Capítulo 5

Lo primero que cruzó por la mente de Yuto fue que ese chico era otro Gamma que le estaba engañando.

El olor que desprendía esa persona era demasiado llamativo, le hacía sentir tantas cosas a la vez, le inundaba de manera tan completa todo su ser que no creyó que fuera real. Nunca había reaccionado de esa manera a nada. Sentía su corazón alterado, su mente llena deseo y su cuerpo lleno de ansias. Sentía que si no hacia nada en ese momento iba a explotar. Intentó tragar saliva, respirar mejor, ignorar ese dulce y tentador olor que se filtraba por su nariz. Pero de nada sirvió, era como si en frente tuviera un festín entero para él solo y él hubiera pasado semanas en el desierto sin comer ni beber nada.

Quería tocarlo. Nunca había tenido tantas ganas de tocar a nadie, pasar sus manos por sus caderas, sus costados, sus piernas, morder su piel, sus labios, dejarle pequeñas marcas por todos lados. Marcarlo como de su propiedad. Quería ver esa blanca y tersa piel llena de chupetones, de sus marcas de dientes, quería ver al chico temblar ante él y reaccionar a sus acciones.

No había forma de que ese fuera un engaño, era demasiado tentador. Demasiado real. Era...

Abrumador.

Se debió de ver claramente todo por lo que estaba pasando a Yuto, pues el chico ensanchó levemente su sonrisa y se acercó un poco más. Como si le gustara el que lo mirada de esa manera, como si quisiera devorarlo entero y no dejar absolutamente nada de él detrás. Desaparecerse en su tacto y en el otro era una idea que se le antojaba tentadora y totalmente deseable. Yuto tuvo que alejarse a fuerzas, intentar poner un poco más de distancia entre los dos. Esto no era oler a un Omega en celo, no era tener un deseo sexual. Esto era tener la tentación en vida pidiéndole con los ojos que hiciera lo que desease.

—Esta todo bien —le dijo el chico omega con una voz suave, buscando tranquilizar a Yuto—, estamos seguros. Ellos no saben que estoy aquí... creen que me fui lejos de ti —sonrió con mucho amor y cariño—, pero no sería capaz de hacer eso, Yuto, no podría abandonarte.

El aludido tuvo la osadía de intentar mirar a otro lado que no fueran los ojos rojos del chico. Pensaba que su lo hacía podría evitar pensar en la lujuria que transmitían. Pero en vez de eso, Yuto se vio a si mismo contemplando el cuerpo del chico y las pocas ropas que traía. Era un camisón de dormir que le quedaba enorme, casi como si fuera un vestido, blanca, como la que tenían en el sótano de los Omegas para cuando ya no les quedaban prendas o se sentían incómodos con todo. No había forma de saber si no tenía algo por debajo de eso o traía alguna especie de ropa interior. Por la suave risa que le dio cuando el de ojos rojos notó que le estaba mirando allí se podría deducir que no. Tampoco traía algún tipo de calzado.

—Está bien si no me extrañaste tanto como yo a ti —dijo el de ojos rojos. Yuto devolvió su mirada hacia arriba y vio al extraño ponerse un poco de cabello detrás de la oreja como símbolo de nerviosismo. Las hebras de cabello se reusaron a quedarse en su sitio y volvieron a su estado natural, pero eso no le evitó que el rey notara las cicatrices en las muñecas. Rojas y resaltantes en su piel. Parecían ser de esposas, de maltratarse las muñecas intentando liberarse. Sus pensamientos lo llevaron levemente al peligro de nuevo, un prisionero—, lo importantes es que estamos juntos ahora.

El olor agradable, placentero y tortuoso del omega le golpeó nuevamente. Algunas cosas lograron conectarse en su afectado cerebro a toda velocidad. El prisionero del sótano. Era él. Yuri le había dado a entender que Yuya era pelirrojo. Este chico era pelirrojo. La camiseta, el olor igual.

Se abofeteó mentalmente. Ese podría ser solo otro Gamma intentando escalar a la cima, con olores falsos he ilusiones. Intentó hacerse el fuerte nuevamente y mostrarse un poco más dominante como era él. El Rey de Heartland.

—No vas a marcarme —ordenó, casi como su gruñera, como si estuviera mostrando sus afilados colmillos a otro lobo que le amenazaba.

Sus palabras no tuvieron el efecto deseado al ver como el presunto "Yuya" le miraba de manera comprensiva. Le sonrió cálidamente y puso una de sus manos en el collar de su sucia camiseta blanca.

