055.
La mano de mi padre seguía sobre la mía, pero ya no tenía ningún rastro de calidez en ella. De repente comienzo a sentirme vacía y sola. La respiración comienza a fallarme alertando considerablemente a Ron.
Ron me sostiene de los hombros al momento en que mencionaba algo, pero mi mente estaba concentrada en las muertes de Theodore y mi padre por lo que no entendía lo que me decía.
Un líquido pasó por mi garganta haciendo que comenzara a tranquilizarme y entonces, cuando volví en mí me he dado cuenta de que Hermione se encontraba temblando mientras quitaba el frasco con el líquido que me había dado para tranquilizarme.
Luego de calmarme he podido oír como la voz de Voldemort resonaba por todas partes. Él decía que dejáramos de pelear y que Harry y yo debíamos de ir al Bosque Prohibido para acabar con todo esto.
—Todo saldrá bien —dijo Hermione atropelladamente en un intento de animarnos—. Vamos al castillo... Si Voldemort ha ido al Bosque Prohibido, tendremos que preparar otro plan...
—¿Qué haremos con él? —preguntó Ron refiriéndose a mi padre.
Un silencio se formó entre nosotros. Ninguno sabía exactamente qué hacer en un momento como este.
—Lo dejaremos aquí —dije intentando que mi voz no se quebrara—. Cuando todo esto termine... vendré a buscarlo...
Harry, Ron y Hermione estuvieron de acuerdo, luego Hermione volvió a meterse en el túnel. Ron la siguió al igual que Harry. Yo he mirado a mi padre una vez más, acerqué mis manos a sus ojos para así cerrarlos y con un susurro le he indicado que ganaría esta batalla para así luego ingresar al túnel.
No debía faltar demasiado para el amanecer, pero el cielo seguía negro; un así, se veían pequeños fardos esparcidos por el césped frente a la fachada principal del castillo.
En el castillo reinaba un silencio nada natural y ya no había destellos de luz, ni estallidos, gritos o alaridos. Las losas del desierto vestíbulo estaban manchadas de sangre.
—¿Dónde están todos? —susurró Hermione.
Ron nos guio hasta el Gran Comedor, donde las mesas de las casas habían desaparecido y la estancia se hallaba abarrotada de gente. Los supervivientes formaban grupos, abrazados unos a otros por los hombros; la señora Pomfrey y algunos ayudantes atendían a los heridos en la tarima.
Habían puesto a los muertos formando una hilera en medio del comedor y entonces he podido ver a Zabini junto al cadáver de Theodore. Sin decirle nada a los muchachos he comenzado a acercarme a él y en cuanto llegué no tardé en abrazarlo.
Zabini comenzó a sollozar nuevamente, mientras mencionaba que esto era su culpa por lo que he comenzado a apoyarle e indicándole que esto que había sucedido no era su culpa.
Si había a alguien a quien culpar... ese era Voldemort.
—Yo haré que esto pare —susurré—. No dejaré que sigamos perdiendo más personas.
—¿Qué piensas hacer?
—Eso mi querido amigo es un secreto.
—¿Cómo te atreves a tener secretos con tu mejor amigo, princesa?
Zabini limpió las lágrimas de su rostro y me miró fingiendo estar ofendido.
—No será un secreto para siempre —dije con una pequeña sonrisa al momento en que comenzaba a buscar a Draco—. ¿Dónde está Draco?
—No lo he visto desde que llegué aquí —dijo y aquello comenzó a preocuparme—. Tranquila. Él debe de estar bien.
—Voy a buscarlo.
Al alejarme de Zabini he podido notar como Ron era abrazado por mis hermanos mientras que Hermione era abrazada por mi padrino y Tonks. He sonreído al verlos con vida para luego acercarme a la puerta del Gran Comedor, donde todavía se encontraba Harry parado.
—Tienes que venir conmigo.
—Yo debo...
—Esto es algo que debes de ver —interrumpió mis palabras al momento en que dejaba ver el pequeño frasco con aquella sustancia que habíamos obtenido de mi padre—. No hay tiempo que perder.
Sin dejarme responder ha sostenido mi muñeca para así arrastrarme por los pasillos; llegando al antiguo despacho de Albus Dumbledore.
✧✧✧
Caí precipitadamente por un espacio soleado y aterricé de pie sobre un suelo que quemaba. Cuando me enderecé, comprobé que me encontraba en un solitario parque infantil. A lo lejos, una enorme chimenea sobresalía entre los edificios perfilados contra el horizonte.
