El escapista
No hay nada más lindo que tener un perro. Eso decía todo el mundo. Un compañero fiel que te amaría hasta morir. Una criatura que nunca se cansaría de tus caricias ni de tus juegos. Alguien que daría todo por ti. El que más se alegraría cada vez que llegaras a tu casa. El sol de tus mañanas. Y un largo etcétera.
¡Qué lindos los perritos!
Sin embargo, había algo que no te advertía nadie: a veces, esos "angelitos" podían hacerte perder los estribos y sacar tu lado asesino a flor de piel. A veces, no había ojitos tiernos que te calmaran el enojo cuando llegabas de hacer compras y veías una escena de posguerra en tu patio. Y si me decís que no, es porque no conocés a Houdini, el asesino serial de macetas.
Cuando llegó a mi familia, Houdini era todo lo bueno que te puedas imaginar. Un perrito mestizo precioso, de pelaje tricolor y una colita con forma de plumero. Una mirada suya bastaba para que te pusieras a sus pies. Una ternurita que apenas se despegaba 30 centímetros del piso. ¿Qué podía hacer?
Lo había encontrado Franco, mi hermano menor, en un terreno baldío cerca de casa. Llevaba una chapita con su nombre y la dirección del refugio local, lugar del que se había escapado. Un nombre peculiar para un perro, ¿no? Si me preguntás, es un nombre perfecto.
Resulta que al señorito le encantaban los desafíos. Un perrito más inteligente que cualquiera de nosotros, te lo puedo asegurar. Sí, también más que vos que estás leyendo esto, sin ofender. No había puerta, cerradura ni correa que lo resistiera. Era imparable. Esa vez que corrió a los brazos de Fran no era su primer escape, ni mucho menos.
Según Mara, la dueña del refugio, aquello era algo de todos los días y ya no sabían qué hacer con él. Tenía miedo de que le pasara algo estando indefenso en medio del campo.
¿Indefenso, por qué, señora?, decía yo. Estaba segura de que si venía un Apocalipsis zombie, él saldría vencedor. No existía monstruo que lo pudiera agarrar, si él no quería. Los zombies podían acabar con el mundo, pero Houdini sería el último sobreviviente (aparte de las cucarachas, por supuesto).
En fin, volviendo a lo que te estaba diciendo. Houdini llegó a casa en brazos de Franco y no zafó ninguno de nosotros: nos conquistó al primer "guau". No podía ser más lindo el condenado, de verdad. Lo miro ahora, después de todas las que me hizo pasar, y no puedo decir lo contrario. Es que eso de que se te quedan pegados al corazón es cierto. No lo voy a negar.
Cuando llegó a casa, ya se le había pasado lo cachorro, así que eso de sufrir porque hacía pis en cualquier lado, se comía las patas de las sillas o se robaba las medias de mamá no lo padecimos. Lo hubiéramos preferido, igual.
Su energía no tenía igual. En poco tiempo, a Fran y a mí nos puso bien fitness, como se dice ahora. Si bien se notaba que le gustaba estar con nosotros, bastaba con escuchar el ruido de una puerta mal cerrada abriéndose para que saliera corriendo como si lo persiguiera el mismísimo Mandinga. Dije que medía 30 centímetros de alto, ¿no? ¡Si vieras la velocidad que agarraba con esas patitas tan cortas! Temblaría Usain Bolt, te juro.
Cuestión, que le encantaba recorrerse el pueblo a toda velocidad. Como si hiciera falta ir de acá para allá apurado a la hora de la siesta. Ay, la adrenalina era una droga para él. Es que de otra manera, no me lo explico.
¿Y quién lo iba a correr?
¿Mi viejo, que se agitaba no más de ir del living a la cocina para poner la mesa? ¿Mi vieja, con su problema de rodillas? ¡Obvio que no! ¿Para qué estaban los chicos de la casa, con sus cuerpos jóvenes y su incansable energía?
Bueno, ponele que Franco y yo éramos seres rebosantes de energía... Pero éramos mejor opción que nuestros progenitores, seguro. Peor es nada.
Ay, Houdini... Si te habré corrido bajo el sol y bajo la lluvia. Si te habré insultado a vos y a toda tu ascendencia perruna por hacerme correr con 40º a la sombra, en pleno verano. Pero, no puedo negar que me diste muchas más alegrías, me acompañaste en mis momentos más tristes y en mis locuras más extrañas. Te debo todo. Porque sí, gracias a vos, también lo pude conocer a él.
********
¡Hola por ahí! Nos reencontramos con esta historia que tiene un lugar especial en mi corazón.
Estamos en Noviembre, mes del NaNoWriMo. Por primera vez en varios años, tengo el espacio para participar y elegí hacerlo con esta historia, reeditando lo viejo y continuando con la historia hasta, Dios mediante, terminarla.
¡Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top