Longing.
Su respiración para cuando lo ve.
Un chico de ojos café, casi dorados, toques de verde dando más color a sus orbes a causa de su heterocromía parcial. Su cabello, tan oscuro que parece negro, pero sabe más que nadie que en realidad sería un café rojizo. Sus labios, rosa mexicano, suaves, preciosos. Incluso tiene un paliacate rodeando su cuello.
A su lado, un chico rubio de ojos verdes. Argentina. Frente a él un moreno, con ojos casi rojos. Colombia. Al lado de este, un chico delgado con un parche. Chile. Más personas se unen al grupo, uno llevando de la mano a unos pre-adolescentes, Costa Rica. Y los reconoce a todos, a Nicaragua, Honduras, Belice, Perú, a todos.
Y tal vez está mal de su parte, pero el único que le importa es México.
México está ahí.
Feliz.
Vivo.
Está en L'Eixample de Barcelona, el último lugar en el que encontraría a México. Pero ahí está.
Titubea, ¿Debería de llamarlo?
Respira hondo. Da un paso hacia adelante. Lame sus labios y se decide a llamar a aquel que ama.
— Méxi- — Una mano se posa en su hombro y le hace darse la media vuelta, alza la mirada y se encuentra con cierto país ibérico. Había olvidado completamente que estaba con el país.
— ¡Chaval! — Dice, sonriendo con tristeza.— Ese gil no es México.
La organización vuelve a voltear, el ceño fruncido. Ese es México. Lo conoce. Salieron por casi cien años, por Dios, claro que lo reconoce. — Ese es México. — Insiste ONU. España suspira.
— No, ese, es Juan Metsili, — Declara, señalando al chico.— y está con Daniel, — Señala a Chile.— Gabriel, — Guatemala. — Mateo, — Colombia y — Manuel — Argentina.
Y ONU recuerda algo que le habían contando. A veces, un país reencarna. Conforma más años pasen, más probable es que se de algo así. México se entero cuando, un día, un muy alterado Chile casi se infartó cuando vio a Prusia por esto mismo... Y como el chileno, se le acerco y no fue reconocido por Prusia, que iba por el nombre de Erick. Misma personalidad, misma apariencia. Chile estaba devastado. Intentó por años que su relación con Prusia fuera igual a como había sido hacía tan solo un par de décadas antes. Jamás lo logró.
— No... — Susurra, y sus ojos arden como cuando ayudaba a su pareja a cortar cebollas. Las reencarnaciones jamás son ideales para un country. Siempre significa dolor.
Alza la mirada al español, desesperado. Este sonríe, triste, apenado. Diciéndole sin palabra alguna que "Si, es tan malo como lo imaginas".
— ¡Mirad es España! — Murmura una mujer.
— ¿No ese ONU? — Pregunta un adulto joven.
España suspira, los han reconocido. La organización siente una gran desesperación cuando una pequeña multitud los rodea, traga nervioso y mira a donde estaban los chicos. Pero... ahí está él. Ojos bicolores teñidos de curiosidad.
Acercándose.
Metsili, como lo llamó España los mira, curioso.
— ¿No son esos los Countries? — Pregunta a Guatemala, ¿O era Gabriel?. Este asiente, confundido. ONU casi ignora su acento español.
— ¿Es ese el señor España? — Pregunta Argentina, emocionado. — ¡Te dije que le gustabas, gil, a pagar tuerto!
— Vamos, Manu, vois sabeís que no se ha confesado ni nada. — Protesta Chile. — Entre carcajadas y empujones, el grupo de amigos se aleja de los representantes.
Y, con ellos fuera de vista, la organización voltea, molesto, a ver al otro país, ¿Cómo que España enamorado de México? Pero el pelirrojo solo alza los hombros, y sonríe avergonzado "No es lo que parece chaval" le susurra, se da la vuelta y termina de tomarse unas selfies con un par de personas, tras un par de despedidas a desconocidos la pequeña multitud se dispersa.
— ONU, ven conmigo, ¿Querés? — El estadounidense lo sigue a paso lento, molesto y confundido.
Entran en el restaurante más abandonado que pueden encontrar, música estereotípicamente china sonando en fondo, pinturas de pandas en las paredes.
— ¿Cómo sabías de él? — Pregunta en cuanto se sientan, enojado.
— Canadá lo vio, vino para arreglar el asunto de la expansión de Estados Unidos. Pensó que tal vez... Bueno. Me llamó, lo encontramos y le preguntamos varias cosas. No es México, ninguno de los capullos recuerda haber sido países.
El estadounidense se recarga en la silla. Llega un mesero y pide un café, España pidiendo dumplings y Chop Suey.
