Capítulo XIV: El viaje a París (Parte 1)
-¡¿Qué vamos a viajar a dónde?! –preguntó Watson casi escupiendo el sorbo que le había dado a su vaso de vino.
Sherlock y yo nos miramos y luego, volvimos la vista a Watson. Nos encontrábamos en la sala de la casa de Sherlock. Apenas habíamos vuelto de ir a revisar la escena de Sir Blackwood.
-¿Por qué te pones así? –le preguntó Holmes- Mira, puedes llevar a Mary si es lo que te preocupa, mientras trabajamos en el caso pueden ir a pasear a las románticas calles de París. –Sherlock le guiño un ojo a Watson y este último peinó su bigote con su dedo.
-Me tientas, me tientas... -musitó y yo reí por lo bajo- ¡Hagámoslo! –exclamó y una carcajada se escapó de mis labios.
-Será como una luna de miel preliminar, Watson. –le dije al hombre con una sonrisa que él correspondió- Solo que con un poco de drama por el trabajo.
-Está muy bien. En todo caso, debo de ir por Mary para avisarle que haremos un pequeño viaje. ¿Cuándo nos vamos? –preguntó sonriente.
-Esta noche. –dije simple mientras Sherlock y yo subíamos las escaleras para ir a nuestras respectivas habitaciones y empacar algo de ropa. No sabíamos a ciencia cierta cuánto tiempo estaríamos fuera.
-¡¿Qué?! –preguntó alterado Watson.
-¿Quieres calmarte? –reí.
-Claro, ¿cómo me calmo? Tengo que ir a decirle a mi esposa que haga sus maletas rápido porque esta noche salimos a un inesperado viaje a París porque tenemos que ir a atrapar a un asesino con la promesa de que tal vez podamos pasar unos días como mini luna de miel. –comenzó a alegar Watson son un tono desesperado en su voz. Yo lo miré pestañeando un par de veces cuando al fin estuvimos en la planta alta de la casa.
-Bueno, pues que la idea no es que sea una luna de miel, Watson, eso era solo una sugerencia. –dijo Holmes- Y en verdad, tienes que calmarte. No le hables así a _________, si queremos que vayas con nosotros es porque te necesitamos y eres parte del equipo y si te decimos que lleves a Mary es para que ella no se sienta sola. Quiero decir, se acaba de casar y no estaría bien que se separara de su esposo tan pronto y por un tiempo que sabemos que es incierto. Nadie sabe cuánto durará este caso ni cuánto tiempo estaremos allá ni si vamos a tener que trasladarnos a otro lado. Relájate un poco, ¿quieres? –terminó de hablar Sherlock mientras me tomaba de la cintura y nos dirigíamos a nuestras habitaciones, dejando a Watson atónito en la sala. Yo estaba sorprendida por la reacción de Sherlock.
Entramos a mi habitación para empezar a acomodar mis cosas y empacarlas, mientras lo hacíamos, nos quedamos callados un momento, hasta que yo decidí romper el silencio.
-Sherlock... –lo llamé.
-Dime.
-¿Desde cuándo te volviste tan compresivo? –le pregunté sentándome en el piso y él me imitó, mirándome con extrañeza.
-¿A qué te refieres? –me respondió en pregunta.
-Y dices que yo soy la que siempre te responde con preguntas. –reí y él hizo una mueca de sonrisa para contener su risa- Me refiero a que bueno, tú antes no eras así, y habló con respecto a lo que acaba de pasar con Watson allá abajo. Te preocupaste por mí y hasta por Mary cuando sé bien que antes no la soportabas. Algo cambió dentro de ti, ¿qué es Sherlock? –le pregunté acercándome un poco más a él pero sin levantarme del piso.
-Antes de contestarte, ¿te molesta que haya cambiado? –me preguntó con un tono de preocupación.
-Claro que no, al contrario, me alegra porque, es evidente que fue un cambio para bien. –sonreí acariciando su rostro.
