Capítulo 24 -El despertar-
Envueltos por un potente brillo, Valdhuitrg, Athwolyort y yo nos materializamos en el cráter donde el ser musculoso de las anillas en los brazos, Yhasnet, el primero con el que me topé cuando llegué al mundo de ceniza, se halla inmerso en su descanso.
En el momento en que la luz que nos rodea termina de apagarse, Valdhuitrg, sin prestar atención a la energía que irradia una parte del lugar, me mira y me pregunta:
—¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué hemos venido al cráter en el que me materialicé?
Athwolyort enarca una ceja, recorre el entorno con la mirada, se da cuenta de que el lugar está impregnado con la esencia de alguien y dice:
—Valdhuitrg, fíjate. —Señala un punto del cráter donde una neblina casi transparente crea el efecto de una fina capa de cristal flotante—. Hay alguien atrapado entre dimensiones. Entre los distintos planos de este mundo.
Centro la vista en el demonio y le explico:
—Antes de que tomaras forma, canalicé mi energía para despertar a Yhasnet, alguien que fue desterrado hace mucho a este mundo. —Valdhuitrg me observa con ganas de saber más—. Es muy poderoso, con él tendríamos más posibilidades de vencer. —Camino hacia la neblina casi transparente—. Sería un gran aliado que podría inclinar la balanza a nuestro favor. —Recordando cómo Yhasnet hace mucho que renunció a combatir, les digo a mis compañeros—: Esperemos que podamos convencerlo de que se una a nuestra lucha, de que deje atrás el impulso de no volver a combatir que se apoderó de él cuando pisó este mundo. —Me detengo, giro la cabeza y miro a mis amigos—. No sé si podremos convencerlo, si se unirá a nuestra causa, pero tenemos que intentarlo. Al igual que yo, odia a Los Asfiuhs. Y eso puede que lo haga dejar atrás su descanso.
Athwolyort asiente, hunde el filo del hacha en el suelo agrietado, se cruza de brazos y me dice:
—Invócalo para que podamos hablar con él. Seguro que entre todos podemos hacerlo entrar en razón.
Valdhuitrg observa a Athwolyort, me mira y asegura:
—Si es tan poderoso como dices, puede ser de gran ayuda en la guerra.
Afirmo con la cabeza, centro la mirada en la neblina casi transparente y continúo caminando hasta quedar a poco menos de dos metros. Cierros los ojos, extiendo la mano, manifiesto el aura carmesí y empiezo a canalizar la energía de mi alma para volver a despertarlo.
Cuando noto cómo la consciencia de Yhasnet empieza a emerger de la dimensión que lo mantenía adormecido, me comunico mentalmente con él:
«Siento volver a traerte de vuelta, pero necesitamos tu ayuda. La creación necesita tu ayuda...».
Poco a poco, la neblina casi transparente se va tornado verde y va dando forma a Yhasnet. Mientras veo cómo el rostro emerge de la bruma, retrocedo unos pasos y espero a que el cuerpo acabe de materializarse.
—Tú otra vez... —pronuncia con la voz carrasposa—. ¿Por qué me vuelves a despertar? —Traga saliva, se humedece la garganta y dirige la mirada hacia mis compañeros—. ¿No entendiste que lo único que quiero es descansar?
—Lo siento... —Me acerco un poco más a él—. Siento interrumpir tu sueño... —Lo observo sin ocultar lo que está en juego, sin esconder tras mi rostro cómo la esperanza ha empezado a quebrarse—. No te habría vuelto a molestar si no fuera por la naturaleza de la amenaza que está a punto de destruir este mundo...
—¡Basta! —brama interrumpiéndome—. No me importa, no quiero saber nada. —Me mira fijamente a los ojos—. Te lo expliqué, te dije por qué quería alejarme, pero te da igual. No has respetado mi deseo de mantenerme al margen.
Sintiendo cómo Valdhuitrg aprieta los puños y está a punto de avanzar para enfrentarse al ser fornido, meneo la cabeza y le hago un gesto con la mano para que se quede quieto.
