››› Confesión (xʟɪɪ)
Laurie desvió la mirada de inmediato avergonzado aun sosteniendo el pomo de la puerta en la mano mientras que el señor Loughty se levantó rápidamente del escritorio con las mejillas ruborizadas y las pupilas dilatadas.
―Siento mucho el inconveniente...―comenzó a decir Laurie sin mirarnos.
―Las disculpas son mías, señor Laurence. Fue muy poco caballeroso...
―¡Oh, por favor! No se disculpe, señor Loughty. Fui yo quien cometió el error, debí de tocar...
―Tonterías. Lamento si el momento no fue...
―Por favor, no se disculpe, señor Conde.
―¡Caballeros!―me levanté un poco irritada por el intercambio de disculpas. ―Laurie... ¿Ibas a decirnos algo importante?―lo presione y él se aguanto la risa.
―Mi esposa dará el discurso en el gran salón. No quería comenzar sin su presencia, señor Loughty―anuncio Laurie y ambos asentimos.
―No la hagamos esperar, entonces―sonrió el conde y luego de darme una cálida mirada y sonreirme aun con las mejillas ruborizadas, adelantó el paso hacia el salón desapareciendo para cuando cruce junto a Laurie en la puerta de la biblioteca. Cruzamos miradas donde cada uno sabía lo que el otro estaba por hacer, y cuando no aguantamos más, ambos estallamos de la risa en la puerta de la biblioteca.
―Podías haber tocado―lo regañe bromeando.
―Dudo que me hubieran dejado entrar―río y golpeé su brazo ofendida. ―Espero que él sea todo lo que merezcas, Lorelai. Espero que sea todo lo que has deseado―comentó cuando dejamos de reírnos y baje mi mirada a mis manos mientras me acomodaba la falda del vestido.
―No lo hagas de esa forma, Laurie―negué.
―¿Hacer que?
―No me sonrisas y me desees lo mejor.
―¿Quieres que te trate mal, entonces?―cuestionó sorprendido y sarcásticamente divertido.
―Simplemente no me hagas arrepentirme de superarte y amar a alguien más―respondí. ―No me obligues a arrepentirme de aceptar el amor que se supone que merezco. No me impulses a arrepentirme de todo.
Dicho aquello me encamine hacia el salón donde Amy daría el discurso por un pasillo vacío a excepción de nosotros. Laurie me llamó antes de entrar y gire a verlo.
―Mereces a alguien como el señor Loughty, Lorelai. Mereces a alguien que esté dispuesto a luchar con todos tus demonios y temores, además de luchar con los propios. Mereces a alguien que te escuche con atención y que te respete como mujer. Mereces al señor Loughty más que nadie en el mundo―explicó y no pude evitar contestar.
―¿Merezco al señor Loughty, o merezco a cualquier persona que no seas tu?
―Lorelai―Meg abrió la puerta del salón encontrándome frente a ella y observó a Laurie como si supiera todo tan bien, como si recordara cada palabra que le dije antes de correr a la colina, como si supiera hasta lo que nuestros secretos escondían. ―Amy espera por ustedes―anuncio y se largó antes de darme una mirada lastimosa.
Entre al gran salón un tanto abrumada por su imponente decoración y pude ver a Amy en cuanto ella me vio a mi. Sonrió de inmediato tomando una copa y una cuchara para llamar la atención de todos, y cuando el salón quedó en silencio, ella anuncio tal y como alguna vez imaginamos que seria anfitriona de un gran baile en su gran mansión tras haberse casado con un hombre muy rico.
―Queridos invitados; es un honor y un placer compartir tan estupenda velada con ustedes, repleta de magia, bailes, risas y alegría. No quiero tardarme mucho en agradecerles su asistencia y en hacer unas menciones especiales como la alegría que abunda en la familia March tras la vuelta de mi hermana, Lorelai March―Amy me miro directamente y todos giraron a verme. ―También agradecer la asistencia del conde Loughty y su presencia en Concord. Creo que hablaría por todos aqui al decir que fue sumamente gratificante su llegada, señor Loughty.
