Capítulo 13

Casi todos quedan inmóviles, hasta las ovejas, sin embargo el Patriarca sonríe mientras sus ojos comienzan a cristalizarse debido a las lágrimas.

–¡Al fin! –exclama, dejando ver su alegría y alivio a todos los presentes. Él corre hacia la Matriarca para abrazarla, no le importa que sus tamaños sean diferentes.

Mercedes parpadea, recuperándose del shock para luego apreciar a la gran mujer roja. La Matriarca, quien se encontraba llorando, aparta el cabello húmedo de su rostro mientras los observa entre asustada y curiosa. Luego ve al Patriarca correr hacia ella, haciendo que todo su ser se estremezca. Ella termina dándole una cachetada al hombre, esto sería justo ya que él le ha causado muchas penas estos últimos días. Pero, debido a su tamaño, manda volar al Patriarca hacia una colina cercana. La fuerza del golpe hace que se genere un violento viento que arranca varios árboles jóvenes, también arrasa con Mercedes, el morocho y las ovejas.

Mercedes se siente muy mareada y su cabeza palpita, ya que tiene un doloroso golpe en su frente.

–¡Auch! Mierda... –maldice mientras mira a su alrededor, solo para que el vértigo se apodere de su cuerpo. Pues ser encuentra sobre un árbol, su ropa atorada en unas ramas es lo único que le impide caer de esa altura. Queda inmóvil mientras la brisa la mese lentamente, intenta averiguar cuándo tiempo pasó inconsciente, el sol se oculta en el horizonte y no logra ver a la Matriarca en ninguna parte.

En ese momento su mente reproduce sus últimos recuerdos, la Matriarca luce completamente diferente a como la imaginó. Su cuerpo era delgado, estilizado y de piel roja, no parecía llevar ropa, porque su larga cabellera negra la cubría.

–¡Matriarca! –la llama cuando regresa al presente. No la ve en ninguna parte, lo que la desalienta un poco. Quiere hablar con ella, preguntarle miles de cosas. Pero desapareció nuevamente.

–¿Qué? ¡No te muevas! –le responde el muchacho, quien mira desde abajo a Mercedes–. Trataré de bajarte.

–Bien, hazlo rápido... Por favor.

Él gira alrededor del árbol en busca de alguna rama gruesa que pueda alcanzar y comenzar a trepar. Pero todas están muy alto. De repente ambos escuchan el aullido de unos lobos a lo lejos, el eco del valle trajo el sonido rápidamente.

–¡Mis ovejas, ¿dónde están?! –Mercedes se agita al temer la pérdida de sus animales. Por lo que su ropa se desgarra y la gravedad la hace caer. Grita de forma involuntaria mientras sacude los brazos desesperadamente para intentar sostenerse de algo. Finalmente termina cayendo sobre el guía, quien valerosamente sacrificó su propio cuerpo para amortiguar la caída de Mercedes.

Él gime de dolor por el fuerte golpe, sin embargo sonríe al ver que ella solo obtuvo unos insignificantes raspones. La muchacha se pone de pie, aún mareada por la caída y el golpe de su cabeza.

–Mierda, lo siento –dice cuando se levanta. Toma del brazo al morocho para ayudarlo y este le sonríe.

–No pasa nada. Ah... Sólo-

–Quédate quieto –le ordena al ver que se le dificultad bastante incorporarse–. Busquemos a las ovejas –agrega mientras pasa el brazo de él sobre sus hombros.

–Y también al Patriarca. ¿Crees que esté bien?

–Oh, no lo sé. Es muy fuerte, no hay de qué preocuparse –responde para luego comenzar a caminar.

El silencio entre ambos es bastante incómodo, además no ayudan los quejidos que él suelta en ocasiones. Haciendo que Mercedes se detenga por momentos para descansar.

–Hey –habla cuando atrapa al morocho mirándola fijamente–. ¿Por qué te gusto?

