintura, creando una tela metálica que oculta las partes íntimas, digo:

—Supongo que esta no es tu verdadera forma.

La representación de La Corrupción, que camina descalza, se detiene en medio de los seres sin rostro, me mira y responde:

—Supongo que no. Aunque hace tanto que la uso, que me es difícil verme de otro modo. —Sin moverse, concentra un potente brillo amarillo en sus ojos y usa su poder para sanarme—. No somos más que figuras moldeadas por lo que creemos que somos. Los humanos y muchos otros seres inferiores no son capaces de alterar su aspecto para reflejar lo que esconden en su interior, pero, incluso con esa limitación, no dejan de marcar su cuerpo para diferenciarse, para mostrar cómo les gustaría ser. —Sin que me dé tiempo de reaccionar, vuelve a usar su poder y manifiesta en mi cuerpo un recuerdo doloroso que se me grabó con un hierro al rojo—. ¿Nunca te has preguntado quién eres realmente y quién quieres ser de verdad?

Observando el humo que surge de mi piel quemada, viendo cómo la dueña de La Corrupción ha recreado en mi pecho la marca que me hizo El Seleccionador al poco de alcanzar El Mundo Ghuraki, sintiendo como si acabaran de retirarme el metal ardiente, aprieto los dientes y mascullo desafiante:

—Soy Vagalat. —Elevo la mirada y la fijo en sus ojos—. Siempre lo he sido y siempre lo seré.

La entidad me contempla en silencio, haciendo que el brillo de sus ojos se apague.

—Dices la verdad, eres Vagalat, siempre lo has sido y siempre lo serás. Pero ¿quién es Vagalat? Y ¿qué esconde en lo más profundo de su ser? —Da unos pasos, adelanta a los seres sin rostro y deja sus huellas marcadas en el suelo rocoso—. ¿No te gustaría responder a esas preguntas? Desde que averiguaste que los recuerdos de la vida que viviste en un pequeño mundo que bordeaba los límites de un pozo de oscuridad no son más que la superficie de una memoria mucho más profunda, ¿cuántas veces te has preguntado quién eres? ¿Cuántas veces no has querido descubrir los secretos de unas vidas que desconoces?

Sin dejar de mirarla fijamente a los ojos, respondo:

—Muchas. Tantas que he perdido la cuenta. —Inspiro despacio, pienso en Valdhuitrg, en todo lo que he vivido junto a él y en cómo ha cambiado la necesidad de conocer mi pasado—. Pero eso ya no importa. Da igual lo que viví. Da igual lo que fui o lo que pude ser. Solo importa lo que soy.

La entidad guarda silencio unos segundos.

—¿Y qué eres? ¿Un Guardián de Abismo? ¿Un luchador de La Gladia? ¿El exterminador de Ghurakis? ¿El verdugo de Los Asfiuhs? —Por un segundo, sus ojos vuelven a emitir un potente brillo amarillento—. Dime, ¿qué crees que eres?

Sintiendo la densidad de la negrura que da forma a este reino de corrupción, aseguro:

—Soy el que pondrá fin a tu locura.

La señora de este reino me contempla en silencio unos segundos.

—Entiendo... Eres el que acabará conmigo y con mi reino. Eres el que liberará la creación de la esclavitud y del hambre de una naturaleza corrompida por eones de confinamiento. Eres el héroe y los que combates son los villanos. Eres el bien y yo el mal.

Niego con la cabeza.

—No, no soy el bien. Ni tampoco soy el héroe. Hace tiempo alguien al que odio me enseñó que todos tenemos oscuridad en nuestro interior. Que esta anida en las almas de todos los seres, ya sean dioses o entidades elevadas.

Mientras me observa potenciando el brillo de los penetrantes ojos amarillos, asegura:

—Gran verdad.

Sin dejar de mirarla fijamente al rostro, prosigo:

—Así es. Pero en mi vida he descubierto que hay personas imbuidas con una bondad suprema, una que hace que esa oscuridad interna apenas sea apreciable. Personas que son incapaces de hacer daño, de castigar incluso a los que merecen sufrir por haber destruido las vidas de inocentes, de haber acabado con niños o con ancianos indefensos. —La representación de La Corrupción me escucha con curiosidad—. Los que tienen ese tipo de bondad están por encima de mí y de los que luchamos para hacer del mundo un lugar mejor. No son capaces de hacer daño, pero nos dan las fuerzas necesarias para seguir luchando por ellos y por los que no merecen sufrir. Nos dan las fuerzas para luchar por un mundo donde nadie tenga que preocuparse por si su hija, su mujer o su hermana salen a pasear solas de noche o si su hijo, su amigo o su padre se pierden en un camino volviendo de casa.

»Nos dan fuerzas para no parar hasta construir un mundo donde nadie tenga que sufrir por esa oscuridad que busca adueñarse del alma humana. Para seguir adelante hasta dar forma a un mundo en el que nadie se convierta en victima de los depredadores que se esconden en nuestro interior. —Observo cómo se apaga el brillo de sus ojos—. No soy un héroe, un héroe no disfruta haciendo sufrir a nadie. Tengo un lado oscuro, uno que me empuja a torturar a aquellos que han abusado de quienes no se pueden defender. Es cierto que nunca usaría mi poder para acabar con la vida de inocentes, pero sí que lo usaré siempre para arrancarle los órganos a los que sí lo hayan hecho. Lo haré y disfrutaré con ello. Alguien que representa el bien no disfrutaría quitando vidas.

La representación de La Corrupción vuelve a emitir un brillo en sus ojos.

—Interesante... Me agrada que aceptes lo que eres.

Inspiro despacio por la nariz y contesto:

—Sí, me he aceptado como soy, he aceptado que dentro de mí se esconde una bestia que se ha mantenido confinada gracias a la vida que he tenido al lado del maestro, al lado de una persona que sí era buena, alguien que no dudó en sacrificarse para que tuviéramos una posibilidad de vencer a las fuerzas que quieren adueñarse de la creación y de las almas de los que la habitan. Hace tiempo que acepté que mi lado oscuro forma parte de mí, que no soy tan bueno como me gustaría y que lo único que puedo hacer es arrastrar conmigo los monstruos que se esconden en mi interior mientras trato de ayudar a crear un mundo mejor.

La entidad corrupta, después de escucharme con atención, empieza a caminar, se aproxima a mí y se detiene a poco más de un metro y medio.

—Disfrutas inflingiendo dolor, sientes plenitud cuando estás castigando a aquellos que consideras que representan el mal. —Sus ojos vuelven a emitir un fuerte brillo—. Aunque has sido privado de los recuerdos de tus vidas anteriores, aunque las enseñanzas del que llamas maestro consiguieron apartarte de la naturaleza impregnada en tu alma, aun así, no has conseguido dejar atrás el placer que se siente al castigar a los inferiores.

Con la mirada fija en sus ojos, respondo:

—No recuerdo qué hice en Abismo, no sé qué hice mientras serví a Él, pero, aunque la oscuridad de El Pozo Sin Fondo impregnó mi alma, aunque esa mancha perdura incluso en este momento, no voy a sucumbir. Aprendí a usar la negrura de mi ser sin ser destruido por ella.

Con los ojos emitiendo un leve brillo amarillento, la representación de La Corrupción pregunta:

—¿Quién ha hablado de Abismo? ¿Aún crees que tu lado oscuro nació en Abismo? ¿Aún crees que Él fue el único responsable de convertir tu alma en un imán de oscuridad? No, Vagalat, la vida que viviste en Abismo no fue la que inició tu camino hacia mí.

