Yamazaki

~✧- - ─── ≪• Sapo cuida de mi •≫ ─── - -✧~

- - - - Sapos, ranas y corazones- - - -

Aun si llegara una despedida no me separare de ti...

Música para mejor experiencia arriba

El panorama pintaba una bella escena, dos pequeños que a la distancia jugueteaban con la característica inocencia que tiene un niño, haciendo travesuras sin ninguna preocupación mas que la del regaño de sus padres, si es que que uno llegaba  ¿Qué es más almibarado que dos grandes amigos jugando?

—¡Babosa!

—¿Cómo me llamaste?

—B-A B-O-S-A -deletreaba sin esfuerzos, dedicándole una mirada retadora y para fastidiarla aun mas lo repetía nuevamente haciendo énfasis en cada silaba–. Ba...bo...sa...

—¡No, Baboso tú! -le gritaba ella en respuesta.

Bueno tal vez me equivoque y lo de grandes amigos hay que decirlo entre comillas. Los niños a veces pueden ser tan impredecibles y volubles, cambiar de opinión tan fácilmente, estos dos no eran la excepción. Es cierto que ahora mismo estaban discutiendo, pero en verdad se agradaban y disfrutaban pasar tiempo juntos, aunque probablemente no lo admitirían abiertamente frente al otro.

El tiempo que tenían de conocerse no era mucho, pero su química resaltaba a la vista, se hicieron amigos rápidamente. Fue en una tarde cuando se conocieron en aquel parque.

—¿Entonces están de viaje? -preguntaba él.

—Si algo así... me dijiste que te llamas Shintaro ¿verdad? yo soy __/tn, espero que nos llevemos bien.

—Seguro que si -contestaba con una sonrisa.

—¿Aquí dicen はじめまして どうぞよろしくお願いします。que es "Por favor cuida de mi"?-observando al joven que asentía en respuesta- Entonces Shintaro, por favor cuida de mi.

El pequeño había mentido sobre su identidad, pues no quería que ella se alejara de él, aunque de todas formas ella no parecía ser de Japón e ignoraba la fama de la familia Yamazaki.

Los días siguientes Shingen buscaba la forma de escabullirse para ver a su amiga en el mismo lugar donde se encontraron.

Su compañía le hacia bien al otro dándose un especie de aliento y alivio; jugaban y se divertían en ocasiones aprendían cosas nuevas del otro que antes no tomaban en cuenta o ignoraban.

—Encontré algo perdido -tomando en sus manos lo que fuera un chocolate.

Era muy bonito en verdad, ella se preguntaba ¿por que alguien perdería un chocolate como ese? Por eso decidió buscar al dueño.

—Chocolate ¿Hay alguna persona que perdió chocolate? -gritaba la pequeña, esperando alguna respuesta.

Shingen, quien recién había llegado observaba como la niña revoloteaba por ahí pregonando por un chocolate, la escena era divertida ¿Exactamente que estaba pasando? Fue lo que pensó.

—¿Pero que esta haciendo?

—¡No responden! -resoplaba al sentirse ignorada.

—¿Qué estas haciendo? -pregunto él una vez que ya estaba a su lado.

—Trato de encontrar al dueño de este chocolate -mostrando el dulce en sus manos a la vez que el rostro de Shingen reflejaba intriga e incredulidad.

—No entiendo ¿Para que te esfuerzas y pierdes el tiempo buscando a la persona que olvido eso?

—Buscar al dueño de la cosa perdida es algo bueno Shintaro.

Esas palabras lo tomaban desprevenido, ¿buscar a quien perdió algo "es bueno"? parecía algo irrelevante nunca había pensado en ello. Mientras divagaba en sus pensamientos la voz de __ lo regresaba a la realidad.

—¡Oh! ¿Ya te fijaste lo bonito que es este chocolate? 

Se tomo unos momentos para observar detenidamente el chocolate.

—Si, supongo. Es como un corazón.

—¡Si eso!

—¿Qué quieres hacer con él? No encontraste al dueño del chocolate perdido.

—No lo se ¿se lleva a objetos perdidos?

—¿Un chocolate a objetos perdidos? –pregunto con escepticismo.

—Si, escuche que ahí se llevan las cosas perdidas, ¿eso donde es con la policía?

—No se... ¿Y si lo comemos? – al notar su mirada de duda y desaprobación, termino suspirando pensando en una alternativa–...Bueno dejémoslo donde lo encontraste.

—Hmm –asentía fervientemente, como si de un descubrimiento nunca antes visto se tratara–. ¡Eres un genio! Vamos tal vez la persona regrese.

—Tal vez – no estaba muy convencido, pero fue lo que se le ocurrió.

Caminaron hasta donde la búsqueda de la niña había comenzado, dejando aquel chocolate en una banca. Shingen se encontraba algo decepcionado él quería comer el chocolate y compartirlo con ella una mitad para cada uno, pero la pequeña_ quería hacer lo correcto.

