Capítulo 8. La decisión de Rainbow.
—¡Pinkie! —grité, mientras corría detrás de ella.
Los enfermeros que habían logrado entrar a la penitenciaría la llevaban en una camilla que iba dejando un hilito de sangre por todo el corredor. El cuchillo con el que la habían apuñalado aún se encontraba incrustado en su costado, salí hasta el patio de la prisión, siguiéndola de cerca. La última vez que había hablado con ella antes de ese incidente, me había molestado porque deseaba permanecer más tiempo en prisión debido a mí, le dije que, con un pensamiento tan idiota, prefería que nadie jamás nos relacionara, pero la realidad era que no deseaba que siguiera malgastando su vida en ese maldito lugar, debí haber sido más clara, debí haberla protegido, porque ahora solo podía mirar como se marchaba al borde de la muerte.
Miré a Straight que se hallaba de pie del otro lado de la bardada que nos separaba del exterior. Su sonrisa triunfante me provocó escalofríos. Corrí hasta él tomándolo como pude por la ropa y pegándolo a los barrotes.
—¡Tú lo hiciste! —lo acusé—. ¡Tú la heriste!
Se soltó de mi agarre, acercando su rostro al mío.
—Demuéstralo —escupió.
Y se marchó. Dejándome con la ira y la culpa carcomiéndome el alma. Mientras al fondo solo podía escuchar el sonido de la sirena de la ambulancia retumbándome en los tímpanos.
Permanecí inerte mirando el suelo del hospital, Twilight salió de la habitación de Pinkie Pie, me puse de pie de inmediato, acercándome hasta ella.
—¿Cómo está? —pregunté.
—Ya despertó —respondió—. Parece estar bien...
—¿Puedo verla?
Asintió.
—Solo apresúrate, la anestesia no tardará en hacer efecto.
Entré a la habitación, Pinkie se encontraba recostada en la camilla, me miró de reojo y logré distinguir una leve sonrisa bajo el respirador.
—H-Hola...
—Me da gusto que estés aquí —murmuró con dificultad.
—¿Cómo te sientes...? —pregunté, sentándome a su lado.
Sonrió.
—Igual que la última vez —se burló.
Puse los ojos en blanco.
—Pinkie... no es gracioso —la regañé.
—Por favor, ya hace mucho de eso... —volvió a sonreír—. No me gusta recordarlo como solo lo malo que fue, lo sabes...
—Recordar...
—Rainbow... —la anestesia comenzó a surtir efecto—. Sunset... ella...
—Lo sé —me adelanté, suponiendo que recordaba tanto o menos que las demás—, ella atacó el hospital.
—No, no... —interrumpió débilmente—, ella aún... tiene a Fluttershy... debes ir por ella a... "ese lugar"...
Quedé muda, pero cuando me levanté para acercarme a escuchar mucho más, ella ya se encontraba dormida nuevamente. Me dejé caer en la silla.
—Pinkie... no me digas que tú sí lo recuerdas todo...
Rarity había permanecido toda la noche en vela cuidando de Applejack, dormitaba plácidamente recostando únicamente su cabeza sobre el colchón donde la rubia se encontraba. Applejack abrió los ojos con pesadez, Rarity se levantó de golpe en cuanto sintió los movimientos de su compañera, sus rulos estaban todos marañados y su maquillaje se había mezclado junto con sus lágrimas, marcándose en sus mejillas.
—¡Cariño, despertaste! —exclamó, aliviada.
El brillo en los ojos de la rubia había regresado.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó confundida, al notar que su mano derecha se hallaba esposada a la camilla.
—Cielo... —Rarity tomó su mano libre—, ¿de verdad no recuerdas nada? —Applejack negó con la cabeza, la pelivioleta se mantuvo en silencio unos segundos, tratando de averiguar como tocar el tema—. Bueno... no estoy segura de cómo pasó, pero ayer... atacaste a Pinkie Pie...
—¿P-Pinkie...? —Applejack no entendía qué era lo que estaba pasando, apenas empezaba a digerir el hecho de que Pinkie Pie hubiese aparecido con vida, pero no comprendía cómo es que ella había terminado en aquella situación—. ¿Que yo hice... qué?
—T-Tenías una navaja y... —Applejack palideció, pero Rarity se le adelantó—. No, no, tranquila, la auxiliaron a tiempo, ella estará bien.
—No puede ser... —balbuceó la rubia—. Lo último que recuerdo es que uno de los oficiales trajo mis pertenencias para darme el alta y luego... todo se oscureció —intentó reacomodarse para poder quedar sentada en la cama—. Me duele todo el cuerpo...
