Capítulo 27 -El resplandor de mi oscuridad-
Con la mirada fija en El Atesdurjhar, sintiendo cómo contacta telepáticamente con sus hermanos, cómo les pide que intervengan, noto cómo las ascuas oscuras me fortalecen alcanzando las profundidades de mi alma.
Percibiendo el incremento de mi fuerza, El Asfiuh esquelético me dice:
—Por más que puedas canalizar el poder de las ascuas, por más que te insuflen con su esencia, tú no eres parte de ellas. —Me observa con rabia—. Eres algo nacido fuera de calor helado que les dio forma, algo ajeno a su naturaleza, y no tardarán en repudiar lo que representa. —El espectro casi transparente de un gran Asfiuh se manifiesta detrás del Atesdurjhar y le otorga su poder—. No eres digno de ser uno con la fuerza que desprenden. Ni siquiera eres digno de saber que existen. —Aprieta los puños, los eleva un poco y obliga a las rocas que forman el suelo a que sellen sus fisuras—. No eres nada. —Extiende una mano y lanza un haz que me golpea el pecho y me arroja por los aires—. Eres el recuerdo de algo extinto.
Después de rebotar un par de veces en el suelo, cuando la inercia cesa por completo, me limpio con el reverso de la mano el hilillo de sangre que brota de la comisura de los labios, paso la lengua por la herida, siento el sabor férreo y me levanto.
—¿Crees que has logrado algo? —le pregunto mientras empiezo a caminar—. ¿Crees que has interrumpido el proceso que me da el poder de las ascuas? —Los ojos se me recubren con una película de una mezcla de energía carmesí y oscura—. Aunque no seas capaz de escucharlas, las ascuas están hablando. —El brillo de mis ojos se intensifica—. Están diciéndome que acepte lo que me ofrecen, que use su fuerza. —Al mismo tiempo que el desprecio se plasma en el rostro cadavérico de El Atesdurjhar, hago que el suelo vuelva a agrietarse y que la neblina oscura emane de nuevo de las fisuras—. Tú y tus hermanos estáis condenados. Lo estuvisteis desde el momento en que decidisteis destruir la realidad y forzar la resurrección de Los Ancestros.
El Atesdurjhar carga de energía a los Hazzergets y replica:
—Sigues siendo un ser limitado, incapaz de comprender la grandeza de nuestros pasos.
Manifiesto a Dhagul y contesto:
—Puede que tengas razón. Puede que no sea capaz de comprender la complejidad de vuestro plan. Aunque eso da igual. Aun siendo un humano limitado por mi percepción de la realidad, estoy seguro de que todos vuestros planes e intrigas no os van a servir de nada. En otro tiempo, en otro mundo, fuisteis el enemigo que más temía. En cambio, ahora sois el que menos me preocupa. No sois nada comparados con Los Ancestros.
Aprieta los dientes, hace un gesto con la mano y arroja al ejército de Hazzergets contra nosotros. Mientras las bestias sin mente se mueven a gran velocidad creando un estruendo con sus pisadas, Athwolyort me mira y dice:
—Nosotros nos encargamos de esas cosas, ve a por el esqueleto parlanchín.
Valdhuitrg asiente antes de empezar a hablar:
—Usa su poder en su contra. Usa la fuerza de las ascuas para que se trague su arrogancia. Athwolyort y yo nos dedicaremos a aplastar los cráneos de las bestias.
Después de mirar a mis compañeros, después de convencerme de que podrán hacer frente a los Hazzergets, centro la vista en El Atesdurjhar y les digo:
—Acabaré con él, volveremos al mundo de ceniza con un fragmento de las ascuas y derrotaremos a las tropas de Vhareis.
Al mismo tiempo que los Hazzergets se acercan a gran velocidad, acelero el paso, corro y, cuando estoy cerca de ellos, lanzo un haz oscuro que los obliga a romper la formación dejándome el paso libre para alcanzar a El Atesdurjhar.
Con la energía de las ascuas impregnándome con su poder, sigo avanzando a gran velocidad mientras algunas de las bestias sin mente tratan de adentrarse en el corredor que he creado. Con movimientos fugaces, lanzo a Dhagul y decapito a las que logran acercarse lo suficiente.
