Capítulo 32
Daniel a veces puede ser muy tierno y considerado, pero otras veces es un tirano. No se da cuenta de la cantidad de trabajo que me ha dejado los dos últimos días. Creí que le caía bien, pero mas bien es como si me odiara. Gráficas por aquí, estados de cuenta por allá, agendar citas, contactar clientes, llamadas, más llamadas...
Voy a enloquecer.
—¿Ocupada?
Alzo la mirada. Ahí está él, con su perfecto traje, su perfecto rostro, su perfecta sonrisa... burlándose de mí en silencio. Creo que voy a explotar por tanto trabajo. ¿Por qué no puedo multiplicarme para hacer muchas cosas al tiempo?
—Es tu culpa—farfullo—. Ya no puedo más con esto...
—Sí puedes. Eres una mujer fuerte.
—No lo suficiente—me lamento.
Niega con la cabeza, suspirando.
—Tómate un descanso y acompáñame.
—No quiero. Déjame tranquila.
—Vamos.
—No.
—Vamooooos.
Esta escena se me hace familiar. Es como cuando mamá prácticamente me arrastra hasta la mesa si tardo mucho en ir a cenar. No me deja en paz hasta que voy a comer. ¿De verdad estoy comparando a Daniel con mi madre? No, él es mucho mas guapo y maravilloso. Claro, mi madre también es guapa y maravillosa, pero en un contexto diferente. Si tan solo... no, no debo pensar en eso. Pero estoy haciéndole daño y él no lo sabe. ¿De verdad es bueno que siga relacionándose conmigo?
Daniel me jala del brazo y camina hacia alguna parte. Este pasillo se me hace familiar.
—¿A donde me llevas?
—A informática.
¿Qué?
—¿Me vas a devolver al hueco del que me sacaste? —bromeo.
—Si lo hiciera no tendría mi café caliente toda las mañanas.
Ruedo los ojos mientras sonrío, esa forma de decir que me necesita es bastante inusual. Como si ese trabajo no pudiera hacerlo una cafetera. Cuando siento algo en mi mano, agacho la mirada con sorpresa. ¿Es consciente de que me está cogiendo de la mano? Esto es agradable. Ojalá nunca me soltara.
Lastimosamente eso no es posible y menos para él. Supongo que le avergonzaría mucho que lo vieran de la mano de una secretaria. Suspiro mientras aliso mi falda con mis dedos y Daniel toca la puerta. ¿Por qué quiere venir aquí?
Santiago abre la puerta. Tiene esa cara de no he hecho ni mierda en toda la mañana.
—Daniel—lo mira con sorpresa—. ¿Qué pasa?
—¿No puedo venir a mirar? —se cruza de brazos.
—No, quiero decir, sí, pero... es inusual. La última vez que viniste a este sitio fue para pedirnos el periódico y eso fue hace más de un mes.
Daniel se abre paso en informática y analiza los alrededores con ojo crítico. Las mujeres lo analizan en silencio sin decir ni mu. Valeria trata de comunicarse telepáticamente conmigo a través de la mirada para que le de una explicación. Niego con la cabeza en su dirección, indicándole que yo tampoco sé nada.
Carraspea, incómodo.
—Señoritas.
Grillos.
—Quisiera saber cuáles son sus sugerencias para mejorar el área de informática.
Abro la boca, impactado. ¡Lorena, cierra la boca o se te va a caer al suelo! ¿Pero lo está diciendo en serio? ¿Le está preguntando su opinión a muchas mujeres al mismo tiempo? Debo estar alucinando. Esto es de locos.
Ninguna dice nada. El silencio es asolador. ¡Vamos chicas! Estuvimos esperando este momento por mucho tiempo. Es lo que siempre quisimos, que el presidente escuchara nuestras sugerencias. Pero a pesar de lo que decimos de él a sus espaldas —me incluyo porque yo hacía lo mismo—, no somos capaces de enfrentarlo como querríamos. Bueno, yo a veces si que soy capaz.
—Pues... —la voz de Carolina rompe la tensión—. Arreglar las persianas sería un buen inicio. Nos hace falta la luz.
—Lorena, anota.