-Bueno, ahora que sé eso, debo decirte que ese cambio en mí es gracias a ti, _________. En todo este tiempo que has estado a mi lado, creo que me he convertido en una mejor versión de mí, tú me haces ver las cosas de una forma distinta, menos gris. –sonrió con melancolía- Y bueno, me encantaría que puedas seguir ayudándome a ser la persona en la que deseo convertirme.
Escucharle decir esas palabras, me llenaron de ternura el corazón. El frío y duro Sherlock Holmes mostraba su faceta más dulce ante mí.
-Sherlock. –le llamé y él me observó con atención- Escucharte decir esto es de las mejores cosas que me han pasado. Adoro ser esa influencia positiva para ti y créeme que mientras yo te ayudo a crecer, tú me ayudas a mí. Es recíproco. –sonreí pasando mis dedos por los finos rizos que caían sobre su frente- Me ayudas a comprender que en mí, aún está esa pequeña esperanza de mantener viva la ilusión de amar a alguien, de amarte a ti.
-Es recíproco entonces. –me dijo dándome un beso en la punta de la nariz
-De verdad, que son adorables juntos, no puedo esperar para hacer mi labor de padrino en su boda. –habló Watson desde la puerta, que jugaba con su sombrero.
-¿Qué haces ahí, Watson? –le pregunté alejándome un poco de Sherlock para poderlo observar mejor.
-A decir verdad, esperando a que dejaran de hablar para pedirles disculpas a ambos. –miró al piso apenado- Es cierto lo que dices, Sherlock, no estaría bien que me fuera tan repentinamente y dejara a Mary aquí cuando tenemos tan poco de habernos casado, además, puede ser divertido. –hizo una media sonrisa y levantó la mirada viéndonos a ambos- ________, –me llamó- discúlpame por haberte hablado así hace un momento y también discúlpame tú, Holmes, por haberles contestado de la forma en que lo hice. –Sherlock y yo sonreímos.
Holmes se levantó del piso, ayudándome a mí a hacer lo mismo, luego se acercó a Watson y le dio un suave abrazo junto con un apretón de manos. –Hey, no pasa nada, ¿de acuerdo? –Watson asintió con media sonrisa.
-Seguro, no te preocupes. –le dije con tranquilidad quitándole el sombrero de las manos y colocándoselo en la cabeza- Ahora ve a buscar a tu esposa, hagan sus maletas y nos vemos en la estación de tren de Waterloo a las 8:00 en punto. Ya tenemos los boletos listos. –le dije señalando la cama de la habitación donde había cuatro boletos de tren.
-Solo una duda antes de irme. –nos comentó Watson.
-Adelante. –le dije alentándolo a hablar.
-¿Cuándo planearon todo esto? –preguntó con curiosidad cruzando los brazos.
-Hace un par de horas, cuando veníamos de revisar lo sucedido con Sir Blackwood. –le contesté y Watson buscó expectante la mirada de Sherlock y solo obtuvo una mirada que le indicó confirmación de su parte.
-En verdad que son tal para cual. –dijo pasando su mano por su cabello- En fin, nos vemos en Waterloo en unas horas. –dijo despidiéndose y salió de la habitación.
Una vez que se fue, dirigí mi vista a Sherlock que seguía viendo la puerta por donde acaba de irse Watson hace unos instantes. –¿Seguimos ahora con tu maleta? –le pregunté tocando su hombro y rápido si giró para encontrar sus ojos con los míos.
-Claro. –musitó tranquilo y luego de terminar de acomodar mi maleta, fuimos a su habitación para hacer la suya.
***
Eran las 7:45 de la noche cuando Holmes y yo nos encontrábamos esperando a Watson y Mary en la estación de Waterloo. Como no los veíamos venir por ningún lado, decidimos sentarnos un momento en un banco que estaba cerca.
Conversábamos de varias cosas para matar el tiempo, incluso tocamos el tema de a dónde nos gustaría ir de luna de miel una vez que nos casáramos. Hubo un momento en que se sintió una ventisca muy fría que venía con gran velocidad, ocasionando que la ligera boina que Sherlock llevaba en su cabeza, saliera volando. Ya había entrado el invierno y el clima era más gélido con vientos de mayor fuerza.