Sintiendo cómo la manifestación corrupta hace que mi ser vibre, cómo hace que vuelva a recuperar mi alma y el poder que va unido a ella, contesto:

—No sé qué buscas, no sé qué quieres conseguir y por qué intentas manipularme diciéndome que ya era un ser oscuro antes de vivir una vida de siervo en Abismo, pero da igual. Digas lo que digas, no vas a conseguir nada de mí. He venido aquí para acabar contigo y con la corrupción que representas.

—Y ¿a qué esperas para intentarlo? Te he sanado y te he devuelto tu poder. Atácame cuando quieras, destrúyeme y pon fin a mi reino. Si es lo que deseas, hazlo ya.

Aprieto los puños, manifiesto de forma inconsciente el aura carmesí y la miro fijamente a los ojos.

—Nada me gustaría más que destruirte, pero sé que aún no tengo el poder necesario para hacerlo.

Se adelanta un poco más, se queda muy cerca de mí, me acaricia la mejilla y pregunta:

—Entonces, ¿por qué estás aquí? Si sabías que tu poder no era rival para el mío, ¿qué te ha empujado a lanzarte a mi reino? —Los ojos emiten un brillo intermitente—. ¿No querrías llegar a mí para lograr que por fin se te revelara el sentido de tu vida? ¿No ha sido el impulso de descubrir la verdad oculta de tu ser lo que te ha guiado a través del pasado, del Ghoarthorg y del mundo de ceniza? ¿No has sido a mí a quien has estado buscando en todas tus vidas? ¿No han sido los susurros oscuros los que te han llevado a seguir adelante, los que te han conducido a este momento? ¿No has deseado siempre en el fondo de tu ser alcanzar a alguien capaz de arreglar tu mente, de devolverte lo que perdiste? ¿No anhelas lo que te es imposible alcanzar?

Mientras siento el tacto gélido de sus dedos en la cara, mientras observo sus deslumbrantes ojos, mientras percibo lo que proyecta su interior, contesto:

—No he venido a que le des sentido a mi vida, he venido porque sé que de una forma u otra seré capaz de detenerte.

—¿Seguro? —pregunta al mismo tiempo que aparta la mano de mi rostro—. ¿No te gustaría no volver a sentirte reprimido, no te gustaría dar sentido a tu existencia a mi lado, siendo el señor de mis huestes, comandando mis ejércitos? ¿No te gustaría salvar a los tuyos, tener el poder de elegir a los privilegiados que no acabarán formando parte de los ciclos de Los Ghoarthorgs? ¿No te gustaría devolverles la vida a los caídos, traer de vuelta a tu amor perdido, a Ghelit? Antes de plantearte rechazarlo, piensa en lo que te ofrezco, vívelo.

El brillo de sus ojos se vuelve tan intenso que me ciega por un segundo. Mientras parpadeo, mientras creo una película de energía para modular la visión, empiezo a ver en mi mente una recreación de la realidad que me ofrece.

Usando su poder, me muestra lo que me espera si acepto servirla. Me veo controlando las energías de las infinidades de creaciones oscuras que nacerán para debilitar el hambre insaciable de La Corrupción, me veo controlando los flujos de los Ghoarthorgs, ordenando a Los Ancestros que se encarguen de las tareas menores, pero también me veo viviendo una vida feliz junto a Ghelit, Adalt y el maestro, junto a Bacrurus, Asghentter, Dharta, La Cazadora, Mukrah y Harterg Vhargat, junto a Valdhuitrg y su familia, Junto a Karthmessha y sus seres queridos, junto a Athwolyort y su amada Jhástegmiht, me veo en plenitud disfrutando del amor y de los hermanos, me veo haciéndolo mientras ayudo a que infinidad de seres sean devorados, mientras infinidad de creaciones nacen y mueren para alimentar a una entidad que lo único que desea es alimentarse con el dolor. Una entidad que proyecta un mal peor que cualquiera a los que me haya enfrentado. Una entidad invencible.

Niego con la cabeza, me echo un paso para atrás, la miro a los ojos y digo:

—No, jamás te serviré. Nunca seré tu esclavo.

La entidad se mantiene callada unos segundos.

—Dime pues, ¿qué vas a hacer? —A su espalda, a unos metros, en medio de las criaturas sin rostro, empiezan a crearse multitud de fisuras rojas en el aire—. ¿Vas a intentar frenar mi resurrección? ¿Vas a luchar contra mí? ¿O te vas a rendir? —Al escuchar el sonido que producen las grietas al agrandarse, insiste—: Los que sea que has venido a hacer, hazlo ahora.

Aunque sé que no soy rival para ella, aunque sé que puede acabar conmigo con tan solo pensarlo, aprieto los puños, manifiesto al aura carmesí y sentencio:

—No voy a dejar que vuelvas a la vida, no voy a dejar que escapes de esta dimensión. —Doy forma a Dhagul—. Aunque me cueste la vida, voy a evitar que te adueñes de la creación.

Una ligera sonrisa se dibuja en el rostro de la manifestación de la fuerza corrupta.

—No voy solo a adueñarme de la creación, voy a usar sus cimientos para construir una existencia perfecta. Llevaré a cabo la obra que muchos soñaron, crearé un orden que durará eternamente.

Cuando se da la vuelta, cuando empieza a caminar hacia las grietas, incremento la energía de Dhagul, doy un par de pasos y hundo la hoja en el suelo.

—No vas a salir de aquí —mascullo, cargando aún más la espada—. No lo permitiré —le prometo, entrecerrando los ojos, intensificando el brillo que produce Dhagul.

Deteniéndose, girando un poco la cabeza, la representación corrupta me dice:

—Hubieras sido el general perfecto, tu esencia unida a mi corrupción te habría dotado de un poder inigualable. Lástima que tu destino sea morir aquí, encerrado en mi prisión mientras tu realidad se consume. —Reemprende la marcha—. Una autentica pena.

Con los dientes apretados, cubierto por una gruesa capa de energía roja, con las manos aferradas a la empuñadura de Dhagul, aseguro:

—Moriré aquí, pero lo haré derrotándote.

Sintiendo cómo palpita Dhagul, cómo la energía que se concentra en la espada empieza a resquebrajar la isla flotante, hundo más la hoja en la roca, grito y hago que el arma explote, inundando este inmenso reino de oscuridad con un gran resplandor rojizo.

Mientras la explosión me empuja, mientras la energía me quema, mientras sufro al sentir cómo mi cuerpo se resquebraja y mi carne se descompone, mientras la fuerza de mi ser canalizada a través de mi espada destruye la isla y hace retroceder a las grietas rojizas, mientras la representación de La Corrupción se convierte en una niebla violeta que se disipa con rapidez, me digo:

«Te he frenado...».

Herido, con el rostro desfigurado y el cuerpo destrozado, no puedo evitar que la onda de la explosión me desplace a gran velocidad, adentrándome en una parte de este plano que en vez de estar compuesta por una intensa negrura lo está por infinidad de resplandecientes partículas violáceas.

Sin ser capaz de frenarme, miro de reojo hacia donde me conduce la inercia y veo un cinturón de grandes esferas rocosas que flotan en medio de la multitud de puntos violetas.

