››› Colibrí en el Bosque (xʟᴠɪɪɪ)

Mientras más me adentraba en el bosque con pisadas decididas y sin arrepentimiento, el rastro de las casas se perdía entre los árboles y la fina niebla de un día nublado en Concord. El rocío sobre las hojas del suelo mojaba la suela de mis zapatos. Esquive un par de troncos y piedras provocando que lo único que se escuche alrededor simplemente sean las pequeñas ramas quebrándose, las hojas aplastandose y algunos pájaros a lo lejos.

La única forma en la que pueda entender todo lo que Jo decía, la única forma de que me fuera lejos era... Esta era la única forma. Quizás así podría dejar de sentir lo que ellas sintieron, quizás así podría entenderlo, quizás así podría enfrentar todos los problemas... Quizás así podía enfrentar mi único problema.

Los poemas en las manos de Amy vinieron a mi mente y no pude quitarlos de allí. Sus manos sujetándolos fuerte, su pecho rompiéndose en desepcion, sus ojos llorando en angustia y su cabeza nadando en un mar de inseguridades y miedos que esos poemas le habían provocado. Era verdad que había ciertas cosas que no planeaba decirle, pero tambien era verdad que solamente alguien podría tener mis poemas, y no era Dorian.

Por la fuerza con la que corría, la brisa se llevaba mis lágrimas las cuales se resbalaban en mis mejillas ya repletas de humedad mezclando lágrimas con rocio. No podía entender cómo era que el señor Loughty le había otorgado a Amy esos poemas, los poemas que yo misma le confie, aquellos de los que él simplemente sabía.

Así que este era el sabor de la traición...

La imagen del conde llegando a la puerta de la casa de Amy, Laurie abriendo la puerta confuso, el señor Loughty preguntando por la señora Laurence, Amy apareciendo, el conde otorgándole los poemas sin decir nada antes de irse, Amy observando mi firma al final de cada uno de ellos, ensimismada en la lectura sin poder soltarlos, sin siquiera mostrarselos a Laurie. Podía ver como Laurie la perseguía por toda la mansión rogándole que le mostré que eran esos escritos, intentando quitárselos de las manos, Amy ni siquiera lo escuchaba, solo estaba zambullida en los versos que alguna vez le dedique a su marido cuando aún creía que era mío. Que tonta habre sido. Mientras más leía, su boca más temblaba, la comisura de sus labios se distorsionaba y Laurie rogaba. Cuando Amy llegó al final de alguno de ellos, supongo que levantó su mirada hacia Laurie sintiéndose terrible. Él no tenía la culpa, ella lo sabía. Él la había amado demasiado, él jamás podría amarme tanto como para dejarla y hacer sus miedos realidad, él... Él nunca me había amado, pero no era solo eso lo que mis poemas evidenciaban. Yo siempre lo ame, él nunca me vio de esa forma, y yo jamás se lo había contado a Amy. Eso era exactamente lo que mis poemas demostraban.

Imagino a Amy pensando cuánto le hubiera gustado que esos poemas fueran cartas de amor que Laurie no podía dejar de enviarme y que de alguna forma cayeron en manos del conde. Cartas de amor de su esposo hacia su hermana. Cartas de amor de él hacia mi... Hubiera sido muchísimo menos doloroso que saber que tu hermana te escondía algo tan grande que jamás la perdonarias.

La rabia creció más en mi de saber que todo esto lo había ocasionado el señor Loughty entregándole las cartas a Amy. Podría haberlo manejado si tan solo ella no se hubiera enterado de esa forma, podría haberla hecho entrar en razón, podría habérselo explicado.

Con un grito desesperado me detuve y me doblegue con una mano en el estómago mientras vomitaba un aullido puro y doloroso. Cuando este acabó, tome aire y volver a desahogarme como un animal. Los pájaros sobre las ramas de los árboles alrededor fueron espantados por mis gritos chillando y volando lo más lejos que sus alas les permitían.

Mientras gritaba con el tronco arqueado y las rodillas flexionadas sosteniendo mi propio cuerpo con una fuerza de voluntad inentendible, sentí mis lagrimas recorrer mi cuello descubierto. 

Ya no sentía dolor porque aquel dolor que cualquier mortal siente se había vuelto una capa de piel especial en mi sistema, una que naturalice mientras se formaba y que nunca note. Me encontré pensando: No hay dolor que se equivale a ese sentimiento de putrefacción interna con las emociones corrompidas, que el sentimiento del poeta que comprende que a pesar de saber millones de palabras, millones de términos, millones de metáforas, ninguna jamás pueda expresar aquel sentimiento.

