Capítulo 12
Entrada N° 2 - 14 de abril de 2020:
Por: Sebastián Hernandez
RESULTADOS
PRIMER RETO
¡Hola a todos! Me alegra saludarlos nuevamente. ¿Se han divertido en la fiesta? El hecho de que hayan decidido convertir mi reto en una fiesta me ha sorprendido gratamente. Estoy muy feliz por lo que han conseguido, y aunque algunos han logrado dejar las máscaras atrás y ser ellos mismos, hay otros quienes no han aprendido la lección. Mostrarnos como somos y dejar el miedo atrás puede costar más de lo que parece.
Pero esto no ha terminado. Enhorabuena para quienes lograron salir a la luz y reconocer sus errores a pesar del miedo. Y para quienes no, un largo camino nos espera.
Este no es el final. Nos leeremos muy pronto para el segundo reto.
Daniel
La foto de todos nosotros en la fiesta que acompañaba a la nota del periódico era la prueba de que Hernández había cumplido con su palabra de enviar a alguien de incógnito para verificar que cumpliéramos con su reto.
Lo había vuelto a hacer. Quise darme un golpe contra el escritorio. ¿Por qué seguía haciendo esto? Al leer la nota de Hernández me quedó mas que claro que yo era uno de los que no había pasado la prueba. Es decir, me había divertido, por un momento pude olvidar que era el jefe de la empresa y pude integrarme con los demás. Mi desprecio al género femenino parecía haberse reducido considerablemente, sobre todo después de bailar con Lorena.
Creo que eso fue lo mejor de toda la fiesta.
Pero esta mañana volví a ser el mismo pedazo de animal de siempre. Lorena había terminado revelando de forma involuntaria que se sentía denigrada en la empresa, que los hombres nos creíamos superiores sobre las mujeres. Y no se lo negué porque es verdad. Era un estilo de vida que se había venido implementando en la empresa desde que tomé el poder, y la verdad es que había ocurrido poco a poco, sin que nadie se diera cuenta, pero a la misma vez ocurrió de una forma acelerada. Poco a poco fui causando admiración entre los empleados masculinos de la empresa y las mujeres fueron relegadas a informática.
Todo en menos de un mes.
Antes había mujeres en todas las áreas, pero eso cambió cuando yo llegué. Una por una, fueron enviadas a ese oscuro hueco y la vida cambió para todos. Así todos vivíamos mas tranquilos. Jennifer y algunas secretarias con cuerpo de modelo se salvaron de ese destino y sirvieron como secretarias.
Ninguno de los hombres de la empresa se opuso, y ellas tampoco hicieron nada al respecto. Algunas protestaron, pero o aceptaban eso o se iban de la empresa. Muy pocas de ellas optaron por irse.
En ningún momento me había sentido mal por la forma en la que eran tratadas. A veces usábamos a varias para tareas comunes, como lavar platos, limpiar oficinas y barrer. Las señoras del aseo no siempre podían con todo, y si ellas estaban ahí eran un recurso más. Informática era como una bodega donde las guárdabamos, y solo salían de allí si necesitábamos que hicieran algo específico. Pero claro, ellas eso no lo sabían.
Yo estaba bien con eso, hasta ayer. Cuando vi a Lorena en el suelo derrotada por haber perdido, pude haber dejado mi victoria en alto y recalcarle que no tenía posibilidades de ganarme. Pero no lo hice.
Ni yo mismo sabía por qué. Simplemente no soporté verla mal y no entendía la razón detrás de eso.
— ¿Qué pasa? Normalmente siempre me ganas —le digo a Juan David, al otro lado del tablero de ajedrez—. Estás raro.
Juan David me mira con rabia, tanto que me hace retroceder en mi sitio. Mueve una sola pieza con tanta velocidad que no soy capaz de ver qué es lo que hace exactamente.
—Jaque Mate.
¡¿Qué?!
Reviso detenidamente cada movimiento, hasta darme cuenta de su jugada. Esto es muy raro. Estaba contra las cuerdas hace un momento.
—Oye Daniel...