Cuando choco con la superficie de uno de estos pequeños planetas, cuando siento el impacto en la espalda, cuando escucho cómo se quiebran las vértebras, suelto un gemido y lucho por no desfallecer.

Aguantando el dolor, pensando en que esto todavía no ha acabado, en que debo asegurarme de que la manifestación corrupta no alcanza la creación, cierro los ojos e intento acelerar mi poder regenerativo.

—Vamos... —susurro, sintiendo cómo el proceso curativo se pone en marcha lentamente.

Apenas se silencia mi murmullo, escucho unos pasos, abro los ojos, miro hacia un lado y veo a la representación de La Corrupción caminar hacia mí.

—Si te dijera que me has sorprendido, te engañaría. Eres demasiado predecible. Sabía que al devolverte tu poder, lo usarías contra mí. Aunque mentiría si no dijera que por un momento pensé que aceptarías mi oferta. —Sus ojos emiten un fuerte brillo—. Ahora que sé que no lo harás, que jamás te unirás a mí, ya no importa tu destino. Podría matarte, acabando con tu sufrimiento, arrancándote ese profundo dolor que has arrastrado durante tantas vidas. También podría devolverte de nuevo tu fuerza y ver cómo intentas en vano evitar mi resurrección. Pero no voy a hacer ninguna de las dos cosas. —Usa su poder y detiene mi curación—. Te dejaré aquí, encerrado, sin fuerzas, y me aseguraré de que escuchas cada lamento y cada súplica de los que van a padecer por el nacimiento de mi obra.

»Primero enviaré las de tus amigos, las de los que están combatiendo contra mi siervo, y luego, durante el resto de la eternidad, la de la infinidad de seres que pacerán en Los Ghoarthorgs. Este lugar será tu tumba, aquí, privado de tu poder, te arrepentirás de no haber aceptado servirme. —A su espalda, a pocos metros, se manifiesta una red de gruesas grietas rojas en el aire—. Me aseguraré de que sientas cada lágrima y que sufras cada herida. —Crea unas gruesas raíces violetas que me hunden un poco en el suelo rocoso—. Te concederé la vida eterna para que seas testigo de cómo acabo con cada intento del Silencio por revivir. Lo haré para que llegues a ver el momento en que incluso la fuerza que dio vida a La Luz Perpetua acaba desapareciendo por completo. —Se da la vuelta y empieza a caminar hacia las grietas—. Me aseguraré de que contemplas mi grandeza.

Antes de que llegue a las fisuras, antes de que cruce y alcance los restos de la creación del Silencio, grito:

—¡Saldré de aquí! ¡Dejaré este lugar! ¡Y te mataré!

Sin decir nada, sin importarle mis palabras, ignorando mi presencia, atraviesa las grietas y se adentra en la sala donde Valdhuitrg está combatiendo contra El Ancestro.

—¡Juro que te mataré! —bramo, tratando en vano de liberarme.

Con la rabia poseyéndome, viendo cómo se cierra el desgarro de la realidad que ha permitido a la manifestación de La Corrupción dejar atrás este lugar, sintiendo cómo lo poco que queda en pie de la obra del Silencio empieza a consumirse, notando el dolor de los compañeros que aún se mantienen en pie luchando, escuchando sus gritos y percibiendo cómo se apagan sus vidas, chillo y busco en la desesperación una chispa que vuelva a prender la esencia de mi poder.

Con lágrimas en los ojos, mientras llega a mí el sufrimiento y la agonía de una creación que se extingue, mientras siento cómo comienzan a tomar forma infinidad de Ghoarthorgs, mientras lucho contra la idea de que hemos perdido, de que nos hemos enfrentado a un enemigo invencible, forcejeo contra las raíces y trato de liberarme.

En medio de los sonidos que producen infinidad de almas al ser devoradas, con las fluctuaciones del poder de la corrupción sacudiendo lo creado y lo inexistente, sigo luchando contra las raíces, negándome a darme por vencido.

Aunque me cuesta asumirlo, aunque me es difícil aceptar la rapidez con la que ha pasado, fuera de aquí, de esta dimensión en la que La Corrupción permaneció encerrada durante eones, no queda nada conocido. Mis amigos, mis hermanos de armas, han sido consumidos y sus almas han desaparecido para siempre.

—Han muerto... —mascullo, sin dejar de forcejear.

La creación del Silencio se ha extinguido, lo único que queda de ella soy yo. Creímos que podríamos vencer, que encontraríamos una forma de derrotar a Los Ancestros y restaurar el pasado, pero no contábamos con que la fuerza que los corrompió se manifestaría. Jamás pensamos que nos enfrentaríamos a una entidad tan poderosa.

—Lo siento... —suelto, cansado, empezando a aceptar lo difícil que va a ser liberarme—. Siento haberos conducido a la muerte... —susurro, viéndome como lo que soy, como alguien que ha sido superado y derrotado.

Mientras percibo cómo la corrupción da forma a infinidad de almas para someterlas en Los Ghoarthorgs, para poder saciar su hambre con los mundos deformes que creen, mientras empiezo a escuchar las primeras súplicas y me llega la intensidad del dolor de los espíritus al ser desgarrados, cierro los ojos y las lágrimas brotan.

Tras casi un minuto en el que no dejo de pensar en la derrota, vuelvo a forcejear con las raíces, abro los párpados y digo:

—Esto no puede acabar así. Tengo que encontrar la forma de escapar, debo alcanzar esa nueva creación y derrotar a La Corrupción.

Apenas se terminan de silenciar mis palabras, mientras se incrementa el flujo de sufrimiento que percibo desde Los Ghoarthorgs, escucho unas pisadas y oigo una voz:

—No podrás. Es imposible que venzas a La Corrupción. —Miro hacia un lado y veo a un ser semejante a un humano con una máscara de metal dorado incrustada en el cráneo—. El camino que iniciaste en el futuro de corrupción termina aquí. Tu viaje ha llegado a su fin. —Observo cómo se juntan sus labios negros cuando se calla, casi pareciendo que se fusionan.

En silencio, viendo cómo una súbita ráfaga de viento mece la capa oscura del ser, contemplando cómo las prendas de tela ennegrecida se aferran a su piel, cómo unas vendas del mismo tejido hacen lo mismo con las manos, le pregunto:

—¿Qué eres? ¿Un siervo de La Corrupción que ha venido a torturarme, recordándome mi fracaso?

El recién aparecido se detiene cerca de mí y responde:

—No sirvo a La Corrupción, ya no. —Me fijo en la parte baja del rostro, en la única zona de la cara que no está cubierta por la máscara y veo cómo las venas oscuras se muestran a través de la piel—. Hace tiempo que dejé de servir para convertirme en mi amo. —Elevo un poco la mirada, la centro en los ojos ennegrecidos que quedan al descubierto a través de dos orificios en el metal—. Mi destino es mío.

Sin apartar la vista de su rostro, digo:

—Dices que tu destino es tuyo, pero vienes a que acepte el haber sido derrotado, a que deje de luchar. ¿Acaso quieres que tu destino te conduzca a ser engullido por la creación oscura que está tomando forma? ¿Quieres unirte a la infinidad de seres que sufrirán en Los Ghoarthorgs? —Al ver que no contesta, suelto—: Eso pensaba, afirmas que no eres un siervo, pero no eres más que otro ser que trata de engañarme. Tu dueña te ha enviado aquí para que mi castigo sea mayor. —Forcejeo de nuevo con las raíces—. Puedes decirle que no me voy a rendir. Que mientras viva seguiré luchando.