No pude evitar soltar una carcajada antes de salir corriendo detrás de la boina que estuvo a punto de caerse a las vías del tren, de no haber sido porque chocó contra un par de lustrosos zapatos color café. Cuando levanté la vista para ver quién era, me encontré con la imagen de Watson, que venía junto con Mary. Las manos de ambos estaban entrelazadas y cada uno, sostenía su maleta con la otra mano. Al instante, Watson soltó su maleta y se agachó para recoger la boina de Holmes, quién venía ya acercándose a nosotros.
-Gracias, Watson. –le agradecí tomando la boina de sus manos. Acto seguido, se la entregué a Holmes y él la tomó para ponérsela no sin antes, darme las gracias. Las sonrisas invadían la boca de todos.
-No hay de qué, Brooke. –dijo Watson de lo más tranquilo- Vimos la escena de lejos y cuando notamos que saliste corriendo tras la boina, no pudimos evitar reír. –comentó con cierta gracia y vi que Mary cubrió su boca tratando de ocultar su risa.
-Oh vamos, ríanse. Todas sabemos que fue gracioso. ¿No es así Holmes? –pregunté volteando a ver a Sherlock mientras colocaba mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón. El viento hacía mover nuestras ropas con rudeza.
-Claro, fue divertido. –contestó Holmes sonriendo mientras terminaba de acomodarse su boina- Por cierto, buenas noches, Mary. –la saludo y está última correspondió a su saludo con una amplia sonrisa.
-Buenas noches, Sherlock, ________. –comentó inclinando su cabeza un poco a la derecha.
-Bueno, ya faltan cinco minutos para las ocho, no deben tardar en llamarnos para abordar el tren, será mejor que nos vayamos acercando. –comentó Holmes mientras tomaba su maleta y la mía del piso- Brooke, ¿tienes los boletos a la mano? –me preguntó.
-Seguro, aquí están. –le dije mostrándoselos y procedí a entregarles a cada uno el suyo, resguardando uno para mí-
Una vez que eso quedó listo, Watson también tomó su maleta y la Mary para adelantarse con Holmes y llevar las cosas al abordaje de equipaje, dejándonos a Mary y a mí un poco atrás.
-¿Watson te dijo a qué vamos a París? –le pregunté mientras caminábamos acercándonos al abordaje del tren.
-Pues, me comentó que es debido al caso en el cual están trabajando. –se encogió de hombros- Pero creo que puede ser buena idea que vaya, quizá pueda distraerme un poco en lo que ustedes trabajan. –yo asentí en respuesta a lo que dijo.
-Ya veo, pero ¿sabes Mary? La idea también es que si logramos tener un poco de tiempo libre, puedas estar con Watson a solas. –sonreí.
-Eso también suena bien. –exclamó emocionada una vez que llegamos al abordaje del tren. Tomó las orillas de su vestido y los levantó para poder subir a este, luego que ella entrara lo hice yo no sin antes entregar nuestros boletos de pasaje. Sherlock y Watson ya nos esperaban adentro.
Llegamos a nuestro cubículo que era para cuatro personas, un amplio, acogedor y lujoso espacio, con asientos forrados de terciopelo bastante cómodos y una mesa de mármol al centro. Holmes y Watson se encontraban sentados frente a frente, aguardando un espacio para nosotras a su lado. Mary se sentó junto a Watson y yo, junto a Sherlock, quienes habían pedido algunas botellas de vino y ya se encontraban bebiendo de sus copas.
-¿Empezaron sin nosotras, eh? –le pregunté a Sherlock mientras me servía un poco de vino en mi copa.
-Lo siento, _______. Es que nos trajeron las botellas y no pudimos negarnos. –dijo riendo y yo hice lo mismo- Además, ya no deben de tardar en traer la cena.
-¿Cena? –preguntaron Watson y Mary al unísono, esta última también se estaba sirviendo algo de vino y yo asentí luego de mirar a Holmes de una forma cómplice y este me sonriera ampliamente.