Cuando estoy lo bastante cerca de El Atesdurjhar, El Asfiuh empieza a hablar:
—¿Ese es tu plan? Dejar a tus amigos luchando contra una horda infinita. —Mueve un poco la mano y el techo de la gruta comienza a temblar—. Veamos cuánto pueden aguantar.
Elevo la cabeza y veo cómo un gran número de Hazzergets descienden desde lo alto de la cavidad. Me giro un poco, miro a Valdhuitrg y a Athwolyort, observo cómo aumenta el ejército de las bestias sin mente y cómo está a punto de alcanzarlos, me preparo para ir hacia ellos, pero, antes de que me dé tiempo de voltearme del todo, escucho la voz del demonio en mi mente:
«Vagalat, ocúpate del Asfiuh, nosotros estaremos bien. —Aunque noto cómo le cuesta manifestar la esencia de su fuego interno, aunque veo cómo aprieta los puños y los dientes con fuerza para eludir el dolor, contemplo cómo las llamas prenden alrededor de su cuerpo y cómo toma forma su espada—. Mátalo. Acaba con él y regresaremos al mundo de ceniza a terminar lo que empezamos en el Ghoarthorg».
Antes de girarme para volver a encararme con El Atesdurjhar, recordando las cadenas que unían nuestros cuerpos y almas, sintiendo como si el metal aún me quemara el antebrazo, le contesto:
«Lo haré. Lo mataré. Y después pondremos fin a Los Ancestros».
El Asfiuh esquelético, que me observa con cierta expectación, pensando todavía en cómo es posible que pueda canalizar el poder de las ascuas oscuras, me pregunta:
—¿No lo notas?
Sin apartar la mirada de su rostro cadavérico y sus ojos de energía, respondo:
—Noto la desesperación de los tuyos. Noto cómo os apresuráis a adelantar vuestra resurrección por temor a la de Los Ancestros. —Sabiendo que mis palabras le molestan, percibiendo cómo aumenta su rabia, acabo diciéndole lo que más le inquieta—: Noto cómo os preocupa el que pueda canalizar vuestro poder.
Los espectros de dos Asfiuhs gigantes se materializan unos metros detrás de él y poco a poco se trasforman en una neblina que se funde con sus huesos.
—Si hubieras aprendido a anticiparte, no acabarías siendo consumido en el centro de nuestro poder.
Se mueve con gran rapidez y lanza su espada de hueso con tanta velocidad que apenas alcanzo a bloquear el ataque con Dhagul. Mientras forcejeamos, haciendo que de los filos de las armas emerjan destellos, ojeo cómo en un extremo de la gruta comienza a palpitar un brillo grisáceo. Sin dejar de prestar atención a El Atesdurjhar, sin bajar la guardia, alcanzo a ver cómo de ese fulgor emerge la representación de una de mis derrotas.
—No... —mascullo, viendo cómo Los Asfiuhs han sanado el cuerpo de Yhasnet, lo han corrompido y lo han ocupado—. Sois despreciables —escupo, mirando a El Atesdurjhar.
Intensifico el aura que rodea mi cuerpo, aumento la fuerza que me otorgan las ascuas oscuras, lanzo la rodilla contra El Asfiuh esquelético y lo obligo a retroceder. Sin permitirle un respiro, lo observo con rabia, concentro aún más poder, le apunto con la palma y sentencio:
—Estás muerto.
Lanzo un haz que produce un brillo oscuro tan intenso que tengo entrecerrar los ojos. Tras unos instantes, mientras el fulgor desaparece, siento cómo la ira se apodera cada vez con más fuerza de mí y cómo el deseo de venganza no deja de aumentar.
Cuando el resplandor se extingue, veo cómo Yhasnet ha absorbido el haz a través de las anillas y cómo me mira con desprecio.