—Yhasnet, escucha —le pido—. No es una amenaza cualquiera. Los Asfiuhs han conseguido dejar atrás su prisión. Han manipulado a la líder a la que sirve El Cazador. Y están preparándose para materializarse en este mundo, consumirlo y dar forma a su creación oscura.
El ser fornido ladea la cabeza, se queda pensativo y, tras unos instantes, murmura:
—Los Asfiuhs...
Mientras veo cómo se sumerge en un mar de dudas, mientras observo cómo se multiplican en su interior sentimientos enfrentados, insisto:
—Los Asfiuhs han aguardado mucho tiempo para llevar su plan a cabo. Han esperado una eternidad, manejando los acontecimientos desde las sombras, manipulando los actos para llegar a este punto. —Despacio, Yhasnet mueve la cabeza y me mira a los ojos—. Y por si su presencia no representara una amenaza suficiente, hay otras entidades con poderes inmensos que están a punto de reclamar este mundo. —Pensando en Los Ancestros, en el ser de la nada y en la versión de mi ser que es capaz de destruir mundos, bajo un poco la mirada—. Estamos en medio de una guerra, de la última guerra que se librará en esta creación.
Athwolyort se adelanta, se acerca a nosotros y empieza a hablar:
—La naturaleza no le dio a mi pueblo músculos tan grandes como los tuyos ni poderes similares. La capacidad de hacer daño que nos otorgaron los que nos crearon es más limitada que la tuya. —Se detiene a un par de metros de él—. Pero eso no impidió que, al verme sometido a la crueldad de Los Ancestros, llegara a hacer tanto daño como me fue posible y que cometiera actos que desprecio. Me he visto obligado a hacer cosas que me revuelven el estómago y arden con fuerzan dentro de mí sacudiéndome constantemente. —Se calla, recuerda a sus seres queridos, sus pérdidas y, por un segundo, deja que el pesar se manifieste en su rostro—. Combatiendo con ese demonio grandullón de ahí atrás, estando a sus órdenes, perdí a mi alma gemela, a lo más preciado de mi vida: a Jhástegmiht. —Inspira con fuerza por la nariz y contiene el dolor—. Me derrumbé. Y por mucho tiempo me alejé de todo y de todos. Solo quería que pasaran los años y que en algún momento llegara mi muerte. —Lo mira fijamente a los ojos—. No sé por qué estás así, no sé qué es lo que te pasó, pero sí sé lo que se siente. Comprendo cómo oprime la culpa y la impotencia. Es algo que duele, que hace que el esfuerzo de dar un pequeño paso se sienta como escalar una montaña. —Durante unos segundos, vuelve a sumergirse en recuerdos dolorosos—. Sí, lo sé, lo he vivido... Lo vivo. —Guarda silencio durante unos instantes para contener las emociones—. Pero no se puede vivir eternamente así. Las ganas de vengar la muerte de mi querida Jhástegmiht me han llevado a volver a combatir junto a estos locos. —Lo señala y lo mira a los ojos—. Quizá la necesidad de poner freno a esas entidades oscuras te ayude a volver a combatir. —Baja el brazo—. Encuentra algo que te empuje a luchar y ayúdanos, porque ahora necesitamos toda la ayuda posible, estamos en un punto crítico, enfrentándonos a poderes cósmicos.
Yhasnet observa en silencio a Athwolyort, lo mira mientras medita sobre lo que ha dicho, mientras piensa en su pasado, en su destierro y en lo que le impide volver a combatir.
Despacio, agacha la cabeza, fija la vista en sus manos, recuerda la de vidas que ha segado con ellas y dice:
—Cuando me enviaron aquí, hicieron que despertara en mí la culpa por todo lo que hice. Provocaron que empezara a sufrir por haberles servido, por haber obedecido y destruido a sus enemigos. —Levanta la vista y la centra en Athwolyort—. Me crearon para destruir y conquistar. Dirigí ejércitos con los mejores soldados sacados de los mundos que rendían pleitesía a mis antiguos amos. Maté, me bañé en sangre y disfruté haciéndolo. —Me mira a mí—. Era tal el control que ejercían sobre mí, que nunca me planteé si lo que hacía estaba bien. —Niega con la cabeza—. No, no lo hice... —Cierra los párpados y se sumerge en recuerdos que le devoran el alma—. No lo hice hasta unos días antes del destierro... —Quiero preguntarle qué produjo el cambio, quiero que comparta su carga con nosotros, pero no me da tiempo, abre los ojos y pronuncia con voz firme—: Me gustaría redimirme luchando a vuestro lado contra Los Asfiuhs, me encantaría poder hacerlo, pero me temo que mi tiempo como guerrero ha pasado. —Eleva un poco la mano y contempla cómo se le recubre con un halo luminoso de color púrpura—. Ya pasó mi tiempo de destruir. Ahora solo me queda soportar mi carga hasta que llegue el momento de mi extinción.