-Así es. –hablé recargándome en el respaldo- Como ustedes saben, vamos a este viaje por cuestión de trabajo, de un caso que tenemos que resolver, pero queremos que sea lo más ameno posible desde el trayecto, así que, quisimos consentirlos y consentirnos un poco. –sonreí al mismo tiempo que miraba a Sherlock y este chocaba su copa de vino la mía.
Watson y Mary se miraron sorprendidos pero al instante, se dispusieron a disfrutar del momento. Minutos después, un mesero llegó con nuestra cena, un plato con un asado que se veía delicioso, acompañado de verduras y una apetitosa guarnición. Sin más, los cuatro chocamos nuestras copas de vino y nos dispusimos a disfrutar de nuestra cena.
***
Luego de cuatro horas de trayecto y ya con los platos de la cena vacíos, Watson habló.
Solo tengo una duda, ¿dónde nos quedaremos una vez que lleguemos a París? –preguntó acomodándose un poco en el amplio asiento, ya que Mary se había quedado dormida sobre sus piernas.
-Mi hermano Mycroft nos recibirá en su hogar. –contestó Sherlock haciendo un movimiento con su brazo para abrazarme, ya que me encontraba recargada sobre su hombro.
-¿El dueño de las tierras donde quieres hacer cordero a las brasas? –volvió a preguntar Watson con sorna mientras abría la ventana del tren, ya que tanto él como Holmes, habían encendido sus pipas.
-Así es. –respondió Sherlock de la misma forma, soltando un poco de humo y yo hablé aún recargada sobre su hombro.
-¿Cordero a las brasas? –pregunté extrañada y Sherlock me miró por encima de su brazo.
-Es sobre una pequeña conversación que tuvimos cuando estuvimos en la cárcel. –rio algo apenado- Un viaje que queremos organizar Watson y yo para nosotros cuatro.
-Ya veo. –sonreí- Sería buena idea.
-Claro que lo es. –asintió Sherlock.
-Oigan, miren, veo la Torre Eiffel. –dijo Watson mirando por la ventana- Ya estamos por llegar. –dijo y Sherlock y yo asentimos.
-Claro, Londres no está tan lejos de París. Era solo cuestión de un par de horas. –comenté.
-Cuatro horas, para ser exactos. –dijo Holmes con tranquilidad.
Unos minutos más tarde, estábamos arribando en la estación Gare d'Austerlitz, en París. Era media noche cuando arribamos a la capital francesa. Watson se encargó de despertar a Mary y una vez que salimos del tren con nuestras cosas, en la estación ya nos estaba esperando un mayordomo de Mycroft. Él sostenía una hoja de papel con el nombre de Sherlock, el cual dejó de levantar al aire cuando nos acercamos a él.
-Buenas noches, Simone. –dijo Sherlock saludando al hombre que portaba un elegante traje negro con un moño en el cuello.
-Buenas noches, Señor Holmes. Su hermano ya los espera en la mansión. –dijo simple el hombre que pintaba para tener ya tal vez más de cincuenta años.
Entre Holmes, Simone y Watson, subieron nuestras maletas al carruaje donde Simone nos llevaría directo a la casa de Mycroft.
***
Unos minutos más tarde arribamos en el hogar del hermano mayor de Sherlock. Me llevé una gran sorpresa al ver el lugar, literalmente, era una mansión.
Salimos del carruaje que se estaciono frente a la elegante construcción justo detrás de una fuente con ángeles esculpidos en piedra. Alrededor había unos amplios y bellos jardines y luego de que Simone nos dijera que él se encargaba de bajar las maletas del carruaje, Sherlock nos indicó que lo siguiéramos para adentrarnos a la enorme y lujosa casa.
Nunca había visto al hermano de Sherlock, nunca en todo el tiempo que tenía de conocerlo, literalmente solo sabía que existía. Sherlock comenzó a guiarnos por toda la casa, hasta que llegamos a unas grandes escaleras que llevaban a piso de arriba. Me sorprendía que Sherlock supiera por dónde moverse.