—Es algo bueno –trataba de repetirse así mismo para convencerse, pues era algo nuevo para él.

—¿Shintaro?

—Eh, no es nada.

Su amiga hizo un puchero no muy convencida de su respuesta, imaginaba que él quería comerse el chocolate en el fondo ella igual quería comer chocolate, seamos honestos ¿Cómo resistirse a ese sabor dulce? Cualquiera caería y nadie lo juzgaría.

—¿Seguro? ¿es por el chocolate?

—No, esta bien, igual es mejor así –al final fue persuadido por sus buenas intenciones, y pensándolo bien tal vez no era buena idea comer comida de dudosa procedencia– Y... ¿qué tal si esta envenenado?

Una expresión de asombro y horror se apodero del rostro de __; él tenía un buen punto.

—No lo había pensado, gracias

—Seguro, soy alguien confiable que cuida de su subordinado –el joven Yamazaki se elogiaba así mismo señalándose orgulloso con su pulgar. Tan distraído que no noto como su amiga rodaba los ojos ante sus palabras.

—Como digas ranita, gracias.

—De nada, espera ¿cómo me llamaste ? –estaba tan entretenido que a penas se percato de ello, con ¿qué palabra se refirió a él?

—No nada mas dije, gracias

—No es cierto, creo que dijiste algo mas, pero no te entendí bien

—No, te lo juro –desvió la mirada buscando un escape– ¡Mira un pájaro!

—¡Oye!

No parecía querer dejar el tema atrás.

—Eh... Préstame tu mano, –tomo al contrario por la mano, para juntarla con la de ella, emulando la figura de un corazón con las manos de ambos–. Mira no pudimos compartir el corazón de chocolate, pero este si.

La mano de cada uno representaba una mitad, Shingen estaba sorprendido no esperaba que ella lo tomara de esa forma, un hormigueo difícil de describir para él apareció ¿Qué era eso?

Shingen la miró de reojo aun atónito, eso solo causo que sin darse cuenta un ligero carmín pintara sus mejillas.

—Lo podemos compartir cuando queramos, en cualquier momento -comento ella contenta.

Los niños que después se convertirían en adultos ¿podrán recordar en el futuro cuando juntos formaron un corazón?

Los días iban pasando sin preocupaciones disfrutando cada segundo, creando nuevos recuerdos e historias de sus aventuras juntos, ambos ansiaban la tarde para encontrarse. 

En algún momento __ se topó con el verdadero Shintaro el hermano de Shingen; aquel día él fue a buscar a su hermano.

Shintaro sabía que a veces Shingen se escapaba para jugar por ahí. Caminaba en busca de su paradero nadie de ese lugar era de su interés mirándolos con desaire, no obstante durante su búsqueda noto la presencia de una niña.

—¿Qué me ves cara de chango rabioso? -decía dirigiéndose a Shintaro.

La pequeña __ se había percatado de la forma en la que ese niño había llegado y la manera en la que miraba a todos.

—¿Cómo me dijo? -pregunto Shintaro para si mismo. Absolutamente nadie le había hablado de esa manera–. es una grosera...

Por supuesto que ella desconocía que él es hermano de Shingen, por su parte él también desconocía que ella era amiga de su hermano y esa no sería la ultima vez que se encontrarían.

Algunas veces Shingen invitaba a Shintaro a jugar con él, la mayoría de veces se negaba, pero en compensación lo ayudaba a escapar y otras accedía acompañándolo a jugar con __, aunque no se caían del todo bien ellos dos, pero se soportaban por Shingen.

Ojala los días felices continúen, pero lo que un día inicio muchas veces tiene que terminar.

El chillido de los columpios era lo único que se escuchaba, la imagen de una niña cabizbaja sentada en una banca contrastaba con la de niños divirtiéndose. Esperaba a su amigo, pero él no llegaba quería despedirse hoy sería el día que partiría; ella ya le había dicho que pronto su familia se marcharía de Japón.

Ese día Shingen no había logrado escapar de sus lecciones y responsabilidades, nunca hubiera imaginado que ya no podría volver a verla.

—Esta bien algún día nos volveremos a ver -decía ella a la nada con tristeza en su voz.

El momento de decir adiós había llegado, una despedida incompleta.

El tiempo que pasaron fue corto, pero autentico y entrañable para ambos, fueron de los pocos momentos donde Shingen podía divertirse siendo él mismo, sin sentirse controlado y presionado; __ se sentía acompañada, con un cariño correspondido; una amistad genuina para los dos y ahora sus caminos se separaban.

El tiempo no se detiene es imparable, existe la probabilidad de que las imágenes de esos recuerdos se borren, perdiéndose poco a poco. Tantos momentos añoradles quedan atrás, desvaneciéndose como un mensaje en la arena.

(...)

Un hombre de largo cabello negro como el grafito y ojos oscuros como noche había escapado para despejarse, cualquier lugar era mejor que estar en su residencia; caminaba sin rumbo fijo sus pasos lo llevaron cerca de un parque miró al cielo como si estuviera buscando una respuesta, un consuelo o algo que despertara su interés bajo nuevamente la mirada observando a las personas que pasaban a su alrededor con cierto desasimiento presenciaba como todos convivían.