—Sí... tuviste una pelea bastante agitada con Twilight y Rainbow... ellas estaban tratando de impedirlo...
—¿Impedir... qué? —Rarity aclaró la garganta, Applejack la miró con insistencia—. ¡Rarity!
—Que la mataras... —dijo la pelivioleta, apenas audible.
Applejack se dejó caer, completamente pálida.
—No puedo... —tartamudeó—, no puedo creer que yo haya hecho algo así...
—No lo hiciste —interrumpió Twilight, llegando seguida por Shining Armor, lanzó los restos de la navaja, que se encontraban dentro de una bolsa de plástico, al regazo de la rubia—. Ella te estaba controlando con esto.
—Debió haber utilizado algún tipo de tecnología peculiar en ella, al igual que en el reloj que le hizo usar a Twilie cuando llegó aquí —siguió explicando Shining Armor.
—Pero... ¿qué clase de monstruo haría algo así? —preguntó Rarity, anonadada.
—Seguro estaba esperando que se mataran entre ustedes —añadió Twilight—, pero según las grabaciones de seguridad, Pinkie nunca opuso resistencia, así que supongo que su plan no salió tal cual esperaba.
—Pero si le lavó el cerebro a Applejack... ¿por qué no lo hizo también con Pinkie Pie? —insistió Rarity.
—Porque no pudo —intervine al llegar—. Pinkie recuerda todo, estoy segura, es por eso que Sunset no logró controlarla.
—Si es así... entonces ella... —Shining Armor me miró con los ojos bien abiertos.
—Ella sabe dónde está Fluttershy...
—Debemos mantenerla segura, Sunset seguro buscará mantenerla callada, y ya que Applejack no pudo hacerlo, entonces...
—Mandará a alguien a hacerlo —interrumpí.
Shining Armor se giró hasta uno de sus hombres, su mirada y su semblante habían cambiado totalmente.
—Quiero mínimo dos brigadas, dentro y fuera del hospital, y al menos cuatro hombres dentro de la habitación —le ordenó—, cierren todas las cortinas y ventanas para evitar francotiradores —miró a su hermana—. Twilight, tú permanecerás con ella.
Su hombre y la peliazul asintieron. Me alejé, saliendo por la puerta de la habitación, Shining fue tras de mí, tomándome con fuerza del brazo.
—¿A dónde vas? —preguntó, sabiendo perfectamente la respuesta.
—A recuperar a mi hija.
—Rainbow...
—No esperas que la deje ahí, ¿o sí?
—Creo que ahora está más segura ahí.
Arranqué mi brazo de su agarre.
—Créeme, conociendo a Sunset Shimmer, el único lugar seguro para ella es a mi lado.
La casa de los padres de Fluttershy era una mansión lujosa y enorme con al menos quince habitaciones, piscina y un huerto en la parte trasera. Aquella primera noche, Sunshine se sintió completamente abrumada, no pudo dormir en lo absoluto, se justificaba diciendo que era la incomodidad y la falta de costumbre de estar en un lugar tan amplio, pero en el fondo no dejaba de pensar en que Rainbow no había ido tras ella.
—Tal vez fui demasiado ilusa al creer que de verdad se estaba preocupando por mí... —susurró, acurrucándose entre las cobijas.
—¡Sundy, despierta! —se escuchó la voz de su abuela desde el otro lado de la puerta.
—Sunshine... —corrigió, adormilada. Se puso de pie, sentándose a la orilla de la cama, miró sus pies, volviendo a recobrar el enfoque en sus pupilas—. No puedo perder más tiempo...
La niña bajó medio adormilada, encontrándose con una enorme mesa rectangular al centro del comedor, abarrotada de más comida de la que solo tres personas podrían nunca terminarse.
—¿Celebramos algo...? —preguntó, sentándose al centro, con ayuda de uno de los hombres al servicio de la familia.
La señora Shy soltó una carcajada chillona y sorbió un trago de jugo.
—No precisamente, cariño, pero es motivo de celebración que ahora estés con nosotros, ¿no te parece?
Un mesero colocó unos cuantos panqueques en el plato de la joven, tomándola por sorpresa, ya que ella estaba dispuesta a servirse por su cuenta.
—Bueno, eso solo si un juez lo dice, ¿no? —soltó, sin un solo pelo en la lengua.
—No estarás pensando en volver junto a esa inútil de Rainbow Dash, ¿o sí? —cuestionó el señor Shy—. Esa chiquilla tonta no tiene ni en qué caerse muerta, mucho menos tendrá un buen capital —hizo un gesto con los dedos—, para sostener tus necesidades.
