038.

Harry se encontraba tirado en el suelo, quejándose dolorosamente mientras miraba a Dumbledore.

—Has perdido anciano —dijo Harry con una voz siniestra.

—Harry... —le llamó Dumbledore—. Harry, lo que importa no son sus parecidos, sino sus diferencias.

—Tú eres el débil...nunca conocerás el amor o la amistad —dijo Harry—. Siento lástima por ti.

Algo en mí me decía que debía de estar en ese momento a su lado por lo que no he dudado en acercarme y en el momento en que sostuve su mano este comenzó a retorcerse del dolor.

Y entonces, frente a nosotros apareció Voldemort.

—Lucius Malfoy ha vuelto a decepcionarme... —dijo Voldemort al momento en que nos miraba—. No pensaba matarte, pero ya he tenido suficientes fallos...

En ese momento las chimeneas del Ministerio se han encendido, dejando ver a varios funcionarios que se han quedado completamente sorprendidos con la situación.

Fudge se ha quedado mirando en nuestra dirección de manera pálida mientras veía como Voldemort desaparecía de nuestra vista.

—Ha vuelto —dijo Fudge con un tono de voz temeroso.

He dejado de ver al ministro para así concentrarme en Harry, el cual se encontraba todavía en el suelo sosteniendo fuertemente mi mano.

✧✧✧

Todo el mundo estaba en los soleados jardines disfrutando de que habían acabado los exámenes mientras que yo me encontraba recordando por todo lo que había tenido que pasar.

Nuevamente había presenciado una muerte y a pesar de que no había sido tan cercana a Sirius he sentido un gran dolor e incluso una culpa debido a que debí de insistirle a Harry de no ir al departamento de misterios.

—Hey... —oí un susurro a mi lado—. ¿Cómo te encuentras?

—¿Cómo crees tú? —pregunté mientras dirigía mi mirada hacia aquellos ojos grisáceos que me miraban con preocupación—. Nuevamente ha muerto alguien y yo... yo pude evitarlo, pero...

—Hey, no digas eso —me dijo al momento en que tomaba mi brazo y me atraía hacia él para así abrazarme—. No ha sido tu culpa.

—Ya no quiero ver más muertes, Draco —le he dicho con la voz temblorosa mientras ocultaba mi rostro en su pecho—. Ya no quiero que alguien más muera...

Draco no dijo nada simplemente se limitó a acariciar mi cabello de manera suave. Aquel abrazo que estábamos compartiendo de alguna manera me hacía sentir tan segura que no quería romperlo por ningún motivo.

—¿Qué crees que estás haciendo?

El oír la voz de Harry ha hecho que me sobresaltara y alejara un poco de Draco de mí.

—¿Qué no estás viendo, Potter? —le preguntó Draco con un tono serio al momento en que sostenía mi cintura con su mano—. Estoy confrontándola.

—¿Cómo puedes estar cerca de él después de lo que sucedió? —me preguntó Harry mirándome con rabia—. ¡Su padre es un mortífago!

—Cierra la boca, Potter —le exigió Draco, furioso—. Vas a pagar muy caro lo que le has hecho a mi padre.

—Mira como tiemblo —respondió Harry con sarcasmo—. Tu padre se merece todo eso y más.

—Te crees muy hombre, Potter —replicó Malfoy, soltándome y avanzando hacia Harry—. Espera y verás. No puedes enviar a mi padre a prisión y...

—Eso es precisamente lo que he hecho —dijo, pero entonces me ha mirado—, lo que hemos hecho —se corrigió.

—Los dementores se han marchado de Azkaban —continuó Draco, ignorando las últimas palabras de Harry—. Mi padre y los demás no tardarán en salir de allí.

—Sí, no me extrañaría. Pero al menos ahora todo el mundo sabe que son unos cerdos.

—Ya es suficiente, Harry —le dije con un tono serio.