―El placer es todo mío, señora Laurence―contestó un tímido Loughty. En el silencio de todos los presentes observando el encanto del señor Loughty, Dorian Plummer se aclaró la garganta y Amy pareció haber recordado algo.
―¡Claro! También anunciarles a todos los presentes que la nueva editorial de la familia Plummer en Europa tendrá su propio lugar en Concord y abrirá esta semana, todo gracias al arduo trabajo del señor Dorian Plummer. ―Al decirlo de esa forma, fui la primera en aplaudir con efusividad y pronto el señor Loughty me acompañó provocando que todo el salon aplauda a Dorian. ―Y sin decir más... ¡Que la celebración continúe!―exclamó Amy abriendo sus brazos en el aire y la banda que el señor Bhaer había recomendado para Jo comenzó a tocar a un ritmo alegre y acelerado, muy poco elegante.
Muchos se mantuvieron en el centro del salón bailando con alegría entre risas y vueltas, y otros simplemente prefirieron los bailes elegantes antes que estos apartándose del centro del salón. Entre todo el movimiento, termine chocando mi brazo voluntariamente con el del señor Loughty que admiraba a todos bailar.
―¿Qué le parece cenar algún día en mi posada, señorita March?―ofreció divertido y aun un poco ruborizado sin mirarme directamente.
―Me parece una perfecta idea.
―Paso por usted mañana en mi carruaje―susurro.
―Yo lo esperaré en mi puerta―conteste, tambien sin mirarlo.
―Luego podremos jugar una partida de ajedrez, o leer... o lo que usted desee―lo note sonreír con picardía y choque con mi codo sus costillas haciéndolo reír. Pero no duró poco, cuando una mano sujetó mi brazo y una voz femenina soltó mi nombre, gire a verla al igual que el señor Loughty.
―Conde Loughty―hizo una reverencia hacia él.
―Margaret, qué bueno verte―sonreí sin mostrar los dientes.
―¿Podemos hablar unos minutos, señorita March?―consulto y asentí. Para cuando iba a decirle al señor Loughty que me diera unos minutos, Margaret ya había desaparecido entre la multitud. La busqué rápidamente entre las personas dentro del salón bailando con alegría hasta cruzar por una de las ventanas y verla afuera de la mansión, en el jardín. Salí hacia ella sujetándome los brazos como si del frío fueran a caerse.
Margaret estaba de espaldas pero en cuanto escuchó mis pasos giró a verme. Parecía abrumada.
―¿Qué sucede?―pregunté.
―Lamento interrumpir de esta forma. No planeaba asistir al baile―dijo señalando su atuendo y negué con la cabeza restándole importancia.
―¿Estas bien?―dude y ella se llevó una mano a la cabeza con un poco de desesperación.
―Ayer hubo otra manifestación fuera de Concord, un par de sufragistas de nuestro grupo estuvieron allí y fueron encarceladas. Golpearon a varias de las mujeres que participaban en la protesta por el sufragio femenino y se llevaron otras. La señora Oize nos mandó a comunicarle al resto de las sufragistas que mañana habrá una protesta por la liberación de las encarceladas. De esta forma el conde y su grupo tambien podra ver lo que sucede en Concord y quizás pueda hacer algo―me explico un tanto agitada y vi en su rostro la expresión de pánico que se escondía. Margaret hablaba acelerada y desesperada, así que de inmediato tome sus manos y la obligue a mirarme a los ojos y ponerme atención.
―No les fallare, Margaret. Estaré allí y lucharemos juntas―notifique.
―Les hacen cosas horribles, Lorelai.
―¿A quienes?
―¿A quienes crees?―cuestionó. ―Quieren hacer una huelga de hambre las que no pudieron salir de detención, pero las golpean con fierros, las queman y las maltratan por castigo―dijo con una mirada angustiada. ―Vine a decirte esto para que sepas cual es el contexto y donde estas pisando.