Observo el brillo que produce su mano y le digo:
—Sé que tu ser te pide que te alejes, que no vuelvas a luchar, pero también sé que deseas redimirte, que quieres dejar atrás lo que hiciste. —Centra la mirada en mis ojos—. Lucha a nuestro lado, vence a Los Asfiuhs, envíalos al lugar más oscuro y frío de la creación, destrúyelos a nuestro lado y gánate la paz que tanto ansías. Salva la creación y da una oportunidad a la infinidad de seres que dependen de que venzamos en esta guerra. Únete a nosotros y ayúdanos a cambiar La Historia. A modificar el pasado.
Aunque por unos segundos parece que está a punto de aceptar, niega ligeramente con la cabeza y contesta:
—Lo siento, no puedo... No puedo ayudaros... —Se da la vuelta y comienza a caminar—. He de regresar a mi descanso...
Cuando ha dado unos pasos, en el momento en que empieza a trasformarse en una neblina verdosa, se escucha un estruendo que sacude el cráter y también la voz de alguien que camina hacia nosotros:
—Aquí estáis, implorando la ayuda de alguien que es incapaz de ofreceros nada más que su propia angustia. —Me giro y veo cómo se acerca Fatthyarghit, la magnator que sirve a Vhareis—. Nuestro Ghuraki, Thalhut, me ha hablado mucho de su antiguo líder y de los tiempos en los que combatió a tu lado.
El ser fornido se voltea, observa a Fatthyarghit y pregunta:
—¿Quién eres? Y ¿qué quieres de mí?
Una profunda sonrisa se dibuja en el rostro de la magnator.
—No quiero nada de ti. No quiero nada de un perdedor. —Dirige la mirada hacia mí y, a través de ella, veo cómo ya no le queda nada de humanidad, cómo su alma ha sido reemplazada por la de un Asfiuh—. He venido a por ellos. A llevármelos para que contemplen en un lugar privilegiado cómo renacen mis hermanos con su verdadera forma.
Yhasnet observa cómo camina Fatthyarghit y dice:
—Un Asfiuh... Has sido corrompida por un Asfiuh.
La magnator se detiene, extiende los brazos y contesta:
—Este recipiente hace mucho que fue convertido en mi hogar. Tanto que ya empieza a notarse cómo la carne se corrompe y los huesos se agrietan. —Mueve la mano, utiliza su poder y rompe el conjuro de ilusión que mostraba cómo era Fatthyarghi antes de ser poseída—. El llanto oscuro lo ha trasformado.
Contemplo cómo las venas negras e hinchadas sobresalen de la piel, veo cómo los ojos inflamados y ennegrecidos parecen a punto de estallar, y observo cómo la melena de pelo podrido deja al descubierto parte del cráneo de hueso negro.
Me adelanto, manifiesto a Dhagul, señalo el cuerpo putrefacto con el filo del arma y suelto:
—Os creéis dioses, pero lo único que sabéis hacer es corromper cuerpos como si fueseis sucios silentes.
Valdhuitrg se envuelve en llamas rojizas, se coloca delante de Athwolyort, de Yhasnet y de mí y dice:
—No sois mejores que la imperfección. Solo sois otra clase de corrupción. —Manifiesta la espada de fuego—. Pero, mientras vosotros tan solo sois intentos de demonios oscuros, al menos Los Ancestros son realmente dioses.