—Eso está bien —reveló la parte entre su cuello y el hombro. Dejando ver una marca de Alfa sobre él, reciente. El corazón de Yuto dio un vuelco al notarla y casi no logra respirar de nuevo. Las feromonas del chico de ojos rojos vuelan en el aire, poniendo a este denso y pesado—, adoro la que me hiciste.

Yuto se queda mirándolo intensamente. Y detalla esa marca parte por parte. No puede ignóralo, no puede ignorar el fuerte sentimiento de saber que es que esa marca es suya. Porque lo sabe, marcó a ese omega. Lo marcó en alguna noche, quizá la noche que olvidó, la noche que estuvo con alguien y simplemente no podía recordar. Pero él era un omega, lo podía ver, lo podía oler. Ninguna clase de engaño podría soltar tantas feromonas y excavar tan profundo en su alma como para ponerlo de esa manera.

Cuando sintió los labios de Yuya sobre él en medio de su enredo mental su mente se aclaró. Solo fue unos segundos, pero durante los mismos pudo sentir lo tranquilo que estaba a su lado. La paz que le traía. Yuto pudo encontrar en la cercanía de ese omega casi desnudo y sus labios carnosos una calma que no había tenido en millones de años. Por eso lo dejó durar tanto como lo hizo. Porque sentía, sabía, que estar con el chico era lo correcto. Que ese dulce, esa suavidad, esa sensación era lo que le hacía falta en su vida.

Pero le empujó lejos de él.

Lo empujó con gentileza, como si temiera que se rompiera si lo trataba demasiado fuerte. Por eso mismo, el de ojos rojos solo miraba a Yuto, intrigado pero tranquilo. Como si hubiera cometido un pequeño error y tuviera que remediarlo. El de ojos grises vio como se mordía los labios ligeramente y se quedaba quieto. Era adorable, era demaciado adorable. No tenía idea alguna de quien era el chico en realidad ni tampoco si lo había visto antes. Pero como le gustaba solo mirarlo o tan solo tenerlo cerca. Pero la unica parte racional de su cerebro intentaba parar todo eso. Intentaba tenr respuestas y estaba terriblemente alarmado de ese chico que

—Se supone... —Yuto no podía dejar de mirarlo, simplemente no podía dejar de observarlo—, se supone que yo no alcancé... —clavó la mirada en la marca de Yuya, obligándose a sí mismo a hacerlo—a marcarte...

Hubo una leve pausa. Un silencio prolongado antes de que Yuya envolviera las manos de Yuto en las suyas y hablara con delicadeza, como si susurrara al alma. Su sonrisa se mantuvo en su rostro todo el tiempo. Y sus ojos, perdidos en el amor que sentía, solo podían mirarlo. Yuto no hacia más que calmarse una y otra vez, como si nada, como si todas las señales racionales no le dijeran que debería gritar y alejarse. Que esta persona no debería de estar ni tan cerca ni tocarlo con tanta familiaridad. ¿Quién lo tocaba con tanta familiaridad?

—Fue la mejor noche de mi vida —contó—, querías marcarme una y otra vez. Nunca me había sentido tan amado por nadie, ni siquiera... —se cortó un momento antes de volver a hablar—. Ni siquiera cuando se supone que me tenía que casar con alguien me sentí tan bien como cuando estaba contigo —acarició las manos del rey con mucho cuidado y suavidad—. No quería que se acabara nunca, no quería que nos separaran y tu tampoco —tragó saliva y se mordió los labios ligeramente—. Por eso... Por eso quería volver. Te veías tan devastado cuando... —negó con la cabeza—. Creía que volverme a ver te haría bien —sonrió de nuevo mostrando levemente los dientes—. Decías que verme siempre te alegraba el día, y no nos hemos visto en unos días así que creía que...

—Alto —le detuvo. No como rey, no como máxima autoridad, sino como Yuto. Un Yuto perdido y confundido. Se alejó del tacto de Yuya y negó con la cabeza—, alto, alto... —El de ojos rojos no dijo nada. Se mantuvo estático, conteniendo el repentino miedo que le invadió—. Yo... tú... Yo no recuerdo nada de eso —miró a Yuya de nuevo—. No te recuerdo a ti.

La respuesta del de ojos rojos se demora un poco en llegar, pero cuando llega Yuto esta seguro de que ha roto algo dentro de él.

—Y-Yo... —apretó los puños—Lo siento —cerró los ojos ligeramente—, lo siento si no fui lo suficiente para ti y... —miró a otra parte, lleno de vergüenza y mirando de un lado a otro pensando en que hacer—. P-Puedo mejorar —ofreció—, puedo intentar que estés... orgulloso de haberme marcado y no ser una vergüenza para...

