『一』

— ¡Mira, Giyuu! —Exclamó la niña ante el paisaje que la colina regalaba.

— ¡Ah, es hermoso! —Expresó con una sonrisa a más no poder.

De pronto Giyuu colocó una flor en el cabello de __.

— Se ve más hermosa en ti.

— __. —Llamó él pelinegro, despertando a la albina con mechas rojas.— __, es hora de prepararnos. Sabito está esperándolos para desayunar.

— Sí, en un momento. —Murmuró somnolienta, tomó la mano de Giyuu mientras esté la guiaba a la mesa.
Una vez logró sentarse, la realidad la golpeó. Levantó la vista encontrándose con la triste sonrisa de Sabito.

¿Cómo había podido olvidarlo?

— ¿Lista para la selección final? —Preguntó con amabilidad.

— Ah.. sí. —Contestó nerviosa.

— Tranquilizate __, eres de las mejores espadachines que he visto junto a Sabito. —Apoyó Giyuu.

La albina se contuvo de decir algún comentario grosero y se dedicó a consumir los alimentos que Urokodaki colocó frente a ellos.

Una vez que estaban listos, __ despidió a su maestro con un abrazó y se dispuso a seguir junto a sus compañeros.

Suspiró.
Hoy era el día en el que todo su entrenamiento daría fruto.

— __ te protegeremos, no estés nerviosa. —Aseguró Sabito. — ¿Verdad, Giyuu?

— Sí. —Sonrió levemente.

La chica sonrió.

»¿Cuánto tiempo llevaba junto a ellos?«