-¿Cómo sabes a dónde dirigirte? –le pregunté a Sherlock intrigada caminado a su lado y Watson y Mary nos seguían a poca distancia.
-Oh. –rio bajito- Es que yo vivía aquí. –comentó tranquilo y yo levanté las cejas con asombro- Bueno, vivíamos- Cuando mis padres aún vivían y Mycroft y yo éramos pequeños. Luego de que papá y mamá murieran y nos dejaran nuestra parte de la herencia, yo me mudé a Londres y Mycroft se quedó aquí. De hecho, legalmente, la mitad de esta casa es mía y tengo todo el derecho de vivir aquí, pero no quiero nada de esta excentricidad ni lujo. Simplemente no es para mí, por eso es que se la cedí toda a mi hermano. –me dijo con simpleza y yo solo me limité a asentir y tomarlo de la mano.
-Eso es lo que adoro de ti. –le dije afianzando el agarre de nuestras manos mientras caminábamos por el amplio pasillo con piso encerado, paredes cubiertas de un fino y elegante papel tapiz de diseños refinados de las cuales, colgaban infinidad de cuadros y pinturas que debían valer una fortuna.
-Lo sé. –dijo levantando mi mano y depositó un beso en ella.
Caminamos un poco más por el enorme pasillo que parecía interminable y nos detuvimos frente a una de las puertas de las habitaciones.
-Mi hermano no ha cambiado nada de esta casa desde que me fui, esta sigue siendo su habitación. –dijo Holmes dirigiéndose a mí, Mary y Watson.
Justo cuando iba a llamar a la puerta, esta se abrió de la nada, dejando ver a un hombre alto, de bastante corpulencia de tal vez unos cuarenta años. Sostenía una copa de champagne en su mano, la otra la tenía sobre su cadera. Se sorprendió al vernos, pero nosotros fuimos los que nos llevamos más sorpresa, pues ¡el hombre estaba total y completamente desnudo!
Sherlock, al igual que Watson, tenían una cara de sorpresa en el rostro, sus ojos completamente abiertos al igual que su boca y sus cejas levantadas por el asombro. Yo me giré rápidamente cubriendo mis ojos y vi que Mary se desmayó luego de gritar, aunque afortunadamente, no cayó al piso gracias a que Watson la sostuvo.
-¡Mycroft! ¿Qué haces? –preguntó Sherlock mirando a su hermano sin quitar la sorpresa de su rostro.
-¿Qué? Estoy en mi casa, además vivo solo. Siempre hago esto, no sabía que estaban aquí, lo siento. –dijo riendo un poco pero sin inmutarse- Creí que tardarían más. Discúlpenme un momento. –dijo esto último cerrando la puerta. Holmes me miró y se acercó para destapar mis ojos. Watson ni se percató ya que estaba ocupado revisando a Mary.
-¿Estás bien? –me preguntó Sherlock algo apenado, tomando mis manos para quitarlas de mi rostro.
-Sí, claro. No pasa nada. Es solo que, bueno, fue una primera impresión bastante inusual. –reí con algo de vergüenza encogiéndome de hombros y coloqué mis manos dentro del bolsillo de mi gabardina.
-Lo sé. Disculpa. –habló él también un tanto apenado, juntando sus manos- Mycroft es así, un poco excéntrico.
-Sí, ya lo notamos. –dijo Watson desde atrás que seguía sosteniendo a Mary. Los tres reímos, un tanto avergonzados.
En ese momento, la puerta de la habitación se volvió a abrir, dejando ver a Mycroft todavía sosteniendo su copa de champagne, pero ahora con una bata puesta.
-De nuevo lo siento. –dijo cerrando la puerta- ¡Y bienvenidos a París! –nos dijo efusivamente extendiendo sus brazos y en ese momento su bata se abrió dejándolo de nuevo expuesto y sin dejar nada a la imaginación. De nuevo mi tapé los ojos y comencé a reír, al igual que Sherlock y Watson.
