Capítulo XXIV: La llegada de un pequeño intruso
Sobra decir que al inicio, el viaje a Roma estuvo un poco tenso por lo que acababa de acontecer con Maddison. En el camino, tanto Sherlock y yo como Watson y Mary, íbamos discutiendo la posibilidad de mejorar algunos aspectos de seguridad en el futuro. A mitad del camino, al ambiente se relajó en medio de una discusión sobre qué lugares de Roma visitar, si íbamos primero al Coliseo, al Castillo de Sant'Angelo o al Arco de Constantino.
-Yo opino que vayamos primero al Coliseo, jamás ha ido a Roma y es lo que más deseo conocer. –dijo Mary emocionada, sosteniéndose del brazo de Watson.
-Querida, entonces debes conocer muchos lugares más. –le contestó él, con una sonrisa.
-Y vaya que hay muchos lugares por visitar. –sonrió Sherlock- Está El Castillo y El Puente de Sant'Angelo, El Arco de Constantino, La Basílica de San Pedro, El Panteón de Roma, el Foro Romano, la Plaza Navona, el Monte Palatino, la Plaza del Pópolo, El Circo Máximo, Janículo...
-La Fontana di Trevi, La Capilla Sixtina, la Plaza de San Pedro, El Monumento a Víctor Manuel II, las Termas de Caracalla, la Bocca de la Veritá, la Fuente de los Cuatro Ríos, La Columna y El Mercado de Trajano, el Monte Aventino, los Foros Imperiales... –continué hablando yo y Watson y Mary nos observaron atónitos.
-Esperen, esperen. Mejor cuando lleguemos ustedes serán nuestros guías de turistas. –dijo Watson riendo.
-Pues, solo si nos pagas. –reí, recargándome en el hombro Holmes, que me abrazó.
Mary rió. –¿Cómo es que saben tanto de Roma? ¿Ya habían venido alguna vez? –nos preguntó.
-Bueno, yo vine varias veces con mis padres cuando era niña. –me encogí de hombros.
-Y yo también llegué a venir con mis padres y mis hermanos en varias ocasiones. Recuerdo que una vez Mycroft y yo estábamos asustados porque Enola, nuestra hermana menor, se había perdido cerca de la Fuente de Neptuno. –nos dijo Sherlock riendo- Y la verdad, estábamos más preocupados por el regaño de nuestros padres que por dónde se encontraba Enola.
-Oh, ¡Dios mío, Holmes! ¿Y si la encontraron? –preguntó Watson.
-Elemental, querido amigo. No había ido tan lejos. La encontramos cerca de Las Catacumbas de Calixto, un poco más al norte. –dijo Holmes, recordando con una sonrisa- Esa niña siempre fue muy traviesa. –exclamó divertido y yo solo sonreí de lado.
-Vaya, ahora que lo mencionas, no tengo el gusto de conocer a mi cuñada, ¿ahora dónde está? –le pregunté a Sherlock que me observó con una sonrisa.
-Ella se encuentra ahora en Boston, es arquitecta y tiene una empresa constructora. –comentó con orgullo y yo lo miré sorprendida al igual que Mary y Watson- Es una mujer ocupada, por eso fue que no pudo ir a nuestra boda, amor. –me comentó de lo más tranquilo.
-No, no pasa nada. –le dije con simpleza, restándole importancia al asunto- De hecho, me intriga tu hermana. Es una mujer empoderada que ha sabido valerse en medio de un mundo que trata de ser dominado por el sexo masculino. Me agrada. –comenté haciendo una mueca, como quien está pensando algo.
-Se llevarían bien, es igual que tú, __________: Idealista y valiente. –me dijo Sherlock sonriendo- Podrían hacer mucho juntas. –exclamó para luego entrelazar su mano con la mía.
-Serían un grupo de amigas sensacionales, ¿no Mary? Tú también quedas perfecto con ellas. –comentó Watson, animando a su esposa.
-Bueno, puede ser. –dijo ella, un tanto apenada.