—Basta —dijo en casi en un susurro. Yuya tragó saliva y se quedó estático donde estaba, se obligaba a respirar y a mantener sus lágrimas a raya—. Tú... —Yuto suspiró y cuando volvió a llenar sus fosas nasales volvió a hablar—. ¿Porqué estas... aquí? ¿Con ese olor tan... atrayente?

Yuya esta vez responde más rápido.

—Te extrañaba —no incluyéndolo a él esta vez en sus palabras, como si quisiera hablar con cuidado—, y pensaba que, al verme, bueno —sus mejillas estaban ligeramente rosadas en ese momento, dirigió la mirad aun segundo a otro lado y después la volvió a Yuto—, te gustaría oler mis feromonas —sonrió suavemente, embobado—. Sé que te gustan mucho y...

—¿Qué clase de truco usas? —preguntó Yuto. Yuya negó levemente.

—No usé nada —se balanceó ligeramente de un lado a otro y soltó una sonrisa orgullosa—, sé que no te gusta que las personas se alteren el olor, así que no usé nada.

Yuto respiraba fuertemente, mirándole, pensando.

—Tú... tú eras un...

—No haría nada para desagradarte —le agarró d las mejillas. Yuto se dejó tocar, había calma en sus gestos, sus manos emitían calor y se sentía realmente cómodo. Tragó saliva—. No quisiera que la pasaras mal. Nunca lo he querido, ¿p-porque piensas que yo...?

—No...

—¿He hecho algo mal? —el pequeño pánico que paso por los ojos de Yuya no fue nada disimulado. Yuto le vio temblar ligeramente y alejar sus manos de él. Sitió que su corazón se arrugaba en dolor. No le gustaba verle así. Tenía los ojos en otra parte—Lo siento si yo... Yo no quería que...

Yuto le agarró las manos. No lo supo hasta que tuvo la mirada nuevamente de Yuya sobre él.

—No... no has hecho nada malo —se mordió un poco los labios, indeciso—. Yuya.

El chico pareció responder a ese nombre, no hizo cara extraña ni ningún otro gesto que le indicara que ese no era su nombre.

—Entonces, yo... —el de ojos desvió la mirada hacia otra parte. Como si le costara pensar o encontrar alguna cosa en su cabeza—. ¿Yo no fui suficiente para ti? —preguntó en un susurro tembloroso y lleno de miedo y segundos pensamientos. Yuto lo miraba atento, pero las manos de Yuya se separaron de las suyas suavemente, intentaron ocultar un poco más la marca sobre el cuello y durante unos segundos intentaron que sus ropas le taparan más piel.

—No, quiero decir...

—Lamento si he hecho algo mal o si no soy lo que buscabas, es solo que... —se mordió los labios—. Estaba muy emocionado creí que...

—Yuya —le llamó por nombre y el chico le dirigió sus ojos unos segundos y después volvieron a hundirse en la vergüenza—. Yo no... soy capaz de recordarte —el chico se mordió los labios y pareció temblar aún más—. Pero no es por nada que me hayas hecho —le confesó. Yuto ya estaba en ese momento bastante seguro de unas cuantas cosas. Ese chico en frente suyo si le conocía, o al menos le apreciaba bastante. El modo en el que se comportaba no era el de una persona que desease abusar de él o aprovecharse. De hecho, aun su comportamiento ligeramente extraño y algo nervioso, el de ojos rojos creía que el que Yuto no le recordara era porque él había sido el malo, el que no había hecho nada bien. Y eso, de culparse a sí mismo no es una actitud que tomaría alguien que le quisiera engañar. Sería ilógico—. Alguien, no se quien, me hizo borrar la memoria, te borró a ti.

La expresión de Yuya cambió un poco, se preocupó de inmediato y revisó a Yuto por todo el cuerpo antes de hablar.

—Una posión hecha por alguna bruja —dijo mientras se acercaba a su rey y le examinaba más de cerca—. No te hicieron nada más, ¿verdad? —preguntó unos segundos después—¿Te duele la cabeza? ¿Los brazos? ¿Te sientes bien? —le agarró de un brazo para revisarlo, no había nada que hacer o ver—Esas cosas... esas cosas pueden hacerte daño, no querría que...

—No me pasó nada —le interrumpió. Yuya se volvió a mirarle—. Lo único que pasa es que... soy incapaz de recordarte.

—Eso... —Yuya se veía algo incómodo, avergonzado incluso. Yuto no se imaginaba porque hasta que se pensó un poco mejor por lo que estaba pasando el pobre omega—Eso no es bueno... Hay... hay alguien que quizá no quiere que estemos juntos —le volvió a sostener la mirada al rey y apretó levemente su agarre sobre el brazo—. No quiero que te hagan daño, quizá...

