››› Conticinio y... ¿Por qué yo no?(xxxɪᴠ)

Mudamos el club de lectura al nuevo espacio después de un mes de haberlo fundado. El espacio era muchísimo más grande y nos habíamos esmerado para que quedara estupendo. Dorian se encargó de contratar bastantes trabajadores para que reparen el lugar y pulieran todos sus defectos. Dorian había desenvuelto muchísimo dinero en el nuevo club de lectura y parecia muy motivado al respecto. Una tarde fue el señor Bhaer quien le preguntó porque había sido tan solidario al colaborar con la causa y el club, pero Dorian no podía ser tan directo y decirle con mal gusto que se empeñaba en arreglar el lugar porque había sido quien lo había comprado y su nombre estaba en los papeles. 

―Es un buen acompañamiento para la imagen de la editorial en Norteamérica. Que un club de lectura mixto vaya a la par de una nueva editorial británica aqui, creo que es un negocio magnífico.

Y lo era. Pero Dorian no era el unico que habia invertido mucho dinero en el club de lectura.

Creo que después de escuchar  como la tía March no les dejó nada a mis hermanas más que la mansión tras creer que no eran dignas de su dinero por con quienes se habían casado, no podía evitar sentirme culpable por el hecho de que me lo haya dejado todo a mi. No tenía planeado decirles aunque les costara entender cómo sobreviví en Europa como ayudante en una editorial. Pero ya tenía bastantes cosas que no iba a perdonarme decirles, no iba a sumarle que la tía March me heredó todo su dinero en un sobre teniendo fé en que me casaría con alguien digno.

Así que invertí bastante en el club de lectura. Seguramente para alivianar la culpa y dormir por las noches, sabía que poco a poco iba a dormir mejor mientras afrontará ciertas cosas.

Meg tenía razón, yo sabía que la tenía, pero no es fácil. Y lo peor es que ni siquiera difícil.

No era ni fácil ni difícil. Era doloroso. Pero era el sacrificio que debía hacer para sanar al final y dormir tranquila por las noches.

Y sanar es... Es algo que me aterraba. No por el proceso doloroso, eso era algo aparte. Sanar me aterraba porque nunca lo había hecho. Nunca había logrado sanar absolutamente nada en mi joven vida. Y esa era la razón de mis poemas, mis heridas. Escribía sobre lo que me dolía, sobre lo que no tenía forma de curar, sobre lo que había perdido, lo que se había ido. Escribía sobre el recuerdo de mis hermanas, mi niñez, el único chico del que me enamore, Beth, mi libertad, mi soledad, mis memorias. Escribía sobre aquello que no había sanado como un intento de hacerlo sanar.

Pero si sanara... ¿Podría seguir escribiendo dolorosamente sobre aquello que ya había sanado? ¿Seguiría teniendo mi esencia y mi prosa? ¿Seguiría siendo tan grandioso como lo era? ¿Seguiría atrayendo a aquellas almas rotas que encontraban su consuelo en el dolor de mis poemas? Al sanar todo cambiaría, y eso me aterraba.

Por lo tanto, debía exprimir mi soledad y dolor todo lo posible. Me quedaba toda la noche escribiendo y pensando y analizando. Horas enteras desgarrando la piel alrededor de la herida para que sangrara y usar esta misma como la tinta de poesías profundamente dolorosas. Mis manos se entumecían y estiraba mis dedos. Mi cerebro se retorcia y me refregaba los ojos. Caminaba por el ático entre las penumbras y la luz de la vela. Cuando amanecía, me abrigaba y salía a caminar. Nunca visitaba aquellos lugares que me traían ciertos recuerdos.