Estoy segura que sí. –comenté con entusiasmo. No había tenido la oportunidad de conocer a Enola Holmes, y estaba segura que nos llevaríamos de maravilla- ¿Crees que puedas preguntarle si puede venir a Londres? –le pregunté de nuevo a Sherlock.
-Pues, de hecho planea venir cuando nosotros regresemos a Londres de estas pequeñas vacaciones. Quería venir para pasar el año nuevo, pero le dije que ya teníamos planes. –dijo Sherlock con tranquilidad.
-Perfecto, entonces será como una reunión familiar. –sonreí.
-Oigan... –nos llamó Watson y al instante, los tres le prestamos atención- ¿Este viaje cuenta como una doble luna de miel?
-Pues, si lo quieres ver así, sí. –contesté sonriente y los cuatro empezamos a reír.
Desde la ventana y a lo lejos, pudimos divisar Las Murallas Aurelianas, que era lo primero que se veía a llegar a la capital italiana, al fin habíamos llegado.
***
Lo primero que hicimos la descender del tren fue tomar un carruaje que nos llevara hasta la casa de Mycroft a las afueras de la ciudad. Luego de unos minutos, habíamos llegado.
Mientras más nos acercábamos, un intenso aroma a pasto y tierra mojada se empezó a sentir. Curiosamente, en Roma hacía menos frío que en Londres, pero de cualquier forma, se necesitaba estar abrigado. Asomé mi cabeza por la ventana del carruaje y la vista era hermosa, ya casi estaba por ponerse el sol y algunas aves ya estaban regresando a los innumerables árboles que rodeaban la casa. Cuando el carruaje se estacionó frente a la entrada, logré ver una bonita fuente tallada en piedra con forma de un par de sirenas que sostenían cuencos de agua. Todo el lugar tenía aires antiguos y eso me encantaba. Al entrar a la casa, mi asombro fue más grande. Quizá era hasta cuatro veces más grande que la casa que compartía con Sherlock y no me quería imaginar cuántas habitaciones podría tener.
Sobra decir que se mantenía en un perfecto estado a pesar del tiempo que conservaba y sus decoraciones eran hermosas. Las paredes se parecían a las de la casa de Mycroft en París, ya que el papel tapiz era el mismo, además de que cada pared tenía detalles hechos a mano con pintura dorada y bordes de madera. Había cuadros colgados hasta donde la vista alcanzaba y del techo, colgaban bellos candelabros dorados con cristales que, al ser iluminados con la luz, reflejaban bellos colores.
Al caminar por la casa para ir a nuestras habitaciones, Sherlock tomó su maleta, yo la mía y con su mano libre, sostuvo la mía entrelazándola. Caminábamos siendo seguidos por Watson y Mary. Al subir las escaleras, hubo un cuadro que llamó mucho mi atención. Era un ramo de tulipanes dentro de un jarrón. Los colores eran vivos y permanecían intactos a pesar del paso del tiempo; el nivel de detalle y delicadeza en la pintura era asombroso y cuando pasamos al lado de dicho cuadro, me detuve para observarlo con mejor atención. Sherlock me observó curioso y sonrió al verme admirar la pintura.
-Me costó mucho terminar ese cuadro. –me dijo mientras soltaba su maleta, dejándola en el piso y llevaba sus manos detrás de su espalda.
Lo observé pestañeando varias veces. –¿Tú lo pintaste, Sherlock? Le pregunté asombrada.
-Así es, lo hice cuando tenía 7 años. –sonrió con melancolía- De hecho, lo pinté luego de que una vez mis hermanos y yo saliéramos a jugar a un campo que estaba cerca de aquí, en el abundaban los tulipanes y, en ese momento que parecieron tan lindos que, quise inmortalizarlos en algún lado. ¿Te gusta?
-¿Qué si me gusta? Mi amor, es una de las pinturas más bellas que he visto. –sonreí.
-Es tuya entonces, te la regalo. –me dijo mientras tomaba el cuadro de la pared y me lo entregaba, para después darme un beso en los labios.