—Pudiste salvarme —me dice, antes de moverse a gran velocidad y golpearme el estómago—. Caí por tu culpa. —Me sacude en la mandíbula y me fuerza a girar un poco el cuello—. Como todos los que te importaron, como todos lo que te acompañaron, acabé muerto porque no fuiste capaz de evitarlo. —Me da una patada frontal y me lanza al suelo—. Te vamos a hacer un favor acabando contigo. Así te evitaremos que vuelvas a sufrir por no poder defender a los que te importan.
Con el cuerpo dolorido, me levanto sabiendo que mi culpa ha sido la que ha permitido al Asfiuh que posee el cuerpo de Yhasnet tumbarme con tanta facilidad. Aprieto los dientes, niego con la cabeza, alejo la culpabilidad, vuelvo a hacer que crezca la intensidad de mi aura y sentencio:
—No voy a permitir que uses lo que me martiriza en mi contra. Acabaré contigo y purificaré el cuerpo de Yhasnet.
El Atesdurjhar da unos pasos, me mira y pregunta:
—¿De verdad que te será tan sencillo liberarte de las cargas que arrastras? —Mueve la mano y las representaciones de quienes he perdido toman forma a mi alrededor—. ¿Podrás soportar el dolor que acarrean tus pérdidas?
Viendo a Ghelit, al maestro, a Harterg Vhargat, a Adalt, a Bacrurus y a infinidad de compañeros y compañeras, aunque no quiero que la culpa me posea, no puedo evitar que dentro de mí nazca un sentimiento que me hunde.
Con los ojos vidriosos, sintiendo cómo me destroza el alma ver a quienes me importan, observo la cara de Ghelit y susurro:
—Nunca me cansaré de decirlo... Lo siento... —Inspiro con fuerza, alejo parte de la culpa que están proyectando Los Asfiuhs contra mí y miro a Yhasnet y a El Atesdurjhar—. No os será tan fácil vencerme. No vais a ganarme usando a los fantasmas de mi pasado. Ese dolor no lo pondréis en mi contra.
El Asfiuh esquelético me contempla con satisfacción y responde:
—No hace falta que te venzamos, ya lo haces tú. —Sin entender qué quiere decir, siento como si mi sangre hirviera, me miro los brazos y veo cómo las venas se tiñen de negro—. Las ascuas poseen un gran poder, uno inmenso, pero para controlarlo uno ha de abrazar la pérdida, la falta de esperanza, la ausencia de luz: la oscuridad.
Yhasnet se aproxima y me golpea en el rostro.
—Tus miedos, tus culpas, tus frustraciones se están volviendo contra ti y te impiden que aproveches el poder que se apodera de tu cuerpo.
Intento defenderme, pero, al tratar de hacerlo, siento como si los músculos pesaran toneladas y apenas alcanzo a mover un brazo antes de que el ser fornido me coja del pelo y me lance a los pies de El Atesdurjhar.
Con rabia, hundo los dedos en la roca, aprieto las manos y empiezo a levantarme fracturando el suelo. Sin embargo, antes de que consiga ponerme en pie, El Asfiuh esquelético me golpea en la cara con la empuñadura de la espada de hueso y vuelvo a caer contra la superficie agrietada.
—Reconozco que has tenido una oportunidad de vencer —me dice—. Me ha sorprendido que fueras capaz de canalizar el poder de las ascuas, pero tan solo he tenido que esperar hasta que el efecto de la bruma oscura volviera tus cargas en tu contra.
Yhasnet se pone a mi lado, me pisa la espalda para que no pueda intentar levantarme de nuevo y suelta con arrogancia:
—La acumulación de eones de existencia nos conduce a la victoria.
Mientras escucho los sonidos de la batalla que mis amigos libran contra los Hazzergets, mientras siento cómo Valdhuitrg y Athwolyort los frenan soportando las heridas que las bestias les inflingen, cierro los ojos, me concentro y manifiesto el poder que me otorgan las ascuas.
