Los flashes siempre fueron amigos de Jimin desde los 10 años. Al ser hijo de uno de los Cantantes más importantes del siglo pasado fue uno de los principales motivos.

Al principio le encantaba, estar frente a las cámaras y ver su bonito rostro por todos lados era algo satisfactorio para él.

Las marcas lo llamaban y uno de sus más grandes sueños se cumplió cuando la marca Dior lo contrato como embajador global. Se sintió tan satisfecho cuando vio que las acciones de la marca subían sólo con anunciarlo.

El mundo del modelaje era cruel y despiadado. Al igual que emocionante y hermoso. Estar casi una década y media le estaba cobrando factura y se sentía agotado.

Aunque era difícil, después de hablar con sus padres y su representante decidio tomarse un largo descanso. Nadie pausaria su carrera en pleno auge, pero él, ya no sentía esa emoción por modelar.

–¿Por qué no vas con Namjoon? –le sugirió su Padre Omega.

Luego de pensarlo por tanto tiempo, decidió irse, con su mejor amigo, Kim Taehyung. Quizás luego de disfrutar de la naturaleza, pueda volver y reinventarse. O quizás, dejar de lado los reflectores y los desfiles.

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Los lugares fríos eran sus favoritos debido a su naturaleza. Amaba lo blanco de la nieve, aunque con ello llegará los recuerdos de una masacre.

Las pesadillas también llegaban con la nevada y aunque habían pasado varios años, aún no era capaz de superarlo, se sentía vulnerable.

Los rayos del sol hicieron acto de presencia a través de la montaña y un sentimiento extraño embargo su corazón.

El murmullo del viento frío le hizo saber que su vida daría un cambio drástico.

Sin prestar atención a esas voces, volvió a su hogar, totalmente alejado de la manada y cerca del río.

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El Yoonmin en su forma animal.