El ser de la máscara observa cómo gasto energías en vano y me pregunta:

—Y ¿de qué serviría? Aunque lograrás escapar de esta dimensión, no podrías vencerla. Ya no.

Percibiendo cómo se filtra el poder infinito de La Corrupción en este plano, miro a los ojos del ser y aseguro:

—Aunque no pueda vencer, no voy a rendirme.

—Nadie te está pidiendo que lo hagas. —Gira un poco la cabeza y contempla las gigantescas grietas rojizas que se extienden por el vacío—. Todavía hay fuerzas que tienen sus propósitos. Fuerzas a las que no les gusta la construcción de una realidad corrupta cimentada en infinidad de Ghoarthorgs. —Centra la mirada en mi rostro—. La Nada aún busca el fin de los ciclos. La Nada aún mantiene el trato que te propuso.

Observando cómo una inmensa grieta roja toma forma en el vacío y se desvanece con rapidez, digo:

—La Nada... Si tanto desea acabar con los ciclos, ¿por qué me dio una porción de su poder incapaz de permitirme vencer a La Corrupción?

El ser de la máscara me contempla en silencio durante unos instantes.

—Lo hizo porque pensó que te sería difícil manejar una cantidad mayor. Lo hizo por eso y porque pensó que tú y tus aliados seríais capaces de interrumpir la ruptura de la barrera que separaba este lugar de la antigua creación. Creía que podrías derrotar a tiempo a Los Ancestros y evitar el renacimiento de La Corrupción.

Despacio, dejo de observar el vacío, fijo la mirada en su rostro y le pregunto:

—¿Una entidad de tal poder no fue capaz de prever que el renacimiento estaba más cerca de lo que parecía...? —Hago una pausa, recordando a mis hermanos de armas—. Llevo mucho tiempo luchando contra toda clase de criaturas para saber que nunca nada es lo que parece... Creí que podía confiar en el que representa la ausencia, pero, cuando me vi superado, con el único poder con el que pude contar fue con el mío.

—Las guerras a escalas cósmicas son más complejas de lo que parecen. La Nada se vio privada del santuario desde el que canalizaba su poder en la agonizante creación del Silencio. Por eso no pudo intervenir más.

Niego con la cabeza, inspiro despacio por la nariz y suelto:

—Un santuario... Ya. —Guardo silencio mientras observo cómo toman forma decenas de grietas rojas en el vacío—. Es curioso que una entidad tan poderosa sea incapaz de defender el lugar por donde le es posible intervenir en la guerra...

El ser de la máscara se aproxima hasta quedar a mi lado, se arrodilla y me mira a los ojos.

—El santuario cayó, pero no sin que se derramara la sangre de siervos muy poderosos de Los Ancestros. Lo defendí hasta que no tuve más remedio que abandonarlo.

Mientras lo observo, mientras me adentro un poco en su ser a través de su mirada, le digo:

—Defendiste el santuario cuando combatíamos en el mundo de ceniza y en la fortaleza de Los Ancestros... —Veo cómo sus ojos se envuelven con un brillo oscuro—. Dices que no sirves a la corrupción y que no tienes amo, pero combates por La Nada. No quieres que la existencia de Los Ghoarthorgs se perpetúe, pero quieres convencerme de que mi viaje ha acabado y que me será imposible liberarme y volver a luchar.

El ser de la máscara se pone de pie y retrocede un paso.

—Si consiguieras salir de este plano consumido, lo único que lograrías sería que La Corrupción te exterminara, que acabara con tu consciencia y con tu alma. Ya no puedes hacer nada. Ni tú ni yo ni La Nada. Al menos no en este momento.

Al ver que tras hablar, durante unos instantes, se pierde en sus pensamientos contemplando las grietas rojizas que se forman en el vacío, le pregunto:

—¿Qué quieres decir con este momento?

—Aún queda Silencio en ti, una parte de La Fuerza Ancestral que lucha por no extinguirse, un pedazo de un inmenso poder que te conecta con lo que fuiste y con lo que eres. Hace tiempo que olvidaste el alcance de tu poder, hace mucho que dejaste atrás lo que aprendiste en tus distintas existencias, pero, aunque el conocimiento permanece oculto en lo más profundo de tu ser, en un lugar casi inalcanzable, usando la esencia de Silencio que se resguarda en ti podrías tocarlo y volver a unir tus esencias, la de los distintos momentos de tus vidas.

Echo la vista hacia un lado y susurro:

—Usar la esencia del Silencio para conectarme con los momentos que he vivido... —Lo miro a los ojos—. ¿Quieres que reviva mis existencias?

—Quiero que hagas algo más que eso, quiero que viajes por tus vidas y alcances un momento lejano, una época apartada de este tiempo. Quiero que viajes por tu propia consciencia para que así puedas cumplir tu parte del trato, para que puedas acabar con los ciclos.

Me quedo pensando en la posibilidad de usar el lazo que me une a mis vidas pasadas para alejarme del nacimiento de la creación de Los Ghoarthorgs y murmuro:

—Retroceder en el tiempo... Volver al pasado para vencer a Los Ancestros... Recordar mis existencias...

—Volver a ser tú —dice el ser de la máscara dorada—. Recuperar tus recuerdos, tus vidas y tu poder. Y hacerlo alejado de una corrupción reencarnada, de una fuerza con un poder infinito.

—Tener la oportunidad de seguir luchando... —susurro.

El ser de la máscara afirma ligeramente con la cabeza.

—Retroceder a otro momento de tu consciencia para poder anticiparte.

Antes de que pueda contestar, antes de que me dé tiempo de preguntarle cómo hacerlo, escucho un inmenso chasquido y veo cómo un haz oscuro impacta en la espalda del ser de la máscara, empujándolo, arrojándolo unos metros por el aire.

Después de ver cómo rebota en la superficie, giro la cabeza, dirijo la mirada hacia el lugar de donde proviene el haz y veo cómo Zhahyustetth se acerca.

—Aún no hemos acabado con todos aquellos que no son dignos de contemplar el nacimiento de la creación perfecta —sentencia, deteniéndose.

Cuando alza la mano y apunta con la palma hacia el ser de la máscara, bramo:

—¡Espera! —Sin bajar el brazo, el Ancestro me mira a los ojos—. ¿Vas a destruirlo sin que se pueda defender? Le atacas por la espalda y ahora lo quieres aniquilar mientras está tumbado. ¿Así quieres demostrar la superioridad de tu poder y el de la nueva creación que tu señora ha creado? ¿Aniquilándolo sin darle la oportunidad de morir luchando? ¿Sin poder caer mirando a los ojos de su rival?

Zhahyustetth duda, pero, tras un par de segundos, baja el brazo, dirige la mirada hacia el ser de la máscara, que está empezando a incorporarse, y dice:

—Dejemos que ataque entonces. Que demuestre lo vacío de su poder.

Sin dejar de observar al Ancestro, inspiro con fuerza y me preparo para volver a intentar liberarme de las raíces. Cuando el ser de la máscara termina de levantarse, cuando mira con odio a Zhahyustetth y se prepara para atacar, me digo:

«Tengo que liberarme... Tengo que trascender las barreras que me limitan... Tengo que alcanzar los recuerdos que se mantienen ocultos...».