Sunshine era perfectamente consciente de que Rainbow no le daría los lujos que los Shy tenían, pero, incluso con eso, ella no se sentía del todo cómoda con sus abuelos, comenzaba a preguntarse si su madre se habría sentido así en algún momento; después de todo, Fluttershy no se parecía en nada a esos dos.
—¿Cómo es que mi madre nunca me habló de ustedes? —cuestionó, revolviendo su plato con el tenedor—. Pasé toda mi vida a su lado y ella nunca los mencionó.
Ambos tragaron con dificultad para cruzar miradas.
—Tu madre era una muchacha malagradecida —sonrió la señora Shy, Sunshine detuvo sus movimientos para clavar su mirada mordaz en ella—. Le dimos todo lo que necesitaba en la vida y terminó en prisión.
—Esa no fue culpa suya —interrumpió la menor.
Sunshine era consciente de los motivos por los que Fluttershy había terminado en la cárcel, su madre se avergonzaba de ello todo el tiempo, decía que había sido una razón tonta puesto que solo se encontraba en el lugar y momento equivocados, pero ella nunca mereció estar ahí.
—Sea como sea, que terminara enredada con esa... chica —repudió la mujer—, hizo todo mucho más difícil, y eso sin mencionar aquel penoso accidente que-
La mujer cerró la boca de golpe en cuanto su esposo golpeó su pierna por debajo de la mesa.
—¿Accidente? —preguntó Sunny.
—Nada, cariño —se apresuró a decir la mayor, sorbiendo de su vaso—, son cosas que no vale la pena recordar.
Sunshine estuvo a punto de volver a tomar la palabra cuando el timbre de la mansión resonó varías veces, provocando un gesto molesto en ambos adultos. Uno de los trabajadores corrió a abrir la puerta.
—E-Espere, por favor —se escuchó que exclamó en la lejanía—, señorita no puede entrar así.
—Pues ya lo hice, larguirucho —dije, abriéndome paso hasta el comedor.
Sunshine se puso de pie al notar mi presencia, por un momento logré distinguir un peculiar y esperanzador brillo en su mirada.
—Rainbow Dash... —murmuró, con un tinte de alegría.
—¡¿Qué haces tú aquí?! —exclamó la señora Shy, colérica.
—Vine a ver a SUN-SHI-NE —enfaticé.
La menor aguantó la risa, a sabiendas de que su abuela no era muy buena aprendiéndose su nombre.
—No tienes derecho, mucho menos de irrumpir en nuestra casa así como así —objetó el esposo, rodeando la amplia mesa de caoba hasta posarse frente a mí.
—En realidad, sí —sonreí, estirando un documento que Shining había estado haciendo toda la noche para mí, cuando me quise marchar del hospital—, por orden del capitán Armor, tengo tanto derecho legal como ustedes de estar con ella, al menos hasta que se delibere el juicio por la custodia, ya que esa aún le pertenece a Fluttershy.
El hombre apretó los dientes, Sunshine dio un paso al frente para acercarse hasta mí, pero él se interpuso, llevando a la menor de vuelta a la mesa.
—Sea como sea, llegaste en un pésimo momento —dijo—, no creo que quieras interrumpir el desayuno de mi nieta, sería de muy mal gusto, incluso para ti.
Rodé los ojos, la señora Shy me llevó a rastras hasta la cocina, mientras su esposo se paraba en la puerta de nuestro lado para evitar que saliera de ahí.
—¿Cuánto quieres? —soltó de la nada.
—¿Perdón?
La mujer sacó una chequera del bolso sobre la mesilla de la cocina.
—¿Cuántos ceros quieres? —volvió a insistir—. Dime la cantidad, la que tú quieras, para dejar a la niña a nuestro cuidado —levantó la mirada y me apuntó con el bolígrafo—, y para que nunca más volvamos a saber de ti.
Sunshine se había levantado de la mesa para escuchar todo desde el exterior, asomándose por una pequeña rendija que había quedado en la puerta, sin que nadie dentro de la cocina pudiéramos notarlo.
—¿Hablan en serio? —pregunté—. ¿Quieren comprar a Sunshine?
—En todos estos años hemos aprendido que no hay nada que el dinero no pueda comprar —sonrió el señor Shy—, así que solo pon un precio y lárgate.
—Si no puedes poner un precio, nosotros lo haremos —la mujer escribió sobre el cheque, lo arrancó y me lo entregó.
