052.
Al llegar a Hogsmeade nos estaban esperando un grupo de mortífagos por lo que casi fuimos capturados. No obstante, Aberforth, el hermano de Albus Dumbledore, nos había salvado de ellos y ahora nos encontrábamos refugiándonos en la taberna Cabeza de puerco.
En aquel lugar Aberforth nos ha contado la historia de su familia, especialmente de su hermana pequeña llamada Ariana. Oírlo mencionar como había muerto la niña me ha dado una sensación de lástima.
Él nos ha dicho que debíamos de abandonar aquella tarea que dejó Dumbledore y que nos salváramos huyendo de este país, pero nosotros nos hemos negado completamente.
—Necesitamos entrar a Hogwarts —dijo Harry—. Si usted no puede ayudarnos, esperaremos a que amanezca, lo dejaremos en paz y buscaremos la forma de hacerlo nosotros solos. Pero si cabe la posibilidad de que nos ayude... Bueno, ahora sería un buen momento para decirlo.
Aberforth permaneció sentado en su silla, mirándonos con unos ojos que se parecían a los de su hermano. Al final carraspeó, se levantó, rodeó la mesita y se acercó al retrato de Ariana.
—Ya sabes qué tienes que hacer —dijo.
La niña sonrió, se dio la vuelta y echó a andar, pero no como solían hacer los personajes de los retratos, que salían de los lienzos por uno de los lados, sino por una especie de largo túnel pintado detrás de ella.
—Oiga, ¿qué...? —balbuceó Ron quien se encontraba tan confundido como yo al ver que la menuda figura de Ariana se alejaba hasta perderse en la oscuridad.
—Ahora solo existe una forma de entrar —afirmó Aberforth—. Todos los pasadizos secretos están tapados por los dos extremos, hay dementores alrededor de la muralla y patrullas regulares dentro del colegio, según me han informado mis fuentes.
—Pero ¿qué...? —dijo Hermione contemplando el cuadro de Ariana, sorprendida.
Al final del túnel del cuadro había aparecido un puntito blanco; la figura de Ariana regresaba hacia nosotros, haciéndose más y más grande. Pero la acompañaba una figura más alta que ella: un muchacho que caminaba cojeando y parecía muy emocionado.
Las dos figuras siguieron aumentando de tamaño hasta que las cabezas y los hombros ocuparon todo el lienzo. Entonces el cuadro entero rechinó como lo habría hecho una pequeña puerta, y se reveló la entrada de un túnel de verdad.
Neville Longbottom había salido de aquel túnel y al mirarnos no ha podido evitar soltar un grito de alegría.
—¡Sabía que ustedes vendrían!
Sin previo aviso se nos había abalanzado para así abrazarnos fuertemente.
—¿Qué te ha ocurrido, Neville? —preguntó Harry.
—¿Lo dices por mis heridas? —Señaló sus heridas quitándole importancia con un gesto—. ¡Esto no es nada! Seamus está mucho peor que yo, ya lo verás. Bueno, ¿nos vamos? ¡Ah! —dijo volviéndose hacia Aberforth—. Quizá lleguen un par de personas más, Ab.
—¿Un par de personas más? —repitió Aberforth, alarmado—. ¿Qué significa eso, Longbottom? ¡Hay toque de queda y un encantamiento maullido en todo el pueblo!
—Ya lo sé, precisamente por ese motivo se aparecerán en el bar. Envíalos por el pasadizo cuando lleguen, ¿quieres? Muchas gracias.
Neville me tendió una mano para así ayudarme a subir a la repisa de la chimenea y así poder ingresar al túnel.
Y mientras íbamos avanzando por aquel túnel, Neville nos iba contando varias cosas que habían sucedido en Hogwarts en nuestra ausencia.
Una vez hemos llegado al final del pasadizo nos encontramos con una puerta igual que la que había oculta detrás del retrato de Ariana. Neville la abrió y entró, siendo seguido por nosotros.
Comencé a mirar a mi alrededor pudiendo notar varias hamacas multicolores colgadas del techo y de un balcón que discurría por las paredes, forradas de madera oscura, sin ventanas y cubiertas de llamativos tapices. Estos tenían distintos colores de fondo, como el escarlata, con el león dorado de Gryffindor; el amarillo, con el tejón negro de Hufflepuff; y el azul, en el que destacaba el águila broncínea de Ravenclaw.
Lo único que faltaba eran los colores verde y plateado de mi casa Slytherin.
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Hermione, Ron y yo nos hemos infiltrado entre unos alumnos que se dirigían al Gran Comedor. Sin embargo, en el momento en que iba a ingresar a dicho lugar, he sentido como alguien me jalaba del brazo.
Blaise y Theodore me han mirado con una sonrisa antes de abrazarme, lo cual me tomó desprevenida. No obstante, he correspondido a dicho abrazo.
—Te juro que iba a darme un ataque si no te veía pronto —dijo Blaise. Él se separó de mí para así comenzar a mirarme de arriba hacia abajo—. Menos mal que no te han hecho nada.
—Habíamos oído que algunos mortífagos te habían capturado —dijo Theo—. No te han hecho nada, ¿verdad?