— Pensé que por fin lo había vuelto a ver... — Murmura, recargándose en la silla y sintiéndose morir.
México.
Su dulce México.
Seguía muerto.
Tenía que ser honesto, odiaba a Brasil, odiaba a su padre cada vez que recordaba esa maldita guerra. Brasil le declaró la guerra a Estados Unidos.
Al inició parecía una mala broma. Ni a él ni a su pareja les importaba, estaban ocupados celebrando su luna de miel.
Podía ir y platicarle de lo que vio en su tiempo libre al respecto de filosofía u ortografía.
Acariciaba los cabellos del latino, hablando de Platón, hasta que se dormía.
Pero la guerra iba en serio.
El motivo cambia según tus fuentes, sólo el Norteamericano y el hijo de Portugal podrían decirle a alguien la verdad.
Casi toda Sudamérica se alió con Brasil; Centroamerica e inesperadamente, México declarándose neutrales, pero eso no importa cuando estás muy literalmente en medio. La guerra se desató en la tierra de estos.
Ya no tenía tiempo de estar en cursos, pero aún podía disfrutar platicar con México. Se realizó inmediatamente un bloqueo a ambos países en guerra, pero fue inútil, a final, era Estados Unidos contra Brasil, que acababa de elevarse a una de las 4 más grandes potencias mundiales.
A ONU le costaba más trabajo dormir. Pero no se removía por pesadillas.
Lo más seguro es que todo se fue al demonio en el momento en el que una bomba nuclear que iba dirigida a Brasil fue derrumbada, cayendo y devastando Nicaragua. La representación del país, en un estado precario, se alió a Brasil. Honduras y Bélice se aliaron a Estados Unidos.
Parecía ser que los únicos países neutrales de todo el maldito continente eran Perú, México y Canadá, que hacían todo lo posible para albergar refugiados... Recordaba haber ido con su abuelo, Inglaterra, y rogarle que les ayudara a reunir fondos, una porción decente de Europa les ayudó en su cometido.
La calma parecía volver, después de tres arduos años.
Pero Estados Unidos seguía sin ganar la guerra. Vietnam, China y Rusia uniéndose, ayudando al Brasileño.
Todo era un maldito desastre. Había decenas de bombas siendo disparadas, centenas de equipos especiales atacándose, miles de heridos... Pero los muertos... Recuerda como el mexicano lo miraba a los ojos, desesperado, con lágrimas bajando por sus ojos pues Chiapas y Quintana Roo habían muerto...
Ya casi nunca estaba con él. Las pocas veces que tan siquiera podían estar juntos eran en las noches, México, como podía, lograba dormir, los dos demasiado agotados física y mentalmente.
Recuerda entrelazar sus dedos, besar sus nudillos y acariciar el anillo de oro en los dedos del mayor. Recuerda el temor que sentían, en lugar de felicidad, cuando se dieron cuenta de que tendrían un hijo.
El desgaste era horrible.
Recuerda las últimas palabras de México, incluso si no están atadas a ningún rostro.
"Intenta encontrarme cuando ya no está aquí".
Recuerda todo eso, por que es lo que está dispuesto a recordar.
A veces olvida, cuando México sufría de fiebres por la radiación, hambre por su conexión a los habitantes, sus piernas dejando de funcionar adecuadamente por el daño que bombas y parte de le guerra había dado a sus estados.
A veces también sintió la cálida sangre de sus amado derramarse sobre su regazo, la manera en la que su corazón su estrujaba al ver como sus ojos perdían luz, el olor a carne quemada y fierro, su boca reseca y su vista nublándose.
A veces olvida sujetar su cadaver, gritar, llorar, atacar a los que se les acercaron...
Esas partes tan amargas, se difuminan, como sueños al poco rato de haber despertado.
Sujeta el puente de su nariz, alzando sus gafas y tratando de mantener sus lágrimas adentro.
¿Así se sintió Chile al volver a ver a Prusia? ¿Esperanzado?
¿Así se habrá sentido cuando jamás pudo recuperar lo que tenía? ¿Desahuciado?
No sabe si arrepentirse de su deseo de volver a verlo una vez más.
— Pero, son básicamente iguales, los niños. — Dice el español, intentando animarlo. — Sólo que México esta vez es más... feliz.
Tal vez esa frase debería de hacer que se sienta mejor, pero sucede lo contrario. Ahora, es feliz, y, honestamente, no quiere interponerse en eso. Sus últimos recuerdos con México, pese a que están guardados en lo más profundo de su ser, son tristes. Dolorosos.
— No creo que le gusten personas de unos dos mil años tirándole el ligue. — Responde con amargura.
— Dadle una oportunidad, tío. A veces sueña con México.