Al mismo tiempo que noto cómo la gruta tiembla, a la vez que el poder hace que Yhasnet y El Atesdurjhar se tambaleen, escucho lo que dice el ser esquelético:
—Intentas canalizar un poder que no llegas a comprender. —Ríe—. Qué necio. —Se agacha, me coge del pelo y me levanta la cabeza—. Tu poder es nuestro. La oscuridad que te invade nos es digna de ti. —Encendidos con un intenso fulgor oscuro, veo cómo sus ojos brillan con más fuerza—. Has aguantado un poco más de lo que pensaba, has resistido, pero no podías evitar tu caída. —Observo cómo comienza a usar el poder que canalizo para atraerlo hacia su ser—. Hasta que las ascuas dejen de irradiar tu alma, disfruta de tus últimos minutos de vida y reconfórtate sabiendo que dejarás de existir y de sufrir.
Me suelta el pelo y mi cabeza cae contra el suelo de rocas. Notando el ardor que me producen en la mejilla los arañazos de las piedras, intento levantarme, pero, cuando me alzo un par de centímetros, siento cómo el peso de Yhasnet me hunde.
«No vais a ganar» repito varias veces mientras escucho los sonidos que me indican que mis amigos empiezan a perder terreno.
Aunque Valdhuitrg y Athwolyort resisten, no tardan en ser acorralados. Proyectando parte de mi consciencia, logro ver cómo mis compañeros se ven forzados a dejar de combatir. Los Asfiuhs han aumentado el poder de los Hazzergets haciendo que las bestias den forma a unos lazos oscuros que han inmovilizado a mis aliados.
Tras uno o dos minutos, en los que El Asfiuh esquelético drena gran parte del poder que proyectan las ascuas sobre mí, El Atesdurjhar le dice a Yhasnet:
—Ocúpate de ellos. Sigue conteniéndolo hasta que apenas quede rastro del poder de las ascuas en su interior, mata a sus amigos lentamente, que lo vea, y luego acaba con él.
El ser corpulento responde:
—Lo haré.
Antes de empezar a caminar hacia un portal oscuro, El Atesdurjhar vuelve a agacharse, a cogerme del pelo y a alzar mi cabeza para decirme:
—Lástima que no vayas a ser testigo del final de la creación del Silencio y del nacimiento de una era oscura eterna. —Una mueca de satisfacción se marca en su rostro cadavérico—. Enviaré un mensaje de tu parte a los que combatieron contigo en el Ghoarthorg y se están preparando para lanzarse contra las tropas de Vhareis. Antes de hacer que se extingan sus almas, les contaré cómo fue tu final. Le diré que fuiste incapaz de cumplir tu palabra y combatir a su lado.
Con rabia, replico:
—Maldita calavera parlanchina, esto no ha acabado.
Poco después de que El Atesdurjhar me suelte el pelo, Yhasnet me da una patada en la boca y me ordena:
—Cállate.
Viendo cómo El Asfiuh esquelético desaparece por el portal, notando cómo me inmoviliza el poder del ser corpulento, inspiro con fuerza y trato en vano de liberarme. Por más que busco una debilidad en el conjuro que me mantiene inmóvil, tan solo soy capaz de sentir cómo la fuerza proveniente de las ascuas sigue menguando mientras escapa de mi cuerpo.
Sin perder la esperanza, sin darme por vencido, me digo:
«Debo levantarme... Debo acabar con el poder de Los Asfiuhs...».
Durante casi un minuto, no paro de repetirme que venceremos, que saldremos de aquí y acabaremos con Los Asfiuhs y Los Ancestros, pero, por más que trato de fortalecerme, lo único que siento es que cada vez estoy más débil.
Cuando apenas queda rastro del poder de las ascuas en mi interior, Yhasnet deja de pisarme, me coge de la nuca, me levanta, me golpea con la rodilla la columna y me vuelve a tirar al suelo dejándome boca arriba.
Viendo la corrupción que proyecta el rostro del que hasta hace no mucho era un gran guerrero, digo:
—No mereces ocupar su cuerpo. Si quedara algo de él ahí dentro, ya te habría echado, pulverizando tu alma.
El ser fornido se ríe.
—Aquí quedan recuerdos. —Se señala la sien—. Muchos. Y también partes de lo que fue. Tú, que tanto desprecias a los seres como yo, deberías odiarlo por lo que hizo. Deberías contemplar su rostro con otros ojos. Deberías desear haber sido el que le arrebatara la vida, el cuerpo y el alma.