Viendo cómo el ser de la máscara manifiesta dos afiladas hojas de energía doradas que nacen pegadas a los antebrazos y sobresalen medio metro por encima de las muñecas, escuchando cómo estalla el aire a su alrededor y notando cómo tiembla la roca de este pequeño planeta a medida que canaliza su poder, centro mi mente en la visión que tuve en La Memoria de la Creación, la visión que me mostró como un ser oscuro antes de que el maestro me convirtiera en un niño, la visión que me reveló que mi vida junto a Adalt no fue más que la continuación de otras existencias, sonrío, cierro los ojos y me digo pensando en mis seres queridos:

«Siempre habéis estado ahí, da igual lo lejos que estemos, da igual si estamos separados por la vida y la muerte, nunca podrán romper el lazo que nos une. Ninguna fuerza será capaz de borraros de la existencia mientras os mantenga vivos en mis recuerdos...».

Escuchando cómo el ser de la máscara dorada brama y se abalanza contra El Ancestro, pienso en Ghelit, en lo que viví junto a ella, en las veces que nos escapamos de la ciudadela para cazar Bhaerogs, semi-espectros oscuros que vagaban por las noches en los bosques en busca de animales para poseerlos y consumirlos pudriéndolos por dentro, en las promesas que nos hicimos y que no pudimos cumplir, en lo mucho que la amo y lo mucho que la echo de menos, en que no estaba cuando más me necesito y pienso:

«Jamás te olvidaré... Gracias a ti, me he convertido en el hombre que soy... Desconozco mi pasado, no sé qué me espera cuando recupere la memoria, pero, da igual si mi alma fue creada en la más profunda oscuridad, da igual si nací para destruir las almas de los inocentes, el amor que siento por ti, lo que viví junto a ti, me ayudará a no rendirme hasta convertir la creación en un lugar de paz y equilibrio... Tu recuerdo y el deseo de reunirme junto a ti en el reino de La Moradora Oscura me dan las fuerzas necesarias para seguir adelante... para acabar lo que he empezado...».

Sintiendo cómo el Ancestro bloquea los ataques del ser de la máscara dorada, cómo juega con él, cómo deja que se debilite con cada estocada, me mantengo centrado en mis pensamientos y, aunque no me puedan escuchar, me dirijo a mis hermanos de armas:

«Bacrurus, Mukrah, Dharta, Cazadora... Sé que luchasteis hasta el final, sé que no os rendisteis aun siendo superados por fuerzas con poderes inmensos... Sé que me esperáis en el pasado para continuar luchando contra Abismo... No os defraudaré... Levantaremos de nuevo juntos nuestras armas y acabaremos con Él y su reino... Destruiremos a cualquier fuerza que desee corromper los mundos de La Convergencia... Lucharemos hasta que El Silencio reine...».

Escucho cómo el Ancestro bloquea un ataque, cómo inmovilaza al ser de la máscara y cómo lo hace gritar usando su poder para obligar a sus órganos a que se expandan y se compriman.

Abro los ojos, miro a Zhahyustetth, que proyecta una neblina azul que se adentra en el enmascarado, y susurro:

—Mi lucha no ha acabado... El futuro está condenado, pero el pasado no. Volveré junto a mis hermanos de armas e impediremos que Los Ancestros renazcan. Regresaré y sellaremos para siempre la dimensión que contiene a La Corrupción. —El Ancestro manifiesta decenas de pequeñas estalactitas negras y las hunde en el ser de la máscara—. Salvaremos la creación...

Zhahyustetth deja que el enmascarado caiga al suelo, lo contempla durante unos segundos retorcerse de dolor en el suelo, se da la vuelta y camina hacia mí.

—Olvida el pasado, ya no existe. Ahora existe un tiempo imperecedero, el tiempo de la creación perfecta.

Mirándolo a los ojos, contesto:

—Estás corrompido por un poder antiguo y oscuro y eres incapaz de ver que la guerra no ha acabado. Esto no ha hecho más que empezar.

Me observa sin mostrar ninguna emoción en el rostro.

—Cuanto antes asumas que tu derrota se ha cumplido tal como se predijo, cuanto antes aceptes que tu existencia ha quedado atada a este plano, que has sido convertido en un testigo de la grandeza de la obra de la señora, antes dejarás de sufrir pensando en lo que podría haber pasado y nunca pasó. —Se detiene a poco más de un metro de mí—. Te ayudaré a conseguirlo, retorceré un poco más tu mente para darte lo que siempre has buscado, fragmentar tu consciencia y recuerdos de forma irreversible.

Forcejeando con las raíces, observo cómo el Ancestro proyecta una neblina azulada que me alcanza, me atraviesa el cuerpo y se hunde en mi alma. Sintiendo como si me desgarraran por dentro y por fuera, como si despellejaran mi mente, grito y trato en vano de canalizar mi poder para defenderme.

Tras varios segundos, que se me hacen eternos, cuando estoy a punto de olvidar por qué estoy aquí, la neblina se desvanece. Jadeando, con el rostro cubierto de sudor y las venas del cuello hinchadas, veo cómo se la confusión se adueña del Ancestro.

—Es imposible... Mi poder... —susurra, antes de girarse al escuchar unas pisadas—. Tú —suelta sin ocultar cierta ira.

Agotado, con el cuerpo dolorido, con la mirada borrosa, fuerzo la vista hasta que consigo ver con cierta claridad a la figura que ha tomado forma a no mucha distancia de nosotros.

—Sí, yo —afirma El Señor de Abismo, observando al ser de la máscara tirado en el suelo—. No iba a perderme el nacimiento de una nueva creación y la muerte de una de las mascotas de La Corrupción. —Centra la vista en el Ancestro y sonríe dejando al descubierto los dientes podridos—. Hacía tiempo que tenía ganas de matar más Ancestros.

Zhahyustetth lo observa inmutable, conteniendo la rabia, sin que ninguna emoción se refleje en el rostro.

—Tuviste suerte en los enfrentamientos con mis hermanos menores. Los cogiste desprevenidos, pero ahora no estás antes ellos y no atacas por la espalda. Ahora...

Él proyecta su energía oscura, la concentra en una neblina negra y la arroja contra el Ancestro empujándolo, haciendo que pierda el equilibrio y caiga al suelo cerca de mí.

—¿Decías? —suelta el señor de Abismo, mientras mueve la mano y utiliza parte de su esencia para curar al ser de la máscara—. Los Ancestros sois poderosos, pero no sois invencibles.

El enmascarado se pone de pie, mira a Él y contesta:

—Se ha cumplido uno de los futuros que previste, el peor de todos.

El Ancestro trata de ponerse en pie, pero El Señor de Abismo vuelve a arrojarlo al suelo.

—Sí... —contesta Él—. Estamos llegando a un punto sin retorno. Cada vez nos acercamos más al asentamiento de la nueva realidad. Hubiera sido más fácil si la grieta no hubiera estallado... —Camina hacia mí, mueve la mano y lanza al Ancestro a cierta distancia—. Estamos llegando a un punto en el que ni siquiera mi poder y el poder de La Nada podrán retener por mucho tiempo la destrucción de los diminutos filamentos que aún se aferran al recuerdo de un pasado desaparecido... Nos acercamos a la extinción del Silencio...

Cuando está lo bastante cerca, centro la mirada en su rostro repleto de pústulas supurantes y suelto:

—El Silencio ya se ha extinguido...