—Yuya —le llamó el de ojos grises—, no me harán más daño si me puedes decir que... quién ha hecho esto. O si me ayudas a recordar.

—Pero... esa persona podría hacerte daño si descubre que estas... conmigo de nuevo —se mordió los labios, lleno de indecisión. Yuto pensó que quizá, por cómo había hablado antes de él, le sería mucho más sencillo hablar de ellos dos.

—Yuya, soy el rey —le afirmó con seguridad—, puedo hacer que él que me hizo olvidarte pague, pero solo si tu me ayudas a recordar —instintivamente, Yuto le acarició el pelo al de ojos rojos, como si intentara tranquilizarlo de esa manera. El omega se quedó callado unos segundos más y Yuto tuvo que agregar —. Yuya, quiero que me ayudes a recordar.

Al final, el de ojos rojos asintió a duras penas mientras agarraba una pequeña parte de sus escasas ropas y jugueteó con ellas mientras hablaba.

—Yo era un mesero del castillo —empezó a narrar—, estoy aquí desde hace unas lunas. Al inicio solo nos veíamos en las cenas porque el resto del día ayudaba en otras partes del castillo —el de ojos grises pudo presenciar entonces uno de los actos más adorables que tendría el placer de presenciar, Yuya se sonrojó ante él fuertemente. No antes, no cuando se rio descaradamente a los ojos de Yuto examinándolo, sino allí, mientras hablaba—. A veces notaba que me mirabas mucho durante las cenas, pero siempre intentaba arreglarme un poco más el traje hasta que, emm —soltó una leve risa de vergüenza—me pusieron a trabajar también con los almuerzos y los desayunos. Y también, amm, después de un tiempo, empezaste a buscarme en las noches, intentabas saludarme cuando me veías en un pasillo ayudando con algo, una noche tu...

—¿La noche de unos días? —preguntó Yuto al ver que el chico se quedaba callado, este negó rotundamente.

—No, no, eso fue mucho después —soltó una leve sonrisa tontorrona, cuando volvió a hablar, sus ojos brillaron como estrellas en el cielo—. Siempre has sido muy respetuoso conmigo y esperaste mucho antes de dar ese paso. Nunca que obligaste a nada, nunca. Todo cambió cuando una noche me besaste en los jardines del palacio. Desde entonces... Desde entonces todo fue a mejor, hiciste que ya no comieras la cena con todos los demás, sino que te la subiese yo a tu cuarto. Yo era tu mesero personal. Así que podíamos pasar algo de tiempo juntos. Eras.. tan feliz —sonrio alegremente—. Desde que llegue al castillo nunca te habia visto tan feliz, creí que... que eso era... trasendental, para ti —la sonrisa decayó, Yuya miró hacia otro lado momentáneamente, apretó los labios y sus ojos de cerraron a la mitad—. Lamento si pensé mal o...

—Yuya —le llamó suavemente. Como si no quisiera partirle o hacerle daño alguno. El de ojos grises se encargó de que los rubíes del omega se volvieran a él, intentando que se olvidara del dolor, de la subita duda y angustia a la que sus pensamientos le estaba llevando. Para el de cabellos rojos y verdes fue como un ancla a tierra, agarró las manos de Yuto y volvió a hablar.

—La noche que ocurrió todo esto... fue como las demás —un sonrojo se posó agresivamente por sus mejillas—. Solo que me pediste permiso para marcarme —dijo en un hijo de voz—. N-No con esas palabras exactamente, solo, ammm... —se puso a dibagar, como si entrara en pánico. Yuto no pudo evitar pensar que se veía adorable. No solía creer que nadie era así, de hecho, llevaba muchos años sin siquiera pensar que nada que fuera "adorable". Tragó saliva disimuladamente—Me pediste que hicieramos el amor —murmuró sonriente, se tocó la marca con suavidad, como si intentara recordar la sensación —. Fue la mejor noche de mi vida hasta ese momento, casi sentía que podría morir allí mismo, a tu lado—su boca se tornó en una mueca—. Pero después... después nos acostamos juntos y... no pasó mucho tiempo hasta que nos interrumpieron —Yuto sintió como las frágiles manos del omega le apretaban más—. Nos separon entonces...

—¿Quiénes? —preguntó Yuto al ver que no parecía estar seguro de como seguir.