Aunque parece que el comentario incomoda al Asfiuhs, este responde acrecentando la sonrisa. Tras unos segundos, en los que nos mira intentando escrutar nuestras mentes y almas, mueve las manos y materializa a decenas de horrendas criaturas, similares a animales de cuatro patas, que avanzan hundiendo las garras en la tierra reseca del cráter.
Mientras observo las pieles negras de las bestias, mientras veo el movimiento de sus grandes fauces y cómo de los músculos emergen afiladas puntas de metal, escucho lo que contesta El Asfiuh:
—Mis hermanos y yo somos dioses. Formamos parte de los primeros seres que alcanzaron la divinidad. Pero tú, un triste demonio torturado por los recuerdos de una familia inútil, y tus compañeros, simples fracasados que solo saben perder batallas, guerras y seres queridos, nunca podríais entender qué significa ser un dios. —Hace un gesto con la mano y las bestias se abalanzan contra nosotros—. Aunque antes de arrastraros a la grieta, me divertiré haciendo que comprendáis lo que significa caer en manos de una divinidad oscura.
Athwolyort, con los músculos del rostro reflejando la rabia que siente, brama y carga contra las criaturas.
—¡Enviemos a estos seres a los pozos humeantes de vaho negro! —vocifera, dando varias estocadas contra algunas bestias.
Valdhuitrg intensifica el fuego que lo rodea y grita:
—¡Matemos a las mascotas y demostrémosle al amo lo que significa el dolor!
Antes de avanzar, miro a Yhasnet, contemplo cómo observa con cierta impotencia lo que está pasando y le pido:
—Ayúdanos.
Me mira a los ojos y contesta:
—Lo siento...
Escuchando el sonido que producen las armas de mis compañeros en los cuerpos de las bestias y los gritos ahogados que sueltan las criaturas antes de convertirse en polvo negro, insisto:
—Tus creadores te paralizaron. Te pusieron en tu contra para que no pudieras volver a combatir. —Me observa con una mirada cargada de tristeza y culpa—. Intuyo que te crearon los que crearon a Los Ghurakis. No conocí a todos ellos, pero sí conocí a Dheasthe. Y, aunque él estuviera más loco que sus hermanos, no dejaba de ser uno de ellos. Un ser guiado por su deseo de conseguir lo que deseaba. Alguien egoísta y enfermo. —Giro un poco la cabeza y veo cómo mis compañeros frenan a las bestias al mismo tiempo que estas empiezan a rodearlos—. Tus creadores hicieron que sintieras culpa para que no pudieras buscar venganza, para que no pudieras ir a reclamarles por la sangre que derramaste en su nombre. —Lo miro una última vez—. Entiendo lo que sientes, yo me siento igual, deseo no volver a empuñar la espada, que acaben las guerras y vivir una vida de paz, pero, por más que quiera, no puedo hacerlo mientras la creación se descompone.
Notando cómo el ser fornido se queda meditando sobre la causa de su necesidad de alejarse del combate, me doy la vuelta y corro hacia las bestias que están a punto de cerrar un círculo alrededor de mis compañeros.
Salto sobre una, me subo en su espalda, la obligo a caer en la tierra, le cojo la cabeza, la elevo y le corto el cuello. Mientras la criatura se convierte en polvo negro, muevo la mano y lanzo un haz que descompone a dos que estaban empezando a correr en mi dirección.
—¿Crees que lo conseguirá? —me pregunta Valdhuitrg al mismo tiempo que con la espada de fuego parte a una de las bestias por la mitad.
Me posiciono a su lado, cerca de Athwolyort, lanzo el filo de Dhagul contra las patas de una de las criaturas y, a la vez que esta cae sobre la tierra y su cuerpo resbala un poco por la superficie, le hundo el arma en la cabeza.
—No lo sé... — Athwolyort me mira mientras incrusta el hacha en la boca de una de las bestias—. Su carga es demasiado pesada y su lucha demasiado dolorosa.
—¿Y si no se nos une? —pregunta Athwolyort—. ¿Qué hacemos después de acabar con estas cosas y con El Asfiuh? ¿Cuál es nuestro siguiente movimiento?
La que alguna vez fue Fatthyarghit ríe y contesta:
—Ser enano e inútil, ¿acaso crees que vas a salir de este cráter con vida? Ellos son importantes, tú no.
