Capítulo 9. La verdad detrás de Sunshine.
—¡Vamos, niña, no lo estás haciendo bien! —exclamó una joven Scootaloo desde el otro lado del terreno baldío—. ¡Vuelve a levantarte!
Sunshine se levantó, sacudiendo la tierra de sus ropas, la niña no tenía más de nueve años y aun así la fiereza en su mirada saltaba a relucir, siguió con el extenuante entrenamiento que la mayor le imponía. Mientras Sunshine copiaba los movimientos de su mentora, Scootaloo la miraba con una decisión imborrable, sabía que la determinación de la pequeña la haría lo suficientemente fuerte para enfrentar lo que fuera, tal como ella.
—Por hoy es todo —anunció—. Ahora vuelve a tu sitio, antes de que Shimmer se entere de que estás aquí.
—P-Pero...
—¡Ya! ¡Vete!
Sunshine volvió al edificio abandonado donde su madre y las demás se encontraban, esperando que Scootaloo no sufriera ningún tipo de castigo por haber desobedecido órdenes directas de la cruel Sunset Shimmer.
Las alertas comenzaron a resonar en todo el edificio, Adagio se movía velozmente entre los corredores, evitando toparse con los guardias que venían pisándole los talones. Había tomado a Rarity de rehén para lograr escapar, sabía que Sunset jamás le permitiría a nadie más, además de ella, hacerle daño a cualquiera de las prisioneras que llevaban doce años restringidas en ese lugar.
—Sunshine, debes hacerlo ahora —indicó la pelirrosada, colocando en el cuello de su hija un collar con un hermoso anillo plateado—. Sunset no notará que te fuiste hasta que sea demasiado tarde.
—No, no, mamá, no te dejaré aquí, no puedo hacerlo...
Fluttershy besó la frente de su hija con dulzura.
—Encuentra a Dashie, dale el anillo, ella sabrá qué hacer —dijo—, con ella siempre estarás a salvo.
—Mamá... llevas diciendo eso durante doce años, Rainbow Dash jamás vino a rescatarnos —refunfuñó la menor—. Dudo que siquiera le importemos...
Fluttershy le sonrió con ternura.
—Confía en ella —dijo—, a mí nunca me ha fallado. Recuérdale que debe darme esto cuando nos veamos de nuevo, ¿de acuerdo? —tomó el anillo con fuerza entre sus manos y luego la abrazó a ella, casi dejándola sin aire—. Nunca olvides lo mucho que ella y yo te amamos —se alejó con una sonrisa, acariciando por última vez sus mejillas húmedas—. Ya, corre, debes irte.
Sunshine asintió, secándose las lágrimas de los ojos y salió corriendo de la pequeña habitación, dejando a su madre atrás. Mezclándose entre el ajetreo para pasar desapercibida y salir por una puerta escondida en la parte trasera del edificio.
Desconocía el exterior, nunca antes había estado en él, de alguna manera se sentía aterrada, así que se mantuvo cerca de la prófuga para no tomar un camino equivocado, durante sus primeros días quedó fascinada con cada pequeña cosa que veía o escuchaba. Robaba comida de los puestos ambulantes y dormía donde podía, sabía que Adagio Dazzling conocía el paradero de Rainbow Dash y sería cuestión de tiempo para dar con ella.
Juniper lanzó unos pocos casetes sobre el escritorio frente a nosotros, Shining le hizo un gesto para que comenzara a reproducir las grabaciones.
—Rainbow, éstas son las cintas que debes ver.
Me mantuve muda mientras las imágenes se movían en el televisor: en ellas se mostraban los videos de vigilancia del día de la visita de los padres de Fluttershy a la penitenciaría, el día que habían renegado y maldecido a su hija y su futura nieta. Shining pausó el video y ambos me miraron.
—¿Nos dirás lo que pasó por fin? —preguntó, colocando las manos sobre el escritorio.
Tragué saliva, sin poder mirarlos.
—Se lo dirán —respondí, temblorosa—. Le dirán a Sunny que yo asesiné a Straight...
Ellos guardaron silencio, pero Juniper se adelantó a tomar la palabra.
—¿Por qué no le dices la verdad? —insistió—. Ella tiene derecho a saberlo, incluso si te odia después... Es mucho peor que esté con... ese par.