—Creo que fueron unos guardias... no sé que pasó contigo, pero afuera habían... —se detuvo momentánieamente y arrugó el puente de la nariz ligeramente—cuatro personas... Solo me volví a ver con una de ellas cuando me llevaron al Sótano. Vino con una bruja —apretó ligeramente los labios—. Quería que me borrara la memoria, pero ella me miró y dijo que no serviría de nada. Me dejaron allí por días, no me dejaron hablar con nadie —restregó suavemente su mejilla contra la palma de Yuto y en sus ojos se alcansó a ver tristeza y añoranza—. Me tenían encarcelado allí para que no pudieras encontrarme, no sé que iban a hacerme —hubo una leve pausa hasta que Yuya volvió a levantar sus ojos y sonreir—. Pero, lo logré —sonrió un poco más—, logré escapar y venir a encontrarte. Yo queria verte, realmente creí que me extrañarías y...

—A mi sí me borraron la memoria —declaró—, no corrí con la suerte de poder recordarte... —Yuya le agarició las manos que le sostenían las mejillas con delicadeza—Incluso llegué a creer las mentiras que me dijeron de ti. Creía que habías sido solo un esclavo gamma que intentó asaltarme.

—Uh, no te permiten tener recuerdos bonitos —hizo un suave puchero que duró unos segundos de silencio. Después, habló en un tono muy bajo, un tono que Yuto creía que se le iba a quedar marcado en cada parte de su alma—. Pero eso ya ha pasado, ya no importa —acercó sus rostros y le dio un suave beso en los labios al rey—. Lo que importa es que estamos de nuevo juntos y no nos separarán de nuevo —Yuto solo podía mirarlo, tan cerca de su rostro que parecía un sueño, una dulce broma del destino. Pero no pudo evitar rodear al de ojos rojos con sus manos, sentir su cuerpo cerca al suyo y hacerse creer que era real. Que no era solo el producto de un perfume falso, de una mezcla hecha con las peores intenciones. Quería embriagarse con el delicioso olor que tenía Yuya, recordarlo para siempre, que ningún otro truco le arrebatara esa sensación. Sus manos estaban en las caderas del de ojos rojos cuando este volvió a hablar, mientras besaba con suavidad el cuello del de ojos grises—Solo seremos tu y yo, Omega y Delta, juntos...

A Yuto le costaron unos buenos 3 segundos para  reaccionar.

—¿Delta?

Yuya solo asintió, sonrió sobre su cuello y se acurrucó más contra su cuerpo. Después, se levantó ligeramente, miró a Yuto al rostro. No había nada en esos ojos rojos que no fuera amor o adoración. No había rechazo o desprecio. Solo buenos sentimientos, solo fijación y cierta lujuria.

Fue solo entonces cuando Yuto se dio cuenta.

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Fue una noche maravillosamente tortuosa para todos los consejeros.

Ninguno fue capaz de estarse tranquilo o siquiera respirar más de dos veces son pensar en que es lo que les depararía el futuro. Era de esperarse por supuesto. Un guardia real, se había acercado a cada una de las habitaciones de los consejeros y les había pedido que en la mañana a primera hora se encontraran con su rey. Sin desayunar ni nada. Por supuesto esto les puso de nervios a todos. Por mucho que quisieran hablar con el rey, el guardia les dijo que solo en la mañana.

Ninguno pegó ojo con facilidad. Ruri estuvo rezando por todos ellos por varias horas hasta quedarse dormida. Incluso se levantó en medio de una oración en la mente, la que no tardó en seguir. Shun solo pudo acompañarla hasta la mitad de sus oraciones hasta que se puso a hacer cualquier otra cosa. Eva estuvo merodeando por el castillo a falta de alguna actividad. Fue la única que se quedó en velo toda la noche tras descubrir que tenían sobre vigiladas todas y cada una de las salidas del castillo. Y finalmente Dennis, que organizó su guardarropa de adelante hacia atrás y de arriba abajo cuatro veces seguidas hasta que se quedó dormido en el sillón, insatisfecho, nervioso y ansioso.

Cuando llegó la hora de enfrentar a lo que fuera que ocurriera con su rey ninguno se sentía listo. Sabían que algo andaba mal, los guardias reales los rodeaban y les hacían sentir como el enemigo. Estaban en frente de la sala del trono y nadie parecía querer o tener la intención de abrirles la puerta. Casi como si estuvieran tan o más temerosos de lo que continuaba.

Shun fue el que se atrevió a abrir la puerta tras un rato de deliberación. De inmediato, el olor contenido de la sala se filtró en su nariz y se quedó congelado. Dennis también se quedó quieto al identificarlo. Eran feromonas. Pero, no cualquier clase, eran feromonas de Delta, fuertes y vibrantes en el aire. Ambos habían tenido la desgracia de encontrarse con algún infante de los pueblos que era un Gamma o Delta, un huérfano y abandonado niño que corría por las calles sin tener idea de lo asqueroso y oloroso que era.