Tres niñas se columpiaban y un niño muy flaco las observaba desde detrás de unos matorrales; el niño, de cabello negro y excesivamente largo, llevaba una ropa que parecía mal combinada a propósito.
—¡No hagas eso, Lily! —gritó una de las niñas.
—¡Hazlo, Lily! —exclamó con emoción la otra niña.
Lily se había soltado del columpio al llegar al punto más alto y voló literalmente por los aires: se impulsó hacia arriba, dando una gran carcajada, y en lugar de caer en el asfalto del parque se elevó como una trapecista y permaneció largo rato suspendida.
—¡Mamá te ha prohibido hacer eso!
—Ya déjala, Petunia —dijo Leah acercándose a la pequeña Lily que ya se encontraba con los pies en el suelo—. ¡Eso ha sido asombroso, Lily! ¿Crees que también pueda hacerlo?
—¡No! —exclamó Petunia, histérica—. ¡Ya les dije que mamá ha prohibido esto!
—¡Pero si no pasa nada! —replicó sin parar de reír Lily—. Mira esto, Tuney. Mira lo que puedo hacer.
Petunia miró alrededor. No había nadie en el parque, tan solo ellas y mi padre, aunque las niñas no lo sabían.
Lily acababa de tomar una flor caída del matorral tras el que se escondía el chico. Petunia se acercó a ella debatiéndose entre la curiosidad y la desaprobación, mientras que Leah se acercó con toda emoción; Lily esperó a que sus hermanas estuvieran lo bastante cerca para ver bien, y entonces les enseñó la palma de la mano. En ella aguantaba la flor, que abría y cerraba los pétalos como una estrambótica ostra con numerosos labios.
—¡Basta! —gritó Petunia.
—Ay. Pero si no te hará nada —dijo Leah con una sonrisa mientras miraba maravillada lo que hacía su hermana—. Yo también quiero aprender a hacer eso.
—Eso no está bien —protestó Petunia, pero había desviado la mirada para ver como la flor descendía y se quedaba flotando a unos centímetros del suelo—. ¿Cómo lo haces? —preguntó sin poder disimular la curiosidad.
—Está muy claro, ¿no?
Mi padre no logró contenerse más y salió de detrás del arbusto. Petunia dio un grito y corrió hacia los columpios. Leah se escondió detrás de su hermana, la cual pese a haberse sobresaltado, se quedó dónde estaba.
—¿Qué es lo que está muy claro? —preguntó Lily.
Él parecía nervioso y emocionado. Miró un momento a Leah y he de imaginar que se lamentaba de su propio aspecto, porque cuando la miró, unas débiles manchas rosadas le colorearon las descarnadas mejillas.
—Sé lo que eres.
—¿Qué quieres decir?
—Eres... una bruja.
—¿Te parece bonito decirle eso a una chica?
Ofendida, Lily sostuvo la mano de su hermana gemela y fueron a reunirse con Petunia.
—¡No! —gritó Snape.
Las hermanas volvieron a mirarlo y nuevamente cuando él ha posado su mirada en la de mi madre ha comenzado a ruborizarse.
—Es verdad, eres una bruja al igual que tu hermana gemela —le dijo Snape a Lily—. Hace tiempo que he estado observándolas. Pero no hay nada malo en eso; mi madre también lo es, y yo soy mago.
La mirada asustadiza de Leah comenzaba a desaparecer poco a poco hasta el punto de dejar ver una mirada emocionante.
—¡Un mago! —chilló mientras se acercaba a Snape—. ¡¿Puedes hacer los mismos trucos que hago yo?!
—Yo te conozco: eres el hijo de los Snape. Viven al final de la calle de la Hilandera, junto al río —les dijo Petunia a sus hermanas, y su tono denotó que la consideraba una dirección muy poco recomendable—. ¿Por qué nos espías?
—No las espiaba —protestó—. Además, a ti no tengo por qué espiarte —añadió con desprecio—. Tú eres muggle.
Petunia lo miró confundida, pero luego ha mirado a sus hermanas con aspereza y dijo:
—¡Nos vamos!
Las gemelas la siguieron sin rechistar. Mi padre se quedó dónde estaba y las vio salir por la verja del parque.
Había notado por completo la desilusión en el rostro de mi padre y he comprendido que debió de llevarle mucho tiempo planear aquel momento, pero todo le había salido mal...