—Solo me han llevado a la Mansión Malfoy. Ahí estuve durante unas semanas hasta que Harry apareció.
—Ese detalle no lo sabíamos —dijo Blaise al momento en que me miraba con una sonrisa socarrona—. Así que estuviste unas semanas con Draco.
Blaise me miraba de una manera burlona, lo cual me hizo soltar una risa y una sensación de nostalgia se plantó en mi interior al recordar los momentos que pasamos en Hogwarts antes de que esta batalla comenzara. Los momentos de risas, burlas y enfados que compartimos, Blaise, Theo y Draco.
—Una vez que todo esto haya terminado—dije captando la atención de ambos—. Iremos por mucha cerveza de mantequilla.
Ellos simplemente se limitaron a asentir, y entonces luego de ello comenzamos a ingresar al Gran Comedor. Ahí varios alumnos de las distintas casas se encontraban escuchando algunas palabras que mencionaba la profesora McGonagall.
—¿Dónde está el profesor Snape? —gritó una chica de mi casa.
—El profesor Snape ha ahuecado el ala, como suele decirse —respondió la profesora. Ella me miró un momento con lástima para luego proseguir con sus palabras—. Ya hemos levantado defensas alrededor del castillo, pero, aun así, no podremos resistir mucho si no las reforzamos. Por tanto, me veo obligada a pedirles que salgan deprisa y con calma, y que hagan lo que sus prefectos...
La voz de la profesora fue callada por una voz que resonó en todo el comedor. Era una voz aguda, fría y clara, y parecía provenir de las mismas paredes.
—Sé que todos se están preparando para luchar —dijo la voz ocasionando que algunos gritaran atemorizados—. Pero sus esfuerzos son inútiles; no podrán combatirme. No obstante, no quiero matarlos. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica.
El Gran Comedor se quedó en silencio, un silencio que presionaba los tímpanos, un silencio que parecía demasiado inmenso para que las paredes lo contuvieran.
He mirado a mi alrededor pudiendo notar que Harry se encontraba cerca de la mesa de Gryffindor, posiblemente buscando a sus mejores amigos; los cuales extrañamente no se encontraban aquí.
—Entregarme a Harry Potter y a ____ Snape —dijo la voz de Voldemort— y nadie sufrirá ningún daño. Entregármelos y dejaré el colegio intacto e incluso podrán ser recompensados. Tienen tiempo hasta medianoche.
Una vez la voz desapareció todos han girado sus cabezas en busca de Harry y de mí. Entonces se levantó alguien en la mesa de Slytherin, y al mirarla he reconocido perfectamente a Pansy Parkinson.
—¡Ellos están aquí! ¡Potter y Snape están aquí! —exclamó señalando de un lado a otro de donde se encontraba Harry y yo—. ¡Atrápenlos!
En ese momento los alumnos de Gryffindor se levantaron y se colocaron alrededor de Harry en una forma de protección contra algunos alumnos de Slytherin que intentaron capturar a mi primo. En cambio, a mí me han protegido Theo y Blaise.
—¿Qué creen que hacen, Theo y Blaise? —preguntó confundida.
—Ellos no entregarían a su amiga —dijo una chica a su lado, donde al levantarse he podido reconocer a Astoria—. Yo tampoco la entregaría.
Astoria comenzó a acercarse para así plantarle cara a cualquiera que intentara apresarme.
—Gracias, señorita Parkinson —dijo la profesora McGonagall con voz entrecortada—. Usted será la primera en salir con el señor Filch. Y los restantes de su casa pueden seguirla.
Los alumnos de Slytherin comenzaron a abandonar el Gran Comedor poco a poco.
—Todavía no tengo la mayoría de edad para participar en esto —dijo Astoria mirándome con una sonrisa—. Debo de irme con ellos. Más te vale sobrevivir o deberé de encargarme de Draco.
—Gracias, Astoria —dije con una pequeña sonrisa. Ella volvió a decirme que sobreviviera para luego abandonar el Gran Comedor junto a los demás de Slytherin.
—Nosotros ya tenemos la mayoría de edad —dijo Blaise—. Así que nos quedaremos contigo para respaldarte.
—Esto es algo complicado para mí al tener a mi padre del lado de ya – sabes – quien —dijo Theo—. Pero no puedo abandonar a mi amiga.
—Además Draco nos lanzaría todas las maldiciones posibles si se entera de que te hemos dejado sola —dijo Zabini haciéndome soltar una pequeña risa.
—Deberíamos de ir a otro lugar —dijo Theo.
Los tres comenzamos a abandonar el Gran Comedor, sin embargo, un fuerte mareo me hizo detenerme y aquel malestar que había estado ignorando desde que salimos del Refugio, volvía a mí, pero con más intensidad. La razón de mi malestar la sabía perfectamente, pero la había ignorado para poder detener la situación en la que estábamos viviendo; así podría estar aliviada de saber que el futuro niño o niña que estaba esperando podría vivir en tranquilidad en este mundo.
Tan solo faltaba media hora para medianoche y que Voldemort llegara. Media hora para que la batalla comenzara.
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