—¿Qué? ¿Quieres hablar después de haberme aplastado en el ajedrez? Creí que querías restregarme tu victoria en la cara —le digo, sonriendo con malicia.
Él niega con la cabeza repetidamente, como si estuviera confundido.
—Dime, ¿aún guardas... eso?
Sé a que se refiere. Echo un vistazo hacia el único cajón de mi escritorio que siempre permanece cerrado. Por lo general mantiene con llave así que no tengo que ver lo que hay en su interior. Es una forma de castigarme, pero a la misma vez de no olvidar lo que es importante. Si tan solo pudiera deshacerme de eso, todo sería mejor. Pero yo ya no soy el mismo. Ayer bailé tan bien porque es uno de los legados que me quedaron del pasado, pero desde ese fatídico día ya no soy el mismo.
—Viejo... eres muy duro con Lorena.
—¿Cómo? —alzo una ceja.
—La pusiste a organizar toda la fiesta, a encargarse de las actividades y a limpiar el desastre. Eso es mucho trabajo, incluso para un hombre.
Ruedo los ojos.
—Por favor, ni porque te hubiera tocado limpiar a ti. Mas bien dime una cosa —recuesto los codos sobre el escritorio, mirándolo con atención—. ¿Estabas fraternizando con una de las chicas de informática?
Mi amigo desvía la mirada.
—¿Eso es tan malo?
—Sabes lo que pienso de eso—murmuro.
—Lo sé. Y antes me parecía bien todo esto. Pero ahora... ya no estoy seguro, hombre—mira sus manos—. ¿Y si todo esto es un error? ¿Y si estamos haciendo mal?
—¿Por qué? Las mujeres te han causado muchos problemas a ti también —le digo, recordándole su pasado. Juan David agacha la mirada—. No me digas que te vas a dejar convencer por una. ¿O acaso ella te dijo algo?
—No realmente. Solo pienso que si Hernández nos puso esa prueba de los disfraces, fue por una razón—se levanta, algo molesto—. Me agrada Carolina. Lamento si eso no te gusta.
—Pero...
—Si quieres almorzar, ya sabes donde encontrarme.
Juan David se retira de la oficina. Me recuesto en mi asiento mirando hacia el techo. Juan David definitivamente fue uno de los que pasó la primera prueba, a diferencia de mí. Me pregunto qué pensaría Hernández de todo esto. ¿Será esta una de las cosas que intenta corregir? ¿Él estaría de acuerdo con esto? Nunca ha escrito ningún libro sobre el tema. Mi mirada baja hacia el escritorio y me quedo mirando un punto hacia el vacío.
¿Le puse demasiado trabajo a Lorena?
No, es mi secretaria y se supone que es lo que debía hacer. No vale la pena pensar en eso, es mejor que me vaya a almorzar. Suspiro y me pongo de pie. Organizo mi lugar y me dirijo hacia la puerta.
—Lorena, confirme la cita de las dos—le digo mientras paso de largo.
Mis pies se frenan de golpe cuando no obtengo respuesta.
—¿Me ha oído? —suspiro, dándome la vuelta. Mujeres, ¿por qué no pueden contestar cuando se les habla?
Me quedo estático. Está sentada en su lugar, pero está encorvada hacia el escritorio. Parece que le faltara el aire. Sus ojos están entrecerrados y tiene unas enormes ojeras. ¿Las tenía esta mañana? No, esto no debería importarme. Ella no debería importarme, yo no tenía este tipo de consideraciones con Jennifer.
No.
No lo hagas. Solo déjala.
No, no. ¡No!
Lo siento. Tengo que hacerlo.
—¿Lorena? — me paro frente a ella. No me mira —. Lorena, ¿está bien?
De repente las palabras de Juan David me vienen a la mente. Eso es mucho trabajo, incluso para un hombre. Es como si casi no hubiera dormido. ¿Es culpa mía?
Agua. Necesito darle un vaso de agua.
Me dirijo hacia el dispensador de agua y saco un vaso de icopor para llenarlo, pero me encuentro a Santiago allí.
—Vaya hombre, ¿tomando algo que no sea café?