— ¿Y tú cómo sabes eso? — Pregunta, los celos que creía haber perdido picando sus costillas.
España ríe nervioso, — Eh, no me multeís, que sólo me aseguro que su familia esté bien cuidada por el gobierno... Y es básicamente mi secretaria. — Se explica. La organización lo sigue mirando. — Este capullo es básicamente mi hijo, ¡Calma, que no le haría daño! — El país de ojos verdes alza las manos, el mesero le deja la comida que pidió y un café antes de retirarse.
Pero bien que lo maltrataste... Piensa la organización. Aleja ese pensamiento de su cabeza. Han sido alrededor 2500 años desde ello, pero sigue sintiendo un sabor amargo en su boca.
— ¿Crees que me reconozca? — Pregunta el de cabellos negros, evita la mirada del país y admira a los peces en el estanque.
— A veces sueña con vos, con sus hijos. — Responde España. — Esos días está triste, pues no sabe que de verdad perdió a su familia.
—Espera, Si México está aquí entonces ellos-
El castaño niega. — Venezuela sufrió mucho la perdida de Veracruz... la buscó por todo el mundo.
ONU se queda pensando en eso, da un sorbo a su café y se percata de que está aguado, ¿Habría hecho lo mismo que Venezuela?
Si.
Hubiera echo eso.
Estaba haciendo eso.
Buscando sus ojos, su cabello, su sonrisa. Buscando en multitudes ese rostro tan familiar.
Hecha sus cabellos para atrás y se acaba el café de un trago, quemando su garganta.
— Árreglame una reunión con él.— Pide ONU al europeo. Este lo mira pensativo.
Reconoce la emoción en el rostro del menor, está tenso, es obvio que espera una respuesta positiva... Es sólo que...
— Bien. — ONU sonríe. Y, joder, se ve la felicidad en su rostro, sus ojos brillan, hasta se ve calmado. No quiere darle la condición, Pero...— Pero no debes salir con él... Está enamorado de alguien más. — Confiesa el país, evadiendo toparse con la mirada del otro.
España cierra los ojos con fuerza. Escucha a la organización maldecir y como su respiración se agita. Está llorando. Claro que está llorando.
El country de bandera roja lo entiende a la perfección, cuando volvió a ver al Imperio Azteca, ahora con alguien más, lo sufrió mucho. Ah, espera, no le puede decir eso, se recuerda, lo ocultó de todo el mundo,
— Tío, si no quereís puedo-
— No... Está bien. Está bien. — Responde el americano, tallando sus lágrimas, lo escucha sorber sus mocos y aunque le da un poco de asco se le hace razonable. — Merece ser feliz.— Responde, el de ojos verdes asiente. Onu se para lentamente y le deja unos veinte euros, para el café y la propina.— Igual moriría después que él. De nuevo. — Murmura al alejarse, pero el íberico no escucha esta parte.
●●●●
El adulto de ojos azules coloca un cigarro en sus labios, alza la mirada a un árbol de limones y acaricia la corteza de este.
Grabado, un poco más alto que él, está grabado su nombre junto con el México.
"Por si algún día el mundo se olvida de mi", dijo con orgullo el mexicano al vandalizar el árbol. Es un árbol viejo, el más viejo del mundo, de hecho. Ha sido trasladado de países un total de tres veces, México, Estados Unidos y España como su más reciente hogar.
No fue el único en el que grabaron sus nombres, pero es el único que queda.
Se separa cuando el celular en su bolsillo vibra.
Metsili.
Hey.
1:06
Tengo casa sola.
1:06
Sonríe, honestamente, aunque todos digan mil y un veces que no es la misma persona, sabe que no es así. Es igual, solo que un poco más feliz, relajado... Y con un acento español.
Voy a verte.
1:06
Escribe en respuesta, sintiendo su corazón latir con fuerza. Lo ama. De verdad que lo ama.
Camina a la casa de Metsili, con paso lento pero seguro, un sonrisa suave adornando sus facciones. Camina por calles apedradas, casas coloridas y decenas de plantas en macetas. Por un momento piensa que está en México.
Pero ese hermoso país ahora era tóxico. Las pocas personas que vivían ahí lo hacían en la zona norte, en lo que ahora era terreno de Estados Unidos.
Cuando se encuentra frente a la puerta del chico titubea, ¿De verdad debería de tocar?
México está enamorado de Arge- Manuel, despues de todo. Se lo ha dicho, cuando le habla de filosofía.
Pero igual toca la puerta. "Voy", gritan desde el interior de la casa y espera pacientemente. Pase lo que pase, quiere mantenerse al lado del ser que ama. No volverá a cometer el error de alejarse de él, sin importar cuanto trabajo tenga, él siempre estará ahí para Metsili.