¿Sobre que puedo escribir, si lo que siento no tiene definición?

Sin notarlo, me adrente aún más al bosque sin siquiera saber donde había comenzado. Las ramas en el suelo tironeaban de los bordes de mi vestido, alguna hojas que caían de los árboles se detenían sobre la falta y mis pies adoloridos me obligaban a tambalear mientras más caminaba.

Y la metáfora de estar en medio del océano, pasó a estar en medio del bosque, en un laberinto de la naturaleza, en una trampa intencional. Pero no me detuve. Detenerme significaría pensar en Amy, en Jo, en Meg... Dios, Meg nisiquiera habia dicho una palabra. En Marmee y en padre... ellos apenas pudieron mirarme a los ojos. En Laurie, que a pesar de todo me importaba, a pesar de todo lo amaba. Si me detenía pensaría en el señor Loughty, en su incomprensible traición, en lo innecesaria que era. Si me detenía pensaría en mi vida como si tuviera una oportunidad... Y ya no había oportunidades.

¿Desde hace cuánto tiempo llevo cargando los problemas que yo misma me ocasioné? ¿Cuánto tiempo llevo cuestionado mi valor cuando siendo la única que me minimizaba? ¿Cuánto tiempo llevo pisoteándome a mi misma? ¿Cuánto tiempo llevo auto saboteándome una y otra vez?

El señor Loughty no era el problema. Amy no era el problema. Jo no era el problema. Laurie no era el problema. Beth no era el problema. Meg no era el problema. Mi familia no era el problema. Dorian no era el problema. La sociedad no era el problema. Lory March no era el problema. El mundo no era el problema...

Yo era el problema.

Cada día de mi vida, cada segundo, cada instante, en cada momento... Era yo quien ponía una traba en mi camino para probarme no se que cosa. Era yo quien prefería centrarse en las piedras sobre mi mano lanzandolas sobre mi camino. Era yo quien tenía el poder de poner dichos obstáculos frente a mi, pero jamás atravesarlos.

Toda mi vida me había sentido tan insignificante, que me acostumbre a poner frente a mi problemas que no necesitaba para volver mi vida más significante. Necesitaba vivir con esa idea de Laurie que sabía que no era real, necesitaba crear a Lory March sabiendo que ya existían autoras increíbles en la literatura, necesitaba alejarme de mi familia sabiendo que no era necesario. Necesitaba todos estos problemas para darle un sentido a mi insignificante y mediocre existencia.

Porque lo unico que alguien podría sentir por mi alguna vez... es lástima. Pena.

Dios... Todo lo que el mundo sentía por mi era lastima. 

Toda mi vida siendo la tercera. Y es que todo el mundo se compadece de la segunda, de la que siente la necesidad de ser como la primera, de aquella que debe pulir todos sus talentos al máximo, que debe ser tan vistosa como la primera, que debe estar a la altura de las expectativas. Todo el mundo compadece ese personaje en todos lados, por su esfuerzo, por su dolor, por su voluntad. Porque a pesar de todo, es la segunda, es una opción, es popular.

Pero yo llevaba toda mi vida siendo la tercera en absolutamente todo. Y lo único que el mundo siente por los terceros es lastima. Lastima por estar al final, por ni siquiera ser tomado en cuenta, por simplemente existir, por estar ahí. 

Todo el mundo sintió lástima por mí cuando perdí a Beth. No por Marmee, no por padre, no por Meg, Jo o Amy. Por mi, por la tercera. Porque sabían que la única persona que podría quedarse era Beth, y se había ido. Porque sabían que no sería lo suficiente conforme como Meg, o lo suficientemente rebelde como Jo, o lo suficientemente ambiciosa como Amy.

La tía March no me había heredado esa cantidad extrema de dinero solamente para que me case bien. La tía March había sentido lástima por mí ¡Incluso la tía March! Ella sabia que Jo era un caso perdido comprometiéndose con un profesor, que Amy había hecho mal en rechazar a Fred llendose con Laurie y que Meg se había enamorado del señor Brooke perdidamente. Pero ninguna de ellas necesitaba el dinero... porque tenían esposos de todas formas. La tía March lo recapacito y me entregó el dinero, porque yo jamás tendría un esposo.