Athwolyort la observa fijamente, le lanza el hacha, estrangula a una de las bestias y escupe con rabia:
—No dudes ni un segundo que después de borrarte esa estúpida sonrisa voy a caminar sobre tu cadáver. —Suelta el cuello roto de la criatura—. Para mi pueblo, los dioses oscuros no eran más que presas a las que cazar cuando estábamos demasiados aburridos de combatir contra enemigos de verdad. —Esquiva a una de las bestias, le golpea en la cara y le parte la mandíbula—. No eres nada —dice, marcando cada sílaba, mientras pisa el cuello de la criatura que ha golpeado.
A la magnator, que ha detenido el hacha en el aire, le hace gracia las palabras de Athwolyort.
—Echaré de menos a los seres insignificantes que solo sirven para contentarme con sus penas y derrotas. —Mueve la mano y arroja el arma contra Athwolyort—. Tendré que crear nuevos bufones en la creación oscura.
El hacha vuela a tal velocidad que a Athwolyort apenas le da tiempo de empezar a esquivarla. Valdhuitrg, soltando un bramido, avanza rápido, extiende la mano en la trayectoria del arma y la frena dejando que se incruste en la palma.
Con la mirada cargada de rabia, con el corazón bombeando odio y repulsión, observa a la magnator, incrementa el alcance del fuego que emerge de su interior y consume a las bestias que ha manifestado El Asfiuh.
—¿Va a seguir malgastando el tiempo riéndote y enviando a mascotas o vas a dignarte a venir y luchar por ti mismo? —pronuncia desafiante mientras saca el hacha de la mano y se la devuelve a Athwolyort.
Me adelanto un par de pasos, miro a la magnator a los ojos y le digo:
—Os devolví una vez a ti y a los tuyos a vuestra prisión, pero esta vez me aseguraré de que no podáis escapar a ningún lugar. Esta vez acabaré con vosotros. No pararé hasta que se consuman vuestras almas.
La magnator no oculta la gracia que le hacen mis palabras.
—¿Y cómo vas a hacerlo si apenas eres capaz de canalizar una pequeña porción de Silencio? ¿Cómo nos vencerás si la fuerza que te alimenta se está agotando? —Empieza a reír, extiende los brazos y una sombra inmensa se eleva detrás de ella—. Ni tú ni los tuyos sois rivales para mí. No sois nada para los que nacimos de las primeras brasas oscuras.
Yhasnet comienza andar, nos adelanta y se pone en medio del Asfiuh y nosotros.
—Ellos no son rivales para ti, pero yo sí.
La que alguna vez fue Fatthyarghit le mira con cierta sorpresa y suelta:
—Puede... pero ya no estás dispuesto a volver a utilizar tu fuerza. Eres incapaz de drenar más almas, triturarlas y almacenar los restos en lo más profundo de tu ser. —Baja los brazos, su poder crece y el cielo rojizo se oscurece—. No eres más que un muerto en vida.
Despacio, Yhasnet cierra los puños, tensa los músculos de los brazos y las piernas y responde:
—Averigüémoslo. Veamos si soy capaz de volver a destruir. Veamos si soy capaz de acabar con un Asfiuh. —Ante el leve temor que desprende del dios oscuro, añade—: Solos no sois tan temibles como querrías.
El Asfiuh permanece un par de segundos en silencio, observando a Yhasnet, preguntándose si realmente el ser fornido podría vencerle. Cuando cree tener la respuesta, con una sonrisa maliciosa surcándole el rostro, intensifica el poder que emerge de lo más profundo de su alma oscura y asegura:
—Tu impotencia te impedirá defenderte. —Junta las manos y canaliza la sombra que ha crecido a su espalda—. Ya no eres nada. —Un remolino de oscuridad se mueve a gran velocidad alrededor de sus brazos—. Te daré aquello que tanto buscas. Enviaré tu alma a un lugar donde pueda compadecerse eternamente, a un paraje donde puedas lamerte tus heridas mientras vas perdiendo la cordura.
El Asfiuh termina de canalizar la energía oscura y esta sale disparada a gran velocidad; el haz negro que vuela hacia Yhasnet emite un brillo tan intenso que tengo que entrecerrar los ojos.
