››› La Causa, el Control y la Histeria (xɪ)
Dorian Plummer dijo que me estaba volviendo astuta después de contarle lo siguiente, pero una mujer en esta época no se vuelve astuta. Una mujer en esta época nace siendo astuta. Quizás suene un poco oportunista, o desleal, o hasta poco moral, pero era una gran oportunidad para varias de las cosas que me fascinaban.
Durante las siguientes semanas escribí una serie de cuentos y poemas que impresionaron a los oídos de los pequeños, cautivaron las mentes de los adultos y atraparon al señor Loughty con todo su esplendor. Ese hombre tenía el poder que quizás yo nunca llegue a tener siquiera bajo el nombre de Lory March y lo entendí en mi recamara, viendo la carta de mi padre enseñándome el motivo por le cual me encontraba en ese barco. Mis mujercitas me necesitaban. Las mujercitas en general me necesitaban.
Cada cuento o poesía desbordaba de alusiones y referencias al lugar de las mujeres en la sociedad. "Grandes Alas" hablaba de inconveniente de una hermosa mariposa al vivir entre pequeños insectos que menospreciaban a la mariposa con tal de expulsarla de su hogar sin decirlo explícitamente ya que que sus alas eran inmensas y bellísimas. La mariposa termina encontrando otros insectos que habían sido mariposas tambien pero que habían tenido que cortar sus alas para encajar. Penny, la mariposa hermosa lidera una revolución sobre la tolerancia y la importancia de la empatía en su ciudad de insectos y varias mariposas exiliadas vuelven a su hogar el cual ahora está adaptado para todo tipo de insectos. "Grandes Alas" fue el favorito de todos. Dorian piensa que sería una buena idea para empezar a publicarlo bajo mi verdadero nombre, pero le dije que si lo publicaría, que sería bajo el anonimato.
―¿Tienes miedo de que?―preguntó Dorian mientras almorzabamos en el comedor luego de hablarlo.
―No tengo miedo de nada, Dorian, creo que de eso deberías saberlo. Simplemente creo que "Grandes Alas" no le he escrito yo.
―¿Copiaste una obra?―preguntó con indignación y negué divertida por su reacción―. ¿Entonces quien lo escribio?
Mi mirada saltó directamente a las mujeres en el comedor, aquellas que servían los platos, las que pasaban con un paso apurado con trapos y escobas, las que cuidaban a los niños y los amamantaban, las que se sentaban en una esquina con su marido pretendiendo ser un objeto de motivación. Mire a cada una de ellas, y luego observe a las tres pequeñas hijas del pobre matrimonio con nueve hijos en total, tres mujeres, seis hombres.
"Grandes Alas" estaba escrito por cada una de nosotras, para cada una de ellas.
Fue simplemente casualidad que una de las niñas justo me observará mirándola y levantara una mariposa hecha con la servilleta del comedor. Mis ojos se aguaron y le sonreí con todos los sentimientos que me invadían.
―Lo haremos a mi manera―comente frente a Dorian―. El señor Loughty quedará flechado por la causa. Le interesa desde un principio y si un hombre como él se interesa por algo como esto... Dorian―lo llame tomando su muñeca sobre la mesa―, Lory March se revelara en Norteamérica y la noticia recorrerá el mundo. Estando cerca de Loughty miles de personas nos escucharan. ¡Millones! La prensa estara cerca y no solo veran la revelación de Lory March sino de todas las mujeres en el mundo que tuvieron que aguantar todo esto por años.
―¿Porque cada día tengo el presentimiento de que te acercas más a la idea que me diste de tu hermana Joelin?
―¿Josephine?―lo corregí confundida pero tambien enfadada porque creía entender a qué se refería.
―Te estas cegando por la causa, Lorelai ¿Crees que cuando digas que tu eres "quien ya sabes" junto al señor Loughty, todo el mundo te aplaudirá y lanzarán sus sombreros al aire con aires festivos en medio de un acto celebrativo por el día en el que Lorelai March se puso firme contra la sociedad en nombre de la posición de las mujeres?―susurro con ganas desde el fondo de su garganta―. Seamos sinceros, Lorelai. Hasta el día que ser mujer no sea sinónimo de decoración, tu aun lo eres. Eres una mujer lo quieras o no y hasta entonces debes saber que nadie te aplaudirá por tus logros. Hasta entonces lo que te venga por delante será un proceso riguroso y doloroso.
Sus palabras agitaban fuertemente el manzano de mi motivación dejando caer su fruta con brutalidad al suelo.
―Estas siendo oportunista, y ni hablar de que estás siendo sumamente idílica con tus ideas―Su mirada fue aún más dura como un viento frío y gélido de enero. Me aferre al tronco de lo que me quedaba que ya había plantado sus raíces en el suelo con determinación y me levanté de aquella mesa con la suficiente confianza como para no derramar una lágrima de debilidad frente a él.