✧✧✧
Dos niños estaban sentados en el suelo con las piernas cruzadas, uno enfrente del otro. Mi madre y padre se miraban fijamente sin decir alguna palabra
—¿De verdad crees que me llegará mi carta a Hogwarts? —preguntó ella rompiendo aquel silencio—. Digo... Petunia dice que mientes porque Hogwarts no existe. Pero es real, ¿verdad?
—Es real para nosotros. Para Lily, pero para Petunia no. Los tres recibiremos la carta.
—¿Seguro?
—Segurísimo —confirmó él, y pese al pelo mal cortado y la extraña ropa que llevaba, rebosaba de confianza en su destino.
—¿Y nos la traerá una lechuza?
—Normalmente llega así. Pero tú eres hija de muggles, de modo que alguien del colegio tendrá que ir a explicárselo a tus padres.
—¿Tiene mucha importancia que uno sea hijo de muggles?
Snape titubeó y sus ojos, codiciosos en la verdosa penumbra, recorrieron el pálido rostro y el cabello rojizo claro de Leah.
—No —respondió—. No tiene ninguna importancia.
—¿Y crees que dirán algo con lo poco que sé? —preguntó con un tono preocupado—. Digo... puedo hacer exactamente lo mismo que Lily, pero todavía no me sale del todo bien.
—Estarás bien. Tienes mucha magia en ti que está por salir —afirmó, y la expresión preocupada de Leah desapareció—. Me di cuenta observándote...
—Severus.
Los labios de mi padre esbozaron una sonrisa cuando ella pronunció su nombre.
—¿Qué sucede?
—Háblame más sobre la magia. Quiero saber todo para así estar preparada para cuando llegue mi carta a Hogwarts.
—Bueno...
Y así mi padre comenzó a contarle a mi madre todo lo que sabía acerca de la magia y de Hogwarts.
✧✧✧
Era de noche. Leah, que llevaba puesta una bata, estaba de pie con los brazos cruzados frente al retrato de la Señora Gorda, junto a la entrada de la torre de Gryffindor.
—Yo en verdad lo lamento —dijo él con un tono de angustia—. No quería llamarte sangre sucia, pero se...
—¿Se te escapó? —alzó una ceja al momento en que soltaba un suspiro—. Lily tenía razón. Eres exactamente igual que todos esos tipos de Slytherin que me han estado molestando desde que llegué a Hogwarts.
—No... Espera, yo no quería...
—¿No querías llamarme sangre sucia? Pero si llamas así a todos los que son como yo, Severus —espetó, molesta—. ¿Sabes? Creo que el único Slytherin que me agrada es Barty Crouch jr. Él es el único que me ha aceptado tal como soy.
Pude notar claramente como el rostro de mi padre se volvía rígido al oírle mencionar aquel nombre, y entonces cuando mi madre pensaba irse, este la sostuvo de la muñeca para impedírselo.
—Déjame remediarlo...
—Ya es tarde, Severus.
El pasillo se disolvió, y la nueva escena tardó un poco en volver a formarse. He tenido la impresión de que volaba a través de figuras y colores cambiantes, hasta que el entorno volvió a plasmarse y me encontraba en lo que sería un bosque.
Mi padre se encontraba conversando con una persona encapuchada, y entonces detrás de ellos apareció mi madre, ya mucho más grande.
—¡Severus! —exclamó, llamando por completo la atención de los dos presentes—. He oído de Lily lo que sucedió con James y sus amigos...
—Debes de irte —dijo él con un tono de aspereza, ocultando el rostro de la persona con la cual anteriormente hablaba—. No hay nada que tengas que hacer en este lugar.
—¿Quién es esta persona? —preguntó la persona detrás de mi padre, quitándose la capucha y al verlo se me ha erizado la piel—. Oh, te reconozco. Una muchacha hija de muggles.
Mi madre lo miró fijamente, sin realizar alguna expresión de inquietud o miedo al tenerlo frente a ella.
—Imaginaba que Severus se encontraba con usted —dijo—. He venido hasta aquí para unirme a ustedes.
—Una hija de muggles queriendo unirse a mí —dijo Voldemort con una risa que me causaba escalofríos—. ¿Estás segura de estar a mi altura?
—Pruébeme.
Leah no tardó en levantar su varita al verlo y aquello hizo reír a Voldemort. Mi padre con la mirada inquieta y asustadizo se había puesto en medio de ambos.