Sin dejar de observar a Yhasnet, a lo poco que aún se mantiene de él en sus facciones deformadas, inspiro despacio, no dejo que sus palabras me turben y busco paz en lo más profundo de mi ser. Cuando noto cómo palpita la pequeña porción de mi alma que está imbuida por El Silencio, sintiendo cómo los fragmentos de la fuerza ancestral que aún se mantienen en pie se proyectan hacia mí, miro desafiante al Asfiuh y, aun costándome, aun teniendo que aguantar la sensación de miles de agujas al rojo atravesando mis músculos, consigo ponerme de pie.
—Los tuyos no pueden ganar —le digo—. Da igual las veces que intentéis despertar y conquistar la creación. Siempre que veis que no sois capaces de vencer, volvéis a recluiros aquí, en los residuos de unas ascuas que hace mucho que dejaron de proyectar su luz oscura. —Vuelvo a manifestar el aura que se tiñe con un rojo intenso bordeado por una fina película de negro—. Y por eso, aun teniendo un poder inmenso, no podéis ganar. —Lo miro desafiante—. Nosotros, los que os hacemos frente, tenemos algo en común. No nos rendimos. Da igual si todo parece perdido. Luchamos hasta el final.
El rostro del Asfiuh muestra la satisfacción que siente.
—Por eso la victoria será nuestra —replica—. Porque mis hermanos y yo sabemos cuándo atacar. —Se mueve a gran velocidad y me golpea en el estómago obligándome a encorvarme—. Sabemos qué cuerpos ocupar. —Me da un codazo en la nuca y me vuelve a tirar al suelo—. Y sabemos aprovecharlos. —Lanza una patada contra mi costado y me arroja varios metros en el aire—. Prevaleceremos.
Después de chocar contra el suelo rocoso, siento cómo El Asfiuh ya no se limita a drenar el poder que me confieren las ascuas oscuras, ha empezado a sustraer la misma esencia de mi alma, ha empezado a secar el núcleo de Silencio que vibra en lo más profundo de mi ser.
Mientras suelto un gemido por el dolor que me producen las costillas rotas que se hunden en los órganos, escucho cómo Yhasnet sigue hablando:
—Yo no soy como mi hermano, tu resistencia no la considero interesante, tan solo patética. Me parece que el que no seas capaz de rendirte es tan solo una muestra de que no eres capaz de aceptar lo que conlleva la derrota. No eres capaz de asumir que tu causa muere ni que las vidas de tus aliados se extinguirán porque sientes que todo eso es culpa tuya. —Empieza a caminar hacia mí—. Podías haberte quedado durmiendo eternamente entre los restos del Mundo Ghuraki. Pudiste quedarte vagando en el Ghoarthorg. Pudiste perderte en tus recuerdos entre los filamentos que esconden los rastros de otros. Pudiste elegir otro final, pudiste elegir mantenerte al margen y no perder más aliados y amigos. —Con cada paso, la gruta tiembla ligeramente mientras comienza a brillar con tono grisáceo oscuro—. Pudiste hacerlo, pero decidiste alcanzar este momento. El momento de tu fin. El punto donde la creación está tan fragmentada que hasta El Silencio ha dejado de ser un poder con la fuerza de detenernos. —Eleva el brazo, aprieta el puño y me enseña la energía que está concentrando—. Con el tiempo destruido y la existencia en ruinas, hasta los restos del Silencio nos obedecen.
Me apunta con la palma y siento cómo me arranca la esencia de mi alma. Con las manos aferradas al estómago, apretándolo, con los ojos cerrados y los músculos en tensión, padezco la agonía por el desgarro de mi ser.
—Aprovecha la energía de tus últimos pensamientos en crearte una ilusión, en resguardarte de la realidad, como siempre has hecho para no soportar las consecuencias de tus actos.
Aunque quiero contestarle, tan solo puedo gritar mientras siento cómo mi cuerpo se agrieta y mi alma se fisura. En un vano intento por frenar mi destrucción, trato de volver a usar el poder de las ascuas. Sin embargo, lo único que logro es acelerar el proceso que me está destrozando. La oscuridad de las ascuas tiene un precio, y mi dolor y mi culpa hacen que yo no pueda pagarlo.