―Ahora entiendo porque no tienes mujeres en tu editorial. Sigues siendo como el resto.
Al levantarme saque la servilleta de mis piernas y la lancé sobre la mesa con fuerza. Un par de personas vieron la situación con los ceños fruncidos y un hombre corpulento y de traje caro con barba y botones que apenas sobrevivían de lo antiguos que eran se limpió la comisura de los labios antes de señalarme y decir con la boca llena de comida y una voz rasposa:
―Debería controlar a su esposa antes que lo controle a usted.
Mi paso se detuvo con fuerza y gire a verlo. Dorian justo se había levantado para salir a buscarme y conoció mi mirada exactamente cuando se la dí de vuelta.
―¿Controlar?―replique.
―Lorelai...
―¡¿Controlar?!
Creo que hay algo en los seres humanos que los delatan como animales salvajes y ambiguos. Hay algo en hombres y mujeres que nos despelleja, que nos señala frente al mundo tal como fue. Hay algo en todos nosotros que nos incrimina y que no podemos evitar.
Hay algo que las mujeres controlan y que los hombres festejan. Hay algo de lo que hice esa tarde de lo que no me arrepiento. No me arrepiento de mis objetivos, me arrepiento de mis formas y eso es algo que comprendí cuando Dorian me lo hizo ver.
Somos humanos y lo notamos cuando no podemos controlarnos. Y justo vengo a usar esa palabra. Controlar. Eso quería ese hombre que Dorian haga conmigo. Eso querían todos los hombres.
―¡¿Quieres controlar algo?!―dije sin tabues.
Sinceramente no se como sucedio. Nunca me habia pasado antes. Nunca me había sentido de esa forma. Nunca había... Nunca tuve esta reacción. Nunca tuvieron que llamarme loca, hasta ese momento.
Jo cruzaba limites, se rebelaba. Pero Jo nunca reaccionaba de esta forma en publico.
No se que había sucedido. Fue un ataque no solo hacia él, sino tambien hacia mi. Algo llego hacia mi tan fuerte que no pude... No pude dominarlo, que es sinónimo de controlar y que suena aún peor. Hubo algo dentro de mi que me tomo con la guardia en descanso. Estaba alerta para otras cosas, pero no para eso.
Es difícil de explicar, pero no fue intencional. Existe un espacio en blanco entre lo último que dije y ciertas visiones de aquel momento. Doria corriendo hacia mí dejando caer su brújula al suelo y rompiéndola sin darse cuenta, las miradas de todos alrededor al verme reaccionar de tal forma, el rostro del señor Loughty y como se levantaba de su silla lentamente, como sus hombres lo detenían y lo obligaban a sentarse, el rostro indignado de la mujer del hombre que pidió que me controlen, y luego un par de hombres más tomándome de los brazos por detrás.
Fue todo muy rápido y lento al mismo tiempo. Entre el suceso y mi recuerdo de estar recortada en mi recamara hay un espacio en blanco que no me permite comprender con claridad mi accionar.
―¿Cómo te sientes?―preguntó Dorian y no pude encontrar las palabras exactas para decirlo. Es extraño que una poeta no encuentre las palabras, pero no las había―. Dijeron que se vuelve común en las mujeres a tu edad.
―¿Que?
―La histeria. Al parecer ya te llego el momento.
―No hablas en serio...―susurré mirándolo a los ojos. Escuche sobre muchísimas mujeres que habían sido detectadas con histeria, lo cual era común en las mujeres.
―No te preocupes. Dijeron que se cura con hipnosis y otros términos que no entendi ni escuche.
Dorian parecia inquieto y miraba repetidas veces hacia el vidrio circular de la puerta que funcionaba como ventana al pasillo. Estaba nervioso, lo veía en la forma particular en la que frotaba las suelas de sus zapatos en el suelo de madera. Lo veía en cómo se sentaba, piernas exageradamente separadas, mano izquierda en la cintura, palma derecha sobre la rodilla. Misma inquietud que mantuvo por lo que quedó del viaje.
―Dorian...―lo llame mirando al techo. ―¿En verdad crees que estoy enferma?
Él no respondio. Mi labio tembló como los suelos del barco y mi corazón se movía a la par del mar en el silencio.
―Los síntomas de la histeria son insomnio, irritabilidad, nerviosismo, infelicidad, desobediencia e impertinencia, según los médicos―pronunció sin mirarme a los ojos y me aferre a mi propio cuerpo―. Lorelai... Si alguien se entera de esto... probablemente Lory March tenga una vida más prolongada que la tuya ¿Cómo crees que verá el mundo a una poeta histérica liderando una revolución por el lugar de las mujeres en la sociedad?
Esta vez, el silencio fue compartido.
―Si. Mejor buscaré agua.
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