037.
Nos encontrábamos en una sala de techo elevadísimo, como el de una iglesia, donde no había más que hileras de altísimas estanterías llenas de pequeñas y polvorientas esferas de cristal.
Estas brillaban débilmente, bañadas por la luz de unos candelabros dispuestos a intervalos a lo largo de las estanterías. Las llamas de las velas eran azules.
Avanzamos con lentitud por aquellos largos pasillos de estanterías, cuyos extremos quedaban casi completamente a oscuras.
Había unas diminutas y amarillentas etiquetas pegadas bajo cada una de las esferas de cristal que reposaban en los estantes. Algunas despedían un extraño resplandor acuoso; otras estaban tan apagadas como una bombilla fundida.
Harry nos guiaba por el pasillo noventa y siete, pero con cada paso que avanzábamos no lográbamos ver ningún rastro que indicara que Sirius se encontraba aquí.
—Harry... —susurró Hermione en el momento en que llegamos al final de la estantería, donde había otro candelabro—...me parece que Sirius no está aquí.
Todos nos manteníamos callados, pero entonces Ron dijo:
—¿Has visto esto, Harry? Lleva tu nombre.
Harry se acercó con interés a la pequeña esfera que señalaba Ron, la cual relucía con una débil luz interior, aunque estaba cubierta de polvo y parecía que nadie la hubiera tocado en años.
—Creo que no deberías tocarla, Harry —opinó Hermione al ver que Harry estiraba un brazo.
—¿Por qué no? —repuso él—. Tiene algo que ver conmigo, ¿no?
—No lo hagas, Harry —dijo de pronto Neville.
—Lleva mi nombre —insistió Harry.
Harry sostuvo aquella esfera por lo que todos comenzamos a colocarnos a su alrededor de manera curiosa.
—Muy bien, Potter. Ahora date la vuelta, muy despacio, y dame eso —dijo una voz que arrastraba las palabras a nuestras espaldas.
Nos rodearon unas siluetas negras salidas de la nada, que nos cerraron el paso a nuestra derecha e izquierda; varios pares de ojos brillaban detrás de las rendijas de unas máscaras, y una docena de varitas encendidas nos apuntaban directamente al corazón.
Un nudo en mi estómago comenzó a producirse al reconocer al padre de Draco.
—Dame eso, Potter —repitió la voz de Lucius Malfoy, que había estirado un brazo con la palma de la mano hacia arriba—. Dame eso.
—¿Dónde está Sirius? —preguntó Harry.
Varios mortífagos rieron.
—¡El señor Tenebroso nunca se equivoca! —dijo una áspera voz de mujer que surgió de entre las oscuras figuras.
—No, nunca —comentó Malfoy con voz queda—. Y ahora, entrégame la profecía, Potter.
—¡Quiero saber dónde está Sirius!
—"¡Quiero saber dónde está Sirius!" —se burló la mujer que se encontraba a mi izquierda. Ella y el resto de los mortífagos habían comenzado a acercarse.
—Sé que lo han capturado —afirmó Harry—. Está aquí. Sé que está aquí.
—El bebé se ha despertado asustado y ha confundido el sueño con la realidad —dijo la mujer imitando la voz de un niño pequeño.
—Dame la profecía inmediatamente, o empezaremos a usar las varitas —dijo Lucius Malfoy.
—Adelante —lo retó Harry.
En cuanto Harry alzó su varita lo hemos imitado rápidamente. El nudo que sentía en mi estómago cada vez me apretaba más ante la situación en la que nos encontrábamos.
—¿Vamos a tener que aplicarte nuestros métodos de persuasión? —preguntó la mujer dando un paso hacia adelante, y se quitó la máscara. Azkaban había dejado su huella en el rostro de Bellatrix Lestrange, demacrado y marchito como una calavera, aunque lo avivaba un resplandor fanático y febril—. Atrapen a la más pequeña. Que vea como torturamos a su amiguita.
Todos nos hemos colocado a un lado de Ginny en forma de protección.
—Si quiere atacar a alguno de nosotros tendrá que romper esto. No creo que su amo se ponga muy contento si la ve regresar sin ella, ¿no? —le dijo Harry—. Por cierto... ¿Para qué la quiere Voldemort?
Varios mortífagos soltaron débiles bufidos.
—¿Te atreves a pronunciar su nombre? —susurró Bellatrix.
—Sí —contestó Harry—. Sí, no tengo ningún problema en decir Vol...