El Señor de Abismo se detiene a mi lado, mueve la mano y hace que la roca a la que estoy atado se eleve hasta que quedo de pie, aferrado a la piedra por las raíces.

—Tienes razón, fuera de aquí El Silencio ha sido destruido. Pero en este lugar, en este plano que sirvió como prisión, aún se conversa lo suficiente para cambiar el destino que está tomando forma.

Sin comprender del todo qué quiere decir, dirijo la vista hacia el vacío, observo las grietas rojas, percibo el dolor que proyecta la nueva realidad y pregunto:

—¿Cómo podemos parar esto? —Lo miro—. ¿Cómo podemos evitar que esa creación se perpetúe en la eternidad?

Inquieto, notando algo que yo no consigo percibir, Él se da la vuelta y dice:

—Despertándote. —Da unos pasos y busca a alguien con la mirada, girando la cabeza de un lado a otro—. Ayudándote a que te encuentres a ti mismo, a que lo hagas el tiempo suficiente para que puedas despertarte en otra época, en otro tiempo.

Casi de forma instantánea, la manifestación de La Corrupción toma forma cerca del Señor de Abismo y asegura:

—Sois tan previsibles. —Antes de que Él pueda hacer nada, la representación corrupta crea una red de lazos rojizos que lo aprisionan—. Sabía que vendríais si dejaba a Vagalat aquí. —Dirige la mirada hacia el ser de la máscara—. Un antiguo señor oscuro y un antiguo siervo que ahora obedece a un dios que tan solo desea desaparecer. —Crea otra red de lazos rojizos que inmovilizan al enmascarado—. Tu nuevo dueño estará contento, voy a hacer su sueño realidad, no dejaré que La Nada tomé forma nunca más. —Intensifica las cuerdas de energía—. Aunque puede que le entristezca el que no le permita dormir, que lo mantenga despierto en un limbo mientras me alimento de su poder durante toda la eternidad.

Zhahyustetth se acerca a la manifestación de La Corrupción, a Él, toca al Señor de Abismo, canaliza su poder, le hace gritar y, cuando está satisfecho, se arrodilla delante de su ama.

—Señora —dice con la cabeza inclinada.

—Levántate, y sé mi arma. —Hace un gesto con la mano—. Sé quien ponga fin a los últimos recuerdos de una creación que ya jamás será anhelada ni recordada.

El Ancestro asiente, se levanta y camina hacia mí.

—Así sea —pronuncia de forma automática, antes de alcanzarme y comenzar a proyectar su poder arrojándolo contra mi cuerpo y mi alma—. Destruyamos el último enlace con un pasado imperfecto.

Chillando, sintiendo cómo arden las raíces que me aprisionan, notando cómo la roca a la que estoy atado se convierte en magma y me abrasa, oliendo el olor de mi carne siendo calcinada, escuchando el sonido que producen mis huesos al quebrarse en mil pedazos por el intenso calor, fijo la mirada en el gran vacío que se expande en este plano, ojeo las grietas rojas que titilan y bramo:

—¡No voy a morir! —El Ancestro, al notar cómo mi capacidad curativa se manifiesta levemente, intensifica su poder y aumenta la intensidad con la que está destruyendo mi ser—. ¡No he llegado tan lejos para caer!

Al ver que me resisto a la destrucción, la manifestación de La Corrupción da unos pasos, me observa y dice:

—Deja de luchar. Has cumplido tu destino. Es hora de que reposes, de que guardes tu deseo de resistir y renuncies a seguir combatiendo en una guerra que no puedes ganar.

Con la piel de la cara derretida, giro la cabeza, la miro a los ojos, aprieto los dientes y mascullo conteniendo el dolor:

—Nunca...

Cuando la manifestación de La Corrupción está a punto de usar su poder infinito para poner fin a mi existencia, escucha las risas del Señor de Abismo, lo observa y pregunta:

—¿Qué te resulta tan gracioso?

Mientras Él se convierte en una neblina que se desvanece y reaparece a mi lado, mientras vuelve a tomar forma a partir de la tenue bruma, mientras sonríe y me toca la sien derretida con el dedo índice, contesta:

—Me hace gracia tanto esfuerzo para lograr tan solo una efímera victoria. —Conectándose con la parte oscura de mi ser, con aquella que hunde sus raíces en un pasado remoto, añade—: No puedes destruir lo que no está aquí.

Al mismo tiempo que el ser de la máscara se libera, a la vez que Zhahyustetth intenta apartar a Él de mi lado, siento como si el tiempo se detuviera, como si este momento no estuviera pasando y veo cómo todo se oscurece.

Antes de que pueda reaccionar, de que pueda si quiera preguntarme qué está pasando, una antigua versión de mí comienza a acercarse. Soy yo, algo distinto, pero yo. Ataviado con una gruesa armadura de una aleación negruzca y rojiza, camina hasta quedar delante de mí y me dice:

—Somos más de lo que parecemos. —Quiero preguntarle, pero cuando intento hacerlo me doy cuenta de que no puedo hablar—. Aunque nacimos con un propósito, decidimos caminar en busca de un destino que no nos fuera impuesto. —Poco a poco, decenas, quizá centenas, de representaciones de las vidas que no recuerdo van tomando forma alrededor de mí—. Una vez custodiamos, pero ahora somos más que eso. —Extiende la mano y las otras versiones de mí hacen lo mismo—. Somos El Silencio.

El lugar se cubre con un potente brillo azulado y centenares de voces repiten:

—Somos El Silencio.

La versión de mí ataviada con la armadura se aproxima un poco más, acerca la mano envuelta por un intenso fulgor rojizo y susurra:

—Recuerda.

Mientras noto cómo mi pasado empieza a dejar de ser un enigma, mientras veo el camino que me ha conducido hasta aquí, un sendero recorrido en infinidad de vidas, cierro los ojos, mi ser se convierte en lo que siempre ha sido, en Silencio, y me lleva fuera de este lugar asentado en los recuerdos de mis existencias.

Poco a poco, abro los párpados, veo cómo la manifestación de La Corrupción usa su poder para volver a apresar a Él, observo cómo El Señor de Abismo sonríe, tenso los músculos, estiro los brazos y hago que la prisión de magma se petrifique y explote saliendo disparada en todas direcciones.

Notando cómo mi alma vibra, cómo fluye el poder que me otorgan los recuerdos, dirijo la mirada a la representación de La Corrupción y sentencio:

—Esto no ha acabado. Aún no.

Zhahyustetth se adelanta, intenta proyectar su poder, pero con tan solo mirarlo, con tan solo desearlo, hago que el brazo que extiende se quiebre en varias partes. Mientras una mueca de dolor se le refleja en el rostro, muevo la mano y lo lanzo al vacío, en dirección a las grietas rojizas que ahora titilan a mayor velocidad.

—Interesante —dice la representación de La Corrupción—. Has conseguido volver a ser tú mismo. Una pena que no puedas disfrutar mucho tiempo de tus recuerdos. —Una llamarada de energía violeta se eleva por encima de su cuerpo y vuela a gran velocidad hacia mí—. Has recompuesto tu memoria demasiado tarde.

Mientras el fuego me atraviesa el cuerpo y el alma, mientras siento cómo el poder corrupto me doblega, mientras chillo sin poder contener el dolor, escucho la infinidad de voces mis versiones de otras vidas repetir:

—Somos El Silencio.