Pero no pude evitar pasar por la mansión Laurence una mañana, mientras el sol acariciaba el horizonte por la mañana y su luz iluminaba la niebla mañanera, y el ambiente se sentía diferente, y el olor silvestre te rodaba con la brisa, y la naturaleza parecia despertar tambien porque podía oír los grillos volver a sus hogares y los pájaros. Pase junto a la gran mansión de camino al pequeño bosque detrás de esta y no pude evitar observarla cruzando mis brazos sobre mi estómago, sosteniendo mi abrigo cubriendo mi pecho. No pude evitar preguntarme si dormían juntos, abrazados a esa hora de la mañana. Si era Laurie quien despertaba con el aroma del cabello de Amy frente a su nariz, o era ella la que despertaba con la calidez del pecho de Laurie bajo su mejilla. Me preguntaba si Amy tenía a Laurie respirandole en la nuca, sosteniendo su cuerpo con sus brazos protegiéndola de la incertidumbre de la noche. Me pregunté en qué momento se les volvió cotidiano y diario dormir juntos en una misma cama con sus corazones tan cerca el uno del otro escuchándose latir mutuamente. 

Y no dolía tanto hasta que me pregunté ¿Por qué yo no?

Cuando creces viendo a Meg ser la primera en casarse habiendo conocido a su esposo y padre de sus hijos joven y amándolo intensamente desde el primer momento. Cuando creces viendo a Laurie hacer todo lo posible para agradarle a Jo y luego rogarle por su amor en el atardecer prometiéndole sacrificar todo con tal de hacerla feliz. Cuando vives con la imagen de Amy y Laurie criando una bebe en una gran mansión después de entender que estaba hechos el uno para el otro, o viendo el amor que Marmee y padre se han guardado por años para derrocharlo de a poco y que nunca se acabe... Cuando ves y vives todas estas historias a tu alrededor sin experimentar ni siquiera una pizca de aquello, te preguntas si en realidad no eres tu la del problema. El mundo y su sociedad tienen muchísimos problemas, pero el que nadie me haya elegido no es uno de esos.

Quizás algo estaba mal conmigo, no con el mundo. Quizás era demasiado pensativa. Quizás era demasiado solitaria o insegura. Quizás era muy obstinada. Quizás era terca. O quizás la tía March siempre supo que nunca iba a casarme y me dio todo lo que le quedaba solo por lastima porque ella tambien vivio toda su vida ensimismada en su soledad de soltera. 

Probablemente la tía March solo sintió lástima al saber que debería acostumbrarme a escuchar a mis hermanas, madre y amigas hablar sobre lo maravilloso que era el matrimonio donde ambas partes se aman de la misma forma, sobre la vida que toda mujer en esta sociedad desea, sobre aquel instinto maternal que no se desarrolla hasta que tu propio hijo o hija existe en un espacio de tu cuerpo. La tía March ya sabía que sería la que nadie elegiría en una multitud, la que tenía que tener dinero, carisma, talento, personalidad, carácter... porque tendría en esta vida sólo aquello que yo misma pueda darme. Porque nunca jamás tendría a nadie para darmelo.

La tía March en el fondo sabía que era aquella que leía novelas románticas sobre amores imposibles pero reales, que escuchaba a sus hermanas hablar sobre sentirse amadas y escuchadas. Sabía que sería aquella que se enamorara por sí sola, pero que nadie amara.

En ese instante me senté en el césped observando la mansión de los Laurence, saque mi libreta y escribí todo aquello. Escribí varios poemas en cuestión de minutos, pero solo uno me cautivo tanto que nunca lo olvidaré. Lo llame "Conticinio", hora de la noche en que todo está en silencio.

"En el conticinio es más fácil invitar a cenar a mis dudas

Aquellas que no hacen ruido, pero que se hacen notar

Aquellas que siendoles fiel a su definición me hacen dudar

Es más fácil leer novelas o imaginarte aqui

En el conticinio es más fácil cuestionarse:

¿Porque no a mi?

¿Alguna vez te lo preguntaste? ¿Alguna vez dudaste?

¿Alguna vez desarrollaste el poder de salvarte a ti mismo

porque sabias que nadie iba a hacerlo por ti?

¿Alguna vez tuviste que imaginar que

quien más amabas era quien más te amaba?

No lo creo

Tu vives en el amanecer

Yo vivo en una noche silenciosa eternamente.

En el conticinio... Ni siquiera tengo que escribirte

Porque sabes exactamente qué diría."


Nunca había amado tanto un poema como ese. Jamás. Debe ser por eso que es uno de los más famosos.

