7. Amantes (FINAL)
La hermana de Leary:
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Cuando escuchó la suave voz femenina, todo se disipó. Sus heridas, su tormento, su sed, nada tenía importancia porque se hallaba en los brazos de su amada. Tocó su rostro para comprobar si era real; ella le apretó la mano contra su mejilla y secó sus lágrimas.
—Eres tú, al fin te he encontrado.
—Shhh —Leary lo interrumpió—, conserva tus fuerzas, mi amor. Estás a salvo conmigo.
Lex no dejaba de mirarla, no podía creer que la tuviera en frente.
—¿Eres tú en verdad?
—¿Y quién más podría ser?
—Me dijeron tantas cosas... Me hicieron dudar...
—Solo eran distracciones para que no llegaras a mí. Pero ya no podrán separarnos.
—¿Cómo lo sabes lo de...?
—Todo el Inframundo lo sabe. —Otra vez lo interrumpió.
Dicho esto, ella besó sus labios. Lex se resistió todavía un poco, mas luego abrió su boca para recibirla. Era ella, reconocía aquellos labios, aquella lengua; la tibieza de su boca encendió una llama en su corazón. La besó con pasión y desesperación, como había querido hacerlo desde que Darío se la arrebató. No cabía dudas de que era su perfume, su esencia. La abrazó, la apretó contra sí, ignoró el dolor que le causaban sus heridas, el hambre que aún no saciaba; ya nada más importaba.
Lex se separó de Leary cuando recordó los peligros que aún los asechaban en el mundo de los no-muertos. Debía sacarla de allí inmediatamente.
—Debemos salir de aquí —le dijo, aunque el deseo quebraba su voz.
—No te preocupes, ya está todo arreglado, yo te guiaré desde ahora —dijo ella y lo ayudó a levantarse de la arena negra. Luego volvió a besarlo con impudicia, enredando las manos entre sus cabellos y apretando su cuerpo con el suyo, frotándose contra él.
Lex llevó sus manos a los muslos de la mujer y quiso alzarla sobre sus caderas, pero ella lo detuvo.
—Aún no, salgamos primero —dijo ella y empezó a avanzar mientras continuaba besándolo lascivamente.
Ambos caminaron sin ver por dónde, abrazados y besándose, hasta sumergirse poco a poco en el agua. Lex sentía que sus fuerzas se renovaban a cada instante que pasaba junto a su amante, y dejó de prestar atención a lo que sucedía a su alrededor y a las señales que le enviaban sus sentidos, ni siquiera notó que se encaminaban hacia el río Oblivion. Y, cuando el agua estaba a punto de cubrir sus cabezas, la mujer lo arrastró a contracorriente con fuerza y velocidad sobrenaturales.
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A lo lejos, sobre la orilla de la playa, Mila presenciaba el espectáculo junto al Enviado de la Muerte y los hermanos de Lex: el rey de los vampiros había sido derrotado por su propia concupiscencia, avaricia y soberbia, y, en cuanto las aguas del Oblivion hicieran su efecto, él quedaría atrapado en el Inframundo por toda la eternidad. Se felicitaron a sí mismos por estropear los planes de su enemigo, la muerte era su campo de juegos y no cabía la posibilidad de que él pasara por allí sin que ellos lo supieran.
—¿Alguna vez tuvo oportunidad? —preguntó Altus al Enviado.
—Solo las almas puras pueden sortear las pruebas y distracciones sin caer en las miserias más bajas de los seres vivientes. Pero, ¿qué alma pura se relacionaría con quienes terminan aquí?
—Ja, de seguro a Leary le gustaría ver esto —afirmó Mila, ya que ambas tenían una historia similar con los vampiros.
—¡Agh, no me hables de esa perra! —le espetó Donte— Si pudiera ponerle mis manos encima ahora, su destino sería peor que el de Lex. No me importaría someterme a las torturas más viles con tal de que ella sufriera lo mismo.
—¿Todavía no la has encontrado? —preguntó Maximus, quien, al ser el recién llegado, aún tenía mucho por comprender.
—¡La maldita perra no está aquí! —gruñó Donte con toda su furia, sabiendo que nunca obtendría el placer de verla sufrir por los insultos que cometió contra él.
—¿Entonces quién se está llevando a Lex? —inquirió Maximus.
—La prueba de que no se puede vencer a la Muerte —dijo el Enviado, y comenzó a alejarse de allí con paso taciturno.
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* * *
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Leary despertó en un lugar desconocido. Todo era prístino y sus ojos no podían acostumbrarse. Se reincorporó lentamente buscando las heridas que le habían dado muerte, no halló ni estas ni su sangre derramada. Su ropa no tenía daño alguno.
Volvió a mirar a su alrededor confundida, buscaba orientarse, descubrir en dónde se hallaba. De frente se acercaba una mujer como un espejismo, vestida con unas telas blancas que flotaban a su paso; una mujer tan parecida a ella, que era surrealista. Reconoció en esta versión pelirroja de sí misma, a su hermana menor, a quién solo conoció a través de pinturas. Esta le dio la bienvenida y le extendió la mano para ayudarla a incorporarse.
El paisaje comenzaba a enfocarse. Mientras abrazaba a su hermana, vio que otras dos personas se acercaban a ellas con los brazos extendidos. Eran sus padres, a quienes vio por última vez doscientos años atrás, cuando los vampiros los mataron para secuestrarla, ignorando que dejaban viva a una bebé; y estos le sonreían porque al fin su primogénita había regresado a casa. Lo que siempre quiso y por lo que siempre luchó: volver a casa, ya estaba hecho, podía descansar en paz.
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Ahora que conocen el final, abro debate, pero no acepto amenazas de muerte:
¿Les gustó el final?
Yo, si bien amo a Lex, no puedo ir en contra del genio de la historia.
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