-Las bienvenidas de mi hermano son únicas. –murmuró Sherlock con sorna.
***
Luego de que Mary se recuperara del desmayo y Mycroft le brindara una disculpa al presentarse correctamente con ella y con Watson, Simone los llevó hasta su habitación para que descansaran. El mismo Mycroft nos guió a Sherlock y a mí hasta la nuestra. El hombre era bastante alto, le llegaba poco más debajo de los hombros.
Una vez que llegamos a nuestra habitación, me asombre mucho más, ya que tenía el mismo tamaño de mi antigua casa, o quizá hasta más grande. Era reconfortante, pero elegante y lujosa al mismo tiempo, con cortinas de seda en las ventanas, muebles de madera fina, decoraciones en las paredes como en los pasillos de toda la casa y al centro, una amplia cama donde podrían caber fácilmente cuatro Mycrofts.
-¿La habitación más grande? –le preguntó Sherlock en un tono divertido a su hermano.
-Solo lo mejor para ti, Sherly. –dijo sonriendo de una forma tierna y Sherlock lo hizo de igual forma. Luego, ambos carraspearon su garganta y Holmes tomó la palabra. Yo miraba la escena intentando no soltar una risilla.
-Bueno, Mycroft, quiero presentarte a __________ Brooke. –dijo Sherlock al mismo tiempo que su hermano extendía su mano para saludarme y yo correspondí- Es mi compañera de trabajo y mi prometida. –dijo Sherlock con una amplia sonrisa.
Mycroft levantó ambas cejas con asombro y nos miró a ambos sonriendo cálidamente. –Mi hermano menor se va a casar con la brillante detective _______ Brooke, la única que lo ha superado en el oficio. –comentó arqueando una ceja y yo sonreí encogiéndome de hombros. Bienvenida a la familia de los Holmes. –exclamó soltando el agarre de nuestras manos.
-Muchas gracias, amm... –dije con un poco de duda, no sabía exactamente como llamarlo.
-Dime Mycroft, ahora somos familia, soy tu cuñado. –sonrió amigablemente y yo hice de la misma forma.
-Gracias, Mycroft. –comenté y él asintió mientras Sherlock me daba un beso en la mejilla.
-En fin, -dijo con entusiasmo- se quedan en su casa. Que pasen buena noche, Sherlock y, mucho gusto ________. –dijo mientras salía de la habitación, dejándonos a Sherlock y a mí solos.
Yo caminé hasta llegar hasta el enorme ventanal que daba a un amplio balcón. Me asomé y pude ver una gran y brillante luna, las estrellas brillaban en el firmamento y al fondo, la Torre Eiffel lucía con el esplendor que la caracterizaba. La brisa fría llegó y mientras movía mi cabello, también pegaba contra mi rostro, haciendo que mis mejillas y mi nariz se pusieran rojos por lo gélido del viento. Sentí que Sherlock llegó a mi lado y se paró junto a mí, dándome un beso en la mejilla.
-Estás muy fría del rostro. –me dijo riendo y me giré para verlo. Ya no llevaba puesta su boina, lo que hacía que su cabello, al igual que el mío, se moviera con el viento.
-Lo sé, -reí- creo que hace más frío aquí que en Londres.
-¿Y si vamos adentro ya? Necesitamos dormir, mañana comenzaremos a investigar qué ha hecho el hijo de Blackwood por aquí.
-Tienes razón, vamos adentro. –le dije suspirando y Sherlock acercó su rostro al mío para darme un beso en los labios.
-Todo va estar bien, te lo prometo. –me dijo sobre mis labios brindándome un cálido abrazo que contrastaba con el frío viento- Estaremos juntos.
Al escucharlo, correspondí su beso y lo abracé fuertemente y de nuevo, la brisa fresca apareció.
***
Buenas noches, lectores hermosos. Acá les dejo un nuevo capítulo de Sherlock. Espero hayan disfrutado leerlo tanto como yo de escribirlo. Espero sus comentarios y votos que ya saben que amo y nos estamos leyendo pronto. ¡Abrazo! :3
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