Correspondí el beso al instante, pero me sentía algo extraña. ¿Cómo me estaba dando esto así como así? Al separarnos, lo observé extrañada. –¿Por qué?
-¿Por qué, qué?
-¿Por qué me das este cuadro solo así? No comprendo. –le dije, levantando mis hombros.
-Porque si te gusta, es para ti. Cuando lo pinté, solo fue porque en ese momento las flores me parecieron hermosas, ahora, si te lo estoy regalando es porque encontré algo más bello que esas flores y también porque sé, que amas los tulipanes. –me dijo volviendo a tomar mi mano, volviendo a subir las escaleras y como pude, me puse la pintura debajo del brazo y también tomé mi maleta.
-Muchas gracias. –sonreí sintiéndome ruborizada y Sherlock me miró con ternura.
-Te mereces todo lo bueno del mundo, ________. Eres lo mejor de mi vida y tal como lo dije en los votos del día de nuestra boda, siempre voy a hacer todo porque seas feliz. –me dijo cuando estuvimos en el segundo nivel de la casa y volvió a besarme pero de una forma muy dulce.
-¿Por qué no eres así? –preguntó Mary a Watson en tono divertido, dándole un codazo.
-¡Holmes! ¿Ves lo que provocas? ¿No puedes enseñarme unos trucos románticos? –le preguntó en broma a Holmes, mirándonos desde unos escalones más abajo y haciendo que ambos sonriéramos sobre nuestros labios.
Sherlock se separó un poco de mí y, contestándole de la misma forma, se dirigió a Watson. –Consíguete los tuyos, amigo. –exclamó riendo, abriendo la puerta de la habitación que ambos compartiríamos al mismo tiempo que Watson y Mary también llegaban a la suya.
***
Los días habían pasado de maravilla y en medio de las actividades que habíamos hecho, también habíamos visitado ya varios lugares de la bella Roma. Algunos de los que Sherlock y yo habíamos mencionado con anterioridad, como El Castillo y El Puente de Sant'Angelo, El Panteón de Roma, el Monte Palatino, La Basílica de San Pedro, el Foro Romano, la Plaza Navona, , la Plaza del Pópolo, La Fontana di Trevi, La Capilla Sixtina, la Plaza de San Pedro, El Monumento a Víctor Manuel II, las Termas de Caracalla, la Bocca de la Veritá, la Fuente de los Cuatro Ríos, La Columna, El Mercado de Trajano y por supuesto, El gran Coliseo; lugares donde habíamos disfrutado entre los cuatro pero en algunas ocasiones, Mary se iba solo con Watson y yo solo con Sherlock.
Holmes y yo ya teníamos nuestro lugar favorito hasta ahora y ese era La Fontana di Trevi, una bella fuente situada en el cruce de tres calles, marcando el punto del Acqua Vergine, uno de los antiguos que suministraban agua a Roma. Nos encantaba la historia que la rodeaba y la belleza de la que era poseedora. Incluso, en varias ocasiones, algunas otras personas que también eran turistas, se acercaban a Sherlock y a mí al escucharnos hablar sobre la fuente y terminábamos contando lo que sabíamos acerca de ella.
Un día de esos, Sherlock y no nos encontrábamos sentados en la fuente, esperando a que Mary y Watson regresaran de comprar algunas cosas para el día de campo que teníamos planeado.
-¿Crees que traigan las uvas que les encargué? –le pregunté a Sherlock que me observó ladeando su cabeza.
-Pues, yo espero que sí, porque vamos a ir a Campidoglio y la ciudad queda muy lejos como para volver. –me comentó riendo y yo hice lo mismo.
De pronto, sentí unas ligeras náuseas y un leve mareo, lo que me provocó sostenerme del brazo de Sherlock, tratando de conservar el equilibrio.
-¿_____________? ¿Estás bien? –me preguntó Holmes en un tono de preocupación, tomándome por el hombro.