Aun sintiendo las pisadas de Yhasnet más lejanas, aun escuchando los gritos de mi compañeros a mucha distancia, sé que los sonidos provienen de lugares muy cercanos, que casi están a mi lado, pero al estar perdiendo mi esencia, soy arrastrado hacia la no existencia y, desde la frontera que me conduce directo a ella, todo lo que sucede en el núcleo del poder de Los Asfiuhs parece lejano.
Cuando siento que un remolino oscuro me está tragando, cuando estoy a punto de desaparecer engullido por él, veo un brazo que se aferra al de la proyección de lo poco que queda de mí, lo sigo con la mirada y observo el rostro de mi yo oscuro, de la parte de mi ser que se separó de mí cuando aterricé en los dominios de Los Ancestros.
Mirándome con los ojos imbuidos por un potente brillo oscuro, me dice:
—¿No creerías que iba a dejar que acabaran con los dos? —Tira con fuerza, me saca de la frontera que conduce a la no existencia y logra devolverme a mi cuerpo—. ¿No creerías que iba a permitir que Los Asfiuhs me arrebataran mi creación? —escucho cómo las últimas palabras las pronuncia tanto dentro de mi mente como fuera de ella.
Liberado brevemente de la presión y el dolor, meneo la cabeza, observo mi alrededor buscando a mi yo oscuro y lo veo cerca de mí con una sonrisa taimada.
«Has venido a ayudarme... A ayudarnos... Pero todo será inútil si no vencemos al Asfiuh que ha poseído a Yhasnet y nos llevamos una de las ascuas oscuras».
Se acerca a mí, me mira fijamente y me dice:
«¿No crees que hay otra solución?».
Sin saber a qué se refiere, veo cómo se acerca Yhasnet, cómo está a punto de alcanzarme y le pregunto:
«¿Qué quieres decir?».
Cuando El Asfiuh está muy cerca de mí, cuando lanza su puño para aplastarme la cabeza, mi yo oscuro se manifiesta para que pueda verlo la deidad oscura, frena el golpe con la palma, empuja al Yhasnet y me dice:
—Canalizar el poder de las ascuas. Adueñarse de él.
—¿Cómo voy a apoderarme de él? —suelto confundido—. Soy incapaz de canalizarlo durante mucho tiempo. Mis cargas me lo impiden.
Yhasnet, poseído por la rabia, avanza de nuevo hacia nosotros, pero mi yo oscuro, sin mirarlo, lanza un haz y lo hace retroceder otra vez.
—No estarás solo. Juntos podremos canalizar el poder de las ascuas. —Extiende la mano—. Volvamos a ser uno.
Aunque sé que trama algo, aunque sé que tratará de apoderarse de toda mi alma, también sé que no hay otra salida, que sin mí, sin hallarse dentro de mi cuerpo, no podrá mantenerse mucho tiempo materializado y que si no me fundo con él Yhasnet nos destruirá a ambos.
Observando sus ojos de energía oscura, viéndome reflejado en ellos, viendo mis pecados resplandecer en las iris relucientes, le cojo la mano y digo:
—Volvamos a ser uno.
Mientras siento cómo vibra la piel de mi brazo, mientras noto cómo fluye el poder por mis músculos y cómo se extiende por todo el cuerpo, mientras percibo cómo mi alma vuelve a estar completa, mientras escucho los gritos de Yhasnet y cierro los ojos para no ser cegado por el brillo que produce la unión con mi yo oscuro, susurro:
—Pongamos fin a Los Asfiuhs.
Cuando el fulgor de la fusión se desvanece, cuando la energía de mi ser palpita con fuerza, me levanto, aprieto los puños, miro con rabia a Yhasnet y hago que la cavidad tiemble, que las fisuras del suelo se agranden y que parte del techo se resquebraje.
El Asfiuh, contemplando cómo la energía de las ascuas fluye de nuevo hacia mi ser, intenta en vano detener el flujo. Al darse cuenta de que no tiene el poder necesario para evitar que me adueñe del resplandor oscuro de las ascuas, suelta con cierto temor:
—No eres digno. —Eleva la mano y crea a mi alrededor imágenes que representan mis derrotas, imágenes de los seres queridos que he perdido, los que fui incapaz de salvar—. No puedes soportar el fuego helado de las ascuas.