Cuando la llamarada consigue arrodillarme, cuando está a punto de consumirme, alzo la mano, creo una barrera de energía azul, hago retroceder el fuego y bramo:

—Soy Silencio. —Me levanto con gran esfuerzo—. Yo soy El Silencio. Vivo dentro del Silencio y El Silencio vive dentro de mí.

La manifestación de La Corrupción, al ver cómo se extingue la llamarada, se prepara para arrojar otra más intensa, pero, antes de que pueda hacerlo, manifiesto el aura carmesí, la proyecto contra ella y la obligo a retroceder unos pasos.

—Soy El Silencio —repito, sintiendo cómo vibra dentro de mí el poder de un sin fin de creaciones.

—Da igual lo que seas... —murmura la manifestación de La Corrupción—. No eres rival para mí. —Cierra los ojos, concentra toda su esencia y la arroja contra mí, lanzándome varios metros por los aires, resquebrajando mi carne y sacudiendo mi alma—. Nada ni nadie lo es.

Mientras me levanto, mientras me preparo para volver a atacar, Él me mira y asegura:

—No puedes vencer. Tienes que proyectarte al pasado. —Cuando la representación de La Corrupción vuelve a arrojar la concentración de su esencia, El Señor de Abismo la intercede, se pone delante de ella y añade antes de ser pulverizado—: Enlaza con un momento pasado y adéntrate en él.

Viendo cómo se disipan los restos de Él convertidos en un humo negro, aprieto los dientes y los puños, me niego a retirarme, me niego a dejar este momento, concentro mi poder, hago que el plano que contuvo durante eones a La Corrupción tiemble, que se resquebraje y bramo envuelto por una potente aura de llamas carmesíes.

—¡Acabaré contigo! —chillo, cegado, sin ser capaz de ver más allá del enemigo que tengo delante, sin poder calmar mi mente—. ¡Vas a morir! —Extiendo los brazos, hago que aumente el poder que proyecto y destruyo las barreras que limitan esta dimensión—. ¡Te borraré de la existencia!

Sin que le afecte la muestra de mi poder, sin que le inquiete ni le impresione, la manifestación de La Corrupción vuelve a manifestar una llamarada violeta encima de ella y comienza a condensar una gran cantidad de su esencia en el fuego.

—Tu mayor error, Vagalat, es que no eres capaz de aceptar que siempre habrá alguien más poderoso que tú. Alguien más poderoso que lo que representas. —La llamarada me golpea y me cuesta mucho frenarla—. Tu debilidad eres tú mismo. Ni siquiera recuperando tus recuerdos eres capaz de comprender por qué iniciaste el viaje que te ha conducido aquí. —Las llamas violetas acaban superándome, me envuelven y me abrasan—. Hace mucho pensaste que podrías acabar con los nacimientos de las realidades oscuras. Lo creíste de verdad, pero no fuiste capaz de darte cuenta de que tú eres parte de lo que las mantiene vivas.

Envuelto por el fuego, escuchando el sonido que produce la piel al agrietarse, oliendo el olor que desprende al abrasarse, viendo cómo la carne supura y chisporrotea, sintiendo cómo la esencia de La Corrupción me oprime, dirijo la mirada hacia los ojos de la manifestación corrupta y aseguro:

—Nunca me daré por vencido.

La representación de La Corrupción camina unos pasos, intensifica las llamas y contesta:

—Lo sé.

Ensordecido por la intensidad de los gritos que se me escapan, cegado por la densidad del fuego y el humo, ahogado por la falta de aire, desgarrado por el dolor, escuchando las pisadas que da la manifestación corrupta, notando cómo se prepara para lanzar un último ataque para acabar conmigo, me dispongo a resistir cuando escucho una voz familiar cerca de mi oído:

—No puedes vencer, Vagalat. Debes vivir para vengarnos, para vengar la muerte de tantos en este futuro consumido por La Corrupción. —La voz comienza a alejarse, arrastrada a las profundidades de la no existencia—. Aunque mi llama esté apagada, aunque haya caído, sé que mi derrota conducirá a la victoria. Sé que aquel humano tozudo al que me encadenaron hará lo que sea necesario para acabar lo que empecé hace tanto... Sé que mi hermano de guerra destruirá a nuestros enemigos.

Al mismo tiempo que se silencian las palabras, al mismo tiempo que se apagan mientras la voz se desvanece para siempre, sabiendo que ya nunca más volveré a escuchar a mi hermano, suelto emocionado:

—Valdhuitrg...

Cierro los ojos, recuerdo lo que he vivido junto al demonio, vuelvo a sentir como si tuviera las cadenas que me unieron a él incrustadas en el hueso, noto su llama arder una última vez y susurro:

—No te fallaré... —Abro los párpados, intensifico el aura carmesí y extingo las llamas que me envuelven el cuerpo—. No os volveré a fallar, ni a ti ni a nadie más.

La manifestación de La Corrupción, que está a poco más de unos tres metros de mí, me pregunta:

—¿Vas a atacarme de nuevo?

La miro a los ojos y contesto:

—No, no lo haré. No aquí. No ahora. —Elevo un poco la cabeza, cierro los ojos y empiezo a recrear en mi mente una etapa de mi pasado: los momentos finales del Mundo Ghuraki—. Continuaré la lucha en otra época.

La manifestación de La Corrupción, que nota cómo empiezo a enlazarme con mi consciencia en una parte de mi vida alejada de este momento, vuelve a concentrar su poder, se prepara para arrojarlo contra mí, para destruirme, y asegura:

—Nada ni nadie escapa de mí. He renacido para borrar de la existencia cualquier rastro de aquello que no me pertenezca.

Cuando está a punto de arrojar una inmensa llamarada violeta contra mí, el ser de la máscara corre hacia ella, la sujeta por los brazos y la obliga a ladearse un poco.

—El futuro puede ser tuyo, pero el pasado nunca lo será —sentencia el enmascarado.

Poseída por una súbita ira, la manifestación de La Corrupción grita, arroja al ser de la máscara varios metros por el aire, se gira, lo mira y sentencia:

—Estúpido, siempre has sido un estúpido. Debiste seguir sirviéndome, como el resto de tus hermanos. —Los ojos se le iluminan con un potente brillo amarillo—. Pasaste de ser mi mejor sirviente a convertirte en un ser irrelevante, en alguien condenado.

Sin levantarse del suelo, arrodillado, el ser de la máscara la mira a los ojos y dice:

—No soy como tú, no soy una deidad ni un intento de dios, no soy inmortal y por eso hace mucho que asumí mi mortalidad. No tengo miedo a morir. Es más, casi lo deseo.

La manifestación de La Corrupción crea una inmensa llamarada violeta.

—Patético —dice, haciendo que el fuego sea más intenso.

Con la mirada fija en los ojos de su antigua señora, el ser de la máscara inspira con fuerza y dice:

—Quizá tengas razón, quizá sea patético e inútil. Pero al menos hace mucho que acepté mi destino. ¿Puedes decir tú lo mismo? ¿Estás preparada para volver a tu prisión? ¿Estás preparada ante la idea de que puede que algún día Vagalat, El Señor de Abismo u otro de los seres nacidos en la creación del Silencio consigan sellar tu cárcel? ¿Estás preparada a asumir que quizá logren un poder superior al tuyo y te destruyan o te utilicen para alimentar sus fuerzas? —Ante la ira que refleja el rostro de la manifestación corrupta, sonríe—. Ya sabía que no lo estabas.