—Muchos me han hecho promesas que no podían cumplir —asegura el ser fornido, poniéndose en guardia, hundiendo las suelas en la tierra reseca del cráter—. Y tú no eres más que ellos. —Frena el haz con las manos y las anillas que le cubren los brazos brillan con fuerza—. Otro fanfarrón que es incapaz de cumplir su palabra. —Con un movimiento rápido, echa los brazos hacia delante y hace que la energía oscura vuele a gran velocidad contra El Asfiuh.
Aunque el dios oscuro intenta frenar el haz, apenas aguanta un par de segundos antes de verse empujado varios metros. Mientras la energía lo desplaza por el aire, escucho sus gritos, huelo el hedor de la carne corrupta al ser quemada y noto cómo emana el temor de los más profundo de su ser.
Cuando el brillo oscuro se apaga y la energía se desvanece, observo cómo rueda por el suelo el cuerpo humeante de la magnator. Aunque está herido, aunque su recipiente ha sufrido mucho, El Asfiuh que anida dentro de Fatthyarghit no ha sido derrotado. Despacio, sin ocultar la rabia que lo posee, se pone de pie y mira fijamente a Yhasnet.
—No eres nada, has podido frenar un poco de nuestro poder, pero ¿qué harás ante una embestida de toda La Cutgholw?
—Desaparecer —responde Yhasnet—. No podría resistir un golpe del poder concentrado de vuestra esencia oscura, pero ¿por qué has limitado tu ataque? ¿Por qué no has llamado a tus hermanos? ¿Por qué no has incrementado tu fuerza para derrotarme? —Hace una breve pausa—. No lo has hecho por temor a que el velo que une las dimensiones de este mundo resquebrajado termine de quebrarse. Temes precipitar el fin. Temes que este llegue antes de que estéis preparados y que eso despierte a Los Ancestros. No queréis combatir contra las imperfecciones, queréis acabar con ellas mientras aún duermen. ¿Me equivoco?
El Asfiuh permanece en silencio, alternando lentamente la mirada entre Yhasnet, mis compañeros y yo.
—Tenías que intervenir, no podías dejar que me los llevara —suelta con ira.
Inmóvil, con el rostro imperturbable, el ser fornido contesta:
—Ahora están bajo mi protección. Si quieres llevarlos contigo, tendrás que vencerme.
Durante los instantes que ambos permanecen callados, una ráfaga de viento recorre el cráter y eleva un poco de polvo de los pedazos de tierra que han sido triturados por las garras de las bestias y las embestidas de energía.
—No vale la pena malgastar más tiempo. —Lo mira a los ojos—. Tienes razón, aún es pronto para usar todo nuestro poder, pero eso no tardará en cambiar. Y, cuando podamos manifestar nuestra esencia para devorar este mundo, nos deleitaremos haciéndote sufrir. —Mueve la mano y comienza a desvanecerse—. No has ganado, solo has retrasado tu muerte y la de esos perdedores que has querido defender. Aprovecha tus últimos días antes de ser consumido y tragado por el nacimiento de la creación oscura.
Cuando El Asfiuh termina de desaparecer, dirijo despacio la mirada hacia el ser fornido y veo cómo destensa los músculos. En silencio, lo observo y noto cómo no puede evitar sentirse mal por haber intervenido. Aunque una parte de él cree que no podía seguir permaneciendo al margen, al estar divido y tener sentimientos enfrentados, le es imposible no sentir que su carga no para de aumentar.
Me aproximo a él, me pongo a su lado, le miro los ojos y le digo:
—Gracias. Sé lo mucho que te ha costado vencer la culpa y luchar.
