Capítulo 21 y Epílogo

André llama a su oveja Lana, pero esta parece extrañamente a gusto con el hombre. Entonces el joven se acerca para alzarla y comenzar a regresar. Sin embargo se detiene al ver a una mujer a unos pasos de distancia. 

—Ah, mira. Es como tener a ambos en un solo ser —comenta la mujer de cabellos negros, él se siente extrañamente hinoptizado al verla.

—Exacto, vamos a ver a tus padres —dice el hombre mientras comienza a empujarlo hacia la dirección. 

—¿Mis padres? ¡¿Para qué?! —responde al detenerse, cambiando su tono y mirando a ambos.

—Porque te lo ordeno. —La mujer se acerca al hombre para susurrarle algo, entonces ella lo golpea dejando a André mucho más confundido y este intenta escapar con su oveja cuando están distraídos. Aunque terminan tomándolo de su ropa de un rápido movimiento, el hombre lo sostiene sin esfuerzo alguno y suelta una carcajada.

—¡Suéltame! —exclama al forcejear. 

—Se parece mucho —murmura al soltarlo y termina cayendo de cara al suelo. 

André, con tierra en la boca y en los ojos, deja a Lana a un lado mientras se pone de pie. La risa de ese sujeto le irrita y aprieta los puños con fuerza, entonces lanza el derecho al verlo distraído. Su puño impacta de lleno en la mejilla del otro, dejándolo confundido, entonces le sonríe mientras André aleja su mano. 

—M-Mierda —musita al tomar su mano, los nudillos se encuentran ensangrentados y siente un profundo dolor. 

—Justo como los viejos tiempos —comenta el mayor.

—Debe doler mucho —le dice la mujer con una sonrisa—. ¿Mejor? —murmura al tomarle la mano por un momento, cuando lo suelta, André mira sus nudillos sorprendido. El dolor se había ido.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Me conocen?

—Ahora si —sonríe la mujer.

—Empieza a arrodillarte humano, estás en presencia de la Matriarca y el Patriarca —se presenta con aires de superioridad, aunque el muchacho simplemente hace una mueca—. Casi te rompes la mano al golpearme, ¿no es prueba suficiente de mi divinidad?

—¿Tus padres no te hablaron de nosotros? —pregunta la Matriarca curiosa.

—Ellos me dicen muchas cosas pero no los escucho —contesta al subir y bajar los hombros.

—Ya me desagrada este niño —murmura el Patriarca, haciendo reír a su compañera—. Bueno, vinimos de visita, ¿puedes llevarnos, por favor?

—Así si —responde Andrés mientras comienza a caminar de regreso—. Entonces... ¿De dónde conocen a mis padres? ¿Son amigos o qué? —cuestiona el muchacho.

—Él es mi confiable guía y ella mi sándwichera personal.

—¿Qué?

—Ambos me sirvieron —explica el Patriarca.

—Ja, ¿mi mamá? Es imposible.

—Créelo niño. —La Matriarca se acerca un poco a la pequeña oveja que camina junto al joven y la levanta del suelo para abrazarla como si fuera un peluche—. También cuidas ovejas.

—Si, y no soy un niño —murmura mientras acelera su paso.

—Pero aunque cumplas 100 años seguiría siendo mucho, mucho más joven que nosotros —le explica ella con una sonrisa.

André los guía rápidamente hacia su hogar, encontrando a su madre con el resto de las ovejas, la ver molesta y con los brazos cruzados, lista para regañarlo. Sin embargo su expresión cambia a ver a los dioses, haciendo que el muchacho se sorprenda bastante.

—Entonces es cierto —susurra para sí mismo—. ¿Por qué nunca me hablaron de ellos? ¡Conocieron a dos dioses! —André es callado por Mercedes con un golpe en la cabeza.

—¡Te lo dijimos, pero no escuchas! —responde con el mismo tono alto y fúrico.

—¿Por qué gritan tanto? —Su padre también está en casa y su quijada casi cae al ver a los altísimos ante él—. Son ustedes... Hola.

—Hola. —La Matriarca saluda con un movimiento de mano, mientras que su pareja corre hacia la familia para atraparlos en un abrazo—. Los extrañamos —agrega al unirse.

Un momento después se separan y André por fin puede respirar, él ve como sus padres charlan animadamente con los desconocidos que resultan ser viejos amigos. Usualmente tiene la costumbre de alejarse mientras los adultos hablan, aunque esta ver se queda para escuchar la conversación.

—Parece que a ustedes les fue muy bien —comenta el Patriarca al mirar a su alrededor—. Y tienen a un muchacho saludable y fuerte, servirá como sirviente.

—¿Disculpa? —interfiere Mercedes.

—Es que... Tenemos bastantes problemas para adaptarnos —murmura la Matriarca—. Venimos aquí para proponerles trabajar para nosotros otra vez.

—Vamos a hablar con el representante de cada país del mundo para convencerlos de que no somos una amenaza, porque todavía nos siguen cazando —explica el Patriarca.

—Necesitan nuestra ayuda —dice el hombre pensativo—. Pero la respuesta es no.

—¿Papá? Son dioses, ¿no? Pueden matarte si dices que no —habla André, bastante sorprendido.

—Tenemos un trabajo muy importante aquí. Puede que para ustedes no sea nada, pero en lo que creemos.

—No vine de tan lejos por un simple "no". Tantos kilómetros, tantos paisajes y caminos... ¡Para un "no"! —El Patriarca alza la voz, entonces el muchacho interfiere rápidamente.

—¡Señor, ellos están ocupados pero yo no!

—¿Qué dijiste?

—Yo puedo ir en su lugar, ¿si? Soy más joven, estos viejos no durarán en largos viajes —murmura lo último mientras señala disimuladamente a sus padres.

—André, ¿estás seguro? Será muy peligroso —Mercedes se acerca para darle un abrazo.

—Si mamá —responde al corresponder.

—Entonces lleva esto. —Ella le entrega una daga dorada, el joven mira asombrado el diseño y se pregunta por qué su madre nunca antes le había enseñado dicha arma.

—Y también esto —agrega su padre cuando le da su celular. André sabe qué es por los libros, pero nunca había visto ni usado uno.

Ambos le explican que son objetos muy importantes, regalos de los mismísimo dioses presentes y que ahora les pertenecen. Él le da las gracias y los abraza con fuerza antes de partir como el nuevo guía.

Mientras se aleja con la pareja divina, Mercedes se lamenta no haberle preparado algo de comer para que André se lo lleve.

—¿Estará bien? —se pregunta, ahora duda si fue una buena idea haberlos llamado.

—Necesita salir de aquí, vivir aventuras como nosotros lo hicimos —responde él mientras la rodea en un abrazo—. Puede que vaya mucho más lejos que nosotros.

Fin

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