Sin mirar las representaciones de mi pasado, sin dejar que el dolor se adueñe de mí, muevo la mano y hago que se desvanezcan, que permanezcan en lo más profundo de mi consciencia.
—No solo puedo soportarlo, voy a acumularlo todo dentro de mi ser. —Alzo el brazo y la gruta tiembla con más fuerza—. Apagaré las ascuas, uniré su fuerza a la mía y destruiré el núcleo de vuestro poder. —Canalizo mi fuerza y hago que los Hazzergets exploten—. No seréis más que un recuerdo que se extinguirá con rapidez.
Yhasnet, poseído por un profundo temor, repite varias veces:
—No, no, no.
Mientras el suelo se resquebraja más y de él emergen grandes brasas corroídas y apagadas envueltas por una densa niebla negra, mientras surgen los restos de las ascuas que durante tanto tiempo han alimentado el poder de Los Asfiuhs, mis aliados, que quedaron libres en el momento que me uní con mi yo oscuro, se acercan sorprendidos.
Cuando Athwolyort está a punto de hablar, lo miro y le digo después de leer sus pensamientos:
—No puedo hacerlo.
—¿Qué? —suelta confundido, sin entender a qué me refiero.
—No funcionará. Si dejo de drenar las ascuas y acumular su energía en mi interior, Los Asfiuhs se fortalecerán y tendrán el poder suficiente para destruir lo poco que queda de la creación y del Silencio. —Con cierto pesar, sintiendo la angustia de mis compañeros, añado—: No es suficiente con llevar un fragmento de las ascuas al mundo de ceniza. Tenemos que consumirlas.
Valdhuitrg, reflejando en su rostro la preocupación que siente por mí y la fatiga que lo consume y que amenaza con matarlo, contesta:
—Si te quedas aquí hasta que el poder de Los Asfiuhs se desvanezca, morirás. —Guarda silencio unos segundos con la mirada fija en mis ojos—. No voy a permitirlo. No vas a morir solo. Te ayudaré.
Athwolyort se cruza de brazo y dice:
—Te ayudaremos.
Agacho un poco la cabeza, me duele tener que separarme de ellos, pero la única posibilidad de vencer en esta guerra es que sobrevivan. No pueden caer aquí. Deben continuar la lucha en el mundo de ceniza.
Poseído por el inmenso poder de las ascuas, al mismo tiempo que la gruta tiembla con más fuerza y que empiezan a caer rocas del techo, muevo la mano, doy forma a un pórtico que conduce al mundo de ceniza, miro a mis amigos y les pido:
—Hemos luchado juntos en muchas batallas. Hemos pasado por mucho. Daría la vida por vosotros, y sé que vosotros haríais lo mismo. Pero no quiero que caigáis aquí. El Silencio os necesita. La creación os necesita. Volved al mundo de ceniza y combatid junto con nuestros aliados del Ghoarthorg contra las tropas de Vhareis, contra Los Ancestros y contra todo lo que quiera impediros salvar el pasado, el presente y el futuro. —Mientras la piel se me agrieta por la cantidad de poder que está almacenando mi cuerpo, al mismo tiempo que varios Asfiuhs se materializan en la gruta, condensando sus fuerzas para atacarme e impedirme consumir las ascuas, insisto—: Por favor, iros y acabad con las imperfecciones. No muráis aquí.
Athwolyort, con los ojos un poco humedecidos, traga saliva, se pasa los pulgares por los lagrimales y dice ocultando en su tono los sentimientos que lo invaden:
—No te perdonaré que no salgas de aquí y luches conmigo contra Los Ancestros. —Antes de caminar hacia el portal, me señala con el dedo y añade—: Haz lo que sea, lo que haga falta, pero quiero verte a mi lado cuando esté hundiendo mi hacha en los cráneos de Los Ancestros.