Al notar cómo el aura carmesí que me recubre el cuerpo empieza a vibrar, la representación de La Corrupción ladea un poco la cabeza, me observa, se da cuenta de que cada vez estoy más cerca de crear un lazo con un momento pasado y suelta:

—No.

Antes de que consiga darse la vuelta, el ser de la máscara se levanta, da forma a las espadas doradas y se lanza contra ella.

—Has perdido —masculla el enmascarado.

La manifestación de La Corrupción lo mira, arroja la llamarada violeta y contempla con cierto regocijo cómo las llamas lo consumen. Cuando la carne se ha derretido, cuando del ser de la máscara no queda más que una plasta humeante, se da la vuelta, centra la mirada en mí y sentencia:

—Nadie más va a ayudarte. Llegó el final de tu camino.

Abro lo ojos y la veo canalizando todo su poder, creando una cantidad tan inmensa de energía violeta que ocupa casi la totalidad de la dimensión en la que nos encontramos, manifestando una fuerza que supera con mucho cualquier cosa que haya visto.

Mientras siento el zumbido de la carga energética, mientras noto cómo las partículas que la forman vibran y comienzan a desplazarse rasgando la densa oscuridad de este plano, susurro:

—We'ahthurg...

La manifestación de La Corrupción pregunta:

—¿El caudillo Ghuraki...? —Ladea un poco la cabeza y ve cómo toma forma una representación de We'ahthurg—. Ese es el punto que quieres alcanzar, la destrucción de Los Ghurakis. —Me mira a los ojos y sentencia—: No lo permitiré.

El espacio que me rodea zumba, la energía que inunda este plano vibra con tanta potencia que consigue crear un chirrido que me atraviesa los tímpanos. Ignorando el dolor en los oídos, sin prestar mucha atención a la sangre que surge de las orejas y resbala goteando hacia el hombro, unido a la proyección de los últimos momentos del Mundo Ghuraki, viendo a We'ahthurg derrotado, con las hachas de Ghoemew incrustadas en el cuerpo, inmóvil, contemplando la lluvia de fragmentos de la luna roja que descienden del cielo, susurro:

—Seguiré luchando...

La manifestación corrupta incrementa la velocidad en la que se proyecta la energía hacia mí, acelera la destrucción de esta dimensión y hace que me alcance antes de que me dé tiempo de conectarme del todo a esa parte lejana de mi pasado.

—No te irás. No lo permitiré. —Convierte su cuerpo en energía violeta y se arroja sobre mí—. Te retendré, aunque para ello tenga que postergar de nuevo mi resurrección. Aunque tenga que encerrarme en tu cuerpo.

Notando cómo La Corrupción me desgarra por dentro, viendo cómo estalla la dimensión que durante eones fue una cárcel, notando cómo me fundo a la esencia de la creación de Ghoarthorgs, chillo y aprieto los dientes.

—¡No voy a convertirme en tu siervo! ¡No seré tu esclavo! —Me concentro, pienso en We'ahthurg, veo de nuevo la proyección que muestra su derrota y alzo la mano, intentando tocarla—. ¡No lograrás detenerme!

Cuando llego a tocar la figura del caudillo Ghuraki, cuando siento que empiezo a alcanzar esa parte de mi pasado, que estoy a punto de retroceder hasta la destrucción del Mundo Ghuraki, escucho una voz dentro de mí:

«No, no te irás. Permanecerás atrapado aquí, hasta que te consuma, hasta que agote tu cuerpo, tu alma, tus recuerdos y lo que representas. —Me inmoviliza y hace que la representación de We'ahthurg se torne difusa—. Secaré tu ser, lo drenaré hasta que no quede más que polvo y luego usaré tu imagen marchita para gobernar eternamente».

Intento liberarme, trato de avanzar, pero tan solo consigo mover un poco los dedos. Paralizado, viendo cómo poco a poco empieza a desaparecer la figura del caudillo Ghuraki y sintiendo cómo comienza a romperse el lazo con esa parte pasada de mi vida. Cierro los ojos, aprieto los dientes y le digo a la representación de La Corrupción:

«Tienes razón, no me iré, pero tampoco me quedaré. Si tengo que acabar con lo que soy, si tengo que renunciar a lo que he vivido, lo haré. Da igual el sacrificio si este me da la oportunidad de seguir luchando. —Percibo la turbación que le producen mis pensamientos—. Solo importa que haya una nueva oportunidad. —Manifiesto el aura carmesí, uso todo mi poder para volver a dar fuerza a la figura del caudillo Ghuraki y fundir mi mano con ella—. A veces una derrota conduce a la victoria».

Confundida, La Corrupción vuelve a usar su poder para paralizarme y me dice:

«No lo permitiré».

Inspirando con fuerza, contesto:

«No está en tu poder detenerme. —Mi mano produce un brillo que se extiende y trasmuta la imagen de We'ahthurg convirtiéndola en un reflejo de mis últimos momentos en El Mundo Ghuraki—. Puedes impedir que retroceda, pero no puedes impedir que el pasado retorne. —Dirijo la mirada hacia la representación de mi yo pasado, lo veo tumbado en el suelo, sin fuerzas, le miro el rostro y hago que sus ojos chispeen envueltos por un potente brillo carmesí—. No puedes corromper lo que no puedes alcanzar».

Sin comprender cómo es posible que la barrera que erigieron Los Ancestros para dividir el tiempo comience a derruirse, la representación de La Corrupción me dice:

«¿Qué has hecho? No puedes escapar de este tiempo, no puedes escapar de tu cuerpo, tu alma me pertenece».

Cerrando los ojos, usando mi poder y el de la propia Corrupción para sobrecargar mi esencia de energía, contesto:

«Sí, te pertenece en este momento, pero, aunque no viviré para recordarlo, sé que seguiré luchando en el pasado. Y también sé que, de una forma u otra, impediré que Los Ancestros preparen tu resurrección. —Sintiendo cómo la energía que inunda mi ser está a punto de estallar, silencio la voz de La Corrupción y le envío un mensaje a mi yo del pasado, un mensaje que aunque no escuche le servirá para vencer en La Guerra del Silencio y para prepararse contra La Corrupción—. Recuerda que somos Silencio, que El Silencio vive dentro de nosotros y que hemos nacido para alcanzar una creación de paz y equilibrio... Aunque no sepas lo que he vivido, aunque no puedas recordarlo, me aseguraré de que mis pasos por este futuro corrupto te ayuden a obtener la victoria... Vengaremos a los caídos...».

Rompiendo por un segundo el control de La Corrupción, elevo la cabeza, centro la mirada en el horizonte de la dimensión destruida, veo multitud de nubes rojizas proyectando rayos amarillentos y, antes de hacer que mi cuerpo, mi alma y mi consciencia exploten, susurro:

—Valdhuitrg, hermano, venceremos.

Antes de ser arrastrado hacia los dominios de la no existencia, noto cómo el pasado comienza a reclamar este futuro corrupto y percibo la ira que proyecta La Corrupción al ser privada de su creación de Ghoarthorgs.

Antes de desaparecer, me voy sabiendo que la lucha no ha hecho más que empezar, que aun siendo imposible ganar a un rival invencible, he conseguido retrasar su victoria y darle una oportunidad a mi yo del pasado para evitar el nacimiento de una existencia proyectada por una entidad enfermiza de poder ilimitado.

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