―Te dije desde el primer momento que no necesito ninguna explicación de lo que pueda suceder, estoy con ustedes.
―Tu madre me hizo prometer que te explicaria todo esto antes de que algo así suceda. La protesta será algo grande, y necesitaba que seas consciente de lo que sucedería si nos encarcelan. ―Sus ojos estaban aguado y ya no hablaba con frases celebres que inventaba en el momento pero que te marcaban la memoria. Parecía agotada y decepcionada. Quizás un poco asustada, pero no la culpo.
No era casualidad que nadie supiera que había habido una protesta importante sobre el sufragio femenino a las afueras de Concord y que encima encarcelaron mujeres. Simplemente no podía pensar en cómo debían de estar pasando una noche tan fresca como esta.
―Algunas pudieron pagar la fianza, pero son muchas más las que tendrán que cumplir su condena.
―Estaré allí mañana, Margaret.
―¿Que le diras a tu madre?―interrogo con el ceño fruncido.
―No debes preocuparte por ello.
―A tu madre le importas muchísimo, Lorelai. Me sentiría terrible si supiera que yo te motive a hacer todo esto―se lamentó.
―Voy a manejarlo por mi cuenta, Margaret. Te agradezco la noticia.
Sin despedirme, me di la vuelta y no volví a la mansión, sino que crucé el jardín y luego el exterior lateral del hogar de los Laurence y camine hasta mi casa en las penumbras de la luz que la gran mansión frente a este relucía. Estaba cansada y tenía el tiempo contado de recomponerme para el próximo baile al que Amy quería que asistiéramos. Debía escribir y terminar los poemas con los que presentaríamos a Lorelai March como tal. Necesitaba distraer mi cabeza del sentimiento de injusticia que sentía por aquellas mujeres encarceladas simplemente por luchar por sus derechos.
Me pregunté si algún día todo este sacrificio y lucha serían suficientes, si serían en vano o si realmente funcionaria. Me sentía impotente ante la idea de que mujeres eran arrestadas por protestar y alzar su voz, entonces sentía la llama acalorada del impulso crecer en mi interior mientras sacaba todos mis poemas de mis maletas y los acomodaba en el suelo. Pero al mismo tiempo... Al mismo tiempo estaba muy aterrada. No podía imaginarme la magnitud con la que el grupo de sufragistas de la mansión Oize quería protestar. No podía imaginarlo, pero estaba segura que quería ser parte de ello.
Pero si tan solo Marmee se enterara... Si tan solo supiera lo que he estado haciendo todos estos años y lo que planeo hacer. Las novelas de Jo eran un delirio con tanto drama y sangre y muerte y crimen. Marmee jamás le hubiera permitido publicar algo si no fuera porque escribió una novela basada en sus memorias de nuestra infancia. ¿Pero qué diría Marmee al enterarse que durante todos estos años he estado traumatizando a la sociedad más conservadora de Londres con mis poemas por lo reveladores, vulgares, retorcidos y metafóricos que son? ¿Qué pensaría si supiera que soy la poeta que se esconde detrás de un autor de sexualidad confundida y romanticismo sensible y nostálgico?
Lo peor de todo era que en ese momento, mientras terminaba de acomodar mis poemas por secciones para un poemario que retracte mis más profundos sentimientos como Lorelai March, en Londres, se encontraban terminando de imprimir los primeros ejemplares del último poemario de Lory March, en base a aquellos poemas que entregue a la editorial antes de dejar Europa. En muchos de ellos, Lory recurría a esta persona tan idílica y apreciada para él, con quien había compartido su juventud entre bibliotecas y bosques de mensajes y señales que ninguno captaba. Convencida de que ya no vería a Laurie jamás y que no volvería a ver a mi familia, todo lo que Lory cuenta entre metáforas en su último poemario recordando con nostalgia el dolor de un amor que no le pertenece pero que en su memoria vive reluciente, reflejé muchas cosas que solo Laurie y yo haciamos en ese amorío que Lory presenta entre poemas angustiados y recuerdos preciados. Los poemas que le envié al señor Loughty al momento de entregárselos a larga distancia, eran aquellos que no habían entrado en la versión que le envié a Dorian Plummer para que dejara en la editorial, son aquellos que quedaron al margen pero que son igual de importantes, sentimentales y delicados como los que están siendo impresos en Londres.