Gira un poco la cabeza, me observa de reojo y contesta:
—La creación se extingue, no podía seguir siendo egoísta y anteponer mi necesidad de descanso. —Vuelve a centrar la vista al frente—. Cuando estabais combatiendo contra las bestias, me adentré en la mente del Asfiuh y vi la naturaleza las fuerzas que están a punto de despertar. Los Asfiuhs son deidades oscuras con inmensos poderes, son criaturas nacidas de las primeras brasas que se tiñeron de oscuridad, pero, incluso con su fuerza casi ilimitada, siguen siendo seres imperfectos que arrastran muchos temores: temores a Los Ancestros. Por eso buscan reclamar sus poderes mientras estos aún se hallan descansando, mientras permanecen en un sueño profundo, en el que les impide devorar lo poco que queda en pie. —Contempla la tierra reseca y agrietada del cráter—. Esas imperfecciones nunca han salido de su sueño. Las fuerzas con las que habéis luchado, las que os han empujado hasta aquí, tan solo son sirvientes y leves manifestaciones de sus sueños. —Vuelve a mirarme de reojo—. Por lo que he visto en la mente del Asfiuh, Los Ancestros han destruido la creación proyectando inconscientemente parte de las pesadillas que representan una porción de su naturaleza.
Mientras me quedo pensando en lo que acaba de decir, Valdhuitrg y Athwolyort se aproximan y el demonio le dice:
—Da igual cuál es la parte de Los Ancestros contra la que hemos combatido, lo que importa es que lucharemos contra todas sus manifestaciones hasta borrarlos de la existencia.
El demonio extiende la mano y Yhasnet, después de quedarse un instante pensativo, se la estrecha y contesta:
—Lo intentaremos.
Athwolyort se cruza de brazos, observa fijamente al ser fornido y asegura:
—Amigo de las anillas, haremos más que intentarlo. —Enarca una ceja—. Incrustaremos nuestras armas en sus cráneos, una y otra vez. Lo haremos hasta que las hojas se quiebren y los huesos se conviertan en polvo.
Yhasnet, que alcanza a percibir el dolor que emana del alma de Athwolyort, da un par de pasos, se aproxima a él y extiende la mano.
—Tus caídos serán vengados.
Athwolyort se la estrecha y contesta:
—Y tus obras pasadas serán olvidadas.
Por primera vez, una tenue y casi imperceptible sonrisa se dibuja en el rostro de Yhasnet.
—Gracias —suelta el ser fornido mientras se voltea, se acerca a mí y me dice—: Si queréis tener alguna posibilidad de vencer, tenéis que reclamar lo que alguna vez fue vuestro. —Alterna la mirada entre Valdhuitrg y yo—. Él posee en su interior la llama que ardió con fuerza en este mundo, el fuego que fue capaz de crear un mundo alejado del resto de la creación. —Mira al demonio y le dice—: Tú eres la esperanza para que exista un futuro. Debes alcanzar el lugar donde nació el fuego que arde con fuerza en tu interior y absorber las brasas. Debes hacerlo arder de nuevo para que la oscuridad retroceda lo suficiente para permitirnos ver cómo se acercan los enemigos. —Despacio, vuelve a dirigir la vista hacia mí—. Y tú, como un recuerdo casi olvidado de un tiempo que ya no existe, como el único hombre capaz de canalizar El Silencio, debes ir al lugar donde este tomó forma. Debes alcanzar las profundidades de la fuerza ancestral y bañarte en su esencia.
Lo miro extrañado y pregunto:
—¿Al lugar donde tomó forma? ¿Al lugar donde Los Ancestros crearon El Silencio?
—Sí, a un residuo de su mundo, a una réplica de su antiguo universo unido a sus esencias, a un lugar enterrado en las profundidades del Silencio. —Mirándome a los ojos, añade—: La única forma de que el pasado pueda volver a tomar forma es alcanzado el origen de la corrupción.
Durante unos instantes, todos nos mantenemos callados pensando en lo que implica alcanzar la morada de Los Ancestros en el núcleo del Silencio.
—Pero ¿cómo vamos a hacerlo? —pregunto.
Antes de responder, Yhasnet alza la mirada y contempla el cielo rojizo. Tras varios segundos, en los que la tristeza se refleja en su cara, baja la cabeza y observa el suelo agrietado del cráter.
—El único modo de alcanzar las profundidades corruptas del Silencio es consumiendo este mundo. —Eleva la vista y la fija en mi rostro—. Cuando el demonio avive las brasas y reclame el poder del fuego, el mundo se colapsará y empezará a extinguirse. —Mira a Valdhuitrg—. Cuando eso pase, cuando obtengas todo el poder de la llama y de tu pueblo, el tiempo, junto con el planeta, dejará de existir y la creación desaparecerá.
