Capítulo 25
Deja de hablar, déjame ir
Se quema todo lo que nos mantiene
No lo entiendo. ¿Por qué Daniel tiene un arma guardada? La sujeto entre mis manos. Es pesada. Me asusta tener una de estas cosas en las manos, ¿y si está cargada? ¿Y si disparo por accidente, la bala rebota por las paredes y me impacta en el cerebro? Bato la cabeza de un lado para otro, ya estoy pensando muchas estup. Mientras sujeto el arma con una mano, tomo la fotografía con la otra. La chica se ve muy feliz... es muy bonita.
No entiendo por qué estos dos objetos están juntos, pero la única idea que se me ocurre me hace querer gritar. Él siempre mantuvo ese cajón cerrado por alguna razón y ahora comienzo a entender por qué.
Oh Daniel... ¿Qué fue lo que pasó?
—¡¿Qué diablos estás haciendo?!
El grito me hace saltar de golpe. Alzo la mirada asustada, sintiendo como el corazón se me detiene de golpe.
Es Daniel... y está hecho un desastre.
¿Por qué está aquí? Se supone que no volvía hasta mañana. ¿Y por qué está así? Se ve muy descuidado, está con el traje pero tiene el saco abierto, la camisa fuera del pantalón, unas enormes ojeras, ojos rojos y el cabello desordenado. Quiero ir hacia él y preguntarle qué tiene, ayudarlo a que se sienta mejor, pero entonces recuerdo que estoy en su oficina con el arma en la mano.
Daniel cierra la puerta con un movimiento torpe. ¿Está borracho?
—Eres igual a ella, ¿no? A Luna...—balbucea, caminando hacia mí. Tengo mucho miedo, tanto por el hecho de que hay una arma entre ambos como porque creo que no querrá verme nunca más.
—Daniel...
—Eres igual a todas las mujeres. Igual de manipuladoras... oportunistas... arrastradas...
¿De qué habla? Estoy confundida, ¿por qué está en este estado? Solo quiero consentirlo y hacer que se sienta mejor, ni siquiera me importa que esté molesto conmigo por haber revisado sus cosas, si me despide o si puede estar enojado conmigo. Verlo así me causa una ansiedad enorme.
Culpa de dos, buscando huir
Sí, lo intenté y jamás fue suficiente
—Solo tienes que disparar y nos iremos juntos.
—¿Estás segura?
—Síiii. Vamos amor, ¿cuándo me he equivocado?
La mira con seriedad y hasta con miedo. Confiaba en ella al cien por ciento.
—Nunca. Pero...
No quería ser un asesino.
Y aunque va mi sombra tras de ti
Siento que ya te perdí, duele
Duele
Daniel se acerca a mí con rabia, aunque sospecho que no está del todo en sus cabales. Estira las manos hacia mí, pero éstas le tiemblan. Me quita el arma de las manos...
Y me apunta con ella.
No. No, no, no. Por favor, tú no eres así. No. Para. Deja eso.
Déjalo.
—Esto es lo que querías, ¿verdad? Luna...
¡Déjalo!
—¡Entonces es lo que tendrás! —grita.
No, por favor, por favor no me dispares. Cierro los ojos con fuerza, estoy paralizada. Comienzo a llorar. No quiero esto, por favor, todo esto es una pesadilla.
—¿Lorena...?
Abro los ojos con miedo. Daniel me está mirando, aterrado. Deja caer el arma al suelo y ésta hace un ruido seco cuando choca contra el suelo.
—No, no, no. A ella no. No, no...
Y aunque el tiempo me dice que si
Cada gloria tiene fin, duele
Tenía mis sospechas. A veces podía verlo con unas grandes ojeras, lo que indicaba que no dormía mucho. También se me hizo extraño que tomara tanto café. Incluso sus manos temblaban seguido, pero éstas habían dejado de temblar desde que comenzaron los retos así que ni siquiera me fijé.
Todo lo que Daniel ha hecho, la forma en la que ha denigrado a las mujeres en la empresa, e incluso su marcado machismo, tiene una razón detrás. No es machista, es que odia a las mujeres por alguna razón.
De repente cae de rodillas. ¡No! Por favor no te derrotes así, tu eres un hombre fuerte y decidido que es capaz con todo. Estoy paralizada. No se que hacer.
Escucho un suspiro desde la puerta. Es Juan David, mirando la escena con tristeza.
—No otra vez...
¿Otra vez?
—¡Te dije que dejes de ir a ese sitio, maldita sea!
Juan David me ignora por completo y se acerca a Daniel. Lo agarra de los hombros y lo sienta en el sofá de la oficina. Comienza a darle pequeñas cachetadas en el rostro y le habla, tratando de que lo mire. ¿Otra vez? ¡¿Cómo que otra vez?! ¡¿Y cómo puede estar tan tranquilo?!
Sus ojos perdidos me miran. Quiero llorar.
—No te asustes—murmura Juan David—. Esto es normal.
Trago grueso, tratando de no echarme a llorar.