—¡Cierra la boca! —le ordenó Bellatrix—. Cómo te atreves a pronunciar su nombre con tus indignos labios, cómo te atreves a mancillarlo con tu lengua de sangre mestiza, cómo te atreves...
—¿Sabía usted que Voldemort también es de sangre mestiza? —pregunté captando completamente su atención—. Su madre era bruja, pero su padre era muggle. ¿Acaso les ha contado que es un sangre limpia?
—¡Desma...!
—¡No! —exclamó Malfoy desviando el ataque que Bellatrix iba a lanzarme haciendo que este diera contra un estante, a un palmo hacia la izquierda donde me encontraba, y varias esferas de cristal se rompieron—. ¡A ella no! ¡No la ataques!
Bellatrix maldecía mirando a Malfoy, pero luego fijó sus ojos en mí y ha comenzado a reír como una desquiciada.
—Eres tú... —dijo sin dejar de reír mientras me miraba haciendo que el nudo en mi estómago se apretujara cada vez más—. La hija de esa traidora sangre sucia de Evans... Debería deshacerme de ti... debería hacerlo y así...
—¡No! ¡Ya te he dicho que a ella no! —le repetía Lucius, furioso porque Bellatrix no tomaba en cuenta sus palabras.
—Es la hija de esa traidora... Es la hija de esa asquerosa sangre sucia...
—¡No se atreva a insultar a mi madre! —exclamé furiosa mientras alzaba mi varita hacia ella, pero antes de que pudiera hacer algo he sido detenida por Harry.
Bellatrix estaba segada con atacarme por lo que Lucius Malfoy intentaba detenerla y ante aquello nos hemos mirado entre sí para luego alzar nuestras varitas.
Todos gritamos Reducto haciendo que nuestros ataques dieran contra las estanterías que teníamos enfrente; la enorme estructura se tambaleó al tiempo que estallaban cientos de esferas de cristal.
Harry tomó mi mano para así comenzar a correr y entonces un mortífago arremetió contra nosotros en medio de la nube de polvo por lo que le he dado un fuerte codazo en la enmascarada cara.
En un punto, no muy alejado de nosotros, se encontraba una puerta entreabierta por lo que corrimos disparados hacia ella y esperamos a que nuestros compañeros también la cruzaran antes de cerrarla.
✧✧✧
Lucius Malfoy se encontraba frente a Harry exigiéndole que le entregara la profecía, mientras que a mí me sostenía un mortífago corpulento por la espalda.
—Se acabó la carrera, Potter —dijo Lucius Malfoy arrastrando las palabras—. Ahora sé bueno y entrégame la profecía.
—¡Deje... deje marchar a los demás y se la daré! —exclamó Harry, desesperado.
Unos cuantos mortífagos rieron y el que me mantenía capturada ha intensificado su agarre.
—No estás en situación de negociar, Potter —replicó Malfoy.
—¿Qué te parece si le damos un buen motivo? —preguntó Bellatrix acercándose hasta donde me encontraba—. ¿Cuánto crees que tarde en derrumbarse?
—No lo hagas, Bellatrix —le exigió Malfoy seriamente.
—No la mataré. Solamente le haré experimentar el mismo dolor por el que pasó su asquerosa madre —dijo sonriéndome con malicia—... A menos que Potter quiera entregarnos la profecía.
—¡No se la des, Harry! —le grité mientras intentaba zafarme del agarre de aquel mortífago—. ¡Ni se te ocurra dársela!
Oí la risa de Bellatrix al momento en que levantaba su varita hacia mí.
—¡Crucio!
He soltado un grito y encogí mis piernas hacia mi pecho, de modo que el mortífago que me sujetaba ha tenido que mantenerme en el aire unos instantes. Luego este me ha soltado bruscamente por lo que comencé a retorcerme y chillar de dolor en el suelo.
—¡Basta! ¡Basta! —oí gritar a Harry de manera desesperada.
Bellatrix dejó de lanzarme la maldición Cruciatus por lo que dejé de gritar y me mantuve tumbada en el suelo, intentando mantenerme fuerte a pesar de que algunas lágrimas comenzaban a recorrer por mis mejillas.
—¡Esto ha sido solo un aperitivo! —exclamó Bellatrix al tiempo en que levantaba de nuevo su varita—. ¡Crucio!
Nuevamente un espantoso dolor comenzó a recorrerme el cuerpo por lo que volví a gritar y a retorcerme en el suelo.
Este dolor era el más horrible que haya vivido y quería que se detuviera.