Valdhuitrg intenta asimilar lo que ha dicho Yhasnet.
—Hemos de destruir el mundo... Como dijo él... —susurra.
Pensando en lo que no has repetido varias veces el ser que liberamos en la cavidad, digo:
—El único modo de vencer es destruirlo todo... —Miro a Yhasnet—. Los Asfiuhs intentarán impedirnos llevar a cabo el plan. No se arriesgarán a que nuestras acciones puedan despertar a Los Ancestros.
El ser fornido asiente y contesta:
—Tratarán de evitarlo, por eso debemos acabar con ellos antes. —Mis compañeros y yo lo observamos con cierta expectación—. Los Asfiuhs son seres con mucho poder, anclados en una era donde la luz no había nacido, imbuidos por esas brasas oscuras que opacaban lo poco que existía. —Extiende la mano y crea una imagen que muestra un fuego de ceniza oscuro—. Si nos atacan juntos, utilizando todo el poder de La Cutgholw, no tendremos posibilidad de sobrevivir. Debemos adentrarnos en la morada de su poder, en su esencia oscura y robar parte de lo que los sustenta, lo que guardan con tanto celo, los residuos casi extintos de las primeras llamas oscuras.
Al escucharlo entiendo por qué quieren dar forma a una nueva creación, anhelan lo que había en el momento que fueron creados, quieren ver de nuevo las brasas arder, quieren avivarlas con los restos del Silencio.
—¿Quieres que nos adentremos en el alma de Los Asfiuhs? —le pregunto y asiente—. ¿Pero cómo vamos a hacerlo?
Baja la mano y la imagen desaparece.
—Con la sangre Ghuraki.
—¿La sangre Ghuraki? —pregunto confundido.
—Sí, con la sangre de uno de los Ghurakis del primer linaje. Sin saberlo, los creadores les otorgaron el poder de conectarse con aquellos que los habían creado a ellos. La sangre Ghuraki abre una puerta a los restos de las brasas oscuras y lo hace camuflando a los que pasen por ella.
—Ghurakis... —murmuro—. Nunca dejarán de sorprenderme. —Dejo atrás los pensamientos que me vienen sobre mi lucha contra Haskhas y We'ahthurg y pregunto—: ¿Quieres reclutar a tu viejo amigo?
—Iremos a hablar con él —responde.
Valdhuitrg mira a Yhasnet y dice:
—El Cazador estará en el campamento de Vhareis, rodeado de guardias imbuidas con la fuerza de Los Asfiuhs. Tendremos que actuar rápido, encontrarlo y convencerlo de que se una a nosotros. Y si no lo logramos, llevárnoslo a la fuerza.
—No hará falta —contesta el ser fornido—. En cuanto se lo pida, combatirá a nuestro lado. Da igual los lazos que haya forjado en este mundo, lo que vivimos antes de ser desterrados dio forma a un vínculo demasiado fuerte.
—Perfecto, amigo de las anillas —dice Athwolyort, dando una palmada—. Entramos en el campamento, cogemos a tu amigo Ghuraki y nos vamos antes de que se den cuenta de que estamos ahí. —Se frota las manos despacio—. Y si se dan cuenta pues hundiremos un rato nuestras armas en los cuerpos de las guardias de Vhareis.
Miro a Athwolyort, sonrío y digo:
—Nos infiltramos, damos con El Cazador, salimos del campamento y con su sangre alcanzamos el alma de Los Asfiuhs. —Dirijo la mirada hacia Yhasnet—. Y una vez acabemos con los dioses oscuros planeamos nuestro próximo paso.
Yhasnet asiente, cierra los ojos y las anillas que porta en los brazos comienzan a iluminarse. Pensando en que estamos un poco más cerca de la victoria, sintiendo que ya no está tan lejos el momento en que pongamos fin a esta locura, miro a Valdhuitrg, a Athwolyort y, mientras comenzamos a desvanecernos, les aseguro:
—Pronto acabará todo.
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