Inflo las mejillas, molesta. No me dijo que trajera algo para apuntar. Creí que iba a descansar. Maldita suerte la mía, pero al menos es por una buena causa. Ni modo, lo anotaré en mi celular. Arreglar las persianas. Si, la falta de luz en este lugar podría dejar ciegas a unas cuantas. Creo que hasta yo he desarrollado algo de miopía.
—Tal vez no debería haber tantas mujeres en informática —refunfuña Aura. Todos la miramos con sorpresa. ¿Y lo dice ella? — ¿Qué? Odio a los hombres, pero son un mal necesario.
Algunas se ríen por lo bajo. Hasta Daniel sonríe con disimulo. ¡Genial! No se ha enojado. ¡Estamos avanzando mucho!
Los retos cambiaron mucho al señor presidente y no puedo evitar pensar que es lo mejor que se me ha podido ocurrir. Violé la seguridad informática de la empresa, hice que se gastara dinero en los retos y hubo otros efectos colaterales, ¡pero ahora las cosas son mucho mejores! Creo que voy a llorar de la alegría, estoy demasiado emocional. Daniel escucha las sugerencia de las chicas —incluso si algunas son fuera de lugar— y me hace anotarlas todas. Miro a Valeria. Ahora es ella la que tiene la mandíbula hasta el suelo.
Estoy tan embobada que cuando menos me doy cuenta Daniel me está jalando del brazo para que nos vayamos. Cuando salimos me dice:
—Haz un presupuesto según las sugerencias para el área de informática.
—¿Es...? ¿Es en serio? —le pregunto, caminando detrás de él. Casi no puedo contener la emoción—. ¿Vas a remodelar el área de informática?
Sonríe de medio lado.
—Tal vez.
No puedo evitarlo. Chillo de emoción y salto sobre él. ¡Por fin! ¡Las mujeres van a tener su lugar en esta empresa! Incluso puede que después varias de las chicas puedan ocupar cargos superiores. ¡Estamos muy cerca!
—¡Gracias, gracias, gracias!
Daniel me mira, aturdido.
—¿De verdad era tan importante?
—Sí. Todo el mundo quiere que le reconozcan su lugar.
Sonríe, pero aun así no dejo de abrazarlo. Si antes lo admiraba, ahora lo admiro mucho más. Casi quiero pedirle un autógrafo. O mejor una foto, la enmarcaría y la pondría junto a mi cama. Okey, eso es un poco raro. Aunque si pudiera, no me molestaría para nada que él fuera lo primero que viera cuando despierto por la mañana. Mejor aun si no me está dando órdenes.
—Me alegra que te alegre, Lorena —sonríe—. Por cierto, necesito otro favor.
—Sí, lo que sea—salto en mi sitio emocionada.
—No digas eso. Es comprometedor y me da ideas.
Me echo para atrás. ¡Me arde la cara!
—Necesito que contactes con el departamento de publicidad.
Bueno, eso no es nada comprometedor. ¿Al departamento de publicidad?
—¿Para qué? —pregunto, confundida.
—Haremos una campaña publicitaria sobre la participación de Hernández.
El aire se me va de los pulmones. El corazón se me acelera a una velocidad que no es sana para mi corazón, indicándome que mi secreto está en riesgo. No, eso no, si la empresa hace publicidad, el autor verdadero podría darse cuenta de lo que está pasando. En ese caso hay dos posibles escenarios: que no haga nada, o que aclare que él no participó en las actividades de la empresa, y si eso pasa Daniel descubriría que soy una mentirosa.
No puedo pensar y Daniel quiere una respuesta. Pero no tengo una respuesta, ¡¿qué hago?! Necesito ganar tiempo. Distracción, ¡distracción!
—Estoy mareada...—murmuro, y caigo al suelo dramáticamente.
—¡¿Lorena?!
Me quiero reír. No puedo creer que se lo creyera. Lo escucho hacer preguntas pero finjo que estoy muy aturdida y no contesto a ninguna. Al menos esto me dará tiempo para pensar qué hacer, porque no tengo respuestas y eso me está matando. Me recoge en sus brazos y empieza a correr. Mientras me lleva hundo mi cabeza en su pecho, y de repente tengo ganas de llorar. No quiero que se aleje de mí.
¿Por qué siento que Daniel va a odiarme?
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