Mis pisadas se intensificaban con mis pensamientos y en un momento comprendí que no podía parar, que quizás jamás pararía, que mis pensamientos jamás se detendrían, que me perseguirían hasta el final de mis días, que yo misma me perseguiría y me torturaría. Mi propia cabeza se había convertido en una cárcel de la que no tenía escapatoria, donde contaba los días... Quizás ya no deba contarlos nunca más, quizás... pueda dejar de rayar líneas en las paredes de mi mente. 

Pero cuando pensé que me estaba yendo bien esquivando rocas y troncos en el medio del bosque, una piedra se cruzó en mi camino y mi cuerpo cayó al suelo de frente. Mi cabello se interpuso frente a mi mirada y mis manos amortiguaron la caída, aunque el vestido continuó sufriendo más daños de los que tenía. Quitando el par de hojas que se habían sumado a mi falda me volteé aun en el suelo y mire aquel obstáculo que me había provocado tal caída junto a mis pies. 

Sin darme cuenta, la zona donde había caído no estaba tan poblada de árboles como de lápidas. 

Me moví solo un poco para ver el frente de la que me había obligado a detenerme, y tambien me obligo a dejar de respirar.

"Elizabeth March" "Adorada hermana, hija, amiga y mujercita. Por siempre en nuestros corazones" y nuestra fecha de nacimiento junto con su fecha de fallecimiento.

Mi cuerpo se bloqueo por completo. No podía moverme, ni siquiera llorar o respirar. No podía gritar, tragar, gemir. No podía hacer nada. Excepto jadear en busca de aire observando fijamente la lápida. Cuando entre en razón, de inmediato note la marca en el suelo, su marca sobre el suelo. Mi cuerpo reacciono y me levanté de inmediato.

La marca del suelo significaba que allí yacía el cuerpo de mi hermana, y la sensación de haber caído sobre él... la sensación de tenerla tan cerca y tan lejos es incluso peor que cualquier otra cosa. 

No se porque, cuando, como, pero de un momento a otro me encontraba sobre la marca, frente a la lápida escarbando como perro sobre la tierra donde se encontraba enterrada. Me gusta culpar a la histeria por las cosas más irracionales que hago... pero creo que entre la Lorelai March de ese entonces, y la Lorelai March tan joven que perdió a su hermana y que la vio sin vida siendo llevada por médicos con su cuerpo cubierto de un manto blanco. Entre ellas dos, hubo una conexión de la cual no soy capaz de explicar. La más joven tenía el vivo recuerdo de su hermana respirando horas antes, y la que escarbaba la tierra sentía que la había visto con vida tan solo momentos antes. Todo lo que haya sucedido en el medio ya no interesaba. Solo necesitaba a Beth, sin importar cuán desagradable sea la idea de mi escarbando sobre su tumba.

No sé en qué estaba pensando, pero se que dentro mio se escondía una necesidad inmensa de volver a ver su rostro. Había vuelto a Concord como si fuera un sueño, como si ella fuera a volver, como si ella siguiera viva esperándome aqui junto a Marmee y padre. Necesitaba a mi hermana, necesitaba a Beth, quería tenerla cerca, quería disculparme.

Ella se había ido confiando en mi palabra... y la defraude tambien, la traicione. 

Necesitaba abrazarla, decirle que me perdonara, rogarle su perdón, pedirle que vuelva, que todo vuelva a ser como antes. Necesitaba poner sus manos en el piano, abrazarla, decirle a Jo que entre en razon y a Amy que no se enfade. Necesitaba que nos vuelva a unir. Necesitaba que volvamos a ser las mismas mujercitas de antes.

Necesitaba volver.

Cuando mis manos temblorosas y débiles se entumecieron de la fuerza inmensa que hacía sacada de algun lugar de mi fuerza de voluntad y mi irracionalidad, deje de cavar y de rodillas observe la lápida.

―Oh, Beth―solloce aferrandome al trozo de piedra con su nombre. Es increíble como el significado de las cosas cambia por completo su forma. ―Por favor, Beth. Por favor vuelve. Por favor―suplique pegando mi mejilla al borde de la lápida y dejando que mis lágrimas la acaricien. 

De alguna u otra forma me aferre a ese trozo de piedra como si fuera su cuerpo, como si fuera mi hermana, mi Beth. 

―Por favor, vuelve y mantenos juntas a todas. Por favor, Beth, te lo suplico. Por favor―continue rogando arrodillandome sobre las flores y el pozo a medio hacer que habia cabado.

La piedra fría congelaba mis mejillas y mi pecho, y la intensa y gigantesca necesidad de que sea mi hermana a quien estuviera abrazando me explotó en el pecho. Ni siquiera imaginandola aqui podía conformarme. La necesitaba conmigo, necesitaba que me dijera que todo estaría bien, que no sea tan dramática, que todo se puede arreglar, que no debo enojarme con mis hermanas, que no debemos discutir. Necesitaba a Beth tanto como nunca antes lo había imaginado.