—Que me odie no es lo que me preocupa —dije—. Lo que no quiero es que ella sepa... lo que hizo que yo deseara tan desesperadamente asesinarlo, lo que... Straight le hizo a su madre... Ella no podría evitar sentirse culpable, ¿cómo podría hacerle algo así?
Me puse de pie, sacando los casetes y entregándoselos a Shining Armor.
—Incluso esto... ganar su custodia haciendo que odie a sus abuelos, que se sienta mal al escuchar todo lo que dijeron de ella antes de siquiera nacer y como trataron a su madre... quiero que esté conmigo, pero no a costa de su dolor.
Salí, cerrando la puerta detrás de mí.
Los hombres de Shining Armor impidieron que Applejack y Rarity, quien la seguía de cerca por temor a que se hiciera daño, entraran a la habitación donde Pinkie Pie llevaba días convaleciente.
—Lo sentimos, señorita —dijo—, pero tenemos órdenes estrictas de no permitir el ingreso a nadie.
Rarity se aproximó hasta él, clavando su adornada uña en su fornido pecho.
—¿Disculpe? —exclamó indignada—. Ella ya quedó libre de todo cargo. ¡Se comprobó que estuvo inconsciente cuando sucedió todo!
—E-Eso es correcto, señorita. Sin embargo, el Capitán Armor...
—Está bien —interrumpió Twilight, asomándose desde la puerta de la habitación, a la espalda del oficial—. Yo le notificaré a mi hermano la situación, pueden dejarlas pasar.
El oficial asintió dudoso, pero la mirada mordaz de Rarity hizo que al final les permitiera el acceso. Applejack se acercó lentamente hasta la cama donde dormitaba Pinkie Pie, Twilight la siguió muy de cerca, pero Rarity la sostuvo por el brazo, sonriéndole para apaciguar su angustia. La pelivioleta confiaba ciegamente en que Applejack esta vez estaba completamente en sus cabales.
Twilight tragó en seco y retrocedió unos pocos pasos para darles espacio a ambas. Applejack, como pudo, logró arrodillarse junto a la camilla, tomando la mano de Pinkie, que parecía mucho más pálida de lo normal.
—N-No sabes... cuánto lo siento —tartamudeó entre lágrimas—, nunca quise hacerte daño...
—Lo sé... —murmuró Pinkie, formando una débil sonrisa en su rostro y mirándola con suavidad.
Applejack abrió los ojos llenos de brillo y agua, y se abrazó a la mano de la joven, no dejaba de suplicar por su perdón, disculpándose por lo que había hecho. Pinkie hizo lo que pudo para acomodarse en su sitio y permanecer sentada mientras la rubia se abrazaba a su regazo, inundada en lágrimas. Ni Twilight ni Rarity recordaban aquel lado tan sensible de su compañera, pero comprendían lo que en ese momento la pobre campirana estaba sufriendo, de no haber sido por Dash y Twilight, Pinkie estaría muerta... por culpa suya.
La audiencia comenzaría en unos pocos minutos. Me mantuve cabizbaja mientras Sunshine llegaba junto a sus abuelos, ni siquiera se molestó en mirarme. Intenté acercarme a ella, pero la mirada mordaz del señor Shy se clavó en mí.
—¿C-Cómo estás...? —le pregunté, ella me ignoró por completo—. Sunshine, yo... solo quiero que sepas que independientemente de lo que suceda en la audiencia de hoy e incluso si crees que no eres lo suficientemente importante para mí, lo eres... mucho más de lo que te imaginas.
La señora Shy soltó una risilla desde lo lejos. Suspiré tratando de guardar todas mis emociones negativas dentro de mi pecho. Shining Armor se acercó hasta mí, colocando su mano en mi hombro y fulminando con la mirada a la mujer.
—Dash, entraremos dentro de poco.
Asentí, sin siquiera captar la mirada de Sunshine. Di la media vuelta para alejarme, pero entonces escuchamos disparos al cielo que nos obligaron a buscar refugio en el suelo. Corrí hasta Sunshine para resguardarla con mi propio cuerpo. Busqué con la mirada a Shining Armor, pero no hubo más disparos, pronto la multitud comenzó a buscar a los culpables.
Sentí la fuerza de alguien arrebatándome a Sunshine de entre mis brazos mientras me lanzaban lejos de ella.
