Capítulo XXXVIII: Sin vuelta atrás


Otra vez.

Otra vez pierdo a un hijo.

¿Qué cómo se siente esta pérdida?

Pues, se siente del infierno. Quería a mi hijo conmigo. Quería ponerle un nombre decente no como el mío. Quería levantarme de madrugada a calmar su llanto. Lo quería todo. Sin embargo, de nuevo la vida me arrebata esa felicidad.

—Tío, ¿estás bien? —escucho la voz de Amy filtrarse en mis pensamientos. Entrecierro mis ojos. Respiro con tranquilidad aunque eso sea lo último que me falta.

Intento no quebrarme. Mis ojos arden. Regresar la única lágrima que tuvo oportunidad de escapar se me hace imposible. La limpio con mis manos. No voy a llorar. London me necesita al igual que Amy.

Volteo hacia mi pequeña.

—Tranquila, pequeña. —Sonrío y miento—. Estoy bien.

Me levanto echándole un último vistazo para poder dirigirme hacia el doctor que sigue de pie, esperando por alguna palabra mía.

—¿Puedo verla?

Asiente y añade de inmediato—: Lo llevaré a la habitación, pero tendrá que dejar a la niña con alguien, porque está prohibido su paso.

Asiento.

Miro de nuevo a Amy.

No puedo confiar en dejarla con un desconocido, pero muero por ir a ver a London y que sepa que estoy con ella. Paso mi mano por mi cabellera en frustración. Así que, miro al doctor y digo:

—¿Puedo esperar un momento? —Vuelvo mi mirada hacia donde está la enfermera que me ayudó a conseguir el alimento para Amy. Se ve que es una señora mayor, pero denota confianza. Aunque me maldiga a mí mismo dejar unos minutos a Amy fuera de mi radar, no puedo evitar la desesperación de ver a London por encima de todo—. Voy a dejar mi pequeña bajo el cuidado de una de sus enfermeras.

—Bien, vaya enseguida que no puedo esperar tanto tiempo —empieza a decir, mientras me cuclillo frente a Amy—. Tengo otros pacientes.

—Pequeña, ¿puedes ayudarme con algo? —Tomo sus pequeñas manitos entre las mías.

Me mira curiosa.

—Sí. —Su vocecita sale con ímpetu, asentando al final.

—Bien. —Sonrío—. Te vas a quedar unos minutos bajo el cuidado de una enfermera, mientras voy a ver cómo se encuentra London.

Espero que acepte a pesar de lo irresponsable que es dejarla así. Tuerce sus labios y luego los sueltas para mostrarme una enorme sonrisa. Suspiro en alivio. Sin dejar de pensar que Emma me mataría por estar haciendo esto con Amy.

—Sí, pero no demores.

—No, no lo haré.

Finalmente, me levanto.

Le agarro la mano y la llevo directo hacia la enfermera que está parada en recepción. La señora me mira con expresión incrédula. Imagino que unos billetes solucionarán alguna negativa de tener bajo su cuidado por unos minutos a Amy.

—Disculpe, ¿me puede hacer un enorme favor?

Asiente de inmediato.

—Dígame, ¿en qué le puedo servir?

—Puedo cuidar por un par de minutos a mi pequeña. —Antes de que hable, añado—: Voy a ver a una paciente además, le puedo pagar muy bien por su ayuda.

Niega con su cabeza.

—No se preocupe. —Baja su mirada a Amy, brindándole una sonrisa amigable—. No es necesario un pago. —Vuelve su atención hacia mí—. Cuidaré de ella, pero eso sí no se demore.

Asiento.

Miro a Amy. Ella parece entender, porque suelta su mano de la mía y vuelve corriendo hacia su asiento. La enfermera la sigue y se sienta a su lado. Sigo al doctor que se ha dado la vuelta para ir por el pasillo. Mi nerviosismo aumenta a cada paso. El olor inusual a medicina en estos lugares no me gusta. Me recuerda mi estancia no tan lejana en un hospital.

—Esta es la habitación. —Abre la puerta.

Me permite ingresar primero.