—¿Normal?
—Las mujeres no suelen estar fuera de informática, así que no es raro que sea la primera vez que veas esto. Jennifer lo sabía, pero por lo general optaba por dejarle su espacio.
—Pero... ¡¿pero cómo puedes decir que esto es normal?! ¡Míralo!
—Lo sé —suspira—. Mujeres, se vuelven locas por todo. Vamos amigo, te llevaré al apartamento. Joder, ni siquiera sé porque volviste antes.
—No... Lorena...—murmura con la voz temblorosa—. Yo tengo que...
Como lo quieras
Como tú
Solo tú, quieres
—Cállate hombre, lo que necesitas es dormir—lo regaña—. Te llevaré, me encargaré del resto aquí.
—Lorena... —sigue murmurando.
Mi corazoncito está en crisis. Tengo esta extraña sensación, como si me necesitara, como si no quisiera que me alejara de él. No sé que hizo ni a donde fue, pero parece que no se fue por asuntos de trabajo.
—¿Qué mierda pasa contigo, hombre? ¡Deja de hacer esto! ¡Reacciona! ¡Deja de llorar por eso y levántante!
No. No...
—¡Basta!—me precipito hacia Juan David—. Necesita comprensión, no que lo trates de hacer reaccionar a punta de regaños.
—No seas tonta. Esto le pasa porque no es capaz de tener pantalones. Es un hombre, ni siquiera debería estar llorando.
—¿Qué estás...?
Cuando menos me doy cuenta le cruzo la cara de una cachetada. ¡Es un imbécil! ¡¿Qué es toda estupidez?! ¡¿En qué nos hemos convertido?! ¡¿En qué hemos convertido a la comunidad de esta empresa?! ¡¿Por qué todos estamos tan podridos de la cabeza?!
—¡Cállate! —le grito. Voy a llorar—. ¡Tú no sabes lo que él necesita! ¡Si lo supieras no estaría de esta forma!
Juan David me mira de arriba a abajo.
—Eres una secretaria. ¿Qué no conoces tu lugar?
—Sí lo conozco, pero mas que una secretaria, soy un ser humano. Me importa un carajo si soy una simple secretaria y tú tienes un cargo alto, como persona das asco. Todos aquí damos asco. ¡Por favor reacciona!
—¿Cómo te atreves? —me regaña. ¿Este es Juan David? No puedo creerlo... — ¡Daniel! ¡¿Vas a permitir que nos trate así?!
Daniel mantiene la cabeza agachada, moviendo las manos sobre sus rodillas con nerviosismo. Parece un niño pequeño. De nuevo voy yo a meter la cucharada. Es mi jefe, yo no tengo un cargo importante y no debería meter las narices donde no me han llamado, pero odio verlo así. Debería dejarlo, ¿no? Pero por esto es que la gente es tan narcisista y egoísta. No les importa nada más que no sea incomodarse a sí mismos.
Como prefieras
Cuando lo quieras
Como tú
Solo tú, dueles
—¿Con quien vive? —pregunto.
—Solo.
Abro la boca ofuscada. ¡¿Y espera que simplemente lo deje recuperarse solo y ya está?! Ya no me importa, estoy corriendo el riesgo de que me despidan cuando descubran que soy yo la que está detrás de los retos y que violé la seguridad del sistema informático de la empresa por intereses personales, así que ya me estoy arriesgando a ser despedida.
No me importa meter la cucharada aun más.
—Yo lo llevaré—le digo.
—¿Estás loca, mujer? Haz lo que se te ordenó, limpia este lugar.
—Le pediré el favor a doña Betty, o ya lo organizaré mañana—farfullo sin dejar de mirar a Daniel—. Yo me voy con él.
—Daniel —Juan David lo mira—. ¿Estás de acuerdo con eso?
Él no se mueve, es como si simplemente quisiera desaparecer. Pobre Daniel, no sé que le sucedió pero se ve muy cansado y derrotado. Voy a cuidarlo. Sí, eso haré. Quiero que se sienta mejor y lo voy a ayudar. A lo mejor me despida cuando recupere su estabilidad, pero ya no me importa.
Me agacho hacia él y le sonrío. No sé por qué está llorando, ni por qué llegó a la oficina de esta forma, ni tampoco por qué guarda un arma. Pero si es lo que quiere, al menos por esta vez, voy a a ayudarlo a sentirse mejor.
Todos en la empresa Astaron tienen un secreto que ocultar.
Y el presidente de la empresa no es la excepción.
💌
......................
Sabía que algo por el estilo tenía que pasar, tenía una idea vaga en mi mente, pero no esperaba que fuera así. ¡Eso me pasa por ponerme a escuchar música triste mientras escribo! ¡Ahhhhh! * c mata*
¡Hola hola! ¿Cómo han estado, gente? ¡Yo bien! Aunque este capítulo me puso melancólica. Uff hasta yo tengo muchas preguntas porque estoy escribiendo sobre la marcha, pero díganme ustedes:
¿Qué creen que le sucedió a Daniel?
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