—¡Sunny!
Intenté tomarla de vuelta, cuando me topé directo con los gélidos ojos púrpura de la protegida de Sunset Shimmer.
—Scootaloo...
Ella enarcó una ceja, confundida y apretando su agarre del brazo de Sunshine.
—¿Cómo es que sabes mi nombre? —preguntó.
—No es lo único que sé de ti —respondí, tratando de calmarla—. Por favor, déjala ir...
—No puedo hacer eso, Rainbow Dash —sonrió, llevando su brazo alrededor del cuello de Sunshine y sacando un arma, apuntando directo hacia mí—. Tengo órdenes de llevarla conmigo, ¿entiendes?
—Claro que sí —dije, irguiéndome—. Solo Sunset Shimmer te enviaría directo a la boca del lobo, niña; pronto llegará la policía y estarás rodeada.
Scootaloo tragó en seco, cargando el arma.
—N-No lo hagas... —susurró Sunshine, pero la mayor se negó a escuchar.
Las sirenas de las patrullas comenzaron a acercarse. Miré fijamente a Scootaloo, levantando las cejas. Su mano temblorosa cambió la dirección del ojo de la pistola, directo a la sien de Sunshine.
—¡No, no, no, ¿qué haces?!
Me encontraba horrorizada, el tono de mi piel tornó a uno mucho más claro y un despreciable escalofrío me recorrió de pies a cabeza.
—Tengo solo dos opciones —anunció—. O viene conmigo viva o se queda contigo... muerta.
—¡No! Espera, espera —supliqué—. Sé a lo que seguramente te ha sometido Sunset Shimmer... pero no tienes que hacer esto, por favor, sé que no quieres hacerlo —ella fijó su mirada en mí—, estoy segura de que fuiste tú quien atacó Sugarcube Corner, Sunset nunca se arriesgaría a hacerlo de propia mano. Pudiste matar a Sunshine con esa bala... —tragué—, y no lo hiciste.
—¡No te equivoques! —objetó—. ¡No tienes ninguna prueba de ello!
—¡No eres una asesina! —exclamé—. Solo eres una niña que terminó en manos equivocadas... —miré al suelo, tomando aire—, al igual que Sunset... al igual que yo —volví mi mirada hasta ella—. Le guardas cariño a Sunny, eso puedo verlo, así que... por favor, no te conviertas en Sunset Shimmer.
Scootaloo retrocedió, las armas de los oficiales la siguieron de cerca. Miré a Shining Armor.
—Ordénales que bajen las armas.
—Pero...
—¡Hazlo!
Shining Armor hizo un gesto y sus hombres bajaron las armas. Scootaloo pareció volver a respirar, pero su mirada denotaba que no tenía otra salida.
—Vine con un único objetivo —murmuró al oído de Sunshine—, perdóname, niña.
Disparó al aire y captó mi atención nuevamente.
—¡Rainbow Dash! —llamó—. Dile a esta mocosa... cómo fue que murió su padre.
Tragué en seco, sentí como el suelo bajo mis pies se movía, Sunshine abrió los ojos plenamente para mirarme sin parpadear.
—Esto no es necesario... Sunshine ya lo sabe.
Scootaloo sonrió con sorna.
—No —tajó—. Dile la verdad.
Sunshine me miró confundida.
—No hagas esto... —supliqué.
Scootaloo cargó el arma y la clavó mucho más en la sien de Sunshine.
—Tic, toc, Rainbow Dash. ¿Cómo murió su querido padre: Straight? —insistió, tragué en seco—. ¡Dilo!
—Y-Yo... —giró el cilindro del revólver, sentí la angustia escupiendo mis palabras—. ¡Yo lo maté! —exclamé, tratando de evitar una desgracia.
Scootaloo dibujó una sonrisa, pero el ceño se le frunció al sentir el lloriqueo de Sunshine junto a ella. Tragó saliva.
—¿Cómo lo hiciste? —preguntó, yo negué en silencio, suplicando con la mirada—. ¡Vamos!
Sentía la presión en el pecho, estaba en desventaja, no tenía más alternativa que decirlo.
—L-Le disparé...
Sunshine elevó la mirada hasta mí, sus enormes ojos turquesa se habían inundado en el dolor que se acumulaba en su pecho, apretó los dientes con fiereza, mientras Scootaloo suavizaba su agarre para que la menor se abalanzara sobre mí, había cumplido su objetivo.
