Capítulo XXXVI: Tuya
Cabe la remota posibilidad de todo lo sucedido ayer fuese nada más que un sueño, pero no. Su te quiero, y después de eso todo un día de evitar cruzar una palabra con Emma, fingiendo que las cosas entre las dos se arreglaran por alguna razón sé que será difícil aquello. Estiro mis brazos en la cama, sabiendo lo vacía que está sin él.
Desperté sin su presencia.
Tal vez esté fuera, me dije.
Sin embargo, logro divisar sobre la mesita de noche una pequeña nota con una caligrafía hermosa y estiro mi mano para cogerla.
Mi te quiero,
No te desperté, porque sospecho que estás muy cansada para acompañarme a realizar unas cuantas compras para la casa. Si por mí fuera estuvieras en mi cama todo el día. Y antes que protestes tengo dos razones importantes que sustentan aquello. La primera es que debes cuidar de nuestro hijo o hija, bueno me gustaría un varón y la segunda es que envuelta en mis sábanas negras con tu piel desnuda te ves tan tentadora que complacería todos tus deseos carnales.
Tuyo, Random.
—Tuyo. —Replico la penúltima palabra en la nota al tiempo que siento revolotear mi corazón con el eco de mi voz.
Tuya.
—London, ¿puedo pasar? —La voz de Emma me saca de mi ensueño. Golpea con insistencia la puerta.
Me debato entre un no y un sí, pero es inútil, porque es mejor de afrontar la situación en la que me estoy envuelta con ella a tiempo. Exhalo. Devuelvo la nota en el mismo lugar que la cogí.
—¿London? —insiste.
El suave roce de las sabanas a mi piel me recuerda lo desnuda que estoy. Miro alrededor por algo de ropa hasta que al final de mis pies veo una camisa de Random. La tomo y me lo ubico tan rápido como puedo.
—Adelante —digo, antes de siquiera poner un pie fuera de la cama.
Y tampoco lo necesito cuando la puerta es abierta, dándome cuenta que Emma ingresa cargando una charola con algo de comida. El solo olor estremece mi estómago en un rugido. Enderezo mi columna vertebral. Retrocedo, ubicando mi espalda en la cabecera de cama. Atraigo conmigo la sábana para cubrir mis piernas ya que la camisa no cumple con esa función. Estudio la expresión cordial de Emma en su rostro la cual me sorprende. Sonríe de una manera agradable.
—Te traje esto para que desayunes. —Ubica la charola sobre la cama, sentándose en el proceso—. Espero te guste.
La miro y me limito a asentir.
Un ceño fruncido momentáneamente arruga su frente, antes de que su expresión se vuelva a la relajada y neutral que tenía desde que ingresó.
Vamos di algo, London.
—¿Y Random? —¡Mierda! Eso no. Se supone que lo sabes.
—Se fue con Amy a hacer unas compras para la casa que hacen falta. —Su voz suena tan serena. Relajada es el término correcto.
Me quedo mirando cómo acomoda una tira de su vestido que se le rueda por el hombro. Ella es perfecta. Es exótica. Tan diferente a mí. Y eso que es más joven, pero se ve más mayor que su edad. Asumo que tener un hijo da más años a tu apariencia de la que tienes. ¿Me pasará a mí después de que tenga a mi hijo? ¿Se me asentarán correctamente los años y no me seguiré viendo más joven de lo que soy?
Quiero en realidad llevarme bien con ella. Y si ésta es la oportunidad de aclararlo todo, lo haré.
—Yo... —Se me atragantan las palabras en el proceso, pero con aquello basta para llamar la atención de Emma.
Suspira en mi dirección.
Me preparo para que cambie su expresión serena por una seria y furiosa, pero no.
—¿Quieres hablar de eso? —Cruza sus piernas.
Eso.
Sí, al parecer ambas estamos en la misma sintonía.
—Sí, necesito...
—Come primero. —Desliza suspicazmente un poco la charola hacia mí—. Primero se come y después se habla.