—He aceptado lo de tu padre, pero esto no lo pienso aceptar —me dijo mirándome seriamente al momento en que sostenía mi muñeca con fuerza—. No puedes permanecer con él, ____.

—Me estás haciendo daño, Harry —le dije con una expresión de dolor al sentir como este presionaba mi muñeca con fuerza—. Ya suéltame.

—¿No la has oído, Potter? —le preguntó Malfoy—. Suéltala en este momento.

He visto como Draco se disponía a tomar su varita, pero Harry se le había adelantado.

—¿Qué crees que estás haciendo, Potter? —preguntó mi padre mientras se nos acercaba con una expresión seria.

—Intento decidir qué maldición emplear contra Malfoy, señor —contestó Harry con fiereza.

—Guarda inmediatamente esa varita y suelta en este momento a mi hija —le ordenó taladrándole con la mirada.

—Es extraño que la llame hija cuando ha estado ignorándola todo este tiempo —le dijo, sus palabras han hecho que la expresión de mi padre se endureciera—. Deberías de estar decepcionada de tener un padre como él, ____.

—¡Harry! —exclamé.

—Veinte puntos menos para Gryff... —empezó a decir mi padre, pero de un momento se detuvo—. ¡Ah, recuerdo que ya no queda ningún punto que quitar en el reloj de Gryffindor! En ese caso, Potter, tendremos que...

—¿Añadir unos cuantos?

La profesora McGonagall acababa de llegar hasta nosotros mientras se apoyaba con un bastón.

—¡Profesora McGonagall! —exclamó Snape—. ¡Veo que ha salido de San Mungo!

—Sí, Profesor Snape. Estoy como nueva —dijo ella mirándonos fijamente—. Muy bien. Creo que Potter y sus amigos se merecen cincuenta puntos cada uno por alertar al mundo del regreso de Quien-ustedes-saben. ¿Qué opina usted, profesor Snape?

—¿Cómo? —replicó él—. Ah, bueno, supongo que...

—Serán cincuenta para Potter, los dos Weasley, Longbottom y la señorita Granger —enumeró la profesora McGonagall, y una lluvia de rubíes cayó en la parte inferior del reloj de arena de Gryffindor—. También le daremos unos cincuenta puntos a la señorita Lovegood, y por supuesto también le daremos unos cincuenta puntos a la señorita Weasley, aunque ahora debería de llamarla señorita Snape, ¿no? —dijo mirándome con una sonrisa—. Bueno, creo que usted quería quitarle veinte puntos al señor Potter, de modo que... —Unos cuantos rubíes subieron a la parte superior del reloj, pero quedó una cantidad considerable en la inferior—. Bueno, Potter, Malfoy, señorita Snape, creo que con un día tan espléndido como el de hoy deberían estar los tres fuera —continuó la profesora McGonagall con decisión.

Harry no se hizo rogar; guardó su varita mágica en el bolsillo de su túnica y echó a andar junto conmigo hacia las puertas de roble.

—Ya suéltame de una maldita vez, Harry —le exigí seriamente al momento en que cruzábamos una extensión de césped.

—Solo si prometes no ir con ellos —me dijo mirándome con seriedad—. Ellos te causarán daño. Ya sabes lo que son...

—Primero que todo Draco no es un mortífago —le he dicho mientras sobaba mi muñeca cuando este me la ha soltado—. Segundo; ya sabes que mi padre está de lado de Dumbledore.

—Yo no estaría tan seguro de ello.

—A veces eres tan testarudo.

—¿Dónde vas? —preguntó en el momento en que veía como comenzaba a alejarme—. No vayas con ellos...

—Iré a mi habitación para arreglar mi maleta, Harry —le he dicho con un tono serio. En verdad me estaba enfadando su actitud.

He caminado sin mirar atrás hasta mi sala común, pero antes de llegar a ella he sentido como alguien me sostenía del brazo y por un momento he creído que se trataba de Harry. Sin embargo, quien me ha sostenido del brazo había sido Draco.