Esa había sido la razón por la cual el señor Loughty reconoció a Laurie de inmediato. Y esa sería la razón por la cual no deberia estar aqui si mi familia llegase a obtener algún ejemplar.
Pero la publicación de dichos poemas no era un simple capricho. Necesitaba el dinero. Gran parte de lo que había traido conmigo en el viaje se estaba yendo de mis manos invirtiendo en vestidos para bailes y el club de lectura en el que puse mucho dinero. Y comenzaba a quedarme sin nada, preguntándome si era mejor callar y quedarme en Concord o publicar dichos poemas, correr el riesgo pero tener el dinero necesario para volver.
Al día siguiente, tras una larga tarde trabajando en dividir mi próximo poemario y seleccionando los poemas que irían en él y los que no, separe un par de ellos y los sujete con un hilo todos juntos para llevárselos al señor Loughty y darselos en mano para que el señor Becher no los secuestre. Cometí el error de comentarles a mis hermanas sobre que iría a cenar con el conde y Amy insistió en que traería un par de vestidos suyos para probarme antes de irme y arreglarme, Meg tambien se sumó al plan y Jo dijo que solo observaria como la tortura mía era el placer de muchas otras mujeres.
Así que las deje. Me arrepentiria muchísimo si les hubiera dicho que no, porque esa tarde todas volvimos a estar juntas en el ático.
Amy comentó sobre lo mucho que le había agradado el baile de la noche anterior y que no podía esperar al siguiente mientras me probaba el primer vestido y ella ajustaba el corset. Meg dijo que fue esplendido cada detalle y Jo dijo que seria la ultima vez que iría a un baile. Ninguna le creyó realmente porque las tres sabíamos que el señor Bhaer conseguiría alguna forma de llevarla a la pista y hacerla danzar como una muñeca.
―Deberíamos invitar a cenar al señor Loughty algún día―pensó Amy en voz alta. ―Es un caballero con clase y educación. Me agrada.
―Amy tiene razón―la apoyo Meg al notar que no decía nada al respecto. ―John me dijo que es considerado uno de los hombres jóvenes más inteligentes de Europa. Es intrigante las cosas que hablarán hoy―sonrió.
―¿Jo?―la llamo Amy. ―¿Tu que crees?
―Parece salido de alguna novela. Algún defecto debe de tener.
―¿El señor Loughty tiene algún defecto, Lorelai?―interrogó Amy con mucho interes y me recordó a la forma que nos interrogaba al volver de los bailes o algún lugar al cual ella no podía ir por su edad.
―Si―susurre en un hilo de voz con la mirada perdida en mi reflejo sobre el espejo.
―¿Cual?―exclamó Amy sorprendida a mis espaldas observándome en el espejo colocando su mentón sobre mi hombro.
―Es real―murmure y todas se quedaron calladas.
―¿Que tiene de malo que sea real?―preguntó Jo.
―Si fuera una ilusión mía, si fuera una alucinación... me pertenecería, podría protegerlo o alejarlo de mi. Pero es real, es ajeno y esta...―ni siquiera pude terminar de decirlo.
―¿Esta?―se acercó Meg con su mirada tan sutil.
―¡Él está enamorado de Lorelai!―grito Amy como niña pequeña asustandonos a todas. ―¿Acaso soy la unica que lo ve?―clamó. Rápidamente, nuestra hermana más pequeña me tomo por los hombros y me enfrento a ella. ―¿Porque te cuesta tanto asumir que alguien te ama?