La noche como algo que no podemos evitar, como la soledad, que viene y se va pero que mientras perdura tiene facetas, provenientes de la división de la noche de Alfonso de Palencia. Cuando el sol se pone, cuando comienzan las tinieblas, cuando los hombres duermen, cuando todos los animales reposan profundamente, cuando todas las cosas parecen estar en silencio, cuando los gallos comienzan a cantar, cuando estos cantan anunciando la cercanía del alba y cuando ya el alba comienza a disipar las tinieblas. Cada una de estas facetas era una metáfora del proceso de soledad, la noche era una soledad eterna que viene y va como las olas del mar. La oscuridad en ella, las estrellas del cielo, las tinieblas, el descanso de los hombres y el reposo de los animales... Todo me recordaba a mi soledad, y mi soledad solo me recordaba las cosas que me dolían. Una de las tantas cosas que me dolían... era tener que ser la única que desarrollara sus memorias con esfuerzo para poder sentir algo bueno.

***

La mañana del sábado volví a enviarle cartas a el señor Loughty como venía haciendo la gran mayoría de los días. Escribía largas y cortas cartas hablando de cualquier cosa solo para que me respondiera. Escribía sobre todo y nada al mismo tiempo. Escribía hasta con decepción porque sentía que mis poemas habían marchitado a aquellos que los entendían y que los sentían. Beth leía mis poemas, aquellos que hablaban sobre su deteriorada salud. Ella los entendía y los sentía en cada parte de su cuerpo, y se ha ido. El señor Loughty era el único que entendía la profundidad de mis poemas... y ahora se había desvanecido. No había rastros de él o de que contestara. También se había ido.

Me pregunté si la carta que le había enviado contestando la suya me había demostrado demasiado intensa con mis expresiones y sentimientos. Me preguntaba como de costumbre si había dicho algo erróneo, si lo había ofendido, si se había aburrido, si me habrá olvidado. Me preguntaba que si quien había fallado era yo para que él no responda.

Luego me pregunte si habia tenido un accidente, si algo malo le habría pasado. A sus colegas de seguro no les agradaba la idea de que ambos intercambiáramos cartas hablando de poemas escritos por una mujer que mantienen su cabeza ocupada durante reuniones importante, así que no había forma de que alguien pudiera decirme si algo le habría pasado.

Pero la segunda duda no era tan consistente como la última o la primera. Lo último que me pregunte y que había estado dando vueltas en mi cabeza fue si en realidad del señor Loughty existía. ¿Y si no era más que una alucinación mía, una locura que me mantenía cautiva? ¿Y si creyendo que nadie nunca amaría mis poemas yo misma cree a un hombre en mi cabeza tan elegante y atento que reconocía la profundidad y el análisis de mis palabras? ¿Y si simplemente era parte de mi histeria y alucinaciones?

Aquella mañana fue Amy quien me captó con su mirada desde su mansión volviendo a casa.

―¡Lorelai!―exclamó llamándome y cuando gire en su dirección podía verla venir hacia mi caminando sobre el prado. ―No se cuanto tiempo llevo llamándote―río en cuanto estuvimos lo suficientemente cerca como para que no tenga que gritarme y me saludo con dos cálidos besos en las mejillas.

―Disculpame, estaba distraída.

―Lo se―respondio asintiendo con la cabeza e hizo una extraña y delicada pausa antes de sugerir. ―¿Quieres caminar?―preguntó señalando la colina con un gesto de cabeza.

―Claro―asentí sonriendo sin mostrar los dientes. Amy rápida y emocionadamente me tomo el brazo y juntas comenzamos a caminar en dirección a la colina. Era extraño siendo la única de las dos que le encontraba cierto inquietante recuerdo a la misma.

En el aire corría una brisa fresca, pero el ambiente era cálido, no caluroso. Amy me comentó lo mucho que le gustaba salir a caminar por la colina porque el cielo en constante movimiento era como una obra diferente a todas horas. Nunca se repetía.