Todo este tiempo había corrido lejos de este dolor, pero ahora... frente a su tumba, sobre ella, abrazando y aferrándome a su lápida, ya no era dolor lo que sentía, sino necesidad. La extrañaba, y ese era el precio de amarla.

―¿Porque las personas buenas son siempre las que se van, Beth? ¿Porque no fui yo?―me lamente. ―Tu hubieras sido mucho mejor hermana de lo que yo lo soy, tú las hubieras cuidado y protegido a toda costa, tú te hubieras quedado y jamás las hubieras defraudando ¿Porque tenias que irte, Beth?

"Porque tu le dijiste que podía irse. Porque solo tu le prometiste aquello que no podías cumplir para perderla para siempre"

Mis lágrimas se intensificaron y mis jadeos se volvieron gritos ahogados en necesidad y derrumbe.

Debí pedirle que me contara que esperaba de mí, que me contara cómo debía ser, que debía decir, cómo debía actuar. Debí preguntarle qué era lo que veía en el futuro, qué era lo que ella creía que seríamos, hariamos o diriamos. Debí pedirle que me escriba absolutamente todo lo que pasaba por su mente. Debí pedirle tantas cosas. Debí hacer tantas cosas... que solo podía entenderlo cuando ya era lo suficientemente tarde.

―¿Que se supone que debo hacer ahora, Beth? ¿Que se supone que deba hacer sin ti?―pregunté como si obtuviera respuesta a cambio. Pero solo el viento respondió y algunos pájaros cantaron. Con la yema de mis dedos acaricie su nombre apoyando mi mejilla sobre la parte superior de la lápida y dejando caer mis lagrimas en silencio. ―¿Tú qué hubieras hecho, Beth? ¿Que hubieras dicho?―consulte en un susurro que sabía tan salado como mis lágrimas. ―Sólo quiero estar contigo, Beth. Solo quiero irme de aqui, solo quiero... Quiero dejar de sufrir y lastimar a los demás con mi sufrimiento. Quiero detener el sangrado de mi alma y la explosión de mi corazón. Quiero alejarlos porque los amo, pero la erupción ya sucedió, no he podido salvarlos y terminé lastimándolos. No he podido disfrutarlos... y termine haciendo que me odien.

Mis lágrimas se resbalan sobre mis mejillas, caían en la lápida y acarician la piedra hasta llegar al césped.

―Llevame contigo, Beth. Estemos juntas por el resto de la eternidad. Ya no quiero seguir aqui, ya no quiero sentirme tan sola―solloce. ―Solo quiero ser feliz.

¿Cómo es que de los pocos años en mi vida que disfruté con mi hermana melliza, ella ha marcado más en mi de lo que cualquier persona lo ha hecho? ¿Y cómo es posible que habiendo nacido juntas... jamás haya sido tan gentil, tan bondadosa, tan cariñosa, tan amable como ella? ¿Cómo es que siempre llevaré una gran parte de ella conmigo, pero jamás pueda llevarla a ella conmigo?

―Beth... Solamente suspira en el viento si crees que debería irme contigo. Envía una brisa fresca que signifique que mi vida debería terminar aqui y ahora, justo enfrente de ti―implore.

Un silencio en el bosque se prolongó durante varios segundos. La lluvia que parecia acercarse, parecia hacerlo cautelosamente. Las pocas hojas en los árboles se silenciaron y el bosque quedó en completo silencio.

―De lo contrario... Si crees que debería quedarme, por favor enviame una señal. Lo que sea, Beth, te lo suplico.

Y ni siquiera me permitió dudarlo. 

Frente a mi rostro y sobre la parte superior de la lápida, una pequeña ave colorida, un colibrí de pico puntiagudo y plumaje extravagante, se posicionó en el aire justo delante de mi nariz y pestañeó varias veces con sus pequeños ojos oscuros ladeando su cabeza. Sus colores en medio del apagado y neutral bosque me dejaron sin aliento, y cuando logre soltar un suspiro... el colibrí voló sobre mi mano sin tocarla en la lápida observándome con atención.

Y fue extraño, porque ni siquiera tuve que pensar sobre la pequeña ave para entenderlo. Simplemente tuve que sentirlo, asumirlo y confiar. Siempre podía confiar en Beth. 

Quizás era hora de confiar en mi misma tambien.

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