—¡¿Cómo pudiste hacer algo así?! —exclamó, golpeando mi pecho—. ¡Eres un monstruo!
Sus golpes se iban haciendo más débiles con forme su llanto incrementaba.
—Sunshine, escúchame... —intenté calmarla—, no es lo que tú crees... puedo explicártelo.
—¡¿Explicarme qué?! —se alejó de mí—. ¡Me mentiste! ¡No fuiste capaz de aceptar que tú fuiste quien lo mató!
—Sunshine...
Scootaloo fue interceptada por los oficiales, quienes inmediatamente la metieron en una patrulla, Shining se acercó a nosotros en cuanto sintió que todos los demás se encontraban a salvo.
—Niña, cariño —intentó intervenir—. Tu madre solo estaba intentando protegerte...
Sunshine me miró, enfurecida e irradiando odio.
—Ella no es mi madre —escupió—. Y jamás lo será, no es más que una asesina.
Y se alejó junto a sus abuelos, esta vez voluntariamente, mientras se me partía el corazón.
Los Shy regresaron triunfantes a casa, ni siquiera habían necesitado ir nuevamente a una audiencia, estaban seguros de que, con lo sucedido, la jueza estaría loca si consideraba en algún momento siquiera, otorgarle la custodia a Rainbow Dash.
—¿Quieres comer algo? —preguntó la señora Shy. Sunshine negó con la cabeza—. Vamos, si no lo haces dirán que somos tan malos tutores como esa tal Rainbow Crash —escupió, con desagrado total.
—Dash —corrigió Sunshine, captando la mirada de la mayor—. Es Rainbow Dash y, de hecho, lo son. —clavó sus penetrantes y enrojecidos ojos en ambos—. Los escuché cuando quisieron pagarle para que se alejara de mí, para su suerte no tuvieron que gastar millones para eso, felicidades.
Subió hasta la que había sido determinada como su habitación y cerró la puerta de golpe, tirándose sobre la cama, la pobre niña estaba completamente devastada, no dejaba de pensar que todo lo que le estaba pasando era de alguna forma culpa de Rainbow, detestaba la idea de alguna vez haber creído en ella.
«Ella nunca me ha fallado...» recordó de las palabras de su madre y sus ojos se volvieron a aguadar al sentir de nuevo la dulzura en su voz.
—Hace mucho tiempo tal vez no lo hizo, mamá —murmuró con amargura—, pero ella ha cambiado.
Con Scootaloo tras las rejas, la seguridad en el hospital pudo reducirse ligeramente, las demás y yo solíamos frecuentar a Pinkie Pie, de alguna forma eso me mantenía tranquila, si estábamos ahí era poco probable que Sunset se atreviera a atacarla de nuevo, sabía que la esperaríamos y ella nunca fue alguien que atacara de frente.
—¿Cómo estás? —preguntó Pinkie Pie.
—Debería ser yo quien pregunte eso, ¿no crees?
Las cuatro amigas nos habíamos acomodado alrededor de la cama de la pelirrosada, mientras ella almorzaba un montón de pasteles y dulces que Twilight había cedido a darle (muy a regañadientes), cada día se le notaba la mejoría y volvía el color a su piel, era un sentimiento agradable volver a estar todas juntas, al menos la mayoría de nosotras.
—La verdad, querida —se aclaró la garganta Rarity—. Todas estamos preocupadas por lo que pasó el otro día en la audiencia...
Tomé un sorbo de agua.
—¿Qué hay con eso? —pregunté. Ellas cruzaron miradas preocupadas.
—Por favor —insistió Applejack, tomando la mano de Rarity—. S-Sabemos que Sunshine sabe lo de... Straight.
—Sí, bueno, lo sabría en algún momento —miré a Pinkie Pie. Ella agachó la mirada.
—Lo sé —dijo—. Quieres que te diga todo lo que recuerdo.
—Perdóname, sé que no es el momento, pero tengo que saberlo —señalé a mi alrededor—. Nadie aquí recuerda nada de los últimos doce años, salvo tú.
—¿No recuerdan nada? —preguntó sorprendida y todas negaron en silencio, apenadas—. La verdad es que no sé qué tan útil pueda ser la información que les dé...