Con pesar, dejo que media sonrisa triste se marque en mi rostro mientras pienso en la suerte que he tenido de luchar al lado de Athwolyort, de alguien capaz de doblegar con su fuerza de voluntad a seres infinitamente más poderosos que él.
Valdhuitrg, que observa cómo Athwolyort se desvanece por el portal, me dice:
—Puedo quedarme y ayudarte.
Lo miro a los ojos y respondo:
—Te necesitan. Tu llama será el único poder capaz de frenar a las imperfecciones. Tienes que guiarlos, llevarlos a la victoria. Yo puedo hacer que Los Asfiuhs que poseen a Vhareis y sus tropas se debiliten, pero tienes que ser tú el que acabe con su ejército. —Las deidades oscuras que se han manifestado en la gruta lanzan un haz que impacta contra una barrera que creo de forma inconsciente—. No puedo terminar de secar las ascuas contigo aquí, no puedo poner fin a esto al precio de que sucumbas. Por favor, Valdhuitrg, ve y lucha hasta ganar la guerra.
Aunque no le gusta, aunque querría disponer del poder de su llama en este plano para ayudarme a vencer a Los Asfiuhs y secar las ascuas oscuras, la fatiga que amenaza con tumbarlo hace que tenga que resignarse.
—Vagalat, prométeme que harás lo que haga falta para volver al mundo de ceniza. El poder de las ascuas es inmenso, úsalo para salir de aquí cuando colapses el núcleo de Los Asfiuhs. —Me mira a los ojos y puedo ver cómo surge un poco de humo de los lagrimales—. Prométemelo.
Conteniendo las emociones, conteniendo lo mucho que ha llegado a importarme el demonio después de haber estado unido a él y de haber combatido a su lado, recordando el lazo que generó las cadenas en nuestras almas, lo miro y le prometo:
—Te lo prometo. Buscaré un modo de salir de aquí.
Valdhuitrg asiente y, sin decir nada, camina hacia el portal. Antes de cruzarlo, se gira, me observa una última vez y me dice mentalmente:
«Acabaremos lo que hemos empezado...».
Una vez ha dejado este plano, sin que pueda escucharme, susurro:
—Lo haremos...
Dirijo la mirada hacia Los Asfiuhs que han aumentado su número, elevo el puño y aprieto los dientes. A través de Yhasnet, las deidades oscuras concentran su poder y lo lanzan contra mí.
Aunque una barrera me protege de la sacudida de los rayos, aunque su poder destructivo queda anulado en el momento en que impactan contra el muro invisible, el viento que generan las ondas lo atraviesa y sacude mi ropa y mi pelo.
Sintiendo cómo las ascuas que sustentan la fuerza de Los Asfiuhs están a punto de trasmitirme las últimas porciones de su poder, miro fijamente a Yhasnet y sentencio:
—Se acabó. Preparaos para ir reduciéndoos a cenizas.
El Asfiuh que posee el cuerpo del ser fornido intenta salir de él y huir de este plano, pero, usando la fuerza que rebosa mi alma, lo obligo a quedar atado a los huesos y la carne de mi antiguo aliado.
—No, no te irás.
Al asumir que no pueden frenarme, los otros Asfiuhs intentan escapar al mundo de ceniza. Sin embargo, se lo impido con un movimiento fugaz de la mano. Cuando son conscientes de que han quedado atrapados, con desesperación, tratan de volver a conectarse con las ascuas oscuras.
Notando su angustia, su temor, camino hacia ellos pisando la roca agrietada por la que emerge la niebla oscura, me miro la piel descascarillada de los brazos y digo antes de hacer que el núcleo de su poder se colapse:
—Tantos eones planificando la conquista de la realidad sin ser capaces de prever que eso os arrastraría hacia vuestro fin.
Con un último resplandor, las ascuas oscuras se fracturan convirtiéndose en un polvo que arrasa el núcleo del poder de Los Asfiuhs. Con un último estallido de energía, explotan uniéndose por completo a mi alma y a mi cuerpo.
Con su última acción, los restos de un fuego helado y antiguo, uno que se mantuvo durante mucho tiempo como dueño de una existencia oscura, merman el poder de unos seres que tuvieron la vanidad de creerse sus herederos.
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