Si no lo hacía me atravesaría en su camino sin dudarlo. La necesidad de ver London se ve saciada, pero al mismo tiempo llega un golpe al corazón que no me esperaba haciendo que mi mano suba instintivamente a mi pecho. Verla ahí pálida e inconsciente duele. No puedo describir el dolor. Nada se compara con lo que estoy viviendo hasta este momento.

—Puede estar con la paciente solo unos minutos. —El doctor se marcha, cerrando la puerta a su paso.

A medida que avanzo, mi corazón se acelera. No, no se acelera. Lo que hace es dejar de latir, quitándome la vida por fracciones al ver a London en ese estado y devolvérmela al saber que ella vivirá. Muero y resucito con cada latido. Rozo mi mano en la sábana a un costado de su cuerpo, intentando no tocar su cuerpo. Siento que con tan solo tocar su mano voy a lastimarla.

Entonces, soy consciente de algo.

Algo que me he rehusado admitir.

A esta mujer no la quiero.

A London la amo.

—Vuelve a mí, London. —Con la pena embriagando mi ser y olvidándome de cualquier delicadeza, le doy un beso suave en su frente a la misma medida en que me decido estrechar su mano fugazmente. Me alejo para contemplarla.

Soy sorprendido por la vibración de mi móvil. Veo de inmediato de quién se trata y me cierne una tranquilidad cuando veo que se trata de Emma. Le diré que venga de inmediato para que se quede con Amy. Acepto la llamada con la intención de ser quien hable primero y evitar cualquier mal entendido de nuestra desaparición.

—Emma...

—Hola, cuñado. —Siento que se vuelve una eternidad de constantes ecos de la mismas palabras, porque me quedo con el móvil aun sujeto a mi oreja, deseando matar al individuo de la otra línea.

—¿Qué ocurre, Random? —Su risa me es fastidioso— ¿Acaso se te comió la lengua el ratón?

—¡Te voy a matar! —Gruño— ¿Dónde está mi hermana?

Juro que esta vez no se me escapará.

Te mataré.

—Bueno, tu hermana está bien, pero creo que no querrás verla bien cuando te enteres de lo que fue capaz de hacer por su amor por mí.

Aprieto mis puños.

—Juro que si le haces algo, no te mataré rápido, porque lo haré lentamente y vas a pedir piedad por eso.

Escucho sus carcajadas resonar.

—No, eso no pasará. Dudo que haga lo mismo que...

—¿Qué quieres? —lo interrumpo.

—Bien, nos vamos comprendiendo. —Miro a London. Esto es mi culpa. Siempre ha sido mi culpa. Enredarte conmigo te ha condenado—. Quiero que me traigas a Amy, no mataré a tu hermana si me das a mi niña.

—Jamás —suelto furioso.

—La cuenta regresiva empieza.

No comprendería a qué se refiere, pero el ruido sórdido de un estallido de un balazo me deja en show.

—Uno, dos, tres... —empieza a contar.

Cuelgo.

Me agito.

Me veo chocando contra la puerta. ¿En qué momento llegué hasta aquí? No lo pienso dos veces y salgo del sitio aun con mi móvil en mi mano con la idea de marcar el número de Emma, despejándome de una pesadilla al ella contestar y haciendo ver que todo está bien. Sin embargo, sé que es real. Veo a la salida a Amy que se para de su asiento al verme.

No, no puedo llevarla. No puedo arriesgar su vida. Dean es capaz de matar a Emma y tampoco puedo dejar a Amy aquí sola. ¡Maldición! ¿Qué hago? Si el maldito quiere jugar sucio, yo también lo haré, pero antes debo asegurar algo.

Recurro a la enferma. Le solicito un papel y un bolígrafo. Escribo la nota más dolorosa de mi vida. Tal vez cuando ella despierte no estaré vivo, pero tampoco lo estará Dean.

—Entréguesela solo si no llego hasta al amanecer. —Saco de mi bolsillo unos cuantos dólares para que la entrega sea concretada sin objeción.

Recibe la nota y la guarda, pero me detiene cuando intento darle el dinero.