—Es mejor que nada —dije—, porque eso es lo que tenemos.
Pinkie tragó saliva y comenzó a juguetear con sus dedos.
—Bueno... no sé dónde está el escondite de Sunset, el día que nos llevaron lograron dejarnos inconscientes a todas, cuando despertamos estábamos en ese lugar y ya... no volvimos a salir —suspiró—, sé que es un edificio enorme y oscuro, lleno de humedad y moho, así que puede ser que llevara muchos años abandonado. Sunset nos mantenía separadas en pequeñas y frías celdas, supongo que Fluttershy logró mantener a Sunshine a su lado, ya que de vez en cuando se escuchaban sus llantos cuando era bebé... —llevó las manos a su pecho—. La impotencia que yo sentía de no poder hacerles compañía o de ayudar a Shy a tranquilizar a esa pequeña... estoy segura de que todas nos sentimos de esa manera en ese entonces...
Sentí una opresión en el pecho.
—Ignoro lo que Sunset pudo haberles hecho para que olvidaran todo, pero debió haber sido poco antes de que salieran de ese lugar —siguió—, puesto que la última vez que estuvimos juntas en ese edificio aún eran conscientes de todo...
—Cuando te encontramos... dijiste que debía ir a "ese lugar" —mencioné—, ¿a qué te referías?
Ella elevó su mirada hasta mí.
—Ese lugar... que Sunset parecía recordar todo el tiempo —respondió—, escuché que ella esperaba verte ahí, en donde comenzó todo. Si ya solo tiene a Fluttershy en sus manos... seguro la llevará ahí.
Palidecí.
—¿Q-Qué era lo que ella nos hizo a todas? —preguntó Twilight temiendo por la respuesta—. ¿Recuerdas eso...?
Pinkie negó.
—No lo hizo conmigo... —respondió—, recuerdo el laboratorio, aquellas extrañas maquinas... pero solo entré en ellas una vez y no recuerdo lo que sucedió... Sunset nunca dejó que permaneciera donde sea que ustedes estuvieran, así que no estoy segura de lo que pasó en ese entonces...
—¿Maquinas...? —balbuceé, me aterraba la sola idea de pensar lo que sea que eso significaba para Fluttershy y las demás, y lo que pudo... haberlas lastimado a todas.
La actitud de los Shy hacia Sunshine no parecía mejorar ni un poco, de hecho, ahora parecía que no les interesaba mucho mantenerla contenta, después de todo, no había poder en el mundo que la alejara de ellos. A la niña igual no parecía importarle demasiado la relación que tenía con sus abuelos, en ese momento solo podía pensar en cómo volver, cómo rescatar a su madre de aquel lugar terrible donde se encontraba prisionera.
Por un momento había creído que Rainbow Dash en efecto podría ser su salvación, pero justo cuando estuvo a punto de decirle la ubicación del escondite de Sunset todo se fue al carajo.
Salió al jardín, mientras la señora Shy cuidaba las flores que crecían alrededor del césped perfectamente cortado, aunque "cuidar" era realmente una palabra que le daba más mérito del que merecía, únicamente las regaba como podía para evitar manchar sus costosas zapatillas.
Sunny levantó una ceja al notar que, de hecho, el agua ni siquiera estaba cayendo sobre las flores, sino en el césped que ya estaba bastante verde. Su madre le había enseñado a apreciar toda clase de vida, cuando vivía con ella tenían oculta una pequeña florecilla que se había dado la tarea de crecer entre la separación de las paredes. Sunshine cuidaba esa flor con esmero cada día, su madre le había mostrado como. De alguna manera sentía pena por las pobres flores que su abuela cuidaba de tan mala manera.
Se acercó hasta ella y le señaló la regadera que parecía dejar salir solo una o dos gotas de agua.
—Déjame hacerlo —pidió.
La mujer se encogió de hombros y se sentó en la mesilla de jardín a su lado, parecía increíblemente agotada, uno de los meseros le llevó un trago mientras observaba a Sunshine regar con esmero sus girasoles y margaritas, un brillo apareció momentáneamente en los ojos de la niña, como si por un instante hubiese olvidado todo solo para concentrarse en aquellas flores.
—Mañana iremos a dejar todo listo —soltó de la nada la mayor, Sunshine la miró de reojo sin dejar de hacer su trabajo—. Para adoptarte legalmente, darte nuestro apellido y eso.
