Capítulo 27

Daniel

Cuando despierto, ella ya no está aquí. En su lugar hay una sensación de paz y alivio que no soy capaz de describir. Me reincorporo en mi sitio, mirando la almohada sobre la que Lorena me había acostado. Fue agradable. No recuerdo cuando fue la última vez que tuve una sensación como esa. Cálido, como un hogar, un lugar seguro donde no hay nada que temer. Desde lo de Luna no he vuelto a sentir esa sensación, tal vez por eso me pongo loco cada vez que voy a visitar a esa mujer.

Me pongo de pie mientras miro a mi alrededor. Ya es de noche, ¿cuánto tiempo estuve dormido? El apartamento está igual de solitario que siempre, no hay señales de ella. Siento como si la extrañara. ¿A que hora se habrá ido? ¿Por qué no se quedó? Espero que haya llegado bien a su casa. Aun no puedo creer que le haya apuntado con el arma, pero menos puedo creer que me haya cuidado a pesar de eso.

Hago una llamada.

—Hombre, ¿ya te sientes mejor? 

—Sí, estoy bien.

Juan David bufa al otro lado del teléfono.

—Tienes que dejar de hacerte esto. Es destructivo. ¿Vas a seguir visitándola? No deberías seguirlo haciendo, no puedes mantener esa deuda por siempre.

—Sabes que tengo un compromiso—murmuro con pesadez.

¿Vas a venir a la oficina mañana? —pregunta con rapidez, tratando de cambiar el tema de conversación.

Agacho la mirada. Me pregunto cómo reaccionará Lorena mañana cuando llegue al trabajo. Creo que no voy a poder dormir hasta que averigüe eso. Estoy preocupado por ella, después de todo le apunté con un arma. Jamás le dispararía, ella es importante para mí. Y se esta volviendo tan importante que me asusta. A pesar de todo, sentí un gran alivio cuando decidió cuidarme. Fue tan dulce y considerada conmigo e incluso se dio cuenta de mis pequeños desórdenes alimenticios y mi extraña adicción al café. Me ha estado observando con mucho cuidado, y aunque debería sentirme perturbado por eso, no es así. Ni siquiera me pidió explicaciones ni me reclamó nada. No me preguntó qué había pasado conmigo durante el tiempo que me fui. De cierta forma se lo agradezco, no me siento capaz de hablar de eso. No aún.

Pero a pesar de todo, me conmovió que se haya preocupado por mí.

¿Daniel? —Juan David habla, tratando de regresarme a la realidad.

—¿Eh?

¿Vendrás a trabajar mañana? Quiero decir, ¿ya te sientes bien? Si no es así puedes tomarte unos días. No es como que por lo general te recuperes de inmediato. Por lo general te toma un par de días. Así que si no te sientes bien-

—No, está bien. Iré mañana —lo interrumpo—. Estoy mejor ahora.

¿Seguro? —su voz sueña desdeñosa de repente—. ¿Y que pasó con Lorena?

—Ella... ella me cuidó.

Se queda callado. Su silencio me sorprende, por su actitud desde el tercer reto esperaba que dijera algo en contra de ella, pero en lugar de eso se calla. 

Daniel, deberías tomarte un par de días—dice de repente—. Para que te recuperes.

No quiero quedarme aquí. Quiero verla y de cierta forma estoy ansioso por volver a la oficina. Siento que la cagué y ella me cuidó de todas formas. Solo quiero verla y saber como está.

—No te preocupes, estaré bien. Nos vemos mañana. Y Juan David... considera hablar con Carolina.

Él suelta un suspiro pesado y se despide. Creo que no quiere hablar del tema. Recuerdo como Lorena le gritaba que todos nosotros estábamos podridos, que no nos dábamos cuenta de la forma de vida que habíamos creado dentro de la empresa. Tiene razón. Es sólo que me cuesta confiar, en mis cabales tal vez ni siquiera habría dejado entrar a Lorena a mi apartamento por más confianza que le tuviera. Pero ella simplemente entró y no hizo nada malo. Para mi suerte o para mi desgracia, la confianza es mas necesaria en el mundo de los negocios de lo que parece.

Sé que tal vez no esté molesta conmigo, pero aun así quiero disculparme por lo que hice.



Cuando llego a la oficina estoy ansioso. El recepcionista y los empleados de la empresa me reciben. No hay mujeres a la vista, salvo a un par de aseadoras. Se supone que esto debería ser normal, estoy acostumbrado a este escenario, pero ahora simplemente se siente mal. Cuando estoy en el ascensor siento algo de nervios. Me pregunto si ya está aquí.

Cuando voy caminando hacia mi oficina me topo con la máquina de dulces. Freno de golpe y la observo con atención. Hay unos chocolates con un empaque muy bonito. Es estúpido. Esto es estúpido... o tal vez el estúpido soy yo. Pensé que no volvería a tener un episodio, no me preocupaba, pero olvidé el pequeño detalle de que cambié de secretaria. Y aunque mi mente está luchando entre alejarla y dejarla entrar en partes iguales, no sé que hacer. No tengo ganas de comportarme como un cretino hoy.

Casi como un movimiento mecánico, introduzco un billete a la máquina y compro una de las chocolatinas. Estoy loco. Debo estar loco. Ni siquiera sé si debo hacerlo. Probablemente esté molesta conmigo y piense que esto es estúpido. Lo guardo en mi saco, no sé ni siquiera si lo haga.

Cuando llego cerca a mi oficina Juan David está esperandome, pero veo con decepción que el puesto de Lorena está vacío.

—¿Qué hay, hombre? ¿Ya te sientes mejor?

—Sí, ya... ya estoy bien. ¿Has visto a Lorena?