—No lo haga. —Sonríe amablemente—. Lo haré por voluntad propia. Vaya lo que tenga que hacer y regrese que la señorita querrá verlo cuando despierte.

No insisto.

Guardo el dinero en mi billetera.

Veo a Amy y voy hacia ella, agarro su mano.

—Vamos, pequeña. —Me maldigo por cada paso dado a partir de aquí—. Tu mamá nos espera.

Salgo del centro de salud. Afuera la tela de oscuridad empieza asomarse. Subo a Amy al Jeep y lo hago por igual. Conduzco directo hacia la casa. Antes de llegar, me aseguro que mi pequeña no vea lo que saco del portapapeles del carro.

—Amy cierra tus ojos por un momento, lo abres cuando te diga.

—¿Un juego?

Asiento.

Los cierra. Abro ágilmente la caja y saco el arma que tengo escondida en lo profundo. La guardaba para cualquier emergencia cuando saliera de camping por los animales salvajes, pero nunca pensé que en realidad la usaría y menos para matar al padre de Amy. Perdóname, pequeña. Coloco el arma a un lado de mi cintura por debajo del cinturón y saco mi camisa hacia fuera para ocultarla. Agarro también un sobre de chocolate y termino por cerrar el portapapeles.

—Ya puedes abrirlos —comento, colocando frente a ella el sobre de chocolate.

Sus ojos se abren en sorpresa.

—¿Mío?

Se mueve inquieta en su asiento, esperando una respuesta. Le sonrío y asiento. Lo agarra enseguida, miro hacia la carretera. Estoy cerca de casa. Trago saliva. Se tensa mis músculos. Miro de reojo a Amy, sabiendo que algún día tendré que contarle sobre esto o tal vez su madre lo haga en mi lugar. Quizás perdone a su tío muerto o lo odie queriendo que se pudra en su tumba.

Llego a la casa y me estaciona frente a ella en una suficiente distancia donde Amy esté a salvo. Es hora de terminar con esto. Giro hacia mi pequeña.

—Amy, tu tío va a salir a ver algo y ya regresa. —La miro en un gesto de ¿entiendes? —. No salgas por nada del mundo del carro.

—¿Y por qué? —Saborea el residuo de chocolate que queda en sus labios.

Me tenso.

¿Cómo hago para que ella me obedezca sin tantas preguntas?

Mi tiempo se acorta y en mi cabeza llega la iluminación de una respuesta. El miedo. Infringirle miedo sobre algo hará que ella dude en salir del jeep escuche lo que escuche.

—Porque sabes que hay animales salvajes que pueden atacarte si te encuentras sola caminando por ahí a estas horas.

Asiente nerviosamente.

—No salgas de aquí aunque escuches algún grito o ruido.

Vuelve a asentir.

—Bien, pequeña. —Le doy un beso en la frente.

Salgo del jeep y cierro la puerta asegurando de todos modos el sistema de seguridad para evitar que Amy salga. Me percato de que una ventanilla esté semiabierta para que ingrese aire.

Doy mis pasos con cautela. No se escucha ningún ruido en la casa. Las luces están encendidas. Absorbo mis miedos. No es momento para tenerlo. Sé cómo puede terminar esto, pero juro que no dejaré a ese hijo de puta vivo.

Abro la puerta con cautela. Un paso a la vez. Sé que Dean no me disparará enseguida. Lo conozco tan bien que deseara primero decir unas cuantas palabras de regocijo antes de hacerlo. Me querrá suplicando por mi vida. Finalmente, ingreso. Justo ahí lo veo.

El maldito está cerca de la chimenea detrás de Emma a quien tiene apuntada con el arma en la cabeza y tiene un vendaje en su boca que no le permite hablar. Niega con su cabeza. Mi hermana tiene los ojos hinchados por las lágrimas.

—Bienvenido, Random. —Su sola voz me hace perder mi juicio y querer sacar el arma que llevo oculta con la sola oportunidad de insertar una bala en su sien.

Recupero mi razón inmediatamente.