—No es para mí—le digo, señalando a Lorena. Esta sigue encorvada en su sitio.
—Pff. Mujeres. Siempre hacen drama por todo. Deja eso —me quita el vaso de agua y se lo bebe—. Debe estar dramatizando.
Por lo general estoy de acuerdo con él, pero de repente las palabras de Juan David vuelven a mi cabeza, resonando una y otra vez, haciendo estragos y confundiéndome. Eres muy duro con Lorena. Observo a Santiago, quien está hablando de algo, pero no puedo prestarle atención. ¿Lo soy? ¿Soy muy duro con ella?
Tengo dos opciones: ignorarla porque probablemente si está exagerando y ya se le pasará, o tratar de ayudarla. ¿Pero por qué la ayudaría? A lo mejor está haciendo un drama para que le preste atención. Saco un vaso de agua y me lo bebo, suspirando. Sí, a lo mejor no es nada.
Otros empresarios y ejecutivos de la empresa pasan frente a ella pero ninguno le pone atención. ¿No estaba así cuando Juan David salió de la oficina? Si le importa tanto Lorena, ¿por qué no dijo nada? ¿Tal vez se puso mal después de que él se fue?
¿Y si todo esto es un error?
Nadie le presta atención. Todos siguen pasando sin preocuparse mucho por ella. Lleno un nuevo vaso de agua y estoy a punto de bebermelo, pero de repente ella cae desplomada sobre su escritorio.
Es como si el corazón se me hubiera parado de golpe. No lo entiendo. ¿Por qué estoy tan asustado?
—Ahora se quedó dormida. Igual de inútil que cuando estaba en informática —bufa.
Está desmayada.
A la mierda.
Mi mente deja de plantearse opciones y termino de llenar el vaso de agua. Corro hacia Lorena mientras la voz de Santiago se aleja y dejo el vaso sobre su escritorio. Me arrodillo al lado de su silla y trato de mirarla a los ojos. Está pálida y tiene unas grandes ojeras. Es cierto, no llegué a preguntarle cuánto le costó organizar todo lo de la fiesta.
¿Esto es mi culpa?
—¿Lorena? Oye... abre los ojos—la sacudo del hombro, pero no reacciona. Solo me está poniendo mas nervioso—. Por favor despierta. ¿Qué tienes?
No sé por qué, pero mi voz tiembla. Estoy asustado, no me entiendo a mí mismo. El hecho de que no abra los ojos me está asustando. Tengo que llevarla a la enfermería, pero si me ven caminando con ella cargada voy a perder reputación. Pero tampoco puedo dejarla aquí. ¡Maldita sea! Por favor, por favor solo abre los ojos.
No soporto la idea de dejarla aquí. La enderezo en la silla y paso un brazo debajo de sus rodillas. La alzo y me devuelvo hacia mi oficina, para acostarla sobre el sofá. Sin embargo, verla ahí sin reaccionar hace que todo se vuelva mas real. Retrocedo sin ser capaz de acercarme. Tal vez esto es una broma de su parte, después de todo no es como Jennifer, es una mujer con cerebro y ella si puede traerme problemas. Además solo es una secretaria.
Debe estar dramatizando.
Si está dramatizando, ¿por qué se ve tan pálida?
Miro hacia donde está mi escritorio. Aún sigue en ese cajón, recordándome que no puedo volver a cometer actos de bondad como el que estoy haciendo con Lorena. Recalcándome una y otra vez que las mujeres son malas y que no puedo confiar en ellas. Eso debería ser suficiente motivación para dejarla aquí e irme.
Agacho la mirada, porque por primera vez, esa ya no es motivación suficiente para largarme.
💌
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Creo que Daniel sufre un caso de esos cuando tu mente te dice una cosa, pero tu corazón te dice otra. ¿Qué es lo que oculta realmente?
¡Espero que les haya gustado! Dejen sus comentarios, los estoy leyendo👀 ¡Dejen sus teorías! ¿Qué puede estar ocultando y que podría haber en el cajón misterioso?
¡Muchas gracias por leerme! :3
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