Quedé atónita ante tal cantidad, eran más ceros de los que me hubiese imaginado siquiera, ¿cómo era posible que a pesar de estar pudriéndose en dinero desearan tan desesperadamente la custodia de una niña que nunca amaron?
Sonreí por lo bajo y di un paso al frente.
—Se los dije una vez —enuncié—, y se los volveré a decir: Sunshine es mi hija y no dejaré que nadie la lastime mientras yo esté con vida —rompí el papel frente a sus narices—. Ustedes nunca pretendieron ser familiares de ella, ni antes de que naciera ni ahora, así que no me vengan con su buena acción del día, se que no lo hacen por eso. Pero sea lo que sea que quieran hacer con ella, no permitiré que la alejen de mi lado, ¿me escucharon?
—Si tanto nos odias entonces ¿por qué no le dices la verdad? —preguntó el abuelo—. Que nunca apoyamos a Fluttershy con su embarazo. Sería una manera sencilla de obtener la custodia, ¿no crees? ¿Qué traes entre manos?
—Sunny no merece eso —objeté—. No merece cargar con ese dolor, no merece odiarlos por haber sido tan terribles personas con su madre, a quien adora —clavé mi dedo en el pecho del hombre—. Ustedes son quienes deben actuar como adultos, tener una mínima decencia, si es que aun les queda un poco.
—¿Cómo te atreves...?
—Mañana es la audiencia —dije, sin más—. Terminemos con esto de una vez, eso es lo que había venido a notificarles. Si no se presentan con la menor, estarán cometiendo un delito y yo misma vendré a arrestarlos —me abrí paso entre ambos—. Con permiso.
Salí de la cocina, Sunshine se hallaba a varios pasos lejos de esta, esperando cerca de la mesa, corrió hasta mí con una sonrisa peculiar, una que normalmente no me dirigiría.
—¿Te vas? —preguntó un tanto decepcionada. Asentí—. ¿Te veré mañana?
—Estoy segura de que sí.
Sacudí su cabello con una sonrisa y le dirigí una última mirada fulminante a los mayores, saliendo por donde había llegado.
Scootaloo permaneció de pie en la puerta de la pequeña habitación que Sunset Shimmer mantenía destinada para observar todo el laboratorio que poseía dentro de aquel edificio abandonado. No quería acercarse demasiado, después del fracaso con el plan de Pinkie Pie y Applejack, asumía que Sunset Shimmer estaba demasiado furiosa como para recibir visitas.
—Que te quedes ahí, parada como una completa idiota, no ayuda en nada —dijo, sin voltear a mirarla.
Scootaloo tragó en seco y se acercó hasta ella.
—¿Sabes por qué quería que Pinkie Pie muriera? —preguntó la mayor, mucho más serena de lo que Scootaloo esperaba, la menor negó—. Porque ella sabía demasiado.
—Creí que su memoria tenía recuerdos poco lúcidos, como los de la modista o la vaquera.
—No —respondió tajante—. Los recuerdos de Pinkie Pie son mucho más valiosos. Ella estuvo ahí, el día que me infiltré en la penitenciaria de Ponyville —elevó su mirada hasta Scootaloo—. Fue a ella a quien apuñalé aquel día, a quien Rainbow Dash dio por muerta hasta que volvió años después.
Scootaloo palideció.
—P-Pero el informe de ese incidente —dijo—, lo leí cientos de veces, Shining Armor había declarado que el culpable había sido Straight, la misma Rainbow lo creyó así...
—Sí... —afirmó Sunset—. Mi antiguo jefe, se encargó de que nadie supiera que había entrado a hurtadillas a un lugar con supuestamente un gran nivel de vigilancia, ni siquiera la gran Rainbow Dash fue capaz de sospecharlo.
—P-Pero... ¿por qué?
—Se interpuso en mi camino mientras buscaba a Dash, mi objetivo era asesinarla a ella, pero Pinkie intentó protegerla y eso casi le costó la vida —respondió como si nada—. Cuando terminó en el hospital fui a visitarla, le advertí que, si alguna vez se lo decía a alguien, me encargaría de asesinar a Rainbow Dash con mis propias manos. Desde entonces le contó a todo el mundo la misma historia que ya conoces: Straight la había apuñalado, ni más ni menos.
—¿Por eso no alteraste su memoria?
Asintió.
—Pinkie Pie es un trofeo más —dijo—, viva o muerta.
El día del juicio llegó, los señores Shy arribaron al punto de encuentro justo a la hora indicada, Shining Armor, Juniper y yo permanecimos serenos, sabíamos que ellos tenían cierta ventaja o que podían incluso comprar el favor del juez, pero aquel día, nunca imaginé que tendrían otro plan bajo la manga.