—Deja a mi hermana libre —exijo, sin inmutarme—. Este problema es solo entre tú y yo.

Se ríe.

—¿Quieres salvar a tu hermana? —Vacila en su pregunta—. No querrías hacerlo si supieras de lo que fue capaz de hacer por mí.

Miro a Emma de inmediato. Entrecierra sus ojos y niega con su cabeza. Entonces, dudo. Algo en las palabras de Dean golpean muy profundo en mí. El bastardo me está lastimando, y jodidamente no entiendo el porqué.

—Vamos, Random. —Resopla—. A que no adivinas qué es.

Sigo sin entender.

Doy un paso hacia adelante, pero él me mira desafiante y niega con la cabeza en una orden de que no lo haga. Me detengo. Jodidamente estoy en sus manos por ahora.

—Déjate de mierda y arreglemos esto ya —lo desafío.

—No, no... —Ajusta su arma en la cabeza de Emma. Aprieto mis puños controlando mi rabia—. Primero, ¿dónde está Amy? Segundo, ¿cómo se encuentra tu hijo?

—Hijo de puta —gruño.

Está jodiendo mi paciencia y mi razocinio.

—Bueno, ya que no quieres responder. Te diré que tu querida hermana a quién quieres salvar ha sido la razón por la cuál pierdas nuevamente a un hijo.

Miro a Emma, le exijo con mi mirada una respuesta y ella entrecierra sus ojos, asintiendo a su paso. Mi hermana. Mi hermana es una asesina. Mató a mi hijo.

Caigo de rodillas al suelo. Mi cuerpo me pesa. Miro al suelo.

—¿Por qué? —Me rompo por dentro.

—Bueno ahora que lo sabes... —Escucho pasos acercarse, haciendo ruido en cada pisada—. Quiero saber dónde está mi hija.

Respiro hondo.

Me ciego por la rabia. No soy capaz de pensar. Solo quiero verlo muerto. No dudo y estiro mi mano hacia donde mantengo el arma sujeta. Me levanto y la saco tan rápido que ahora ambos nos estamos apuntando con Emma en el centro.

—Te repito déjala ir.

Aprieto el gatillo. Y el lo hace por igual ninguno de los dos va a retroceder. Miro a Emma, indignado por lo que hizo. Quiero decir que la odio, pero no puedo. Amy necesita una madre. Aunque ahora dudo de las capacidades mentales.

Hago un gesto cuidadoso hacia ella. Una señal para silenciosa entre nuestras miradas para que ella entienda que debe escapar. Debe defenderse y huir, mientras las balas dejarán dos muertos a su paso.

Lo capta.

No hay tiempo para más, digo unas últimas palabras para distraer a Dean y que ella pueda ser capaz de soltarse.

—¿Crees que Amy te querrá como su padre? —Desafío su poca cordura— Porque yo no lo creo.

Por un momento, se distrae. Lo suficiente para soltar a Emma y ubicar ambas manos en el arma. Piensa disparar. Un disparo certero. Asumo que me dará en la cabeza como yo lo tengo planeado para él.

—¡Ahora, Emma! —suelto.

Ella sale a un costado corriendo sin mirar atrás por un pasillo. Y disparo. Escucho otra denotación. Caigo al suelo, pero veo que él sigue en pie. Me desconcierto. ¿Cómo? Trato de recordar que hice mal. Entonces, capto que él se ha movido a tiempo y que estaba fuera de mi radar. Y que a mi no es a quién ha disparado. Su arma apunta hacia el pasillo.

—¡No! —grito, mirando su cuerpo tendido a una distancia lejana.

Vuelvo rápido mi atención a Dean y empuño mi arma. Es tarde. Él me apunta y cada uno hace un último disparo. Antes de siquiera saber cuál es la trayectoria de la bala. Siento un dolor agudo. Uno que me recuerda a uno viejo donde mi atacante era el mismo, pero esta vez su cuerpo cae en un ruido sordo al piso y mi sangre empieza a fluir.

Hay un fin.

______________________________________

✓Tercer capítulo de la maratón de hoy.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top