—Mi madre aún está con vida —replicó Sunny—, sigo siendo su hija, ustedes no pueden adoptarme así como así.
La mujer soltó una carcajada, sorbiendo otro poco.
—Claro que sí, cariño —aseguró—, no hay nada que no podamos hacer. Además, incluso si de verdad tu madre sigue con vida, mientras no aparezca, no puedes quedarte sola sin un tutor legal —Rainbow Dash surcó la mente de Sunshine y sintió un apretón en el corazón. La señora Shy sonrió y continuó con su habladuría—. Y, con todo lo que pasó, estoy segura de que el jurado se pondrá de nuestro lado para eso.
—No necesitan hacer todo esto —insistió Sunshine—, puedo quedarme aquí, pero no quiero que ustedes me adopten de ninguna manera.
La mujer se puso de pie.
—No seas tonta, niña, los inversionistas exigen que hagamos todo de forma legal, ¿te parece que queremos caer en bancarrota?
—¿Bancarrota? —Sunshine miró a su abuela. La mujer volvió a dejarse caer sobre la silla, suplicando por otro trago.
—Esos idiotas... —dijo entre dientes y volvió a sorber de su copa—, creen que somos demasiado viejos para el trabajo, temen que si fallecemos no haya nadie que pueda heredar las acciones y llevemos a todos a la quiebra. ¡Ja! Malditos infelices.
La mujer comenzaba a sonar cada vez más ebria, Sunshine trató de no mostrar demasiado interés en la conversación, pero entonces...
—Todo esto, hip —hipeó—, es culpa de, hip, tu madre —escupió, inundada en rencor—, esa tonta de Fluttershy —bramó entre dientes, captando la mirada molesta de Sunshine—. Si no hubiera terminado en la cárcel, si no se hubiera aferrado tanto a la inútil de Rainbow Dash... hip, si tan solo ambas hubieran dejado la estúpida idea de traer al mundo al hijo de un violador.
Sunshine palideció, dejando caer la regadera de sus manos y salpicando el agua por todas partes, su respiración se entrecortaba con sus latidos acelerados, se abalanzó hasta su abuela y lanzó la copa hasta el otro lado del jardín.
—¿Q-Qué fue lo que dijiste?
La mujer tragó en seco, apenas notando lo que acababa de decir.
—N-Nada...
—¡Dilo! —exigió la menor, plantando las manos sobre la mesa—. ¡¿A qué te refieres con el hijo de un violador?! ¡Dímelo!
La abuela se sentía completamente acorralada, no tuvo más remedio que hablar.
—Tu padre —dijo, mirándola sin un solo gramo de condescendencia—. No sé cómo te lo habrá planteado esa idiota de Rainbow Dash, pero él nunca estuvo enamorado de mi hija, la tonta dejó que él se propasara con ella y por eso ahora está muerto, pero esa parte de la historia ya la sabes.
La frialdad en las palabras de la mujer hizo que se le erizara la piel, no podía creer que una madre se expresara así de su propia hija y, peor aún, la culpara por algo como eso, la mujer la miró con una sonrisa, como si lo que hubiera dicho no significara nada. Los ojos de la menor comenzaron a llenarse de lágrimas, si esa había sido la razón... ahora se sentía no solo culpable por haber juzgado tan crudamente a Rainbow Dash, sino por haberle hecho cargar a su madre con el peso de su propio nacimiento, el corazón se le estaba quebrando a pedazos enormes.
La puerta de la habitación se abrió de golpe, paralizándonos a todas, Rarity y Twilight se colocaron frente a sus compañeras, en señal de protección, me puse de pie frente a ellas, pero mi sorpresa fue mayor a lo que esperaba.
—Sunny... ¿q-qué estás haciendo aquí?
Sus ojos inundados se fijaron en mí, mientras sus labios temblorosos intentaron encontrar las palabras correctas.
—L-Lo sé... —soltó con dificultad—. Lo sé todo... sé lo que... ese hombre que alguna vez creí que era mi padre... le hizo a mamá...
Sentí un escalofrío recorrer mi columna. Miré a las demás, que de alguna forma intentaron mantenerse al margen de la incómoda situación, me acerqué a Sunshine, llevándola a una pequeña división de la habitación donde nos perdimos de vista de las otras. Su cuerpo temblaba, ni siquiera era capaz de volver a levantar la mirada hasta mí.