Sí, solo, necesito un momento. –le dije negando con la cabeza, parándome de la fuente y agachándome un poco para lograr tomar un poco de agua con las manos y mojarme la cara- No sé... No sé qué me pasó.
En ese momento, Mary y Watson llegaron y Sherlock se dirigió al último.
-Watson, ___________ presentó algunas molestias justo antes de que llegaran. ¿Crees que pudieras revisarla o será mejor que cancelemos el día de campo? –preguntó preocupado.
Watson miró a Sherlock por un momento y luego, dirigió su vista a mí. –¿Qué sentiste, Brooke? –me preguntó llevando una de sus manos a su barbilla y Mary miraba atenta junto con Sherlock.
-Pues, me mareé y sentí ganas de vomitar. Pero, seguro fue porque no he comido nada. Yo... –Watson me interrumpió.
-Perdón por lo que voy a preguntarte pero, ¿cuándo fue tu último periodo? Ah, qué extraño es preguntar esto fuera del consultorio. –dijo en un tono divertido, alzando las cejas y Sherlock y Mary hicieron una mueca con su rostro que daba a entender que querían reírse.
-Ammmm, pues creo que... Creo que... –comencé a hacer cuentas con los dedos de la mano y levanté la vista frunciendo el ceño, observando a mi esposo y a mis amigos- Creo que tengo un retraso. –dije, pasando saliva y llevé un mechón de mi cabello detrás de mí oreja, observando a Sherlock que se había sonrojado.
-Ya veo, ya veo... –exclamó Watson divertido- Quizá deban prepararse para la llegada de un pequeño Holmes o una pequeña Brooke. –comentó divertido, tomando la mano de Mary que nos observaba con una ceja alzada y una sonrisa divertida.
-¿Tú crees que yo...? –le pregunté a Watson y Sherlock se acercó de nuevo a mí, sentándose a mi lado.
-Puede ser. –comentó Holmes entrelazando su mano con la mía.
-Bueno, creo que las cuentas coinciden desde la última vez que pues, sucedió. Fue cuando la odiosa de Maddison te secuestro, ¿recuerdas? –le pregunté riendo y él hizo lo mismo.
-Prefiero no recordar esa parte, solo lo que vino después de eso. –dijo Holmes con un tono lleno de picardía, acercándose a mis labios, dando un pequeño beso en ellos.
Watson y Mary sonrieron mientras nos miraban. –Y eso que nosotros nos casamos primero, amor. Ellos ya se nos adelantaron con eso de la familia. –le dijo Watson a Mary, haciéndonos reír a todos.
-Creo que tus bromas han mejorado, querido Watson. –le comenté divertida y Sherlock me ayudó a levantarme de la fuente.
-Digo lo mismo. –respondió Holmes, empezando a caminar conmigo- Bueno, hay una enorme posibilidad de que vaya a ser padre, pero ¿podemos hacer nuestro día de campo? ___________no ha comido nada desde hace horas y creo que ahora, va a necesitar cuidarse más que entes. –exclamó suspirando, depositando un beso en mi mejilla.
Mary y Watson volvieron a reír, caminando hasta llegar a nosotros. –Vamos entonces. –comentó Watson tomando a Mary de la mano y con la otra, la comida que habían comprado.
-Necesitamos asegurarnos bien. Cuando volvamos Londres, por favor amor, que Watson de examine bien. –me dijo Sherlock, llevando mi mano hasta su boca, dejando un tierno beso en ella.
-Claro que sí, no te preocupes. –sonreí, acariciando su mejilla y él cerró los ojos en respuesta a mi tacto para después volver a caminar junto a Mary y Watson.
***
Buenas noches, lectores hermosos. ¿Qué les parece? Puede que Sherlock y Brooke se conviertan en padres jajajaja. :3 ¿Qué piensan de ver a Sherlock en su versión paternal? ¿Creen que sería un buen padre? Bueno, lo descubriremos juntos. X3
Espero les haya gustado este capítulo, yo disfrute mucho escribiéndolo. Recuerden que los amo 3,000 y nos estamos leyendo pronto. Abrazooooo. :3
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