—¡Detente, Bellatrix! —oí gritar a Malfoy—. ¡Ya es suficiente!
La tortura que me estaba impartiendo Bellatrix se ha detenido y mientras me encontraba llorando en el suelo he podido ver cómo Harry le extendía la profecía a Malfoy.
Pero entonces, de repente, aparecieron cinco personas corriendo en la sala: Sirius, Lupin, Moody, Tonks y Kingsley.
Lupin y Tonks alzaron sus varitas para así lanzarles a los dos mortífagos que se encontraban a mi lado un hechizo aturdidor, los cuales rápidamente se alejaron para esquivarlo.
Ellos comenzaron un duelo del cual esperaba que Lupin y Tonks salieran triunfantes.
—¡Harry, sujeta bien la profecía, ve con ____ y corran! —gritó Sirius quien iba a ayudar a Lupin y Tonks.
He visto como Harry esquivaba como podía los hechizos que estaban en el aire mientras se acercaba hasta donde me encontraba tumbada.
—¿Puedes mantenerte en pie? —me preguntó, pero al momento en que intenté levantarme mis piernas temblaron y volví a caer—. Coloca un brazo alrededor de mis hombros...
He obedecido, y entonces Harry me alzó por un momento para que así pudiera levantarme.
—¡La profecía! ¡Dame la profecía, Potter! —gruñó la voz de Malfoy.
El padre de Draco nos había lanzado un hechizo por lo que Harry se lanzó al suelo junto conmigo para impedirlo, pero entonces la profecía se le ha resbalado de la mano y caído al suelo, rompiéndose.
Ambos nos hemos quedado horrorizados por lo que acababa de pasar, y hemos visto que una figura de un blanco nacarado con ojos inmensos se elevaba flotando. Aquella figura movía la boca, pero con la cantidad de golpes, gritos y aullidos que se producían a nuestro alrededor, no hemos podido oír ni una sola palabra de lo que decía.
Finalmente, la figura dejó de hablar y se disolvió en el aire.
—Harry...
—¡No importa! —exclamó al momento en que volvía a colocarse de pie y me ayuda—. Debemos de salir de aquí.
Pero antes de que pudiéramos irnos hemos visto como Sirius era lanzado lejos por un hechizo de Bellatrix. He visto la expresión de miedo y sorpresa de Sirius mientras atravesaba aquel arco que se encontraba en la sala.
Entonces cuando oí el grito de triunfo de Bellatrix Lestrange he comprendido que eso no era nada bueno.
—¡Sirius! —gritó Harry—. ¡Sirius!
—¡No, Harry! —exclamé intentando sostenerlo con las pocas fuerzas que me quedaban—. ¡No vayas! ¡No lo hagas...!
—¡Debemos ir a buscarlo, debemos de ayudarlo, solo ha caído al otro lado del arco!
—Es demasiado tarde, Harry...
Harry se mantuvo quieto mientras miraba con los ojos llenos de lágrimas por donde había desaparecido su padrino.
Lupin ha llegado con nosotros en ese mismo instante y ha comenzado a apartarnos de aquella situación.
—Vamos..., vamos a buscar a los demás —dijo Remus con un tono de voz adolorido, pero entonces en el momento en que íbamos reunirnos con los demás hemos podido ver como Bellatrix empezaba a huir—. ¡No, Harry!
Harry se había zafado de mi agarre para así comenzar a perseguir a la responsable de la muerte de Sirius. Por mi parte me he quedado junto a Remus, el cual no dejaba de tener una expresión de dolor debido a que había perdido a su amigo.
—Entregadme a la muchacha —oímos la voz de Malfoy detrás de nosotros—. Al menos ella debe de ir con nuestro señor... Al menos una de las cosas que quiere mi señor... así podrá perdonarme...
Podíamos oír la desesperación en las palabras de Lucius Malfoy.
—Para ello deberás de matarme —le dijo seriamente—, yo nunca entregaría a mi ahijada.
Sus palabras me han sorprendido tanto que he dejado de ver a Lucius Malfoy.
—¿Yo soy...?
—La idea no era que te enterarás de esta forma, pero Severus ya me ha hecho esperar demasiado —dijo al momento en que le lanzaba un hechizo a Malfoy para alejarlo—. Debes de alejarte. Ve con los demás, yo pronto estaré con ustedes.
Remus Lupin y Lucius Malfoy habían comenzado una batalla por lo que hice caso a las palabras que me ha dicho mí, ahora, padrino y he ido hasta donde se encontraban los demás.
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