—Oh... cariño —pude decir a duras penas—, no sabes cuanto lo siento...
Ella se abalanzó hacia mí, abrazándose a mi cuerpo.
—¿Por qué lo hizo? —preguntó, quedé helada ante la impotencia de no saber cómo responderle—. Y-Yo... de verdad creí que había sido un buen hombre... quería creerlo, pero todo fue... mentira.
—Lamento haberte mentido sobre eso...
Negó con el rostro aun escondido en mi pecho, pude sentir como su agarre se hacía cada vez más fuerte.
—Entiendo que lo hiciste para protegerme... para proteger a mamá —murmuró—, ella soportó tanto, cargó con ese peso toda mi vida, ¿cómo pudo... tenerme?
—¿De qué hablas?
—¿Por qué no solo se deshizo de mí tal y como sus padres se lo pidieron? —sollozó—. Hubiera sido más fácil para ella no llevar la carga de... mi existencia. ¿Cómo podía siquiera mirarme y no recordar lo que él le hizo? ¿Por qué eligió tenerme si yo llevo su misma sangre podrida? Y, a pesar de eso... siempre fue tan amable conmigo... tan dulce... como si yo no...
—No tuviste la culpa —corté de tajo todas las preguntas que comenzaban a formarse en sus pensamientos, la alejé de mí y me agaché a su altura para mirarla a los ojos—. Nada de lo que pasó fue culpa tuya; nunca, jamás, te atrevas siquiera a pensarlo.
—P-Pero...
—Sunshine, escúchame —tomé su rostro entre mis manos—. Fluttershy jamás pensó en deshacerse de ti, ni por un segundo. Desde el primer día no ha dejado de amarte, porque más allá de todo llevas su sangre también —tartamudeé, temblando en mi agarre, sabía que era momento de decir la verdad, significara lo que significara—. En un inicio yo... creí que deshacerse de cualquier cosa que le recordara a Straight era la mejor idea, pero me equivoqué... —tragué saliva y volví mis ojos hasta los suyos—, en cuanto te vi, en cuanto te sostuve entre mis brazos comprendí lo equivocada que estaba... Si eso responde todas las preguntas que acabas de hacer, esa es tu respuesta, tú eres nuestra, siempre lo has sido y siempre lo serás, sin importar nada.
—T-Tú... —balbuceó, guardando silencio unos segundos—, tú... ¿me consideras tu hija? —sus ojitos llorosos y llenos de dolor se clavaron en mi alma—. Incluso si... ¿incluso si no llevo tu sangre?
Sonreí, soportando las lágrimas para evitar que se asomaran.
—Sin ninguna duda, desde mucho antes de que nacieras —respondí—, y te amo con cada fibra de mi ser.
Se abrazó nuevamente a mi cuerpo, esta vez llorando mucho más fuerte, desahogando cada momento de dolor que había tenido que guardarse para sí misma, para no preocupar a nadie más. Juniper tenía razón, era solo una niña que estaba guardando demasiado dolor en su frágil cuerpo, pero ahora estaba a salvo, se sentía segura y así es como pensaba mantenerla.
Escuché un golpeteo constante fuera de la habitación.
Sunset Shimmer se abría paso hasta nosotras, aplaudiendo como si todo no hubiese sido más que un espectáculo para ella. Los oficiales que resguardaban la habitación parecían haber desaparecido desde el momento en que Sunshine llegó. Quedé helada mientras la niña temblaba de miedo entre mis brazos. Me puse de pie, colocándola detrás de mí.
—Sunset... —gruñí.
Ella solo me sonrió, uno de sus matones me tomó por sorpresa y me lanzó contra una de las paredes, sosteniéndome por el cuello, intenté zafarme. Sunshine trató de correr hasta mí, pero Sunset la mantuvo quieta con una sola mirada.
La pelirroja se acercó a paso lento, mirando de reojo a las demás chicas que se mantenían quietas en su lugar por acción de sus parejas, que no querían ponerlas en riesgo, Sunset me miró, mientras clavaba mis ojos encendidos en ella.
—Vaya, vaya, Rainbow Dash —sonrió con sorna—, ha pasado un tiempo.
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