Dennis tragó saliva fuertemente y soltó apenas un murmuro. Su respiración era pesada y temblorosa.

—Le hemos fallado a su majestad, Faust —dijo. Eva se volvió a él agresivamente, como si no pudiera creerlo. Ruri empezó a temblar ligeramente.

—Pasen, el rey los está esperando —Ninguno de ellos se movió, casi todos estaban congelados ante la repentina noticia.

—¡Pasen! —ordenó otro de atrás, con peor ánimo que el primero, e incluso llegó tan lejos como para poner su mano en la espada. La voz era amenazante

La sala estaba como siempre. Iluminada por la fuerte luz del sol mañanero que entraba por las enormes ventanas detrás del trono. La alfombra y las cortinas se habían cambiado hace nada por un tono morado con detalles en dorado. Todo estaba donde debería estar, el trono, hecho de madera de roble y adornado con detalles en oro, estaba en el centro de la sala. Justo al final de la larga alfombra en la que los cuatro consejeros estaban. Encima de una plataforma de mármol impecable, brillante y dos escalones de altura más arriba.

En todo el trono estaba Yuto, por supuesto, su majestad real con las piernas cruzadas, una mano sobre el apoyabrazos del trono y la otra estaba sobre los cabellos de alguien más. Shun palideció al ver esos cabellos rojos y verdes. Estaban siendo acariciados gentilmente y la persona a la que le pertenecían era muy receptiva a los mimos. Todos los consejeros estaban con su vista fija en él. Sus ropas estaban cambiadas, su cuerpo lavado y limpio. Se veía como el ideal de un omega. Hermoso, tranquilo, seguro al lado de su pareja. Intocable para cualquier peligro que se le acercase.

Esa era la prueba de que no iban a vivir por mucho tiempo.

—Ninguno parece sorprendido —observó Yuto. El olor a Delta era aún más fuerte en la habitación. Shun y Dennis lo sintieron, apretaron sus puños, intentando, a toda costa, no hacer un movimiento o reaccionar a lo mal que olía. Yuya, sentado a los pies del rey, estaba dichoso, sonriente y, sobre todo, feliz.

—Mi rey —empezó Eva, dando un paso adelante. El de ojos grises solo descruzó sus piernas y se acercó a susurrarle algo a su acompañante—, su majestad, nosotros solo intentábamos prot...

—Protegerme no es razón para hacerle esto a Yuya—se levantó de su trono. Yuya se quedó quieto, miraba a los consejeros, pero la mayoría del tiempo su mente estaba en otra persona, en otro cuerpo. Yuto afiló su mirada y señalando a su omega—. Lo encerraron en el sótano, lo encadenaron en el único lugar de este castillo que se supone debería ser seguro para él —ninguno se atrevió a decir nada—. Lo dejaron solo por días sin hablar con nadie o ver la luz del sol. Si realmente era algo de lo que me pudiera enterar, me lo hubieran dicho, con él en vez del pobre idiota que cogieron para sacrificar hace unos días. No habrían tenido miedo de lo que yo descubriera a este Omega.

—Mi rey —Shun se atrevió a hablar debido a la pausa que había dado su monarca—, nosotros entendemos que no era la mejor idea de todas, pero, actuamos para usted, queríamos que...

—Yo sé que ustedes me ocultan algo —le interrumpe sin miramientos, negando con la cabeza—, yo siempre he creído que ustedes no harían nada en contra de este reino —arruga la cara ligeramente—. Si van, por cualquier cosa, a tratar de esta manera a un Omega, de esta forma tienen una razón lo suficientemente fuerte para esto. Y quiero saberla —miró directamente a Dennis, como si supiese que este sería el primero en hablar. Shun volvió a alzar la voz.

—Su majestad, nosotros no le ocultamos nada, solo creíamos que era una mala idea que usted cayese por un Gamma y... —empezó. Yuto suspiró, irritado y se agarró el puente de la nariz mientras Shun hablaba sin parar de cosas que no le interesaban.

Yuya, en un intento por calmarle, aunque fuese solo un poco, soltó unas cuantas feromonas al aire. Yuto se volvió a él casi al instante y el de cabellos rojos hizo un esfuerzo por verse lo más bello y sonriente que pudiera. Aunque, claro, a ojos del monarca no había que esforzarse en lo más mínimo.

—Suficiente —gruñó mientras volvió a sentarse. Su mano recayó en la cabeza de Yuya volviendo a mimarle, como si llevase horas sin hacerlo—. Si solo van a seguirme mintiendo, no quiero tenerlos en mi sala de trono por más tiempo. No quiero más de esta farsa—alzó entonces la voz una octava y exclamó: —. ¡Zarc!