—Finalmente el imbécil de Potter te ha dejado sola —dijo mirándome fijamente—. En verdad quiero darle su merecido por lo que ha hecho... lo odio completamente...

—¿Qué piensas de mí? —pregunté—. Yo estuve en ese lugar y también es por mi causa que tu padre esté en Azkaban.

Draco me ha mirado por un momento sin decir nada y he notado en su mirada un deje de inquietud e incluso preocupación.

—Aunque lo intentara no podría odiarte —me dijo al momento en que llevaba una mano a su cabello y lo alborotaba—. He intentado odiarte durante todo este tiempo, pero mis sentimientos me han traicionado...

—¿Qué quieres decir?

—Maldición... —dijo frustrado mientras volvía a mirarme fijamente con aquellos ojos que tanto me hipnotizaban—. Me gustas. Me gustas, ____ y por esa razón no podría odiarte.

Por un momento me he sorprendido y me mantuve ahí mirándolo sin decir o hacer algo, lo cual ocasionó que Draco me mirara un tanto incómodo y decepcionado.

—Draco...

—Lo sé. Sé que esto suena estúpido —dijo—, pero no puedo evitar todo esto que estoy sintiendo —Draco ha soltado un suspiro afligido al momento en que iba a volver a hablar, pero antes de que lo hiciera lo he atraído hacia mí para así unir nuestros labios en un cálido y sentimental beso—. ¿Qué significa esto? —preguntó una vez nos hemos ligeramente separado.

—Qué te calles y me beses —le exigí mientras volvía a unir mis labios con los suyos. Esta vez aquel beso iba subiendo de intensidad y cada vez que sentía las manos de Draco acariciar mi espalda me hacía estremecer.

—Alto ahí con esas hormonas —dijo una voz que hizo que nos separáramos de golpe—. Mejor espérense a estar en un lugar más privado.

—Cierra la boca, Zabini —le espetó Draco, molesto porque hemos sido interrumpidos.

—Solamente he evitado que mis ojos no vírgenes vieran algo que no debería —dijo con una sonrisa socarrona—. Oh, Theo, escucha lo que acabo de presenciar.

Theodore Nott había llegado mientras leía un libro.

—No seas chismoso, Blaise —le dije, frunciendo el ceño.

—No frunzas el ceño que se te formarán arrugas y así mi gran amigo Draco no te querrá —dijo con burla—. Estos dos estaban bien calenturientos en medio del pasillo, Theo.

Mis mejillas han comenzado a enrojecer de la vergüenza cuando ha dicho eso.

—Creí que tardarían más en darse cuenta de lo que sentían —dijo Theo al momento en que me miraba y en ello he realizado una mueca al recordar que su padre se encontraba en Azkaban—. No voy a culparte si eso es lo que estás pensando. Lo que sucedió con mi padre no es culpa tuya, ____.

—Gracias, Theo.

—Será mejor que comencemos a arreglar nuestras cosas para regresar a casa —dijo Theo.

—Oh, sí, es una lástima que ustedes dos deberán de esperar hasta el comienzo del siguiente año para hacer sus cochinadas —dijo Zabini—. A menos que lo hagan en el tren...

—¡Zabini! —exclamé mientras le daba un golpe—. Cierra esa maldita boca o te la haré callar de por vida.

Blaise me miró un tanto atemorizado al momento en que comenzaba a alejarse con Theo a nuestra sala común.

—A veces me pregunto cómo llegué a ser su amigo —soltó un suspiro Draco para luego mirarme—. Vamos nosotros también debemos arreglar nuestras cosas.

—¿Qué crees que suceda en nuestro siguiente año? —pregunté.

—Sinceramente no lo sé —respondió.

Draco ha sostenido mi mano para así comenzar a dirigirnos a nuestra sala común y mientras nos dirigíamos hacia allí no he podido dejar de pensar en lo que sucedería en nuestro siguiente año.

Esperaba sinceramente que nada malo llegara a sucedernos.

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