Las palabras de Amy estallaron frente a mi como bombas en el agua salpicándome. No podía responderle pero en el fondo sabía que sí podía hacerlo.
―Él te ama, Lory. Probablemente más de lo que nuestros esposos podrían amarnos.
―Auch―comentó Jo de fondo.
―¿Y si fuera la última vez que podrías ser amada? ¿Y si... fuera la última vez que alguien pudiera amarte? ¿No crees que alguien como él debería ser quien te ame?―cuestiono y me guarde el impulso de quitarle sus manos de mis hombros y alejarme de ella con fastidio.
―Amy―la nombre para que prestar atención en las siguientes palabras: ―¿Crees que si no aceptara que el señor Loughty siente algo por mi iría a cenar a su posada?
―Solo creo...
―¡Me aterra amarlo devuelta y depender de mis sentimientos más que de mi razón!―exclamé con mi poco temperamento. ―¡Estoy aterrada Amy! ¡Tengo mucho miedo!
Su rostro palideció.
―¡¿No lo ves?!―exclamé. ―No es tan fácil como aceptarlo y casarme, no es tan fácil como decidir entre Laurie o Fred, no es tan fácil como si fuera el tutor de nuestro vecino ni tampoco es tan fácil como si fuera un profesor que vive junto a mi en la misma residencia. ¡No es fácil para mi!―Con un movimiento involuntario, Amy sacó sus manos de mis brazos.
―¿Qué es lo que tanto te aterra?―demandó en un susurro. ―Él te ama, tu lo amas... ¿Porque es tan complicado confesarselo?
¿Porque es tan difícil confesarselo?
Claro, ella estaba en Europa como para entenderlo.
Meg bajo la mirada y se sentó sobre mi cama si levantar su rostro. Jo solo observaba. Amy simplemente no lo entendía.
¿Se suponia que debia decirle? ¿Se suponía que era el momento donde tomaba sus manos y le contaba la verdad, no solo a ella, sino que tambien a Jo?
Mire a Meg.
¿Como decirle que me era difícil porque la única vez que ame de verdad, la única vez que me sentí lista y tome valor después de tanto tiempo para decirle a la única persona que podía amar verdaderamente en este mundo lo que sentía, esta persona ya se había confesado con otra pero fue rechazado y ni siquiera pudo escucharme y se largo sin dejar rastros? ¿Como decirle que la única vez que me sentí valiente para confesarme fue con quien ahora es su esposo y que ni siquiera fui rechazada como tal, sino tristemente ignorada? ¿Cómo explicarle que me aterra decirle al señor Loughty lo que siento, incluso sabiendo que él no me rechazaría? ¿Como le explico a Amy que no creo poder confesarme porque temo que me equivoque tal y como sucedió con Laurie?
―Se hará tarde―dijo Meg levantándose y desabrochando el corset del vestido que tenía puesto para cambiarmelo.
―Espera un segundo―le pedí mirando a Amy directamente. ―Amy...
Las manos me sudaban. ¿Debía romper esa tensión que tanto me acobardaba? ¿Debía enfrentar algo como esto?
―¿Que?
¿Estaba dispuesta a romperla con algo como esto simplemente para sacarme un peso de encima?
Sentía la mirada de Meg sobre mi espalda.
―Debes irte―susurró muy bajo casi chocando sus labios en mi cabello.
―Lorelai―insistió Amy. ―¿Que?
Tome aire. No podía correr, no podía evitarlo, no podía continuar prologándolo. Si yo no se lo decía su corazón se rompería en cientos de pedazos al leerlo en un libro que era publicado a nivel mundial. Si yo no se lo confesaba ¿Que tipo de hermana era? ¿Que tipo de confianza le tenía? ¿Que tipo de relación era esta?
Si Amy se enteraba por cualquier otro medio que no sean mis propios labios en persona... ¿Ella seguiría confiando en mi? ¿O creería que la traicione por esconderle algo como eso?
¿Cuantas cosas más debía confesar?
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