Como si saliesen de en medio de las sombras, una docena de guardias reales entraron silenciosamente a la sala del trono. Vestidos todos con su uniforme de batalla campal. Se organizaron en la puerta, bloqueando cualquier salida posible, el capitán de la guardia, vistiendo su armadura brillante, sin casco y con una larga capa morada, entró de ultimo. Hizo una profunda reverencia a su rey y desenvainó su espada. Dos segundos después, los otros doce guardias hicieron lo mismo, todos al mismo tiempo.

—Su majestad, ¿qué puedo hacer por usted? —habló como si no supiera lo que seguiría, como si no hubiese hablando con él poco antes del amanecer, como si solo fuera un llamado matutino.

Todos en el grupo de consejeros estaba aturdido, perdido y miedoso. Dennis sobre todo estaba inquieto, pensativo y mirando en todas direcciones. Ruri, más callada, estaba temblando, los ojos estaban aguados y no podía con ella misma. Shun, son más sudor del que había pasado por su cabeza nunca. Y Eva, la pobre Eva, quieta, pálida, ausente.

—Quiero que te los lleves—sentenció mirando únicamente a Zarc. Los otros guardias empezaron a actuar, algunas quejas aparecieron en el aire—, a partir del día de hoy, no tengo más consejeros reales y esta escoria...

—¡Espere! —interrumpió Dennis con tono desesperado. Yuto frunció los labios, listo para mandarlo a callar—¡Espere, por favor su majestad! ¡Hablaré para usted su majestad!

Toda la sala pareció congelarse un momento. Dennis había osado en hablar, antes de que siquiera le tocaran. Se había adelantado un paso hacia el monarca, quién, al escucharlo, enarcó una ceja. Los otros guardias reales se apresuraron a agarrarlo. Sus otros compañeros parecieron reaccionar mal a lo que decía. En sus ojos estaban el silencioso deseo de callarlo o algo parecido. Hubo un silencio largo, Zarc miraba al rey con muchísima atención esperando por una orden. Yuto pareció pensarlo, pero al final asintió.

–Habla –se sentó nuevamente en su trono y acarició la cabeza de Yuya con cierta calma. Sus ojos fríos y fijos en Dennis, preparado para dar la orden de llevárselo de su vista. El De cabello rizado traga saliva.

—¡Vendido! —gritó Eva, visiblemente furiosa–¡Estás traicionando a su majestad Faust! ¡Sabía que nos harías esto a la primera de cambio maldita alimaña!

—¡No puedes decir nada Dennis! –exigió Shun, intentando inútilmente liberarse de las garras de los guardias–¡Hiciste un juramento ante la corona!

–¡Silencio! –exclamó Zarc amenazando a Eva con su espada–¡Su majestad no les ha pedido hablar!

Yuto solo miraba impacientemente a Dennis, su impaciencia creciendo a cada segundo sin ninguna señal de que acabaría pronto. Bufó sonoramente y Dennis pudo sentir como su oportunidad se deslizaba de sus dedos. Tomó aire, era ahora o nunca.

–Su majestad, nuestro honorable Rey Faust II nos pidió no advertirle a usted de su, eh –se interrumpió, sin estar demasiado seguro de como llamarle a eso, hizo su mejor intento–estatus como Delta, nos pidió protegerle de este secreto hace más de 10 años –eso pareció tener cierto efecto en Yuto, pues ladeó la cabeza, pensativo, y sus caricias a Yuya se detuvieron momentáneamente

«Su majestad el Rey Faust II, al enterarse de que usted era un Delta pensó que si otros se enteraban de ello el orden social se alteraría considerablemente. Podrían incluso existir levantamientos en su contra y llevarlo a un muy mal mandato, quizá incluso podría manchar el nombre de nuestro honorable reino –Yuto arrugó el puente de la nariz, Dennis se aclaró la garganta y se corrigió rápidamente.

«No porque usted tenga nada de malo su majestad, son los prejuicios de los otros reinos los que nos preocupaban y nos siguen preocupando –se arregló el cabello innecesariamente y continuó–. Nuestro honorable Rey Faust II nos pidió jurar ante la corona y al honor de nuestro reino que lo protegeríamos a usted y haríamos que su experiencia no se viera afectada en lo más mínimo –Yuto suspiró–. Q-Queríamos conseguirle un prometido de confianza, que supiera que es lo que ocurriría cuando usted lo marcara y no hubiera complicaciones, pero, como usted se ha enterado –miró a Yuya con una pequeña sonrisa, este último se encogió suavemente y se acercó a la mano de Yuto–. Yuya apareció en su vida antes que todo esto pudiera darse.»