Él levanta las cejar por la sorpresa y su rostro se torna rojo, sin embargo mantiene la mirada, apenando a Mercedes con esta acción.

–No esperaba esa pregunta –suelta una corta risa y continúa–. Pues... Me encantaron tus ojos pero me mantuve alejado para no hostigarte. Es horrible, el Patriarca tiene razón, siempre miramos el físico.

–¿Te gustan mis ojos? –pregunta, sacándolo del autocastigo.

–Me encantan, también tu voz, tu cabello. La forma en la que le hablas a tus ovejas, la manera con la que discutes con el Patriarca. Hasta sentí celos de él en ocasiones.

–Que alivio que no soy la Matriarca, ¿verdad? –comenta haciéndolo reír–. No es mi tipo, para nada.

–¿No? Él es fuerte, decidido, seguro y líder. No puedo competir contra eso, nadie puede –responde dándole una sonrisa de alegría a pesar de sus palabras.

–Que extraño que lo digas porque él siempre te siguió a ti.

El morocho la mira sorprendido, entonces esos ojos lo colocan en una especie de transe, haciendo que su vista baje a los labios de ella. Lentamente comienza a acercarse mientras cierra sus ojos, para concentrarse solo en el tacto, mas no consigue besarla porque Mercedes aleja su rostro.

–¡Ahí está! –exclama, su rostro rojo cual manzana madura mientras señala al Patriarca incrustado en la pared de un barranco.

–No se ve bien –comenta él cuando se acercan un poco más. El Patriarca parece estar inconsciente y no se mueve, entonces Mercedes, luego de dejar al morocho sentado sobre unas rocas, ayuda al mayor. Lo toma con fuerza de su ropa cubierta de tierra y jala. Poco a poco el cuerpo del Patriarca se desprende del barranco para terminar aplastando a la muchacha.

–C-Como pesa –comenta mientras reúne energía y levanta al hombre sobre su espalda cuando el barranco comienza a desmoronarse. El morocho se levanta a pesar de sus dolores y la ayuda a mover al mayor. Una vez fuera de peligro, Mercedes le da un suave golpe en el hombro por desobedecerla.

–Auch, que ruda.

–Gracias, casi nos aplastan esas rocas –dice sonriendo. Ella sacude la tierra de la ropa del Patriarca, luego continúa con él, haciendo que la vergüenza afecte a ambos nuevamente mientras Mercedes le limpia el rostro con un paño húmedo.

El morocho la detiene tomando su rostro con las manos, con los pulgares quita la suciedad de sus mejillas con suaves movimientos. Sus ojos miran  esos labios finos y no puede evitar inclinarse hacia ella. Mercedes se mantiene quieta mientras hay una batalla en su interior. Una voz irritante le dice que lo golpeé por tocarla de esa manera, por otro lado está su cuerpo traidor que disfruta de las caricias y de esa atención tan especial que recibe.

–¡Golpéalo! Ahora, antes de que sea tarde.

¿Por qué? No me ha hecho nada malo.

Caerás bajo su poder, imbécil. Comenzará a decirte qué hacer, como vestir y vivirás para servirlo. Solo te quiere para eso.

–Por lo que veo, él está bajo el mío y le gusta mi personalidad por lo que no la intentará cambiar.

La voz desaparece luego de eso, entonces ella sonríe y también se inclina al encuentro de los labios del morocho.

–¡Lo encontramos!

–¡¿Y ahora qué?! –exclama él luego de que el momento fuera interrumpido por unos hombres uniformados y armados. Esas personas rápidamente se acercan al Patriarca y lo preparan para trasladarlo.

–¿Qué están haciendo? ¡¿A dónde se lo llevan?! –Ella forcejea con los hombres al no recibir respuesta. Entonces le disparan un dardo tranquilizante al igual que al morocho, ya que estaban causando problemas en la operación. Antes de caer inconsciente, Mercedes logra escuchar que llevaran al Patriarca a la capital de Rozalles para enjuiciarlo.

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