—Sí, varias veces. Es tu secretaria, tiene el cabello corto y-

—Muy gracioso —ruedo los ojos—. Me refiero a que si la has visto hoy.

—Ah no, la despedí ayer— se cruza de brazos—. Se pasó del límite y merecía una lección.

Es como si me hubiera echado un balde de agua fría en la cabeza. ¿Qué hizo qué? ¿Por qué? ¡¿Por qué, maldita sea?! ¡Ella no hizo nada!

—Es broma—se ríe—. Ya quita esa cara de que me vas a matar. Simplemente no ha llegado, debe estar retrasada.

—Ah—me echo para atrás, aliviado.

—Te importa mucho, ¿verdad? —Juan David me mira, sonriendo de medio lado.

Desvío la mirada, incómodo.

—No tiene nada de malo, Daniel.

—Deberías estar en contra de eso.

—Tal vez estuve pensando.

—¿Tú piensas? —le pregunto con burla.

—Idiota—rueda los ojos. Luego se acerca y me pone la mano en el hombro—. Sabes que me preocupo por ti, ¿no?

—Lo sé, amigo—sonrío—. Lo sé.

Me despido de él y entro a mi oficina con aire apesadumbrado. Todo el desastre que causé ayer desapareció, e incluso el cajón está cerrado de nuevo con llave. Es como si no hubiera pasado nada, pero sé que si pasó. Puedo verme ahí parado, apuntándole con el arma. Es como si estuviera viendo a Luna. Solo espero que llegue pronto.

Trato de distraerme con trabajo pendiente y poco a poco me voy metiendo más y más en los informes que tengo frente a mí. La puerta de la oficina produce un pequeño chillido al abrirse y no puedo evitar alzar la mirada casi automáticamente. Ahí está ella, pareciendo algo tímida y con el café en la mano. Viene a traerme el café, como todas las mañanas.

Se acerca con pasos inseguros. No me tengas miedo, por favor. No quiero hacerte daño.

—Señor, le he traído su café.

Lorena deja el café sobre mi escritorio y evita mirarme. Me pregunto si está enojada conmigo. No quiero que me odie. Me está tratando como su jefe, pero nada más.

Mírame.

—Hola—le digo con suavidad.

Ella alza la mirada y me mira.

—Hola.

—¿Cómo estás?

Está nerviosa y la verdad es que yo también lo estoy. Esta es la conversación mas rara del mundo, pero solo quiero que hable conmigo.

—Bi... bien.

Le hago una señal con mi mano para que se siente.

—¿Yo? Pero ese puesto es para los ejecutivos y-

—Por favor, siéntate. Quiero hablar contigo.

Se sienta a duras penas, mas nerviosa que antes. Pone las manos sobre su regazo y mueve sus dedos, inquieta. ¿Me tendrá miedo? ¿Estará molesta conmigo?

—Me vas a despedir, ¿verdad? —murmura con pesar.

¿Qué?

—¿Por qué piensas eso? —le pregunto con dulzura. Su pregunta me duele.

—Porque... porque me metí donde no me llamaban. Miré tus cosas cuando no estabas, es solo que estaban desordenadas y quise ponerlas en su lugar.

Parece una niña pequeña que está a punto de ser regañada por haber hecho algo malo. ¿Se está echando la culpa? Me pongo de pie. No quiero que se sienta así.

Camino hacia ella y me arrodillo a su lado.

—Tú no hiciste nada malo. Me ayudaste—le digo, poniendo mis manos sobre las suyas—. En cambio yo me siento muy mal porque te apunté con un arma. Pude haberte matado y eso nunca me lo habría perdonado. 

—Daniel...

Busco en el fondo de mi saco. Ya no me importa lo que puedan pensar de mí.

—Ten.

Abre sus ojos con sorpresa mientras pongo la chocolatina entre sus manos.

—¿Y esto?

—Es para ti. Por haberme ayudado ayer. Perdóname si te asusté, nunca te haría daño—murmuro, pesaroso—. ¿Podrías perdonarme?

—¿Me estás pidiendo perdón? Pero si yo-

—Tú nada. No fue tu culpa, fue mía. Es solo que... tengo problemas.

Sonríe.

—Lo sé. Pero puedes solucionarlos, si quieres. Todo en esta vida tiene solución.

Ver su reacción me alivia, aunque sigo preocupado. Si la hubiera matado en el estado en el que estaba... no quiero que algo así se vuelva a repetir. Tengo que encontrar una solución a esto. No quiero que esto continúe. Tengo tantas cosas que arreglar y no sé por donde empezar.

—¿Estabas borracho? —pregunta.

—Tal vez un poco—confieso.

—Al menos estás mejor hoy—me dice, sonriendo—. Me alegra verte bien. 

Fue gracias a ti.

—¿Entonces no estoy despedida? —se ríe—. Porque según Juan David, lo que hice habría sido un motivo mas que claro de despido.

Niego con la cabeza, no debería creer todas las tonterías que dice el idiota de mi amigo. Tomo su mano de nuevo, casi por instinto. No quiero que se asuste, pero a ella parece no molestarle.

—¿Almorzarías conmigo hoy?

—¿De verdad? ¿No te da miedo que tu imagen de macho alfa se vaya al suelo por almorzar conmigo?

—¿Macho alfa?

—Pues sí, ¿que no es eso lo que eres?

—¿Estás siendo sarcástica? —la riño con una sonrisa.

—No, es la verdad.

—Pues no señorita, no me da miedo—bufo. Ella suelta una risita—. ¿Qué dices?

Parece pensarlo por un par de segundos, pero luego sonríe y me dice:

—Claro, señor. Con gusto almorzaré con usted.



💌

......................

#MeEncorazona

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top