Como una broma del destino ese parque era el mismo a donde él se escapaba de niño.

¿Será posible que después de tanto tiempo dentro de ellos los recuerdos aun permanezcan?

A la distancia un grupo de amigos reunidos conversaban animosamente. 

—Las ranas y sapos hacen un sonido muy fuerte ¿verdad? -decía uno de los niños cuando de pronto una voz femenina se escucho a sus espaldas.

"Croar" es el sonido que las ranas y sapos inventaron para hacerse notar pues siendo tan pequeños, deben acudir a trucos para realzar su voz. Estéticamente, el resultado es curioso -explicaba la mujer.

Los niños la miraban curiosos, analizando sus palabras que para ellos hacían sentido.

—A algunos no les gustan, pero a mi si -sonrió divertida–. "La cara del sapo me da mucha risa".

Aquel hombre se detuvo en seco ¿Dónde había escuchado esas palabras?

¿Qué tal si regresamos un tiempo atrás?

¡Croac, crooac! resonaba cerca de donde los dos pequeños jugaban y es que a la distancia se llegaba a escuchar el barullo que traía un sapo. Los niños se detuvieron para observarlo, les sorprendía lo fuerte que se escuchaba.

—¿Cómo siendo tan chiquitos, hacen que su voz se escuche? -pregunto Shingen.

A la pequeña __ le resultaba gracioso como se inflaban como globo cuando emiten cualquier sonido, a eso sumando su apariencia esas patitas flacas y ojos saltones y coquetos, que para ella tienen gracia.

—La cara del sapo es graciosa, me da mucha risa -decía ella.

De pronto el sapo se sintió observado marchándose para esconderse, aunque la niña de pronto empezó soltar algunas risas.

— Pero ¿por qué te ríes si el sapo ya no esta? -preguntaba él.

—Es que ahora te estoy viendo a ti -respondía con simpleza–. Son igualitos

—Si serás... ¡discúlpate!

Acto seguido Shingen notablemente indignado poso sus manos en las mejillas de la contraria.

—Lo shiiiento -decía al mismo tiempo que él tiraba de ellas.

Shingen discretamente empezó a buscar a la voz proveniente de esas palabras, cuando diviso una pequeña disputa en una parte del parque.

Hombres de baja calaña se hacían pasar por yakuza molestando a las personas que en aquel parque transitaban.

—Oye tú ¿qué estas haciendo? detente, ¡deja a esos niños! -grito una mujer.

Fue ahí cuando uno de ellos la sujeto tomándola del cabello.

—Nunca falta una perra entrometida -se burlaba uno de ellos mientras los otros dos hombres se centraban en seguir molestando a la gente e intimidar a los niños.

Ella solo cerro los ojos esperando algún golpe, pero nunca llegó sintió que su cabello fue liberado, el agarre que tenía él hombre se rompió ¿por qué? Al girar ligeramente y ver por encima de su hombro observo como esas personas estaban en el piso, el causante fue un hombre que lucia tan alto y fuerte como el ébano.

Shingen volteo a verla disimuladamente cuando sus ojos se encontraron, ella miraba cautivada y curiosa aquellos ojos anochecidos y sombríos tan particulares, una pena que su mirada luciera apagada; al volver en sí camino rápidamente hacia los niños y demás personas que se encontraban ahí. 

—¿Se encuentran bien? -preguntaba preocupada.

Él hombre no pudo evitar pensar lo audaz que ella había sido rayando casi en lo estúpido ¿Cómo pretendía enfrentar a esos hombres? igual era descuidada la observo cuidadosamente notando un temblor en sus manos a pesar de lo aterrador que fue para ella se preocupaba primero por los demás ¿Cómo podía tomar esa actitud cuando estaba en ese estado?

Una vez que se aseguro que todos estuvieran bien, se apresuro hacia la persona que momentos antes la había auxiliado.

—Muchas gracias por ayudarme, señor -se inclinaba en señal de respeto y agradecimiento– La verdad es que yo no soy de aquí, no pensé que alguien intervendría se lo agradezco.

 —¿No eres de aquí? 

—No, como le comentaba no lo soy y tampoco conozco a nadie tal vez... fue demasiado aventurado de mi parte confrontar a esas personas -contestaba avergonzada, rascando su mejilla.

—¿Entonces estas de viaje? 

—Si algo así... 

¿Era eso un deja vu?

La vida les había dado la oportunidad de rencontrarse, lo que en definitiva era cierto es que ella estaba equivocada al decir que no conocía a nadie, sin saberlo estaba frente a frente de quien aquel entonces era su amigo, ¿acaso existe la posibilidad de que dentro del laberinto de sus memorias se recuerden mutuamente?

—Cierto que descuidada, mi nombre es...



One shot de Shingen espero lo hayan disfrutado, primera vez que escribo uno...

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