Capítulo 18

La Matriarca ve como la pequeñita mujer escala por su mano mientras chilla.

–¿Qué sucede con ella? –se pregunta y luego voltea hacia el Patriarca mientras Mercedes le muerde los dedos.

–¡¿Que qué me pasa?! –exclama, llamando la atención de la diosa nuevamente–. Comenzaba a vivir tranquila con mis ovejas en mi nueva casa recién hecha y tú la destruiste.

–¿Yo? Debe s-ser un... un error-

–Elegí una temporada seca para que las paredes no se desmoronen. Pero sorpresivamente un huracán salió de la nada, muy parecido al que estabas provocando hace un segundo. –La muchacha queda sin aliento y mira a un lado al notar que la Matriarca está llorando otra vez.

–Lo siento, lo siento, lo siento. Todo me sale mal, p-pero es porque mi mundo cambió demasiado –ella da una pausa para limpiarse el rostro–. Pisé muchas casitas por accidente y opté caminar en los ríos pero me topé con unas cosas de metal, era de noche y cuando apenas me di cuenta ya las había destruido.

–Los puentes de Siete Puntas –agrega el joven guía.

–No fue mi intención –insiste la Matriarca–. Sólo quería un momento para mí, quería explorar. Pero siempre lo destruyo todo.

–Ya, todo puede volver a reconstruirse –la consuela Mercedes cuando su corazón termina enternecido por las palabras de la diosa.

–Amor, ya sabes como terminar con ese problema –dice el Patriarca, cuidando de sus palabras.

–¿Por qué insistes en cambiarme? Ah, pero cuando propuse modificar la forma de los continentes te negaste –reprocha ella dejando a la muchacha en el suelo, luego se cruza de brazos–. El gatito es lindo, pero un osito se vería mucho mejor.

–No podemos hacer eso.

–¡De eso hablo! Ya no quieres hacer nada conmigo.

–Bien, adelante –suelta el Patriarca abruptamente–. Modifica la forma de los continentes, muchas personas morirán, cientos de ciudades serán destruidas y miles de especies de animales desaparecerán por un capricho.

–No diga eso señor –interfiere el muchacho–. Hablemos con calma, todo se resuelve hablando.

–¡Eso intento! –responde el hombre dándole una mirada seria y fría–. Pero tú me recibes con un golpe luego de reencontrarnos. También estoy frustrado, fui humillado públicamente y ahora soy enemigo de la humanidad sólo por existir –esta vez se dirige a la Matriarca sin importarle que los presentes pueda ver sus lágrimas.

Sobre ellos se forman unas pesadas nubes grises que amenazan con llover, el morocho toma la mano de Mercedes para atraerla e intentar protegerla de los violentos rayos que recorren en cielo, buscando alguna forma de bajar a tierra.

–P-Para, me estás asustando –le pide la diosa. Los ojos azules están inundados de lágrimas que poco a poco caen por las mejillas–. ¿Qué intentas hacer? –Ella frunce el ceño, ordenándose no doblegarse ante nada.

–Sólo quiero llorar –responde él tragando saliva–. ¿Eso es malo? –El Patriarca se deja caer en el suelo mientras muchas más lágrimas manchan su rostro.

–¡No, no, no! Tú no eres así –exclama para luego inclinarse hacia él–. Siempre sonríes, debes sonreír.

El Patriarca simplemente niega y baja la mirada, evitando cualquier contacto entre ellos.

–¿Qué podemos hacer? –le pregunta Mercedes en voz baja a su pareja.

–N-No lo sé –responde, sus palabras costaron en salir, además la gran tormenta eléctrica sobre ellos le preocupa mucho.

En ese momento, el celular dentro de su bolsillo comienza a sonar. El muchacho lo toma y ve una vídeo llamada entrante, cosa bastante extraña, además la extrañeza aumenta cuando él acepta y una imagen de aviones se muestra. Dichos aviones se dejan ver en el cielo unos minutos después, burlándose de la tormenta.

–¡Nos encontraron! –grita Mercedes.

Las aeronaves son pilotadas por un hombre y una mujer, siendo esta la líder, además es la primera en ver al gigantesco humanoide de cabello largo y negro.

Aquí Albatros a Águila, esto es increíble. Adelante de nosotros hay una especie de titán hembraella inmediatamente se comunica con su compañero, siendo la respuesta de este una melodiosa carcajada.

y tu imaginación, siempre alocadas.

Sólo miraordena, entonces él queda paralizado al ver a la Matriarca. Debe tener unos sesenta metros o más.

–No es el Patriarca, ¿le disparamos?

–Tenemos nuestras órdenes, ella está con élresponde la mujer mientras aprieta los botones para liberar los explosivos. Su compañero también lo hace y ambos escapan de una gran explosión. La fuego arrasa con la reserva Brisaires, dejando un gran cráter y cenizas por doquier. Sin embargo la Matriarca yace en el interior de dicho cráter, protegiendo en sus manos a los dos humanos que acompañaban al Patriarca.

Ella abre su mano lentamente, sólo para darse cuenta que no respiran. Entonces estalla con un fuerte grito y voltea hacia los responsables, comenzando en una persecución que sólo dura un momento. La primera nave es derribada de un golpe, mientras que atrapa la segunda con sus manos. La piloto queda cara a cara con la gran mujer cuando comienza a aplastar la aeronave con una fuerza descomunal, por lo que la mujer termina muriendo en agonía.

–¡Albatros! Respondelos gritos insistentes de su compañero logran traer a la piloto de regreso a la realidad. ¿Le disparamos?

–No quiero que me aplaste. Pero tenemos órdenes.

Bueno, la misión es encontrar al Patriarca y atacar. Yo no veo nada por aquí –comenta él.

–Yo tampoco veo nada –responde mientras toman otra ruta.

–Se alejan –indica Mercedes al ver que los aviones sólo pasan y no tienen intenciones de regresar.

La atención nuevamente está en el Patriarca. La Matriarca intenta hacer que sonría nuevamente, tratando de levantar las comisuras del rubio con sus dedos.

–Por favor... y-yo no sé qué hacer... –murmura con la voz temblorosa–. N-Nunca te... había visto llorar así.

–Seguro es por todo lo que pasamos –habla el morocho, llamando la atención de la Matriarca–. Fue un largo viaje.

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