―Nunca voy a olvidar el día que me llevaste al teatro después de que enfermara al caer en el lago congelado―volteo a verme y sus ojos claros fueron directo a los míos. La observé. ―Fue después de que Jo y Meg se negaran a llevarme con ellas al teatro y tu sabias cuanta ilusión me generaba ir al teatro. Te enojaste porque queme la novela de Jo, pero nunca te pusiste en mi contra.

―No recordaba aquello con tanta claridad―respondí haciendo fuerza con mi memoria para recordarlo.

―No te culpo. Europa tiene cosas hermosas con las que llenar tu memoria. Es normal que olvides un par de cosas de aqui. A mi me sucedio lo mismo―sonrió pero yo no. Si bien tenía razón con que Europa tenía cosas hermosas con las que cargar mi memoria, no eran esos recuerdos los que tenía tan vivos en mi cabeza. ―Esa vez en el teatro fue la primera vez que me sentí escuchada, como si le importara a alguien en realidad. Meg y Beth eran muy buenas, pero ninguna de ellas me había llevado al teatro. Ninguna se había dado cuenta del significado.

―Tu no solo querias ir al teatro. No era un capricho―al responder, Amy me dio una sonrisa que conocía bastante bien, una confiada y satisfecha con los ojos cerrados como si hubiera acertado justo donde debía. ―Tu solo querías sentirte parte.

―Tu me hiciste parte de algo, Lory. Me llevaste al teatro, no elegiste entre Jo o yo, siempre me sentí acompañada por tí―su mano tomaba mi brazo con fuerza aferrándome a ella. ―Meg me contó bien sobre las obras que vendias para juntar dinero y hacer un viaje para visitarme con todas antes de que sucediera lo de Beth. Y no puedo creer que no haya sido hasta entonces que me di cuenta que nunca te agradecí de todo lo que hiciste por mi. Me fui a Europa sin mirar atrás, y no había dado cuenta de lo importante que eras en mi vida. Mucho más que una hermana, Lory―se detuvo provocando que me detenga frente a ella y me tomo de las manos. ―Fuiste mi mejor amiga, mi hermana mayor. Me enseñaste más de lo que cualquiera podría haberme enseñado...

―Eso se supone que una hermana debe hacer.

―Lory, fuiste mi única amiga de verdad. Meg era adulta, Jo se negaba, Beth vivía en su mundo, pero tu... Tu me hiciste sentir que tenía a alguien de verdad... ¡Y nunca pude agradecertelo!―sus ojos se llenaban de lágrimas y respire profundo.

―¿A qué viene todo esto, Amy?―pregunte y ella se tomó unos segundos en silencio para recomponerse. 

―Quiero que sientas lo mismo conmigo. Quiero que sientas que tienes a alguien en verdad y me digas que es lo que sucede―escupió y mi corazón se congeló. ―Necesito que me mires a los ojos y me digas que es lo que anda mal y como puedo ayudarte.

Ahora fueron mis ojos los que se aguaron. Las lágrimas se acumularon frente a mis pupilas como memorias en mi cabeza y respuestas en mi boca. Tenía un poemario entero y una habitación llena de poemas que podían responder a su pregunta sobre qué es lo que sucedía. Tenía alucinaciones con su esposo y recuerdos que podían responderle y aclararle que era lo que sucedía. Tenía un corazón entero hecho trizas entre mis costillas que podía extraer y dejar en sus manos para que la simple imagen del corazón roto y putrefacto le explicara qué era lo que sucedía.

Pero sentir el tacto de sus manos en las mías tomándolas con fuerza esperando una respuesta, solo me tentaba a explicarle que Laurie era e iba ser la única persona a la que mi corazón pueda amar y que en cuanto lo dijera debía volver a desaparecer, porque no era capaz de contaminar mis memorias con el presente.

Ver a Amy madura frente a mi con la capacidad exacta para llevarme lejos y preguntarme qué era lo que sucedía, debilitaba mi corazón lo suficiente como para que le diga la cruda verdad, tal y como era, tal y como debía ser escuchada. Tal y como Meg me recomendó. Tal y como Marmee me dijo que debía enfrentar las cosas.

Y me pregunté si era el momento, si era el lugar. A una colina de corazones rotos ¿Que le iba a modificar uno más?

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