—Ella no hará nada... —dijo—. Permita que se vaya...
—No —dijo firmemente Leah—. No me iré de aquí.
—Apártate, Severus —dijo Voldemort con un tono autoritario y mi padre se apartó poco a poco con la mirada inquieta puesta en mi madre—. Tienes una gran valentía.
—Estoy bastante orgullosa de ello.
Voldemort la miró un momento, entonces sacó su varita al momento en que extendía su mano. Leah lo ha mirado confundida un momento, pero luego acercó su mano derecha; Voldemort sostuvo su muñeca con fuerza al instante en que colocaba la punta de su varita en el brazo de mi madre, y entonces una marca comenzaba a dibujarse en ella.
—Muy bien. Espero que no me decepciones —dijo con un tono neutro—. Ya deberíamos de irnos, ¿no creen?
Mi padre seguía mirando la escena de manera extrañada, pero luego se ha acercado a mi madre y así finalmente desaparecer junto a Voldemort.
✧✧✧
Encorvado y con la cabeza gacha, mi padre se había desplomado en una butaca; Dumbledore, de pie frente a él, lo contemplaba con gesto adusto. Al cabo de unos instantes, mi padre levantó la cara; parecía un hombre que hubiera vivido cien años de desgracias.
—Creía que iba... a protegerla...
—Confiaron en la persona equivocada —afirmó Dumbledore—. Igual que tú, Severus. ¿No suponías que Lord Voldemort le salvaría la vida a Leah Evans? —Mi padre respiraba deprisa, muy agitado—. Pero tu hija y el hijo de Lily han sobrevivido.
—Ojalá... ojalá estuviera yo muerto...
—¿Y de qué serviría eso? —repuso Dumbledore con frialdad—. Si amabas a Leah Evans, si la amabas de verdad, está claro qué camino debiste de tomar.
—¿Qué... qué quiere decir?
—Tú sabes cómo y por qué ha muerto Leah. Asegúrate, pues, de que no haya muerto en vano: ayúdame a proteger a su hija y a su sobrino.
—Yo me encargaré de proteger a mi hija —dijo mirándolo fijamente. Los ojos de mi padre demostraban un gran dolor—. Y con respecto al hijo de Lily... él no necesita protección. El señor Tenebroso se ha ido...
—El señor Tenebroso regresará, y entonces Harry Potter y tu hija correrán un grave peligro. Él irá a por ti porque tienes la marca y encontrará a tu hija.
Hubo una larga pausa, y poco a poco mi padre fue recobrando la compostura y dominando su respiración.
—¿Qué tiene planeado hacer?
—Harry Potter será enviado con la hermana de Lily y Leah —dijo Dumbledore y mi padre lo miró fijamente a la espera de que me mencionara—. Mientras que a tu hija la enviaremos con una familia que se encargará de todo su cuidado. Sería peligroso mantenerlos a ambos juntos.
—¿Qué familia? —preguntó.
—La familia Weasley —dijo Dumbledore y la expresión de mi padre cambió considerablemente—. Ellos se encargarán de su seguridad.
El lugar cambió completamente y ahora nos encontrábamos en la madriguera, donde se encontraban Arthur y Molly Weasley esperando.
Mi padre se acercó a ellos a un paso lento mientras cargaba consigo un pequeño bulto. Él dudó un momento en si entregarme a Molly, pero luego de unos segundos me dejó en brazos de la que sería mi madre a partir de aquel momento.
—Cuidaremos de ella —dijo Molly Weasley con un tono de dulzura mientras me miraba—. Dumbledore nos ha dicho todo.
—¿En verdad no quieres que ella sepa de sus verdaderos padres? —le preguntó Arthur Weasley.
—No. Ella no debe de nunca enterarse quienes son sus verdaderos padres —dijo con aspereza—. No necesita saber que tuvo a dos padres mortífagos.
Mi padre comenzó a alejarse dejándome con los Weasley, y entonces el escenario volvió a cambiar y ahora él se encontraba arrodillado en lo que sería una habitación para un niño o en este caso una niña, aferrándose al libro de mi madre mientras las lágrimas le goteaban de su aguileña nariz.
Sin poder seguir soportando lo que veía, he sacado la cabeza del pensadero y, un instante después, me encontraba tumbada sobre la alfombra, en la misma habitación, mientras que Harry seguía indagando en los últimos recuerdos de mi padre.
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