El mexica- no. El español abre, una gran sonrisa coqueta en su rostro, usa sólo un suéter azul claro que no deja mucho a la imaginación, el mayor se siente acalorado y entra a la casa, con un solo movimiento, sus labios adueñándose de los del chico, cierra la puerta tras el y lo guía al sillón en la sala, sus besos llegando a su cuello, siguiendo ese camino hasta su pecho.
El chico suspira y acaricia su espalda, cada toque, si bien apasionado, también es gentil, hace que la estática recorra el cuerpo del diplomático. Metsili siempre le pregunta como demonios hace todo de una manera tan perfecta. Onu solo le sonríe, en lugar de responder su pregunta, sin palabras, le dice que lo ama. Y se pasa toda la noche, demostrándole con caricias y besos al menor que lo amaría sin importar qué, haciéndolo sentirse bien.
Se encuentran en el piso de arriba en estos momentos, el de cabello negro acariciando suavemente el cuerpo de cierto español que está dormido, besa su hombro y lo abraza por la cintura, viendo hacia la ventana.
La luna, grande y azul, ilumina el cuarto y el rostro de Metsili. Se ve hermoso, al menos, al parecer del gringo.
Mira las manos del chico y las entrelaza con las suyas, lo único que le hace saber que este es el presente y no un placentero sueño, o un recuerdo, siendo el echo de que su amado no tiene el anillo que complementaría el suyo. Que, técnicamente, México está muerto.
Y aún así, después de dos mil años y poco, sabe que es el mismo.
Metsili está consiente de que hay algo raro entre ellos, algo especial. Aún sin saber bien qué es, a veces le cuenta de sus sueños, en los que está en una playa con él, corriendo por la orilla. O le habla de un chico alto y extrovertido, con curitas y stickers en su rostro, de un pirómano que salía con un parisino, de un chico amargado con lentes y mommy issues, de una mujer linda enamorada de un hombre grande, de una chica que usaba ropajes de invierno pese al calor asfixiante, de la chica que estaba enamorado de él°
Le habla de un gato que parece frijol, de un caballo con una mancha en forma de G, de camaleones tuertos y cientos de conejos.
Le habla de todo esto, como si sólo fueran sueños.
Y, aunque le duele un poco... bueno, mucho, el más alto escucha pacientemente cada historia, pese a que él ya lo vivió. Le hace preguntas a las que sabe las respuestas, y canta canciones que sabe que adora.
Una vez Metsili le confesó, que sentía una calma increíble cuando estaban juntos, el mayor , le confiesa que lo buscaría y adoraría; "pase lo que pase". Le dijo que ellos dos quedaban juntos como dos piezas de rompecabezas. El chico se sonrojó, y se negó a verle la cara durante todo el día, sin correrlo de su casa y a su vez sin dirigirle la palabra. A veces entrelazando sus manos, hundido en pensamientos.
"Sé de qué hablas" Le dijo en medio de la noche, robándole el cigarro de los labios y poniéndolo en los suyos "Pero creo que no tenemos la misma imagen final, ¿Me entiendes?"
La verdad era que no. Para ONU, Metsili y México no tenían muchas diferencias, todo era superficial y al final solo era un chico que creía ser diferente. Pero asintió.
"Lo siento" Suspiró Metsili. "De verdad lo siento". Onu no lo entendió al inicio. Le tomó unos meses.
Acababa de ser recchazado.
Se encontraron en otra vida, en la que la guerra acabó y ya no hay peligro a la vuelta de la esquina.
En la que podrían estar juntos.
Pero no.
Manuel, como le dicen a la reencarnación de Argentina, le va a pedir al chico que abraza que sean novios.
Y ONU sabe que Metsili, dirá que sí, sin dudar, sin pensar en él.
Quizás sea imposible matar su deseo de estar con México como una parejita feliz, como alguna vez lo fueron, pero acepta con gusto lo que tiene.
Tal vez, en su próxima vida puedan estar juntos, aún si no es así, pase lo que pase, lo buscará, y se asegurará de que sea feliz.
El chico de ojos dorados empieza a despertar. Hablan de otro de sus sueños, memorias, en realidad, parecen ser más comunes desde que el de ojos azules está ahí.
Pero es más una pesadilla.
Así que ONU acaricia los cabellos del humano, hasta que quede dormido.
Y no importa lo que pase, lo sigue amando. Lo seguirá buscando.
••••••••••••
No me maten, woah compensar (?
°CDMX, Puebla, Arizona, Veracruz, Nevada y Chiapas respectivamente.
Alrededor de 2900 palabras OOF
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