–Entonces cometieron todos esos actos porque mi padre les pidió guardar silencio–habló Yuto de manera desinteresada.

–Bajo juramento de la corona, su majestad –complementó Dennis–. Pero entiendo que no debimos ocultarlo por tantos años de usted, su majestad, debimos hacerle saber todo esto desde el inicio.

–Todo esto, porque mi padre no podía creer que su hijo era un Delta –murmuró Yuto para sí mismo. Yuya levantó su mirada a él y se mordió los labios. Con cierto temor, se levantó de su sitio solamente para besar suavemente la mejilla de su Delta–. Comprendo –El de ojos grises de aguantó su sonrisa–. Agradezco tu sinceridad Dennis.

Los otros consejeros empezaron a gritarle de todo, a insultarle a decirle traidor y toda clase de nombres denigrantes. Dennis, sin embargo, no mostraba el más mínimo arrepentimiento, simplemente suspiró con alivio ante las palabras de su Rey. Y comenzó a pensar meticulosamente en que iba a decirle ahora, cuáles eran las mejores palabras que debería decir para salir vivo de esta situación.

Pero perdió la mirada de su Rey, y de como este se dirigió a su comandante de la Guardia Real.

–Me disculpo por todos los problemas ocasionados, nunca he deseado hacerle daño ni causarle una situación como esta –se explicó mientras Zarc se acercaba a él–. Serviré como pueda a su majestad y como usted desee que reino.

–Me alegra saberlo, Dennis –Yuto tenía un tono neutro, como ese que solía poner en algunas de las reuniones y comidas con otros duques o reyes–. Me alegra saber que al final tu lealtad a tu reino ha sido más fuerte que lo que sea que te haya dicho mi padre. Te has salvado de la muerte por hoguera.

Dennis soltó aire y sonrió con alivio.

–Muchísimas gracias mi rey, me aseguraré de no volverle a fallar ni siquiera en pensamiento, yo... –se agarró el corazón, sintiendo el alivio recorrer sus venas. Sonreía incluso.

–Ahora tendrás una muerte sin tanto dolor.

Zarc no dejó que Dennis dijera una sola palabra, simplemente cortó su cabeza en el momento. La cabeza calló sobre la impecable alfombra y ensució todo de sangre. El cuerpo calló poco después hacia el otro lado. Fue un corte limpió y cuya espada fue guardada poco después de cometer su acto. El de ojos amarillos había hecho esto solo unas pocas veces, no era demasiado común que le pidieran ese tipo de asesinatos, pero su rey lo pedía, y él era lo que su rey pedía.

Los demás en la sala obviamente reaccionaron a todo lo que ocurría a su alrededor. Se les cortó el aliento a cada uno de los antiguos consejeros del Rey Faust II y no podían moverse. Eventualmente, Ruri se calló al suelo y sus ojos se volvieron un mar de lágrimas. Los otros guardias apenas y reaccionaron. Si mucho, su admiración por Zarc creció y su lealtad al Rey se vio justificada. No había traidores en este reino.

–El resto de ustedes morirá mañana en la hoguera–Yuto se volvió a Yuya, quién ya lo estaba observando de vuelta–¿Algo que quieras decirles, Yuya? –el aludido sonrió tímidamente y casi se le escuchó reír tontamente. Negó suavemente y volvió a esperar pacientemente–. Llévenselos de aquí –declaró. Zarc asintió. Los antiguos consejeros eran incapaces de creerlo. Su destino sellado a manos del soberano que juraron proteger por tantos años.

A partir de ese instante, el rey Yuto no prestó ni la más mínima atención a lo que estaba ocurriendo. No, Yuto solo se centró en su querido Omega, quién había esperado pacientemente y no había hecho más que intentar calmarle y recordarle que se tenían el uno al otro. Le acarició suavemente la mejilla y este solo se dejó querer.

–Ya no van a separarnos de nuevo –dijo suavemente, apenas un susurro. Yuya sonrió aún más y le dio un casto beso a Yuto–. Deberíamos ir con Yugo y Yuri, sé que no los has visto en un largo rato.

–Oh, es verdad –murmuró. Yuto le ofreció su brazo y Yuya felizmente lo abrazó, pegándose al otro lo suficiente como para oler su fuerte y delicioso aroma–. Vamos, seguramente deben de estar muy felices de que estemos juntos y de que me hayas encontrado de nuevo –caminaron felices juntos. Solo fue hasta que salieron de la sala del trono que Yuto habló de nuevo.

–Y estarán felices de verte.

Yuya suelta una pequeña risa.

–Sí, seguro estarán felices de verme.

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