El señor Shy se acercó hasta nosotros, mientras su mujer y Sunshine permanecían sentadas en el estrado, estiró la mano cordialmente, fingiendo un saludo.
—¿Por qué de repente tanta amabilidad? —pregunté, desconfiada.
El hombre mantuvo su agarre en mi mano y me acercó hasta él, hablándome al oído. Quedé petrificada cuando se alejó de vuelta hasta su esposa.
—Rainbow, ¿qué sucede? —preguntó Shining, pero me mantuve en silencio.
La jueza dio la indicación y el juicio comenzó en cuanto todos tomaron asiento. Tuve que ocultar el temblor de mis manos colocándolas sobre mis piernas.
—Daremos inicio a la audiencia para la recopilación de pruebas desde ambos lados interesados en la obtención de la custodia de la menor Sunshine Shy, de quien su madre biológica se encuentra en calidad de desaparecida —enunció la jueza, miró a los abuelos por encima de sus gafas—. Comenzaré con su declaración, por favor.
El abogado de los Shy se puso de pie; Sunshine, quien los miraba desde la grada de atrás, permaneció inmóvil, mirándome de reojo de vez en cuando.
—Mis clientes, su señoría —comenzó—, desean obtener la custodia de su nieta biológica, ellos consideran que es mucho mejor que la menor viva con ellos ya que tienen la solvencia económica para satisfacer sus necesidades —me miró por encima del hombro—. Solvencia que la señorita Rainbow Dash no posee.
—Objeción, su señoría —abogó Shining Armor—, eso es una conjetura.
La jueza asintió, el abogado aclaró la garganta.
—Por otro lado, su señoría —serenó su voz—, todos los presentes estamos de acuerdo que el tener de primer ejemplo a seguir a una exreclusa puede ser una mala influencia para la jovencita Shy.
Tragué en seco, nunca había pensado que mi pasado como maleante realmente me afectaría en algo tan importante, claro eso fue mucho antes de conocer a Fluttershy.
La jueza me miró.
—¿La señorita Rainbow Dash tiene alguna declaración que hacer? —preguntó.
Shining Armor se puso de pie, pero antes de que pudiera hablar, lo tomé por la manga y volví a sentarlo.
—No por el momento, su señoría —dije.
Los presentes quedaron atónitos, Sunshine me miró sin creer lo que había escuchado. La jueza dio por terminada la audiencia de ese día, anunciando que la siguiente sería dentro de tres días, y que aquella sería la que terminaría por definir la custodia de la menor.
—¡Rainbow Dash! —Juniper se abalanzó contra mí, tomándome con fuerza—. ¿En qué demonios estabas pensando? Teníamos bastantes pruebas para tener un poco del favor del juzgado. ¿Cómo pudiste arruinarlo así?
Permanecí en silencio, con la mirada ensombrecida.
—Rainbow...
Sunshine se hallaba de pie junto a nosotros, sus enormes ojos me miraban como la primera vez que nos habíamos encontrado, pero con mucha más tristeza que rencor. Juniper soltó su agarre y se alejó junto con Shining Armor.
—¿No deberías estar con tus abuelos? —cuestioné—. Se molestarán si te ven aquí.
—¿Desde cuando te ha importado eso? —preguntó, pude notar por un momento que sus ojos comenzaron a cristalizarse—. ¿Por qué no dijiste nada?
—Niña... —comencé—, lo pensé bien y... tal vez no es tan mala idea que estés con ellos...
—¿Q-Qué?
—Necesitas algo más que solo a una exreclusa —interrumpí—. Es lo mejor.
—N-No puedes... —su voz comenzó a entrecortarse—. N-No... —elevó la mirada llorosa hasta mí—. No me dejes, no otra vez...
—Sunshine... —sentí mi corazón deteniéndose ante su mirada—. Lo siento, no puedo hacer mucho por ti, ellos pueden darte una vida mucho mejor, ¿qué es lo que quieres que yo haga?
—¡Quiero que pelees por mí! —gritó, llamando la atención de los presentes—. Es lo único que siempre he deseado, desde el inicio... ¡Pero ya entendí que lo que no necesitas simplemente lo desechas!
Se alejó, dejándome completamente inmóvil. Deseé con todo mi ser correr tras ella, pero lo que su abuelo me había dicho antes del juicio, me dejó sin ningún tipo de alternativa.
«Renuncia a la custodia, si no quieres que Sunshine se entere de quién asesinó a su padre.»
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