Ignoro lo último que dice para echarle un vistazo a ese rico sándwich, al tocino, a los huevos revueltos y al jugo de naranja. No puedo evitar saborear mis labios al imaginarme los sabores de cada comida. Vuelvo mi atención a Emma.
—Vamos, London, come —insiste.
Tiene razón.
—Antes de comer quería pedirte disculpas por la bofetada —suelto.
Se encoje de hombros.
—Bueno, entonces yo también debería pedirte disculpas por la mía.
No aguanto más y cojo el sándwich. Cada jodido trozo lo saboreo en mi boca con gusto hasta que lo termino tan rápido que soy atrapada por una sonrisa de Emma al ver mi ansiedad de comer. Siento que mis mejillas se ruborizan por la vergüenza.
—Toma jugo para que no te atragantes. —Se levanta de la cama para dirigirse hacia el ventanal—. Hermosa la vista, ¿no?
Asiento y al segundo me arrepiento, porque sé que no puedo ver mi gesto debido a que está de espaldas hacia mí.
—Sí —corrijo.
Cojo el vaso de jugo de naranja y empiezo a tomarlo cuando siento un extraño sabor en el. ¿Acaso las naranjas saben diferentes aquí? Sigo bebiendo para no menospreciar la bebida. Emma debió poner esfuerzo en su preparación, pues si quiero empezar bien con ella, beberlo completo es lo menos que puedo hacer. Dejo el vaso en la charola.
—Algunas personas son una molestia... —empieza a decir. Frunzo el ceño, porque no tengo idea hacia dónde quiere ir con eso, hasta que dice—: Así que, las molestias hay que eliminarlas de raíz.
Tanto como termina de decir aquello, mi estómago empieza a dolerme. Entonces, empiezo a asustarme. No por ese dolor, sino por otro que empieza a surgir en mi vientre y que se va incrementando. Se siente como el peor de los cólicos menstruales, pero sé que no es eso e intento no pensar en todo lo que está cruzando por mi mente.
—Emma... —Intento hablar, pero el dolor es abrazador.
Siento que me falta el aliento, empiezo a moverme en la cama para poner un pie fuera de ésta. Fallo. Voy directo a chocar contra el piso, en un intento de aferrarme a la cama, arrastro conmigo la sábana y la charola impacta contra la superficie al mismo tiempo que lo hace mi cuerpo, habiendo un solo ruido estruendoso. Grito de horror. No puede estar pasando esto.
—London, tú no sabes lo que es saber que el hombre que amas se acueste con otras y que aun así te diga que te ama. —Puedo escuchar algo de melancolía en su voz.
Intento mirar hacia ella, pero empiezan a opacarse mi visión. Siento un líquido desprenderse de mi interior. Mi entrepierna se siente pegajosa y llevo una mano enseguida a ella. El dolor físico es nada comparado al que siento cuando veo que el líquido es sangre. Mucha.
—Emma, ayúdame —suplico, mientras me retuerzo en el piso por el dolor. Recojo mis piernas intentando aplacarlo.
El ruido de sus pasos se hace cercano y su voz más clara.
—No dejaré que tengas un hijo de él.
—¡No! —grito, desgarrada por el pánico y sufrimiento. Sin dejar atrás mis lágrimas que ya no sirven, porque algo dentro de mí siente un vacío. Escucho el ruido de la puerta siendo abierta justo antes de que me deje consumir por la agonía, floreciendo un último pensamiento que se clava como una daga justo en el centro de mi corazón.
Mi niño.
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*Resolví hacer una actualización donde termine el libro. Sí, tal como lo piensan. ¡Hoy hay maratón! Es justo y necesario, porque lo que se viene debe leerse de inmediata y no debe hacerse esperar.
*Debo agradecerles por estar aquí. He estado de viaje y aislada totalmente de las redes sociales que en cuanto pueda respondo todos los mensajes que me han dejado. Bueno qué puedo decir... Tal vez algunos adivinan el final como otros no aunque, conmigo nunca se sabe.
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